viernes, 5 de septiembre de 2014

Capitulo 37

MARTINA

Si, leyeron bien no están equivocadas !!
                                                                                                                                               


—¡Brad! —grito—. ¡Alguien está en la puerta! —Tomo un paño de cocina y seco mis manos.

—¡Ya voy! —dice él, pasando por la cocina. Hago un rápido inventario de la cocina para asegurarme de que no hay nada que mi madre pueda criticar. Los mostradores están limpios. Los pisos relucientes.

Ven, mamá.

—Espera aquí —dice Brad a quien sea que esté en la puerta.

¿Espera aquí?

Brad no le diría eso a mi madre.

—Martina —dice Brad desde la entrada de la cocina. Me giro para encararlo, e inmediatamente me tenso. La mirada en su rostro es una que rara vez logro ver. Está reservada para prepararme. Como cuando va a decirme algo que no quiero escuchar o algo que teme pueda lastimarme.

Mis pensamientos inmediatamente caen en mi madre, y me carcome la preocupación.

—Brad —susurro—. ¿Qué pasa? —Estoy agarrándome del mostrador a mi lado. Un familiar miedo que solía vivir y respirar dentro de mí me recorre, pero ahora es algo que me controla en pocas ocasiones.

Como ahora, cuando mi esposo teme decirme algo que no está seguro que quiera escuchar. —Alguien vino a verte —dice.

No conozco a nadie que pueda poner a Brad tan preocupado como lo está ahora. —¿Quién?

Camina lentamente hacia mí y acuna mi rostro en sus manos cuando llega a mi lado. Mira dentro de mis ojos como si tratara de prepararme para una caída. —Es Peter.

No me muevo.

No caigo, pero Brad me sostiene de todas maneras. Envuelve sus brazos alrededor de mí y me acerca a su pecho.

—¿Por qué está aquí? —Mi voz tiembla.

Brad sacude la cabeza. —No lo sé. —Se aleja y baja la mirada hacia mí—. Puedo pedirle que se marche si eso quieres.

Inmediatamente niego con mi cabeza. No podría hacerle eso. No si viajó todo ese camino hasta Phoenix.

No después de casi siete años.

—¿Necesitas un par de minutos? Puedo llevarlo a la sala.

No merezco a este hombre. No sé qué haría sin él. Conoce mi historia con Peter. Sabe todo lo que pasamos. Me tomó un tiempo ser capaz de contarle la historia completa. La conoce toda, y aun está aquí, ofreciéndome invitar a nuestra casa al otro único hombre que he amado.

—Estoy bien —le digo, aunque no lo estoy. No sé si quiero ver a Peter. No tengo idea de porque está aquí—. ¿estás bien?

Asiente. —Parece alterado. Creo que deberías hablar con él —Se inclina y me besa en la frente—. Está en el vestíbulo. Estaré en mi oficina si me necesitas.

Asiento, y luego lo beso. Lo beso con fuerza.

Se marcha y me quedo allí de pie, en silencio, mi corazón latiendo erráticamente dentro de mi pecho. Respiro profundo, pero eso no hace nada para calmarme. Paso las manos por mi camisa y camino hacia el vestíbulo.

La espalda de Peter está hacia mí, pero me escucha cuando doblo la esquina. Gira un poco la cabeza por encima de su hombro, como si tuviera miedo de volverse por completo y mirarme como yo lo estoy viendo.

Se gira con cuidado. Lentamente. De pronto, mis ojos se encuentran con los suyos.

Sé que han pasado seis años, pero en esos seis años, de alguna manera cambió por completo, pero sin cambiar del todo. Aún sigue siendo Peter, pero ahora es un hombre. Me hace preguntarme que es lo que él está viendo en mí, mirándome por primera vez desde el día que lo dejé.

—Hola —dice, acercándose con precaución. Su voz es diferente. Ya no es la voz de un adolescente.

—Hola.

Pierdo el contacto visual cuando sus ojos viajan alrededor del vestíbulo. Analiza mi casa. Una casa en donde nunca esperé verlo a él.

Ambos nos quedamos en silencio por un minuto. Quizás dos.

—Martina, yo… —Me mira de nuevo—, no sé porque estoy aquí.

Yo sí.

Puedo verlo en sus ojos. Llegué a conocer esos ojos tan bien cuando estábamos juntos. Conocía todos sus pensamientos. Todas sus emociones.

