domingo, 24 de agosto de 2014

Capitulo 17

LALI


Gastón: ¿Quieres ir a cenar? ¿A qué hora sales del trabajo?

Yo: En diez minutos. ¿Dónde nos encontramos?

Gastón: Estamos cerca. Tendremos que encontramos en frente. ¿Estamos?

No puedo pasar por alto la emoción que me inunda con ese mensaje. Sin duda, el estamos significa él y Peter. No puedo pensar en nadie más que vendría con Gastón, y sé que Peter llegó a casa anoche.

Termino el último de mis papeles de trabajo, y luego hago una parada en el baño para comprobar mi cabello (odio que me importe), antes de salir a su encuentro.

Los tres están de pie cerca de la entrada cuando salgo. Nico y Peter están con Gastón. Nico sonríe cuando me ve, ya que él es el único de frente a mí. Gastón se da vuelta cuando los alcanzo.

—¿Lista? Vamos a Jack’s.

Son absolutamente un grupo. Todos guapos a su manera, pero más aún cuando están luciendo sus chaquetas de piloto y caminando en grupo de esa forma. No puedo negar que me siento un poco mal vestida, caminando al lado de ellos en mi uniforme. —Vamos —le digo—. Estoy hambrienta.

Echo un vistazo a Peter, y él me da el más mínimo asentimiento, pero ni una sonrisa. Sus manos están firmemente plantadas en los bolsillos de su chaqueta, y mira hacia otro lado, mientras todos comienzan a caminar. Se queda un paso por delante de mí todo el tiempo, así que camino junto a Gastón.

—¿Cuál es el motivo? —pregunto a medida que nos dirigimos hacia el restaurante—. ¿Estamos celebrando el hecho de que los tres no trabajan la misma noche?

Una conversación silenciosa pasa a mí alrededor. Nico mira a Peter. Gastón mira a Nico. Peter no mira a nadie. Él mantiene sus ojos fijos hacia adelante, centrándose en la acera.

—¿Recuerdas cuando éramos niños y mamá y papá nos llevaban a La Caprese? —pregunta Gastón.

Recuerdo esa noche. Nunca he visto a mis padres más felices. No podría haber tenido más de cinco o seis años, pero es uno de los pocos recuerdos que tengo de esa temprana edad. Fue el día en que mi padre se convirtió en Capitán de su compañía aérea.

Me detengo en seco y miro inmediatamente a Gastón. —¿Te has vuelto Capitán? No puedes ser Capitán. Eres demasiado joven. —De hecho sé cuán difícil es volverse Capitán y cuántas horas de vuelo el piloto debe tener para ser considerado. La mayoría de los pilotos en sus veinte años son copilotos.

Gastón niega con la cabeza. —No me volví Capitán. He cambiado demasiado de aerolíneas. —Coloca su mirada en Peter—. Pero el señor Regístrame En Más Horas aquí tuvo una linda promoción hoy. Rompió el récord de la compañía.

Miro a Peter, y él está moviendo la cabeza hacia Gastón. Puedo decir que está avergonzado de que él simplemente lo dijera, pero su modestia es sólo una cosa más que encuentro atractiva. Tengo la sensación de que si a su amigo Benjamin lo hubieran convertido en Capitán, estaría subido a cualquier barra, anunciándolo al mundo entero con un megáfono.

—No es la gran cosa —dice Peter—. Es una aerolínea regional. No hay mucha gente para ascender.

Nico niega con la cabeza. —No me han ascendido. A Gastón no lo han ascendido. A Benjamin no lo han ascendido. Has estado en esto un año menos que cualquiera de nosotros, por no mencionar el hecho de que sólo tienes veinticuatro. —Él se da vuelta y camina hacia atrás, frente a nosotros—. Abandona la modestia por una vez, hombre. Frótalo en nuestras caras un poco. Lo haríamos si los papeles estuvieran invertidos.

No sé cuánto tiempo han sido amigos, pero me gusta Nico. Puedo decir que él y Peter son cercanos, porque Nico está realmente orgulloso de él, y no del todo celoso. Me gusta que estos sean los amigos de Gastón. Me hace feliz que tenga este apoyo. Siempre lo he imaginado viviendo aquí, trabajando demasiado, pasando todo su tiempo solo y lejos de casa. Sin embargo, no sé por qué. Nuestro padre era piloto, y estaba en casa una justa cantidad de tiempo, así que no debería tener ideas erróneas cuando se trata de la vida de Gastón como piloto.

Supongo que él no es el único que se preocupa innecesariamente por su hermana.

Llegamos al restaurante, y Gastón mantiene la puerta abierta para nosotros. Nico camina primero, y Peter da un paso atrás, permitiéndome pasar delante de él.

—Voy al baño —dice Nico—. Los encontraré chicos.

Gastón camina hacia el puesto de la anfitriona, y Peter y yo nos quedamos detrás. 
Robo un vistazo en dirección a Peter. —Felicitaciones, Capitán.

Lo digo en voz baja, pero no sé por qué. No es como si Gastón tendría sospechas si me escuchara felicitando a Peter. Supongo que si lo digo en un tono que sólo Peter pueda escuchar, hay más significado detrás de ello.

Peter encuentra mi mirada y sonríe, luego mira a Gastón. Cuando ve que él sigue de espaldas a nosotros, se inclina y planta un beso rápido a un lado de mi cabeza.

