Capitulo 10
Silenciando fantasmas
Un mes más tarde.
Las cosas regresaron a algo parecido a la normalidad, salvo
que Pedro aparecería y pasaría un rato. Las cosas volvieron a un estado menos
físico, aunque sentía la misma atracción por él, si no más, y sentía sus ojos sobre
mí con frecuencia. Nos besamos unas pocas veces, pero parece que pusimos una
tácita sujeción al afecto físico. No estoy segura de la razón. No estoy segura
si me gusta eso. Lo quiero. Necesito que me toque.
Asisto a clases en la NYU, corro, trabajo mis turnos como camarera,
y toco música. Y veo a Pedro, pero no lo suficiente. Sobre todo, intento no
volverme loca por mi inminente aceptación o rechazo a la escuela de artes
escénicas. Entre medio de toda la locura de los encuentros con Pedro en el
parque y los acontecimientos posteriores, me las arreglé para olvidar la carta
que estaba por llegar. La carta llega, finalmente, traída junto con todo mi
correo por Pedro. Estoy sentada en el mostrador de la cocina, los pies en una
silla, practicando una canción cuando
Pedro llama a la puerta, entrando a la vez que golpea. Me entrega la pila de
sobres, los que ordeno. La carta de la NYU está en la parte inferior, por supuesto.
Cuando llego hasta ella, mi corazón empieza a latir y dejo caer todo el correo.
—¿De qué se trata? —pregunta Pedro, viendo mi reacción.
—Apliqué a la escuela de artes escénicas en la Universidad.
No es una cosa garantizada, y esta carta me dice si entro o no. —Deslizo mi dedo
bajo la solapa y retiro la única hoja de papel. En ese momento mi coraje falla
y me preocupo, sacudiendo mis manos y chillando como una adolescente—. ¡No
puedo mirar! Léelo por mí —digo, entregándosela.
Pedro lo toma, lo mira, luego lo devuelve.
—No, es tuyo. Léelo. —Hay una expresión rara en su cara, la
cual no puedo interpretar.
—Estoy muy nerviosa —digo—. ¿Por favor? ¿Me la lees?
—Deberías leerlo, bebé. No será lo mismo como tú leyendo la aceptación
por ti misma.
—No sabes si entré —digo, empujándola hacia él, curiosa e
irritada ahora—. ¿Por favor? ¿Por favor, me lo lees?
No debería empujar esto, lo sé. Puedo verlo por la dureza de
sus rasgos que se trata de un problema. Un botón. Pero ahora que lo tenía entre
dientes no iba a dejarlo ir.
—No, Lali. No te lo voy a leer. Es tu carta de aceptación,
no la mía.
Se gira, metiendo un puño en su bolsillo y haciendo sonar
las monedas sueltas.
Está mirando fijamente por la ventana, sus hombros
encorvados, su mandíbula tensa.
—Vamos, Pedro. ¿Cuál es el problema? Quiero compartir esto contigo.
Gira hacia mí, con ojos ardientes, dolidos y enojados.
—¿Quieres saber cuál es el problema? ¡No puedo leer! ¿Sí?
Ese es el problema. No puedo leer.
Regresa a la ventana, los puños curvados a sus costados.
Estoy sorprendida.
—¿Qu-é? ¿No puedes leer? ¿Cómo… para nada? ¿Cómo… cómo es posible?
Me acerco a él por detrás y tentativamente, cautelosamente,
pongo una mano en su hombro.
El músculo de su hombro es una roca debajo de mi mano. No se
da la vuelta cuando habla, y su voz sale tan baja que tengo que esforzarme por
escucharlo.
—Soy disléxico. Severamente. Puedo leer, pero muy, muy mal,
y me toma una jodida eternidad incluso las más simples oraciones. Un idiota de
primer grado puede leer mejor que yo, ¿está bien? Si me siento en un cuarto
completamente en silencio sin ninguna distracción y me concentro por una hora o
dos, podría ser capaz de desentrañar un artículo completo del periódico, el
cual tiene que estar escrito en un nivel de quinto grado o alguna mierda así.
Todo encaja en su lugar ahora.
—Eso es parte de la razón por la que te encuentras aquí, en
Nueva York, ¿verdad? Parte del problema con tus padres.
Menea la cabeza dos veces, un corto e intenso jalón de reconocimiento.
—Sí. Ha sido un gran problema toda mi vida. Cuando era niño,
esa mierda era menos conocida que ahora. Hoy en día, tienes todo tipo de recursos
para chicos con “discapacidad de aprendizaje” como yo. —Usa comillas en el aire
alrededor de la frase—. Tienen IEDs y laboratorios de aprendizaje y tutores y
toda clase de mierdas sensacionales. Cuando era niño, en un distrito rural como
donde crecimos, no tuve nada de eso. Simplemente pensaron que era estúpido. Incluso
mis padres. Me hicieron pruebas y cosas, pero la dislexia nunca fue algo grande
en el radar de las personas, o lo que sea, así que no supieron qué buscar y
cómo explicar cuál era mi problema.
