jueves, 12 de junio de 2014

Capitulo 10

Capitulo 10


Silenciando fantasmas

Un mes más tarde.

Las cosas regresaron a algo parecido a la normalidad, salvo que Pedro aparecería y pasaría un rato. Las cosas volvieron a un estado menos físico, aunque sentía la misma atracción por él, si no más, y sentía sus ojos sobre mí con frecuencia. Nos besamos unas pocas veces, pero parece que pusimos una tácita sujeción al afecto físico. No estoy segura de la razón. No estoy segura si me gusta eso. Lo quiero. Necesito que me toque.

Asisto a clases en la NYU, corro, trabajo mis turnos como camarera, y toco música. Y veo a Pedro, pero no lo suficiente. Sobre todo, intento no volverme loca por mi inminente aceptación o rechazo a la escuela de artes escénicas. Entre medio de toda la locura de los encuentros con Pedro en el parque y los acontecimientos posteriores, me las arreglé para olvidar la carta que estaba por llegar. La carta llega, finalmente, traída junto con todo mi correo por Pedro. Estoy sentada en el mostrador de la cocina, los pies en una silla,  practicando una canción cuando Pedro llama a la puerta, entrando a la vez que golpea. Me entrega la pila de sobres, los que ordeno. La carta de la NYU está en la parte inferior, por supuesto. Cuando llego hasta ella, mi corazón empieza a latir y dejo caer todo el correo.

—¿De qué se trata? —pregunta Pedro, viendo mi reacción.

—Apliqué a la escuela de artes escénicas en la Universidad. No es una cosa garantizada, y esta carta me dice si entro o no. —Deslizo mi dedo bajo la solapa y retiro la única hoja de papel. En ese momento mi coraje falla y me preocupo, sacudiendo mis manos y chillando como una adolescente—. ¡No puedo mirar! Léelo por mí —digo, entregándosela.

Pedro lo toma, lo mira, luego lo devuelve.

—No, es tuyo. Léelo. —Hay una expresión rara en su cara, la cual no puedo interpretar.

—Estoy muy nerviosa —digo—. ¿Por favor? ¿Me la lees?

—Deberías leerlo, bebé. No será lo mismo como tú leyendo la aceptación por ti misma.

—No sabes si entré —digo, empujándola hacia él, curiosa e irritada ahora—. ¿Por favor? ¿Por favor, me lo lees?

No debería empujar esto, lo sé. Puedo verlo por la dureza de sus rasgos que se trata de un problema. Un botón. Pero ahora que lo tenía entre dientes no iba a dejarlo ir.

—No, Lali. No te lo voy a leer. Es tu carta de aceptación, no la mía.

Se gira, metiendo un puño en su bolsillo y haciendo sonar las monedas sueltas.

Está mirando fijamente por la ventana, sus hombros encorvados, su mandíbula tensa.

—Vamos, Pedro. ¿Cuál es el problema? Quiero compartir esto contigo.

Gira hacia mí, con ojos ardientes, dolidos y enojados.

—¿Quieres saber cuál es el problema? ¡No puedo leer! ¿Sí? Ese es el problema. No puedo leer.

Regresa a la ventana, los puños curvados a sus costados.

Estoy sorprendida.

—¿Qu-é? ¿No puedes leer? ¿Cómo… para nada? ¿Cómo… cómo es posible?

Me acerco a él por detrás y tentativamente, cautelosamente, pongo una mano en su hombro.
El músculo de su hombro es una roca debajo de mi mano. No se da la vuelta cuando habla, y su voz sale tan baja que tengo que esforzarme por escucharlo.

—Soy disléxico. Severamente. Puedo leer, pero muy, muy mal, y me toma una jodida eternidad incluso las más simples oraciones. Un idiota de primer grado puede leer mejor que yo, ¿está bien? Si me siento en un cuarto completamente en silencio sin ninguna distracción y me concentro por una hora o dos, podría ser capaz de desentrañar un artículo completo del periódico, el cual tiene que estar escrito en un nivel de quinto grado o alguna mierda así.

Todo encaja en su lugar ahora.

—Eso es parte de la razón por la que te encuentras aquí, en Nueva York, ¿verdad? Parte del problema con tus padres.

Menea la cabeza dos veces, un corto e intenso jalón de reconocimiento.