Debería estar avergonzada de mi debilidad. Un hombre no debería ser capaz de hacerme sentir como ese beso robado me hizo sentir. Es como si de repente estoy flotando o nadando o volando. Cualquier cosa que no requiera el apoyo de las piernas, ya que se han vuelto en inútiles para mí.

—Gracias —susurra, aún luciendo esa hermosa, pero de alguna manera modesta, sonrisa. Le da un codazo a mi hombro con el suyo y baja la mirada a sus pies—. Te ves bonita, Lali.

Quiero enmarcar esas cuatro palabras en una valla publicitaria y exigirme pasarla en mi camino al trabajo todos los días. Nunca faltaría al trabajo de nuevo.

Por mucho que quiero creer que está siendo sincero con su cumplido, frunzo el ceño y bajo la mirada hacia el uniforme que he usado durante doce horas seguidas. —Estoy usando un uniforme de Minnie Mouse.

Se inclina hacia mí otra vez, hasta que nuestros hombros se tocan.

—Siempre he tenido algo por Minnie Mouse —dice en voz baja.

Gastón se da la vuelta, así que quito inmediatamente la sonrisa de mi rostro. —¿Barra o mesa?

Peter y yo nos encogemos de hombros. —Cualquiera —dice él.

Nico regresa del baño al mismo tiempo que la anfitriona nos conduce a nuestros asientos. Gastón e Nico lideran el camino, y Peter me sigue de cerca. Muy cerca. Su mano se apodera de mi cintura mientras se inclina hacia delante, hacia mi oreja. —Como que también tengo algo por las enfermeras —susurra.

Levanto mi hombro para frotar la oreja en la que acaba de susurrar su admisión, porque ahora todo mi cuello está cubierto de escalofríos. Él libera mi cintura y pone distancia entre nosotros cuando llegamos a la cabina. Gastón e Nico se sientan uno en cada lado. Peter se sienta junto a Nico, así que yo me siento junto a Gastón, justo enfrente de Peter.

Peter y yo pedimos refrescos, en comparación con las cervezas de Nico y Gastón. Su elección de bebidas es sólo una cosa más para reflexionar.

Hace varias semanas, admitió que no suele beber, pero teniendo en cuenta que se hallaba más que demacrado la primera noche que lo conocí, imaginé que tendría al menos un trago esta noche. Sin duda tenía una razón para celebrar. Cuando las bebidas son traídas a la mesa, Nico levanta su vaso. —Por enseñarnos —dice él.

—Una vez más —añade Gastón.

—Por trabajar el doble de horas que cualquiera de los dos —dice Peter, fingiendo estar a la defensiva.

—Gastón y yo en verdad tenemos vidas sexuales que interfieren con el trabajo de horas extras —replica Nico.

Gastón niega con la cabeza. —No hables de mi vida sexual delante de mi hermana.

—¿Por qué no? —Empiezo a hablar—. No es como si no notara todas las noches que pasas fuera del apartamento cuando no estás trabajando.

Gastón gime. —Lo digo en serio. Cambia de tema.

Le concedo su petición con mucho gusto. —¿Hace cuánto tiempo se conocen ustedes tres? —Hago la pregunta a nadie en particular, excepto que sólo me preocupo por escuchar las respuestas que involucran a Peter.

—Peter y yo conocemos a tu hermano desde la escuela de vuelo, hace unos años. He conocido a Peter desde que tenía nueve o diez —dice Nico.

—Los dos teníamos once —lo corrige Peter—. Nos conocimos en el quinto grado.

No tengo ni idea de si esta conversación está rompiendo la regla de no preguntar sobre el pasado, pero Peter no parece incómodo hablando de ello.

La camarera nos trae una cesta de pan, pero ninguno de nosotros siquiera ha abierto un menú, por lo que nos dice que volverá a tomar nuestra orden.

—Todavía no puedo creer que no eres gay —le dice Gastón a Peter, cambaiando completamente el tema de nuevo, mientras abre su menú.

Peter se asoma por encima de su menú. —Pensé que no hablaríamos de la vida sexual.

—No —dice Gastón—. Dije que no hablaríamos de mi vida sexual. Además, no tienes ni siquiera una que discutir. —Gastón puso su menú sobre la mesa, mirando directamente a Peter—. Sin embargo, en serio, ¿Por qué nunca sales?

Peter se encoge de hombros, más interesado en la bebida entre sus manos que en tener que mirar a mi hermano. —El resultado final de las relaciones no vale la pena para mí.

Algo en mi corazón se rompe, y empiezo a preocuparme de que uno de los chicos en realidad pueda oírlo fragmentarse en silencio. Gastón se inclina hacia atrás en el asiento.

—Maldita sea. Ella debió ser una perra importante.

Mis ojos de repente están pegados a Peter, a la espera de su respuesta ante una posible revelación de su pasado. Él da una ligera sacudida de cabeza, desestimando en silencio la suposición de Gastón. Nico se aclara suavemente la garganta, y su expresión cambia mientras pierde la sonrisa que normalmente ocupa su rostro. Es obvio, por la reacción de Nico, que sin duda conoce cualquier asunto del pasado de Peter.

Nico se sienta con la espalda recta y levanta su vaso, forzando una sonrisa en sus labios. —Peter no tiene tiempo para chicas. Está demasiado ocupado rompiendo records en la compañía al convertirse en el Capitán más joven que nuestra aerolínea haya visto jamás.

Tomamos la interrupción de Nico como lo que es, y levantamos nuestros vasos. Los chocamos juntos, y cada uno toma del suyo.