—Todo lo que sé sobre dislexia es que tiene que ver con dificultades
para leer.
Froto mi mano en círculos sobre su hombro de granito.
Él asiente, y finalmente se da la vuelta hacia mí. Trago
saliva con fuerza y decido empujar más allá la barrera entre nosotros. Cierro
las distancias, empujo mi cuerpo al ras del suyo, deslizo mis manos hacia arriba
debajo de sus brazos y me aferro a su espalda. Inclino mi cabeza hacia arriba
para mirarlo, apoyando mi barbilla sobre su pecho. Su aroma y su calor y su
dureza me intoxican, un embriagador golpe de necesidad me atraviesa.
—Sí, básicamente, pero es más que eso —dice—. Es… Nada
escrito tiene sentido para mí. Letras,
números, oraciones, ecuaciones matemáticas…
Todo. Puedo hacer un montón de matemáticas avanzadas en mi cabeza, tengo un
buen vocabulario, entiendo la gramática, pero todo eso tiene que ser oralmente
comunicado. Dime una palabra, lo que significa, y ya es mía. Explícame una idea
matemática y la entiendo, no hay ni un maldito problema. ¿Escríbelo? Nada. Es
como si las cosas se revolvieran, se rearmaran sin ningún sentido. Miro este
papel. — Golpetea la hoja en mi mano con el dedo índice—, y veo las letras. Conozco
el alfabeto, técnicamente puedo leerlo, puedo hacer “run spot run”. Pero cuando
miro el papel, juro que todo es una tontería, simples letras que no tienen
sentido. Tengo que concentrarme en cada letra a la vez, cada palabra,
pronunciarla, entenderlo. Y entonces tengo que volver y juntar las oraciones y
el párrafo y la página, y eso por lo general significa que tengo que esforzarme
todo de nuevo. Es tan jodidamente trabajoso como el infierno.
—Todas las canciones que escribes, las letras…
—Todo está aquí. —Se golpea la cabeza—. Compongo las letras,
la música, todo, en mi cabeza.
Estoy sorprendida.
—¿No tienes nada por escrito en ninguna parte?
Se ríe, una tos áspera.
—No, nena. No ser capaz de leer es bastante malo. No puedo escribir
una mierda tampoco. Es muy difícil.
Mucho más, en realidad, porque empiezo a
escribir lo que está en mi cabeza, pero otras mierdas salen, como tonterías
aleatorias.
—Entonces, ¿lo tienes todo memorizado?
Se encoge de hombros.
—Es como soy. Tengo una estupenda memoria, y musicalmente, tengo
uno de esos oídos perfectos.
Escucho una pieza de música, y puedo tocarla. Las
notas, los acordes, todo tiene sentido para mí tan pronto como lo escucho. Las
cosas mecánicas es de la misma manera. Lo entiendo, instintivamente. Quiero
decir, tuve que aprender cómo hacerlo, al igual que tuve que aprender cómo
tocar la guitarra y usar bien mi voz, pero me viene con naturalidad.
—¿Y tus padres no entendieron nada de esto? —pregunto.
Suspira, y está teñido con un gruñido.
—Dios, odio hablar de esta mierda. —Aparta distraídamente mi
cabello—. No, no lo entendieron. Era su primer hijo. Cometieron errores. Lo
entiendo. Pero no hace que todo lo sucedido fuera menos una putada.
—¿Qué pasó?
Baja su mirada a mis ojos, y parece sacar fuerza de algo que
ve allí.
—Como dije, no pudieron entender cuál era realmente mi problema.
Yo claramente no era como retardado o algo así. Podía hablar bien, podía interactuar
socialmente y atar mis zapatos e identificar colores y patrones y todas esas
cosas, pero cuando las lecciones en la guardería comenzaron a exigir que mirara
cosas en una página escrita, no pude comprenderlo. Eso frustró a todos. Mi
padre en ese momento estaba en ascenso, y tenía grandes aspiraciones. Grandes
planes para mí, su hijo primogénito. Sería su sucesor, un médico o un abogado o
algo igual de fantástico. Había decidido que ese era mi destino, y nada pudo hacerlo
cambiar de idea. Se fue haciendo más y más duro, porque mi comprensión de
lectura y escritura era… nula. Nunca progresé más allá de primer grado, en
realidad. Tuve que trabajar tres veces más duro que los demás para conseguir
hacer mis tareas, pasar los exámenes, todo eso. Apenas estaba pasando, en toda
la escuela. Papá simplemente pensó que yo era vago. Me diría que trabajara más
duro, que no dejara que nada me detuviera. Me empujó, me empujó y me empujó, y
nunca vio realmente el esfuerzo que estaba haciendo para conseguir pasar.