—Sí. Ha sido un gran problema toda mi vida. Cuando era niño, esa mierda era menos conocida que ahora. Hoy en día, tienes todo tipo de recursos para chicos con “discapacidad de aprendizaje” como yo. —Usa comillas en el aire alrededor de la frase—. Tienen IEDs y laboratorios de aprendizaje y tutores y toda clase de mierdas sensacionales. Cuando era niño, en un distrito rural como donde crecimos, no tuve nada de eso. Simplemente pensaron que era estúpido. Incluso mis padres. Me hicieron pruebas y cosas, pero la dislexia nunca fue algo grande en el radar de las personas, o lo que sea, así que no supieron qué buscar y cómo explicar cuál era mi problema.

—Todo lo que sé sobre dislexia es que tiene que ver con dificultades para leer.

Froto mi mano en círculos sobre su hombro de granito.

Él asiente, y finalmente se da la vuelta hacia mí. Trago saliva con fuerza y decido empujar más allá la barrera entre nosotros. Cierro las distancias, empujo mi cuerpo al ras del suyo, deslizo mis manos hacia arriba debajo de sus brazos y me aferro a su espalda. Inclino mi cabeza hacia arriba para mirarlo, apoyando mi barbilla sobre su pecho. Su aroma y su calor y su dureza me intoxican, un embriagador golpe de necesidad me atraviesa.

—Sí, básicamente, pero es más que eso —dice—. Es… Nada escrito tiene sentido para mí. Letras, 
números, oraciones, ecuaciones matemáticas… Todo. Puedo hacer un montón de matemáticas avanzadas en mi cabeza, tengo un buen vocabulario, entiendo la gramática, pero todo eso tiene que ser oralmente comunicado. Dime una palabra, lo que significa, y ya es mía. Explícame una idea matemática y la entiendo, no hay ni un maldito problema. ¿Escríbelo? Nada. Es como si las cosas se revolvieran, se rearmaran sin ningún sentido. Miro este papel. — Golpetea la hoja en mi mano con el dedo índice—, y veo las letras. Conozco el alfabeto, técnicamente puedo leerlo, puedo hacer “run spot run”. Pero cuando miro el papel, juro que todo es una tontería, simples letras que no tienen sentido. Tengo que concentrarme en cada letra a la vez, cada palabra, pronunciarla, entenderlo. Y entonces tengo que volver y juntar las oraciones y el párrafo y la página, y eso por lo general significa que tengo que esforzarme todo de nuevo. Es tan jodidamente trabajoso como el infierno.

—Todas las canciones que escribes, las letras…

—Todo está aquí. —Se golpea la cabeza—. Compongo las letras, la música, todo, en mi cabeza.

Estoy sorprendida.

—¿No tienes nada por escrito en ninguna parte?

Se ríe, una tos áspera.

—No, nena. No ser capaz de leer es bastante malo. No puedo escribir una mierda tampoco. Es muy difícil. 
Mucho más, en realidad, porque empiezo a escribir lo que está en mi cabeza, pero otras mierdas salen, como tonterías aleatorias.

—Entonces, ¿lo tienes todo memorizado?

Se encoge de hombros.

—Es como soy. Tengo una estupenda memoria, y musicalmente, tengo uno de esos oídos perfectos. 
Escucho una pieza de música, y puedo tocarla. Las notas, los acordes, todo tiene sentido para mí tan pronto como lo escucho. Las cosas mecánicas es de la misma manera. Lo entiendo, instintivamente. Quiero decir, tuve que aprender cómo hacerlo, al igual que tuve que aprender cómo tocar la guitarra y usar bien mi voz, pero me viene con naturalidad.

—¿Y tus padres no entendieron nada de esto? —pregunto.

Suspira, y está teñido con un gruñido.

—Dios, odio hablar de esta mierda. —Aparta distraídamente mi cabello—. No, no lo entendieron. Era su primer hijo. Cometieron errores. Lo entiendo. Pero no hace que todo lo sucedido fuera menos una putada.

—¿Qué pasó?

Baja su mirada a mis ojos, y parece sacar fuerza de algo que ve allí.