La mirada apreciativa que Peter le dispara a Nico no me pasa desapercibida, aunque Gastón parece estar despistado. Ahora estoy aún más curiosa por Peter. E igualmente preocupada por estar perdiendo mi cabeza, ya que cuanto más tiempo paso con él, más quiero saber todo lo que le concierne.

—Tenemos que celebrar —dice Gastón.

Peter mueve su menú desplegable. —Pensé que eso era lo que hacíamos.

—Quiero decir después de esto. Vamos a salir esta noche. Tenemos que encontrar una chica para poner fin a tu sequía —dice Gastón.

Casi escupo mi bebida, pero por suerte, soy capaz de contener mi risa. Peter se da cuenta de mi reacción y me golpea el tobillo debajo de la mesa con el pie. Luego lo deja justo al lado del mío.

—Estaré bien —dice Peter—. Además, el Capitán necesita descansar.

Todas las letras en el menú comienzan a desdibujarse cuando mi mente las reemplaza con palabras como fin, periodo de sequía y descansar.

Nico mira a Gastón y asiente. —Yo iré. Deja que el Capitán vuelva a su apartamento y duerma por los efectos de su cola.

Peter me mira fijamente y se ajusta ligeramente en su asiento de modo que nuestras rodillas se tocan. Envuelve el pie en la parte trasera de mi tobillo.

—Dormir en realidad suena muy bien —dice. Cambia su mirada de mí hacia el menú en frente de él—. Dense prisa y ordenen, así puedo volver a mi apartamento y dormir. Se siente como que no he dormido en más de nueve días, y es en todo lo que he sido capaz de pensar.

Mis mejillas arden, junto con algunas otras áreas de mi cuerpo. —De hecho, como que tengo la necesidad de conciliar el sueño en este momento —dice Peter. Levanta los ojos para encontrarse con los míos—. Aquí mismo en la mesa.

Ahora la temperatura en el resto de mi cuerpo coincide con el calor en mis mejillas.

—Dios, eres defectuoso —dice Gastón, riendo—. Debimos traer a Benjamin en tu lugar.

—No, no debimos traerlo —dice Nico inmediatamente rodando exageradamente sus ojos.

—¿Cuál es el trato con Benjamin? —pregunto—. ¿Por qué lo odian tanto?

Gastón se encoge de hombros. —No es que lo odiemos. Simplemente no podemos soportarlo, y ninguno de nosotros se dio cuenta de ello hasta después de que ya lo habíamos invitado a nuestras noches de juego. Es un idiota. —Gastón me lanza esa mirada demasiado familiar—. Y no te quiero nunca a solas con él. Estar casado no le impide ser un imbécil.

Y allí está el posesivo, el amor fraternal que me he perdido todos estos años.

—¿Es peligroso?

—No —dice Gastón—. Sólo sé cómo trata su matrimonio, y no quiero que te involucres con eso. Pero ya he dejado en claro que tú estás fuera de los límites.

Me río de sus absurdas palabras. —Tengo veintitrés años, Gastón. Puedes dejar de actuar como papá ahora.


Su rostro se contrae, y por un segundo, hasta comienza a parecerse a nuestro padre. —Por supuesto que no lo haré. —Gastón gruñe—. Eres mi hermana pequeña. Tengo estándares para ti, y Benjamin ni de cerca cumple uno solo de ellos.

Él no ha cambiado nada. Tan molesto como fue en la escuela secundaria, y todavía es el mismo tipo, amo que él quiera lo mejor para mí.

Aunque tengo miedo de que su versión de lo que es mejor para mí no exista.

—Gastón, ningún hombre jamás se acercará a las normas que has establecido para mí.

Él asiente, poniéndose todo honrado. —Claro que sí.

Si él le advirtió a Benjamin que se mantenga alejado de mí, me pregunto si le advirtió a Peter y a Nico, también. Por otra parte, él pensó que Peter era gay, así que probablemente no vio una posibilidad allí.

Me pregunto si Peter cumpliría con los estándares de Gastón.

Mis ojos quieren mirar tanto a Peter en este momento, pero me temo que sería demasiado obvio. En su lugar, fuerzo una sonrisa y niego con la cabeza. —¿Por qué no pude nacer primero?

—No habría hecho una diferencia —responde Gastón.

Nico le sonríe a la camarera y le pide la cuenta. —Va por mí esta noche. —Pone el dinero suficiente para cubrir la factura y la propina, y todos nos levantamos y estiramos.

—Entonces, ¿quién va a dónde? —pregunta Peter.

—Bar —responde Gastón inmediatamente, impulsivamente como si eso llamara a las chicas.

—Acabo de terminar un turno de doce horas —le digo—. Estoy abatida.

—¿Te importa si te llevo? —pregunta Peter cuando todos salimos—. No me siento con ganas de salir esta noche. Sólo quiero dormir.

Me gusta la forma en que no disfraza el énfasis en frente de Gastón cuando dice dormir. Es como si quisiera asegurarse de que soy consciente sobre sus pocas intenciones de realmente dormir.

—Sí, mi coche está en el hospital —digo, apuntando a esa dirección.

—Muy bien, entonces —dice Gastón, juntando las manos—. Ustedes culos flojos vayan a dormir. Nico y yo saldremos. —mi hermano gira, y ambos no pierden el tiempo yéndose en la otra dirección. Gastón se da vuelta, caminando hacia atrás al ritmo de Nico—. ¡Tomaremos un trago en su honor, Capitán!

