jueves, 4 de septiembre de 2014

Capitulo 36

PETER

En la actualidad...

Sus ojos finalmente encuentran el coraje para mirar los míos, pero trato de no verla. Cuando realmente la miro, es demasiado. Cada vez que estoy con ella, sus ojos, su boca, su voz y su sonrisa encuentran cada punto vulnerable en mí para romperlo. Para aprovecharlo. Para conquistarlo. Cada vez que estoy cerca de ella, tengo que luchar contra ello, así que trato de no verla con otra cosa que mis ojos esta vez.

Dice que está aquí para despedirse, pero no es por eso que está aquí, y lo sabe. Está aquí porque se enamoró de mí, aunque le dije que no lo hiciera. Está aquí porque todavía tiene la esperanza de que pueda amarla recíprocamente.

Quiero hacerlo, Lali. Quiero amarte tanto que duele, maldición.

Ni siquiera reconozco mi propia voz cuando le digo adiós. La falta de emoción detrás de mis palabras podría ser malinterpretada como odio.

Muy lejos de la apatía que estoy tratando de transmitir, y un grito aún más lejano de las ganas que tengo de rogarle que no se vaya.

Inmediatamente baja la mirada a sus pies. Puedo decir que mi  respuesta acaba de matarla, pero le he dado suficientes falsas esperanzas.

Cada vez que le permitía entrar, la lastima mucho más que cuando tengo que apartarla.

Pero es difícil sentirse mal por ella, porque por mucho que esté dolida, no conoce el dolor. No lo conoce como yo. Lo mantengo vivo. Lo mantengo funcionando. Lo mantengo creciendo cada vez que lo experimento.

Inhala y luego me mira con unos ojos un poco más rojos y brillantes.

—Te mereces mucho más de lo que te estás permitiendo tener. —Se levanta de puntillas y coloca las manos sobre mis hombros, luego presiona sus labios contra mi mejilla—. Adiós, Peter.

Se da la vuelta y camina hacia el ascensor, justo cuando Gastón sale a su encuentro. La veo levantar una de sus manos para secarse las lágrimas.

La observo alejarse.

Cierro la puerta, esperando sentir el más mínimo murmullo de alivio por el hecho de que fui capaz de dejarla a ir. En cambio, me encuentro con la única sensación familiar que mi corazón es capaz de sentir: el dolor.

—Eres un maldito idiota —dice Nico detrás de mí. Me doy la vuelta, y está sentado en el brazo del sofá, mirándome—. ¿Por qué no vas tras ella ahora mismo?

Porque, Nico, odio este sentimiento. Odio cada sentimiento que provoca en mí, porque me llena de todas las cosas que he pasado evitando los últimos seis años.

¿Por qué habría de hacerlo? —pregunto mientras me dirijo hacia mi habitación. Hago una pausa con el golpe en la puerta principal.

Expulso un suspiro de frustración antes de volverme hacia la puerta, no queriendo tener que rechazarla por segunda vez. Sin embargo, lo haré.

Incluso si tengo que dejarla con términos que la lastimarán aún más, tiene que aceptar el hecho de que todo ha terminado. Lo dejé ir demasiado lejos.

Mierda, nunca debería haber permitido que comenzaba incluso, con nosotros sabiendo que sería más que probable que terminara de esta manera.

Abro la puerta, pero aparece Gastón en mi línea de visión en lugar de Lali.

Quiero sentirme aliviado por el hecho de que está aquí en lugar de ella, pero la mirada furiosa en su rostro hace que sea imposible sentirme aliviado.

Antes de que pueda reaccionar, su puño conecta con mi boca, y doy un traspiés hacia atrás, hacia el sofá. Nico impide mi caída, y recupero el equilibrio antes de volverme hacia la puerta de nuevo.

—¿Qué demonios, Gastón? —grita Nico. Me está frenando, suponiendo que quiero represalias.

No la quiero. Me lo merecía.

Gastón intercambia miradas entre nosotros, asentándose finalmente en mí. Se lleva el puño al pecho y lo frota con la otra mano. —Todos sabemos que debería haber hecho eso hace mucho tiempo. —Agarra el pomo de la puerta y la cierra, desapareciendo de nuevo en el pasillo.