No era capaz de ocultar lo que sentía, porque podía sentir tanto. Siempre ha sentido demasiado.

Esta aquí porque necesita algo. No sé qué. ¿Quizás respuestas? ¿Un cierre? Me alegra que esperara hasta ahora para quererlo hacer, porque creo que finalmente estoy lista.

—Es bueno verte —digo.

Nuestras voces son débiles y tímidas. Es raro ver a alguien por primera vez bajo diferentes circunstancias desde que nos separamos.

Amé a este hombre. Lo amé con todo mi corazón y alma. Lo amé como amo a Brad.

También lo odié.

—Vamos —digo, señalando hacia la sala—. Hablemos.

Da dos pasos vacilantes hacia la sala. Me giro y le permito seguirme.

Ambos nos sentamos en el sofá. No se acomoda. En su lugar, se siente en el borde del sofá y se inclina hacia adelante, descansando los codos en sus rodillas. Mira alrededor, escaneando mi casa una vez más. Mi vida.

—Eres muy valiente —digo. Me mira, esperando a que continúe—. He pensado en esto, Peter. En verte otra vez. Yo sólo… —Bajo la mirada—, simplemente no podía.

—¿Por qué no? —dice casi inmediatamente.

Hago contacto visual con él nuevamente. —Por la misma razón por la cual tu tampoco podías. No sabíamos qué decir.

Él sonríe, pero no es la sonrisa que solía amar de Peter. Esta es reservada, y me pregunto si yo soy la causante. Si yo soy la responsable de toda la tristeza en él. Hay tanta tristeza en él ahora.

Toma una foto de Brad y mía de la mesa. Sus ojos estudian la imagen en sus manos por un momento. —¿Lo amas? —pregunta, sin dejar de mirar la fotografía—. ¿Como me amaste? —No lo pregunta de una manera amarga o celosa. Lo pregunta de una manera curiosa.

—Sí —contesto—. Así de mucho.

Coloca la foto de regreso en la mesa, pero sigue mirándola.

—¿Cómo? —susurra—. ¿Cómo lo hiciste?

Sus palabras traen lágrimas a mis ojos, porque sé exactamente lo que pregunta. Me hice esa pregunta a mí misma durante varios años, hasta que conocí a Brad. No creía ser siquiera capaz de volver a amar de nuevo. No creía querer volver a amar a alguien otra vez. ¿Por qué alguien querría ponerse a sí mismo en una posición que traería de regreso el tipo de dolor que hace que una persona decida envidiar estar muerta?

—Quiero mostrarte algo, Peter.

Me levanto y extiendo la mano, buscando la suya. Él observa mi mano con cautela por un momento antes de tomarla. Sus dedos se deslizan entre los míos, y me da un apretón mientras se pone de pie.

Comienzo a hacer mi camino hacia el dormitorio, con él siguiéndome de cerca.

Llegamos a la puerta de la habitación, y mis dedos hacen una pausa en la perilla. Mi corazón se siente pesado. Las emociones y todo por lo que hemos pasado están surgiendo, pero sé que tengo que permitir que salgan a la superficie si quiero ayudarlo. Abro la puerta y entro, tirando de Peter conmigo.

Tan pronto como estamos dentro de la habitación, siento sus dedos apretándose alrededor de los míos. —Martina —susurra. Su voz es un ruego para que detenga esto. Lo siento intentando retroceder por la puerta, pero no se lo permito. Lo obligo a acercarse a la cuna conmigo.

Está de pie a mi lado, pero puedo sentir su lucha interna porque no quiere estar aquí ahora.

Aprieta mi mano con tanta fuerza que puedo sentir el dolor en su corazón.
 Exhala una rápida respiración mientras baja la mirada hacia ella.

Veo el nudo en su garganta bajar cuando traga, luego toma otra pesada bocanada de aire.

Lo observo mientras su mano libre se acerca y agarra el borde de su cuna, aferrándose a ella con tanta fuerza como la mano que se envuelve alrededor de la mía. —¿Cómo se llama? —susurra.

—Claire.

Todo su cuerpo reacciona con mi respuesta. Sus hombros inmediatamente comienzan a temblar, e intenta controlar su respiración, pero nada puede detenerlo. Nada puede detener lo que está sintiendo, así que sólo permito que lo sienta. Retira su mano de la mía y cubre su boca para ocultar las rápidas inhalaciones que entran en sus pulmones. Se da la vuelta y sale apresuradamente de la habitación. Lo sigo con la misma rapidez, a tiempo para ver su espalda golpear la pared del pasillo justo frente al dormitorio.

