viernes, 13 de junio de 2014

Capitulo 12

Capitulo 12


Sentirte desnudo

Me despierto con acordes de guitarra y la voz de Pedro. Es borrosa, llegándome de lejos. Está en el techo. Sacudo el sueño y los enredados rizos de mis ojos, balanceo mis piernas fuera de su –¿nuestra cama?– y me pongo una camiseta limpia de la canasta en el piso. Aún está oscuro afuera, pero mientras subo las escaleras al techo, guitarra en mano, veo barras de gris en el horizonte entre techos altos y apartamentos. Una o dos horas antes del amanecer, entonces.

Pedro está en su silla, usando pantalones sueltos y una sudadera vieja y rota Champion, la capucha cayendo por sus hombros, un mechón de cabello negro entre sus cejas. Sus piernas están subidas, talones desnudos en el borde. Sus ojos están cerrados, la guitarra en su  estómago, sus dedos tocando un lento, dulce ritmo que me recuerda a algo de City y Colours, pero no lo es. Está cantando suavemente, su cara cambiando y sus cejas frunciéndose al alcanzar notas altas, sus expresiones comunicando la intensidad de sus sentimientos mientras canta.

Una taza de café está en el piso junto a él, al alcance, humeando, y un enorme termo también está cerca para que pueda recargarlo. Me siento en el borde, con los pies en las escaleras, mirando, escuchando. No puedo seguir la letra de lo que canta, dado que él es del tipo de cantar murmurando y suavemente. De vez en cuando, se detiene, se vuelve unos acordes y ajusta la melodía o el fraseo.

Está escribiendo una canción, me doy cuenta.

Alcanza el final y se inclina por su café, notándome en el proceso.

—Oh, hey. Espero no haberte despertado.

Me encojo de hombros y voy a sentarme en el sillón.

—Lo hiciste, pero está bien. Me gusta despertarme con tu voz. — Dios, eso sonó cursi, pero no me importa, especialmente cuando veo los ojos de Pedro iluminarse—. ¿Qué estás haciendo tan temprano? — pregunto.

Me pasa la taza de café, y la tomo mientras responde.

—Desperté con esta canción en la cabeza. Debía escribirla, sacarla, ¿sabes?

—Es hermosa, por lo que escuché —digo honestamente.

—Aún no está terminada, pero gracias.

—¿De qué se trata?

Él toca las cuerdas con su pulgar.

—De ti. Nosotros. Vino de algo que te dije anoche.

—¿La tocas para mí?

Él sonríe y sacude su cabeza.

—Nah-ah. No hasta que esté lista. Tenemos un concierto el jueves. La tocaré para ti entonces.

Fingí un puchero, pero Pedro sólo ríe. Compartimos café y vemos salir al sol entre los edificios, trabajando en las canciones que interpretaremos.

Estoy feliz, y me niego a dejar que algo lo arruine, ni siquiera la siempre presente culpa ni el hecho de que aún extraño a Pablo.

Me doy cuenta de que siempre extrañaré a Pablo, una parte de mí siempre se sentirá culpable sólo por estar viva cuando él no lo está, y eso es algo con lo que tendré que vivir.

* * *

Es jueves y mis nervios están más altos que nunca. Tengo estos tres solos esta semana, además de que Pedro tocará su canción nueva por primera vez. Pasamos por los covers de dúos requeridos de Mumford & Sons, The Civil Wars, Rosi Golan y eso. Hago mis solos, “Deja que sea yo” de Ray LaMontagne y mis covers de las canciones de Ella y Billie, que se han convertido en las favoritas de la multitud en las semanas que llevo tocando con Pedro.

Y entonces, de inmediato luego del descanso, Pedro aclara su garganta en el micrófono y toca ajustando su tono. Es su modo de llamar la atención de la multitud.

—De acuerdo, así que, tengo esta nueva canción —dice—. Es una original. ¿Alguien quiere oírla?

Yo grito “¡Yo” al micrófono, entonces me retiro a aplaudir con los demás. Me sonríe, dado que sabe que quiero oírla. Sólo lo he molestado con que me dé un adelanto cada día de la semana desde la sesión improvisada al amanecer en el techo.

