jueves, 5 de junio de 2014

Capitulo 3

Capitulo 3


Yendo al Hotel


Día de San Valentín


Estaba un poco nerviosa y distraída en el colegio, preguntándome que había planeado Pablo para nosotros. Sabía que él tenía en cuenta que era el Día de San Valentín, y sabía que tenía algo planeado cuando insinuó que planeó algo especial. Hemos sido cautelosos el último par de semanas, manteniendo nuestros besos calmados y bajo control. Ambos sabíamos, de manera implícita, que si nos dejábamos llevar sería fácil no detenernos.

En algún punto teníamos que hablar de ello. Sabía que teníamos que hacerlo. Él también lo sabía, pero aun así lo seguíamos aplazando, lo cual era raro en cierta manera porque ambos éramos unos hormonales y calientes adolescentes. Sabía que él quería y yo también, pero creo que ambos estábamos asustados, porque sabíamos que había otra línea en juego, una línea mucho más significante.

Sin embargo, sólo por si acaso, había ido con la prima de Becca a conseguir la pastilla anticonceptiva, y he estado tomándola cerca de una semana; aun así no se lo había dicho a Pablo. Otra cosa que debería hacer pero nunca parece ser el mejor momento.

Finalmente, el sexto periodo llegó a su fin y me encontré con Pablo en su coche. Sonriéndome, abrió la puerta y la cerró detrás de mí.

¿Qué haremos esta noche? —pregunté.

Frunció el ceño con confusión.

¿Esta noche? ¿Qué pasa esta noche?

Lo miré, tratando de decidir si bromaba o si malinterpreté sus intenciones.

Estás bromeando, ¿verdad?

Ante el tono de advertencia en mi voz, soltó una gran carcajada.

Sí, Lali, estoy bromeando. Y no, no voy a decírtelo. Sin embargo, nuestros padres ya saben que estaremos hasta tarde fuera. Ya aclaré todo con ellos. Nuestro toque de queda es a las dos de la madrugada.

Lo miré achinadamente.

¿Dos? Planeas mantenerme fuera hasta tan tarde, ¿eh, Pablo?

Tal vez. —Se sonrojó.

Respiré profundamente, sabiendo que tenía que sacar a juego el tema. No creí que él lo haría.

Eh, sobre esta noche… ¿vamos a… quiero decir… si nos  quedamos hasta tarde afuera, significa que estas planeando que nosotros…? —No pude terminar, las palabras no podían salir de mi boca.
Pablo jugaba con la palanca de cambios mientras mordía su labio  inferior. Finalmente, cuando paramos en un semáforo en rojo, me miró.

Mira, sé a lo que te refieres, y… hice unos arreglos. Ya sabes, en   caso de que eso sea lo que queremos; pero no tenemos que hacerlo.  Quiero hacerlo bien.

¿Has hecho unos arreglos? ¿Qué se supone que significa eso?

Se sonrojó de nuevo, más rojo que nunca.

Tenemos una habitación en el Hotel Red Roof Inn. Sólo tendríamos que conducir un poco más delante de dónde iremos a cenar.

Estamos un poco creídos, ¿no, señor Lanzani? —Traté de bromear.

Pablo me sonrió pero ambos sabíamos que la broma cayó de llano.

Sólo… en caso.

Un pensamiento cruzó mi mente y me sonrojé antes de tener la oportunidad de poder evitarlo.

¿Pablo? ¿Has pensado que quizá no estamos preparados si ni siquiera podemos hablar del tema sin sentirnos incómodos?

Sí, ese mismo pensamiento pasó por mi cabeza —Rió, un nervioso sonido saliendo de su boca.

¿Haremos esto porque es lo que nuestros amigos están haciendo?

Me miró con frenesí.

—¡No! Quiero decir, Jason me contó sobre él y Becca, y sé que Aaron y Kyla lo han hecho también, pero no. No. Y no necesariamente tenemos que hacerlo. Sólo quería tener disponible la opción.

Me reí, más de mí misma que algo más.

No sé si estoy emocionada de que lo hayas pensado o extrañada de que asumiste que lo haríamos.

No asumí nada, Lali —dijo, sonando casi enojado—. Solo… ¿sabes qué? Sí. Lo asumí. Quiero decir, realmente quiero estar contigo, Lali. Sé que somos jóvenes pero te amo. Creo que estamos listos.