—Como dije, no pudieron entender cuál era realmente mi problema. Yo claramente no era como retardado o algo así. Podía hablar bien, podía interactuar socialmente y atar mis zapatos e identificar colores y patrones y todas esas cosas, pero cuando las lecciones en la guardería comenzaron a exigir que mirara cosas en una página escrita, no pude comprenderlo. Eso frustró a todos. Mi padre en ese momento estaba en ascenso, y tenía grandes aspiraciones. Grandes planes para mí, su hijo primogénito. Sería su sucesor, un médico o un abogado o algo igual de fantástico. Había decidido que ese era mi destino, y nada pudo hacerlo cambiar de idea. Se fue haciendo más y más duro, porque mi comprensión de lectura y escritura era… nula. Nunca progresé más allá de primer grado, en realidad. Tuve que trabajar tres veces más duro que los demás para conseguir hacer mis tareas, pasar los exámenes, todo eso. Apenas estaba pasando, en toda la escuela. Papá simplemente pensó que yo era vago. Me diría que trabajara más duro, que no dejara que nada me detuviera. Me empujó, me empujó y me empujó, y nunca vio realmente el esfuerzo que estaba haciendo para conseguir pasar. Apenas pasé la escuela intermedia, y me refiero a apenas, y eso se debió a que estudié y hacía las tareas por literalmente cuatro o cinco horas cada noche. Porque todo se centra en las respuestas escritas, leer libros de texto. Como dije, puedo hacerlo, es sólo… tan difícil, casi rayando lo imposible, y toma una eternidad. Yo era un maldito niño. Quería jugar al fútbol y jugar con mis amigos, salir, todas las tonterías normales. No pude, porque siempre estaba en mi maldita habitación, intentando terminar la lectura de diez páginas de historia o The Giver.

Apoyo mi frente contra su pecho, compungida por él.

—Dios, Pedro.

—Sí, fue horrible. Y papá no lo entendió. No es una mala persona. Es estupendo, realmente lo es. Cuando no era todo sobre la escuela, era estupendo conmigo. Pero eso comenzó a eclipsar todo lo demás a medida que crecía. Para la secundaria, yo estaba enojado. Todo el tiempo. Odiaba la escuela, odiaba a los profesores y al director y a mis padres y a todos. No ayudó que cuando cumplí quince, Pablo ya fuera un chico de oro, comportamiento perfecto, atlético, lleno de amigos y encanto y mierda. Y yo tenía que estudiar unas seis horas al día para conseguir C y D. la peor jodida parte es que yo sabía entender los conceptos básicos. Sabía que no era estúpido. Podía escuchar y entender sobre qué era la lección. Podía escuchar la lección y probablemente recitar la maldita cosa literal al maestro. Si hubiera sido capaz de dar exámenes orales, probablemente habría sido un estudiante de A. Pero por entonces eso no era una opción. —Traza la línea de mi mandíbula con un dedo, desciende detrás de mi oído, desciende por mi cuello, y por mi clavícula; me estremezco bajo el calor de su toque—. Tuve un montón de problemas en la escuela porque estaba muy malditamente enojado, muy frustrado. Y los chicos se burlaban de mí, por supuesto, porque siempre me metía en problemas y apenas pasaba, por lo que me metía en muchas peleas.

—Los chicos son terribles en la secundaria.

—No es broma —dice con una sonrisa amarga—. Realmente no me importaban ellos, en serio. Era la mierda de mis padres lo que me mataba. Pensaban que no me estaba esforzando lo suficiente, que estaba exagerando mis problemas para salir de la escuela o algo así. Y esperaban que siguiera sus reglas, siguiera sus planes. Y ese plan incluía la universidad. Todo lo que yo quería era trabajar en un garaje, construir coches. Tocar la guitarra. Pero eso no era aceptable.

Estoy empezando a entender.

—Entonces cuando llegó la graduación…

—Mi papá insistía en que tenía que aplicar a todas esas universidades, Ivy League y todo eso. —Ríe, y esa risa es lúgubre, llena de amargura y vieja rabia—. ¿La jodida universidad? Apenas me gradué de la secundaria. Apenas podía leer. Odiaba la escuela. Había terminado con esa mierda. Se lo dije, y no le importó. Él tiraría de las cuerdas para que mis malas calificaciones no importaran. Finalmente, sabía que tenía que hacerlo entender. Recuerdo ese día como si fuera ayer. Despejado, soleado, hermoso día de junio. Me había graduado hace un par de meses y estaba pasando todo mi tiempo en el garaje, trabajando en mi Camaro. Él quería que aplicara para Harvard, Columbia y Brown, y yo no iba a hacerlo. Fue una constante lucha. Finalmente discuto con él en el muelle para resolverlo. Le dije que no iba a ir a la universidad, nunca. ¿Y la respuesta de papá? “Entonces estás solo”. Me pagaría mi transporte, me apoyaría, rentaría un apartamento y todo eso, si iba a la universidad. Si no, no me daría un centavo. —Pedro deja de hablar, y puedo ver que esta es la parte difícil—. Aquello fue feo. Él… Peleamos, en serio mal. Me dijo cosas, me dijo que era estúpido y vago. Él estaba enojado, entiendo eso, pero… es algo que sigue marcando mi vida. Todo lo que siempre quise fue su aprobación, que viera que tenía otras habilidades, que era inteligente de otras maneras. Él simplemente no pudo. Como dije, la pelea se volvió fea se volvió física. Me golpeó, lo golpeé. Corrí. Dejé mi coche, mi Camaro, el que había pasado jodidos años construyendo desde cero. Dejé todas mis mierdas. Agarré una mochila y algunas mudas de ropa y todo el dinero que tenía. Compré un boleto de autobús para Nueva York. Nunca volvía la vista atrás. Claro, el autobús costó prácticamente cada dólar que tenía, así que para cuando llegué a la ciudad, estaba quebrado, básicamente un adolescente de diecisiete años analfabeto con problemas de ira y ningún plan, sin dinero, sin amigos, sin coche, sin apartamento, nada. Solo una mochila con algunas galletas y una muda de ropa.