—Supongo que la tocaré entonces. —Toma un profundo respiro y lo suelta—. Así que, sí. Se llama “Cayendo en ti” y es sobre Lali, aquí. Es como una canción de amor, pero no le digan a nadie. Tengo una reputación de chico malo que mantener, después de todo. —La multitud ríe y festeja, animándolo.

Comienza la melodía en su guitarra, un complicado arreglo de punteo y acordes. El tono es más complejo ahora, pero reconozco el tema que oí en el techo. Entonces canta, y me mira a los ojos, y me doy cuenta de que me está cantando a mí, sólo a mí. Podemos estar frente a una multitud de más de cien personas, pero estamos completamente solos.

“Toda mi vida parece

Que he estado cayendo

Fallando

Buscando,

Apenas manteniendo mi cabeza sobre el agua

Y entonces un día

Te vi a ti

Parada bajo un árbol caído,

Negándote a llorar.

Pero incluso entonces vi

El peso del dolor escondiéndose en tus ojos,

Y deseé entonces

Allí, bajo ese árbol,

Quitarlo todo.

Pero no tenía palabras para sanarte

No tenía palabras para sanarme

Y ahora que el destino intervino,

Conspiró para traernos juntos,

Más allá de los años entre nosotros,

Más allá del peso del dolor

Detrás de nuestros ojos,

Sin que importen los fantasmas a nuestro alrededor

Como una niebla de almas en pena

Aun estoy tratando de encontrar las palabras para sanarte,


Para sacar tu dolor y hacerlo mío

Para que tus bellos ojos puedan sonreír,

Para que puedas estar en paz.

Y ahora que el destino intervino,

Conspiró para traernos juntos,

No puedo resistir el deseo de tus ojos,

La tentación de tu belleza,

La canción de sirena de tu voz

Susurrando mi nombre

En la comodidad oscura entre mis sábanas.

No puedo resistirte, bebé,

Porque estoy cayendo directo,

Estoy cayendo en ti”.

Para cuando termina la canción, estoy llorando. Buenas lágrimas, de nuevo. Del tipo cursi y feliz. Olvido por completo que estamos en el escenario. Me levanto de mi banqueta y me aprieto entre sus piernas, su guitarra dura entre nosotros, y lo beso profundamente. Enreda su mano en mi pelo en mi nuca, besándome de vuelta, hasta que la multitud comienza a chillar y animar, devolviéndonos al presente.

—¿Lo tomo como que te gustó? —pregunta Pedro, susurrando en mi oído.

Sólo puedo asentir y tratar de recomponerme así podemos hacer nuestro siguiente número juntos sin perderme.

* * *

Estamos parados en la puerta de mi apartamento, mis brazos alrededor de su cuello. Estoy en el segundo escalón, él en el piso, así que  estoy ojo a ojo con él, mordiéndole el lóbulo de la oreja mientras trata de convencerme de volver a su apartamento en lugar de quedarnos aquí.

—Pedro, este es mi apartamento, mi hogar. Pago la renta, mucha renta, así que tengo que usarlo un poco. Puedes subir conmigo, eso sí.

—Tengo que trabajar por la mañana. Los chicos aparecerán a las siete para terminar el Hem que estamos reconstruyendo.

—Y yo tengo clases a las ocho. Simplemente nos levantaremos temprano. —Frunzo el ceño, dándome cuenta de que está haciendo esa cosa donde evade algo que lo pone incómodo pero no quiere discutirlo—. ¿Qué está pasando en serio aquí, Pedro? ¿Por qué no quieres quedarte en mi apartamento?

Se encoje de hombros, pero luego me mira a los ojos. —Es sólo una de esas cosas. Después de no tener hogar por todos esos años, es difícil para mí estar en otro lugar que no sea el mío. No sé cómo explicarlo, yo sólo… Me gusta estar en casa. No es que no me guste la tuya, o lo que sea. Sólo prefiero la mía.

—¿Puedes intentarlo? ¿Por mí? Te quiero en mi cama —No había pensado en ello hasta ese momento, pero casi todo el tiempo que habíamos pasado juntos había sido en su casa, o fuera.