Lo miré: había dicho las palabras.

Tenemos dieciséis, Pablo. —Enarqué mi ceja—. Y, ¿no se supone que tienes que esperar durante una romántica cena para decirme que me amas? En medio de una pelea no es el mejor momento para decirlo, ¿sabes?

¿Es una pelea?

Algo así. No sé, no quiero que lo sea. —Me encogí de hombros.

Yo tampoco. Y supongo que tienes razón, pero ya lo dije ahora. Te amo. He estado esperando para decírtelo durante semanas pero he sido muy gallina. Planeaba decírtelo esta noche. Tenía todo planificado, de hecho lo escribí. —Buscó dentro de sus bolsillos de su pantalón y sacó un papel doblado proveniente de un cuaderno aún con sus respectivas hileras y me lo entregó.

Sé que somos jóvenes, y sé que la mayoría de la gente diría que solo somos unos niños, o demasiado jóvenes para saber lo que es el amor, pero al diablo con eso. Te he conocido toda mi vida entera. Compartimos todo juntos. Cada cosa importante en nuestras vidas pasó estando juntos. Aprendimos a montar en bicicleta juntos, aprendimos a nadar juntos y aprendimos a conducir juntos. Suspendimos álgebra en octavo grado juntos. (¿Recuerdas cuán despreciable era el señor Jenkins? ¿Cuántas veces pasamos en su oficina ese semestre?) Y ahora estamos aprendiendo a como enamorarnos juntos. No me importa lo que alguien más diga. Te amo; siempre te amaré sin importar lo que pase en el futuro con nosotros. Te amo ahora y siempre.

Tu encantador novio,

                                  Pablo.
Leí la nota varias veces, no me di cuenta que estaba llorando hasta que una lágrima cayó en el arrugado papel causando que tinta azul saliera a la luz. Esto cambiaba todo.

También te amo, Pablo. —Me reí incluso cuando sollozaba—. La nota es tan tierna, tan perfecta. Gracias.

Es la verdad. —Se encogió de hombros—. Sé que quizá esta no era la manera más romántica para decirte que te amo, pero…

Es perfecto, Pablo. —Lo interrumpí guardando la nota en mi bolsillo del bolso.

La nota se convertiría en mi mejor consuelo, y el recuerdo del más grande dolor.

                                                                                * * *

El restaurante que Pablo había escogido estaba horrorosamente lleno; incluso con la reserva hecha, esperamos casi una hora para por fin comer. Había variadas parejas esparcidas por el lugar, desde chicos de nuestra edad a parejas de ya casadas. Nos tomamos nuestro tiempo, compartiendo una ensalada, sopa y el plato principal, así como también el enorme pedazo de pastel de queso para el postre.

Peculiarmente nos relajamos ahora que esa declaración de amor finalmente se sabía hecho. Hablamos cómodamente de todo lo que venía, desde los profesores del colegio hasta los chismes de quien se acuesta con quién y quién no. Posteriormente, Pablo pagó la cuenta y volvimos a su auto. Sacando el auto del estacionamiento, lentamente condujo por el pueblo. Estaba matando el tiempo, lo sabía, dándonos la oportunidad de primero hablar antes de sacar el tema de si ir al hotel o no. Mientras hablábamos, rodeaba los caminos de tierra y, después de media hora, volvió a la calle principal donde sabía que estaba el hotel.

Me miró, llegando a mi mano y tomándola en la suya.

¿Quieres ir a casa? Aunque también hay un par de películas en cartelera, en caso que quieras ver una película —dijo, jugando con el manubrio cuando nos detuvimos en el semáforo, después, se giró encontrándose con mis ojos con una seria mirada—, o podemos ir al hotel.

Tiempo de decidir.

Oh Dios. Sus ojos eran marrones, mocha esparcida en ella y también con unos reflejos de color ámbar, diminutas manchas de topacio y canela. Fue tan serio, tan tierno al ofrecer la idea sin presionarme. Apreté su mano mientras nos acercábamos a la franja roja del hotel. Tragué saliva difícilmente.

Vamos al hotel —respondí.