Apenas pasé la escuela intermedia, y me refiero a apenas, y eso se debió a que estudié
y hacía las tareas por literalmente cuatro o cinco horas cada noche. Porque
todo se centra en las respuestas escritas, leer libros de texto. Como dije,
puedo hacerlo, es sólo… tan difícil, casi rayando lo imposible, y toma una
eternidad. Yo era un maldito niño. Quería jugar al fútbol y jugar con mis
amigos, salir, todas las tonterías normales. No pude, porque siempre estaba en
mi maldita habitación, intentando terminar la lectura de diez páginas de
historia o The Giver.
Apoyo mi frente contra su pecho, compungida por él.
—Dios, Pedro.
—Sí, fue horrible. Y papá no lo entendió. No es una mala
persona. Es estupendo, realmente lo es. Cuando no era todo sobre la escuela,
era estupendo conmigo. Pero eso comenzó a eclipsar todo lo demás a medida que
crecía. Para la secundaria, yo estaba enojado. Todo el tiempo. Odiaba la
escuela, odiaba a los profesores y al director y a mis padres y a todos. No
ayudó que cuando cumplí quince, Pablo ya fuera un chico de oro, comportamiento
perfecto, atlético, lleno de amigos y encanto y mierda. Y yo tenía que estudiar
unas seis horas al día para conseguir C y D. la peor jodida parte es que yo
sabía entender los conceptos básicos. Sabía que no era estúpido. Podía escuchar
y entender sobre qué era la lección. Podía escuchar la lección y probablemente
recitar la maldita cosa literal al maestro. Si hubiera sido capaz de dar
exámenes orales, probablemente habría sido un estudiante de A. Pero por
entonces eso no era una opción. —Traza la línea de mi mandíbula con un dedo,
desciende detrás de mi oído, desciende por mi cuello, y por mi clavícula; me estremezco
bajo el calor de su toque—. Tuve un montón de problemas en la escuela porque
estaba muy malditamente enojado, muy frustrado. Y los chicos se burlaban de mí,
por supuesto, porque siempre me metía en problemas y apenas pasaba, por lo que
me metía en muchas peleas.
—Los chicos son terribles en la secundaria.
—No es broma —dice con una sonrisa amarga—. Realmente no me importaban
ellos, en serio. Era la mierda de mis padres lo que me mataba. Pensaban que no
me estaba esforzando lo suficiente, que estaba exagerando mis problemas para salir
de la escuela o algo así. Y esperaban que siguiera sus reglas, siguiera sus
planes. Y ese plan incluía la universidad. Todo lo que yo quería era trabajar
en un garaje, construir coches. Tocar la guitarra. Pero eso no era aceptable.
Estoy empezando a entender.
—Entonces cuando llegó la graduación…
—Mi papá insistía en que tenía que aplicar a todas esas universidades,
Ivy League y todo eso. —Ríe, y esa risa es lúgubre, llena de amargura y vieja
rabia—. ¿La jodida universidad? Apenas me gradué de la secundaria. Apenas podía
leer. Odiaba la escuela. Había terminado con esa mierda. Se lo dije, y no le
importó. Él tiraría de las cuerdas para que mis malas calificaciones no
importaran. Finalmente, sabía que tenía que hacerlo entender. Recuerdo ese día
como si fuera ayer. Despejado, soleado, hermoso día de junio. Me había graduado
hace un par de meses y estaba pasando todo mi tiempo en el garaje, trabajando
en mi Camaro. Él quería que aplicara para Harvard, Columbia y Brown, y yo no iba
a hacerlo. Fue una constante lucha. Finalmente discuto con él en el muelle para
resolverlo. Le dije que no iba a ir a la universidad, nunca. ¿Y la respuesta de
papá? “Entonces estás solo”. Me pagaría mi transporte, me apoyaría, rentaría un
apartamento y todo eso, si iba a la universidad. Si no, no me daría un centavo.
—Pedro deja de hablar, y puedo ver que esta es la parte difícil—. Aquello fue
feo. Él… Peleamos, en serio mal. Me dijo cosas, me dijo que era estúpido y vago.