—Me quieres en tu cama, ¿ah? —Me sonríe pícaramente.

Lo atraigo más cerca.

—Sí. Y lo digo en todos los sentidos.

—En ese caso, puede que esté dispuesto a probar. Por ti. —Desliza sus palmas por mi espalda para aplastar mi cuerpo contra el suyo, agarrando mi trasero y levantándome.

Muerdo su cuello y luego susurro en su oído.

—Valdrá la pena, lo prometo.

—Sé que lo hará. Cualquier momento que paso contigo lo vale. Incluso si no hacemos nada más que dormir, aún lo vale.

Abro la puerta y lo guío arriba de las escaleras, caminando hacia atrás. —Haremos mucho más que dormir.

—¿Ah, sí? ¿Cómo qué? —Su voz es profunda, y oscura y llena de promesas.

—Puede que involucre mi boca y ciertas partes de tu anatomía.

—Podría disfrutar eso.

—Podrías disfrutar mucho de mí.

No sonríe, pero sus ojos sí.

—Oh, lo haré… Creo que te inclinaré en el sofá y te tomaré por atrás.

—¿Eso harás? —pregunto.

—Eso haré.

Estamos en mi puerta. Giro la llave en la cerradura y lo empujo detrás de mí en el apartamento a oscuras. No tengo tiempo para molestarme con luces. Cierra la puerta de nuevo y empieza a tirar de la camisa por encima de mi cabeza, empujando mis jeans y las bragas hacia abajo, y luego de alguna manera está desnudo, como en un instante, y luego su boca está en la mía, gloriosa, suave y exigente.

Sus manos están en todas partes, en mis pechos, en mi pelo, acariciando mis pliegues, acariciando mi culo, rozando su pulgar por mi mejilla y sacándome el pelo de mi boca. Suspiro cuando sus dedos están en mi interior y me toca mi clítoris, observando de lejos como rompe un condón con los dientes y se lo desliza sobre sí mismo con una sola mano, escupiendo el envoltorio al suelo.

—¿Lista? —me pregunta, con la voz áspera.

—Tómame —le susurro—. Como quieras.

Doy vueltas en mi lugar, mi respiración se acelera, y mi corazón late fuertemente. Oh... mierda. No estaba bromeando. Nos ha movido, así que estoy enfrentada al brazo de mi sillón y me está empujando hacia adelante con suavidad. Sus manos se deslizan por mis hombros y entrelaza nuestros dedos, mostrándome cómo preparar mi peso sobre el cojín. Sus dedos de los pies, separan mis piernas, y me quejo hasta que estoy de pie con las piernas bien abiertas, inclinada por la cintura, con mi culo en alto.

—Oh dios... —gemí.

—No he hecho nada todavía bebé —gruñe Pedro.

—Lo sé. —Jadeo—. Sólo estaba diciendo tu nombre.

Se ríe, un ruido sordo en su pecho, y luego desliza una mano sobre mi espalda, debajo de las costillas y hasta mi pecho libremente suspendido, dónde su enorme mano lo cubre. Aprieta mi pezón, con sus pulgares, pellizca, enrolla, y ya estoy sin aliento. Entonces la otra mano se desliza por entre mis muslos para acariciar mis pliegues y estoy perdida. Arqueo mi espalda y levanto mi culo para darle mejor acceso, cuelgo mi cabeza mientras desliza y me rodea hasta que llego al clímax.

Mientras me vengo, y un estremecimiento inicial se éxtasis pasa sobre mí, siento la cabeza de su pene en mi entrada. Aguanto la respiración, mordiéndome el labio, y luego una segunda onda pasa sobre mí y él lo siente, sumergiéndose en mí, en la cresta de la ola. Yo grito, mientras me conduce a casa, enterrándose hasta el cuello con un suave gruñido de satisfacción.

—Dios, Lali. Estás jodidamente increíble. Tan hermosa. Amo la forma en que levantas el culo para mí. Amo los sonidos que haces cuando te vienes para mí. Amo tu piel pálida y tu cabello rubio rojizo. — Me acaricia lentamente, deslizándose profundamente cada vez que dice la palabra "amo".