El dolor es su voz es desgarrador. Lo veo en mi mente, un asustado, enojado y solitario chico forzado a luchar por sobrevivir. Demasiado orgulloso para regresar a casa, aun si pudiera hacerlo. Enojado, frío, solo, abandonado en las calles.

—Pedro… Lamento tanto que hayas tenido que pasar por eso.

Escucho a mi voz quebrarse.

Levanta mi barbilla.

—Hey. Nada de lágrimas. No para mí. Lo logré, ¿no?

—Sí, pero no deberías haber tenido que sufrir así. —Simplemente se encoge de hombres despectivamente, y me echo hacia atrás para mirarlo—. No, no lo menosprecies. Has logrado tanto. Sobreviviste. 
Conseguiste salir de las calles. Construiste un negocio exitoso de la nada. Lo hiciste todo solo, a pesar de tu discapacidad de aprendizaje. Creo que eso es increíble. Creo que tú eres increíble.

Se vuelve a encoger de hombros, poniendo sus ojos en blanco, claramente incómodo. Pongo mis manos en su cara, amando la sensación de su barba áspera bajo mis palmas.

—Eres inteligente, Pedro. Lo eres. Eres talentoso. Me sorprendo por quién eres.

—Me estás avergonzando, La. —Pedro me rodea con sus brazos y me atrae con fuerza contra su pecho—. Pero gracias por decirlo. Significa más de lo que piensas. Ahora. ¿Conseguiste entrar o no? Estoy cansado de hablar de mi mierda.

Levanto la carta detrás de su espalda, leyéndola por encima de su hombro.

—Sí. Entré.

—Nunca hubo dudas. Orgulloso de ti, La-bebé.

Sonrío en su pecho, inhalando su aroma.

                                                                                * * *

Trago saliva con fuerza. No estoy segura de poder hacer esto. Me aferro al cuello de mi guitarra e intento no entrar en pánico.

—¿Lista? —La voz de Pedro llega desde detrás de mí. Su rodilla empuja la mía.

Asiento.

—Sí. Sí. Puedo hacer esto.

—Puedes hacerlo. Solo sígueme y canta la armonía, ¿bien? Sólo rasguea el ritmo como lo hemos practicado y deja que todos escuchen la voz de ángel que tienes, ¿sí?

Vuelvo a asentir, y flexiono mis dedos. Nunca me presenté en público antes. O sea, actué en la calle unas pocas veces, sola y con Pedro, pero esto es diferente. Esto… Esto es aterrador. Estamos en el escenario de un bar, y hay cerca de cien personas mirándonos, esperando a que empecemos. Conocen a Pedro, están aquí por él, y también les intriga quién soy yo. Sin presiones.

—Hola todo el mundo. Soy Pete, y esta es Lali. Vamos a tocar algo de música para ustedes, ¿está bien? —Hay aplausos y algunos silbidos.

Pedro me mira y luego regresa a la multitud—. Sí, sé que ella es hermosa, chicos, pero está fuera de los límites. Vamos a tocar algo de Avett Brothers para empezar, creo. Estos es I Would Be Sad.
Empieza con un complejo arreglo de rasgueos que hace eco al banjo de la original. Entro en el momento preciso con un simple rasgueo  a tiempo y espero por la entrada de la armonía. El ritmo es sencillo y lo he practicado muchas veces que ya ni siquiera lo pienso, así que interpreto mi entrada sin problemas. Están asombrados. Mi voz  proporciona un perfecto contrapunto a la de Pedro, mi claro alto tejiéndose alrededor de la suya ronca y juntos sé que los tenemos inmersos en un hechizo.

Ajusto el ritmo mientras hacemos la transición a la siguiente canción, la cual Pedro introduce.

—¿A alguien aquí le gusta City y Colour? —Hay aplausos desenfrenados de aprobación y les sonríe—. ¡Bien! Entonces les gustará nuestro corte de Hello, I’m Delaware.

