Prologo
Lali
Acabo de darle un puñetazo en la cara a una chica. Y no a
cualquier chica. A mi mejor amiga. Mi compañera de cuarto.
Bueno, supongo que desde hace cinco minutos debería estar
llamándola mi ex-compañera de cuarto.
Su nariz comenzó a sangrar casi de inmediato, y durante un
segundo, me sentí mal por haberla golpeado. Pero entonces recordé lo puta,
traicionera y mentirosa que era, y me dieron ganas de golpearla de nuevo. Lo
hubiera hecho si Benjamin no lo hubiese impedido, parándose entre las dos.
Así que en vez de golpearla, lo golpeé a él. No le hice
ningún daño, por desgracia. Nada comparado al daño que le hice a mi mano.
Golpear a alguien duele mucho más de lo que me imaginaba. No
es que me pase una cantidad excesiva de tiempo imaginando cómo se sentiría
golpear a la gente. Aunque comienzo a sentir el impulso de nuevo al observar mi
teléfono, al mensaje de texto entrante de Peter. Él es otro de quien me
gustaría vengarme. Sé que técnicamente no tiene nada que ver con mi situación
actual, pero podría haberme avisado un poco antes. Así que también me gustaría
darle un puñetazo.
Peter: ¿Estás bien? ¿Quieres venir hasta que la
lluvia se detenga?
Por supuesto que no quiero ir. De por si, mi puño ya duele
lo suficiente. Si fuese al departamento de Peter, me dolería aún más luego de
haber terminado con él.
Me doy la vuelta y miro hacia el balcón. Se encuentra
apoyado contra la puerta corrediza de vidrio, teléfono en mano, mirándome. Es
casi de noche, pero las luces del patio iluminan su rostro. Sus ojos oscuros se
centran en los míos, y la forma en que su boca se curva hacia arriba en una
sonrisa suave y arrepentida, hace que sea difícil recordar por qué aún estoy
molesta con él. Se pasa la mano libre por el cabello que cuelga sobre su
frente, revelando aún más la expresión de preocupación en su rostro. O tal vez
sea de pesar. Como debe ser.
Decido no responder, y en su lugar le enseño mi dedo medio.
Niega con la cabeza, y se encoge de hombros, como diciendo lo intenté, para
luego entrar a su apartamento, deslizando la puerta para cerrarla.
Pongo el teléfono en mi bolsillo para no mojarlo, y miro a
los alrededores del patio en el complejo de apartamentos donde he vivido
durante dos meses enteros. Cuando nos mudamos, el caliente verano de Texas se
tragaba hasta los últimos vestigios de la primavera, pero parecía que este
patio de algún modo aún se aferraba a la vida. Vibrantes hortensias azules y
púrpuras decoraban las pasarelas que conducen a las escaleras, y la fuente
colocada en el centro veía un flujo constante de visitantes jóvenes.
Ahora que el verano ha llegado a su pico más atractivo, el
agua de la fuente se ha evaporado desde hace tiempo. Y las hortensias son un
recuerdo triste y marchito de la emoción que sentí cuando Rochi y yo nos
mudamos aquí. Mirando el patio, ahora vencido por la temporada, veo un
inquietante paralelismo en cómo me siento en este momento. Derrotada y triste.
Me encuentro sentada en el borde de la fuente de cemento
ahora vacía, con los codos apoyados en las dos maletas que contienen la mayor
parte de mis pertenencias, esperando a que un taxi venga a recogerme. No tengo
idea de a dónde va a llevarme, pero sé que preferiría estar en cualquier otro
lugar que en donde estoy en estos momentos. Lo que es… bueno, sin hogar.
Podría llamar a mis padres, pero eso sólo les daría razones
para comenzar a dispararme con todos esos “te lo dijimos.”
Te dijimos que no te
mudaras tan lejos, Lali.
Te dijimos que no te
lo tomaras en serio con ese tipo.
Te dijimos que si
hubieses elegido estudiar Pre-leyes en vez de música, hubiésemos pagado por
ello.
Te dijimos que debías
golpear con el dedo pulgar en la parte exterior de tu puño.
De acuerdo, tal vez nunca me enseñaron las técnicas de golpe
adecuadas, pero si todo el maldito tiempo tenían la razón, debieron haberlo
hecho.
