Capitulo 12
Sentirte desnudo
Me despierto con acordes de guitarra y la voz de Pedro. Es borrosa,
llegándome de lejos. Está en el techo. Sacudo el sueño y los enredados rizos de
mis ojos, balanceo mis piernas fuera de su –¿nuestra cama?– y me pongo una camiseta
limpia de la canasta en el piso. Aún está oscuro afuera, pero mientras subo las
escaleras al techo, guitarra en mano, veo barras de gris en el horizonte entre
techos altos y apartamentos. Una o dos horas antes del amanecer, entonces.
Pedro está en su silla, usando pantalones sueltos y una
sudadera vieja y rota Champion, la capucha cayendo por sus hombros, un mechón de
cabello negro entre sus cejas. Sus piernas están subidas, talones desnudos en el
borde. Sus ojos están cerrados, la guitarra en su estómago, sus dedos tocando un lento, dulce
ritmo que me recuerda a algo de City y Colours, pero no lo es. Está cantando
suavemente, su cara cambiando y sus cejas frunciéndose al alcanzar notas altas,
sus expresiones comunicando la intensidad de sus sentimientos mientras canta.
Una taza de café está en el piso junto a él, al alcance,
humeando, y un enorme termo también está cerca para que pueda recargarlo. Me siento
en el borde, con los pies en las escaleras, mirando, escuchando. No puedo
seguir la letra de lo que canta, dado que él es del tipo de cantar murmurando y
suavemente. De vez en cuando, se detiene, se vuelve unos acordes y ajusta la
melodía o el fraseo.
Está escribiendo una canción, me doy cuenta.
Alcanza el final y se inclina por su café, notándome en el
proceso.
—Oh, hey. Espero no haberte despertado.
Me encojo de hombros y voy a sentarme en el sillón.
—Lo hiciste, pero está bien. Me gusta despertarme con tu
voz. — Dios, eso sonó cursi, pero no me importa, especialmente cuando veo los ojos
de Pedro iluminarse—. ¿Qué estás haciendo tan temprano? — pregunto.
Me pasa la taza de café, y la tomo mientras responde.
—Desperté con esta canción en la cabeza. Debía escribirla,
sacarla, ¿sabes?
—Es hermosa, por lo que escuché —digo honestamente.
—Aún no está terminada, pero gracias.
—¿De qué se trata?
Él toca las cuerdas con su pulgar.
—De ti. Nosotros. Vino de algo que te dije anoche.
—¿La tocas para mí?
Él sonríe y sacude su cabeza.
—Nah-ah. No hasta que esté lista. Tenemos un concierto el
jueves. La tocaré para ti entonces.
Fingí un puchero, pero Pedro sólo ríe. Compartimos café y
vemos salir al sol entre los edificios, trabajando en las canciones que interpretaremos.
Estoy feliz, y me niego a dejar que algo lo arruine, ni
siquiera la siempre presente culpa ni el hecho de que aún extraño a Pablo.
Me doy cuenta de que siempre extrañaré a Pablo, una parte de
mí siempre se sentirá culpable sólo por estar viva cuando él no lo está, y eso es
algo con lo que tendré que vivir.
* * *
Es jueves y mis nervios están más altos que nunca. Tengo
estos tres solos esta semana, además de que Pedro tocará su canción nueva por
primera vez. Pasamos por los covers de dúos requeridos de Mumford & Sons,
The Civil Wars, Rosi Golan y eso. Hago mis solos, “Deja que sea yo” de Ray
LaMontagne y mis covers de las canciones de Ella y Billie, que se han
convertido en las favoritas de la multitud en las semanas que llevo tocando con
Pedro.
Y entonces, de inmediato luego del descanso, Pedro aclara su
garganta en el micrófono y toca ajustando su tono. Es su modo de llamar la
atención de la multitud.
—De acuerdo, así que, tengo esta nueva canción —dice—. Es
una original. ¿Alguien quiere oírla?
Yo grito “¡Yo” al micrófono, entonces me retiro a aplaudir
con los demás. Me sonríe, dado que sabe que quiero oírla. Sólo lo he molestado con
que me dé un adelanto cada día de la semana desde la sesión improvisada al
amanecer en el techo.