Era notorio como rodeábamos el tema. Hablando en códigos. “Vamos a hotel” lo cual significa “Vamos a tener sexo”. Me sonrojé cuando el pensamiento atravesó mi mente; pero entonces miré a Pablo, a su cuidadoso cabello oscuro, su fuerte mandíbula, sus altos pómulos y sus suaves labios. Sus largas pestañas parpadeaban con rapidez y entonces me miró, regalándome una nerviosa pero brillante sonrisa, mostrando blancos dientes. Mis nervios enloquecieron un poco. Mi corazón seguía latiendo a mil kilómetros por minuto y, en el momento que aparcamos y nos acercábamos al lugar a pagar, el martilleo en mi  pecho aumentó notablemente.

La mujer detrás del mostrador era una anciana con cabello gris rubio y afilados ojos azules. Unos ojos astutos. Nos dio a cada uno una prolongada y severa mirada como atreviéndose a darnos la pasada. Sus labios formaron una desaprobadora línea cuando tomó la tarjeta de crédito de Pablo, y sabía que quería decirnos algo. Sin embargo, no lo hizo, y con Pablo nos reímos realmente fuerte cuando subimos al elevador e íbamos a nuestro cuarto en el tercer piso.

Dios, era impetuosa —dijo Pablo resoplando de la risa.

Sí, lo era —concordé—. Creo que sabía qué haremos, y no le gustaba ni un poco.

Por supuesto que sabía —replicó—. Solo hay una razón por la cual dos adolescentes de dieciséis años van a un hotel el Día de San Valentín sin maletas.

¿Crees que se lo dirá a alguien? —pregunté.

¿A quién? No es como si estuviéramos huyendo.

No tenía más respuesta que escogerme de hombros y asentir. Estábamos en nuestro cuarto, 313. Deslizando la tarjeta, una luz verde se encendió al hacer contacto con ella haciendo un sonido que resonó por todo el silencioso pasillo. Abrió la puerta, guiándome hacia el oscuro dormitorio y apretando fuertemente mi mano. Presionó un interruptor dando vida a una muy brillante luz. Pareció percibir el voltaje de la brillante luz sobre nuestras cabezas e inmediatamente abandonó mi lado para encender la lámpara situada en la pared junto a la cama matrimonial. Apagando la luz del techo, ambos suspiramos de alivio.
Pablo se sentó al final de la cama jugando con el final de su corbata. Le sonreí. Estaba tan apuesto en su traje negro, una atrevida corbata color rosado desafiando a su camisa negra. Desbotonó su chaqueta y frotó las palmas en sus rodillas.

A tal vista, lamí mis labios retorciendo el final de mi vestido tipo halter hasta las rodillas. Cuando nuestros ojos se encontraron, fue mucho más allá; lo nervios volvieron a mi columna vertebral ahora que estábamos solos en el hotel. En mi casa o en la suya, en su auto en las calles solitarias, en todas partes que nos habíamos besado estaba el consentimiento que alguien podía encontrarnos. Aquellas calles estaban constantemente vigiladas por patrullas policiales y por lo menos uno de nuestros padres siempre estaba en casa. Esta era la primera vez que estábamos realmente solos, en privado, sin ninguna posibilidad de ser interrumpidos.

Mi corazón latía tan fuerte que estaba segura que Pablo podía escuchar desde donde estaba.
Mis ojos volvieron a su rostro observando cómo su lengua se deslizaba a través de su labio inferior e imité su acción casi inconscientemente. Ese fue el punto de quiebre. Pablo atravesó la habitación y se presionó contra mí antes que pudiera reaccionar; una de su fuerte y larga mano estaba ahuecando mi mejilla, la otra descansando en mi cintura justo arriba de la cadera. Sin embargo, no me besó inminentemente. Titubeó, sus labios a centímetros de los míos, sus ojos ardientes y suaves en los míos.

¿Tienes miedo? —susurró, su respiración cosquilleando mis labios.

Sí, un poco. —Me encogí de hombros, un pequeño poco en uno.

Podemos irnos.

Sacudí la cabeza.

Quiero estar aquí contigo —suspiré.

Levantando mis manos para enredar mis dedos en su cabello, los pasé a través de su pelo rígido gracias al gel pero suave a la vez, y luego rodeé su nuca con mi mano y lo atraje hacia mí para besarlo.

