lunes, 8 de septiembre de 2014

Epilogo



Perdón por no subir el epilogo ayer como había dicho pero no me dio el tiempo, en realidad ya hasta lo había dejado editado. Gracias por acompañarme en esta bonita historia que me encanto desde que leí la sinopsis, gracias por sus comentarios y sus consejos. No tengo idea cuando subiré la sinopsis de la siguiente adaptación por que esta sera una semana muy ajetreada, pero claro que subiremos otra historia. Gracias por todo.
                                                                                                                


Pienso en el día en que me casé con ella.

Fue uno de los mejores días de mi vida.

Recuerdo estar de pie al lado de Nico y Gastón al final del pasillo.
Estábamos esperando a que entrara por las puertas, cuando Gastón se inclinó y me susurró algo.

Dijo—: Eres el único que podría llenar mis estándares para ella, Peter. Estoy feliz que seas tú.

Yo también estaba feliz de que fuera yo.

Eso fue hace más de dos años atrás, y todos los días desde entonces, de alguna manera, he caído rendido ante ella más.

O volado, más bien.

Sin embargo, no lloré el día que me casé con ella.

Sus lágrimas

cayeron

cayeron

cayeron ese día, pero las mías no.

Estaba convencido que las mías nunca lo caerían.

No en la forma en que deseaba.

Fue hace ocho meses atrás cuando nos enteramos que íbamos a tener un bebé.

No estábamos intentando tener un bebé, pero también no estábamos no intentándolo.

—Si sucede, sucede —dijo Lali.

Sucedió.

Cuando nos enteramos, ambos estábamos emocionados.

Ella lloró.

Sus lágrimas

cayeron

cayeron

cayeron, pero las mías no.

Tan emocionado como me sentía, también me sentía asustado.

Me sentía asustado del temor que viene junto con amar a alguien tanto.

Asustado de todo lo malo que podría pasar.

Me sentía asustado de que mis recuerdos me quitaran el día en que me convertiría en padre de nuevo.

Bueno, simplemente sucedió.

Y todavía estoy asustado.

Aterrorizado.

—Es una niña —dice el doctor.

Una niña.

Acabamos de tener a una niña.

Acabo de convertirme en padre de nuevo.

Lali acaba de convertirse en madre.

Siente algo, Peter.

Lali me mira.

Sé que puede ver el miedo en mis ojos. También sé cuánto dolor está padeciendo en este momento, pero de alguna manera todavía se las arregla para sonreír.

—Ale —susurra, diciendo su nombre en voz alta por primera vez.

Lali insistió en que la nombráramos Sam en honor al verdadero nombre de Cap, Alejo.

Yo no la habría nombrado de otra manera.

La enfermera se acerca a Lali y coloca a Ale en sus brazos.

Lali comienza a llorar.

Mis ojos todavía están secos.

Todavía estoy demasiado asustado para apartar la mirada de Lali y mirar a nuestra hija.

No tengo miedo de lo que voy a sentir cuando la mire.

Tengo miedo de lo que no voy a sentir.

Estoy aterrorizado de que mi experiencia pasada haya arruinado cualquiera capacidad que tengo de sentir lo que todo padre debería sentir en este momento.

—Ven aquí —dice Lali, queriéndome más cerca.

Me siento en la cama al lado de ellas.

Ella me da a Ale, y mis manos están temblando, pero la tomo de todas maneras.

Cierro los ojos y libero una respiración lenta, antes de encontrar el coraje de abrirlos otra vez.

Siento la mano de Lali caer suavemente en mi brazo.

—Es hermosa, Peter —susurra—. Mírala.

Abro los ojos e inhalo bruscamente cuando la veo.

Ella luce igual que él, excepto que tiene el cabello castaño de Lali.

Sus ojos son azules.

Tiene mis ojos.

Lo

siento.

Todo está ahí.

Todo lo que sentí la primera vez que lo tuve en mis brazos, es todo lo que estoy sintiendo ahora mientras la miro.