Empujo de nuevo en sus embestidas, gritando en voz baja en cada empuje, gimiendo cuando él lo saca. Continúa de esta manera, lenta, suave y rítmica.

No es como lo quiero, y él lo sabe. Quiere que pida por ello. Voy a jugar su juego. Me vuelvo para mirarlo por encima del hombro, mi pelo haciendo cortinaje a un lado.

—Más fuerte, Pedro.

Sus ojos se cierran un poco y levanta la barbilla ligeramente, levantando el labio en una mueca.

—¿Lo quieres más fuerte?

—Sí, bebé, lo hago.

—¿Qué tan fuerte?

—Muy fuerte.

—Pídeme que te folle duro, La, bebé.

No me reconozco a mí misma, cuando estoy así, perdida en el momento. Me gusta esta mujer, sin embargo, esta desvergonzada Lali que pide a su hombre que la folle. Es muy distinta a la inocente chica de dieciséis años que se sacudió terriblemente en el Red Roof Inn cuando su primer novio la tocó tentativamente.

Me muerdo el labio, sólo para volverlo loco, tiro hacia adelante mientras se retira, después lo golpeo con mi culo, llevándole más profundamente, fuerte.

—Fóllame, Pedro. Fóllame duro. Fóllame más profundo. Azótame mientras me follas.

Dios, eso era caliente. Casi no podía pronunciar las palabras. Pero es lo que quiero, de verdad y con locura. Él, todo de él. Lo quiero, a Pedro, como es. Áspero, crudo y primitivo, amable, cariñoso y cuidadoso. Me encanta lo que me hace, cómo me vuelve loca, me hace querer cosas que no sabía que podría desear.

Pedro lo pierde. Agarra mis caderas con ambas manos, amplía su posición y se retira hasta que casi está fuera de mí. Tomo una respiración profunda, anticipándome a la carne temblorosa de sus caderas.
En cambio, se hunde lo más despacio que puede, más tierno de lo que creía posible, una caricia de su excitación dentro de mí. Una tomadura de pelo. Y luego, porque no estoy preparada para ello, se estrella contra mí. Grito, mi cara retorciéndose de placer. Sale lentamente, deslizándose lentamente, dos y tres veces más, suavemente como un susurro.

Y luego, cuando abro la boca para hablar, se estrella duro, muy duro, y mis palabras, mi aliento me dejan en un apuro. Ni siquiera puedo respirar, entonces, porque ha terminado de jugar conmigo. Él está volviendo en mí, me perfora con una energía salvaje. Todo mi cuerpo se sacude hacia adelante con cada embestida, y gemidos rotos se liberan de mí en cada una. Los gemidos se convierten en Sí, y luego en su nombre, cantando con el brutal ritmo de sus caderas. Me sacude de nuevo hacia él, me hace a un lado, y apenas registro el primer orgasmo, tan perdida estoy en el placer del dolor, el delicioso golpe de su cuerpo contra el mío, la forma en que me llena con cada embestida, la forma que parece que me estira.

Y luego se viene, gruñendo y rugiendo, chocando contra mí, conduciéndose profundamente en un empuje más duro todavía, casi demasiado, pero no. Nunca puede ser demasiado duro. Y entonces... oh dios, oh mierda, oh mi dios, vuelve con el desplazamiento tierno, se inclina sobre mí, besando mi espalda, sus palmas de las manos en mi culo, sumergiéndose en mí en empujes superficiales que me golpean en el lugar adecuado para hacerme completamente venir.

Entierro mi cara en las fibras ásperas del sofá y grito mientras me rompo, en un millón de piezas luminosas que pasan a través de cada célula de mi cuerpo. Me golpea el cachete de mi culo izquierdo, mientras yo grito, y mi orgasmo rompe en un pico más alto, y me mezo hacia adelante con un empuje lento pero de gran alcance en ese lugar perfecto, sincronizado con el azote de su palma. Él se aleja, da una bofetada en la mejilla derecha en el mismo tiempo que otra ola arrasa y estoy llorando con la intensidad, conduciéndome de nuevo en él, colapsando hacia adelante y meciéndome por los espasmos incontrolables. Calor volcánico y electricidad tritura mi cuerpo, terremotos estremecen mi cuerpo, centrados en mi interior, bajo mi vientre, muy dentro de mí.