—Supongo que la tocaré entonces. —Toma un profundo respiro y
lo suelta—. Así que, sí. Se llama “Cayendo en ti” y es sobre Lali, aquí. Es como
una canción de amor, pero no le digan a nadie. Tengo una reputación de chico
malo que mantener, después de todo. —La multitud ríe y festeja, animándolo.
Comienza la melodía en su guitarra, un complicado arreglo de
punteo y acordes. El tono es más complejo ahora, pero reconozco el tema que oí
en el techo. Entonces canta, y me mira a los ojos, y me doy cuenta de que me
está cantando a mí, sólo a mí. Podemos estar frente a una multitud de más de
cien personas, pero estamos completamente solos.
“Toda mi vida parece
Que he estado cayendo
Fallando
Buscando,
Apenas manteniendo mi cabeza sobre el agua
Y entonces un día
Te vi a ti
Parada bajo un árbol caído,
Negándote a llorar.
Pero incluso entonces vi
El peso del dolor escondiéndose en tus ojos,
Y deseé entonces
Allí, bajo ese árbol,
Quitarlo todo.
Pero no tenía palabras para sanarte
No tenía palabras para sanarme
Y ahora que el destino intervino,
Conspiró para traernos juntos,
Más allá de los años entre nosotros,
Más allá del peso del dolor
Detrás de nuestros ojos,
Sin que importen los fantasmas a nuestro alrededor
Como una niebla de almas en pena
Aun estoy tratando de encontrar las palabras para sanarte,
Para sacar tu dolor y hacerlo mío
Para que tus bellos ojos puedan sonreír,
Para que puedas estar en paz.
Y ahora que el destino intervino,
Conspiró para traernos juntos,
No puedo resistir el deseo de tus ojos,
La tentación de tu belleza,
La canción de sirena de tu voz
Susurrando mi nombre
En la comodidad oscura entre mis sábanas.
No puedo resistirte, bebé,
Porque estoy cayendo directo,
Estoy cayendo en ti”.
Para cuando termina la canción, estoy llorando. Buenas
lágrimas, de nuevo. Del tipo cursi y feliz. Olvido por completo que estamos en
el escenario. Me levanto de mi banqueta y me aprieto entre sus piernas, su guitarra
dura entre nosotros, y lo beso profundamente. Enreda su mano en mi pelo en mi
nuca, besándome de vuelta, hasta que la multitud comienza a chillar y animar,
devolviéndonos al presente.
—¿Lo tomo como que te gustó? —pregunta Pedro, susurrando en mi
oído.
Sólo puedo asentir y tratar de recomponerme así podemos
hacer nuestro siguiente número juntos sin perderme.
* * *
Estamos parados en la puerta de mi apartamento, mis brazos alrededor
de su cuello. Estoy en el segundo escalón, él en el piso, así que estoy ojo a ojo con él, mordiéndole el lóbulo
de la oreja mientras trata de convencerme de volver a su apartamento en lugar
de quedarnos aquí.
—Pedro, este es mi apartamento, mi hogar. Pago la renta,
mucha renta, así que tengo que usarlo un poco. Puedes subir conmigo, eso sí.
—Tengo que trabajar por la mañana. Los chicos aparecerán a
las siete para terminar el Hem que estamos reconstruyendo.
—Y yo tengo clases a las ocho. Simplemente nos levantaremos temprano.
—Frunzo el ceño, dándome cuenta de que está haciendo esa cosa donde evade algo
que lo pone incómodo pero no quiere discutirlo—. ¿Qué está pasando en serio
aquí, Pedro? ¿Por qué no quieres quedarte en mi apartamento?
Se encoje de hombros, pero luego me mira a los ojos. —Es
sólo una de esas cosas. Después de no tener hogar por todos esos años, es
difícil para mí estar en otro lugar que no sea el mío. No sé cómo explicarlo,
yo sólo… Me gusta estar en casa. No es que no me guste la tuya, o lo que sea.
Sólo prefiero la mía.
—¿Puedes intentarlo? ¿Por mí? Te quiero en mi cama —No había
pensado en ello hasta ese momento, pero casi todo el tiempo que habíamos pasado
juntos había sido en su casa, o fuera.
—Me quieres en tu cama, ¿ah? —Me sonríe pícaramente.
Lo atraigo más cerca.