Aprieto mi puño, extiendo los dedos, y luego los cierro de
nuevo. Mi mano se encuentra sorprendentemente adolorida, y estoy bastante
segura de que debería ponerle hielo. Me siento mal por los chicos. Golpear es
una mierda.
¿Saben que otra cosa es una mierda? La lluvia. Siempre busca
el momento más inadecuado para caer, como ahora mismo, cuando no tengo casa.
El taxi finalmente se detiene frente a mí, y me levanto para
tomar mis maletas. Las ruedo detrás de mí mientras el taxista se baja y abre el
baúl. Antes de que incluso le entregue la primera maleta, mi corazón se hunde
cuando de repente me doy cuenta de que ni siquiera tengo mi bolso.
Mierda.
Miro a mi alrededor, hacia donde me encontraba sentada,
luego hacia mi cuerpo, como si el bolso fuese a aparecer mágicamente en mi
hombro. Pero sé exactamente dónde está. Lo arranqué de mi hombro y lo dejé caer
al suelo justo antes de golpear a Rochi en su nariz de Cameron Díaz.
Suspiro. Y me río. Por supuesto, dejé mi bolso. Mi primer
día de estar sin hogar habría sido demasiado fácil si hubiera tenido un bolso
conmigo.
—Lo siento —le digo al taxista, que ahora se encuentra
cargando mi segunda pieza de equipaje—. He cambiado de opinión. No necesito un
taxi en este momento.
Sé que hay un hotel a cerca de medio kilómetro de aquí. Si
pudiera reunir el coraje para volver a entrar y conseguir mi bolso, podría
caminar allí y conseguir una habitación hasta que decida qué hacer. No es
como
si ya no estuviera completamente empapada.
El conductor saca las maletas de nuevo, las coloca en la
acera frente a mí, y camina de nuevo al lado del conductor sin siquiera hacer
contacto visual. Él simplemente se sube a su auto y se va, como si mi
cancelación fuese un alivio.
¿Me veo tan patética?
Tomo mis maletas y camino de regreso a donde me encontraba
sentada antes de darme cuenta que no tenía bolso. Echo un vistazo a mi
apartamento y me pregunto qué pasaría si volviera allí para buscar mi
billetera. En cierto modo dejé las cosas hechas un lío cuando entré por la
puerta. Creo que prefiero estar sin hogar y en la lluvia, que volver allí.
Tomo asiento en mi equipaje de nuevo y contemplo mi situación.
Podría pagarle a alguien para ir arriba por mí. Pero no hay nadie aquí afuera,
y ¿quién sabe si Benjamin o Rochi siquiera le darían mi bolso a esa persona?
Esto apesta de verdad. Sé que voy a tener que acabar
llamando a uno de mis amigos, pero en este momento me siento demasiado
avergonzada como para decirle a nadie cuán tonta he sido durante los últimos
dos años. He estado completamente ciega.
Ya estoy comenzando a odiar tener veintidós años, y aún
tengo que soportar otros 364 días para que
eso cambie.
Apesta tanto que estoy… ¿llorando?
Genial. Ahora estoy llorando. Soy una chica violenta y
llorona, sin hogar y sin bolso. Y por mucho que
no quiera admitirlo, creo que
también podría tener el corazón roto.
Síp. Ahora es un sollozo. Estoy bastante segura de que esto
debe de ser lo que se siente al tener el corazón roto.
—Está lloviendo. Date prisa.
Subo la mirada para ver a una chica de pie junto a mí.
Sostiene un paraguas sobre su cabeza y me mira con apuro mientras salta de un
pie al otro, esperando a que yo haga algo. —Me estoy mojando. Date prisa.
Su voz es un poco exigente, como si me estuviese haciendo
algún tipo de favor y yo fuera una desagradecida. Arqueo una ceja al mirarla,
protegiéndome de la lluvia con una mano. No sé por qué se queja sobre mojarse
cuando no hay mucha ropa que mojar. No lleva casi nada. Echo un vistazo a su
camisa, que no tiene mitad inferior, y me doy cuenta de que se trata de un
uniforme de Hooters.
¿Podría este día volverse aún más extraño? Me encuentro
sentada en casi todo lo que tengo, bajo un aguacero torrencial, siendo
correteada por una perra camarera de Hooters.