Creer que me faltaba la capacidad de amar a alguien de esta manera de nuevo era el único miedo que me quedaba por conquistar.

Una mirada a Ale, y me ha ayudado a conquistar ese miedo.

Ya es mi héroe, y sólo tiene dos minutos de vida.

—Es tan hermosa, Lali —susurro—. Tan hermosa.

Mi voz se quiebra.

Mi rostro está cubierto de lágrimas.

Cayendo

Cayendo

Cayendo

Por primera vez desde el momento en que sostuve a Clayton en mis brazos,
estoy llorando lágrimas de felicidad.

Martina tenía razón. El dolor siempre estará ahí.

Como también estará el miedo.

Pero el dolor y el miedo ya no son mi vida. Sólo son momentos.

Momentos que son constantemente eclipsados con cada minuto que paso con Lali.

Y ahora con cada minuto que paso con Ale.

Lali, Ale y yo.

Mi familia.

La beso en la frente, y luego me inclino y beso a Lali por darme algo así de hermoso de nuevo.

Lali apoya su cabeza en mi brazo, y ambos la observamos.

A nuestra hija.

Te amo tanto, Ale.

Estoy mirando a la perfección que hemos creado cuando me doy cuenta.

Todo vale la pena.


Son los hermosos momentos como estos que compensan el amor complicado.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Capitulo 39

PETER



Ultimo capitulo !!! Mas tarde les subiré el epilogo, gracias por sus comentarios. Tengan un buen Domingo. No leemos al rato.
                                                                                                                
Me detengo en la entrada de mi dormitorio y la observo dormir. Ella no lo sabe, pero hago esto cada mañana desde que está aquí conmigo. Ella es la que hace que comience mi día con buen pie.

La primera vez que hice esto fue la mañana después de que la conocí. No recordaba mucho de la noche anterior. La única cosa que recordaba era a ella. Me encontraba en el sofá, y ella acariciaba mi cabello, susurrando, diciéndome que me fuera a dormir. Cuando me desperté en el apartamento de Gastón la mañana siguiente, no la podía sacar de mi cabeza. Pensé que había sido un sueño, hasta que vi su cartera en la sala de estar.

Eché un vistazo en su habitación sólo para ver si alguien se encontraba en el apartamento conmigo. Lo que sentí en el momento que puse mis ojos en ella fue algo que no sentí desde el momento que por primera vez puse mis ojos en Martina.

Sentí como si flotaba. Su piel, su cabello, sus labios y la forma en que se veía como un ángel mientras me quedaba de pie allí y la observaba, trajeron de regreso muchos sentimientos que se habían convertido extraños para mí en los últimos seis años.

Había pasado tanto tiempo rehusándome a permitirme sentir nada por nadie.

No es que controlara los sentimientos que experimenté hacia Lali ese día.

No los pude haber controlado si hubiera querido.

Lo sé, porque lo intenté.

Lo intenté con todas mis fuerzas.

Pero en el segundo que ella abrió los ojos y me miró, lo supe. Iba a terminar matándome… o iba a ser la que finalmente me trajera de vuelta a la vida.

El único problema que tenía con eso era el hecho de que no quería ser traído de vuelta a la vida. Me sentía cómodo. Protegerme de la posibilidad de experimentar lo que experimenté en el pasado era mi única prioridad. Sin embargo, hubo muchos momentos donde me olvidé de cuál se suponía que era mi única prioridad.

Cuando finalmente cedí y la besé, ese fue el punto en el cual todo cambió. Quería muchísimo más después de experimentar ese beso con ella. Quería su boca, su cuerpo y su mente, y la única razón que me detuvo fue que me sentí también queriendo su corazón. Sin embargo, era bueno mintiéndome a mí mismo. Convenciéndome que era lo suficientemente fuerte para tenerla físicamente y no de ninguna otra manera. No quería salir lastimado de nuevo, y con toda seguridad no quería lastimarla.

Sin embargo, lo hice de todos modos. La lastimé tanto. Más de una vez. Ahora planeo pasar toda una vida compensándoselo.