Estoy rasgueando mientras hace la introducción y tocándolo calmada, pero por dentro estoy gritando como loca de la emoción. En el fondo de mi cabeza estoy corriendo de regreso al principio, cuando Pedro anunció básicamente que soy suya. Me gusta eso. Además, les dijo que soy hermosa. Estoy temblando. Realmente estoy inmersa en la canción de City and Colour, porque Dallas Green es increíble. Dejo que mi voz siga, no contengo nada. Canto y dejo que las palabras rueden sobre mí, me atraviesen. Mis nervios se han ido y todo lo que conozco en la música que está atravesando mis venas, la pura belleza de la canción y la adrenalina alta de saber que estoy acabando con ella.

La siguiente canción es solo de Pedro. Lo he escuchado practicarla, así que estoy deseando escucharla realizarla en vivo. Nuestras guitarras están quietas y Pedro ajusta el volumen de la suya mientras hace la siguiente introducción.

—Bueno está la hago solo. Probablemente escucharon esta canción antes, pero no de esta manera. Es, 99Problems, originalmente por el único Jay-Z. Este arreglo que voy a hacer, sin embargo, fue elaborado por un artista llamado Hugo. Me gustaría llevarme el crédito por el arreglo, en serio, porque él es un maldito genio. Así que sí. Espero que les guste.

Hay algunos aplausos, los que se desvanecen cuando empieza una secuencia agitada de acordes entrecortados como si fueran de tambor. Estoy mareada de la emoción y orgullosa cuando llega al verso. La primera vez que lo escuché tocar la canción, no estaba segura de lo que estaba escuchando, porque era tan única, pero luego la reconocí y fue completamente fantástica. Tiene razón con respecto a que el arreglo es brillante, porque lo es, completamente.

Muy pronto es mi tuno.

—Son increíbles. El resto de cosas de Hugo son bastante asesinas también, pero esa es mi pieza favorita de él. De todos modos, Lali va a hacer un solo para ustedes.

Insistió que yo presentara mi pieza, así que ajusto el micrófono más cerca y toco los acordes de apertura como precalentamiento.

—Hola chicos, nunca canté un solo como éste antes, así que sean agradables, ¿ok? Voy a hacer, It’s Time de Imagine Dragons. —Me vuelvo para mirar a Pedro—. Voy a dedicarte ésta, porque me recuerda mucho a ti.

Cuando estaba corriendo y escuchando mi playlis intentando pensar qué canción quería tocar para mí solo esta noche, llegó esta canción. Es una canción impresionante que parece del de los ochenta inspirada para mí, la cual supe que sería un interesante cover folclórico. Pero era la letra lo que me llamó la atención, el énfasis en nunca cambiar, en ser quién eres. Pedro ha pasado por tantas cosas, y ha permanecido fiel a quién era, negándose a cambiar o ceder simplemente debido a las expectativas de los demás.

Luché con eso por mucho tiempo. Había escogido escuelas y carreras en base en lo que los otros querían, lo que mis padres querían para mí. Luego de la muerte de Pablo, no pude escoger, no pude pensar, no pude sentir ningún deseo por nada. Trabajé para mi padre y fui a la universidad comunitaria simplemente porque era el camino de menor resistencia. Mi padre siempre contó con que yo me licenciaría en negocios y trabajaría para él. Nunca había considerado nada más. Nunca había pensado en mis talentos o deseos, simplemente seguía sus planes sin cuestionarlo.

Luego Pablo murió, y luego de unos meses, me di cuenta que necesitaba una salida. Necesitaba algo para distraerme de mi culpa y dolor. La guitarra llegó casi como una casualidad. Vi un volante clavado a un poste de madera eso de energía publicitando lecciones de guitarra. El profesor era un hombre mayor, de cabello cano y barrigón y genial. Fue un profesor talentoso, paciente y comprensivo. Lo mejor de todo, parecía entender que yo quería pasar unas horas a la semana alejada de todo. Nunca me hizo preguntas, sólo me instruyó con fuerza, me empujó, me mantuvo ocupada, no dejándome tiempo para nada más que la progresión de acordes. Me dio una agresiva agenda de práctica y me reñía si no me mantenía al día.

El canto pareció ser una extensión natural de tocar la guitarra. Había aprendido una canción y por supuesto, la había cantado junto con la guitarra. Con el tiempo me di cuenta que disfrutaba más cantar que tocar la guitarra, y luego la música en sí se volvió mi escape. Pasaría horas y horas tocando, cantando, sentada en el muelle mirando el sol ponerse y las estrellas salir y tocando, negándome a pensar en Pablo, negándome a extrañarlo, negándome a llorar por él. Había tocado hasta que mis dedos sangraron, cantado hasta que mi garganta dolió.