—Sí. Y lo digo en todos los sentidos.
—En ese caso, puede que esté dispuesto a probar. Por ti.
—Desliza sus palmas por mi espalda para aplastar mi cuerpo contra el suyo, agarrando
mi trasero y levantándome.
Muerdo su cuello y luego susurro en su oído.
—Valdrá la pena, lo prometo.
—Sé que lo hará. Cualquier momento que paso contigo lo vale.
Incluso si no hacemos nada más que dormir, aún lo vale.
Abro la puerta y lo guío arriba de las escaleras, caminando
hacia atrás. —Haremos mucho más que dormir.
—¿Ah, sí? ¿Cómo qué? —Su voz es profunda, y oscura y llena
de promesas.
—Puede que involucre mi boca y ciertas partes de tu
anatomía.
—Podría disfrutar eso.
—Podrías disfrutar mucho de mí.
No sonríe, pero sus ojos sí.
—Oh, lo haré… Creo que te inclinaré en el sofá y te tomaré
por atrás.
—¿Eso harás? —pregunto.
—Eso haré.
Estamos en mi puerta. Giro la llave en la cerradura y lo
empujo detrás de mí en el apartamento a oscuras. No tengo tiempo para molestarme
con luces. Cierra la puerta de nuevo y empieza a tirar de la camisa por encima
de mi cabeza, empujando mis jeans y las bragas hacia abajo, y luego de alguna manera
está desnudo, como en un instante, y luego su boca está en la mía, gloriosa,
suave y exigente.
Sus manos están en todas partes, en mis pechos, en mi pelo, acariciando
mis pliegues, acariciando mi culo, rozando su pulgar por mi mejilla y sacándome
el pelo de mi boca. Suspiro cuando sus dedos están en mi interior y me toca mi
clítoris, observando de lejos como rompe un condón con los dientes y se lo
desliza sobre sí mismo con una sola mano, escupiendo el envoltorio al suelo.
—¿Lista? —me pregunta, con la voz áspera.
—Tómame —le susurro—. Como quieras.
Doy vueltas en mi lugar, mi respiración se acelera, y mi
corazón late fuertemente. Oh... mierda. No estaba bromeando. Nos ha movido, así
que estoy enfrentada al brazo de mi sillón y me está empujando hacia adelante
con suavidad. Sus manos se deslizan por mis hombros y entrelaza nuestros dedos,
mostrándome cómo preparar mi peso sobre el cojín. Sus dedos de los pies,
separan mis piernas, y me quejo hasta que estoy de pie con las piernas bien
abiertas, inclinada por la cintura, con mi culo en alto.
—Oh dios... —gemí.
—No he hecho nada todavía bebé —gruñe Pedro.
—Lo sé. —Jadeo—. Sólo estaba diciendo tu nombre.
Se ríe, un ruido sordo en su pecho, y luego desliza una mano
sobre mi espalda, debajo de las costillas y hasta mi pecho libremente suspendido,
dónde su enorme mano lo cubre. Aprieta mi pezón, con sus pulgares, pellizca,
enrolla, y ya estoy sin aliento. Entonces la otra mano se desliza por entre mis
muslos para acariciar mis pliegues y estoy perdida. Arqueo mi espalda y levanto
mi culo para darle mejor acceso, cuelgo mi cabeza mientras desliza y me rodea
hasta que llego al clímax.
Mientras me vengo, y un estremecimiento inicial se éxtasis
pasa sobre mí, siento la cabeza de su pene en mi entrada. Aguanto la respiración,
mordiéndome el labio, y luego una segunda onda pasa sobre mí y él lo siente,
sumergiéndose en mí, en la cresta de la ola. Yo grito, mientras me conduce a
casa, enterrándose hasta el cuello con un suave gruñido de satisfacción.
—Dios, Lali. Estás jodidamente increíble. Tan hermosa. Amo
la forma en que levantas el culo para mí. Amo los sonidos que haces cuando te
vienes para mí. Amo tu piel pálida y tu cabello rubio rojizo. — Me acaricia
lentamente, deslizándose profundamente cada vez que dice la palabra
"amo".
Empujo de nuevo en sus embestidas, gritando en voz baja en
cada empuje, gimiendo cuando él lo saca. Continúa de esta manera, lenta, suave
y rítmica.
