lunes, 30 de junio de 2014

Capitulo 18

Capitulo 18


Lali

Cierro la puerta del coche de Peter y sigo a Nico por las escaleras hacia el apartamento. Ninguno de nosotros dijo una palabra en el camino a casa desde el hospital. La rigidez en su mandíbula, dijo todo lo que necesitaba saber, que fue, más o menos, no me hables. Pasé el viaje con mi enfoque en la ventana y mis preguntas alojadas en la garganta.

Entramos en el apartamento, y él lanza sus llaves en la barra mientras cierro la puerta detrás de mí. Ni siquiera se vuelve para mirarme mientras va hacia su dormitorio.

—Buenas noches —digo. Podría haber dicho eso con un poco de sarcasmo, pero al menos no estoy gritando: "¡Que te jodan, Nico!", lo cual es algo que tengo ganas de hacer.

Se detiene, y luego se da la vuelta para mirarme. Lo observo con nerviosismo, porque lo que sea que está a punto de decirme, no es "buenas noches". Sus ojos se entrecierran mientras inclina la cabeza, sacudiéndola lentamente. —¿Puedo hacerte una pregunta? —dice finalmente, mirándome con curiosidad.

—Con tal de que prometas nunca volver a preguntarme si puedes o no hacer una pregunta.

Quiero reír de mi uso de la observación de Peter, pero Nico ni siquiera esboza una sonrisa. Eso sólo hace las cosas mucho más incómodas. Desplazo mi peso en mis pies. —¿Cuál es tu pregunta, Nico? —le digo con un suspiro.

Cruza los brazos sobre el pecho y camina hacia mí. Me trago mi nerviosismo mientras se inclina hacia adelante para hablar conmigo, apenas a treinta centímetros de distancia. —¿Sólo necesitas a alguien que te folle?

Inhala, exhala.

Expandir, contraer.

Golpe, golpe, pausa. Golpe, golpe, pausa.

—¿Qué? —exclamo, estupefacta. Estoy segura de que no lo escuché bien.

Baja la cabeza unos centímetros hasta que está a mi nivel visual. —¿Sólo necesitas a alguien que te folle? —dice, con una pronunciación más precisa en esta ocasión—. Porque si eso es todo lo que es, te doblaré sobre el sofá ahora mismo y te joderé tan duro que nunca pensarás en Peter de nuevo. —Sigue mirándome, frío y sin corazón.

Piensa antes de reaccionar, Lali.

Durante varios segundos, lo único que puedo hacer es menear mi cabeza con incredulidad. ¿Por qué diría eso?, ¿por qué diría algo tan irrespetuoso hacia mí? Este no es Nico. No sé quién es este imbécil que está de pie frente a mí, pero definitivamente no es Nico.

Antes de que me permita tiempo para pensar, reacciono. Tiro mi brazo hacia atrás, y luego doy el cuarto puñetaz de vida mientras mi puño se encuentra con su mejilla.

Mierda.

Eso duele.

Lo miro, y su mano está cubriendo su mejilla. Sus ojos están muy abiertos, y me está mirando con más sorpresa que dolor. Retrocede un paso. Mantengo mis ojos enfocados fuertemente en los suyos.

Agarro mi puño y lo acerco a mi pecho, enojada de que tendré otra mano lastimada. Sin embargo, espero antes de ir a la cocina a buscar hielo para esto. Podría necesitar volver a golpearlo.

Estoy confundida por su obvia ira hacia mí durante las últimas veinticuatro horas. Mi mente corre a través de todo lo que le podría haber dicho o hecho que lo hiciera sentir tanto odio hacia mí.

Suspira e inclina la cabeza hacia atrás, pasando sus manos por el cabello. No le da ninguna explicación a sus palabras llenas de odio, y trato de entenderlas, pero no puedo. No le he hecho nada como para justificar algo así de duro.

Sin embargo, tal vez ese es su problema. Tal vez el hecho de que no le he hecho nada a él —o con él— es lo que lo está enojando así.

—¿Estos son celos? —le pregunto—. ¿Es eso lo que te está haciendo esta malvada, miserable excusa de ser humano? ¿Porque nunca dormí contigo?

Da un paso hacia adelante, e inmediatamente retrocedo hasta caer en el sofá.
Se agacha, poniéndose a la altura de mis ojos.
  
—No quiero follarte, Lali. Y definitivamente no estoy celoso. —Se empuja a sí mismo lejos del sofá. Lejos de mí.

Está asustándome mucho, y quiero empacar mis maletas, salir esta noche y nunca jamás ver a ninguna de estas personas de nuevo.

Empiezo a llorar en mis manos. Lo oigo suspirar pesadamente, y caer en el sofá junto a mí. Llevo mis pies hacia arriba y vuelvo mis rodillas lejos de él, acurrucándome en la esquina del sofá. Nos sentamos así durante varios minutos, y quiero levantarme y correr a mi habitación, pero no lo hago. Me siento como si tuviera que pedir permiso, porque ni siquiera sé si aún tengo una habitación aquí.

—Lo siento —dice finalmente, rompiendo el silencio con algo más que mi llanto—. Dios, lo siento. Sólo… estoy tratando de entender qué demonios estás haciendo.

Me limpio la cara con mi camisa y lo miro. Su rostro es una confusa mezcla de tristeza y dolor, no entiendo nada de lo que está sintiendo.

—¿Cuál es tu problema conmigo, Nico? Nunca he sido nada sino agradable contigo. Incluso he sido amable con la perra de tu novia, y créeme, eso requiere un esfuerzo.

Asiente en acuerdo. —Lo sé —dice, exasperado—. Lo sé, lo sé, lo sé. Eres una buena persona. —Entrelaza los dedos y estira sus brazos hacia fuera, después los trae de vuelta con un profundo suspiro—. Y sé que tienes buenas intenciones. Tienes un buen corazón. Y un muy buen golpe de derecha —dice, sonriendo con picardía—. Aunque, supongo que es por eso que estoy tan enojado. Sé que tienes un buen corazón, así que, ¿por qué diablos no te has mudado todavía? —Sus palabras me hieren más que las vulgares que me escupió hace cinco minutos.

