lunes, 16 de junio de 2014

Capitulo 15

Capitulo 15


Y terminamos otra historia, gracias por el apoyo de todas por leer y comentar. El libro se llama Falling Into You de  Jasinda Wilder. Hoy les subo la sinopsis y el prologo del siguiente libro.
                                                                                                                          

Canción de Respiraciones Únicas

Dos semanas y media después.

El agua salpica y da vueltas contra los pilotes de los muelles. A la luna le falta un trozo a un lado, y lanza destellos de plata en las ondas negras del lago. Hemos vuelto a donde empezamos, al muelle, con una botella de Jameson y una guitarra.

Ella está sentada en el borde, con los pantalones enrollados hasta las rodillas, los pies dando patadas en el agua caliente como la sangre. Estoy tocando “Don’t Drink the Water” de Dave Matthews Band, y ella simplemente está sentada, escuchando. Estoy apoyado contra el poste de la esquina, un pie en el agua, la otra encima de sus muslos. Ella está frotando mi pantorrilla con sus dedos, mirando el agua. No hemos dicho mucho desde que vinimos aquí a media noche, hace dos horas. Los dos estamos un poco descuidados, y el entumecimiento es bienvenido.

Ha habido muchas visitas al hospital para asegurarse de que ella está bien, a largo plazo físicamente, más muchas más citas para terapia y servicios de apoyo emocional, y todo tipo de otras cosas que tenían que haberse hecho antes. Me he estado quedando con mis padres, hablando con mi padre. No le he contado mucho, pero lo suficiente para que entienda un poco por lo que he pasado. No se ha disculpado otra vez, lo que probablemente sea bueno ya que las disculpas no significan una mierda, pero me doy cuenta de que lo está intentando, conmigo. Lo que sea. Día a día, y no guardar rencor. 
Esa última parte es difícil.

Lali no está bien, está llegando ahí. Yo no estoy bien, pero estoy llegando ahí.

Y ahora estamos borrachos y solos en el muelle.

“Don’t Drink the Water” se vuelve “Blackbird” y no estoy seguro de si hacer la versión de Sarah McLachlan o la de Paul McCartney, pero no importa. La estoy cantando, y las palabras nunca han significado tanto.

Realmente no es una epifanía, sólo el conocimiento de que estaremos bien, de alguna manera, algún día. Ella oye lo que estoy diciendo detrás de la canción. Se vuelve, me mira y sus ojos están brillantes en la oscuridad plateada de la luna.

—Solo estabas esperando este momento para surgir… —Canta la última estrofa conmigo—. Dios me encanta esa canción. ¿Cómo lo has sabido?

Me encojo de hombros y dejo la guitarra a un lado.

—No lo sabía, realmente. Solo lo supe, porque siempre ha significado mucho para mí, y ahora más que nunca.

—¿Estamos?

—¿Estamos qué?

Se desliza más cerca hasta que su espalda está delante de mí.

—Esperando este momento.

Le doy una especie de risa.

—No estoy seguro de lo que estás preguntando, pero voy a ir con un sí. Ha habido muchas mierdas fuertes en nuestras vidas. Y este… este último asunto ha sido el infierno. —Todavía ni siquiera puedo decir la palabra para lo que pasó; es demasiado difícil—. Pero tenemos que aprender a ser libres. Tenemos que hacerlo, Lali. No significa estar feliz todo el tiempo, o estar bien todo el tiempo. Está bien no estar bien. Te he dicho eso, pero yo mismo lo estoy aprendiendo. Pero no estar bien no significa que dejes de vivir.

Ella se apoya hacia atrás, inclina la cabeza para presionar sus labios contra los míos. Sabe a Jameson, y a lima-limón del Sprite con el que lo ha estado mezclando. ¿Whiskey y Sprite? Puaj. Pero a ella le gusta, así que lo que sea. Sabe a Lali, y eso es todo lo que importa.

Su lengua entra en mi boca, y me doy cuenta a donde está yendo con esto. Su mano se levanta para acariciar la parte posterior de mi cabeza, ahuecar mi nuca y empujarme contra ella. Mis dedos se arrastran sobre su vientre, encuentran el hueco entre su camiseta y sus pantalones, tocan el sedoso calor de su piel. Tiro de la camiseta hacia arriba, y ella se aleja de mí para que pueda quitársela. Vinimos al muelle tarde por la noche, después de que ella se duchara, así que no lleva sujetador. Me gusta. Puedo suavizar mis manos sobre su vientre, hasta las costillas, deslizar mis dedos alrededor de su firme pezón y ahuecar el peso de su pecho. Gime en mi boca, y sé que necesita esto.

Yo también.

La beso, exploro su boca, vuelvo a aprender la curva de sus caderas y la curva de sus pechos y los rizos de su pelo húmedo por la ducha. Me besa, me deja tocarla. Cada caricia le cura, creo. Le muestra que es más que la suma de su dolor.