Peter y yo permanecemos inmóviles, encerrados en un círculo de luz bajo una farola mientras los vemos irse. Bajo la mirada hacia la acera y deslizo uno de mis zapatos hasta el borde del círculo de luz, viéndolo desaparecer en la oscuridad. Levanto la vista hacia la farola, preguntándome por qué está brillando sobre nosotros con esa intensidad.

—Se siente como si estuviéramos en un escenario —le digo, sin dejar de mirar hacia la luz.

Inclina la cabeza hacia atrás y se une a mi inspección del alumbrado. —El Paciente Inglés —dice. Lo miro inquisitivamente. Hace un gesto hacia la farola por encima de nuestras cabezas—. Si estuviéramos en un escenario, probablemente sería una producción de El Paciente Inglés. — Él mueve su mano hacia atrás y adelante entre nosotros—. Ya estamos vestidos para la pieza. Una enfermera y un piloto.

Reflexiono sobre lo que dice, probablemente un poco demasiado. Sé que dice que es el piloto, pero si esto realmente fuera una producción teatral de El Paciente Inglés, creo que sería el soldado más que el piloto. El soldado es el personaje que está involucrado sexualmente con la enfermera. No el piloto.

Sin embargo, el piloto es el que tiene el pasado secreto...

—Esa película es la razón por la que me convertí en enfermera — digo, mirándolo con una cara seria.

Regresa las manos a sus bolsillos, cambiando su mirada de la luz en lo alto hacia mí. —¿En serio?

Mi risa se escapa. —No.

Peter sonríe.

Eso rima

Ambos giramos al mismo tiempo para volver hacia el hospital. Me encuentro con la pausa en la conversación para construir un muy mal poema en mi cabeza.

Peter sonríe

Para nadie más

Peter sólo sonríe

Para mí.

—¿Por qué te ríes? –pregunta.

Porque estoy recitando rimas vergonzosas de un nivel de tercer grado sobre ti.

Sello mis labios, forzándome a sonreír. Cuando sé que lo ha olvidado, le respondo. —Sólo pienso en lo cansada que estoy. Esperando tener un muy buen —lo miro a los ojos— sueño esta noche.

Él es quien sonríe ahora. —Sé lo que quieres decir. Creo que nunca me he sentido tan cansado. Incluso podría dormir tan pronto como estemos dentro de tu coche.

Eso estaría bien.

Sonrío, pero termino la conversación cargada de metáforas. Ha sido un día largo, y en realidad estoy cansada. Caminamos en silencio, y no puedo dejar de notar que sus manos se hallan metidas con fuerza en sus bolsillos de la chaqueta, como si me estuviese protegiendo de ellas. O tal vez las protege de .

Sólo estamos a una cuadra del estacionamiento cuando sus pasos son más lentos, y luego se detiene por completo. Naturalmente, dejo de caminar y doy la vuelta para ver lo que le llama la atención. Mira hacia el cielo, y mis ojos se centran en la cicatriz que corre a lo largo de su mandíbula. Quiero preguntarle al respecto. 
Quiero preguntarle acerca de todo. Quiero hacerle un millón de preguntas, empezando por cuándo es su cumpleaños y luego cómo fue su primer beso. Después de eso, quiero preguntarle sobre sus padres, toda su infancia y su primer amor.

Quiero preguntarle sobre Martina. Quiero saber lo que pasó con ellos, y por qué eso lo llevó a querer evitar cualquier forma de intimidad durante más de seis años.

Más que nada, quiero saber lo que hay en mí que finalmente puso fin a la misma.

—Peter —le digo, cada pregunta que quiero hacerle buceando en la punta de la lengua.

—Sentí una gota de lluvia —dice.

Antes de que la oración deje su boca, siento una también. Los dos miramos hacia el cielo ahora, y me trago todas las preguntas junto con el nudo en la garganta. Las gotas empiezan a caer más rápido, pero seguimos de pie allí, con nuestros rostros inclinados hacia el cielo. Las gotas esporádicas se convierten en virutas, que luego se transforman en lluvia, pero ninguno de nosotros se mueve. Ninguno de nosotros hace una carrera loca para llegar al coche. La lluvia se desliza por mi piel, mi cuello, mi pelo, y empapa mi blusa. Mi cara todavía está inclinada hacia el cielo, pero mis ojos están cerrados ahora.

No hay nada en el mundo que pueda compararse con la sensación y el olor de la lluvia cayendo.

Tan pronto como ese pensamiento cruza mi mente, manos cálidas alcanzan mis mejillas y se deslizan por mi nuca, roban la fuerza de mis rodillas y el aire de mis pulmones. Su altura me protege de la mayor parte de la lluvia ahora, pero sigo con los ojos cerrados e inclinados hacia el cielo. Sus labios bajan suavemente sobre los míos, y me encuentro comparando la sensación y el olor de la lluvia nueva con su beso.

Su beso es mucho, mucho mejor.

Sus labios se encuentran húmedos por la lluvia, y están un poco fríos, pero él lo contrarresta con la cálida caricia de su lengua contra la mía. La lluvia que cae, la oscuridad que nos rodea, y ser besada así hacen que me sienta como si de verdad estuviéramos en un escenario y nuestra historia acabara de llegar a su punto culminante. Se siente como si mi corazón, mi estómago y mi alma luchan por salir de mí y adentrarse en él.