Ahora la música es un hilo que me ata a Pedro. Las canciones que nos tocamos mutuamente son declaraciones. Un debate en curso hecho de notas musicales.

Así que canto, y dejo que todo salga. Siento los ojos puestos en mí, siento la mirada de Pedro devorándome. Termino la canción, y la última nota tiembla en el aire, mi corazón late con fuerza en mi pecho. Hay un momento de silencio, todos los ojos puestos en mí, caras sorprendidas.

Estoy a punto de volverme loca, ya que nadie está batiendo palmas, pero entonces todos explotan, gritando, silbando, aplaudiendo, y me doy cuenta que estaban en silencioso asombro.

Supongo que eso es algo bueno.

Cuando el ruido se desvanece un poco, Pedro atrae el micrófono a sus labios y habla de frente a mí pero hablando con la audiencia.

—Maldición, Lali. Eso fue increíble. En serio.

Escucho la tensión en su voz, veo la emoción en sus ojos. Lo está ocultando muy bien, pero lo conozco y puedo sentirlo irradiando de él. Ambos dejamos que un tenso momento en silencio pase, entonces. Ambos sabemos qué canción sigue, y estamos nerviosos.

—Nunca he tocado esta canción para nadie antes —dice Pedro, sujetando la cejilla de sus cuerdas—. Es… una canción profundamente personal que escribí hace mucho, mucho tiempo. Lali ha estado fastidiándome…,o sea, animándome, a que toque esta canción en vivo hace semanas, y finalmente me di por vencido. Así que… Sí. Aquí está. Nunca le di un título, pero supongo que podemos llamarla… One More 
Hour. Espero que les guste.

Puedo ver lo difícil que le resulta. La melodía que toca en la guitarra es lenta y pesada y ondulante y melancólica. Luego canta la canción de cuna, y Dios, el bar está tan silencioso que uno puede escuchar un alfiler caer entre los acordes y las notas cantadas. Nadie se está moviendo, nadie siquiera está respirando. Practicamos esto juntos.

Él tocaría solo si yo hacía el apoyo y la armonía, así que eso es lo que estoy haciendo. Canto algunos coros para él y toco algunos ritmos básicos, pero lo sigo en tonos bajos y silenciosos para que él sea quien se destaque. Y se está destacando. Por completo. Veo ojos conmovidos, gargantas apretarse. Hay lágrimas. Puedes escuchar lo intensamente personal que es esta canción para Pedro, está claro en la pasión de su voz. Está cantando para si mismo, otra vez. Es el chico perdido una vez más, solo en las calles de Nueva York. 
Me conmuevo por él nuevamente, quiero estrecharlo, besarlo, decirle que no está solo. Nuevamente, la barra está absolutamente silenciosa y quieta cuando la última nota cuelga en el aire, y luego se pone salvaje.

Un par más de canciones populares que Pedro me enseñó, y luego hacemos Barton Hollow juntos, nuestro último número para el set. Estoy eufórica, temblando de la emoción. Apliqué para la universidad de artes  escénicas por capricho, como un acto de rebeldía, comunicándoles a mis padres que yo iba a hacer las cosas a mi manera. Nunca realmente lo había hecho antes.

Ahora…Estoy enganchada.

Pedro recibe nuestro pago y salimos apresurados. No puedo ver la mirada de su cara, pero puedo ver la tensión en su lenguaje corporal. Estoy nerviosa mientras estamos parados lado a lado en el metro, las guitarras en sus suaves estuches cuelgan en nuestras espaldas, las  manos estrechando el pasamano junto a nuestras cabezas. Está en silencio, y no estoy segura de si está molesto, enojado por algo, emocionado por el espectáculo. No puedo leerlo, y eso me está poniendo  nerviosa.

Extiendo la mano y tomo la suya, entrelazando nuestros dedos. Me mira, a nuestras manos unidas, y luego de vuelta a mí. Su rostro se suaviza.

—Lo siento, solo estoy… Tocar esa canción fue difícil. Estoy distraído supongo. No soy muy buena compañía.

Me acerco a él, presionándome a su lado.

—Sé que lo fue, Pedro. Estoy orgullosa de ti. Estuviste en serio increíble. Las personas estaban llorando.