Todavía estoy mirando su camisa cuando ella agarra mi mano y
me levanta en una rabieta. —Peter dijo que podrías hacer esto. Tengo que ir a
trabajar. Sígueme, y te mostraré donde está el apartamento. —
Agarra una de mis
maletas, levanta el mango y la empuja hacia mí. Toma la otra y camina
rápidamente fuera del patio. La sigo, por ninguna otra razón más que por el
hecho de que se ha llevado una de mis maletas y la quiero de vuelta.
Grita por encima de su hombro mientras comienza a subir la
escalera. —No sé cuánto tiempo planeas quedarte, pero sólo tengo una regla.
Mantente fuera de mi habitación
Llega a un apartamento y abre la puerta, ni siquiera mira
hacia atrás para ver si la estoy siguiendo. Una vez que estoy en la parte superior
de las escaleras, detengo mi andar fuera del apartamento y observo hacia el
helecho que, inafectado por el calor, se encuentra en una maceta junto a la
puerta. Sus hojas son verdes y exuberantes, como si estuvieran mostrándole el
dedo medio al verano, negándose a sucumbir ante el calor. Le sonrío a la
planta, un poco orgullosa de ella. Entonces frunzo el ceño al darme cuenta de
que envidio la resistencia de un helecho.
Niego con la cabeza, mirando hacia otro lado, y luego doy un
paso vacilante dentro del apartamento. El diseño es similar al mío, sólo que
éste tiene dormitorios divididos, haciendo cuatro en total. El que compartía
con Rochi sólo tiene dos habitaciones, pero las salas de estar son del mismo
tamaño.
La única otra diferencia notable es que, en éste, no veo
ninguna puta traicionera y mentirosa, con la nariz ensangrentada. Tampoco veo
alguno de los platos sucios de Rochi o su ropa por lavar regada por todas
partes.
La chica coloca mi maleta en el suelo junto a la puerta,
luego se hace a un lado y espera a que haga… bueno, no sé lo que ella está
esperando que haga.
Pone los ojos en blanco y me toma del brazo, alejándome de
la puerta e introduciéndome aún más dentro del apartamento. —¿Qué demonios te
pasa? ¿Por lo menos hablas? —Comienza a cerrar la puerta detrás de ella, pero
se detiene y se da vuelta, con los ojos abiertos. Sostiene su dedo en el aire—.
Espera —dice—. No eres… —Rueda los ojos y se golpea a sí misma en la frente—.
Oh, Dios mío, eres sorda.
¿Eh? ¿Qué demonios le pasa a esta chica? Niego con la cabeza
y empiezo a responder, pero ella me interrumpe.
—Dios, Eugenia —murmura para sí misma. Se frota las manos por
la cara y gime, ignorando por completo el hecho de que estoy sacudiendo mi
cabeza—. Eres una perra insensible a veces.
Guau. Esta chica tiene problemas serios cuando se trata de
relacionarse. Es media perra, a pesar de estar haciendo un esfuerzo por no
serlo. Ahora piensa que soy sorda. Ni siquiera sé cómo responder. Niega con la
cabeza como si estuviese decepcionada de sí misma, y luego me mira fijamente.
—¡TENGO… QUE… IR… A… TRABAJAR… AHORA! —grita muy fuerte y
dolorosamente lento. Hago una mueca y doy un paso atrás, lo que debería ser un
gran indicio de que la oigo prácticamente gritando, pero ella no se da cuenta.
Apunta hacia la puerta al final del pasillo—. ¡PETER… ESTÁ… EN… SU… HABITACIÓN!
Antes de tener la oportunidad de decirle que puede dejar de
gritar, sale del apartamento y cierra la puerta detrás de ella.
No tengo ni idea de qué pensar. O qué hacer ahora. Me encuentro
de pie, empapada, en medio de un apartamento ajeno, y la única persona, además
de Benjamin y Rochi con quien me encuentro furiosa en este momento, se
encuentra a sólo unos metros de distancia, en otra habitación. Y hablando de
Peter, ¿por qué demonios envió a su novia psicópata de Hooters a buscarme? Saco
mi teléfono y comienzo a escribirle cuando la puerta de su dormitorio se abre.
Camina por el pasillo con un montón de mantas y una
almohada. Tan pronto como hace contacto visual conmigo, me quedo sin aliento.
Espero que no sea un jadeo notable. Es que nunca lo he visto tan de cerca, y es
incluso más guapo a unos pocos metros de distancia de lo que lo es del otro
lado del patio.
