Capitulo 6
Espero que les guste, creo que podre subir otros el día de hoy. Les recomiendo que escuchen las canciones que aparecen en el capitulo en lo personal yo estoy obsesionada con la primera no paro de escucharla.
SEGUNDA PARTE
PRESENTE
El Viejo Jack
Dos años más tarde.
Pedro
Estoy sentado en un banco del parque en el borde del Central
Park, tocando música en la calle. Tengo mi estuche en el suelo, junto a mis
pies, un poco de dinero como capital inicial brillante verde contra el marrón
del terciopelo. No había tocado en meses. La tienda me ha mantenido muy
ocupado, demasiadas órdenes, también muchas reconstrucciones y encargos. Pero
esto, el aire abierto y la falta de expectativas, este es el lugar donde vivo.
Donde mi alma vuela. Al igual que mi concierto semanal en el bar de Natalie, no
se trata del dinero, a pesar de que por lo general te da un cambio decente.
Se trata de dejar que la música fluya en mi sangre y en la
guitarra, dejando que se filtre a través de mis cuerdas vocales.
Ajusto una cuerda, pellizcando la sintonía para mi siguiente
canción. Mi cabeza está abajo, inclinada hacia un lado, escuchando el tono
perfecto. Lo consigo, asiento con la cabeza en señal de aprobación.
Comienzo con "I and Love
and You” de los Avett Brothers. Es una canción que siempre atrae
a una multitud. Es más que una canción para mí, la verdad. Es una brillante
pieza musical. Con mucho significado en la letra. Miro hacia arriba después del
primer verso y escaneo la acera en frente de mí. Un hombre mayor en un traje de
negocios con un teléfono contra su oreja, la otra sobre su cinturón caro de
cuero; una mujer joven con el pelo rubio teñido en un moño desordenado, un
chico con su cara sudorosa agarrando su mano, ambos se detuvieron a escuchar,
una pareja gay de hombres jóvenes tomados de la mano, extravagantes, pelo abombados
y pañuelos de colores; tres chicas adolescentes, riendo tontamente, murmurando
entre sí detrás de sus manos ahuecadas, pensando que soy lindo.
Y a ella.
Lali.
Podría escribir una canción, y su nombre sería la música.
Podría cantar, tocar la guitarra, y su cuerpo sería la melodía. Ella está de
pie detrás del resto de la multitud, parcialmente oscurecida, apoyada en un parquímetro,
una bolsa de tela patchwork colgando se su hombro, un vestido verde pálido
hasta sus rodillas y abrazando sus curvas, su cabello rubio fresa recogido en
una trenza casual y colgando sobre un hombro. Piel pálida como el marfil,
impecable que pide a gritos ser acariciada, besada.
No soy un santo. Me he enganchado con otras chicas desde entonces,
pero ellas nunca han sido suficiente.
Nunca he estado bien. Ellas nunca se han quedado mucho
tiempo.
Ahora, aquí está. ¿Por qué? He intentado tan duro olvidarla,
pero su rostro, sus labios, su cuerpo, vislumbrado por debajo de un vestido negro
mojado... me atormenta.
Ella se mordió el labio, preocupación entre sus dientes, sus
ojos gris-verdosos sujetándome al banco. Mierda. Por alguna razón que no puedo
entender, aquel hábito de ella mordiéndose el labio... no puedo soportarlo.
Quiero lanzar abajo la guitarra, acercarme a ella y tomar aquel labio inferior
perfecto redondo y no soltarlo.
Casi vacilo en aquella primera reunión de nuestros ojos,
pero no lo hago. Me encuentro con su mirada, mientras continúo con la canción.
Le estoy cantando, cuando llego al coro final. "Yo... te... amo".
Ella lo sabe. Ella lo ve en mis ojos. Es una locura cantarle
esta canción, pero no puedo parar ahora. La veo mover sus labios, pronunciando
las palabras con las mías. Sus ojos están dolidos, atormentados. Las personas
se colocan delante de ella al moverse y veo un estuche de guitarra apoyado en
sus muslos, la parte inferior redonda plantada en la acera, la palma
estabilizando la parte superior estrecha. No sabía que tocaba.
La canción termina y la gente se aleja, algunas personas
lanzan uno o cinco dólares. El empresario, sigue aún en el teléfono, lanza uno de
cincuenta y una tarjeta de negocios que lo anuncia como productor de un sello
discográfico. Asiento con la cabeza hacia él, y él hace el gesto universal de
"llámame" con la mano libre. Yo podría llamarlo. Pero no lo haría. La
música es una expresión, no un negocio.