Él estaba enojado, entiendo eso, pero… es algo que sigue marcando mi vida. Todo
lo que siempre quise fue su aprobación, que viera que tenía otras habilidades,
que era inteligente de otras maneras. Él simplemente no pudo. Como dije, la pelea
se volvió fea se volvió física. Me golpeó, lo golpeé. Corrí. Dejé mi coche, mi
Camaro, el que había pasado jodidos años construyendo desde cero. Dejé todas
mis mierdas. Agarré una mochila y algunas mudas de ropa y todo el dinero que
tenía. Compré un boleto de autobús para Nueva York. Nunca volvía la vista
atrás. Claro, el autobús costó prácticamente cada dólar que tenía, así que para
cuando llegué a la ciudad, estaba quebrado, básicamente un adolescente de
diecisiete años analfabeto con problemas de ira y ningún plan, sin dinero, sin
amigos, sin coche, sin apartamento, nada. Solo una mochila con algunas galletas
y una muda de ropa.
El dolor es su voz es desgarrador. Lo veo en mi mente, un asustado,
enojado y solitario chico forzado a luchar por sobrevivir. Demasiado orgulloso
para regresar a casa, aun si pudiera hacerlo. Enojado, frío, solo, abandonado
en las calles.
—Pedro… Lamento tanto que hayas tenido que pasar por eso.
Escucho a mi voz quebrarse.
Levanta mi barbilla.
—Hey. Nada de lágrimas. No para mí. Lo logré, ¿no?
—Sí, pero no deberías haber tenido que sufrir así.
—Simplemente se encoge de hombres despectivamente, y me echo hacia atrás para mirarlo—.
No, no lo menosprecies. Has logrado tanto. Sobreviviste.
Conseguiste salir de
las calles. Construiste un negocio exitoso de la nada. Lo hiciste todo solo, a
pesar de tu discapacidad de aprendizaje. Creo que eso es increíble. Creo que tú
eres increíble.
Se vuelve a encoger de hombros, poniendo sus ojos en blanco,
claramente incómodo. Pongo mis manos en su cara, amando la sensación de su
barba áspera bajo mis palmas.
—Eres inteligente, Pedro. Lo eres. Eres talentoso. Me
sorprendo por quién eres.
—Me estás avergonzando, La. —Pedro me rodea con sus brazos y
me atrae con fuerza contra su pecho—. Pero gracias por decirlo. Significa más
de lo que piensas. Ahora. ¿Conseguiste entrar o no? Estoy cansado de hablar de
mi mierda.
Levanto la carta detrás de su espalda, leyéndola por encima
de su hombro.
—Sí. Entré.
—Nunca hubo dudas. Orgulloso de ti, La-bebé.
Sonrío en su pecho, inhalando su aroma.
* * *
Trago saliva con fuerza. No estoy segura de poder hacer
esto. Me aferro al cuello de mi guitarra e intento no entrar en pánico.
—¿Lista? —La voz de Pedro llega desde detrás de mí. Su
rodilla empuja la mía.
Asiento.
—Sí. Sí. Puedo hacer esto.
—Puedes hacerlo. Solo sígueme y canta la armonía, ¿bien?
Sólo rasguea el ritmo como lo hemos practicado y deja que todos escuchen la voz
de ángel que tienes, ¿sí?
Vuelvo a asentir, y flexiono mis dedos. Nunca me presenté en
público antes. O sea, actué en la calle unas pocas veces, sola y con Pedro,
pero esto es diferente. Esto… Esto es aterrador. Estamos en el escenario de un
bar, y hay cerca de cien personas mirándonos, esperando a que empecemos.
Conocen a Pedro, están aquí por él, y también les intriga quién soy yo. Sin
presiones.
—Hola todo el mundo. Soy Pete, y esta es Lali. Vamos a tocar
algo de música para ustedes, ¿está bien? —Hay aplausos y algunos silbidos.
Pedro me mira y luego regresa a la multitud—. Sí, sé que
ella es hermosa, chicos, pero está fuera de los límites. Vamos a tocar algo de Avett
Brothers para empezar, creo. Estos
es I Would Be Sad.
Empieza con un complejo arreglo de rasgueos que hace eco al banjo
de la original. Entro en el momento preciso con un simple rasgueo a tiempo y espero por la entrada de la armonía.
El ritmo es sencillo y lo he practicado muchas veces que ya ni siquiera lo
pienso, así que interpreto mi entrada sin problemas. Están asombrados. Mi
voz proporciona un perfecto contrapunto
a la de Pedro, mi claro alto tejiéndose alrededor de la suya ronca y juntos sé
que los tenemos inmersos en un hechizo.
Ajusto el ritmo mientras hacemos la transición a la siguiente
canción, la cual Pedro introduce.
—¿A alguien aquí le gusta City y Colour? —Hay aplausos desenfrenados
de aprobación y les sonríe—. ¡Bien! Entonces les gustará nuestro corte de
Hello, I’m Delaware.