Camino hacia mi cama y me siento en el borde. Ella siente la cama moverse, y abre los ojos pero no por completo. Un atisbo de una sonrisa se muestra en sus labios antes de que coloque las sábanas sobre su cabeza y se dé la vuelta.

Oficialmente comenzamos a salir hace seis meses, y ese ha sido el tiempo suficiente para darme cuenta que no es en absoluto una persona madrugadora. Me inclino hacia delante y beso el área de la sábana cubriendo su oreja.

—Despierta, dormilona —le susurro.

Ella se queja, así que levanto las sábanas y me deslizo detrás de ella, envolviéndome a su alrededor. Su quejido finalmente se convierte en un suave gemido.

—Lali, tienes que levantarte. Tenemos que tomar un avión.

Eso llama su atención.

Se da la vuelta con cautela y quita las sábanas de nuestras cabezas.

—¿A qué demonios te refieres con que tenemos que tomar un avión?

Estoy sonriendo, intentando contener mi anticipación. —Levántate, vístete, vamos.

Me está mirando con recelo, lo cual tiene todo el sentido, considerando que ni siquiera son las cinco de la mañana todavía. —Sé que sabes lo raro que es para mí tener un día libre completo, así que será mejor que esto valga la pena.

Me río y le doy un beso rápido. —Todo eso depende de nuestra capacidad de ser puntual. —Me levanto y golpeo el colchón varias veces con las palmas de mis manos—. Así que levántate, levántate, levántate.

Se ríe y se quita las sábanas completamente. Se mueve hacia el borde de la cama, y la ayudo a incorporarse. —Es difícil permanecer irritada contigo cuando estás así de atolondrado, Peter.
***

Llegamos al vestíbulo, y Cap está esperando en el ascensor justo como se lo pedí. Tiene el jugo de Lali en un vaso para llevar y nuestro desayuno. Me encanta la relación que ellos tienen. Estaba un poco preocupado de revelarle a Lali que había conocido a Cap toda mi vida.

Cuando finalmente le dije, se irritó con los dos. Más que todo porque asumió que Cap me decía todo lo que ella le confesaba.

Le aseguré que Cap no haría eso.

que no lo haría, porque Cap es una de las pocas personas en este mundo en las que confío.

Él sabía las cosas apropiadas para decirme sin parecer como si me estuviera regañando o dándome un consejo. Siempre decía lo suficiente para hacerme pensar largo y tendido sobre mi situación con Lali.

Afortunadamente, es uno de las pocas personas que se hacen más sabio con la edad. Sabía lo que hacía con ambos todo el tiempo.

—Buenos días, Lali —le dice, sonriendo de oreja a oreja. Le tiende su brazo para que lo agarre, y ella mira de un lado a otro entre nosotros.

—¿Qué está pasando? —le pregunta a Cap mientras comienza a llevarla hacia la salida del vestíbulo.

Él sonríe. —El chico está a punto de llevarme en mi primer viaje en avión. Yo quería que vinieras también.

Ella le dice que no cree que esta sea su primera vez en un avión.

—Es cierto —le dice—. Sólo porque tengo el apodo no significa que alguna vez he estado en un avión real.

La mirada de agradecimiento que me da por encima de su hombro es  suficiente para declarar este día como uno de mis favoritos, y ni siquiera ha amanecido todavía.

***

—¿Estás bien ahí atrás, Cap? —le digo por el auricular. Está sentado justo detrás de Lali, mirando por la ventana. Me da una señal de aprobación con el pulgar arriba, pero no aparta los ojos de la ventana. El sol ni siquiera se ha asomado por las nubes todavía, y no hay mucho para ver en este punto. Sólo hemos estado en el avión diez minutos, pero estoy bastante seguro que está tan fascinado y encantado como esperaba que lo estuviera.

Regreso mi atención a los controles hasta que alcanzo la altitud óptima, y luego silencio los auriculares de Cap. Miro a Lali, y ella me está mirando, observándome con una sonrisa de aprecio desplegada en sus labios.