—Si tú y Peter querían tanto que me vaya, ¿por qué ambos esperaron hasta este fin de semana para decirme?

Mi pregunta parece sorprender a Nico con la guardia baja, porque sus ojos vuelan a los míos brevemente antes de que mire hacia otro lado de nuevo. A pesar de eso, no responde la pregunta. En cambio, comienza a preparar una de los suyas. —¿Peter alguna vez te contó la historia de cómo conoció a Martina? —pregunta.

Meneo la cabeza, completamente confundida por la dirección que esta conversación ha tomado.

—Tenía diecisiete años, y Peter acababa de cumplir los dieciocho —dice. Se recuesta en el sofá y mira hacia sus manos.

Recuerdo a Peter diciendo que comenzó a salir con Martina cuando tenía diecinueve, pero guardo silencio y lo dejo continuar.

—Nosotros habíamos estado saliendo alrededor de seis semanas, y…

Raya ese pensamiento. Ya no puedo guardar silencio. —¿Nosotros? —pregunto vacilante—. ¿Tú y Peter?

—No, idiota. Martina y yo.

Trato de ocultar mi sorpresa, pero no me mira lo suficiente como para ver incluso mi reacción.

—Martina fue primero mi novia. La conocí en un evento de recaudación de fondos para niños que eran sordos. Estaba allí con mis padres, ambos formaban parte del comité. —Saca sus manos de detrás de la cabeza y se recuesta contra el sofá.

—Peter estaba conmigo la primera vez que la vi. Los dos pensamos que era la cosa más hermosa que habíamos visto jamás, pero, por suerte para mí, mis ojos se posaron en ella unos cinco segundos antes de que los suyos lo hicieran, así que apelé a eso. Por supuesto, ninguno de nosotros esperaba tener en realidad una oportunidad con ella. Quiero decir, la has visto. Es increíble. —Hace una pausa por un momento, luego apoya una pierna sobre la mesa frente a nosotros—. De todos modos, me pasé todo el día coqueteando con ella. Encantándola con mi buena apariencia y mi cuerpo asesino.

Me río, pero sólo por cortesía.

—Estuvo de acuerdo en ir a una cita conmigo, así que le dije que la recogería ese viernes por la noche. La saqué, la hice reír, la llevé a casa, y la besé. Fue genial, así que le pregunté de nuevo, y estuvo de acuerdo. La llevé a una segunda cita, y luego una tercera. Me gustaba. Nos llevábamos bien, se reía de mis chistes. También se llevaba bien con Peter, lo que anotó puntos importantes en mi libro. La chica y el mejor amigo tienen que llevarse bien, o uno de los dos va a sufrir. Por suerte, todos nos llevamos muy bien. En nuestra cuarta cita, le pregunté si quería hacerlo oficial, y estuvo de acuerdo.

Estaba emocionado, porque sabía que era, con mucho, la chica más sexy con la que jamás había salido, o con la que alguna vez saldría. No podía dejarla escapar, especialmente antes de que fuera capaz de ir hasta el final con ella.

—Se ríe—. Recuerdo haberle dicho eso a Peter esa misma noche. Le dije que si había una chica en esta tierra a la que necesitaba desvirgar, esa era Martina. Le dije que iría a un centenar de citas con ella si eso era lo que se tardaba.

Volvió la cabeza hacia mí y me dijo con señas—: ¿Qué hay de ciento una? Me reí, porque no entendía lo que Peter quería decir. No entendía en ese momento que ella le gustaba de la forma en que lo hacía, y nunca realmente entendí todas las pequeñas gemas que iba soltando. Todavía no lo hago. Mirando hacia atrás a toda la situación y a la forma en que él se sentaba allí y tenía que escuchar las cosas de mierda que dije sobre ella, me sorprende que no me golpeara antes de lo que hizo.

—¿Te golpeó? —pregunto—. ¿Por qué? ¿Porque hablaste de follarla?

 Sacude la cabeza, y una mirada de culpabilidad resbala sobre él. —No —dice en voz baja—. Porque la follé.

Suspira, pero continúa.

—Nos quedamos una noche en lo de Peter  y Gaston. Martina pasó mucho tiempo allí conmigo, y habíamos estado saliendo por cerca de seis semanas.

Sé que no es mucho en semanas de virgen, pero es una maldita eternidad en semanas de chico. Estábamos tumbados en la cama, y me dijo que estaba lista para ir hasta el final, pero antes de que tuviera sexo conmigo, había algo que tenía que decirme. Me dijo que tenía derecho a saber, y no se sentiría bien continuando con una relación hasta que estuviera completamente informado. Recuerdo entrar en pánico, pensando que estaba a punto de decirme que era un tipo, o una mierda así.

Me mira y levanta una ceja.

—Porque seamos honestos, La. Hay algunos tipos travestis de aspecto muy caliente por ahí. —Se ríe y mira al frente otra vez—. Fue entonces cuando me habló de su enfermedad. Me habló de las estadísticas… del hecho de que no quería tener hijos… la realidad de la cantidad de tiempo que le quedaba. Dijo que quería decirme la verdad, ya que no sería justo para cualquiera ver algo de largo plazo en ella. Dijo que la probabilidad de que llegara a los cuarenta, o incluso treinta y cinco, era pequeña. Que necesitaba estar con alguien que entendiera eso. Alguien que aceptara eso.

—¿No quisiste esa responsabilidad? —le pregunto.

Menea la cabeza lentamente. —Lali, no me preocupaba por la responsabilidad. Era un chico de diecisiete años, en la cama con la chica más hermosa que había visto en mi vida, y todo lo que me estaba pidiendo que haga era estar de acuerdo en amarla. Cuando mencionó las palabras "futuro" y "esposo" y no querer hijos, tomó todo lo que tenía para no rodar los ojos, porque en mi cabeza, eso estaba a toda una vida de distancia. Estaría con un millón de chicas antes de entonces. No sabía cómo pensar tan a largo plazo, así que sólo hice lo que pensé que cualquier chico haría en esa situación. La tranquilicé y le dije que su enfermedad no tenía importancia para mí y que la amaba. Entonces la besé, le quité la ropa, y tomé su virginidad.