Me hace lo mismo a mí.

Finalmente, se retuerce y nos deslizamos por lo que el muelle está bajo mi espalda y ella está apoyada encima de mí, cuerpo contra cuerpo, la suavidad fusionándose con la dureza. Ella deja que todo su peso se apoye en mí, acuna mi rostro en sus manos y me besa hasta el olvido, y dulce Jesús, su boca es mi cielo.
Lali

No me había dado cuenta de lo mucho que anhelaba esto hasta que sus manos fueron a mis muslos para amasar el músculo de mi trasero. Hasta ese momento, besarlo era… dulce y perfecto y todas las cosas que necesitaba para olvidar. Pero entonces, algo en la forma que sus dedos se hundieron con hambre en mi trasero desató una necesidad dentro de mí.

Le necesito. Quiero decir, sí, emocionalmente, mentalmente, también le necesito. Él es mi roca. Está ahí… siempre ahí, exactamente como le necesito. Calmándome, consolándome, protegiéndome y distrayéndome. Pero esto… tengo sus brazos a mí alrededor, sus manos en mí, sus dedos abriendo un camino de calor sobre mi piel y su boca provocando maravillosos estragos en mis sentidos. De ninguna manera puedo vivir sin eso otro minuto. Es una locura en mí.

Creo que siente esto en la forma en que le ataco repentinamente. Solo nos estábamos besando, liándonos, tocándonos un poco, y luego me echo hacia atrás y miro hacia él y veo sus vibrantes ojos de zafiro brillando a la luz de las estrellas y los rayos de la luna y sus ojos me están absorbiendo como si fuera la cosa más hermosa que jamás haya visto, y yo… me pierdo.

Clavo mis manos en sus pantalones vaquero, buscando frenéticamente el botón y el elástico de sus bóxers y su camisa. Estoy jadeando de necesidad, enloquecida.

Él detiene mis muñecas con una de sus manos y levanta mi barbilla con la otra.

—Relájate, Lali. Más despacio.

—No puedo, no puedo. —Mi voz no es mía, es casi un chillido, y yo no chillo—. Te necesito. Ahora mismo.

Sus ojos son tranquilos pero hambrientos.

—Te necesito, también. Pero reduce la velocidad. Estoy aquí. Estoy aquí.

Me tira contra él, de manera que puedo sentir su carne caliente y sus duros músculos y su erección contra mi muslo.

—No es suficiente. Te necesito dentro de mí, Pedro. Por favor.

Peina un rizo descarriado con su pulgar.

—Lo sé, cariño. Pero respira para mí, ¿vale? Está bien.

Me doy cuenta de que estoy hiperventilando. No estoy bien. Pero Pedro me hace bien, no porque me arregla, sino porque es él. Es inmutable. Es salvaje, áspero, amable e inteligente y casi analfabeto pero tan brillante y talentoso y tan jodidamente caliente que es absurdo, y él es mío. Y todo eso me hace sentir bien, porque me ama, incluso cuando huyo e incluso cuando estoy hiperventilando.

Respiro. Me calmo a mí misma, una respiración a la vez, como si estuviera aprendiendo en terapia, y lentamente, comienzo a encontrar una señal de cordura.

Y entonces Pedro se levanta fácilmente, elevándome en sus brazos, y me lleva a la habitación de invitados de la casa de sus padres, dónde ha estado durmiendo. La casa está vacía, silenciosa de la manera en qué sólo las casas vacías pueden estarlo. Su madre y su padre se han ido, finalmente tomándose un muy necesario fin de semana juntos. Pedro me baja a la cama y atrapo un aroma de su colonia, champú y whisky. Lo observo, mirándole fijamente, bebiendo de su dura y masculina belleza. 
Se quita la camisa, haciendo esa cosa de chico sexy dónde la lanza por encima de la cabeza, estirando los músculos de su estómago y pecho. Luego abre de un latigazo el botón de sus vaqueros, y yo soy un tembloroso lío, viéndolo abrir la cremallera dolorosamente lento, provocándome. Sus pantalones resbalan hasta el suelo y su ropa interior es tentadora. Él no es consciente de sí mismo en absoluto.

Engancha sus pulgares en la cinturilla gris elástica y y desliza el algodón negro sobre la cabeza, dejándola al descubierto. Dios, sí.

No puedo evitar morderme el labio y sonreír al verlo, estando erecto, la punta reluciente. Está desnudo, de pie sobre mí. Extiendo la mano, lo agarro y lo empujo hacia mí. Él se sube a la cama y se arrodilla encima de mí.

—Llevas demasiada ropa —murmura.

—Deberías arreglarlo —digo yo.

Sonríe y me quita los pantalones de yoga, después mis bragas. Su boca desciende a la mía, y este beso no es delicado o gentil; es necesitado. Demandante. Lo acaricio, deslizo mi pulgar sobre la humedad de su punta, exploro las venas y las crestas, y su contraste de seda y acero.
Sigo esperando que se deslice dentro de mí, pero no lo hace.