Ella se acerca, doblando las rodillas para levantar el
estuche de la guitarra, se desliza sobre el banco a mi lado. Sus ojos nunca
dejan los míos cuando se sienta, abre la cremallera de su estuche, y saca una hermosa
guitarra acústica clásica Taylor. Se muerde el labio de nuevo y a continuación
toca algunas cuerdas, rasgueándolas, y comienza "Barton Hollow".
Me río en voz baja, y veo que el dolor nunca la ha dejado.
Ella lo ha llevado todo este tiempo. Enlazo mi parte a la suya, y luego canto.
Las palabras caen de mis labios con facilidad, pero apenas las escucho. Ella toca
bien y con facilidad, pero está claro que no lleva mucho tiempo tocando. Ella
mira aún sus dedos en el diapasón mientras cambia los acordes, y toca algunas
notas equivocadas. Pero su voz... es pura magia, melodiosa y plata cristalina y
tan dulce.
Atrajimos una gran multitud loca juntos. Decenas de
personas. La calle más allá es bloqueada de la vista por los cuerpos, y puedo
decir que ella se siente incómoda por la atención. Cruza su pierna sobre la
rodilla, saltando con el ritmo, esquiva la cabeza como si quisiera que su pelo
se soltara para así poder esconderse detrás de él. Ella desliza un acorde y pierde
el ritmo. Me giro en la banca para mirarla a los ojos fijamente, le doy un
guiño, reduce la velocidad y acentúa el rasgueo. Ella respira profundamente,
aumentando sus pechos detrás de su Taylor, y encuentra el ritmo conmigo.
La canción termina con el tiempo, demasiado pronto. Yo medio
esperaba que se levantara y guardara la guitarra y se fuera de nuevo, sin intercambiar
una palabra, yéndose otra vez tan misteriosamente como apareció. Ella no es
así, sin embargo. Gracias a Dios por eso. Ella mira a la multitud, se muerde el
labio, y me mira. Espero con la palma de la mano sobre las cuerdas.
Ella suspira, toca unas cuerdas, ociosamente, como
intentando decidirse, y asiente para sí misma, una rápida sacudida de su cabeza
como diciendo: "Sí, voy a hacerlo." Entonces comienza a tocar una melodía
que conozco, pero no la puedo ubicar. Luego canta. Y otra vez, su juego de
guitarra reconocidamente mediocre se desvanece, sustituida por la belleza
impactante de su voz. Ella está cantando "Make You Feel My Love" de
Adele. La canción original es simple y poderosa, solamente con el piano y la
voz única de Adele.
Cuando Lali la canta, ella la toma y la gira, haciéndola
inquietante, triste y con un sonido country. Su registro es bajo, casi
susurrando las palabras.
Y me canta a mí.
Lo cual no tiene sentido alguno. Pero aun así, ella me mira mientras
canta, y puedo ver los años de dolor y culpa en su mirada.
Ella todavía se culpa. Siempre supe que lo hacía, y esperaba
que el tiempo curara eso, pero puedo ver, sin aún haberle hablado, que todavía lleva
ese peso.
Hay oscuridad en esta chica. Casi no quiero estar implicado.
Ella me hará daño. Lo sé. Puedo verlo, lo siento venir. Ella tiene tanto dolor,
tantas grietas, fragmentos y picos en su alma, que puedo cortarme si no tengo
cuidado.
No puedo arreglarla. También lo sé. Y no voy a intentarlo.
He tenido demasiadas chicas santurronas enganchadas conmigo, pensando que me
pueden arreglar.
También sé que no me alejaré. Voy a agarrarme a ella y dejar
que me corte. Soy bueno para el dolor. Soy bueno para sangrar, emocional y físicamente.
Dejé que cantara. No participé, sólo dándole el momento, su momento. La
multitud silbó y aplaudió lanzando dólares en su estuche de guitarra abierto.
Ahora ella espera, observa. Mi turno. Sé que tengo que
elegir mi canción cuidadosamente. Hemos establecido un diálogo, aquí. Tenemos una
conversación a través de música, una discusión en acordes de guitarra, apuntes
cantados y títulos de canción. Rasgueo tonterías y zumbidos mientras pienso.
Entonces esto viene a mí: "Can’t Break Her Fall", de Matt Kearney.
Habla de mí, y es único, una canción que la gente recordará. Y sé que ella me
va a escuchar, escuchará lo que no digo sino cuando lo canto. Medio-cantando,
medio-tocando. Los versos cuentan una fuerte historia tan vívida que de pronto
puedo verla en las letras.
Ella escucha con atención. Su mirada gris-verdosa se
endurece, y sus dientes muerden su labio con fuerza. Ah, sí. Ella me escuchó.