—¿Quieres saber por qué estamos aquí? —pregunto.

Mira por encima de su hombro a Cap y luego de regreso a mí. — Porque él nunca ha hecho esto antes.

Niego con la cabeza, eligiendo el momento oportuno. —¿Recuerdas el día que regresábamos de la casa de tus padres después del Día de Acción de Gracias?

Asiente, pero sus ojos están curiosos ahora.

—Preguntaste como era experimentar el amanecer desde aquí arriba. No es algo que pueda ser descrito, Lali. —Señalo su ventana—. Sólo tienes que experimentarlo por ti misma.

Inmediatamente se gira y mira por la ventana. Con las palmas de sus manos presionadas contra el cristal, y durante cinco minutos seguidos, no mueve un músculo. Lo observa todo el tiempo, y no sé cómo, pero me enamoro aún más de ella en ese momento.

Cuando el sol se ha asomado en las nubes y el avión está completamente lleno con la luz del día, finalmente se gira para mirarme.

Sus ojos están llenos de lágrimas, y no dice ni una palabra. Sólo extiende su mano en busca de la mía y la sostiene.

***

—Espera aquí —le digo—. Quiero ayudar a Cap a bajarse primero.

Un conductor lo va a llevar de regreso al apartamento, porque tú y yo vamos a desayunar después de esto.

Se despide de Cap y espera pacientemente en el avión mientras ayudo a Cap a bajar las escaleras. Mete la mano en su bolsillo y me entrega las cajitas, luego me da una de sus sonrisas aprobadoras. Meto las cajitas en el bolsillo de mi chaqueta y me giro de nuevo hacia las escaleras.

—¡Oye, chico! —grita Cap, justo antes de subir al auto. Me detengo y me giro para mirarlo. Él mira el avión detrás de mí—. Gracias —dice, agitando la mano a lo largo del avión—. Por esto.

Asiento, pero desaparece en el interior del vehículo antes de que pueda darle las gracias también.

Subo de nuevo las escaleras y entro en el avión. Ella se está desabrochando su cinturón de seguridad, preparándose para salir del avión, pero me deslizo de nuevo en mi asiento.

Me sonríe cálidamente. —Eres increíble, Peter Mikel Lanzani. Y tengo que decir, que te ves endemoniadamente sexy volando un avión.

Deberíamos hacer esto más a menudo.

Me da un rápido beso en la boca y comienza a levantarse de su asiento.

La empujo de regreso. —No hemos terminado —digo, girándome y mirándola completamente. Tomo sus manos entre las mías y bajo la mirada hacia ellas, inhalando lentamente, preparándome para decir todo lo que se merece escuchar—. ¿Recuerdas ese día en que me preguntaste sobre ver el amanecer? —La miro a los ojos de nuevo—. Tengo que agradecerte por eso. Fue el primer momento en más de seis años que sentí que quería amar a alguien otra vez.

Deja salir un rápido suspiro con su sonrisa y muerde su labio inferior para intentar ocultarla. Levanto una mano hacia su rostro y saco su labio de debajo de su diente con la presión de mi dedo pulgar. —Te dije que no hicieras eso. Amo tu sonrisa casi tanto como te amo a ti.

Me inclino hacia delante para besarla otra vez, pero mantengo los ojos abiertos, de esa manera puedo asegurarme de que retiro la cajita negra primero. Cuando la tengo en mi mano, dejo de besarla y me alejo.

Sus ojos caen en la cajita e inmediatamente se abren como platos, moviéndose de un lado a otro entre la cajita y mi rostro. Lleva su mano hacia la boca, y cubre su jadeo.

—Peter —dice, sin dejar de lanzar miradas entre la cajita en mis manos y yo.

La interrumpo. —No es lo que piensas —digo, abriendo inmediatamente la cajita para revelar la llave—. No es más o menos lo que piensas —añado con vacilación.

Sus ojos están abiertos como platos y esperanzados, y me siento aliviado por su reacción. Me doy cuenta por su sonrisa de que quiere esto.