Baja la cabeza en lo que parece vergüenza. —Cuando se fue a la mañana siguiente, estaba presumiéndole a Peter sobre de finalmente lograr golpear una virgen. Probablemente entré en demasiados detalles. También mencioné la conversación que tuvimos con antelación y le conté todo acerca de su enfermedad. Era brutalmente honesto con él, lo que es un defecto a veces. Le dije que toda su situación en cierto modo me asustaba y que iba a darle dos semanas antes de romper con ella para que no quedar como un idiota. Fue entonces cuando me golpeó.

 Mis ojos se agrandan. —Bien por Peter —digo.

Nico asiente. —Sí. Al parecer, le gustaba mucho más de lo que aparentaba, pero mantuvo su boca cerrada y me permitió verme como un idiota durante las seis semanas que salí con ella. Debería haber notado cómo se sentía, pero
Peter es mucho más generoso que yo. Nunca habría hecho nada para traicionar lo que teníamos, pero después de esa noche, perdió una gran cantidad de respeto por mí. Y eso duele, Lali. Es como mi hermano. Me sentí como si hubiera decepcionado a la única persona que más admiraba.

—¿Así que rompiste con Martina, y Peter comenzó a salir con ella?

—Sí y no. Tuvimos una larga conversación esa tarde, porque Peter es bueno en compartir sus pensamientos y mierda. Estuvimos de acuerdo en que teníamos que respetar el código de hermanos, y no sería muy bueno para nosotros si él comenzaba a salir con una chica a la que yo acababa follar. Pero le gustaba. Le gustaba mucho, y aunque sabía que era difícil para él, esperó hasta que el plazo terminó antes de invitarla a salir.

—¿El plazo?

Nico asiente. —Sí. No preguntes de dónde sacamos eso, pero acordamos que doce meses era una cantidad decente de tiempo antes de que el código de hermanos se volviera nulo. Pensamos que para ese entonces ya habría pasado suficiente tiempo, y que si quería invitarla a salir después de un año, no sería tan extraño. Durante ese tiempo, ella habría salido con otras personas y no sería ir directamente desde mi cama a la Peter. Por mucho que podría haber tratado de ser bueno sobre esto, hubiera sido demasiado extraño. Incluso para nosotros.

—¿Acaso Martina sabía lo que sentía por ella? ¿Durante los doce meses?

Nico sacude la cabeza. —No. Martina ni siquiera sabía que ella le gustaba como lo hacía. Le gustaba tanto que no fue a una sola cita durante todos los doce meses que le hice esperar. Tenía la fecha marcada en un calendario. Lo vi una vez en su habitación. Nunca la mencionó, nunca preguntó por ella. Pero el día que ese año se cumplió, estaba llamando a su puerta principal. A ella le tomó un tiempo para acercarse, sobre todo sabiendo que tendría que interactuar conmigo. Pero las cosas finalmente funcionaron solas. Terminó con el hombre correcto al final, gracias a la perseverancia de Peter.

Exhalo. —Guau —le digo—. Hablando de devoción.

Gira la cabeza hacia la mía, y nuestros ojos se encuentran. —Exactamente —dice con firmeza, como si sólo eso resumiera todo su punto—. Nunca he conocido en mi vida a otro ser humano con más devoción que ese hombre. Es la mejor maldita cosa que me ha pasado. Lo mejor que le ha pasado a Martina.

 Tira sus pies sobre el sofá y me enfrenta completamente.

—Ha ido al infierno y de regreso por esa chica, Lali. Todas las hospitalizaciones, conduciendo de ida y vuelta para cuidar de ella, prometiéndole el mundo, y renunciando a mucho de sí mismo a cambio. Y ella se lo merece. Es una de las más puras, más desinteresadas personas que he conocido, y si hay dos personas que se merecen el uno al otro en este mundo, esos son ellos dos. Así que cuando veo la forma en que te mira, eso me duele.

Vi la forma en que los dos se miraron en la fiesta la otra noche. Vi los celos en sus ojos cada vez que hablaste con Gaston. Nunca lo he visto luchar con su elección, o los sacrificios que ha hecho por Martina, hasta que apareciste.

Está enamorándose de ti, Lali, y sé que lo sabes. Sin embargo, también conozco su corazón, y nunca dejará a Martina. La ama. Nunca le haría eso. Así que al verlo destrozado por la forma en que siente por ti y sabiendo que su vida está con Martina, sólo no entiendo por qué sigues aquí. No entiendo por qué le estás haciendo pasar tanto dolor. Cada día que sigues aquí y lo veo mirarte de la misma manera que solía mirar a Martina, me dan ganas de empujarte fuera de la maldita puerta y decirte que no vuelvas nunca más. Y sé que no es tu culpa. Eso lo sé. Diablos, ni siquiera sabías ni la mitad de lo que él está pasando hasta esta noche. Pero ahora lo sabes. Y por mucho que te quiera y piense que eres una de las más geniales malditas chicas que he conocido, no quiero ver tu cara de nuevo. Especialmente ahora que sabes la verdad sobre Martina. Y perdóname si esto es duro, pero no quiero que estés concibiendo en tu cabeza que el amor que tienes por Peter será suficiente para sostenerte hasta el día que Martina muera. Porque Martina no está muriendo, Lali. Martina está viviendo. Lo estará mucho más tiempo de lo que el corazón de Peter jamás podría mantenerte a ti con vida.

Mi cabeza rueda hacia mis manos mientras los sollozos brotan de mi pecho.
El brazo de Nico se dobla sobre mi espalda, y me lleva hacia él. No sé por quién estoy llorando ahora, pero mi corazón duele tanto que sólo quiero arrancarlo de mi puto pecho y tirarlo sobre el balcón de Peter, porque ahí es donde empezó todo este lío.