Cojo el temblor en su mano cuando ella pone su guitarra en el estuche y cierra la
cremallera tratando de no tropezar mientras intenta alejarse de mí. Su trenza
saltando detrás de ella, rebotando entre sus omóplatos y sus pantorrillas un
destello blanco pálido en la luz del sol Nueva York. La dejé ir, terminando la
canción, con dos acordes más, luego coloco la guitarra en su estuche y lo
cierro, corro tras ella. Al otro lado de la calle, los taxis amarillos tocando
con impaciencia, el ruido de la ciudad, y entonces baja al metro.
Ella golpea una tarjeta y lucha con el torniquete,
sosteniendo la guitarra torpemente por el mango. Pasa la tarjeta de nuevo, pero
el torniquete no se mueve y está maldiciendo por lo bajo. La gente está haciendo
cola detrás de nosotros, pero es ajena a ellos y a mí que estoy sólo a unos
centímetros de distancia.
Ella sacude su cabeza, deja de luchar, suspira. En aquel
momento, alcanzo por delante de ella, golpeo mi propia tarjeta y con cuidado la
empujo por la puerta. Ella obedece como si estuviera en un sueño, me permite
tomar su guitarra y deslizar las correas por encima de mi hombro, sosteniendo
mi propio estuche fuerte por la manija. La palma de mi mano libre ahuecada en
su espalda baja, llegamos al andén y cogemos su tren. No me mira, no pregunta
si soy yo. Ella solamente lo sabe. Está respirando profundamente aún,
ordenándose a sí misma. La dejo respirar, en silencio.
No se gira para mirarme, pero se inclina hacia atrás, sólo
un poco, su espalda rozando mi pecho. No coloca su peso en mi contra, simplemente
permite un toque de contacto. Se baja después de algunas paradas, y la sigo.
Ella coge otra línea, y seguimos en silencio.
No ha hecho contacto con mis ojos desde que salió corriendo
del banco en Central Park. He estado detrás de ella, simplemente siguiéndola.
Voy tras ella hasta un edificio de apartamentos en Tribeca, por la escalera,
tratando de no mirar su culo balanceándose mientras asciende las escaleras. Es
difícil no hacerlo. Tiene un buen culo, redondo, prieto que se balancea
provocativamente bajo el fino algodón de su vestido de verano. Ella abre la
puerta número 3-14, manteniéndola abierta con la punta del pie y va directa a
la cocina, sin girarse para ver si la sigo sin ser invitado, cosa que hago.
Cierro la puerta detrás de mí, dejó el estuche de su guitarra en el suelo
debajo del interruptor de la luz, detrás de la puerta de entrada al lado de una
pequeña mesa cuadrada apilada con partituras y libros de guitarra y paquetes de
cuerdas de nilón. Mi estuche en el suelo junto a mí en la puerta de entrada a
la cocina.
La veo abrir de un tirón un armario al lado del
refrigerador, saca una botella de Jack, gira el tapón y lo lanza al mostrador.
Su mano tiembla mientras inclina la botella hasta sus labios y aspira tres
veces, largos y duros tragos directamente de la botella. Demonios.
Ella deja la botella violentamente y está de pie con su
cabeza colgando entre sus brazos apoyados en la encimera, un pie estirado detrás
de ella, y el otro flexionado cerca del mostrador en un tramo del corredor.
Ella se estremece con un suspiro, se endereza, se limpia los labios con el
dorso de su mano.
Cruzo el espacio entre nosotros, y no omito la forma en que
se tensa mientras me acerco. Ella deja de respirar cuando coloco mi brazo sobre
su hombro y mi mano agarra la botella, la llevo a mis labios y emparejo sus
tres tirones largos. Esto quema, un dolor familiar.
Finalmente, se da la vuelta, retrocediendo hasta el borde
del mostrador, mirando hacia mí, sus ojos muy abiertos analizándome. De pronto
se ve como un personaje de anime, con los ojos muy amplios y llenos de profunda
emoción. Quiero besarla con todas mis fuerzas, pero no lo hago. Ni siquiera la
toco, aún cuando estoy a escasos centímetros de ella. Sostengo la botella, mi
otra mano apoyada contra la encimera al lado de su codo.
—¿Por qué estás aquí? —pregunta ella. Su voz es un susurro áspero,
quemado por el whisky.
Dejé que una sonrisa torcida inclinara mis labios.
—¿Aquí en tu apartamento? ¿O aquí en Nueva York?
—En mi apartamento. En Nueva York. En mi vida. Aquí. ¿Por
qué estás aquí?