No es como lo quiero, y él lo sabe. Quiere que pida por
ello. Voy a jugar su juego. Me vuelvo para mirarlo por encima del hombro, mi
pelo haciendo cortinaje a un lado.
—Más fuerte, Pedro.
Sus ojos se cierran un poco y levanta la barbilla
ligeramente, levantando el labio en una mueca.
—¿Lo quieres más fuerte?
—Sí, bebé, lo hago.
—¿Qué tan fuerte?
—Muy fuerte.
—Pídeme que te folle duro, La, bebé.
No me reconozco a mí misma, cuando estoy así, perdida en el momento.
Me gusta esta mujer, sin embargo, esta desvergonzada Lali que pide a su hombre
que la folle. Es muy distinta a la inocente chica de dieciséis años que se
sacudió terriblemente en el Red Roof Inn cuando su primer novio la tocó
tentativamente.
Me muerdo el labio, sólo para volverlo loco, tiro hacia
adelante mientras se retira, después lo golpeo con mi culo, llevándole más profundamente,
fuerte.
—Fóllame, Pedro. Fóllame duro. Fóllame más profundo. Azótame
mientras me follas.
Dios, eso era caliente. Casi no podía pronunciar las
palabras. Pero es lo que quiero, de verdad y con locura. Él, todo de él. Lo
quiero, a Pedro, como es. Áspero, crudo y primitivo, amable, cariñoso y cuidadoso.
Me encanta lo que me hace, cómo me vuelve loca, me hace querer cosas que no
sabía que podría desear.
Pedro lo pierde. Agarra mis caderas con ambas manos, amplía
su posición y se retira hasta que casi está fuera de mí. Tomo una respiración
profunda, anticipándome a la carne temblorosa de sus caderas.
En cambio, se hunde lo más despacio que puede, más tierno de
lo que creía posible, una caricia de su excitación dentro de mí. Una tomadura
de pelo. Y luego, porque no estoy preparada para ello, se estrella contra mí. Grito,
mi cara retorciéndose de placer. Sale lentamente, deslizándose lentamente, dos
y tres veces más, suavemente como un susurro.
Y luego, cuando abro la boca para hablar, se estrella duro,
muy duro, y mis palabras, mi aliento me dejan en un apuro. Ni siquiera puedo respirar,
entonces, porque ha terminado de jugar conmigo. Él está volviendo en mí, me
perfora con una energía salvaje. Todo mi cuerpo se sacude hacia adelante con
cada embestida, y gemidos rotos se liberan de mí en cada una. Los gemidos se
convierten en Sí, y luego en su nombre, cantando con el brutal ritmo de sus caderas.
Me sacude de nuevo hacia él, me hace a un lado, y apenas registro el primer
orgasmo, tan perdida estoy en el placer del dolor, el delicioso golpe de su
cuerpo contra el mío, la forma en que me llena con cada embestida, la forma que
parece que me estira.
Y luego se viene, gruñendo y rugiendo, chocando contra mí, conduciéndose
profundamente en un empuje más duro todavía, casi demasiado, pero no. Nunca
puede ser demasiado duro. Y entonces... oh dios, oh mierda, oh mi dios, vuelve
con el desplazamiento tierno, se inclina sobre mí, besando mi espalda, sus palmas
de las manos en mi culo, sumergiéndose en mí en empujes superficiales que me
golpean en el lugar adecuado para hacerme completamente venir.
Entierro mi cara en las fibras ásperas del sofá y grito
mientras me rompo, en un millón de piezas luminosas que pasan a través de cada célula
de mi cuerpo. Me golpea el cachete de mi culo izquierdo, mientras yo grito, y
mi orgasmo rompe en un pico más alto, y me mezo hacia adelante con un empuje
lento pero de gran alcance en ese lugar perfecto, sincronizado con el azote de
su palma. Él se aleja, da una bofetada en la mejilla derecha en el mismo tiempo
que otra ola arrasa y estoy llorando con la intensidad, conduciéndome de nuevo
en él, colapsando hacia adelante y meciéndome por los espasmos incontrolables.
Calor volcánico y electricidad tritura mi cuerpo, terremotos estremecen mi
cuerpo, centrados en mi interior, bajo mi vientre, muy dentro de mí.