Peter

Martina ha estado dormida durante un par de horas, pero todavía no he pegado un ojo. Esto es normalmente lo que pasa cuando estoy con ella en el hospital. Después de cinco años de estancias esporádicas, he aprendido que es mucho más fácil no dormir en absoluto de lo que es conseguir un par de horas medio-malas.

Abro mi portátil y abro mis mensajes a Lali, a continuación, le envío un rápido hola para ver si está en línea. No hemos tenido la oportunidad de discutir el hecho de que le pedí mudarse, y odio no saber si está bien. Sé que está mal estar enviándole mensajes en este momento, pero parece aún más incorrecto dejar las cosas sin decir.

Contesta mi mensaje casi de inmediato, y el tono de este ya alivia algo de mi preocupación. No sé por qué siempre espero que responda irrazonablemente, porque ni una sola vez ha mostrado falta de madurez o consideración por mi situación.

Lali: Sí, estoy aquí. ¿Cómo está Martina?

Yo: Está bien. Va a ser dada de alta esta tarde.

Lali: Eso es bueno. Estaba muy preocupada.

Yo: Gracias, por cierto. Por tu ayuda anoche.

Lali: No fui de mucha ayuda. Me sentí como si estuviera estorbando más que nada.

Yo: No lo estabas. No se sabe lo que podría haber sucedido si no la hubieras encontrado.

Espero un momento para que responda, pero no lo hace. Creo que hemos llegado al punto en esta conversación en la que uno de nosotros necesita traer a colación lo que ambos sabemos que debe ser discutido. Me siento responsable de toda esta situación con ella, así que me armo de valor y lo suelto.

Yo: ¿Tienes un minuto? Realmente tengo algunas cosas que me gustaría decirte.

Lali: Sí, e igualmente.

Miro hacia Martina otra vez, y aún duerme en la misma posición. Tener esta conversación con Lali en su presencia, tan inocente como es, me inquieta. Tomo mi portátil y salgo de la habitación del hospital y entro en el pasillo vacío. Me siento en el suelo junto a la puerta del cuarto de Martina y reabro la computadora.

Yo: Lo que más he apreciado de nuestro tiempo juntos en el último par de meses es el hecho de que hemos sido francos y coherentes el uno con el otro. Dicho esto, no quiero que te vayas con una idea equivocada acerca de por qué necesito que te mudes. No quiero que pienses que has hecho nada malo.

Lali: No necesito una explicación. He más que agotado mi bienvenida, y ya tienes bastante estrés encima sin mí adición a la mezcla. Nico encontró un apartamento para mí esta mañana, pero no está disponible por unos pocos días. ¿Está bien si me quedo aquí hasta entonces?

Yo: Por supuesto. Cuando dije que necesitaba que te mudes, no quise decir literalmente hoy. Sólo quería decir pronto. Antes de que las cosas se vuelvan demasiado difíciles para seguir alejándome.

Lali: Lo siento, Peter. No quería que nada de esto suceda.

Sé que se está refiriendo a la forma en que nos sentimos. Sé exactamente lo que quiere decir, porque no quería que ocurra, tampoco. De hecho, hice todo lo posible para evitar que pase, pero de alguna manera mi corazón nunca captó el mensaje. Si sé que no fue intencional de mi parte, también sé que no fue intencional de la suya, así que no tiene nada de qué disculparse.

Yo: ¿Por qué te disculpas? No te disculpes. No es tu culpa, Lali. Diablos, ni siquiera estoy seguro de que sea mía tampoco.

Lali: Bueno, por lo general cuando algo sale mal, alguien tiene la culpa.

Yo: Las cosas no están mal con nosotros. Ese es nuestro problema. Las cosas están demasiado bien. Tenemos sentido. Todo sobre ti se siente tan bien, pero…

Me detengo por un momento para reunir mis pensamientos, porque no quiero decir nada que luego lamente. Inhalo, y escribo la mejor forma de decir lo que siento por toda nuestra situación.

Yo: No hay duda en mi mente de que podríamos ser perfectos para la vida del otro, Lali. Nuestras vidas son las que no son perfectas para nosotros.

Varios minutos pasan sin una respuesta. No sé si me pasé de la raya con mis comentarios, pero sin embargo está reaccionando a ellos. Necesitaba decir lo que tenía que decir antes de que pudiera dejarla ir. Estoy empezando a cerrar mi portátil cuando otro mensaje de ella aparece.

Lali: Si hay una cosa que he aprendido de toda esta experiencia, es que mi capacidad de confiar no fue completamente rota por Benjamin y Rochi, como inicialmente creí. Siempre has sido directo conmigo acerca de cómo te sientes. Nunca hemos bordeado la verdad. En todo caso, hemos trabajado juntos para encontrar una manera de cambiar nuestro rumbo. Quiero darte las gracias por eso. Muchas gracias por mostrarme que realmente existen tipos como tú, y no todo el mundo es como Benjamin.

De algún modo tiene una forma de hacerme sonar mucho más inocente de lo que en realidad soy. No soy tan fuerte como ella cree.

Yo: No me lo agradezcas, Lali. No me debes agradecer, porque fallé miserablemente tratando de no enamorarme de ti.

Me trago el nudo formándose en mi garganta y presiono enviar. Decir lo que acabo de decirle me llena con más culpa que la noche que la besé. Las palabras a veces pueden tener un efecto mucho mayor en un corazón que un beso.

Lali: Fracasé primero.

Leo su último mensaje, y la finalidad de nuestro inminente adiós me golpea con toda su fuerza. Lo siento en cada parte de mí, y estoy muy sorprendido por la reacción que estoy teniendo a eso. Apoyo la cabeza contra la pared detrás de mí y trato de imaginar mi mundo antes de que Lali entrara en él.

Era un mundo bueno. Un mundo coherente. Pero entonces vino y sacudió mi mundo, como si se tratara de una frágil, quebradiza, esfera de nieve. Ahora que se va, se siente como si la nieve estuviera a punto de asentarse, y mi mundo entero volverá a estar en posición vertical, quieto y consistente de nuevo. Por mucho que eso debería hacerme sentir a gusto, en realidad me aterra. Tengo un miedo de muerte de nunca volver a sentir cualquiera de las cosas que sentí durante el poco tiempo que ha estado en mi mundo.

