martes, 3 de junio de 2014

Capitulo 1

Capitulo 1



Lo siento, lo siento se que les subí la sinopsis desde el Sabado, pero apenas hasta hoy tuve oportunidad de subir, pero ya salí de vacaciones así que soy totalmente suya, espero que les guste la adaptación. Amanda enserio eres la mejor gracias por ayudarme, igual a todas por seguir leyendo y comentar son las mejores. Peter saldrá en 3 capítulos mas, pero no se pierdan esto, la novela es super linda y tienen que leerla con todas las ganas desde el principio.
                                                                                                                                                  

Primera Parte





PASADO
¿BFF…o BF?

                                                                      Septiembre

Lali

No siempre he estado enamorada de Pedro Lanzani, estaba enamorada de su hermano menor, Pablo, en primer lugar.

Pablo fue mi primer gran amor, mi primera vez en todos los sentidos.

Crecí al lado de los Lanzani. Pablo y yo éramos de la misma edad, nuestras madres nos dieron a luz en el mismo hospital, a dos habitaciones de distancia, a dos días de distancia. Pablo era el mayor, para mi irritación. Sólo por dos días, pero eso fue suficiente para que Pablo se aprovechara de ello y se burlara de mí sin piedad. Jugamos en el mismo Pack-N-Play en casa de su madre cuando éramos bebés. Compartimos bloques y muñecas (Pablo jugó con muñecas tanto como yo hasta que tuvimos tres años o así, y con esto me burlaba de él sin piedad). Aprendimos a montar en bicicleta juntos, mi padre nos enseñó a ambos debido a que el señor Lanzani era miembro del Congreso y no estaba mucho por aquí. Estudiábamos juntos, hacíamos los deberes juntos. Éramos los mejores amigos antes que nada. Simplemente supusimos que terminaríamos juntos, pienso.

No fue planeado, no necesariamente, sólo… lo supusimos. Su padre, emergente congresista; mi padre, el director general y empresario de éxito. Que sus hijos estuvieran juntos sería maravillosamente perfecto, ¿no? Bueno, duh. Quiero decir, sé que suena arrogante, o lo que sea, pero es la verdad. No soy perfecta, obviamente. Tengo algunos defectos. Soy un poco ancha de caderas para mi estatura y mi busto es un poco demasiado grande para mi cuerpo, pero lo que sea. Sé el aspecto que tengo, pero te juro que no soy vanidosa al respecto.

No estábamos al tanto de estas suposiciones hasta nuestro segundo año. Habíamos sido amigos hasta ese momento, los mejores amigos, pero sólo amigos. Nunca fui del tipo de chica “loca por los chicos”. Por un lado, mi padre conservador no lo habría permitido, y por otro, no tuve permitido tener citas hasta que cumplí dieciséis años. Así pues, la semana después de mis dulce dieciséis, Jasón Dorsey me invitó a salir. Jasón es el segundo candidato después de Pablo en mi lista de perfección completa. Es rubio cuando Pablo tiene el cabello moreno, es más voluminoso del tipo musculoso cuando Pablo es delgado, bajo, con gracia, y Jasón no es tan inteligente o encantador como Pablo, pero en esto no puedo no ser objetiva.

Ni siquiera lo dudé cuando Jasón me preguntó si podía llevarme a cenar después de la escuela. Quiero decir, duh, ¿no? Casi todas las chicas de mi escuela secundaria soñaban con que Jasón y Pablo le pidieran salir, y yo era la mejor amiga de Pablo, y tenía una cita con Jasón. Él me preguntó en mi casillero, que siempre era un lugar muy concurrido, así que fue una cosa pública. Todo el mundo lo vio y, déjame decirte, que todas estaban muertas de celos.

Me encontré con Pablo en su trucado Camaro después del sexto periodo como siempre, y salimos con los neumáticos chillando. Pablo solía conducir como si estuviera en una persecución policial, pero era un piloto muy hábil, por lo que nunca me asusté. Su padre se había asegurado de que Pablo diera unos cursos de conducción defensiva con un agente del FBI real, por lo que Pablo podría conducir mejor que la mayoría de los policías locales.

— ¿Sabes una cosa? —pregunté, emocionada mientras Pablo se desviaba por una gran curva hacia la izquierda por la carretera de tierra que conduce a nuestro barrio. Pablo me lanzó una mirada elevando una ceja, así que lo agarré del bíceps y apreté, chillando—. ¡Jasón Dorsey me invitó a salir! ¡Me va a llevar a cenar esta noche!

Pablo casi se salió de la carretera. Apretó el freno, haciendo girar el coche derrapando sobre el camino de tierra que llevaba a nuestras casas. Pablo se retorció en su asiento de cuero, apoyando un brazo sobre el reposacabezas de mi asiento, con sus ojos marrones ardiendo.

— ¿Qué acabas de decir? —Parecía enojado, lo que me confundió—. Porque juraría que acabas de decir Jasón te invitó a salir.

Contuve el aliento ante la intensidad de sus ojos, de su voz.

—Yo... ¿Sí, lo hizo? —Salió como una pregunta, tímida y confusa—. El… me recogerá a las siete. Iremos a Brann. ¿Por qué estás actuando así?

— ¿Por qué estoy…? —Pablo chasqueó los dientes, lastimándose, luego se frotó la cara con las manos—. Lali, no puedes salir con Jasón.

— ¿Por qué no? —Ahora que estaba más allá del shock por la repentina ira de Pablo, estaba herida, más confundida que nunca, y enojada—. Él es agradable, y es guapo. Es tu mejor amigo, así que ¿qué pasa con él? Estoy emocionada, Pablo. O lo estaba. Nunca nadie me había invitado a salir antes, y ahora que por fin tengo dieciséis y se me permite tener citas, te vuelves loco. No lo entiendo. Se supone que debes estar feliz por mí.

El rostro de Pablo se torció y yo observé mientras media docena de emociones ondulaban sobre su hermoso rostro. Abrió la boca, pero la cerró de nuevo. Por último, gimió dejando escapar una maldición, abrió su puerta y se lanzó fuera del coche, cerrando la puerta detrás de él y alejándose por el maizal del Sr. Ennis.

Dudé, más confundida que nunca. Parecía, justo antes de que se alejara, como si Pablo estuviera celoso. ¿Podría estar celoso? ¿Entonces por qué él no me había pedido salir? Solté mi pelo de su cola de caballo y lo até de nuevo, las ruedas de mi cabeza giraban tan rápido que apenas podía respirar.

¿Pablo? Yo lo había hecho todo con Pablo. Todo. Almorzábamos juntos todos los días. Nos íbamos de excursiones y picnics, largos paseos en bicicleta que terminaban en un helado en Dairy Queen. Nos saltábamos las veladas políticas mensuales de su padre bebiendo vino robado en el muelle detrás de mi casa. Incluso nos bañamos desnudos una vez, borrachos.

Tuve un recuerdo de observar a Pablo mientras empujaba sus bóxers hacia abajo y sentí un cosquilleo en el vientre a la vista de su trasero desnudo. Atribuí la sensación a estar bebida en el momento. Por supuesto, yo me desnudé también, y la mirada de Pablo había pasado por mi cuerpo de una manera que había hecho el cosquilleo aún peor. En ese momento, le grité que parara de comerme con los ojos y él se dio la vuelta. Se metió hasta que el agua le llegó hasta la cintura, pero ahora no podía dejar de preguntarme si había estado ocultando una reacción al verme desnuda. Había sido muy cuidadoso de mantener la distancia mientras nos bañamos, cuando normalmente éramos muy físicos, abrazos, bromas, guerras de cosquillas, que Pablo siempre ganaba.

De repente, estaba empezando a ver todo de manera diferente.

¿Pablo? Él era mi mejor amigo. Yo tenía amigas, obviamente. Jill y Becca, nosotras íbamos a manicura y pedicura juntas todas las semanas y luego por batidos a Big Boy. Pero cuando yo estaba molesta o enojada, cuando tenía alguna pelea con mamá y papá, o tenía una mala nota o cualquier cosa, iba a Pablo. Nos sentábamos en mi portón o en el suyo y hablábamos de mi mierda. Me abrazaba y me sostenía hasta que me sentía mejor. Me había quedado dormida en el porche con él mil veces, dormida viendo una película. En su sofá, en su regazo. Contra su pecho, con su brazo alrededor de mí.

Eso es el tipo de afecto entre mejores amigos, ¿no? Nunca nos habíamos besado, nunca nos tomábamos de la mano como novio/novia. Y si alguien preguntaba, siempre decíamos “no, no estamos saliendo, somos mejores amigos”.

¿Pero lo éramos?

Dios, qué lío.

Me bajé del coche y seguí a Pablo. Hacía tiempo que había salido del coche, pero yo sabía a dónde iba. Había un lugar en el cerro al otro lado del campo de maíz del Sr. Ennis donde íbamos mucho. Se podía ver el pueblo, la cadena plateada del arroyo y la franja oscura del bosque.


Pablo estaba a mitad del enorme pino arruinado por un rayo que coronaba la cresta. Había una larga y gruesa rama a unos veinte metros de altura, fácil de escalar, donde nosotros frecuentemente nos sentábamos juntos, con su espalda contra el tronco y la mía contra su pecho. Me paré sobre la rama debajo de Pablo, esperando. Él metió un pie alrededor de la rama, se agachó, me levantó como una muñeca y me puso delante de él. Esta posición tuvo un nuevo significado, de repente.

Podía sentir su corazón latiendo en su pecho. Respiraba con dificultad y olía a sudor. Debió correr hasta la cresta.

Apoyé la cabeza en su hombro y lo miré, su perfil cincelado y hermoso, bañado de oro por el sol de la tarde. Sus cejas estaban fruncidas, y apretaba la mandíbula con fuerza. Él estaba enojado, todavía.
—Pablo... habla conmigo. Yo no…

— ¿No qué? ¿No entiendes? Sí que lo haces. —Me miró, luego cerró los ojos y se alejó. Como si le doliera mirarme.

—Somos los mejores amigos, Pablo. Si hay algo más por tu parte, dímelo.

— ¿Por mi parte? —La cabeza de Pablo golpeó contra el árbol—. No sé, Lali. Yo… sí, quiero decir que somos los mejores amigos, por defecto, supongo. Quiero decir, crecimos juntos, ¿verdad? Pasamos todo este tiempo juntos, y le decimos a la gente que eso es todo lo que somos, pero...

— ¿Pero, qué? —Sentí mi corazón latiendo en mi pecho. Esto podría cambiarlo todo.

Él tomó un mechón de mi cabello rubio rojizo entre sus dedos y lo retorció.

— ¿Y si hubiera más… entre nosotros?

— ¿Más? Como, ¿estar juntos?

— ¿Por qué no?

Sentí una oleada de ira.

—“¿Por qué no?” ¿Estás hablando malditamente en serio, Pablo? ¿Esa es la respuesta que me das? —Me deslicé hacia adelante por la rama, giré mi pierna por encima y me bajé a la siguiente rama hacia abajo.
En cuestión de segundos, estaba fuera del árbol y corría a través del campo de maíz. Podía oír Pablo detrás de mí, pidiéndome que esperara, pero no lo hice. Mi casa estaba sólo a una milla de distancia en ese momento, así que salí corriendo. Abrí mi puerta con tanta fuerza que hizo temblar la casa, sorprendiendo tanto a mi madre que se le cayó un vaso. Oí el choque de la copa al caer al suelo, la maldición de mi madre, y luego cerré de golpe la puerta de mi dormitorio, cayendo sobre la cama, sollozando. Me mantuve firme tanto tiempo como pude, pero en el santuario de mi habitación, podía dejarlo salir.

— ¿Lali? ¿Qué pasa, cariño? —La voz de mi madre desde otro lado de la puerta, preocupada y dulce.

—Yo no... Yo no quiero hablar de ello.

—Lali, abre y habla conmigo.

— ¡No!
Oí la voz grave masculina de Pablo detrás de mi madre.

— ¿Lali? Pablo está aquí.

—No quiero volver a verlo. Haz que se vaya.

Escuché a mi madre hablando con Pablo, diciéndole que ella hablaría conmigo, diciéndole que iba a estar bien. No lo estaría, sin embargo. Por qué exactamente estaba llorando tan fuerte, era algo que no podía entender. Yo estaba de cien formas diferentes confundida.

Tenía ganas de salir con Jasón. O por lo menos, las había tenido. Traté de imaginarme de la mano de Jasón, su brazo alrededor de mi cintura. Traté de imaginarme besando a Jasón. Me estremecí y tuve que empujar a la imagen lejos, casi con náuseas. ¿Entonces por qué me había sentido tan feliz? ¿El hecho de que me hubiera pedido salir un chico lindo? Puede ser. Quiero decir, era de conocimiento bastante común que Lali Esposito estaba fuera de límites para cualquiera. Me pidieron salir antes, cuando tenía quince años, el año pasado, de regreso a casa. Aarón Wernicke. Lindo, pero aburrido. Papá se había enterado y me dijo que no podía salir. Podría ir al baile, pero eso era todo. Esto se extendió, silencioso pero claramente: Lali estaba fuera de los límites. Nadie me pidió salir de nuevo después de eso. Mi padre era una figura muy influyente en nuestra ciudad. Sólo el padre de Pablo era más importante, y eso era sólo porque era un congresista. Papá poseía varios de los edificios de centro comercial de la ciudad, y varios más en los condados circundantes. Él estaba en el consejo de la ciudad, tenía el oído del alcalde y del gobernador del estado. A través del Sr. Lanzani, también tenía acceso a figuras políticas nacionales. Es decir, nadie quería cruzarse en el camino de Carlos Esposito. Todo era extraño, ahora que pensaba en ello. Tal vez papá le había dicho algo al chico que me había invitado a salir.

Mi mente volvió de nuevo a Pablo. A su repentina reacción extrema porque Jasón me hubiera invitado a salir. En la forma en la que me había mirado en el árbol.
A mi reacción a su "¿por qué no?".

¿Por qué no? ¿Eso es lo mejor que podía conseguir? Estaba enojada de nuevo, y no podía detenerlo, aunque sabía que era irracional. Yo no quería que él quisiera salir conmigo porque sí. Quería que significara algo.

Traté de imaginarme estando con Pablo como algo más, sea lo que sea que eso significara. Podía imaginar fácilmente nuestros dedos enredados juntos. Cenas a la luz de las velas. Mi cara en su pecho, sus labios descendiendo a los míos mientras la puesta de sol estaba detrás de nosotros...

Me dije a mí misma que dejar de ser tan melodramática. Pero... no podía quitarme la imagen de la cabeza. Casi podía sentir los brazos de Pablo sobre mi espalda, con las manos abarcando mi cintura, rozando peligrosamente cerca de mi trasero. Podía sentir la emoción secreta de desear que sus manos se movieran un poco más bajo. Casi podía sentir sus labios cálidos, suaves y húmedos, deslizándose sobre los míos...
Me sonrojé y me giré en la cama, rodando sobre mi espalda y limpiando mi cara. ¿Qué estaba mal conmigo? ¿Estaba fantaseando con Pablo, de repente?

Tenía que salir. Tenía que correr. Me quité mis ropas de la escuela y me puse mis pantalones cortos, sujetador de deporte y camiseta de tirantes, calcetines al tobillo, zapatillas Nike, y tomé mi iPod. Correr generalmente despejaba mi cabeza, y eso era lo que necesitaba en este momento.

Metí los auriculares en mis oídos mientras bajaba las escaleras y corría hacia la puerta principal, fingiendo que no podía oír a mi madre llamándome por mi nombre. Puse en funcionamiento una lista de reproducción con todas las canciones pop tontas, vacías y optimistas que podría empujar a la parte posterior de mi cabeza y simplemente correr.

Estiré brevemente y me fui en dirección a mi circuito habitual de cinco millas.

Pasé por el camino de la entrada de pablo y mentalmente me maldije por no haberlo pensado. Él me estaba esperando, con sus propios auriculares, sin camisa y en pantalones cortos. Lo había visto así una y mil veces, sus abdominales esculpidos ondulando al sol, una línea de pelo oscuro corriendo por su estómago y desapareciendo bajo sus pantalones cortos. Esta vez, sin embargo, tuve que tragar saliva ante la vista. Quiero decir, yo sabía que Pablo estaba caliente. Siempre supe eso de él, y siempre lo aprecié. Quiero decir, era una chica de dieciséis años con las hormonas normales de su edad, haciendo una apreciación sana de un cuerpo masculino sexy. Simplemente no había pensado en Pablo de esa manera. Ni tampoco como objeto de deseo.

Sin embargo, no reduje la velocidad y él se puso a caminar a mi lado, nuestros pasos sincronizándose naturalmente. Hasta el ritmo de dos pasos, inhalación-exhalación.

No volvimos a hablar, ni siquiera nos mirarnos el uno al otro.

Simplemente corrimos. Una milla, luego dos, y ambos comenzamos a flaquear. Apreté el paso y él lo igualó, y luego empujó aún más rápido.

Volamos más allá del tronco de un árbol nudoso que marcaba la tercera milla, respirando con dificultad ahora, sudando. Me obligué a mira seguir corriendo, obligado a mis pensamientos a quedarse vacíos, Lady Gaga de fondo. Corre, corre, corre, respirar y concentrarse, balancear los brazos. No mires a Pablo. No mires a la capa de sudor sobre su pecho desnudo, no mires la gota de líquido que gotea sobre su pezón y por debajo de la protuberancia de su pectoral, no te imagines a ti misma lamiendo las gotas a medida que tocan el campo ondulante de sus  abdominales.

¡Mierda! ¿De dónde vino esa imagen? ¿Lamerlo? Contrólate, Lali.

Contrólate maldición. La auto-advertencia no ayudó. La imagen estaba grabada a fuego en mi cerebro, ahora. Pablo, de espaldas, en un campo de hierba. El sudor corriendo por su piel bronceada, el pelo desordenado y húmedo. Yo bajando mi cara contra su pecho, presionando mis labios contra su esternón, lamiendo una gota de líquido salado brillante.

Oh Dios, oh Dios... oh Dios mío. Esto era malo. No eran buenos pensamientos. No eran pensamientos inocentes. No eran pensamientos de mejores amigos. Yo era virgen. Nunca había lamido a nadie. Nunca he besado a nadie, incluso. Claro, vi algunas películas eróticas clasificación-R con Jill y Becca, y juntas veíamos secretamente True Blood todo el tiempo. Así que... sabíamos cómo se suponía que sería, y yo había tenido mis propias pequeñas fantasías y sueños femeninos, pero... ¿con Pablo?

Yo estaba canalizando a Sookie y Eric. Obviamente. Salvo que Pablo se parecía más a Bill...

Me sacudí de vuelta a la realidad. Pablo estaba unos pasos detrás de mí, y yo estaba completamente corriendo, bombeando con los brazos salvajemente. Empujé más fuerte, corrí más rápido, empujando fuera las imágenes y el ridículo y repentino deseo por mi mejor amigo, y solo corrí.

Mis piernas se volvieron de gelatina, mi respiración irregular y ardiente, mi visión borrosa, la desesperación en lugar de sangre, confusión en lugar de oxígeno, ese tipo de carrera.

Pablo apareció en mi visión periférica, estimulado y esforzándose, entonces su condición física asumió el control y él despegó más rápido de lo que podía tener la esperanza de correr. Todo en el puro estado de estrella de fútbol de dieciséis años siendo explorado por la U de M y Alabama y la UNC.

Tropecé, reduje la velocidad, me detuve, y luego me dejé caer hacia adelante con las manos sobre las rodillas, jadeando. Pablo estaba a una docena de metros de distancia, haciendo lo mismo. Estábamos en la cresta de la colina, el bosque a nuestra izquierda, nuestras casas a pocos kilómetros detrás de nosotros, la cresta con nuestro árbol a nuestra derecha. Flores silvestres se mecían con la brisa, dando la bienvenida a la frescura de la noche de principios de septiembre. Me obligué a pasear, me saqué mi camiseta y me limpié la cara con ella.

Dejé de caminar de nuevo, eché la cabeza hacia atrás, tratando de frenar mi respiración, y puse mi camiseta encima de mis ojos para absorber el sudor de mi frente ardiendo.

—Deberías estirar —murmuró Pablo, a sólo unos centímetros de distancia.

Atendí al sonido de su voz, repentinamente cerca. Mi corazón comenzó a golpear de nuevo, esta vez por los nervios en lugar de por hacer esfuerzos. Lo que era estúpido. Este era Pablo. Él sabía todo sobre mí. Él me había visto desnuda.

Lo cuál fue la cosa más incorrecta en la que pensar en ese momento. Quité la camisa de mis ojos y levanté la mirada para encontrarlo mirándome, su expresión era intensa pero ilegible. Estaba respirando profundo, arrastrando respiraciones.

Lamí mis labios, y sus ojos siguieron el camino de mi lengua. Malo. Esto era malo.

—Pablo… —empecé, entonces me di cuenta que no sabía qué decir.

—Lali. —Él parecía tranquilo, confiado. No se veía afectado. Pero sus ojos... ellos lo traicionaron.
Se dio la vuelta, se inclinó con los pies juntos y comenzó a estirar. El momento se rompió y me giré para estirar también. Cuando ambos habíamos terminado, nos sentamos en la hierba, y yo sabía que no podíamos evitar la discusión por más tiempo. Para cubrir mis nervios, me solté el pelo de la cola de caballo y lo sacudí. Pablo tomó una respiración profunda, me miró con nerviosismo, y luego cerró los ojos.

—Lali, escucha. Cuando dije “por qué no”, eso... fue estúpido. No es lo que quise decir. Lo siento. Sé cómo debe haber sonado para ti, estaba molesto y confundido…

— ¿Confundido?

— ¡Sí, confundido! —dijo Pablo, casi gritando—. Todo este asunto entre nosotros, es confuso. Cuando me dijiste que Jasón te invitó a salir, yo sólo… fue como si algo en mi cabeza sólo... se quebrara. Te imaginé a ti saliendo con él, incluso besándolo, y yo... no. Simplemente no. Se frotó la cara y luego se tumbó en la hierba, mirando el cielo azul salpicado de pedazos naranjas, blancos y manchado por el sol poniente.

—Ya sé cómo sonará esto, pero… cuando imaginé los brazos de Jasón a tu alrededor, sus labios tocándote... No podía soportarlo. Pensé: “¡Por supuesto que no! ¡Lali es mía!” Fue entonces cuando salí corriendo.

Yo no podía entender por qué estaba tan posesivo de repente contigo.
Todavía... no sé de dónde vino todo esto.

—Yo tampoco. Quiero decir, me sorprendió la forma en la que reaccionaste, pero luego me fui a casa y pensé realmente en salir con Jasón, y... simplemente no encajaba. No podía imaginarlo.

—Así que ¿vas a salir con él, entonces?

Hice una pausa.

—No lo sé. Supongo que no.

Pablo miró hacia mí y luego sacó su iPhone, con los auriculares colgando de él.

— ¿Lo sabe él?

Aspiré una bocanada de aire. Yo no había llamado para cancelar.

—Mierda, no, no lo sabe.

El labio de Pablo se arqueó en una sonrisa.

—Será mejor que lo llames, entonces, ¿eh? Él estará preguntándose dónde estás, me imagino.

Eché un vistazo a mi iPod. 6:54 p.m.

— ¿Puedo usar tu teléfono?

Él se desplazó a través de sus contactos, arrancó los auriculares, y me lo entregó. Golpeé "llamar" y lo apreté contra mi oído, la carcasa todavía húmeda y caliente de las manos de Pablo.

— ¡Hey, Pablo, hombre! ¡Qué pasa! —dijo la voz exuberante de Jasón a través del teléfono.
Contuve vacilantemente el aliento.

—En realidad, Jasón, soy Lali. Te llamo desde el teléfono de Pablo porque... olvidé el mío.

— ¿Has olvidado el tuyo? ¿Dónde estás? Estoy llegando a tu casa en estos momentos. —Su voz amistosa, excitada tomó un tono confuso.

—Oye, lo siento, pero no puedo salir contigo.

Un largo silencio.

—Oh, lo tengo. —Dejó caer su voz, y podía imaginar sus rasgos caer—. ¿Todo bien? Quiero decir…

—Sólo… puede que haya dicho que sí con demasiada rapidez, Jasón. Lo siento. No creo... no creo que hubiera funcionado.

—Por lo tanto, esto no es un “lo dejamos para otro momento”, ¿no es así? —Sus palabras implicaban una pregunta, pero su tono era una declaración, plano, tenso.

—No. Lo siento mucho.

—Está bien, supongo. —Se rió, una risa forzada—. Mierda, no. No lo está. Esto es un poco deshonesto, Lali. Estaba muy emocionado.

—Lo siento muchísimo, Jasón. Me di cuenta, después de pensar realmente en las cosas... Quiero decir, me siento halagada, y estaba emocionada cuando me lo pediste, pero…

—Se trata de Pablo, ¿no es así? Estás con él, es su teléfono, así que por supuesto es por él.

—Jasón, eso no así… quiero decir, sí estoy con él ahora mismo, pero…

—Está bien. Lo entiendo. Creo que todos sabíamos que iba a pasar, así que no debería sorprenderme. Solo ojalá me lo hubieras dicho antes.

—Lo siento, Jasón. No sé qué más decir.

—No hay nada que decir. Está todo bien. Voy a... lo que sea. Nos vemos en química el lunes.

Estaba a punto de colgar, y un destello de inspiración me sacudió.

—Jasón, espera.

— ¿Qué? —Su voz estaba muerta y plana.

—Probablemente no debería decirte esto, pero... Becca ha tenido un enamoramiento por ti desde séptimo grado. Te garantizo que saldrá contigo.

— ¿Becca? —Le oía considerando la idea—. ¿No sería raro? Quiero decir, ¿qué va a decir? Pensaría que es mi segunda opción, o algo así. Osea, creo que eso es cierto, pero no de esa manera, ¿sabes?
Pensé en ello.

—Sólo dile la verdad. Que me eché para atrás a última hora y como tienes una reserva, pensaste que tal vez le gustaría que ir contigo en mi lugar.

— ¿Crees que funcionará? ¿En serio? —Su voz adquirió una nueva vida, una vez más excitado—. Ella es muy caliente.

—Funcionará. Sólo tienes que llamarla. —Recité su número, y lo repitió.

—Gracias... creo. Pero, ¿Lali? La próxima vez que vayas a romper el corazón de un hombre, dale un poco más de aviso, ¿ok?

—No seas ridículo, Jasón. No te he roto el corazón. Ni siquiera habíamos salido todavía. Pero lamento haberte dejado plantado.

—No te preocupes. Además, tal vez funcione esto entre Becca y yo. Ella está casi tan caliente como tú. Espera, mierda, eso no salió bien. No le digas a Becca que dije eso. Las dos están calientes, solo estaba…

No pude evitar reírme.

— ¿Jasón? Cállate. Llama a Becca.

Golpeé “colgar”, y le entregué nuevamente el teléfono a Pablo. Se quedó mirando el celular.

—Eso fue muy hábil, Lali. Tengo que admitirlo. —Me miró con curiosidad—. ¿Becca realmente está enamorada de él?

Me reí de nuevo.

—Demonios, sí. Ella ha estado locamente enamorada de Jasón Dorsey desde... bueno, se lo dije, desde séptimo grado, pero ha sido más que eso. Por mucho tiempo. Como... desde cuarto grado. Desde siempre. Otra de las razones por las que nunca debería haberle dicho que sí, yo sólo... estaba emocionada, Pablo. Que chicos guapos te pidan salir es una gran cosa, y tú y Jasón son los dos chicos más guapos de toda la escuela.

Pablo me sonrió, desenfadado y pícaro.

— ¿Piensas que soy guapo?

Oh dios. Oh dios. Este era un problema. No podía mirarlo a los ojos. La hierba estaba repentinamente muy, muy interesante.

—Sabes que eres caliente, Pablo Lanzani, así que deja de pescar elogios. —Intenté coquetear, ser graciosa, con la esperanza de distraerlo del hecho de que me estaba sonrojando de un furioso rojo por todo mi rostro.

No funcionó.

—Tienes ocho tonos de rojo, Lali.

Su voz estaba muy cerca. Su aliento caliente en mi cuello. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué estaba haciendo?

Miré hacia arriba y los ojos de Pablo estaban a centímetros de los míos. Estaba tumbado sobre su lado, y sus dedos me alcanzaban. De repente no podía respirar. Él estaba metiendo el cabello detrás de mí oreja, y no podía concentrarme en nada más que en su cuerpo escultural, sus ojos ardientes, su mano en mi cabello, su boca y labios, tan cerca, la punta de su lengua recorriendo su labio inferior. De pronto, Pablo era otra persona, alguien diferente. No el niño que yo había visto crecer, sino un joven con su rostro, sus ojos, su fuerte mandíbula, una intensa, crecida, mirada fija casi hambrienta.

Yo no conocía a este Pablo, pero me gustaba. Quería conocerlo.

La electricidad se apoderó de mí, instándome a cerrar mis ojos, el shock sacó un grito a través mis labios cuando Pablo apretó su boca contra la mía. Calor húmedo y suave poder me atravesó, sorpresa dando paso lentamente a lo maravilloso, al deleite. Pablo me estaba besando. Oh Dios, oh Dios... oh Dios mío. Me ha gustado mucho, demasiado. Mi primer beso.

Yo estaba sin aliento, incapaz de moverme por la increíble sensación de sus labios contra los míos. Extraños pero perfectos, inquisitivos y vacilantes. Él se alejó, dejándome aún más sin aliento y el duelo por la pérdida del beso.

— ¿Lali? ¿Yo… tú...? —Él parecía inseguro de sí mismo, del beso.

Yo sonreí, nuestras caras todavía tan cerca que sentí mis labios curvándose contra los suyo. Mi mano fue a la deriva de mi regazo a su brazo, y luego a su cara, extendiendo los dedos alrededor de su oreja, mi palma contra su mejilla. Dejó escapar un suspiro de alivio, y esta vez el beso fue mutuo. Me presioné, moviendo mis labios contra los suyos, sin aliento, maravillada de nuevo, o todavía.

Un millar de preguntas que habían surgido en mi mente al ver películas que mostraban los besos fueron respondidas. ¿Qué hacían con tus narices? ¿Qué narices? Todo lo que sabía era su boca contra la mía, ligeramente inclinada. ¿Manos? Parecían saber dónde ir por su cuenta. Por el rostro, su nuca, sus brazos. Podía respirar incluso mientras nos besábamos, obviamente. Cuando era más joven, me había preguntado si tenía que aguantar la respiración. Ahora, estaba encantada de saber que podía besar a Pablo para siempre, que nunca tendría que romper el beso para respirar. No quería hacerlo.

No estaba segura de cuánto tiempo pasó mientras nos besamos allí en la hierba en la colina. No me importaba. Nada importaba, por la alegría delirante de mi primer beso con Pablo, de hacerlo con mi mejor amigo, el único chico que a mí realmente me importaba. Esto no era sólo absolutamente natural, era la única cosa yo podría imaginarme que pasara, no podía entender cómo no había sucedido hasta de ahora.

Entonces, de repente, estaba acostada en la hierba, las hojas trituradas haciendo cosquillas en mi espalda desnuda por debajo de la cinta de mi sujetador deportivo. Pablo estaba encima de mí, su peso en parte sobre mí, parcialmente sostenido por su brazo. Su palma plantada en el césped al lado de mi cara, coloqué mi mano alrededor de su brazo y el otro en su nuca, asegurándome de que no se apartara, que no dejara de besarme.

De repente, entendí muchas cosas.

Entendí el peligro en un beso. El calor, el poder y los escalofríos. Sentí algo duro presionando contra mi cadera, y sabía lo que era en un destello de calor. El beso se rompió, Pablo se alejó, tirando de sus caderas hacia atrás. Su mirada parpadeaba sobre mi cuerpo, y me sonrojé, tanto de su reacción como del conocimiento de lo que había sentido. Se sonrojó, y me di cuenta que había estado mirando su cuerpo, sus esculpidos abdominales y más abajo, donde destacaba un bulto del cual los dos éramos conscientes.

—Mierda… —Pablo dijo, y se alejó, cubriendo su rostro, claramente avergonzado—. Lali, lo siento, no sé lo que pasó...

Me reí.

—Pablo, estoy bastante segura de que los dos sabemos que es mentira. Yo sé lo que pasó y tú también. Nos besamos. Nos descontrolamos. Y estás... excitado.

Él tiró el cinturón de sus pantalones cortos de carrera lejos de su cuerpo, ajustándose a sí mismo.

—Sí, pero... es vergonzoso.

Me di la vuelta sobre mi estómago y me incliné sobre él, como él me tenía.

—Pablo, está bien. No somos niños. Yo... yo sé, quiero decir, sí, fue un poco extraño por un segundo, pero…

—Esto cambia las cosas entre nosotros, ¿no es así? —preguntó Pablo, interrumpiéndome.
Me detuve, atónito silencio por su pregunta abrupta.

—Supongo que sí —dije.

— ¿Seguimos siendo amigos?

Me entró el pánico.

—Yo… ¿sí? Quiero decir, eso espero. No sé lo que pasó, por qué nos besamos así, por qué te pones tan celoso y por qué no podía salir con Jasón. Quiero decir, lo sé... pero no entiendo por qué ahora. ¿Sabes? Besarte, se sentía... bien. Y sigues siendo tú. Sigo siendo yo. Todavía somos nosotros, Pablo y Lali... Pero... sólo más, supongo.

Pablo suspiro de alivio.

—Tenía miedo... Quiero decir… No tenía intención besarte. Sólo sucedió. Fue increíble, y no quise parar. —Su mirada se encontró con la mía, finalmente, sus dedos jugueteando con un mechón de mi cabello—.Quiero besarte otra vez, ahora mismo. Pero... tengo miedo de no detenerme.

— ¿Quién dijo que quería que te detuvieras? Te devolví el beso, Pablo. No sé lo que esto significa para nosotros, lo que esto nos hace. Quiero decir, ¿somos novios ahora? No lo sé. ¿Qué les diremos a nuestros padres? Todo el mundo siempre ha pensado que lo somos de todos modos, ¿no?

La lengua de Pablo pasó por encima de su labio inferior, y yo sabía que él estaba pensando en besarme. Le gané. Me incliné hacia abajo, mi cabello colgando sobre nuestras caras y bloqueándonos del mundo, de todo, excepto del beso. La mano de Pablo patinó por mi brazo, descansando torpemente sobre mi hombro, y luego abajo en mi espalda. Vaciló, y yo también lo hacía. El beso se rompió, pero nuestros labios apenas separados. Nuestros ojos se encontraron, y podría verlo preguntarse, pensando, queriendo pero inseguro. Me moví un poco, pero lo suficiente para que más de mi peso estuviera sobre él, con las manos apoyadas en su pecho. Había visto esta posición en una película antes, y ahora lo entendía. Era íntimo. Cómodo, pero... sugerente.

Me sentí mundana. Adulta. Llena de deseos y no acababa de entender qué hacer con él. Sentí la dureza entre nosotros, y la mirada vacilante de Pablo me dijo que era dolorosamente consciente de ello tanto como yo. ¿Qué se supone que debía hacer? ¿Alejarme? En las películas, aquí era donde el beso natural y fácilmente se movería a otras cosas. En True Blood, fue donde Eric hábilmente consiguió quitarle la ropa a Sookie, y luego la escena cambiaría y él estaría encima de ella, todo músculo masculino y largas líneas y propuestas, y ellos estarían haciendo el amor... follando... y ambos sabrían exactamente lo que estaban haciendo.

Yo no estaba tan segura de eso. La vista de él sin su camisa era suficiente para repentinamente estar ruborizada. Sentir la piel de su pecho bajo mis manos, sus palmas en mi piel bajo la correa de mi sujetador deportivo me había hecho temblar. Pero... ¿el resto?

No estaba lista.

Pablo debió sentir mi confusión, o sentir el repentino martilleo de mi corazón. Él se alejó y se sentó, me obligué a hacer lo mismo.

—Tenemos que reducir la velocidad, Lali.

—Sí... sí.

Me levanté y recogí mi camisa de la hierba. Estaba empapada, así que no me la puse de nuevo. Sentía mis músculos tensos, un dolor agudo en mi espalda. Me estiré, arqueándome hacia atrás, con los brazos por encima de la cabeza y las palmas hacia el cielo. Cuando alivié la extensión, sentí los ojos de Pablo sobre mí. Como la mirada de un hombre. Viéndome, realmente viéndome. Me sonrojé.

— ¿Qué? —pregunté, aunque sabía.

—Nada. —Pablo alejó su mirada rápidamente, y yo no podía dejar de pasar mi propia mirada por sus músculos sudorosos, el bulto revelador aún evidente en sus pantalones cortos, que sólo me hizo sonrojar más.

Me acordé de la vez que Jill y yo vimos una película porno que ella había encontrado, simplemente por curiosidad y la emoción de saber que no debíamos mirarla. Todo en lo que podía pensar era en como lucían los hombres, enormes, venosos y peludos... me estremecí. No había sido divertido, o caliente, o atractivo. Las mujeres no se veían reales. Había sido horrible e impactante y un poco aterrador. Nosotras lo habíamos apagado aun cuando faltaba la mitad y habíamos jurado que nunca hablaríamos de ello otra vez. Pusimos una repetición de Jersey Shore y ambas tratamos de fingir que no teníamos esas imágenes horribles quemadas en nuestro cerebro.

Y ahora, por supuesto, seis meses después del experimento fallido que Jill y yo hicimos con el porno, en todo en lo que podía pensar mientras trataba de forzar mis ojos de la entrepierna de Pablo, era si se miraría como ellos, si yo me encendería por cómo se veía desnudo, si él y yo lo hiciéramos juntos.

—Tenemos que regresar —dijo Pablo—. Nos hemos ido por un largo tiempo.

El sol se estaba poniendo cuando emprendimos el camino a través del campo hacia la carretera principal. Corrí por la empinada colina por delante de Pablo, y de nuevo sentí sus ojos en mí, y esta vez sabía que estaba mirando mi trasero. No hice caso de mi rubor vergonzoso y giré para mirarlo por encima del hombro, tratando de parecer tímida y sensual. Moví mis caderas hacia él cuando reduje la marcha en la parte inferior de la colina.

—Estabas mirándome, Pablo —dije en voz baja cuando él se acercó.

—No, no lo estaba. —Él estaba luchando contra una sonrisa, pero sus mejillas sonrosadas, revelaban su mentira.

—Sí lo estabas. Me estabas mirando el culo.

—Yo… —Agachó la cabeza y se frotó la parte posterior de su cuello, luego se volvió hacia mí, con una sonrisa ladeada—. Sabes qué sí, lo hacía, ¿de acuerdo? Te estaba mirando el culo. ¿Eso es un problema para ti?

Me encogí de hombros.

—No he dicho que tenía un problema con eso. —No estaba dispuesta a admitir que me gustó.
Caminamos lado a lado en silencio después de eso, un poco torpes, un poco vacilantes. Pablo rompió el silencio, por fin.

—Sabes, he estado tratando de no mirarte por todo, el maldito, tiempo. Cada vez que corríamos juntos, tenía que correr delante de ti, así no miraría tu culo. O ver como tus tetas rebotaban. Incluso cuando te pones ese sujetador, tus tetas rebotan mucho, y es una jodida distracción.

— ¡Pablo! —Casi me desmayo, me sonrojé tan fuerte, y no podía dejar de reír, de repente.

— ¿Qué? Sólo te estoy diciendo la verdad. Eres mi mejor amiga, y se sentía mal mirarte como cualquier otra chica. Quiero decir, trato de no comerme con los ojos a las chicas, de todos modos, porque eso es grosero o lo que sea, pero tú eres diferente. Y... joder, Lali. Es tan difícil no mirarte. Eres caliente.

Me detuve y me giré hacia él bruscamente.

— ¿Crees que soy caliente?

Él lanzó mis palabras que antes le dije a él.

—Sabes que eres caliente, Lali Esposito, así que deja de pescar elogios. —Su sonrisa se desvaneció en una mirada intensa, seria y difundida con emoción—. Pero... caliente no es la palabra correcta.

Quiero decir, todos los chicos en la escuela piensa que eres caliente, salvo Thomas Abey que es gay. Pero yo pienso que eres hermosa. Eres preciosa.

Me moví incómoda bajo el intenso escrutinio y hormigueo de calor en sus ojos.