No creo haber visto nunca ojos que de verdad pudiesen
hablar. No estoy segura de lo que quiero decir con esto. Simplemente pareciera
como que él pudiera dispararme la mirada más pequeña con esos oscuros ojos
suyos, y yo sabría exactamente lo que tenía que hacer. Son penetrantes e
intensos y, ¡oh, Dios mío! Lo estoy mirando fijamente.
La comisura de su boca se inclina hacia arriba en una
sonrisa de complicidad mientras pasa a mi lado y se dirige directamente hacia
el sofá.
A pesar de su atractivo rostro y aspecto un poco inocente,
quiero gritarle por ser tan engañoso. No debería haber esperado más de dos
semanas para decírmelo. Habría tenido la oportunidad de planear todo esto un
poco mejor. No entiendo cómo pudimos haber tenido dos semanas de conversaciones
que realmente valieron la pena, sin que él sintiera la necesidad de decirme que
mi novio y mi mejor amiga se estaban enrollando.
Peter lanza las mantas y la almohada en el sofá.
—No voy a quedarme aquí, Peter —digo, intentando impedir que
perdiera el tiempo con su hospitalidad. Sé que se siente mal por mí, pero casi
no lo conozco, y me siento mucho más cómoda en una habitación de hotel que
durmiendo en un sofá extraño.
Por otra parte, las habitaciones de hotel requieren dinero.
Algo que no tengo en este momento.
Algo que hay dentro de mi bolso, al otro lado del patio, en
un apartamento con las únicas dos personas en el mundo que no quiero ver en
este momento.
Tal vez un sofá no es tan mala idea después de todo.
Peter arma el sofá y se da la vuelta, bajando la vista hacia
mi ropa empapada. Observo el charco de agua que estoy creando en medio de su
piso.
—Oh, lo siento —murmuro. Mi cabello se encuentra pegado mi
rostro, y mi camisa ahora es una excusa patética de barrera entre el mundo
exterior y mi sujetador muy rosa y llamativo—. ¿Dónde está el baño?
Él asiente con la cabeza hacia la puerta del baño.
Me doy la vuelta para abrir una maleta, y empiezo a hurgar
en ella mientras Peter camina de nuevo a su dormitorio. Me alegro de que no me
pregunte sobre lo que sucedió después de nuestra conversación anterior. No
estoy de humor para hablar de ello.
Selecciono un par de pantalones de yoga y una camiseta sin
mangas, luego agarro mi bolsa de artículos personales y me dirijo hacia el
baño. Me molesta que todo en este apartamento me recuerde al mío, con sólo unas
pocas sutiles diferencias. Este es el mismo cuarto de baño con las puertas de
Jack y Jill a la izquierda y derecha, que conducen a los dos dormitorios contiguos.
Uno de ellos es el de Peter, obviamente. Tengo curiosidad por saber a quién le
pertenece el otro, pero no la suficiente como para abrirlo. La regla de la
chica Hooters era permanecer fuera de su habitación, y ella no parece ser del
tipo que bromea.
Cierro la puerta que conduce a la sala de estar y la
bloqueo. A continuación, compruebo las cerraduras de las dos puertas de las
habitaciones para asegurarme de que nadie pueda entrar. No tengo ni idea de si
alguien más, aparte de Peter y la chica Hooters, vive en este apartamento, pero
no quiero correr el riesgo.
Me quito la ropa empapada y la tiro en el lavado para evitar
empapar el suelo. Enciendo la ducha y espero hasta que el agua se caliente,
para luego meterme bajo el chorro de agua y cerrar los ojos, agradecida de que
ya no me encuentro sentada afuera en la lluvia. Al mismo tiempo, tampoco estoy
muy feliz de estar donde estoy.
Nunca esperé que mi vigésimo segundo cumpleaños acabara
conmigo duchándome en un apartamento extraño y durmiendo en un sofá que
pertenece a un hombre que apenas conozco desde hace dos semanas, todo esto a
manos de las dos personas que más me importaban y en las que realmente
confiaba.
maaaasssssssssssss
ResponderEliminar@x_ferreyra07
Ahhh el prólogo es muy bueno!!
ResponderEliminarAh ya quiero leer más !
Ay Lali que mal lo que le hicieron Rochi y Benja!
Porque se pelea con Peter ???
Más me gusta
Me encantó!!!
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