Estoy rasgueando mientras hace la introducción y tocándolo calmada,
pero por dentro estoy gritando como loca de la emoción. En el fondo de mi
cabeza estoy corriendo de regreso al principio, cuando Pedro anunció
básicamente que soy suya. Me gusta eso. Además, les dijo que soy hermosa. Estoy
temblando. Realmente estoy inmersa en la canción de City and Colour, porque
Dallas Green es increíble. Dejo que mi voz siga, no contengo nada. Canto y dejo
que las palabras rueden sobre mí, me atraviesen. Mis nervios se han ido y todo
lo que conozco en la música que está atravesando mis venas, la pura belleza de
la canción y la adrenalina alta de saber que estoy acabando con ella.
La siguiente canción es solo de Pedro. Lo he escuchado practicarla,
así que estoy deseando escucharla realizarla en vivo. Nuestras guitarras están
quietas y Pedro ajusta el volumen de la suya mientras hace la siguiente
introducción.
—Bueno está la hago solo. Probablemente escucharon esta
canción antes, pero no de esta manera. Es, 99Problems, originalmente por el único
Jay-Z. Este arreglo que voy a hacer, sin embargo, fue elaborado por un artista
llamado Hugo. Me gustaría llevarme el crédito por el arreglo, en serio, porque
él es un maldito genio. Así que sí. Espero que les guste.
Hay algunos aplausos, los que se desvanecen cuando empieza
una secuencia agitada de acordes entrecortados como si fueran de tambor. Estoy
mareada de la emoción y orgullosa cuando llega al verso. La primera vez que lo
escuché tocar la canción, no estaba segura de lo que estaba escuchando, porque
era tan única, pero luego la reconocí y fue completamente fantástica. Tiene
razón con respecto a que el arreglo es brillante, porque lo es, completamente.
Muy pronto es mi tuno.
—Son increíbles. El resto de cosas de Hugo son bastante
asesinas también, pero esa es mi pieza favorita de él. De todos modos, Lali va
a hacer un solo para ustedes.
Insistió que yo presentara mi pieza, así que ajusto el
micrófono más cerca y toco los acordes de apertura como precalentamiento.
—Hola chicos, nunca canté un solo como éste antes, así que
sean agradables, ¿ok? Voy a hacer, It’s Time de Imagine Dragons. —Me vuelvo
para mirar a Pedro—. Voy a dedicarte ésta, porque me recuerda mucho a ti.
Cuando estaba corriendo y escuchando mi playlis intentando pensar
qué canción quería tocar para mí solo esta noche, llegó esta canción. Es una
canción impresionante que parece del de los ochenta inspirada para mí, la cual
supe que sería un interesante cover folclórico. Pero era la letra lo que me
llamó la atención, el énfasis en nunca cambiar, en ser quién eres. Pedro ha
pasado por tantas cosas, y ha permanecido fiel a quién era, negándose a cambiar
o ceder simplemente debido a las expectativas de los demás.
Luché con eso por mucho tiempo. Había escogido escuelas y carreras
en base en lo que los otros querían, lo que mis padres querían para mí. Luego
de la muerte de Pablo, no pude escoger, no pude pensar, no pude sentir ningún
deseo por nada. Trabajé para mi padre y fui a la universidad comunitaria
simplemente porque era el camino de menor resistencia. Mi padre siempre contó
con que yo me licenciaría en negocios y trabajaría para él. Nunca había
considerado nada más. Nunca había pensado en mis talentos o deseos, simplemente
seguía sus planes sin cuestionarlo.
Luego Pablo murió, y luego de unos meses, me di cuenta que necesitaba
una salida. Necesitaba algo para distraerme de mi culpa y dolor. La guitarra
llegó casi como una casualidad. Vi un volante clavado a un poste de madera eso
de energía publicitando lecciones de guitarra. El profesor era un hombre mayor,
de cabello cano y barrigón y genial. Fue un profesor talentoso, paciente y
comprensivo. Lo mejor de todo, parecía entender que yo quería pasar unas horas
a la semana alejada de todo. Nunca me hizo preguntas, sólo me instruyó con
fuerza, me empujó, me mantuvo ocupada, no dejándome tiempo para nada más que la
progresión de acordes. Me dio una agresiva agenda de práctica y me reñía si no
me mantenía al día.
El canto pareció ser una extensión natural de tocar la
guitarra. Había aprendido una canción y por supuesto, la había cantado junto
con la guitarra. Con el tiempo me di cuenta que disfrutaba más cantar que tocar
la guitarra, y luego la música en sí se volvió mi escape. Pasaría horas y horas
tocando, cantando, sentada en el muelle mirando el sol ponerse y las estrellas
salir y tocando, negándome a pensar en Pablo, negándome a extrañarlo, negándome
a llorar por él. Había tocado hasta que mis dedos sangraron, cantado hasta que
mi garganta dolió.