Cualquier persona que ha hecho de este un gran impacto merece una despedida apropiada.

Me paro y camino de vuelta a la habitación de Martina. Todavía está dormida, así que voy hacia la cama, le doy un ligero beso en la frente, y dejo una nota explicando que me dirijo al apartamento para empacar algunas cosas antes de que le den el alta.

Entonces salgo para ir a darle a la otra mitad de mi corazón un adiós apropiado.

Estoy fuera de la puerta del dormitorio de Lali, preparándome para tocar.
Hemos dicho todo lo que había que decir e incluso mucho que probablemente no debería haber sido dicho, pero no puedo dejar de verla por última vez antes de irme. Se habrá ido cuando regrese de San Antonio.  


No tengo planes de contactarla a partir de hoy, por lo que el hecho de que sé que esto es definitivamente el adiós está presionando sobre las paredes de mi pecho, y duele horriblemente.

Si tuviera que mirar mi situación desde el punto de vista de un extraño, estaría diciéndome a mí mismo que me olvidara de los sentimientos de Lali, que mi lealtad debe recaer únicamente en Martina. Estaría diciéndome que me vaya y que Lali no se merece un adiós, incluso después de todo lo que hemos pasado.

Sin embargo, ¿es la vida realmente tan en blanco y negro? ¿Puede un simple correcto o incorrecto definir mi situación?, Los sentimientos de Lali no cuentan en esta mezcla a pesar de mi lealtad hacia Martina? No parece bien sólo dejarla ir. Pero es injusto para Martina no dejarla ir.

No sé cómo he podido meterme en este lío en primer lugar, pero sé que la única manera de acabar con él es romper todo contacto con Lali. Supe al momento en que tomé su mano ayer por la noche que no había una falla en el mundo que podría haber detenido a mi corazón de sentir lo que estaba sintiendo.

No estoy orgulloso del hecho de que Martina no compensa a mi corazón nunca más. Luché contra ello. Luché duro, porque no quería que sucediera. Ahora que la lucha está llegando a su fin, ni siquiera estoy seguro de si estoy ganando o perdiendo. Ni siquiera estoy seguro de a qué lado estoy apoyando, y mucho menos de qué lado estaba.

Golpeo suavemente la puerta de Lali, luego coloco las palmas planas contra el marco de la puerta y miro hacia abajo, la mitad de mí esperando que se niegue a abrirla y la otra mitad frenándome a mí mismo de romper la maldita puerta para llegar a ella.

En cuestión de segundos, estamos cara a cara por la que sé que es la última vez. Sus ojos azules están abiertos con temor y sorpresa y, tal vez incluso, una pequeña cantidad de alivio cuando me ve de pie delante de ella. No sabe cómo sentirse acerca de verme aquí, pero su confusión es reconfortante. Es bueno saber que no estoy solo en esto, que los dos estamos compartiendo la misma mezcla de emociones. Estamos en esto juntos.

Lali y yo.

Sólo somos dos almas completamente confundidas, asustadas de un muy no deseado pero crucial adiós.

sábado, 28 de junio de 2014

Capitulo 17

Capitulo 17


Pues esta es la verdad chicas aquí se descubre que tiene Martina. La dejo aquí?¿Le seguimos?
                                                                                                                                               _


Lali

Observo mientras cierra la puerta tras de sí. Estoy agarrándome el pecho con la mano, aterrada de leer lo que escribió.

Vi la mirada en sus ojos.

Vi dolor, pesar, miedo… amor.

Mantengo la mano fuertemente aferrada a mi pecho sin leerla. Me niego a aceptar que cualquiera de las palabras que están escritas en mi palma, destruirán la poca esperanza que tenía en nuestro quizás algún día.

Mi cuerpo se estremece, y mis ojos se abren.

No sé lo que me despertó, pero estaba en medio de un profundo sueño. Está oscuro. Me siento en la cama y presiono mi frente con la mano, haciendo una mueca de dolor. Ya no siento nauseas, pero nunca en mi vida he estado tan sedienta. Necesito agua.

Me levanto y estiro los brazos sobre mi cabeza, entonces miro el despertador: 2:45 A.M.

Gracias a Dios. Todavía tengo tres días más de sueño para recuperarme de esta resaca.

Voy caminando hacia el baño de Peter cuando un sentimiento desconocido me embarga. Me detengo antes de llegar a la puerta. No estoy segura de por qué me detengo, pero de pronto me siento fuera de lugar.

Se siente extraño, caminar hacia este baño justo ahora. No como si estuviera caminando hacia mi baño. No como si me perteneciera del todo, a diferencia de cómo se sentía en mi último apartamento. Ese baño se sentía como mi baño. Como si me perteneciera. Ese apartamento se sentía como mi apartamento. Todo el mobiliario en él se sentía como mi mobiliario.

Nada en este lugar se siente como yo. Aparte de las pertenencias que contenía en las dos maletas que traje conmigo la primera noche, nada más aquí se siente siquiera remotamente mío.

¿La cómoda? Prestada.

¿La cama? Prestada.

¿La televisión de los jueves por la noche? Prestada.

La cocina, la sala de estar, todo el dormitorio. Todo pertenecía a otra persona. Me siento como si estuviera pidiendo prestada esta vida hasta que encuentre una mejor por mi cuenta. Me he sentido como si estuviera pidiendo prestado todo desde el día en que me mudé aquí.

Demonios, incluso estoy pidiendo amigos prestados. Peter no es mío. Nunca será mío. Por mucho que me duela aceptarlo, estoy tan harta de esta constante batalla en curso con mi corazón. No puedo soportarlo más. No me merezco este tipo de auto-tortura.

De hecho, creo que necesito mudarme.

Sí.

Mudarme es lo único que puedo hacer para empezar la curación, porque ya no puedo estar alrededor de Peter. No con lo que su presencia me hace.

¿Escuchas eso, corazón? Ahora estamos a mano.