Si todos mi veintitrés tres años fueran colocados sobre un gráfico, este momento sería la cresta en mi curva de utilidad.

Probablemente debería estar un poco triste sobre esta comprensión.

Tuve unas cuantas relaciones serias en el pasado, pero no puedo recordar un solo beso con alguno de esos tipos donde me sentí de este modo. El hecho de que ni siquiera esté en una relación con Peter y que me sienta tan afectada por él debería decirme algo, pero estoy demasiado interesada como para escudriñar esos pensamientos.

La lluvia se ha convertido en un aguacero, pero ninguno de los dos parece afectado por ella. Sus manos bajan a mi espalda, y cierro mi puño en su camisa, acercándolo más. Su boca se ajusta a la mía como si fuéramos dos piezas de un mismo rompecabezas.

La única cosa que posiblemente me podría separar de él en este momento sería un rayo. O el hecho de que está lloviendo tan fuerte que no puedo respirar. Mis ropas están pegadas a partes de mí donde ni siquiera sabía que la ropa pudiera pegarse. Mi cabello está tan empapado que no puede absorber una gota más de agua.

Empujo contra él hasta que libera mi boca, y luego entierro mi cabeza bajo su barbilla y miro hacia abajo para poder respirar sin ahogarme. Envuelve su brazo alrededor de mis hombros y me hace caminar hacia el estacionamiento, levantando su chaqueta por encima de mi cabeza. Toma ritmo, e igualo sus pasos hasta que los dos estamos corriendo.

Finalmente llegamos a mi coche, y se acerca a la puerta del conductor conmigo, todavía protegiéndome de la lluvia. Una vez que estoy en el interior, él se apresura hacia el lado del acompañante. Cuando nuestras dos puertas están cerradas, el silencio dentro del coche aumenta la intensidad de nuestra pesada respiración. Pongo mis manos detrás de mi cabeza y me recojo el pelo, luego escurro el exceso de agua. Ésta baja por el cuello, la espalda y el asiento. Es la primera vez que estoy aliviada de tener asientos de cuero en California.

Dejo caer mi cabeza hacia atrás y suspiro fuertemente, después de robar una mirada en su dirección. —Creo que nunca he estado tan mojada en mi vida.

Observo como una lenta sonrisa se extiende por su rostro. Sus pensamientos obviamente se desploman en lo más vulgar con esa afirmación.

—Pervertido —susurro juguetonamente.

Eleva la ceja y sonríe. —Por tu culpa. —Me alcanza a través del asiento y envuelve sus dedos alrededor de mi muñeca, tirando de mí hacia él—. Ven aquí.

Hago un rápido inventario de lo que nos rodea, pero la lluvia cae con tanta fuerza que ni siquiera puedo ver lo que hay afuera. Eso significa que nadie puede ver hacia dentro.

Me ajusto en la parte superior de él, a horcajadas sobre su regazo, mientras él mueve el asiento hacia atrás todo lo que puede. Sin embargo, no me besa. Sus manos se deslizan por mis brazos y vienen a descansar en mis caderas.

—Nunca he tenido relaciones sexuales en un coche antes —dice con un poco de esperanza en su confesión.

—Nunca he tenido relaciones sexuales con un Capitán antes —le ofrezco.

Pasa sus manos debajo de mi blusa del uniforme, deslizándola por mi estómago, hasta que se reúne con mi sujetador. Ahueca ambos pechos, luego se inclina hacia adelante y me besa. Su beso no dura mucho, porque lo rompe para hablar de nuevo. —Nunca he tenido relaciones sexuales como Capitán antes.

Sonrío. —Nunca he tenido relaciones sexuales en uniforme antes.

Sus manos se deslizan en torno a mi espalda, y las mete por la cinturilla del pantalón. Empuja mis caderas hacia él, al mismo tiempo que se levanta a sí mismo muy ligeramente, provocando de inmediato que mi agarre sea más fuerte alrededor de sus hombros y un jadeo pase por mis labios. Su boca se mueve a mi oído mientras sus manos vuelven a crear el ritmo sensual entre nosotros, tirando mis caderas hacia delante de nuevo.

—Aunque te ves tan sexy en el uniforme, me gustaría mucho más tener sexo contigo con absolutamente nada.

Estoy avergonzada por la facilidad con la que sólo sus palabras pueden hacerme gemir. También estoy avergonzada de lo rápido que su voz me puede deshacer, hasta el punto en que probablemente quiero que mi ropa desaparezca más de lo que él lo hace. —Por favor, dime que has venido preparado —digo, mi voz ya pesada de deseo.

Niega con la cabeza. —Sólo porque sabía que iba a verte esta noche no significa que viniera con expectativas —De inmediato me lleno de decepción. Se levanta fuera del asiento y desliza su mano en el bolsillo de atrás—. Sin embargo lo hice, vine con un montón de esperanza. —Saca el condón de su cartera con una sonrisa, y ambos comenzamos de inmediato a tomar medidas. Mis manos se conectan con el botón de sus pantalones vaqueros más rápido de lo que nuestras bocas lo hacen. Él desliza sus manos por la parte de atrás de mi blusa y comienza a desabrochar el sujetador, pero niego con la cabeza.

—Sólo déjalo puesto —dije sin aliento. Mientras menos ropa nos quitemos, más rápido seremos capaces de vestirnos si nos pillan.

Continúa desatándolo, a pesar de mi protesta. —No quiero estar dentro de ti a menos que te pueda sentir contra mí.