Ahora la música es un hilo que me ata a Pedro. Las canciones
que nos tocamos mutuamente son declaraciones. Un debate en curso hecho de notas
musicales.
Así que canto, y dejo que todo salga. Siento los ojos
puestos en mí, siento la mirada de Pedro devorándome. Termino la canción, y la
última nota tiembla en el aire, mi corazón late con fuerza en mi pecho. Hay un momento
de silencio, todos los ojos puestos en mí, caras sorprendidas.
Estoy a punto de volverme loca, ya que nadie está batiendo
palmas, pero entonces todos explotan, gritando, silbando, aplaudiendo, y me doy
cuenta que estaban en silencioso asombro.
Supongo que eso es algo bueno.
Cuando el ruido se desvanece un poco, Pedro atrae el
micrófono a sus labios y habla de frente a mí pero hablando con la audiencia.
—Maldición, Lali. Eso fue increíble. En serio.
Escucho la tensión en su voz, veo la emoción en sus ojos. Lo
está ocultando muy bien, pero lo conozco y puedo sentirlo irradiando de él. Ambos
dejamos que un tenso momento en silencio pase, entonces. Ambos sabemos qué
canción sigue, y estamos nerviosos.
—Nunca he tocado esta canción para nadie antes —dice Pedro, sujetando
la cejilla de sus cuerdas—. Es… una canción profundamente personal que escribí
hace mucho, mucho tiempo. Lali ha estado fastidiándome…,o sea, animándome, a
que toque esta canción en vivo hace semanas, y finalmente me di por vencido.
Así que… Sí. Aquí está. Nunca le di un título, pero supongo que podemos
llamarla… One More
Hour. Espero que les guste.
Puedo ver lo difícil que le resulta. La melodía que toca en
la guitarra es lenta y pesada y ondulante y melancólica. Luego canta la canción
de cuna, y Dios, el bar está tan silencioso que uno puede escuchar un alfiler
caer entre los acordes y las notas cantadas. Nadie se está moviendo, nadie
siquiera está respirando. Practicamos esto juntos.
Él tocaría solo si yo hacía el apoyo y la armonía, así que
eso es lo que estoy haciendo. Canto algunos coros para él y toco algunos ritmos
básicos, pero lo sigo en tonos bajos y silenciosos para que él sea quien se destaque.
Y se está destacando. Por completo. Veo ojos conmovidos, gargantas apretarse.
Hay lágrimas. Puedes escuchar lo intensamente personal que es esta canción para
Pedro, está claro en la pasión de su voz. Está cantando para si mismo, otra vez.
Es el chico perdido una vez más, solo en las calles de Nueva York.
Me conmuevo
por él nuevamente, quiero estrecharlo, besarlo, decirle que no está solo. Nuevamente,
la barra está absolutamente silenciosa y quieta cuando la última nota cuelga en
el aire, y luego se pone salvaje.
Un par más de canciones populares que Pedro me enseñó, y
luego hacemos Barton Hollow juntos, nuestro último número para el set. Estoy eufórica,
temblando de la emoción. Apliqué para la universidad de artes escénicas por capricho, como un acto de
rebeldía, comunicándoles a mis padres que yo iba a hacer las cosas a mi manera.
Nunca realmente lo había hecho antes.
Ahora…Estoy enganchada.
Pedro recibe nuestro pago y salimos apresurados. No puedo
ver la mirada de su cara, pero puedo ver la tensión en su lenguaje corporal. Estoy
nerviosa mientras estamos parados lado a lado en el metro, las guitarras en sus
suaves estuches cuelgan en nuestras espaldas, las manos estrechando el pasamano junto a nuestras
cabezas. Está en silencio, y no estoy segura de si está molesto, enojado por
algo, emocionado por el espectáculo. No puedo leerlo, y eso me está
poniendo nerviosa.
Extiendo la mano y tomo la suya, entrelazando nuestros
dedos. Me mira, a nuestras manos unidas, y luego de vuelta a mí. Su rostro se suaviza.
—Lo siento, solo estoy… Tocar esa canción fue difícil. Estoy
distraído supongo. No soy muy buena compañía.
Me acerco a él, presionándome a su lado.
—Sé que lo fue, Pedro. Estoy orgullosa de ti. Estuviste en
serio increíble. Las personas estaban llorando.
Deja ir mi mano y envuelve su brazo alrededor de mi cintura,
acercándome aún más. Sus palmas yacen en la protuberancia de mi cadera, y de
repente el metro desaparece, reemplazado por la conciencia iluminándose de él,
de su calor, sus músculos. Su toque es fuego, chamuscando las capas de ropa
entre nosotros hasta que casi puedo sentir su piel sobre la mía. Necesito eso.