—El médico te lo aclaró, ¿verdad? —susurra gentilmente.

Asiento con la cabeza y trato de tirar de él hacia mí. Se resiste, sin embargo, su mirada fija en mí y sus ojos inescrutables. No sé cuál es su duda, creo que he dejado clara mi necesidad.

Entonces rueda sobre su espalda y me atrae hacia él, excepto que me levanta, así que estoy de nuevo estirada frente a él. Se desliza hacia arriba, ajusta las almohadas para que estemos descansando, y Dios, esta mierda es increíblemente cómoda y sexy al mismo tiempo. Estoy estirada encima de él y él está empujando en mi entrada. Me recuesto para presionar besos en su mandíbula y me pierdo en el sabor de su piel mientras él se inclina lejos para buscar algo en un cajón. Oigo un paquete rasgándose y lo desliza suavemente. Apenas lo registro, saboreando la sal de su cuello, pero entonces sus manos están en mí, formando arcos entre mis costillas y pellizcando mis pezones, así que estoy jadeando y gimiendo y llegando entre nuestras piernas por él, guiándolo dónde tiene que estar, presionándolo contra mí. 
Oh… oh Dios.

Mantengo mis dedos en la unión de nuestras carnes mientras él se desliza dentro, y la sensación de su 
carne recubierta de látex moviéndose contra mis pliegues húmedos de deseo es intoxicante, más sexy que cualquier otra cosa que haya sentido. Puedo sentirnos moviéndonos, sentir mis pétalos extenderse por su grosor, sentir nuestra humedad alisándonos, y luego mis dedos se unen a los suyos en mi clítoris, estimulándome los dos juntos. Mi otra mano está en su mandíbula y él vuelve su cara hacia mi palma para besarla. Él está amasando y acariciando mis pechos mientras acaricia mi protuberancia inflamada y sus muslos se tensan, endureciéndose, y mis piernas estás a cada lado de las suyas, me alza y me hunde hacia abajo. Apenas puedo llegar a su saco, así que le acaricio allí, lo ahueco, y lo estiro un poco, alejándolo para acariciar con mi dedo la pequeña porción de músculo que tiene justo detrás.

Su aliento es caliente en mi cuello, y su voz murmura mi nombre, canta su amor por mí, repite lo hermosa que soy, cuan perfecta, increíble. Cada palabra que sale de sus labios es poesía, una canción que marca el ritmo de la sinuosa rutina de nuestros cuerpos. No hay salida, no hay parada, sin él o sin mí; sólo estamos nosotros, sólo la perfección, sólo almas enredadas y cuerpos fusionados y placer vertiginoso.

En algún momento, me vengo, y la liberación es interminable, una oleada tras otra de deliciosa presión, una ráfaga de calor y ondulante éxtasis, y una oleada de amor tan fuerte que no puedo respirar una vez que ha pasado, sólo puedo apoyar mi cabeza contra su hombro y seguir viniéndome a su alrededor, susurrando su nombre como una oración a nuestro amor.

No hay curación mágica aquí. No voy a despertar mañana arreglada y feliz. Todavía duele y duele.

Pero momentos como éste, ¿con Pedro? Lo hacen todo soportable.

Él no me arregla, no me cura. Él sólo hace que la vida valga la pena. Me ayuda a recordar respirar, me muestra cómo sonreír de nuevo. Me besa, y puedo olvidar el dolor, olvidar los impulsos que todavía siento de cortarme por el dolor que borra las emociones.

Desliza su cuerpo contra el mío, y puedo gemir con él, respirar con él, cada respiración única una canción, y por los minutos y las horas dedicadas a devorar su amor por mí, su amor dentro de mí, sólo puedo ser su Lali, la única sin miedos ni fantasmas.

Cuando él se corre, yo me vengo de nuevo, y le susurro las palabras que casi han llegado a reemplazar al te amo entre nosotros:

—Estoy cayendo en ti.

Tan cierto. Cuando nos venimos juntos, cuando nos besamos, cuando nos acostamos para dormir el uno al lado del otro, estamos cayendo en el otro, y es entonces cuando estoy bien.


Cuando estoy cayendo en  él.

5 comentarios:

  1. Peter la entiende muy bien.
    Me encantó.

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  2. haaaaa me encanto la nove, es muy buena
    lei la sinopsis de la otra igual me gusto :D espero que pronto subas el primer cap
    @x_ferreyra07

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  3. Ahhh muy buena adaptación!!!
    La ame mucho!
    Lali y Peter se entienden muy bien ambos tienen y tenían problemas que poco a poco van superando!!!
    No le dice que hacer la deja ser que es dif!
    Ella le hace bien a el y el le hace bien a ella!
    Muy buena

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