—Vivo en Nueva York. Desde los diecisiete años. Estoy aquí
en tu apartamento porque te he seguido desde Central Park.
—¿Pero por qué?
—Debido a que no habíamos terminado de hablar.
Ella arruga su nariz por la confusión, un gesto tan
adorablemente absurdo que mi aliento tartamudea en mi pecho.
—¿Hablar? Ninguno de los dos dijo una palabra.
—Sigue siendo una conversación. —Inclino la botella a mis
labios y tomo otro trago, sintiendo cuando golpea en mi estómago.
—¿Acerca de qué?
—Dímelo tú.
—No lo sé. —Ella toma la botella de mí, bebe, la tapa y la
guarda en su sitio—. Acerca de... esa noche en el muelle.
Me encojo de hombros, sacudiendo mi cabeza de lado a lado.
—Más o menos, pero no realmente.
—Entonces, ¿de qué crees que estábamos hablando?
—De nosotros.
Se coloca delante de mí de puntillas en sus flip flops,
inclina su cabeza hacia un lado y parte de su cabello sale libre de la trenza.
—No hay un nosotros. Nunca lo hubo y nunca lo habrá.
No respondo, debido a que tiene razón. Sin embargo está equivocada.
Habrá un nosotros. Sólo que no lo ha visto aún. Se resistirá, porque está mal
en muchos niveles. Soy el hermano mayor de su novio muerto. Y ella no sabe nada
de mí. Soy malo para ella. Ella es menor de edad, y no debería alentarla a
beber. Obviamente usa al viejo Jack para adaptarse, y la entiendo muy bien.
Pero sigue teniendo sólo veinte años, es demasiado joven para beber así,
directamente de la botella como un alcohólico hastiado.
Ella termina de destrenzar su pelo y lo sacude hacia fuera,
peina a través de él con sus dedos.
—Debes irte —dice ella, desapareciendo en el dormitorio.
Oigo crujir la tela y caer al suelo—. Tengo
clase.
Soy un sinvergüenza imbécil. Lo sé, ya que sólo un idiota desvergonzado
se movería alrededor de la encimera para ver en su habitación. Qué es lo que
hago. Ella está en un sujetador y bragas a juego, de color rosa con lunares
negros. De espaldas a mí, su redondo culo apretado deliciosamente perfecto en
bragas boyshort. Oh dios, oh dios. Siente mi presencia, y gira su cuello para
mirarme.
—Eres imbécil.
—Deberías haber cerrado la puerta.
—Te dije que te fueras. —Ella mete la mano en un cajón y
saca un par de jeans, metiéndose en ellos.
Ver como se viste una chica es casi tan caliente como verla desvestirse.
—Pero no lo hice y lo sabías.
—Yo no creo que te mire descaradamente vestirte. Puto
pervertido.
Sonrío hacia ella, la sonrisa que mis amigos llaman
baja-bragas.
—No soy un pervertido. Sólo aprecio el arte.
Ella sonríe.
—Dulce, Pedro. Muy dulce.
Sonrío. Nadie me llama Pedro. Nadie. Soy Peter.
—No es una línea, Lali. Es la verdad. —Subo el voltaje de mi
sonrisa, dando un paso hacia ella.
Ella se tensa, agarrando la camiseta azul pálido en sus
manos en puños con sus nudillos blancos.
—¿Qué estás haciendo?
No respondo. Sigo caminando hacia ella, con pasos
premeditados. Me siento como un depredador, un león acechando a su presa. Sus
ojos se amplían, como ojos de gacela. Sus fosas nasales se abren, sus manos retuerce
su camisa, sus pechos se hinchan cuando respira profundamente, hinchándose
hasta que amenazan con salirse. Dios deseo que lo hicieran. Como he dicho, soy
un sinvergüenza.
Ella está dentro de la habitación, que es muy pequeña.
Apenas hay espacio para la cama y el tocador. Estoy a centímetros de ella otra
vez, y probablemente podría ver sus pezones si mirara hacia abajo. Al menos, tratar
de ver una parte de la gran extensión de ese escote de porcelana. Sin embargo
no miro.
Me encuentro con sus ojos, dejando que se muestre el crudo deseo
hirviendo en mi mirada cuando estoy delante de ella. Mi mano roza su hombro
justo al lado de la correa de su sostén mientras agarro el borde de la puerta.
Estoy tan cerca ahora.
Sus pechos están tocando mi pecho, mi brazo tocando tanto su
hombro como su oído. Sus ojos se cierran, rompiendo el contacto, y la escucho
contener su respiración. Ella se comprime ligeramente, la tensión saliendo de
ella, e inclina la cabeza para descansarla en mi brazo.