Se desliza hasta el suelo, y las lágrimas empiezan a caer con fuerza.

No intenta cubrirlas. Pasa las manos a través de su cabello, y apoya su cabeza contra la pared y levanta la mirada hacia mí. —Esa… —Señala hacia la cuna de Claire e intenta hablar, pero le toma varios intentos conseguir terminar la oración—, esa es su hermana —dice finalmente, dejando escapar una respiración inestable—. Martina. Le diste una hermana.

Me siento en el suelo a su lado y envuelvo un brazo alrededor de sus hombros, acariciado su cabello con la otra mano. Presiona las palmas contra su frente y aprieta los ojos con fuerza, llorando en silencio.

—Peter —Ni siquiera intento disimular las lágrimas en mi voz—, mírame.

Apoya la cabeza contra la pared; no me mira a los ojos. —Lo siento, te culpé. Tú también lo perdiste. No supe cómo lidiar con eso en el pasado.

Mis palabras lo rompen por completo, y soy consumida por la culpa, por permitir que seis años pasaran sin decirle esas palabras. Se inclina y envuelve sus brazos apretadamente a mí alrededor, jalándome contra él.

Le permito abrazarme.

Le permito sostenerme por un largo tiempo, hasta que todas las disculpas y el alivio son absorbidos y solo somos nosotros otra vez. Sin lágrimas.

Estaría mintiendo si dijera que nunca pensé en lo que le hice. Pienso en ello todos los días. Pero tenía dieciocho y estaba devastada, y nada me importó después de esa noche.

Nada.

Sólo quería olvidar, pero cada mañana que me despertaba y no tenía a Clayton a mi lado, culpé a Peter. Lo culpé por salvarme, por no tener una razón para vivir. También sabía en mi corazón que Peter hizo lo que pudo. Sabía en mi corazón que nunca fue su culpa, pero en ese punto de mi vida, no era capaz de pensar de forma racional o siquiera perdonar. En ese punto de mi vida, estaba convencida de que no sería capaz de hacer nada más que sentir dolor.

Esos sentimientos no se desvanecieron durante más de tres años.

Hasta el día que conocí a Brad.

No sé a quién tiene Peter, pero la familiar lucha en sus ojos prueba que hay alguien. Solía ver esa misma lucha cada vez que me veía en el espejo, sin saber si podría amar de nuevo.

—¿La amas? —le pregunto. No necesito saber su nombre.

Estábamos más allá de eso ahora. Sé que él no está aquí porque aún me ame. Esta aquí porque no sabe amar con todo lo que tiene.

Suspira y descansa la barbilla sobre mi coronilla. —Tengo miedo de no ser capaz de hacerlo.

Peter besa mi cabeza, y cierro mis ojos. Escucho el ladito de su corazón dentro de su pecho. Un corazón que asegura no ser capaz de saber cómo amar, pero en realidad, es un corazón que ama demasiado. Él amó tanto, y esa única noche todo nos fue arrebatado. Cambió nuestros mundos. Cambió su corazón.

—Solía llorar todo el tiempo —digo—. Todo el tiempo. En la ducha. En el auto. En mi cama. Cada vez que estaba sola lloraba. Durante los dos primeros años, mi vida era una constante tristeza, sin nada más. Ni siquiera con buenos momentos.

Siento sus brazos apretar su agarre alrededor de mí, silenciosamente diciéndome que lo sabe. Él sabe exactamente solo lo que hablo.

—Luego, cuando conocí a Brad, comencé a tener breves momentos en los que mi vida no era una completa tristeza en cada segundo del día.

Pude ir a algún lugar con él en un auto, y noté que era la primera vez que estaba en un auto sin echarme a llorar. Las noches que pasábamos juntos eran las únicas noches en las que no lloraba hasta quedarme dormida. Por primera vez, esa impenetrable tristeza en la que me había convertido estaba siendo desmoronada por los breves y buenos momentos que pasaba con Brad.

Hago una pausa, necesitando un momento. No he tenido que pensar en esto por un largo tiempo, las emociones y sentimientos están demasiados frescos. Demasiado reales. Me alejo de Peter y me apoyo contra la pared, luego descanso la cabeza en su hombro. Él inclina su cabeza hasta recargarla con la mía y toma mi mano, entrelazando nuestros dedos.