Guau. Bien, entonces.

Cuando se deshace de mi sujetador, levanta mi blusa sobre mi cabeza, y sus dedos se deslizan bajo los tirantes de mi sujetador. Tira de ellos por mis brazos hasta que el sujetador se cae. Lo arroja en el asiento trasero y luego se saca su camisa sobre su cabeza. Cuando su camisa se une a mi sostén en el asiento trasero, envuelve sus brazos alrededor mío y me tira contra él hasta que nuestros pechos desnudos se encuentran.

Ambos, inmediatamente, inhalamos respiraciones agudas. El calor de su cuerpo crea una sensación de la que no quiero alejarme. Comienza besando el camino hasta mi cuello, su respiración en fuertes olas contra mi piel.

—No tienes idea de lo que me haces —susurra contra mi garganta.

Sonrío, porque esa misma idea exacta acaba de pasar por mi cabeza.

—Oh, creo que tengo una idea —respondo.

Deja su mano izquierda en uno de mis pechos, y gime mientras su mano derecha se sumerge en mis pantalones.

—Fuera —dice simplemente, tirando de la banda elástica.

No tiene que pedírmelo dos veces. Vuelvo a mi asiento vacío y comienzo a quitarme el resto de mi ropa mientras lo veo desabrochar sus vaqueros.

Sus ojos están sobre mí mientras rasga el envoltorio del condón con los dientes. Cuando la única prenda de ropa que queda entre nosotros es su par de pantalones vaqueros desabrochados, me muevo hacia él.

Me siento ridículamente auto consciente de que estoy en mi coche en el estacionamiento de mi trabajo, completamente desnuda. Nunca he hecho nada como esto antes. Nunca he querido hacer algo como esto antes. Me encanta lo desesperados que estamos el uno del otro en este momento, pero también sé que nunca he sentido esta clase de química con nadie antes.

Pongo mis manos sobre sus hombros y me coloco a horcajadas sobre él mientras desliza el condón sobre sí mismo.

—Mantenlo en silencio —dice en broma—. No me gustaría ser la razón por la que te despidieran.

Echo un vistazo a la ventana, aún no puedo ver el exterior. —Está lloviendo demasiado fuerte para que nadie nos escuche —digo—. Además, tú fuiste el que grito más alto la última vez.

Desestima eso con una sonrisa rápida y comienza a besarme de nuevo.

Sus manos agarran mis caderas, y me atrae hacia él, preparándose contra mí. Esta posición normalmente me hace gemir, pero de repente me siento terca con mis ruidos ahora que él lo menciona.

—No hay manera de que fuera el que gritara más fuerte —dice con sus labios todavía tocando los míos—. En todo caso, empatamos.

Niego con la cabeza. —No creo en terminar las cosas con un empate.

Es la manera en que se escabullen las personas a quienes les asusta demasiado el poder perder.

Sus manos encuentran mis caderas, y está contra mí, posicionados de tal manera que todo lo que tendría que hacer para llevarlo dentro de mí sería permitir que esto suceda. Sin embargo, me niego a rebajarme a él, simplemente porque me gusta la competencia y me siento a punto de comenzar.

Levanta las caderas, obviamente listo para que las cosas sucedan entre nosotros. Mis piernas se encuentran tensas, y me alejo lo suficiente.

Se ríe de mi resistencia. —¿Qué pasa, Lali? ¿Tienes miedo ahora? Ten miedo una vez que esté dentro de ti, ¿vamos a ver quién es el que grita más fuerte?

Hay un brillo desafiante en sus ojos. No acepto verbalmente su desafío para ver quién puede quedarse en silencio. En cambio, mantengo mis ojos encontrándose con los suyos mientras poco a poco lo deslizo con facilidad dentro de mí. Ambos jadeamos al mismo tiempo, pero ese es el único sonido que pasa entre nosotros.

Tan pronto como él se halla completamente dentro de mí, sus manos se encuentran con mi espalda, y me tira contra él. Los únicos sonidos que hacemos son suspiros y jadeos aún más pesados. El golpeteo de la lluvia contra las ventanas y el techo aumenta el silencio que experimentamos en el interior del coche.

La fuerza que se necesita para contenerse esta igualada con la necesidad de aferrarnos el uno al otro con más desesperación. Sus brazos están alrededor de mi cintura, agarrándome con tanta fuerza que hace que sea difícil moverse. Mis brazos se envuelven alrededor de su cuello, y mis ojos están cerrados.

Apenas nos movemos ahora a causa del tenso agarre que tenemos el uno del otro, pero me gusta. Me gusta cómo de lento y constante se mantiene el ritmo, mientras ambos nos centramos en cómo continuar suprimiendo los gemidos atrapados en nuestra garganta.

Durante varios minutos, continuamos de la misma manera, moviéndonos lo suficiente, pero al mismo tiempo ni cerca de lo que necesitamos. Creo que ambos nos encontramos demasiado asustados para hacer ningún movimiento brusco, o de que la intensidad causará que uno de nosotros pierda.

Una de sus manos se desliza en torno a la parte baja de mi espalda, y por otro lado se reúne con la parte de atrás de mi cabeza. Toma un puñado de mi cabello y suavemente tira hasta que mi garganta se expone a su boca. Me estremezco al segundo en que sus labios se encuentran con mi cuello, porque permanecer tranquila es mucho más difícil de lo que imaginaba que sería. Sobre todo porque él se encuentra en una situación ventajosa con la forma en que estamos posicionados. Sus manos son libres de vagar por donde quieran, y eso es exactamente lo que hacen en este momento.