Abre sus ojos, están brillantes con una renovada
determinación, y se endereza para no tocarme. Tiro de la puerta cerrándola
entre nosotros. Justo antes de salir por su puerta principal, tomo una de mis
tarjetas de visita de la cartera y la coloco en la mesa, encima del paquete de
cuerdas de guitarra. Cierro con fuerza la puerta de su apartamento, para que sepa
que me fui.
El camino de vuelta a la estación de metro y el posterior
viaje a mi apartamento en Queens es largo, proporcionándome mucho tiempo para preguntarme
exactamente en qué carajo me estoy metiendo. Lali es una mala noticia. Ella
tiene grandes daños, un tren de equipaje de un kilómetro de largo.
Y yo también.
Lanzo mi guitarra en la cama y voy abajo a la tienda.
Conecto mi teléfono en los altavoces y pongo "Stillborn" de Black
Label Society’s lo suficientemente fuerte como para ahogar mis pensamientos
mientras me arrojo en el 396 big block que estoy reconstruyendo. Es un clásico Camaro
del 69, que no significaba una mierda para mí hasta que Lali apareció, y luego
todo en lo que puedo pensar es en el Camaro de Pablo, que restauré a partir de
un montón de basura oxidada en algo en perfecto estado, dejado abandonado
cuando me mudé aquí.
Me encantaba ese auto, me dolía mucho dejarlo atrás, pero mi
padre había pagado por él, así que no podía tomarlo. No importaba el dinero que
había gastado en cada pieza, o que yo hubiera pasado sangre, sudor y lágrimas
para restaurarlo. El capital inicial fue de papá, y si me mudaba a Nueva York
en lugar de asistir a Harvard, solo me traía lo comprado por mí. Ese era el
trato.
Al menos Pablo cuidó de él.
Me reí al pensar en las expectativas de papá de que fuera a Harvard.
Él en realidad había pensado que pasaría. Jodidamente absurdo. Incluso ahora,
casi diez años después, no puedo imaginar lo que pasó por su cabeza. Yo encajo
en Harvard como un toro en una tienda de porcelana.
Mis pensamientos vuelven a Lali. Lijar anillos de pistón es
trabajo aburrido, así que por supuesto no puede dejar de pensar en ella. En su cristalina
voz dulce y sus penetrantes ojos verde-gris y en su delicado, estilizado
cuerpo. Maldita sea, estoy en problemas. Sobre todo cuando pienso en el dolor
profundo de su mirada, en la forma desesperada en que bebió el whisky, como si
el entumecimiento era un amigo, y la quemadura fuera un respiro de la realidad.
Conozco ese dolor, y quiero tomarlo de ella. Quiero saber sus pensamientos,
saber lo que la atormenta.
Me refiero, por supuesto que lo sé. Pablo murió, y ella lo
vio morir. Pero eso no es todo realmente. Hay algo más. Otra cosa que la
consume, algo de culpa. Y yo quiero saber cuál es, para poder absorberla. Lo
cual, por supuesto, es imposible, estúpido y temerario.
Alejo el papel de lija de grano 400 para inspeccionar el
anillo, comprobando su rebaje hasta quedar satisfecho. El colector es el siguiente
elemento en el que voy a trabajar, y eso también sólo toma una parte de mi
atención, así que mis pensamientos son libres de vagar nuevamente en la forma
en que ella apoyó su cabeza en mi brazo por un segundo, como si quisiera
dejarse ir, dejarse inclinarse más.
Pero no lo hizo, y no puedo dejar de respetarla por eso,
aunque sé que su fuerza es falsa, apoyada por las vigas inestables del viejo
Jack. Un día, esas vigas se derrumbarán, y su mundo se derrumbará, y sé que tengo
que estar allí cuando eso suceda.
mmmmmmmmmmmaaaaaaaaaaaassssssssssss
ResponderEliminar@x_ferreyra07
Esta muy buena esta novela!
ResponderEliminarMe re enganche! Subí mas si podes!
Flor..
Super hiper bueno el cap
ResponderEliminarMas porfa
Como se llama el autor y el libro
K difícil lo tienen los dos.
ResponderEliminarMe encanto! Mas pr fa!
ResponderEliminarAaa mass
ResponderEliminarAhhhh mas esta nove tiene algo que te engancha en un segundo !
ResponderEliminarAyy ya pasaron años y Lali sigue igualncon la culpa a todo lo que da !!!
Ayyy Peter se enamoró de ella ! Sabe que lo puede lastimar pero no le importa !
Ay Lali sigue sin querer sentir amor por Peter !