Saco la llave y giro su mano, luego la coloco en su palma. Ella mira fijamente la llave durante varios segundos y me mira de nuevo. —Lali — digo, mirándola con esperanza—. ¿Te mudarías conmigo?

Mira la llave una vez más, luego dice dos palabras que traen de inmediato una sonrisa a mi rostro.

Demonios y .

Me inclino hacia delante y la beso. Nuestras piernas, brazos y bocas se convierten en dos piezas de un rompecabezas, encajando sin esfuerzo.

Termina en mi regazo, sentándose a horcajadas sobre mí en la cabina del avión.

Es estrecha y apretada.

Es perfecta.

—Sin embargo, no soy una buena cocinera —me advierte—. Y tú haces la colada muchísimo mejor que yo. Yo sólo tiro toda la ropa blanca y de color juntas. Y sabes que no soy muy amable en la mañana. —Está sosteniendo mi rostro, parloteando cada advertencia que puede, como si no supiera en lo que me estoy metiendo.

—Escucha, Lali —digo—. Quiero tu desastre. Quiero tu ropa en el piso de mi habitación. Quiero tu cepillo de dientes en mi baño. Quiero tus zapatos en mi armario. Quiero tus mediocres sobras de comida en mi nevera.

Se ríe ante eso.

—Ah, y casi lo olvido —digo, sacando la otra cajita de mi bolsillo.

Levantándola entre nosotros y abriéndola, revelando el anillo—. También te quiero en mi futuro. Para siempre.

Su boca está abierta con asombro, y está mirando fijamente el anillo.

Está paralizada. Espero que no tenga dudas, porque yo no tengo ninguna en absoluto cuando se trata de querer pasar el resto de mi vida con ella.

Sé que sólo han pasado seis meses, pero cuando sabes, sabes.

Su silencio me pone nervioso, así que rápidamente remuevo el anillo y agarro su mano. —¿Romperías la regla número dos conmigo, Lali? Porque realmente quiero casarme contigo.

Ni siquiera tiene que decir que sí. Sus lágrimas, su beso y su risa lo dicen por ella.

Se echa hacia atrás y me mira con tanto amor y aprecio que hace que mi pecho duela.

Ella es absolutamente hermosa. Su esperanza es hermosa. La sonrisa en su rostro es hermosa. Las lágrimas corriendo por sus mejillas son hermosas.

Su

amor

es

hermoso.

Exhala una respiración suave y se inclina lentamente, suavemente presionando sus labios con los míos. Su beso está lleno de ternura y afecto, y una promesa implícita de que es mía ahora.

Para siempre.

—Peter —susurra contra mi boca, provocando a mis labios con los suyos Nunca he hecho el amor en un avión antes.

Una sonrisa inmediatamente se forma en mis labios. Es como si de alguna manera se infiltró en mis pensamientos.

—Nunca le he hecho el amor a mi prometida antes —digo en respuesta.

Sus manos lentamente se deslizan por mi cuello y por mi camisa, hasta que sus dedos encuentran el botón de mis vaqueros.

—Bueno, creo que necesito corregir eso —dice, terminando su oración con un beso.

Cuando su boca encuentra la mía otra vez, es como si cada pieza restante de mi armadura se desintegrara y cada trozo del hielo que rodea mi corazón se derritiera y evaporara.

Quienquiera que acuñó la frase, Te amo a morir obviamente nunca experimentó el tipo de amor que Lali y yo compartimos.

Si ese fuera el caso, la frase sería Te amo a vivir.

Porque eso es exactamente lo que hizo Lali.

Me amó de vuelta a la vida.


Fin.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Capitulo 38

LALI


Cierro la puerta de mi auto y camino a las escaleras que conducen al segundo piso de mi complejo de apartamentos. Me siento aliviada de no tener que volver a usar el ascensor, pero eso no evita extrañar a Cap un poco, incluso si sus consejos no tuvieran un montón de sentido para mí la mayor parte del tiempo. Fue agradable simplemente tenerlo ahí para entretenerme. Me he mantenido ocupada con el trabajo y la escuela, intentando mantenerme concentrada, pero ha sido duro.