Me acaricia lentamente y luego, ordeña mi clímax hasta que
está suave dentro de mí y soy un charco de una mujer saciada. Tira de mí, me levanta
con sus poderosos brazos y me lleva a mi cama. Se ha ido brevemente y luego
vuelve, me acuna contra él.
—No puedo creer que te guste tan duro como eso —dice.
—¿Por qué no? —le pregunto, trazando patrones en su piel, tocándolo
hacia abajo hasta tomarlo en mi mano, acariciándolo.
—Simplemente pareces tan inocente y delicada.
—Sabes que no soy ninguna de esas cosas, Pedro.
—Sí, lo sé, pero es lo que parece. —Juguetea con mi pezón, haciendo
círculos con la yema de su dedo índice—. Un minuto eres toda con clase,
distante y hermosa y todo, y luego parece que sólo... te dejaras llevar y algo
salvaje sale de ti. Te conviertes en...
—¿Una desvergonzada puta? —sugiero.
Él resopla, pero su dedo sube mi barbilla hacia arriba, así
que estoy mirándolo.
—Es curioso, pero no. Eres todo menos eso, Lali. Nunca
pienses en ti de esa manera.
—No, estaba bromeando. —Más o menos, pero no voy a admitir
la verdad más profunda.
Él lo ve de todos modos, maldito sea.
—Lali. —Sus ojos azules me queman.
Tengo que mirar hacia otro lado.
—Es que... es lo mismo de siempre, Pedro. Una parte de mí no
puede superar la idea de que esto está mal.
Eres su hermano mayor. Lo sé, lo
sé. Se ha ido y tengo que superarlo. Nosotros, esto, lo que tú y yo, no está
mal. No lo es. Pero la estúpida culpa siempre está ahí.
No responde de inmediato.
—Entiendo, Lali. Lo hago. Sólo... háblame sobre esa mierda,
¿de acuerdo? No bloquees la basura o la presiones hacia abajo. Lo comprenderé.
Asiento con la cabeza contra su pecho, y luego sonrío
mientras lo siento comenzar a crecer con fuerza en mi mano. Deslizo mis dedos alrededor
de él hasta que agita sus caderas contra mi toque y me deslizo a horcajadas
sobre él. Está dentro de mí, deslizándose con facilidad, perfectamente. Estoy
sentada en él, levantándome con mis muslos y hundiéndome. Le tomó por sorpresa,
y eso me hace marear. Se congela durante unos cuantos golpes, y luego me toma
por la cintura y se mueve contra mí.
Luego se vuelve a congelar.
—Tenemos que... tenemos que ponernos uno, nena. —Su mirada es
extrañamente intensa—. Lo último que necesitamos ahora es un embarazo.
No me detengo en mi ascenso y caída.
—Estamos bien, cariño. Estoy en control de la natalidad.
—¿Desde cuándo?
Yo frunzo el ceño.
—Desde… siempre. Nunca dejé de tomarla después de... lo que pasó.
—Es un momento incómodo. Me inclino sobre él y lo beso—. El punto es que
estamos bien. Lo quiero así, que no haya nada entre nosotros.
Acuna mi rostro entre sus manos y devora mi boca.
—Gracias a Dios. He querido sentirte desnuda tan fuerte.
—Yo también.
Y entonces no hay más espacio para las palabras entre
nuestros jadeos, gemidos y besos. Nos movemos juntos en una perfecta sincronía,
cada movimiento, cada respiración acoplado a la del otro, hasta que nos disolvemos
en conjunto, nos venimos juntos.
Cuando estamos enredados sin aliento y resplandeciendo,
presiono mis labios a su oreja.
—Te amo, Pedro.
—No lo olvides, cariño.
Resoplo y lo miro.
Me besa suavemente.
—Estoy bromeando, Lali. Te quiero. Mucho
me encanta
ResponderEliminarmassssssssssss
@ferreyra07
Haaa mr encantooo
ResponderEliminarmaass
me encantoooooooooo
ResponderEliminarmassssss
Ahhh le contó !!
ResponderEliminarLa canción la ame están ellos!
Y me encantan juntos!!
Para te quiero mucho????
Ella le dice te amo
Un te quiero ,no es un te amo.
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