Necesito estar piel contra piel, calor contra calor. Hemos estado bailando
alrededor de ello por mucho tiempo, y el ligero sabor que tuve de él no fue
suficiente. Necesito más.
No sé por qué él ha mantenido las distancias entre nosotros,
pero he terminado con eso. He seguido el juego, frenando nuestros besos cuando él
lo hace, sin empujarlo. Los besos recientemente han sido casi platónicos,
toques rápidos de nuestros labios solo ocasionalmente empujando a algo más. Al reino
del calor y la necesidad. Ahora mi cuerpo está cantando por su cercanía, mi
mente y corazón zumbando por el subidón después del espectáculo, en todo lo que
puedo pensar, todo lo que puedo sentir es él, y mi deseo por él. Sus dedos se
clavan en la carne de mi cadera, y sus ojos queman en los míos, llamas cobalto
se cierran sobre mí. Sé que él también lo siente.
Muerdo mi labio, sabiendo lo que eso le hace a él. Sus ojos
tienen los párpados entrecerrados y su pecho se hincha, sus dedos se aprietan sobre
mí aún más hasta que casi es doloroso, emocionándome también.
—Vas a venir —dice.
Es una orden, no una pregunta. Asiento, sin nunca quitar mis
ojos de él.
—Voy a ir —afirmo. Me inclino más cerca, presionando mis
labios en la concha de su oreja—. Sin contenerse esta noche.
Lo escucho sisear, aspirar el aire.
—¿Estás segura?
Su voz es un retumbo que siento en mi pecho.
—Dios, sí. —Necesito que entienda—. Por favor.
Ríe, pero no es una risa cargada de humor. Es un sonido depredador,
lleno de promesas eróticas.
—La, bebé… No tienes que rogarme.
Me ruborizo con algo parecido a la vergüenza.
—Estoy rogando, sin embargo. Me has hecho esperar por mucho tiempo.
Y necesito esto.
Sus ojos son ardientes, tan penetrantemente azules que me
quitan la respiración.
—Te estaba dando espacio y tiempo. No creía que estuvieras
lista. No era yo mismo, no totalmente.
—Lo entiendo, y lo agradezco. Pero ahora estoy diciendo… No
más espacio. No más tiempo.
Sus manos descienden, deslizándose alrededor ligeramente, y ahora
está casi-pero-no-completamente ahuecando mi trasero.
—Solo quería que estuvieras segura. Sin preguntas, sin vacilaciones.
Quiero hacerlo bien.
Apoyo mi frente contra su hombro, luego levanto mi rostro
para mirarlo.
—Estoy lista. Muy lista. Asustada, sí. Pero lista.
Vuelve a reírse.
—Crees que estás lista pero no lo estás. —Su voz se vuelve
ronca— Aunque lo estarás, nena. Me aseguraré de eso.
Y oh Dios, oh mi Dios, la amenaza, la promesa de su voz es suficiente
para tenerme apretando mis muslos para mantener la humedad dentro.
—Deja de morder tus malditos labios antes de pierda el control
aquí en el tren —gruñe Pedro. Lentamente deslizo mi labio de entre mis dientes,
provocándolo con mi obediencia—. ¿Por qué demonios eso es tan caliente?
Parece realmente confundido por su propia reacción. Arqueo
mi espalda y respiro hondo, aplastando mis pechos contra él. Estamos en el
metro rodeados d personas, pero ellos son ajenos y no me importan. Estoy
atrapada en mi propia necesidad, ardiendo con las llamas del deseo. Mi sentido
común se ha ido, mis restricciones evaporadas.
—Basta, Lali. —Pedro me sacude contra él, y ahora estoy aplastada
frente a frente con él. Puedo sentir su deseo en mi vientre, duro y enorme—.
Deja de joder conmigo. Eres sexy y te quiero. Punto aclarado.
Pongo ojos inocentes hacia él.
—No estoy dejando un punto claro, Pedro. —Me inclino más
cerca, susurrándolo en su oído, mi respiración suave—. Estoy caliente.
Me siento cursi y ridícula diciendo eso, pero es lo que me
sale, y es cierto.
Pedro no se ríe como pensé que lo haría.
—Maldición, La. Estás en serio tentando mi control. Estoy a punto
de empujar mi lengua en tu garganta aquí mismo en el tren.
Con ojos grandes e
inocentes nuevamente.
—No me escucharías quejarme.