Deja ir mi mano y envuelve su brazo alrededor de mi cintura, acercándome aún más. Sus palmas yacen en la protuberancia de mi cadera, y de repente el metro desaparece, reemplazado por la conciencia iluminándose de él, de su calor, sus músculos. Su toque es fuego, chamuscando las capas de ropa entre nosotros hasta que casi puedo sentir su piel sobre la mía. Necesito eso. Necesito estar piel contra piel, calor contra calor. Hemos estado bailando alrededor de ello por mucho tiempo, y el ligero sabor que tuve de él no fue suficiente. Necesito más.

No sé por qué él ha mantenido las distancias entre nosotros, pero he terminado con eso. He seguido el juego, frenando nuestros besos cuando él lo hace, sin empujarlo. Los besos recientemente han sido casi platónicos, toques rápidos de nuestros labios solo ocasionalmente empujando a algo más. Al reino del calor y la necesidad. Ahora mi cuerpo está cantando por su cercanía, mi mente y corazón zumbando por el subidón después del espectáculo, en todo lo que puedo pensar, todo lo que puedo sentir es él, y mi deseo por él. Sus dedos se clavan en la carne de mi cadera, y sus ojos queman en los míos, llamas cobalto se cierran sobre mí. Sé que él también lo siente.

Muerdo mi labio, sabiendo lo que eso le hace a él. Sus ojos tienen los párpados entrecerrados y su pecho se hincha, sus dedos se aprietan sobre mí aún más hasta que casi es doloroso, emocionándome también.

—Vas a venir —dice.

Es una orden, no una pregunta. Asiento, sin nunca quitar mis ojos de él.

—Voy a ir —afirmo. Me inclino más cerca, presionando mis labios en la concha de su oreja—. Sin contenerse esta noche.

Lo escucho sisear, aspirar el aire.

—¿Estás segura?

Su voz es un retumbo que siento en mi pecho.

—Dios, sí. —Necesito que entienda—. Por favor.

Ríe, pero no es una risa cargada de humor. Es un sonido depredador, lleno de promesas eróticas.

—La, bebé… No tienes que rogarme.

Me ruborizo con algo parecido a la vergüenza.

—Estoy rogando, sin embargo. Me has hecho esperar por mucho tiempo. Y necesito esto.
Sus ojos son ardientes, tan penetrantemente azules que me quitan la respiración.

—Te estaba dando espacio y tiempo. No creía que estuvieras lista. No era yo mismo, no totalmente.

—Lo entiendo, y lo agradezco. Pero ahora estoy diciendo… No más espacio. No más tiempo.

Sus manos descienden, deslizándose alrededor ligeramente, y ahora está casi-pero-no-completamente ahuecando mi trasero.

—Solo quería que estuvieras segura. Sin preguntas, sin vacilaciones. Quiero hacerlo bien.

Apoyo mi frente contra su hombro, luego levanto mi rostro para mirarlo.

—Estoy lista. Muy lista. Asustada, sí. Pero lista.

Vuelve a reírse.

—Crees que estás lista pero no lo estás. —Su voz se vuelve ronca— Aunque lo estarás, nena. Me aseguraré de eso.

Y oh Dios, oh mi Dios, la amenaza, la promesa de su voz es suficiente para tenerme apretando mis muslos para mantener la humedad dentro.

—Deja de morder tus malditos labios antes de pierda el control aquí en el tren —gruñe Pedro. Lentamente deslizo mi labio de entre mis dientes, provocándolo con mi obediencia—. ¿Por qué demonios eso es tan caliente?

Parece realmente confundido por su propia reacción. Arqueo mi espalda y respiro hondo, aplastando mis pechos contra él. Estamos en el metro rodeados d personas, pero ellos son ajenos y no me importan. Estoy atrapada en mi propia necesidad, ardiendo con las llamas del deseo. Mi sentido común se ha ido, mis restricciones evaporadas.

—Basta, Lali. —Pedro me sacude contra él, y ahora estoy aplastada frente a frente con él. Puedo sentir su deseo en mi vientre, duro y enorme—. Deja de joder conmigo. Eres sexy y te quiero. Punto aclarado.

Pongo ojos inocentes hacia él.

—No estoy dejando un punto claro, Pedro. —Me inclino más cerca, susurrándolo en su oído, mi respiración suave—. Estoy caliente.

Me siento cursi y ridícula diciendo eso, pero es lo que me sale, y es cierto.

Pedro no se ríe como pensé que lo haría.

—Maldición, La. Estás en serio tentando mi control. Estoy a punto de empujar mi lengua en tu garganta aquí mismo en el tren.

 Con ojos grandes e inocentes nuevamente.

—No me escucharías quejarme.