He estado en mi nuevo apartamento por dos semanas, y aunque me gustaría estar sola, nunca lo estoy. Cada vez que entro por mi puerta,
Peter sigue estando en todas partes. Todavía está en todo, y sigo esperando hasta que no lo esté. Sigo esperando por el día en que duela menos. Cuando no lo extrañe tanto.

Diría que mi corazón está roto, pero no lo está. No creo que lo esté.

En realidad, no lo sé, porque mi corazón no ha estado en mi pecho desde que lo dejé en frente de su apartamento el día en que le dije adiós.

Me digo que hay que vivir un día a la vez, pero es mucho más fácil decirlo que hacerlo. Sobre todo cuando los días se convierten en noches, y tengo que estar en mi cama sola, escuchando el silencio.

El silencio nunca fue tan fuerte hasta que le dije a Peter adiós.

Ya estoy temiendo abrir la puerta de mi apartamento, y ni siquiera estoy a mitad de la escalera todavía. Ya puedo decir que esta noche no va a ser diferente de todas las otras noches desde Peter. Llego a la cima de las escaleras y giro a la izquierda hacia mi apartamento, pero mis pies dejan de funcionar

Mis piernas dejan de funcionar.

Puedo sentir los latidos de un corazón en algún lugar de mi pecho de nuevo por primera vez en dos semanas.

—¿Peter?

No se mueve. Está sentado en el suelo delante de mi apartamento, apoyado contra la puerta. Camino lentamente hacia él, sin saber qué hacer con su aparición. No está en su uniforme. Está vestido de manera informal, y la barba en su cara demuestra que no ha trabajado por unos pocos días. También hay lo que parece un hematoma reciente bajo su ojo derecho. Tengo miedo de despertarlo, porque si es tan beligerante como lo fue la primera vez que lo conocí, no quiero tratar con él. Pero una vez más, no hay forma de que pueda conseguir pasar a su alrededor y al interior de mi apartamento sin despertarlo.

Levanto la mirada e inhalo una respiración profunda, sin saber qué hacer. Me temo que si lo despierto, voy a ceder. Lo dejaré entrar, y le voy a dar eso por lo que está aquí, que definitivamente no es la parte de mí que quiero darle.

—Lali —dice. Lo miro, y está despierto, se empuja hacia arriba, mirándome nerviosamente. Doy un paso atrás una vez que está de pie, porque he olvidado lo alto que es. Lo mucho que él se convierte en mi todo cuando está en frente de mí.

—¿Cuánto tiempo has estado aquí? —pregunto.

Mira el teléfono celular en su mano. —Seis horas. —Me mira—. Tengo que usar el baño bastante urgente.

Me dan ganas de reír, pero no puedo recordar cómo.

Me dirijo a mi puerta, y sale del camino para que abra.

Mi mano temblorosa empuja la puerta de mi apartamento abierta, y camino adentro, luego señalo el pasillo. —A la derecha.

No lo miro mientras camina en esa dirección. Espero hasta que se cierra la puerta del baño, y caigo en el sofá y entierro mi cara entre mis manos.

Odio que esté aquí. Odio que lo dejara entrar sin dudas. Odio que en cuanto salga del baño, voy a tener que hacer que se vaya. Pero no puedo hacerme esto a mí misma nunca más.

Todavía estoy tratando de recomponerme cuando la puerta del baño se abre y vuelve a entrar en la sala de estar. Levanto la vista y no puedo mirar a otro lado.

Algo es diferente.

Él es diferente.

La sonrisa en su rostro… la tranquilidad de sus ojos... la forma en que se comporta como si estuviera flotando.

Sólo han pasado dos semanas, pero se ve tan diferente.

Se sienta en el sofá y ni siquiera se molesta en poner espacio entre nosotros. Se sienta a mi lado y se inclina hacia mí, así que cierro los ojos y espero a cualquier palabra que esté a punto de decir que me vaya a lastimar de nuevo. Eso es todo lo que él sabe hacer.