Sonrío ante la constatación de que finalmente estoy a punto de experimentar la vida por mi cuenta. Estoy consumida con un sentido de logro. Abro la puerta del baño y enciendo la luz… entonces, inmediatamente caigo de rodillas.

Oh, Dios.

Oh, no.

¡No, no, no, no, no!

La agarro por los hombros y le doy la vuelta, pero su cuerpo entero está lánguido. Sus ojos en blanco, y su rostro pálido.

¡Oh, Dios mío! —¡Peter! —Me arrastro sobre ella y llego a la puerta de su dormitorio. Grito su nombre tan fuerte que mi garganta se siente como si estuviera desgarrándose. Intento girar la manilla varias veces, pero mis manos siguen deslizándose.

Empieza a convulsionar, así que me abalanzo sobre ella y levanto su cabeza, en seguida pongo el oído en su boca para asegurarme que esta respirando. Estoy sollozando, gritando el nombre de él una y otra vez. Sé que no puede escucharme, pero me asusta dejar su cabeza.

—¡Martina! —lloro.

¿Qué estoy haciendo? No sé qué hacer.

Haz algo, Lali.

Le bajo la cabeza con cuidado, hasta el piso, y doy vueltas. Agarro la manilla con más fuerza y me pongo de pie. Abro la puerta de su habitación de golpe y me apresuro hasta la cama, entonces salto en ella y trepo hasta donde él está acostado.

—¡Peter! —grito, sacudiendo su hombro. Levanta un codo en defensa mientras rueda, luego lo baja cuando me ve sobre él.

—¡Martina! —grito histéricamente, apuntando el baño. Sus ojos se dirigen al lugar vacío en su cama, y su enfoque se dispara a la puerta abierta del cuarto de baño. Sale de la cama y está de rodillas en el suelo del baño en segundos. Antes de siquiera regresar al baño, él tiene la cabeza de ella apoyada en sus brazos, y la tira a su regazo.

Gira la cabeza para mirarme y hace señas a algo. Sacudo la cabeza cuando las lágrimas continúan fluyendo por mis mejillas. No tengo idea de lo que está intentando decirme. Hace señas de nuevo y apunta hacia la cama. Miro la cama, entonces lo vuelvo a mirar sin poder hacer nada. Su expresión se vuelve más frustrada con cada segundo

—¡Peter, no sé lo que me estás pidiendo!

Golpea su puño contra el armario del baño debido a la frustración, entonces sostiene la mano en su oído como si sostuviera un teléfono. Necesita su teléfono.

Me apresuro a la cama y lo busco, mis manos volando frenéticamente sobre ella, las sábanas, la mesita de noche. Finalmente lo encuentro bajo su almohada y corro de vuelta a él. Ingresa la contraseña para desbloquearlo, y me lo tiende. Marco el 911, pongo el teléfono en mi oreja, y espero a que suene mientras me dejo caer de rodillas a su lado.

Sus ojos están llenos de miedo mientras continúa sosteniéndola contra su pecho. Está mirándome, nerviosamente esperando a que la llamada conecte. Intermitentemente presiona los labios en su cabello a medida que continúa tratando de conseguir que ella abra los ojos.

Tan pronto como responde el operador, soy bombardeada con una lista de preguntas de las que no sé la respuesta. Le doy la dirección, ya que es lo único que sé, y me empieza a disparar más preguntas que no sé cómo comunicárselas a él.

—¿Es alérgica a algo? —le digo a Peter, repitiendo lo que el operador está preguntando.

Se encoge de hombros y niega, sin entenderme.

—¿Tiene alguna condición preexistente?

Vuelve a negar para decirme que no tiene idea de lo que le pregunto.

—¿Es diabética?

Le hago las preguntas a Peter una y otra vez, pero no puede entenderme. El operador me dispara las preguntas a mí, y yo se las disparo a Peter, y ambos estamos demasiado frenéticos para que él siquiera lea mis labios. Estoy llorando. Ambos aterrados. Ambos frustrados con el hecho de que no podemos comunicarnos.

—¿Ella está llevando un brazalete médico? —pregunta el operador.
Le levanto ambas muñecas. —No, no tiene nada.

Elevo la mirada al techo y cierro los ojos, sabiendo que no estoy ayudando en ni una maldita cosa.

—¡Nico! —grito.

Me pongo de pies y salgo del baño, haciendo mi camino al dormitorio de Nico. Abro la puerta. —¡Nico! —Corro a su cama y lo sacudo mientras sostengo el teléfono en mi mano—. ¡Nico! ¡Necesitamos tu ayuda! ¡Es Martina!

Sus ojos están amplios y se despoja de las cobijas, entrando en acción. Empujo el teléfono hacia él. —Es el 911, ¡y no puedo entender nada de lo que Peter trata de decirme!

Agarra el teléfono y se lo pone a la oreja. —Ella tiene DRFQ —grita a toda prisa en el teléfono—. Segunda etapa de FQ.

¿DRFQ?

Lo sigo al baño y observo cuando le hace señas a Peter mientras sostiene el teléfono en la palma de su mano, lejos de su oreja. Peter vuelve hacer señas de algo, y Nico corre a la cocina. Abre la nevera, alcanza la parte posterior del segundo estante, y saca una bolsa. Corre con ella al baño y se pone de rodillas al lado de Peter. Deja caer el teléfono en el suelo y lo aparta con la rodilla.

—¡Nico, ella tiene preguntas! —grito, confundida de por qué tiró el teléfono a un lado.

—Sabemos qué hacer hasta que ellos lleguen aquí, La —dice. Saca una jeringa de la bolsa y se la tiende a Peter. Él le saca la tapa, y a continuación inyecta a Martina en el estómago.

—¿Es diabética? —Pregunto, viendo con impotencia como Nico y Peter conversan en silencio. Soy ignorada, pero no espero nada diferente. Ellos están en lo que parece territorio familiar para ambos, y estoy demasiado confundida para seguir mirando. Me doy la vuelta y me inclino contra la pared, entonces cierro los ojos con fuerza en un intento de calmarme. Unos momentos de silencio pasan, y luego están golpeando la puerta.