Empecemos con esto —dije apartándolo un poco—. Poco a poco.

Eso es justo lo que pensaba.

Yacíamos en medio de la habitación del hotel, besándonos, las manos recorriendo rostros, hombros y espaldas. Inicialmente, no tratamos de apurarnos. Sentía su corazón latir, mi mano en su pecho, y el saber que él estaba tan nervioso como yo me dio valentía.

Alejándome del beso, encontré su mirada y quité la chaqueta desde sus hombros cayendo detrás de él y de paso quité su corbata con ambas manos, dejando caer la suave tela junto a la chaqueta. Buscó mis ojos, esperando. Busqué el botón del comienzo, abriéndolo finalmente con una nerviosa sonrisa. Pablo rió conmigo descansando sus manos en mis caderas, calmadamente ahora. Nuestros ojos seguían conectados a medida que desbotonaba con manos temblorosas su oscura camisa, un botón a la vez. Finalmente, la camisa quedó abierta revelando una camiseta negra sin mangas que abrazaba a un torso musculoso. Tomé una de sus manos entre la mía, desbotonando el botón de un puño, luego el otro y tiré de ellas para que la camisa saliera de su anatomía cayendo a sus pies.

Cuando llegó al cierre de mi vestido, lo detuve. No estaba lista aún. Estaba decidida a hacer esto tal cual lo imaginaba. Verás, había imaginado este momento una y otra vez en mi mente. Lentamente lo desvestiría, y después esperaría, mi corazón ya en mi garganta cuando me quitara la ropa y dejar deslizar este. Sin embargo, nunca pasaba de ese momento en mi imaginación.

Se quitó sus zapatos y se quedó ahí mismo esperando una vez más, sonriendo nerviosamente. Lamí mis labios, observando sus ojos seguir el recorrido de mi lengua. Puse mis manos en su cintura, vacilante, subiendo lentamente la tela dejando al descubierto cada pulgada de su torso a la vez. Levantó sus manos por arriba de su cabeza y sacamos su camiseta juntos, dejando a Pablo de pie sólo en pantalón, gloriosamente hermoso.
Ahora es cuando venía la parte difícil. Respiré profundamente y llegué a su cinturón. Sus ojos eran salvajes y sus dedos apretaron mis caderas, agarrando con ellas la tela de mi vestido y la piel debajo de ella. Mis manos temblaban como hojas en el viento mientras desabrochaba su cinturón dejándolo libre y llegando al botón de su pantalón. Contuvo la respiración y tensó su estómago cuando abrí el pantalón. Brevemente sus ojos se cerraron mientras bajaba el cierre. Su pantalón cayó hasta sus tobillos y salió de ellos. Su apretado bóxer mostraba lo duro que estaba y ambos nos sonrojamos y esquivamos la mirada.

Dejando sus manos a cada lado mío, me besó.

Mi turno —murmuró.

Asentí, y ahora mi corazón chocó salvajemente contra mi pecho. Tenía menos ropa por sacar que él. Desplazó sus manos por mis desnudos brazos provocando piel de gallina en el camino. Contuve el aliento cuando tomó el cierre de mi vestido entre sus dedos, mordí mi labio a medida que bajaba el cierre agonizantemente lento. Un susurro de sus dedos contra mi piel y entonces mi vestido estaba alrededor de mis pies, dejándome de pie frente a él solo en bragas y sujetador.

Me ha visto en bikini antes, pero de alguna manera esto era diferente.

Eres hermosa, Lali. —Su voz era un suave susurro en el silencio.

Igual que tú.

Sacudió su cabeza dándome una ladeada sonrisa. Sus dedos se deslizaron por mis hombros, jugando con los tirantes del sujetador. Su sonrisa se desvaneció mientras alcanzaba el broche del sujetador detrás, en mi espalda. Me detuvo, sus manos aun en las mías.

¿Estás segura? —Sus ojos buscaron los míos, cariñosos y vacilantes.

Vacilante. Una voz en el fondo de mi cabeza provocó dudas pero las alejé.

Asentí. Llevó mis manos hacia sus hombros y sus manos se dirigieron hacia el gancho del sujetador. Tropezó torpemente tratando de desabrocharlo y sacó su lengua. Inmovilicé una risa contra su hombro.