Y muerdo mi labio,
solo para persuadirlo de casa. Su mandíbula se tensa y ambas manos rodean mi
cintura para aferrar mi trasero. Oh Dios, me gusta eso. Me encantan sus manos
en mi trasero. Mi falda de lápiz negro larga hasta el tobillo es de algodón
fino, y puedo sentir los callos de sus manos rascando el tejido. Puedo sentir
el poder crudo en sus manos mientras me agarra, me estrecha contra su cuerpo
duro.
Su boca desciende sobre la mía, con fuerza y ruda, y sus
dientes toman mi labio inferior, mordiendo, voraces, devorando. Su lengua se desliza
entre mis dientes, sus labios se mueven sobre los míos. Gimo suavemente, y
luego estoy ardiente por la lujuria. Le devuelvo el beso, pero “beso” no es la
palabra adecuada. Un beso es labios tocándose, lenguas jugando. Esto…
Esto es follar, pero con nuestras bocas. Es crudo y
primitivo y hambriento.
—Consigan una habitación, maldita sea —dice la voz
exasperada de una mujer detrás de nosotros, y es un testamento a lo erótico del
momento que un neoyorquino esté dispuesto a decir algo en protesta. No muchos
neoyorquinos lo dejan pasar, he descubierto.
El tren se detiene y la mano de Pedro está en la parte baja
de mi espalda, empujándome hacia adelante. Subimos las escaleras hasta el nivel
de la calle, y su brazo me aferra cerca de su cuerpo. Me apresura por la calle
y dentro de su tienda oscurecida. En el camino a través del garaje, soy
brevemente asaltada por el aroma de la grasa, cigarrillos, sudor y todas las
cosas de Pedro. Es un olor maravilloso, un aroma que de alguna manera está
empezando a significar un hogar para mí. El pensamiento es aterrador pero
estimulante al mismo tiempo.
Subimos por la estrecha escalera, su mano sobre la curva de
mi cadera, no en mi trasero, ni en mi cintura. Su duro calor está cerca detrás
de mí, y mi sangre está latiendo fuerte en mi oído. Las escaleras parecen
interminables. Estoy a un latido de distancia de girar en el lugar y derribarlo
aquí mismo en las escaleras.
La lujuria es abrumadora.
Es un hambre, una necesidad rasgueando por cada poro de mi
ser. Necesito su cuerpo, sus manos, su boca, sus labios. Necesito mis dedos en
su cabello, trazar los contornos de su enorme y sólido cuerpo, disfrutando de los contrastes que lo
componen, músculos duros, piel sedosa,
callos ásperos, cabello suave, labios húmedos y sobresaliente virilidad y manos
errantes.
Necesito a todo de él, y lo necesito ahora.
Estoy mojada y temblando entre mis piernas, adolorida,
palpitante. Gracias a Dios finalmente estamos en la puerta y el pestillo está siendo
abierto con un definitivo clic y estoy atrapada en sus brazos, girada,
presionada contra la puerta, aplastada entre la madera dura y áspera de la
puerta y los músculos más fuertes de Pedro.
Exactamente donde quiero estar.
Envuelvo mis piernas alrededor de su cintura, tomo su cara
con barba incipiente entre mis manos y atrapo su boca con la mía, profundizando
en un beso febril.
Todavía siento al fantasma de Pablo golpeando contra mi
alma, el espíritu de mi culpa y dolor. Lo ignoro, dejando que me acose. Dejando
que se enfurezca.
Las manos de Pedro acarician mi espalda, debajo de mi
trasero, entrelazándose a través de mi
cabello, y el fantasma está calmado. Él se
echa hacia atrás y busca mis ojos con sus brillantes ojos zafiro, y veo
sus propios fantasmas intentando abrirse camino.
Ambos estamos siendo perseguidos por los espectros de
nuestro pasado, pero tenemos que seguir adelante en algún momento y la fuerza de
la voz de nuestra culpa ser silenciada.
Ahora es ese momento.
Aa me encantooo maas
ResponderEliminarAhhh! Muy buen cap !!
ResponderEliminarCada vez entendemos más porque es así Peter !
Ay noo todo lo que paso! Yo pensé que tipo era el chavo rebelde que se hiba de casa y así, pero que por su dislexia su papa lo deje solo porque fue lo que hizo lo abandonó nunca busco ayuda o intento saber que le pasaba!!!
Por eso estuvo solo si comida ni dinero por eso es así con sus papas!
Lo dejaron solo cuando lo necesitaba!
Ay una ternura en el momento que cantaron juntos! Fue todo conexión entre ellos!
Ahhh vamos que dejen todos sus pasado atrás cada fantasma que tiene cada uno a un lado y se permitan ser felices !!!
Más me Enamore de esta adaptación muuuuy buena! Más
Durísima la vida d Peter,pero supo salir adelante solo.
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