Nico corre hacia la puerta antes de que siquiera pueda reaccionar. Deja entrar a los paramédicos, y salgo del camino, viendo como todo el mundo en la habitación a mi alrededor parece saber qué demonios está pasando.

Continúo fuera del camino de todo el mundo hasta que mis pantorrillas encuentran el sofá, y caigo en él.

Ellos levantan a Martina en la camilla y empiezan a empujarla hacia la puerta principal. Peter camina rápidamente tras de ellos. Nico va al dormitorio de Peter y le arroja un par de zapatos. Se los pone, entonces hace señas de algo más a Nico y se desliza por la puerta detrás de la camilla.

Observo cuando Nico se apresura a su cuarto. Vuelve a salir con una camisa, zapatos y su gorra de béisbol en mano. Agarra sus llaves de la barra y se dirige de nuevo al cuarto de Peter. Vuelve a salir con un bolso con cosas de Peter y se va hacia la puerta principal.

—¡Espera! —grito. Nico se gira para mirarme—. Su teléfono. Él necesitará su teléfono. —Me apresuro al baño, agarro el teléfono de Peter del suelo, y se lo llevo a Nico.

—Voy contigo —digo, deslizando mi pie en los zapatos que están en la puerta.
—No, no lo harás.

Lo miro, un poco sorprendida ante la dureza de su voz cuando me deslizo en el otro zapato. Empieza a cerrarme la puerta, y golpeo una palma en ella.

—¡Voy contigo! —digo de nuevo, más determinada esta vez.

Se gira y me mira con ojos endurecidos. —Él no te necesita ahí, Lali.

No tengo ni idea de lo que quiere decir con eso, pero su tono de voz me molesta. Empujo contra su pecho y camino al otro lado con él. —Voy a ir —digo con firmeza.

Bajo las escaleras justo cuando la ambulancia empieza a alejarse. Peter está de pie con las manos entrelazadas detrás de su cabeza, viendo cómo se va. Nico llega a la parte baja de las escaleras, y tan pronto como lo ve, ambos se apresuran al coche de Peter. Los sigo.

Nico se sube en el asiento del conductor, Peter en el asiento del copiloto. Abro la puerta del asiento trasero y la cierro tras de mí.

Nico sale del estacionamiento y acelera hasta que alcanzamos la ambulancia.
Peter está aterrado. Puedo verlo en la forma que sus brazos están envueltos a su alrededor y en cómo sacude la rodilla, jugueteando con la manga de su camisa, masticando la comisura de su labio inferior.

Todavía no tengo idea de lo que está mal con Martina, y me asusta que no pueda estar bien. Aun siento como si no fuera de mi incumbencia, y definitivamente no estoy a punto de preguntarle a Nico qué es lo que pasa.

El nerviosismo que desborda Peter hace que mi corazón duela por él. Me muevo al borde del asiento trasero e inclino el cuerpo hacia delante, poniendo una mano reconfortante en su hombro. Él levanta su mano a la mía y la agarra, entonces la aprieta con fuerza.

Quiero ayudarlo, pero no puedo. No sé cómo. En todo en lo que puedo pensar es en cuán completamente incompetente me siento, lo mucho que está herido, y cuánto me asusta el hecho de que él podría perder a Martina, ya que es tan dolorosamente obvio cómo eso lo mataría.

Lleva su otra mano a la mía, la que todavía agarra su hombro. Aprieta ambas manos, y siento que una lágrima cae en mi piel.

Cierro los ojos, presiono mi frente contra el respaldo de su asiento y lloro.
Estamos en la sala de espera.

Bueno, Nico y yo estamos en la sala de espera. Peter ha estado con Martina desde que llegamos, hace una hora, y Nico no me ha hablado ni una sola palabra.

Es por eso que no hablo con él. Obviamente tiene un problema, y realmente no estoy de humor para defenderme, porque no le he hecho absolutamente nada a Nico que debería siquiera requerir defensa.

Me encorvo en la silla y abro el motor de búsqueda en mi teléfono, curiosa de saber lo que Nico le dijo al operador del 911.

Escribo DRFQ en el cuadro de búsqueda y presiono entrar. Mis ojos van al primer resultado: Manejo de Diabetes relacionada a fibrosis quística.

Hago clic en el enlace, y explica los diferentes tipos de diabetes pero no explica mucho más. He escuchado de la fibrosis quística pero no sé lo suficiente de ella para saber cómo afecta a Martina. Hago clic en el enlace de la izquierda de la página que dice: ¿Qué es la fibrosis quística? Mi corazón empieza a latir con fuerza y mis lágrimas fluyen a medida que ingiero las mismas palabras que sobresalen en cada página, sin importar cuántas vea.

Desorden genético de los pulmones.

Potencialmente mortal.

Esperanza de vida acortada.

Sin cura conocida.

Esperanza de vida: mediados de los treinta y más.

No puedo leer más a través de todas las lágrimas que estoy llorando por Martina. Por Peter.

Cierro el navegador de mi teléfono, y mis ojos van a mi mano. Observo las palabras, sin leer, escritas por Peter en mi palma.

Necesito que te mudes.


Peter

Tanto Nico como Lali se ponen de pie rápidamente cuando doy vuelta a la esquina de la sala de espera.

—¿Cómo está? —pregunta en señas Nico.

—Mejor. Ahora está despierta.

Nico asiente, y Lali mira de ida y vuelta entre nosotros.

—El doctor dice que el alcohol y la deshidratación probablemente le causaron… —dejo de hacer señas, ya que los labios de Nico están presionados en una firme línea mientras observa mi explicación.

—Verbalízalo para ella —hago señas, señalando con la cabeza a Lali.

Nico se gira y mira a Lali, enseguida vuelve a centrar su atención en mí.

—Esto no le concierne —hace señas en silencio.

¿Cuál demonios es su problema?

—Está preocupada por Martina, Nico. Le concierne. Ahora, verbaliza lo que estoy diciendo para ella.

Nico sacude la cabeza. —No está aquí por Martina, Peter. No le importa cómo está Martina. Sólo está preocupada por ti.