Cállate —masculló—. No es como si hubiera hecho esto antes.

Lo sé —contesté—. Es tierno.

Gruñó en voz baja cuando soltó un broche, después el segundo y murmuró una maldición cuando el tercer y último no quería salirse.

No se supone que sea tierno —dijo, echando un vistazo sobre mi hombro y mirando que estaba haciendo—. Se supone que tiene que ser caliente, erótico y romántico.

Sonreí de nuevo cuando maldijo, luchando contra el último broche. Finalmente se liberó y mi sonrisa se desvaneció siendo reemplazada por nervios y deseo. Quería hacer esto. Sí, estaba nerviosa y un poco asustada pero quería hacerlo. No podía imaginarme haciendo esto con nadie más que Pablo.

El sujetador se unió a nuestra ropa en el piso, y luego Pablo retrocedió para mirarme. Cambiaba mi peso hacia un pie al otro mientras era observada por él. Sabía que él pensaba que era hermosa, y usualmente no estaba incómoda de mi cuerpo, pero su evidente lectura a mi casi desnudo cuerpo era difícil de soportar.
Mordí mi labio mientras reuní el coraje para lo que venía ahora; los pulgares del hombre frente a mí se engancharon al elástico del bóxer e imité la acción.

¿Juntos? —preguntó.

Asentí, mi voz estancada en mi garganta. Dudando un momento, bajó su bóxer hacia sus rodillas y salió de ellos. Me congelé, incapaz de hacer movimiento alguno, paralizada por la vista de él completamente desnudo.

Era su turno de estar incómodo mientras lo observaba. Era hermoso. No tenía ninguna experiencia para poder compararlo pero era bien dotado allí abajo. Gracias a Dios, no lucía como las imágenes que había en mi cabeza. Era adecuado y su orgulloso, gran miembro parecía atraerme más y más.

Pensé que lo haríamos juntos. —Su voz me distrajo.

Lo siento —respondí—. Iba a hacerlo pero entonces te vi y… No pude terminar.

Levantando su barbilla, hizo círculos con sus hombros, flexionó sus dedos atrayendo su confianza. Dio un paso hacia mí y me forcé a relajarme.

¿Qué tal si lo haces por mí? —pregunté, sorprendida por mi propio atrevimiento.

Me gusta la idea —respondió, sus manos dirigiéndose hacia su lugar favorito: la curva de mis caderas.
Usaba lencería de encaje roja y las manos de Pablo se dirigieron hacia el inicio de mi trasero, trazando la línea, siguiendo el camino del elástico. Me obligué a respirar cuando lo bajó a mis muslos, forzando a mantener los ojos abiertos y mirarlo cuando palmeó mis nalgas.

Contoneé mis caderas y muslos, entonces el resto de ropa yacía en el suelo y ambos estábamos desnudos. Mi corazón latía salvajemente en mi pecho. Temblaba de pie a cabeza, miedo y emoción y deseo. Su piel era caliente contra la mía donde sus manos tocaban mis caderas, costillas; su muslo contra el mío. Mis pezones rozaban su pecho, enviando pequeños relámpagos de excitación a través de mí. Sus palmas tocaban a través de mi espalda, después de atrevieron a bajar hacia mi trasero, manoseando y apretándolo, un poco fuerte pero no me importó.

Mis manos tenían vida propia recorriendo los músculos de su espalda, siguiendo las curvaturas de su columna. Contuvo el aliento cuando toqué su trasero, sorprendiéndome con su rigidez. Lo ahuequé como él lo hizo, después ligeramente arañando sus firmes nalgas.

Sentí algo sacudir contra mi vientre. Bajé la mirada para ver su erección, el pequeño agujero del comienzo con un ligero líquido.

Mirándolo, observé sus ardientes ojos mientras mi mano bajaba entre nosotros y luego su respiración se estancó cuando lo toqué.

Dios, Lali. Tienes que dejar… es muy pronto.

Soltándolo, rocé mi palma a través de su pecho llegando a su nuca y lo atraje a un beso. La usual llama que hay cuando nos besamos, estalló por completo ahora. Me encontré presionada contra su cuerpo, su dureza contra mi suavidad, y la llama ardió más con la sensación de su musculoso cuerpo contra el mío.