—Lali —susurra. —Te echo de menos.

Guau.

Absolutamente no esperaba oír esas cuatro palabras, pero simplemente se convirtieron en mis nuevas palabras favoritas.

Te, echo, de y menos.

—Dilo de nuevo, Peter.

—Te echo de menos, Lali —dice inmediatamente—. Tanto. Y no es la primera vez. Te he echado de menos todos los días que no hemos estado juntos desde el momento en que te conocí.

Envuelve su brazo alrededor de mis hombros y tira de mí hacia él.

Voy.

Caigo en su pecho y agarro su camisa, apretando los ojos cerrados cuando siento sus labios presionar contra mi coronilla.

—Mírame —dice en voz baja, tirando de mí en su regazo para enfrentarlo.

Lo hago. Lo miro. De hecho, realmente lo veo ahora. No hay guardia.

No hay pared invisible que me bloquee de aprender y explorar todo lo relacionado con él. Está permitiendo que lo vea esta vez, y es hermoso.

Mucho más hermoso que antes. Lo que sea que ha cambiado, era enorme.

—Quiero decirte algo —dice—. Esto es tan difícil para mí de decir, porque eres la primera persona a la que siempre he querido decírselo.

Tengo miedo de moverme. Sus palabras son aterradoras, pero asiento.

—Tenía un hijo —dice en voz baja, mirando a nuestras manos entrelazadas. Esas tres palabras tienen más dolor que cualquieras otras tres palabras que he escuchado en mi vida.

Inhalo. Me mira con lágrimas en los ojos, pero me quedo en silencio, a pesar de que sus palabras apenas me quitaron el aliento.

—Murió hace seis años. —Su voz es suave y distante, pero sigue siendo su voz.

Puedo notar que decir que esas palabras son de las más difíciles que ha tenido que decir. Le duele tanto admitir esto. Quiero decirle que pare.

Quiero decirle que no necesito escucharlo si le duele. Quiero envolver mis brazos a su alrededor y arrancar la tristeza de su alma con mis propias manos, pero en cambio, le dejo terminar.

Peter vuelve a mirar nuestros dedos entrelazados. —No estoy listo a hablarte acerca de él todavía. Tengo que hacerlo a mi propio ritmo.

Asiento y aprieto sus manos tranquilizadoramente.

—Sin embargo, voy a contarte sobre él. Lo prometo. También quiero contarte acerca de Martina. Quiero que lo sepas todo acerca de mi pasado.

Ni siquiera sé si ha acabado, pero me inclino hacia delante y presiono mis labios a los suyos. Me tira en su contra con tanta fuerza y empuja hacia atrás contra mi boca con tanta fuerza que es como si me dijera que lo siente sin usar palabras.

—Lali —susurra contra mi boca. Puedo sentirlo sonriendo—. Aún no he terminado.

Me levanta y me ajusta a su lado en el sofá. Su pulgar dibuja círculos en mi hombro mientras mira su regazo, formando cualquier palabra que necesita decirme.

—Nací y crecí en un pequeño suburbio en las afueras de San Francisco —dice, moviendo sus ojos de nuevo hasta encontrarse con los míos—. Soy hijo único. Realmente no tengo ninguna comida favorita, porque me gusta casi todo. Quise ser un piloto desde que puedo recordar.

Mi madre murió de cáncer cuando tenía diecisiete años. Mi padre ha estado casado desde hace un año con una mujer que trabaja para él. Es bonita, y son felices juntos. Siempre como que he querido un perro, pero nunca he tenido uno...

Lo observo, hipnotizada. Observo sus ojos que deambulan por mi cara mientras habla. Mientras me dice todo sobre su infancia y su pasado y cómo conoció a mi hermano y su relación con Nico.
Su mano se encuentra la mía, y la cubre como si se estuviera convirtiendo en mi escudo. Mi armadura. —La noche que te conocí —dice finalmente—. ¿La noche que me encontraste en el pasillo? —Sus ojos se mueven hacia su regazo, incapaz de mantener contacto con los míos—. Mi hijo habría cumplido seis ese día.