Vagando, acariciando, arrastrando hacia abajo por mi estómago para
que él pueda tocar el único lugar que podría hacerme ceder la victoria.

Me siento como si él hiciera trampa de alguna manera.

Tan pronto como sus dedos encuentran el punto exacto que normalmente me hace gritar su nombre, aprieto mi agarre alrededor de sus hombros y posiciono las rodillas de modo que tengo más control de mis movimientos. Quiero hacerlo pasar por la tortura que me hace atravesar en estos momentos.

Cuando me acomodo y soy capaz de calmarme impulsándome en él, desaparece el ritmo lento y constante. Su boca se reúne con la mía en un frenético beso, uno con más necesidad y más fuerza que cualquier beso antes. Es como si tratáramos de alejar con besos el deseo natural de verbalizar lo bien que se siente.

De repente, me golpea una sensación que ondula a través de todo mi cuerpo, y tengo que levantarme de encima de él y quedarme quieta antes de perderla. A pesar de mi necesidad de ralentizar las cosas, él hace lo contrario y me aplica más presión con su mano. Entierro mi cara contra su cuello y muerdo suavemente su hombro para no gemir su nombre.

En el segundo que mis dientes encuentran su piel, oigo el enganche en su respiración y siento la rigidez en sus piernas.

Casi pierde.

Casi.

Si se mueve dentro sólo un centímetro más, mientras que me está tocando de esta manera, va a ganar. No quiero que gane.

Por otra parte, quiero que lo haga, y estoy pensando que él quiere ganar con la forma en que respira contra mi cuello, bajando suavemente de nuevo sobre él.

Peter, Peter, Peter.

Él puede sentir que esto no va a terminar en un empate, por lo que añade más presión sobre mí con sus dedos, al mismo tiempo que su lengua encuentra mi oído.

Oh, guau.

Estoy a punto de perder.

En cualquier momento.

Oh, de verdad.

Levanta las caderas cuando él me tira contra él, obligando salir un involuntario "¡Peter!" fuera de mi boca, junto con un suspiro y un gemido.

Me levanto de encima de él, pero en cuanto se da cuenta de que acaba de ganar, exhala fuertemente y me tira sobre él con más fuerza.

—Finalmente —dice sin aliento en mi cuello—. No creo que pueda durar un segundo más.

Ahora que la competición ha terminado, nos dejamos perder por completo hasta que estamos gritando tan fuerte que tenemos que besarnos otra vez para ahogar nuestros sonidos. Nuestros cuerpos se mueven en sincronía, acelerando, estrellándose juntos, duro. Continuamos nuestro frenético ritmo unos minutos más, aumentando en intensidad hasta que estoy segura de que no puedo tomar ni un segundo de él.

—Lali —dice contra mi boca, ralentizando el ritmo de mis caderas con sus manos—. Quiero que nos corramos juntos.

Oh, infierno santo.

Si él quiere que yo dure más tiempo, no puede decir cosas como esas. Asiento, incapaz de formar una respuesta coherente.

—¿Estás casi ahí? —pregunta.

Asiento de nuevo y doy lo mejor de mí para hablar esta vez, pero no sale nada que no sea otro gemido.

—¿Eso es un sí?

Sus labios han dejado de besar los míos, y está centrado en mi respuesta ahora. Pongo mis manos en la parte posterior de su cabeza y presiono mi mejilla con la suya.

—Sí. —De alguna manera lo dejo salir—. Sí, Peter. —Siento que comienzo a tensarme, al mismo tiempo que aspiro aire con dificultad.

Pensaba que estábamos abrazados con fuerza antes, pero eso no era nada comparado a este momento. Se siente como si todos nuestros sentidos se han fusionado mágicamente y estamos sintiendo exactamente las mismas sensaciones, los mismos ruidos, experimentando exactamente la misma intensidad, y compartiendo la misma respuesta.

Nuestro ritmo poco a poco comienza a disminuir, junto con los temblores en mi cuerpo. Los puños apretados que tenemos alrededor del otro comienzan a aflojarse. Él entierra su cara en mi pelo y exhala profundamente.

—Perdedora —susurra.

Me río y me muevo para morderlo juguetonamente en el cuello. — Has hecho trampa —le digo—. Trajiste refuerzo ilegal cuando comenzaste a utilizar tus manos.

Se ríe con una sacudida de la cabeza.—Las manos son un juego justo. Pero si crees que hice trampa, tal vez deberíamos tener una revancha.

Levanto mis cejas. —¿Al mejor de tres?

Me levanta por la cintura y me empieza a empujar hacia la puerta del copiloto mientras lucha por ponerse al volante. Me tiende la ropa, tira de su camisa por encima de su cabeza, y abrocha sus vaqueros. Una vez que está situado, me ajusto en el asiento del pasajero y termino de vestirme mientras hace girar el coche. Lo saca en reversa y comienza a retroceder. —El cinturón de seguridad —dice con un guiño.

***

Apenas logramos salir del ascensor, y mucho menos llegar a su cama. Casi me tomó allí mismo, en el pasillo. La parte triste es que no me hubiera importado.

Ganó de nuevo. Estoy empezando a darme cuenta de que la competencia por quién puede ser más silencioso no es realmente una buena idea cuando mi competidor es, naturalmente, la persona más silenciosa que he conocido.