 Y muerdo mi labio, solo para persuadirlo de casa. Su mandíbula se tensa y ambas manos rodean mi cintura para aferrar mi trasero. Oh Dios, me gusta eso. Me encantan sus manos en mi trasero. Mi falda de lápiz negro larga hasta el tobillo es de algodón fino, y puedo sentir los callos de sus manos rascando el tejido. Puedo sentir el poder crudo en sus manos mientras me agarra, me estrecha contra su cuerpo duro.
Su boca desciende sobre la mía, con fuerza y ruda, y sus dientes toman mi labio inferior, mordiendo, voraces, devorando. Su lengua se desliza entre mis dientes, sus labios se mueven sobre los míos. Gimo suavemente, y luego estoy ardiente por la lujuria. Le devuelvo el beso, pero “beso” no es la palabra adecuada. Un beso es labios tocándose, lenguas jugando. Esto…

Esto es follar, pero con nuestras bocas. Es crudo y primitivo y hambriento.

—Consigan una habitación, maldita sea —dice la voz exasperada de una mujer detrás de nosotros, y es un testamento a lo erótico del momento que un neoyorquino esté dispuesto a decir algo en protesta. No muchos neoyorquinos lo dejan pasar, he descubierto.

El tren se detiene y la mano de Pedro está en la parte baja de mi espalda, empujándome hacia adelante. Subimos las escaleras hasta el nivel de la calle, y su brazo me aferra cerca de su cuerpo. Me apresura por la calle y dentro de su tienda oscurecida. En el camino a través del garaje, soy brevemente asaltada por el aroma de la grasa, cigarrillos, sudor y todas las cosas de Pedro. Es un olor maravilloso, un aroma que de alguna manera está empezando a significar un hogar para mí. El pensamiento es aterrador pero estimulante al mismo tiempo.

Subimos por la estrecha escalera, su mano sobre la curva de mi cadera, no en mi trasero, ni en mi cintura. Su duro calor está cerca detrás de mí, y mi sangre está latiendo fuerte en mi oído. Las escaleras parecen interminables. Estoy a un latido de distancia de girar en el lugar y derribarlo aquí mismo en las escaleras.

La lujuria es abrumadora.

Es un hambre, una necesidad rasgueando por cada poro de mi ser. Necesito su cuerpo, sus manos, su boca, sus labios. Necesito mis dedos en su cabello, trazar los contornos de su enorme y sólido cuerpo,  disfrutando de los contrastes que lo componen, músculos duros, piel  sedosa, callos ásperos, cabello suave, labios húmedos y sobresaliente virilidad y manos errantes.

Necesito a todo de él, y lo necesito ahora.

Estoy mojada y temblando entre mis piernas, adolorida, palpitante. Gracias a Dios finalmente estamos en la puerta y el pestillo está siendo abierto con un definitivo clic y estoy atrapada en sus brazos, girada, presionada contra la puerta, aplastada entre la madera dura y áspera de la puerta y los músculos más fuertes de Pedro.

Exactamente donde quiero estar.

Envuelvo mis piernas alrededor de su cintura, tomo su cara con barba incipiente entre mis manos y atrapo su boca con la mía, profundizando en un beso febril.

Todavía siento al fantasma de Pablo golpeando contra mi alma, el espíritu de mi culpa y dolor. Lo ignoro, dejando que me acose. Dejando que se enfurezca.

Las manos de Pedro acarician mi espalda, debajo de mi trasero,  entrelazándose a través de mi cabello, y el fantasma está calmado. Él se  echa hacia atrás y busca mis ojos con sus brillantes ojos zafiro, y veo sus propios fantasmas intentando abrirse camino.

Ambos estamos siendo perseguidos por los espectros de nuestro pasado, pero tenemos que seguir adelante en algún momento y la fuerza de la voz de nuestra culpa ser silenciada.

Ahora es ese momento.

3 comentarios:

  1. Ahhh! Muy buen cap !!
    Cada vez entendemos más porque es así Peter !
    Ay noo todo lo que paso! Yo pensé que tipo era el chavo rebelde que se hiba de casa y así, pero que por su dislexia su papa lo deje solo porque fue lo que hizo lo abandonó nunca busco ayuda o intento saber que le pasaba!!!
    Por eso estuvo solo si comida ni dinero por eso es así con sus papas!
    Lo dejaron solo cuando lo necesitaba!
    Ay una ternura en el momento que cantaron juntos! Fue todo conexión entre ellos!
    Ahhh vamos que dejen todos sus pasado atrás cada fantasma que tiene cada uno a un lado y se permitan ser felices !!!
    Más me Enamore de esta adaptación muuuuy buena! Más

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  2. Durísima la vida d Peter,pero supo salir adelante solo.

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