Sé que dijo que quiere que lo escuche, pero en este momento, sólo necesito abrazarlo. Me inclino hacia delante y envuelvo mis brazos a su alrededor, y se acuesta en el sofá, tirando de mí arriba suyo.

—Me tomó todo lo que tenía para tratar de convencerme de que no me estaba enamorando de ti, Lali. Cada vez que estaba cerca de ti las cosas que yo sentía me aterrorizaban. Pasé seis años pensando que tenía control de mi vida y mi corazón y que nada me podría lastimar de nuevo. Pero cuando estábamos juntos, había momentos en que no me importaba si me hacía daño de nuevo, porque estar contigo casi se sentía como si valiera la pena cualquier dolor. Cada vez que me empezaba a sentir de esa manera, te empujaba más lejos por culpa y miedo. Me sentía como si no te mereciera. No merecía la felicidad en absoluto, porque se la había quitado a las dos únicas personas que jamás había amado.

Sus brazos se aprietan a mí alrededor cuando siente mis hombros temblando por las lágrimas encontrando su camino desde mis ojos. Sus labios encuentran mi coronilla e inhala una respiración constante mientras me besa, largo y duro.

—Lo siento por haberme tomado tanto tiempo —dice con una voz llena de remordimiento—. Pero nunca podré agradecerte lo suficiente por no darte por vencida conmigo. Viste algo en mí que te dio esperanza en nosotros, y a no renunciar a eso. ¿Y Lali? Eso significa más para mí que cualquier otra cosa que alguien haya hecho.

Sus manos encuentran mis mejillas, y me levanta de su pecho para que pueda verme cara a cara. —Puede ser una pequeña pieza a la vez, pero mi pasado es tuyo ahora. Todo. Cualquier cosa que quieras saber, quiero decírtela. Pero sólo si me prometes también puedo tener tu futuro.

Las lágrimas caen en cascada por mis mejillas y las seca, a pesar de que no necesito que lo haga. No me importa que yo esté llorando, porque no son lágrimas de tristeza. En lo más mínimo.

Nos besamos durante tanto tiempo que mi boca comienza a doler tanto como mi corazón. Sin embargo, mi corazón no duele de dolor esta vez. Duele porque nunca se ha sentido así de lleno.

Trazo mis dedos por la cicatriz en su mandíbula, a sabiendas de que con el tiempo me dirá cómo la consiguió. También toco el área sensible al tacto debajo de sus ojos, aliviada de que por fin lo puedo hacer preguntas sin estar asustada de que se va a enojar.

—¿Qué te pasó en el ojo?

Se ríe y deja caer la cabeza contra el sofá. —Tuve que preguntarle a
Gastón tu dirección. Me la dio, pero tomó mucho convencerlo.

Inmediatamente me inclino hacia delante y suavemente beso su ojo.

—No puedo creer que te golpeó.

—No es la primera vez —admite—. Pero estoy bastante seguro de que va a ser la última. Creo que por fin está bien con nosotros estando juntos después de que acepté algunas de sus normas.

Esto me pone nerviosa. —¿Qué normas?

—Bueno, en primer lugar, no estoy autorizado a romper tu corazón —dice—. En segundo lugar, tampoco estoy autorizado a romper tu maldito corazón. Y por último, no estoy autorizado a jodidamente romper tu maldito corazón.

No puedo contener mi risa, porque eso suena exactamente como algo que Gastón diría. Peter se ríe conmigo, y nos miramos el uno al otro por varios momentos de tranquilidad. Puedo ver todo en sus ojos ahora. Cada emoción.

—Peter —digo con una sonrisa—, me miras como si hubieses caído rendido ante mí.

Sacude la cabeza. —No caí rendido ante ti, Lali. Volé.

Tira de mí hacia él y me da la única parte de sí mismo que nunca ha sido capaz de darme hasta ahora.


Su corazón.