Le ganaré en la tercera ronda. Pero no esta noche, porque es más que probable que Gastón vuelva a casa pronto.

Peter me mira. Yace boca abajo, con las manos cruzadas sobre su almohada y la cabeza apoyada en sus brazos. Me estoy vistiendo porque quiero adelantarme a Gastón, así que no tengo que mentir acerca de donde he estado.

Peter me sigue con los ojos mientras me visto.

—Creo que tu sostén todavía se encuentra en el pasillo — dice con una sonrisa—. Puede que quieras buscarlo antes que Gastón lo encuentre.

Me hace fruncir mi nariz ante eso. —Buena idea —digo. Me arrodillo en la cama y lo beso en la mejilla, pero él envuelve su brazo alrededor de mi cintura y me tira hacia adelante mientras rueda sobre su espalda. Me da un beso, incluso mejor que el que yo le daba.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

Él asiente, pero es un gesto forzado. Está nervioso acerca de mis preguntas.

—¿Por qué nunca haces contacto visual cuando tenemos sexo?

Mi pregunta lo sorprende. Me mira durante varios momentos en silencio hasta que me pone aún más lejos y me siento a su lado en la cama, esperando su respuesta.

Se empuja y se inclina hacia atrás en contra de su cabecera, con la mirada fija en sus manos. —Las personas son vulnerables durante las relaciones sexuales —dice encogiéndose de hombros—. Es fácil confundir los sentimientos y emociones por algo que no son, especialmente cuando el contacto visual está involucrado —levanta sus ojos hacia los míos—. ¿Te molesta?

Sacudo mi cabeza en un no, pero mi corazón está llorando ¡Sí! —Me voy a acostumbrar a ello, supongo. Tenía curiosidad.

Me encanta estar con él, pero me odio más y más a mí misma con cada nueva mentira que pasa por mis labios.

Sonríe y me empuja de nuevo hacia su boca, besándome con más firmeza esta vez. —Buenas noches, Lali.

Retrocedo y salgo de su cuarto, sintiendo sus ojos en mí todo el tiempo. Es curioso cómo se niega a hacer contacto visual durante el sexo y no puede dejar de mirarme el resto del tiempo.

Sin embargo, no tengo ganas de ir al apartamento, así que después de recuperar mi sujetador, camino a los ascensores y me dirijo a la recepción para ver si Cap todavía está allí. Apenas tuve la oportunidad de saludarlo, antes de que Peter me empujara hacia el ascensor y me violara.

Efectivamente, Cap sigue plantado en su silla, a pesar de que son más de las diez de la noche.

—¿Alguna vez duermes? —pregunto mientras me pongo en la silla a su lado.

—Las personas son más interesantes por la noche —dice—. Me gusta dormir hasta tarde. Evito todos los tontos que tienen demasiada prisa por las mañanas.

Suspiro mucho más fuerte de lo que pretendo cuando inclino mi cabeza hacia atrás en la silla. Cap se da cuenta y se vuelve para mirarme.

—Oh, no —dice—. ¿Problemas con el chico? Vi como ustedes dos se estaban llevando bien hace un par de horas. Creo que podría haber visto siquiera un atisbo de sonrisa en su cara cuando entró contigo.

—Las cosas están bien —digo. Hago una pausa durante unos segundos, reuniendo mis pensamientos—. ¿Alguna vez has estado enamorado, Cap?

Una lenta sonrisa se extiende por su cara. —Oh, sí —dice—. Su nombre era Wanda.

—¿Cuánto tiempo estuviste casado?

Él me mira y arquea una ceja. —Nunca he estado casado —dice—. Sin embargo, creo que el matrimonio de Wanda duró unos cuarenta años antes de morir.

Inclino mi cabeza, tratando de entender lo que dice. —Tienes que darme más que eso.

Se sienta erguido en su silla, la sonrisa aún en su rostro. —Ella vivía en uno de los edificios para lo que hice mantenimiento. Estaba casada con un hombre hijo de puta que sólo iba a casa alrededor de dos semanas al mes. Me enamoré de ella cuando tenía casi treinta años. Ella tenía veintitantos. La gente simplemente no se divorciaba en aquel entonces.

Especialmente las mujeres como ella, que venían del tipo de familia del que ella provenía. Así que me pasé los próximos veinticinco años amándola tanto como pude durante dos semanas al mes.

Lo miro, sin estar segura de cómo responder a eso. No es la típica historia de amor que la gente suele contar. Ni siquiera estoy segura de si puede ser considerada una historia de amor.

—Sé lo que piensas —dice—. Suena deprimente. Más como una tragedia.

Asiento, confirmando su suposición.

—El amor no siempre es bonito, Lali. A veces te pasas todo el tiempo esperando que finalmente sea algo diferente. Algo mejor. Entonces, antes de que te des cuenta, has vuelto al punto de partida, y perdiste tu corazón en algún lugar a lo largo del camino.

Dejo de observarlo y miro hacia adelante. No quiero que vea el ceño fruncido que parece que no puedo quitar de mi rostro.


¿Eso es lo que estoy haciendo? ¿Esperando que las cosas con Peter se conviertan en algo diferente? ¿Algo mejor? Contemplo sus palabras por demasiado tiempo. Tanto tiempo, de hecho, que lo oigo roncar. Reduzco mis ojos en dirección a Cap, y su barbilla se ha bajado hacia su pecho. Su boca se encuentra muy abierta, y está profundamente dormido.

6 comentarios: