jueves, 12 de junio de 2014

Capitulo 11

Capitulo 11


LLEGO EL MOMENTO !!
                                                                                                                                  

Cayendo dentro de ti

Pedro me baja lentamente, y siento su erección mientras mi parte frontal se desliza contra la suya. Giramos de nuevo, y yo camino hacia atrás, hacia su habitación, mi respiración transformada en jadeos
superficiales.

Su mano se enrosca alrededor de mi cintura, pero me alejo de su toque. Frunce el ceño con confusión, y luego se despeja cuando bailo unos pasos más atrás, luego envuelvo mis dedos alrededor del dobladillo de mi camisa. Me la quito rápidamente, la dejo caer al suelo entre nosotros. Pedro se dobla y la levanta sin perder el paso o contacto visual, levanta la tela a su cara y huele. Me río, y luego llego a mi espalda y deslizo hacia abajo la cremallera de mi falda, deteniéndome en la puerta de su habitación. Se detiene en el pasillo, fuera de alcance, la camisa cerrada en un puño su otra mano presionada plana contra una pared. Su amplio pecho y caderas magras se perfilan por el suave resplandor fluorescente blanco de la cocina, y mi boca se seca a la vista de él, fuerte, masculino y delicioso. Oscilo mis caderas, mordiéndome el labio, y dejo que la falda caiga a mis pies, y ahora estoy vestida con sólo el sujetador y la ropa interior. Observo cómo sus vaqueros se abultan  notablemente en la cremallera, tensados por la excitación.

Sus ojos están encapuchados, entrecerrados, primitivos, hambrientos.

Desengancho mi sujetador, una anilla a la vez, luego, deslizo una tira, dejando caer el sujetador colgando de un dedo delante de mí. Pedro retumba profundo en su pecho, un sonido de aprobación pura.

Mi piel se tensa, mis pezones guijarros duros bajo su mirada arrebatadora. Me quedo parada y dejo que mire. Da un paso hacia adelante, y quiero ir hacia la cama, acostarme para él, retirarme de la cruda intensidad en sus ojos, pero no lo hago. Me quedo en el lugar y levanto la cabeza para mirarlo a los ojos hasta que él está de pie sobre mí. Nuestros labios están a centímetros de distancia, pero no nos besamos. Puedo sentir su aliento caliente en mi boca, y quiero sentirlos sobre mí, pero no me muevo.

Espero.

Y entonces no puedo soportarlo más. Tiro de su camisa, imitando su acción de oler, y oh dios mío, huele increíble, como él, familiar y reconfortante y exótico.

Entonces arrastro mis dedos por su pecho, deteniéndome en el camino de pelo oscuro en su vientre, dirigiéndome bajo sus pantalones vaqueros. Desabrocho el botón, bajo la cremallera, dejando que mis nudillos rocen su excitación a través del algodón de su ropa interior. Miro hacia abajo, ahora y mi vientre tiembla a la vista de de los calzoncillos grises de algodón estirados por su eje, un punto de humedad esparcida donde su punta presiona contra el tejido.

Él patea sus pantalones, y ahora los dos estamos en tan sólo la ropa interior. Ya casi, casi desnudos el uno al otro.

Deslizo mis dedos debajo de la cuerda de mi tanga rosa brillante, lo bajo ligeramente.

Para. Déjalo. —La voz de Pedro es baja y gruñona. Me detengo.

Consiento de inmediato, dejando mis manos caer sueltas a los lados. No estoy segura de por qué, pero es caliente cuando él ordena a mi alrededor así. Siento un cosquilleo en el vientre, un temblor en mis piernas. Aprieto mis piernas, tratando de calmar el dolor entre ellas, pero es inútil. Él cierra la brecha así que mis pechos rozan su pecho, su erección presionando contra mi vientre. Levanto mis manos para tocar sus hombros, deslizándolas por su espalda, acercándolo más. Él se inclina y me besa, suavemente al principio, con ternura. Me derrite, me ablanda, me deja débil y jadeante por la delicadeza de su beso. Tengo que agarrar su cintura para no caerme.

Mis manos están explorando el borde de su cintura donde la piel encuentra el algodón, me levanto de puntillas para profundizar el beso y empujo bajo el elástico para acariciar su atractivo duro culo, vagando por los globos de músculo con las dos manos. Él gruñe en el beso, y una de sus manos se extiende por mi espina dorsal justo por encima de mis caderas, la otra tocando la cintura y vagando hacia arriba, arriba, sobre mis costillas... hasta mi pecho. Su palma rugosa cubre mi pezón, enviando espasmos a través de mí. Me arqueo en su palma, agarro su culo con mis uñas, recorriendo su boca con mi lengua.

Estoy fuera de equilibrio, mareada y jadeando cuando Pedro abruptamente se aleja.

Agárrate al marco de la puerta —ordena él. Yo obedezco, y él me sonríe, dejando al descubierto una sonrisa depredadora con dientes.

Ahora, separa los pies... al ancho de los hombros... sí, justo así. Ahora, no te muevas. Y espera.

Creo que sé lo que está planeando, y de repente no puedo respirar más allá de mi corazón martillando en mi garganta. Mis manos en el marco de la puerta es todo lo que me sostiene arriba, y tengo que agarrarme firmemente cuando se hunde hasta las rodillas en frente de mí. Sus enormes manos se enrollan en la parte posterior de mis muslos. Me muerdo el labio y miro hacia él, sin aliento.

Oh dios, oh dios, oh dios mío.

Presiona su nariz contra mi centro, empujando el triángulo de seda rosa. No puedo evitar un gemido, y él ni siquiera ha hecho nada aún. Yo grito cuando de repente llega y da un tirón bajando mis bragas.
Levanta uno de mis pies por el tobillo, una orden silenciosa para sacarlo. Lo hago, y ahora estoy completamente desnuda, con la cara de Pedro entre mis muslos.

Estoy esperando, esperando, anticipando, pero él está mirando  hacia mí, devorándome con los ojos, sus manos se enroscan alrededor de mis muslos, una vez más, justo debajo de mi culo.

¿Va a utilizar su boca sobre mí? ¿Ir abajo en mí? Dios, quiero que lo haga.

No hay advertencia. Él se toma su tiempo para su asalto cuando cierro los ojos con desesperación, deseando que haga algo. Nada, nada... y de repente su lengua húmeda y caliente se desliza lentamente por la raya de mis pliegues. Dejo que mi cabeza caiga hacia atrás y gimo de  placer, alivio. Tengo que agarrar el marco de la puerta con todas mis fuerzas para mantenerme en pie.

Sus dedos están en el interior de mis muslos, enroscándose alrededor desde atrás para separarme, abriéndome para su boca. Otro suave, lento lengüetazo hacia arriba, un tercero, y entonces él está lamiendo, lamiendo, y estoy gimiendo sin parar. Y luego empuja con su  lengua, presionando contra el nudo de nervios hipersensibles. Me  sumerjo en contra de su cara, mis piernas cediendo.

Bloquea las rodillas, La, nena.

Lo hago, y luego su lengua está dentro de mí, una vez más, rodeando mi clítoris y empujando jadeos duros fuera de mí, suaves gemidos, sollozos entrecortados.

Un infierno de fiera presión está construyéndose dentro de mí, un enorme globo de inminente detonación. El borde se acerca, y él me va a llevar allí, me lleva más allá de ella, en un paraíso de éxtasis. Quiero tocarlo, tocar su cabello, su piel, pero él me dijo que me aferrara a la puerta y si no lo hago, podría dejar de hacer lo que está haciendo y eso sería lo peor, así que me aferro a la puerta como me dijo y me dejo gemir tan fuerte como quiero. Mientras más alto va mi voz, más rápido y con más fervor me lame. Y luego, casi a punto de venirme, ralentiza y saca su lengua, vuelve a lamer mis pliegues, y hago un sonido de medio placer, media frustración. Una de sus manos pasa por la parte exterior de mi muslo, llega al interior de la rodilla y luego la levanta hasta su barbilla.

Sí, sí, tócame ahí. Necesito sus dedos dentro de mí.

No lo hace sin embargo.

Dime lo que quieres que haga. No voy a hacerlo a menos que me lo digas.

Lloriqueo, luego inclino mi cabeza para mirarlo. Su boca y labios brillan con mis jugos, sus azules, azules ojos brillan con deseo.

Tócame. Pon tus dedos dentro de mí. Sigue bajando. —No ahogo mi gemido cuando él desliza dos dedos dentro de mi caliente, palpitante, empapado canal—. Hazme venir.

Di mi nombre.

Me muerdo el labio, porque no puedo evitarlo, y porque lo vuelve loco.

Hazme venir, Pedro.

Él hace un ruido sordo en su pecho. Es un buen sonido.

Sabes —dice él, hace una pausa para deslizar su lengua por mis pliegues, y luego continúa—, tú eres la única persona en mi vida que me llama así. Todo el mundo me llama Peter.

—¿Quieres que te llame Peter? —le pregunto.

Por supuesto que no. Me encanta la forma en que dices mi nombre.

No hay más palabras, entonces, porque sus dedos se mueven de una manera que me tiene queriendo gritar, y su lengua se ha concentrado en mi clítoris de nuevo, y su mano me acaricia el culo. Él está por todas partes de mí, dentro de mí, sobre mí, a mi alrededor. Mi mundo se ha reducido a él, a Pedro y la locamente increíble cosa que me está haciendo.

Tan cerca, tan cerca. Pero cada vez que llego a la cúspide, él parece saberlo y frena, cambia su ritmo y me tira hacia atrás. Está sacando sus señales de mi voz, creo. Él escucha el ritmo de mis gemidos aumentando cuando llego al borde, y luego, cuando estoy jadeando y gimiendo de deseo, se detiene, y tiro la cabeza hacia atrás con frustración, pero luego me inclino hacia adelante de nuevo para verlo de vuelta en mí. Oh, Dios, es tan sexy haciendo eso. Su cabello oscuro brilla en la luz, su piel oscura y morena en la luz baja, sus músculos desnudos brillando y desplazándose mientras se mueve. Su mano está en mi culo, sosteniéndome contra él, y ahora he perdido todo el control sobre mí misma. Estoy hundiéndome en rodillas débiles contra su boca y dedos, y mis manos están enredadas en su pelo, aplastándolo contra mí con necesidad desenfrenada, abandono completo.

Necesito venirme, Pedro. —Respiro—. Por favor, déjame venirme.

Acaricia mi culo en círculos, alisando la piel en la mejilla izquierda, la mano derecha dentro de mí, frotando contra un lugar destacado en mis paredes, frotando de una manera que me tiene jadeando y gimiendo, luego saca sus dos dedos dentro y fuera, dentro y fuera, y luego frota el punto de nuevo. Su lengua es implacable, incansable, golpeando y rodeando mi clítoris, rozándolo, lamiéndolo, chupándolo dentro de su boca y tirando de él suavemente con los dientes. Más cerca, ahora. Tan cerca.

Estoy casi ahí —me oigo decir, jadeando—. No te detengas. No pares. Él no responde, sólo renueva su asalto, y ahora estoy en el borde, flotando, oscilando, a punto de llegar. Mi cabeza está echada hacia atrás y estoy gimiendo en voz alta, tirando de su rostro contra mi centro al ritmo que arqueo mis rodillas y su lengua me lame.

Hala mi clítoris entre sus dientes y lo succiona con fuerza, frotándome furiosamente con sus dedos, y luego me vengo. Mientras grito, anunciando mi orgasmo, él golpea mi culo, y me vengo con tanta fuerza que mi aliento sale y mi grito se corta. Él golpea mi culo de nuevo, en la otra mejilla, retirando sus dedos y deslizándolos de nuevo en lo que él me golpea por tercera vez. Con cada golpe de su mano en mi culo, golpea mi clítoris con su lengua, y me vengo, vengo, vengo, me doblo hacia adelante por la cintura y la boca abierta ampliamente, pero en silencio.

Grita para mi, La. —Acompaña la orden con un último golpe, el más duro, y pellizca mi clítoris con sus dientes, casi demasiado, pero no del todo.

No puedo evitar obedecer, gritando fuerte y colapsando hacia adelante. Pedro me coge en sus brazos mientras se pone de pie. Estoy retorciéndome con una ola tras otra de réplicas, pero fuerzo mis ojos a estar abiertos, viendo como Pedro se mueve por el pasillo hasta el cuarto de baño, cava alrededor en el gabinete bajo el fregadero, saca una caja sin abrir de condones. Abre la tapa y retire una serie de paquetes, rasga uno y arroja el resto en el suelo junto a la cama.

Al verlo hacer esto me doy cuenta de lo que está por suceder. Dejarlo ir abajo en mí, tocarlo, besarlo, hacerlo venir con mi mano, todo eso es una cosa. Pero el sexo real, él encima de mí, deslizándose dentro de mí... eso es diferente. Cuando quita sus bóxers, se desliza en la cama junto a mí apoyándose en un hombro.

—¿Pensándolo dos veces? —pregunta al ver mi rostro probablemente—. Sin presiones. Si no quieres hacerlo, no tenemos…

Quiero hacerlo. —Levanto mi mano para deslizar mi mano por el camino de su espalda hasta su trasero—. Realmente quiero hacerlo. Es solo que ha pasado mucho tiempo, estoy nerviosa; pero quiero.

—¿Y los fantasmas?

Siguen ahí, pero estoy trabajando para superarlos. —Continuo con el camino del costado de su cuerpo, trazando sus costillas luego volviendo a su cadera—. ¿Y tú?

Lo mismo. —Sus ojos bajan a mi cuerpo luego suben para encontrarse con mis ojos—. Eres tan sexy, Lali. Tan hermosa. No puedo soportarlo. Eres tan jodidamente atractiva. No merezco a un delicioso angelito como tú.

Y así como así, los nervios fueron sustituidos por una ola de ternura y deseo.

No soy un ángel —digo levantando un hombro y empujándolo sobre su espalda—, y me mereces. Mereces a alguien mejor que…

Te merezco exactamente a ti —interrumpe a medida que pasea sus manos por mis caderas mientras que me sitúo a horcajadas en sus muslos—. Solo a ti. Lo bueno y lo amo. Toda a ti, toda hermosa.

En respuesta, sólo puedo mirarlo. Pestañeando de emoción. En realidad no hay lágrimas. Sólo… emoción. Deslizo mi vista hasta su torso, el dragón escupiendo fuego, las letras, los colores pintados por todo su glorioso cuerpo. Paso mis manos por su pecho, trazo su estómago llegando a la parte en V con dedos tembloroso. Siguiendo mi camino en V hasta cerca de su vello púbico y, dios, es enorme.
Lamo mis labios y luego los muerdo, dudando. No hace ningún movimiento solo mantiene mis caderas sin apretarlas.

Tócame —dice—. Esto será como quieres que sea. A tu ritmo.

Un dedo al comienzo. Solo la yema de mi dedo índice provoca que se estremezca bajo mi toque, su estómago se contraiga y luego se relaje. Mi labio duele dado que lo muerdo fuertemente y sus dedos se aprietan en la piel de mis caderas, su autocontrol está siendo ejecutado. Le he hecho esto antes, pero estaba durmiendo en ese entonces, no observando. Es diferente. Quiero saber qué le gusta, qué quiere, qué se siente mejor. Quiero tocarlo, sostenerlo. Quiero envolver mis labios en él y saborearlo. Eso es algo que he hecho una o dos veces antes, hace mucho tiempo, y me encuentro a mí misma queriendo intentarlo con él.

Retrocedo entre sus piernas así que estoy en mis canillas a la altura de sus rodillas. Entonces, inhalo profundamente y mis manos están envueltas en él. Es grueso, duro como una roca en mi palma, la piel suave y abrasadoramente caliente. Mi corazón es un tambor en mi garganta causando que apenas respire. Sus ojos están en mí, su mirada decidida e indescifrable. Deslizo mi mano hacia su base y es tan largo que puedo tomarlo con mi otra mano, acunándolo con ambos puños. Subo mi puño por su longitud luego bajo de nuevo y después tengo un ritmo constante.

Dios, Lali, amo la manera que me tocas. —Su voz es profunda y lenta.

No respondo, no hasta que me inclino sobre su erección de manera que está frente a mi cara.

Quiero saborearte.

Lo que quieras —dice—, pero no me vendré en tu boca.

—¿No? —dudo, entonces toco su cabeza con mis labios.

Nop. No esta vez por lo menos. Quiero estar dentro de ti cuando me venga. Quiero observar tus hermosos ojos cuando nos vengamos juntos.

Enredando su mano en mi cabello, tira su cabeza hacia atrás cuando encuentro la valentía de introducir su miembro entre mis labios. El sabor de su piel es salado y cálido; y la humedad de la punta tocando mi lengua da un sabor de almizcle salado. Gime y voy más profundo, tomando centímetro por centímetro dentro de mi boca recorriendo mi lengua en él. Aún tengo mi agarre en él y la deslizo arriba y abajo, entonces mis labios están tocando mi puño y va tan rápido como puede antes que me atragante. Retrocedo, lamiendo por última vez y pero aun moviendo mi mano en él y procedo nuevamente. Eleva sus caderas ligeramente para llegar al fondo de mi garganta.

Lo siento, no quise que te atragantes.

Retiro mi boca de él, pero no mi mano y lo miro.

Está bien, me gusta como sabes.

No espero una respuesta proveniente de su parte excepto que deslizo mis labios en él nuevamente y lo llevo profundamente.

Esta vez, me atraganto a propósito sólo para ver cuán lejos puedo llegar.

Jesús, Lali. —Trata de empujar sus caderas hacia atrás pero no hay lugar donde ir, y está siseando entre sus dientes con sus dedos enredados en mi cabello—. Si vas hacer eso, trata de relajar tu garganta. No hagas nada que no quieras. No hagas nada porque piensas que lo espero.

Retrocedo nuevamente y vuelvo a bajar esta vez relajando mis músculos de la garganta y lo tomo más profundo. Oh dios, oh dios, oh mi Dios. Tan profundo, tan grande. Casi es mucho, pero me gusta. No sé qué dice esto de mí y no me importa. Puedo decir que le gusta. Trata de contenerse, pero realmente le gusta. Impongo un ritmo: retrocedo hasta que la cabeza de su polla está en mis labios, luego vuelvo a tomarlo más profundo como pueda, deslizando mí agarre en él cuando retrocedo.

Mierda, Lali. Mierda, eso es increíble. —Está sin respiración, temblando por el esfuerzo de permanecer quieto.

Puedes moverte —le digo—. No te contengas.

Gruñe y comienza a moverse a mi ritmo. Levanto mi mirada cuando su tope está en mis labios, y descubro que su rostro está dando al techo con una expresión de dolor combinado con placer en él.
Amo saber que le estoy dado este placer. Sus dedos están enroscados en mis rulos, apretados contra mi cabellera. Tira suavemente de él, animándome. Se mueve, se mueve introduciendo más en mi boca. Lo tomo, todo de él. Sé que dijo que no se iría en mi boca, pero decido obligarlo. Lo quiero. Quiero tragarlo, saborearlo, sentirlo; sentirlo perder el control en mi boca.

Agarra mi escroto —dice, las palabras pasando difícilmente por sus dientes—. Por favor.

Acuno sus bolas con una mano, y están apretados, hinchados. Los masajeo tan dulcemente como puedo mientras muevo mi mano hasta su raíz, bombeando rápido, deslizando arriba y abajo más rápido y más rápido. Su respiración es incontrolable, sus caderas teniendo espasmos sin remedio. Cada vez lo tomo más profundo y no me atraganto. Estoy orgullosa de eso. Me gusta la sensación de tenerlo en mi garganta, sabiendo que le gusta, que lo ama. Me está dando de vuelta algún tipo de placer al estar haciendo esto, y ahora puedo devolvérselo.

Trata de alejarse.

Tengo que… tengo que parar. Estoy muy cerca, Lali —dice tirando de mi pelo dos veces.

Atino a solo moverme más rápido, y entonces siento a sus caderas alejarse y empujar más hacia mí de nuevo. Siento sus bolas tensarse, y luego sus caderas empujan más profundo a mi garganta. Siento un cálido chorro correr por mi esófago. Retrocedo de manera que su cabeza está entre mis labios y succiono fuerte. Gime fuerte y sus caderas se sacuden y otro chorro llena mi boca. Lo saboreo esta vez: abundante y caliente y salado saborea mi lengua, deslizándose por mi garganta a medida que trago. Aprieto su base y lo sacudo, aun succionando, y él se libera por tercera vez, un cantidad menos que antes y más suave.

Cuando siento que los espasmos abandonan su cuerpo, lo tomo profundo una vez más y luego sacándolo de mi boca y subiendo a su cuerpo de manera que descanso en su pecho. Su dura punta aun alienta mis pliegues, y no puedo evitar restregarme sobre él. Quiero sentirlo dentro de mí.

Pedro está tenso y tiembla, estremeciéndose.

Santa mierda, Lali. Eso fue jodidamente increíble.

Suelto una risita contra su hombro.

—¿Gracias? No estaba segura si iba hacerlo bien, pero parecía gustarte así que…

Se queda quieto.

—¿Nunca lo has hecho antes?

Me encojo de hombros.

Lo he hecho, pero… fue hace mucho, mucho tiempo; y solo lo hice un par de veces. —Eso es lo más cerca que estoy dispuesta a hablar con él en estos momentos.

Parece entender porque solo asiente.

Lo entiendo. Bueno, puedo decir que fue lo jodidamente mejor que he sentido alguna vez.

Siento una emoción de orgullo.

—¿De verdad?

El fondo de mi mente me dice que ha tenido un montón de experiencia para basarse, lo cual es algo que no quiero explorar tan cerca.

Absoluta-jodida-mente.

Lo dices por decir.

Se ríe.

No, no lo hago. Realmente fue así de bueno.

Moviéndose repentinamente, me deja sobre de espalda y él arriba mío, sus labios tocando mi hombro, regalándole suaves besos a mi piel.

Y ahora besaré cada hermoso centímetro de tu cuerpo.

Y lo hace, cada centímetro. Empieza por mis hombros, seguido por suaves besos a través de mi esternón, arrodillado entre mis piernas luego bajando sus besos entre mis pechos. Quiero su boca ahí, pero él se burla de mi besando la curva de cada pecho pero nunca llegan al pezón ni lo toma en su boca como quiero que lo haga. Lleva sus labios a mi estómago a una serie de húmedos beso, a través de mi vientre hasta mis caderas, bajando a cada muslo. Espero que dirija su boca a mi centro, pero no lo hace. En cambio, besa peligrosamente cerca cada lado, arriba, cada lado de los muslos con sus rugosas mejillas de lija contra mi sensible piel, pero nunca lleva su boca a mis pliegues.

Y entonces está de vuelta después de besar mis espinillas y mis pantorrillas y mis pies. Arrodillándose, duda y luego toma mis caderas y me voltea para ponerme boca abajo. Apoyo mi cabeza en mi brazo y trato de no ser conocedora cuando besa mis pantorrillas, la parte trasera de mis muslos, después, sí, cada nalga vagando por cada una, dándole una atención especial a esta parte de mi cuerpo, palmeándolas con sus labios, empujando el musculo, trazando la raya.

Su dedo se adentra en él, y de repente, todo lo suave y tierno se convierte erótico. Su labio a un está sobre mi nalga, pero su dedo está dirigiéndose entre mis muslos y regresa, más profundo.

Te gustaría mi dedo aquí dentro, ¿no? —pregunta, su voz siendo dura y exigente.
Solo puedo gemir en respuesta. Me gustaría, sin embargo, no puedo decirlo.

Respóndeme, nena. —Empuja mis muslos abriéndolos con sus rodillas, extendiéndome—. ¿Te gustaría?

Sigue empujando mis rodillas hasta que están lo más flexionado que pueden, y solo estoy así completamente por él. Sus palmas rodean mi trasero, y puedo sentir que está esperando por mi respuesta. No lo hago. Quiero empujarlo, ver qué hará.

Nuevamente me da una nalgada, una ligera pero punzante nalgada; mi centro se oprime y estoy mojada, goteando. Gimo en la almohada.

Sí, Pedro, me gustaría.

—¿Lo quieres de nuevo?

Uh-huh. —No puedo pronunciar palabra alguna.

Su dedo pulgar va bajando por la línea y explorando lo cual provoca que mi respiración se dificulte y mi cuerpo tiemble.

Su otra mano se desliza por debajo de mí, sus dedos masajeando mi clítoris, relámpagos se disipan a través de mi cuerpo y tiemblo bajo su toque. Sus dedos suben y bajan, acercándo pero no empujando o presionando. Su toque en mi clítoris es gentil, suave y lento, haciendo círculos para prepararme. Oh, estoy lista. Muy lista. Extiendo las piernas para estar más expuesta, y ahora su dedo se va brevemente y luego vuelve. Siento algo húmedo y caliente contra mí ahí atrás, y luego hay presión.

Dime si es demasiado.

Empuja, oh, tan suavemente. Oh Dios, oh Dios, oh Dios mío. Ahora sus dedos dando vueltas son rápidos y precisos, envía calor a través de mí. Me muevo y arqueo, inclino mi espalda y ruedo mis caderas. Tan bueno. Tan bueno. Me levanto en mis rodillas y empujo hacia atrás, disfrutando la plenitud de su dedo dentro de mí. Oh Dios.

Pedro... no te detengas.

De ninguna jodida manera. —Él desliza su dedo más profundo, y estoy casi deshecha.

Es tan intenso, ardiente y extenso y un poco doloroso, pero el dolor es familiar y bienvenido y erótico. Tan perfecto. Pero no, me doy cuenta cuando lo pienso que esto no es perfecto. Él dentro de mí sería perfecto. Al igual que esto, pero su polla en lugar de sus dedos.

Te quiero dentro de mí. —Vuelvo la cabeza para susurrar las palabras por encima de mi hombro—. En este momento.

—¿Así?

Dios sí. Así. —Mi voz es un susurro feroz.

Oigo rasgarse un paquete, siento su mano retirarse de mi centro, y me vuelvo para verlo deslizarse un condón con una mano. Yo descanso mi peso sobre los codos, observándolo coger su mango en la mano y guiarlo a mi entrada. Un empujoncito, y luego sus ojos en los míos mientras vacila.

Lali, yo... —Él es tan dominante a veces, dándome órdenes que me encuentro queriendo obedecer, llevándome a alturas de éxtasis delirantes. Y luego, otras veces, él es indeciso e inseguro, pero sólo siempre en lo que respecta a mí, asegurándose de que estoy en la misma página que él, asegurándose de que quiero lo que está pasando.

No puedo formar palabras para responderle, así que me empujo hacia atrás contra él, y lo siento deslizarme en mí, llenándome.

Oh... Dios... mío. Dejo caer la cabeza entre mis brazos y estiro hombros, empujando hacia atrás para aplastarlo profundo.

Joder, Lali. Dios, estás tan jodidamente apretada. —Su voz es tensa, gruesa. Su mano agarra mi cadera donde está curvada y me tira contra él.

Y ahora está a nivel contra mí, las caderas en mi culo, su dedo dentro de mí todavía.

Eres tan grande, Pedro... —Digo, luego tengo que reprimir una risita, dándome cuenta de cómo salió eso. Lo dije con voz entrecortada, y sonó como algo de una película porno. Pero es cierto. Es enorme, estirándome.

—¿Está bien? ¿No te estoy haciendo daño?

Niego con la cabeza.

Es perfecto.

Siento la presión construyéndose, un calor volcánico dentro de mí. Se desliza hacia fuera y hacia fuera, y entonces está suspendido con la punta dentro de mí vacilando un instante, y luego se hunde lentamente y grito, un grito sin aliento. Otro deslizamiento lento, y luego de nuevo dentro, su dedo palpitante dentro de mí, ligeramente hacia dentro y hacia fuera, empujando la presión a un punto crítico, iluminación construyéndose y crujiendo en mi sangre, en mis músculos. Vacila en mi entrada de nuevo, su punta situada en mis pliegues, y esta vez, cuando empuja hacia dentro, es más rápido, casi tosco.

Sí, Dios sí, Pedro. Así.

Él saca y presiona profundo, duro.

—¿Así?

Sí... —Suspiro.

De nuevo, duro, profundo, tan profundo.

—¿Te gusta duro? —Un ritmo tosco ahora, profundo y rápido.

Sí, Pedro... me gusta duro.

Oh mi jodido Dios, Lali. —Se inclina sobre mí, enterrado profundamente, descansando su cabeza en mi columna vertebral—. ¿Cómo eres tan jodidamente increíble?

No tengo manera de responder a eso, y no tengo la oportunidad de todos modos, porque él está golpeando en mí otra vez. Gimo a cada empujón, presionándome hacia él cuando se desliza profundamente. No hay pensamientos salvo este momento, no hay memoria salvo la embestida anterior, nadie en el mundo salvo Pedro. La presión del orgasmo inminente es una presencia atronadora dentro de mí, y sé que cuando llegue, será un peso inundando estrellándose a través de mí.

Luego desacelera y profundiza un poco sus embestidas, deslizando la mitad adentro, moviéndose a un ritmo sinuoso. Oh, mierda, eso es intenso. Incluso más intenso que teniéndolo tosco, en cierto modo. Está golpeando dentro de mí en una manera que toca la fibra sensible, haciéndome vibrar. El borde está cerca, mi clímax flotando cerca. Él mueve su dedo un poco más profundo, lo menea dentro y fuera, y luego da golpes más profundos, duro, y me resquebrajo. Grito, empujo mi culo de nuevo en sus embestidas, corriéndome y corriéndome y corriéndome.

Entonces me estoy moviendo, he perdido su presencia dentro de mí que estoy en mi espalda y a punto de pedirle que esté dentro mío otra vez, pero él está ahí, deslizándose suavemente, y yo suspiro de alivio al tenerlo de vuelta en donde pertenece.

Lali, mírame. —Su voz hace que abra los ojos al instante, y su mirada es intensa, azul vivo, delirante de la manera que me está mirando con tal adoración abierta.

Hola —le digo.

Hola —dice de vuelta. Sus manos me levantan por los hombros hasta que estoy en posición vertical y sentada sobre sus rodillas, un poco torpemente.

Envuelve tus piernas alrededor de mi cintura.

Tiene las piernas cruzadas, sentado derecho, sosteniéndome y enrosco los talones alrededor de sus caderas. El cambio en la posición afecta una diferencia inmediata. Él está... profundo. Tan dentro mío que es irreal. Suspiro y luego ni siquiera puedo hacer eso, mi boca abierta ampliamente en un grito silencioso mientras me deshago a su alrededor.

Oh Dios, oh mierda —dice—. Estás tan jodidamente apretada. ¿Ya he dicho eso?

Es... es posible. —Suspiro—. Me alegro de que sea apretada para ti.

Muévete para mí. Levántate hacia arriba y hacia abajo. Hazte correr. —Su voz me acaricia, sus ojos trabados en los míos.

Obedezco, por supuesto que lo hago. Empujo con mis talones, levanto con mis muslos, agarro sus hombros con las manos y me elevo.

Me cierno con él apenas adentro, entonces, con los ojos muy abiertos y la boca abierta, me bajo a mí misma tan lentamente como pueda. Me levanto de nuevo y sus manos se deslizan por debajo de mi
culo, me levanto, me bajo. Mi ritmo aumenta hasta que estoy desesperada, el clímax construyéndose en una cima.

Él lo siente, lo ve.

Córrete para mí.

Oh, lo hago. Muy duro.

Él está frenando, pienso.

Tu turno —le digo—. Quiero que te corras ahora.

Él gruñe, nos levanta hasta que estoy sobre mi espalda y ahora está encima de mí y ahora, ahora es perfecto. Esto es el paraíso perfecto, felicidad como nunca la he conocido antes y no siento ninguna culpa o dolor o vergüenza ni nada salvo el cuerpo de Pedro apretado contra el mío, su boca presionando besos ardientes en mis pechos, tomando un pezón en la boca y rodándolo, su polla perforando profundamente...

Cierro mis piernas a su alrededor y mis manos en la parte posterior de su cabeza, tirando de él contra mi pecho. Él empuja contra mi lentamente al principio, casi perezosamente. Su boca se mueve de un pecho al otro, con las manos apoyadas en la cama al lado de mi cabeza. Vuelvo la cara hacia un lado y beso su brazo de hierro, y luego estiro mi boca en un grito ahogado mientras se aumenta su ritmo, mordiendo mi pezón con fuerza suficiente para sentir una punzada.

No creía que fuera posible, pero estoy cerca del clímax otra vez, y no creo que pueda aguantar otro, no cuando se vuelven cada vez más intensos. Si lo mantiene me destrozaré por esto, y sí, está en mí, ahora, tan cerca. Está sacudiéndose duro, ahora, sumiendo locura, su peso una fuerte presión sobre mí, su pecho deslizándose contra el mío, su boca en mi oreja.

Está susurrando mi nombre una y otra vez, gritándolo mientras se mece sobre mí. Una de mis manos está enredada en el pelo en la parte posterior de su cabeza, la otra está arañando su espalda para agarrar sus tensas nalgas, tirando de él contra mí.

Su voz jadea en mi oído, un susurro sin aliento.

Oh dios... me estoy corriendo, Lali. Córrete conmigo. Córrete conmigo, cariño.

Su cabeza se alza y nuestros ojos se cierran.

Sí... sí... ahora —digo—. Dámelo todo, ahora mismo.

Esto lo lleva salvaje, y se estrella contra mí, áspero y duro e incontrolablemente. Es la cosa más increíble que he visto, esta fuerza primordial de un hombre perdido en medio del éxtasis, chocando contra mí. Se libra furiosamente, conduciendo profundo, y yo clavo mis dedos en su carne y su pelo, sacudiéndolo más fuerte con mis piernas, sintiendo mi propio clímax arrastrarse sobre mí.

Su ritmo vacila, tartamudea, y luego está flexionado, cada músculo tenso como una cuerda de arco, enterrado profundamente. Él se aleja lentamente, sacándose a sí mismo, y luego se estrella profundo, una segunda vez, una tercera, y luego está fláccido encima mío, su gran peso me aplastándome maravillosamente.

Le acaricio la espalda en lentos, dulces círculos, beso su hombro, su oreja, la sien. Aliso mis manos por su espalda, acaricio su culo, y luego trazo sus lados, memorizo la sensación de sus músculos, la forma en que su cuerpo se siente en el mío.

Se mueve.

Debo estar aplastándote.

Lo mantengo en el lugar.

No, no te muevas. Me gusta. Estás bien. Me encanta sentirte así.

Su rostro acaricia en el hueco de mi cuello y barbilla, su respiración lenta y constante. Nunca, nunca he sentido tal completa satisfacción como en este momento. Estoy saciada, estoy feliz. Estoy punzante y hormigueo en todo el cuerpo, enrojecida de éxtasis, abrumada y completa en mi corazón, mente, cuerpo y alma.

Y entonces me golpea. Los dos hemos estado usando la frase "Me encanta esto", o "Me encanta cuando tú..." y eso es una frase aceptable socialmente para algo que realmente disfrutas. Pero... la verdad es que creo que ambos lo decimos de la forma más profunda. Yo sé que lo hago.

No cambiaría este momento por nada. Y ciertamente nunca renunciaría a tener esto con Pedro. Quiero experimentar esto una y otra vez, tanto como sea posible. Me siento más cerca de Pedro en este momento de lo que lo he hecho con alguien antes. Este pensamiento trae a una oleada de culpa, pero la rechazo.

—¿En qué piensas, La, cariño? —Pedro rueda conmigo, y ahora estoy casi acostada encima suyo.
Pongo mi muslo en su pierna y recorro su torso con una mano, mi pelo se extendió por debajo de mí y sobre su pecho.

Estoy pensando que este es el mejor momento de mi vida.
Honestamente. Me siento más cerca de ti ahora mismo que con nadie...nunca. Estoy pensando... Quiero vivir momentos como este contigo para siempre. —Tomo un profundo aliento y lo dejo escapar, y luego doy el paso—. Estoy luchando con el sentimiento de culpa sobre eso, por todo lo que hablamos acerca de tu hermano, pero es sólo la verdad. Estoy más cerca de ti ahora de lo que nunca lo estuve con él. No sé por qué es así. Duele, es confuso. Sé que lo amaba. Lo hice. Pero... de alguna manera las cosas entre tú y yo son solo... más. No lo sé.

Me acaricia el pelo, alisándolo por encima de mi cabeza.

Lo entiendo. Me siento de la misma manera. Sé que amaba a India. ¿Pero esto contigo? Es como... mucho más que es casi un tipo completamente diferente de cosa.

Me muevo e inclino la cabeza, así que estoy mirándolo a los ojos.

Me estoy enamorando de ti, Pedro. No sé si es demasiado pronto para decírtelo, pero... es verdad. Da miedo, porque no sé si todo el mundo va a entenderlo, pero no me importa ahora mismo. Sólo tengo que decírtelo a ti, porque… porque sí.

Me atrae hacia él y me besa, su enorme palma en mi mejilla. Me siento tan pequeña al lado suyo, como si pudiera acurrucarme contra él y desaparecer.

No es demasiado pronto. Yo iba a decir lo mismo, pero te me adelantaste.

Sonrío.

Dilo de todas maneras, ¿por favor?

Toma una respiración profunda y la deja salir, examinando mi cara casi ociosamente, obviamente componiendo sus pensamientos.

No sólo estoy enamorándome de ti, Lali. Estoy cayendo dentro de ti. Eres un océano, y me estoy cayendo, ahogándome en las profundidades de lo que eres. Como dijiste, da miedo de alguna manera, pero también es lo más increíble que he experimentado. Tú eres la cosa más asombrosa que he visto.

Por primera vez desde que Pablo murió, me encuentro llorando lágrimas de felicidad. Me había olvidado de lo que eran.

5 comentarios:

  1. lei todos los que subist juntos por eso comente este :P
    me encantarooonn
    espero el proximo :D
    @x_ferreyra07

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  2. No lo pude resistir tenía que leerlo, mañana espero los dos capítulos que me dijiste eh

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  3. Ahhh noo que cap!!!!!
    Fue muuuuy sexy y así!
    Ahhh ha PAREN TODO SE DIJIERON QUE SE ESTÁS ENAMORANDO ?????
    ahhh vamos hasta que se sinceraron!
    Ahhh ha adiós a los fantasmas de su pasado adiós a Pablo a dios a Martina!
    Ahhh las palabras de Peter al ultimo fueron yaaaaa tiernas !!!!!
    Ame los cap ya quiero leer más

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