—Después de un tiempo, comencé a notar que esos buenos momentos con Brad comenzaron a dominar más que toda la tristeza. La tristeza en mi vida se convirtió en buenos momentos, y mi felicidad con Brad se convirtió en mi vida.

Lo siento exhalar, y sé que sabe sobre lo que estoy hablando. Sé que lo que sea que ella signifique, él tiene esos buenos momentos a su lado.

—Durante los nueve meses que estuve embarazada de Claire, estuve asustada de no poder ser capaz de llorar de felicidad cuando la viera.

Justo después de que naciera, me la entregaron, justo como lo hicieron cuando nació Clayton. Claire se parecía a él, Peter. Era como él. La miré fijamente, sosteniéndola en mis brazos, y las lágrimas corrían por mis mejillas. Pero era lágrimas buenas, y comprendí en ese momento que eran las primeras lágrimas de felicidad que lloraba desde el día que sostuve a Clayton en mis brazos.

Me seco los ojos y dejo ir su mano, luego levanto mi cabeza de su hombro. —También te mereces eso—digo—. Mereces sentir eso nuevamente.

Asiente. —Quiero amarla tanto, Martina —dice, respirando las palabras como si las hubiera retenido por una eternidad—. Quiero tener eso con ella. Pero me asusta que la tristeza nunca desaparezca.

—El dolor no se irá jamás, Peter. Nunca. Pero si te permites amarla, solo lo sentirás algunas veces, en lugar de permitirle que te consuma toda tu vida.

Envuelve su brazo alrededor del mío y tira de mi frente contra sus labios. Me besa, largo y fuerte, antes de apartarse. Asiente, haciéndome saber que entiende lo que trato de explicarle.

—Lo superarás, Peter —digo, repitiendo las mismas palabras que él usó para reconfortarme—. Vas a superarlo.

Se ríe, y puedo sentir algo de su pesadez desvanecerse.

—¿Sabes que es lo que más temía de esta noche? —pregunta—. Tenía miedo de que cuando llegara aquí, estuvieras igual que yo —Se echa el pelo hacia atrás y sonríe—. Me alegra que no sea así. Me hace sentir  bien verte feliz.

Tira de mí hacia él y me abraza con fuerza. —Gracias, Martina — susurra. Me besa suavemente en la mejilla antes de liberarme y ponerse de pie—. Probablemente debería irme ahora. Tengo un millón de cosas que decirle.

Camina por el pasillo hacia la sala, luego se vuelve hacia mí por última vez. Ya no veo todas esas partes tristes en él. Ahora solo veo paz cuando me encuentro con sus ojos.

—¿Martina? —Hace una pausa, observándome silenciosamente por un momento. Una pacífica sonrisa se forma lentamente en su rostro—. Estoy tan orgulloso de ti.

Desaparece en el pasillo, y me quedo en el suelo hasta que escucho la puerta principal cerrarse detrás de él.


Yo también estoy muy orgullosa de ti, Peter

17 comentarios:

  1. Aaaayyy yo sabíaaa!!..
    Seguila, por fa!..
    Jenny

    ResponderEliminar
  2. Otro porfa!!!! Me muero por saber que pasa con Lali ahora

    ResponderEliminar
  3. Normal k ella siguiera con su vida.
    Lo bueno es k Peter entendió y ahora si k se va a dar esa oportunidad con Lali,amándola como se merece.
    x fin me deja comentar a gusto

    ResponderEliminar
  4. Alll fin se libro de esa culpa quiero otro capítulo por favor no poder seguir con la intriga ksnKznsksksnsksksks

    ResponderEliminar
  5. WTF!!!!
    ok ahora que lali encuentre a alguien que lo ame y que peter pelee ah re jaja
    seguila

    ResponderEliminar
  6. Quiero que YA vaya a buscar a Lali!.

    ResponderEliminar
  7. Tendría que remar un poco Peter para que Lali quiera estar con él..

    ResponderEliminar
  8. Cardiaco, eso estuvo cardiaco, ya empieza lo bueno jojo

    ResponderEliminar
  9. Maratón?, siii please!, maratón!!

    ResponderEliminar
  10. MARATÓN!, MARATÓN!, MARATÓN

    ResponderEliminar