Me acaricia lentamente y luego, ordeña mi clímax hasta que está suave dentro de mí y soy un charco de una mujer saciada. Tira de mí, me levanta con sus poderosos brazos y me lleva a mi cama. Se ha ido brevemente y luego vuelve, me acuna contra él.

—No puedo creer que te guste tan duro como eso —dice.

—¿Por qué no? —le pregunto, trazando patrones en su piel, tocándolo hacia abajo hasta tomarlo en mi mano, acariciándolo.


—Simplemente pareces tan inocente y delicada.

—Sabes que no soy ninguna de esas cosas, Pedro.

—Sí, lo sé, pero es lo que parece. —Juguetea con mi pezón, haciendo círculos con la yema de su dedo índice—. Un minuto eres toda con clase, distante y hermosa y todo, y luego parece que sólo... te dejaras llevar y algo salvaje sale de ti. Te conviertes en...

—¿Una desvergonzada puta? —sugiero.

Él resopla, pero su dedo sube mi barbilla hacia arriba, así que estoy mirándolo.

—Es curioso, pero no. Eres todo menos eso, Lali. Nunca pienses en ti de esa manera.

—No, estaba bromeando. —Más o menos, pero no voy a admitir la verdad más profunda.

Él lo ve de todos modos, maldito sea.

—Lali. —Sus ojos azules me queman.

Tengo que mirar hacia otro lado.

—Es que... es lo mismo de siempre, Pedro. Una parte de mí no puede superar la idea de que esto está mal. 

Eres su hermano mayor. Lo sé, lo sé. Se ha ido y tengo que superarlo. Nosotros, esto, lo que tú y yo, no está mal. No lo es. Pero la estúpida culpa siempre está ahí.

No responde de inmediato.

—Entiendo, Lali. Lo hago. Sólo... háblame sobre esa mierda, ¿de acuerdo? No bloquees la basura o la presiones hacia abajo. Lo comprenderé.

Asiento con la cabeza contra su pecho, y luego sonrío mientras lo siento comenzar a crecer con fuerza en mi mano. Deslizo mis dedos alrededor de él hasta que agita sus caderas contra mi toque y me deslizo a horcajadas sobre él. Está dentro de mí, deslizándose con facilidad, perfectamente. Estoy sentada en él, levantándome con mis muslos y hundiéndome. Le tomó por sorpresa, y eso me hace marear. Se congela durante unos cuantos golpes, y luego me toma por la cintura y se mueve contra mí.

Luego se vuelve a congelar.

—Tenemos que... tenemos que ponernos uno, nena. —Su mirada es extrañamente intensa—. Lo último que necesitamos ahora es un embarazo.

No me detengo en mi ascenso y caída.

—Estamos bien, cariño. Estoy en control de la natalidad.

—¿Desde cuándo?

Yo frunzo el ceño.

—Desde… siempre. Nunca dejé de tomarla después de... lo que pasó. —Es un momento incómodo. Me inclino sobre él y lo beso—. El punto es que estamos bien. Lo quiero así, que no haya nada entre nosotros.

Acuna mi rostro entre sus manos y devora mi boca.

—Gracias a Dios. He querido sentirte desnuda tan fuerte.

—Yo también.

Y entonces no hay más espacio para las palabras entre nuestros jadeos, gemidos y besos. Nos movemos juntos en una perfecta sincronía, cada movimiento, cada respiración acoplado a la del otro, hasta que nos disolvemos en conjunto, nos venimos juntos.

Cuando estamos enredados sin aliento y resplandeciendo, presiono mis labios a su oreja.

—Te amo, Pedro.

—No lo olvides, cariño.

Resoplo y lo miro.

Me besa suavemente.


—Estoy bromeando, Lali. Te quiero. Mucho

5 comentarios:

  1. me encanta
    massssssssssss
    @ferreyra07

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  2. me encantoooooooooo
    massssss

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  3. Ahhh le contó !!
    La canción la ame están ellos!
    Y me encantan juntos!!
    Para te quiero mucho????
    Ella le dice te amo

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  4. Un te quiero ,no es un te amo.

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