Entierro mi ira. Lentamente doy un paso hacia delante y me pongo de pie directamente frente a él. —Verbalízalo para ella. Ahora.

Nico suspira, pero no se gira hacia Lali. Me mira directamente mientras hace señas y verbaliza para nosotros. —Peter dice que Martina está bien. Está despierta.

El cuerpo entero de Lali se relaja. Sus manos van a la parte trasera de su cabeza y el alivio la embarga. Le dice algo, y él cierra los ojos, respira rápido, entonces los abre.

—Lali quiere saber si alguno de ustedes necesita algo. Del departamento.
Miro a Lali y sacudo la cabeza. —Ellos la monitorearán toda la noche para controlar su azúcar en sangre. Vendré mañana si necesitamos algo. Me quedo unos días en su casa.

Nico verbaliza de nuevo, y Lali asiente.
—Ustedes dos vuelvan y descansen un poco.

Nico asiente. Lali da un paso adelante y me da un fuerte abrazo, entonces se aleja.

Nico empieza a girar hacia la salida, pero le agarro el brazo y hago que me mire de nuevo. —No sé por qué estás molesto con ella, Nico, pero por favor no seas un idiota. Ya lo fui suficiente.

Asiente, y se dan la vuelta para irse. Lali mira sobre su hombro y sonríe con una sonrisa dolorosa. Me doy la vuelta y regreso a la habitación de Martina.

La cabecera de su cama está ligeramente elevada ahora, y me mira. Hay una intravenosa que gotea en su brazo, reponiendo sus fluidos. Su cabeza rueda con lentitud a través de la almohada a medida que sus ojos me siguen por el cuarto.

—Lo siento —dice con señas.

Niego, ni siquiera remotamente queriendo o necesitando cualquier tipo de disculpas de ella. —Detente. No te sientas mal. Como siempre dices, eres joven. Los jóvenes hacen cosas locas como emborracharse y tener resacas y vomitar durante doce horas seguidas.

Se ríe. —Sí, pero como siempre dices, probablemente no jóvenes con condiciones que amenazan la vida.

Sonrío cuando llego a su cama, entonces deslizo una silla cerca de ella y tomo asiento. —Voy a volver a San Antonio contigo. Me quedaré unos días hasta que me sienta mejor por dejarte sola.

Suspira y gira la cabeza, mirando directamente el techo. —Estoy bien. Fue solo un problema de insulina. —Se vuelve hacia mí—. No puedes cuidarme como a un bebé cada vez que esto sucede, Peter.

Mi mandíbula se aprieta ante “cuidarme como un a bebé”. —No estoy cuidándote como a un bebé, Martina. Estoy amándote. Estoy cuidándote. Hay una diferencia.

Cierra los ojos y sacude la cabeza. —Estoy cansada de tener esta misma conversación una y otra vez.

Sí. Yo también.

Me recuesto en la silla y cruzo los brazos sobre mi pecho mientras la miro. Su rechazo a la ayuda ha sido comprensible hasta este punto, pero ya no es una adolescente, y no puedo entender por qué no permitirá que las cosas progresen con nosotros.

Me inclino hacia adelante, tocando su brazo para que me mire y escuche. —Necesitas dejar de ser tan empeñada y determinada a tener tu independencia. Si no te cuidas mejor, estas breves estancias en el hospital serán una cosa del pasado, Martina. Déjame cuidarte. Déjame estar ahí para ti. Constantemente me preocupo de que enfermes. Tu pasantía está causándote mucho estrés, sin mencionar la tesis. Entiendo por qué quieres vivir una vida normal y todas las cosas que otros hacen a nuestra edad, como ir a la universidad y tener una carrera. —Me detengo para pasar las manos a través de mi cabello y centrarme en el punto que quiero marcar—. Si viviéramos juntos, podría hacer mucho más por ti. Las cosas serían más fáciles para los dos. Y cuando cosas como esta sucedan, estaré ahí para ayudarte y, ¡así no convulsionarás sola en el piso del baño hasta morir!

Respira, Peter.

De acuerdo, eso fue duro. Demasiado duro.

Ruedo mi cuello y miro al piso, porque no estoy listo para su respuesta todavía. Cierro los ojos e intento contener mi frustración. —Martina —digo en señas, mirando sus ojos empapados de lágrimas—. Yo… te… amo. Y estoy tan asustado de que uno de estos días, no seré capaz de salir del hospital contigo aún en mis brazos. Y será mi propia culpa por permitirte continuar rechazando mi ayuda.

Su labio inferior tiembla, así que se lo mete en la boca y lo muerde. —En algún momento en los siguientes diez o quince años, Peter, esa será tu realidad. Saldrás del hospital sin mí, porque no importa cuánto quieras ser mi héroe, no puedo ser salvada. No puedes salvarme de esto. Ambos sabemos que eres una de las pocas personas que tengo en este mundo, así que hasta que el día llegue y ya no pueda cuidar absolutamente más de mí, me niego a ser tu carga. ¿Sabes lo que me hace eso? ¿Saber que he puesto tanta presión en ti? No vivo sola simplemente porque me encanta la independencia, Peter. Quiero vivir sola porque…

Lágrimas corren por sus mejillas, y se detiene para limpiarlas. —Quiero vivir sola porque simplemente quiero ser la chica de la que estás enamorado… durante tanto tiempo como podamos prolongarlo. No quiero ser tu carga, tu responsabilidad o tu obligación. La única cosa que quiero es ser el amor de tu vida. Eso es todo. Por favor, sólo deja que sea suficiente por ahora. Deja que sea suficiente hasta que llegue el momento en que realmente tengas que ir al fin del mundo por mí.

Un sollozo estremece mi pecho. Llego hacia ella y presiono mis labios en los suyos. Agarro su rostro desesperadamente entre mis manos y levanto mi pierna hacia la cama. Envuelve sus brazos a mi alrededor mientras pongo el resto de mi cuerpo sobre ella y hago lo que sea que pueda para protegerla de la injusticia de este malvado y maldito mundo.