— ¿Gracias?
¿Él cree que soy... preciosa? La idea de que Pablo pensara que no era sólo caliente, sino preciosa envió algo como el miedo a través de mí, una presión intensa en mi corazón.  Volvimos a casa, y en algún momento su mano terminó enredada en la mía, con los dedos enroscados como si siempre hubieran estado allí. Llegamos a la entrada de su casa primero, y su mamá estaba al final del camino de entrada ojeando el correo, su teléfono celular pegado entre la oreja y el hombro, probablemente hablando con mi mamá.

Ella nos vio dar un paseo por la puerta motorizada, de hierro forjado a mano. Sus cejas se dispararon hasta el nacimiento de su cabello y se calló a media frase, la boca abierta en una “O” por el shock.

Yo sabía que mi cabello estaba andrajoso, un desastre sudoroso, mi camisa estaba fuera y también la de Pablo... y de repente mis labios hormigueaban con el recuerdo de su beso, y me pregunté si ella podría saber que nosotros habíamos estado besándonos, si pensaba que lo habíamos hecho…

— ¿María José? Voy a tener que llamarte luego. Nuestros hijos acaban de entrar... de la mano. Sí. Ya lo sabía. Claudia Lanzani colgó y se volvió hacia nosotros.

—Bueno. Estuvieron fuera un buen rato.

Echó un vistazo a nuestras manos unidas. Nos miramos el uno al otro, intercambiando una mirada significativa. Apreté su mano, lo que indicaba que no lo iba a dejar ir. No estaba avergonzada de esto, o tratando de ocultar nada.

Pablo asintió con la cabeza sutilmente y se volvió hacia su madre.

—Bueno, fuimos a correr, y después nos detuvimos por Ridge Keller para hablar.
La señora Lanzani entrecerró los ojos hacia nosotros, recogiendo nuestro estado de desnudez y el enmarañado lío de mi cabello.

— ¿Hablar, hmmm? ¿Y esto? —Ella hizo un gesto hacia nuestras manos.

Pablo levantó la barbilla.

—Ahora estamos juntos.

No lo habíamos decidido exactamente, en sí, ya que habíamos empezado a besarnos sin llegar a aceptar nada oficial. Pero no iba a decir nada de eso, no aquí, no ahora. Y estábamos juntos, incluso si no lo hubiéramos hecho “oficial”.

—Ya veo —dijo la señora Lanzani—. Están juntos, ahora. ¿Están seguros de que es una buena idea? Son muy jóvenes.

Pablo frunció el ceño ante su madre.

— ¿En serio? Pedro tuvo una novia a los dieciséis años y no recuerdo que le dijeran alguna mierda al respecto.

—Cuida tu lenguaje, jovencito —dijo ella, con voz dura—. Y para que conste, le dijimos algo al respecto. Lo mismo que te estoy diciendo ahora. El hecho de que no escucharas la conversación no significa que no sucediera. Tú tenías qué, ¿once años? Tu padre y yo no hubiéramos tenido esa conversación con tu hermano frente a ti, Pablo.

Pablo suspiró.

—Sí, supongo que tienes razón. Pero…

—Ten cuidado, ¿de acuerdo? —interrumpió la señora Lanzani a su hijo.

—Mamá, nosotros no estábamos… quiero decir que no tenemos…

—No voy a tener esa conversación contigo, Pablo. Especialmente frente a Lali. Todo lo que voy a decir, ahora y en el futuro, es que independientemente de lo que hagas o dejes de hacer... sé cuidadoso. — Ella se dio la vuelta alejándose, metiendo el correo bajo el brazo, luego se detuvo y miró hacia nosotros—. Y eso significa también en un sentido emocional, no sólo físico. Han sido los amigos toda la vida. Cruzar esa línea más... es una línea que no se puede descruzar.

Algo en su tono de voz y el modo en que ella miró fijamente a la distancia hizo que me preguntara si sabía lo que decía por experiencia personal.

—Lo sabemos, mamá. Eso es lo que estábamos hablando, en realidad.

—Entonces... bien. —Ella desapareció en la casa, la nariz ya enterrada en su teléfono.

Me quedé con Pablo en su camino de entrada.

—No fue tan malo.

—No, pero esa fue mamá. Ella llamará a papá, y él me va a llamar y vamos a tener “la charla”.

Retorcí mi cara en una expresión de conmiseración.

—Sí, probablemente tenga esa conversación esperándome en casa ahora mismo.

Él se echó a reír.

— ¿No tuvimos ya esta charla con ellos cuando éramos niños?

—No, eso fue diferente, estoy bastante segura. Entonces, ellos estaban explicando qué es qué, dónde va cada cosa y por qué. Esto es... —Mi voz se apagó, sin saber cómo terminar la declaración.

— ¿Por qué debemos esperar? ¿Y cómo ser responsables si no lo hacemos?

—Exactamente.

Estaba casi absurdamente aliviada de que habíamos conseguido  tener esta conversación sin tener que decir nada abiertamente embarazoso. Una vez más, no estaba preparada. No tan preparada.  Pero entonces sentí sus manos deslizándose sobre mi espalda tirándome en un abrazo, y de repente la idea de más con él no parecía tan absurda.

Más... eventualmente.

9 comentarios:

  1. seguila!!!!!!!!!!!!!!!! quiero que aparezca peter jajja
    masssssssssss

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  2. Aww me encantoo aunq el saber q pablo va a norir es tristee
    Mass

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  3. subii otrooo
    como se llama el libro?
    @x_ferreyra07

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  4. Ahhh
    Que adaptación esta muy interesante !!
    Para Pablo muere vdd ??!
    Ahhh ta quiero que aparezca Peter !!!!

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  5. Me encanto! Pero quiero a Peteeer<3

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  6. Ahhhh el primer beso, el primer amor ♥
    Maaaaaaaaaaaaaas!!!

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  7. X poco Pablo se queda sin ella

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