Me apoyó contra la cama y me recosté en ella, sintiendo a los nervios volver cuando Pablo me siguió.

¿Estás…? —comenzó Pablo.

Sí, estoy segura —lo interrumpí—. Estoy nerviosa y asustada, pero quiero hacer esto a pesar de estar asustada —mordí mi labio y entonces admití—: Estoy tomando pastillas anticonceptivas. Las obtuve hace una semana, por si acaso.

¿De verdad? ¿Por qué no me lo dijiste? —Sus ojos se agrandaron.

No lo sé. —Me encogí de hombros—. Solo… nunca se sintió como el mejor momento. Supongo que estaba avergonzada.

Pablo se deslizó fuera de la cama e indagó en el bolsillo de su pantalón, sacando dos condones y dejándolos encima del velador junto al lado de la cama.

Traje estos.

¿Estás seguro? —pregunté. Lucía nervioso ahora.

Sí, estoy seguro. Como dijiste, estoy un poco nervioso. Quiero decir, no quiero lastimarte o hacer algo mal.

No harás nada mal. No me lastimarás. Sólo… vamos lento, ¿de acuerdo?

Asintió, luego abriendo el condón y colocándoselo a sí mismo.

Gateó hacia mí, sus manos a cada lado de mi rostro, sus rodillas entre las mías, sus ojos fijos en los míos, buscando alguna señal de arrepentimiento.

Lo atraje hacia mí y deposité mis manos en su espalda luego guiándolo para besarlo. El calor del beso deshizo nuestros miedos o los facilitó, por lo menos. Se introdujo en mí lentamente.

Me sentí estirada, luego vino un pellizco fuerte y prolongado. Hice una mueca de dolor y Pablo se congeló. Su respiración ya era agitada y podía sentir la tensión en sus músculos. Estaba mordiendo mi labio fuertemente ahora, sintiendo el dolor disminuir y el placer de algo extraño tomar el control. Toqué su espalda, atrayéndolo hacia mí incitándolo a moverse.

No fue mucho después hasta que quedó inmóvil, gimiendo.

No hubo fuegos arteriales, ni gritos, ni piel sudorosa pero aun así fue increíble.

Pablo se puso de pie, desapareciendo en el baño y regresando al instante. Acomodé mi cabeza contra su pecho. Los minutos pasaron en silencio. Su cuerpo se sentía fuerte y caliente bajo de mí, y la sensación de ser sostenida de esta manera por él, piel desnuda contra piel desnuda, fue casi mejor que lo que había sucedido antes.

Sentí una lagrima bajar por mi mejilla y terminar en el pecho de Pablo. No sabía de dónde provenía la lágrima, o lo que significaba. Parpadeé, tratando de evitar las otras que amenazaron con salir, no quiero a Pablo pensar que no lo disfruté.

¿Estás llorando? —preguntó.

Asentí y dejé que las lágrimas salieran de su sitio.

Es… No estoy enojada ni nada, solo emocional.

¿Emocional cómo?

Es difícil de explicar. —Me encogí de hombros—. Ya no soy virgen. No podemos volver atrás. No es que la quiera porque fue una magnifica experiencia pero… es una gran cosa, ¿sabes?

Sí, sé a lo que te refieres.

Levanté mi cabeza para mirarlo.

Te amo, Pablo.

Yo también te amo.

La segunda vez fue increíble. Sentí florecer las llamas bajo mi vientre, un sentimiento como si pudiera explotar o colapsar. Me había traído a ese punto por mi cuenta, obviamente, pero esta era diferente.


Me pregunté qué sería ser llevado a ese punto con Pablo.

5 comentarios:

  1. laliter!!!!!
    reclamo laliter jajjaja
    seguila

    ResponderEliminar
  2. otroooooo
    @x_ferreyra07

    ResponderEliminar
  3. De acuerdo con las demás !
    Quiero Laliter jajajajja somos súper impacientes !
    Nahh todo bien me encanta como se aman su ternura t todo !
    Jajajjaa me dio risa el pensé que lo haríamos juntos jajaja
    Ayy ellos súper enamorados
    Pero quiero Laliter !!
    Mas me gusta

    ResponderEliminar
  4. Me encantó.
    Todos los sentimientos muy bien detallados

    ResponderEliminar