Me encojo de hombros, alejándome de las garras de Nico, y llevo una mano a mis labios. Alejo los dedos y están teñidos de sangre.

—¿Y qué tal ahora? —dice Nico, esperanzado—. ¿Vas a ir tras ella ahora?

Lo fulmino con la mirada antes de volver hacia mi dormitorio.

Nico se ríe a carcajadas. Es el tipo de risa que dice: Eres un jodido idiota. Sólo que ya lo dijo, así que como que solo lo está repitiendo.

Me sigue a mi dormitorio.

Realmente no estoy de humor para esta conversación. Es bueno que sepa cómo mirar a la gente sin mirarla en realidad.

Tomo asiento en la cama, y entra a mi habitación, inclinándose contra la puerta. 

—Estoy cansado de esto, Peter. Han pasado seis jodidos años en los que te he visto caminar como un zombi por tu apartamento.

—No soy un zombi —digo rotundamente. —Los zombis no pueden volar.

Nico voltea los ojos; obviamente no está de humor para bromas. Qué bueno, porque no estoy de humor para hacerlas.

Continúa mirándome, así que tomo el teléfono y me tumbo en la cama con el fin de fingir que no está aquí.

—Ha sido la primera cosa que te ha dado vida desde la noche en que te ahogaste en ese maldito lago.

Lo lastimaré. Si no sale en este mismo segundo, lo lastimaré, joder.

—Vete.

—No.

Lo miro. Lo veo. —Vete a la mierda, Nico.

Camina a mi escritorio, saca la silla, y se sienta en ella. —Jódete, Peter —dice—, aún no he terminado.

—¡Vete!

—¡No!

Dejo de luchar contra él. Me levanto y salgo yo.

Me sigue. —Déjame hacerte una pregunta —dice, siguiéndome a la sala.

—¿Y luego te irás?

Asiente. —Y luego me iré.

—Está bien.

Me mira en silencio por unos momentos.

Espero pacientemente por su pregunta para que pueda salir antes de que lo lastime.

—¿Qué pasaría si alguien te dijera que pudiera borrar toda esa noche de tu memoria, pero al hacerlo, también tendrían que borrar cada cosa buena? Todos los momentos con Martina. Cada palabra, cada beso, cada te amo. Cada momento que tuviste con tu hijo, por más breve que fuera. El primer momento que viste a Martina sostenerlo. El primer momento en que tú lo sostuviste. La primera vez que lo escuchaste llorar o lo viste dormir. Todo eso. Borrado. Para siempre. Si alguien te dijera que pudiera deshacerse de las cosas feas, pero que también perderías todas las otras cosas… ¿lo harías?

Piensa que me está preguntando algo que nunca me he preguntado antes. ¿Cree que no me siento y me pregunto acerca de estas cosas todos los putos días de mi vida?

—No dijiste que tenía que responder a tu pregunta. Solo preguntaste si podías hacerla. Puedes irte ahora.

Soy la peor clase de persona.

No puedes responderla —dice—. No puedes decir que sí.

—Tampoco puedo decir que no —digo—. Felicidades, Nico. Me dejaste perplejo. Adiós.

Empiezo a caminar de regreso a mi habitación, pero dice mi nombre otra vez. Me detengo, pongo las manos en mis caderas y dejo caer la cabeza.  ¿Por qué no se detiene y ya? Han pasado seis malditos años.

Debería saber que esa noche me hizo quien soy ahora. Debería saber que no voy a cambiar.

—Si te hubiera preguntado eso hace unos meses, habrías dicho que sí antes de que la pregunta saliera de mi boca —dice—. Tu respuesta siempre ha sido que sí. Habrías dado cualquier cosa para no tener que volver a vivir esa noche.

Me doy la vuelta y se dirige hacia la puerta. La abre, luego hace una pausa y me enfrenta de nuevo. —Si estar con Lali por unos pocos meses pudo hacer que el dolor fuera lo suficientemente soportable como para que pudieras responder con un tal vez, imagina lo que toda una vida con ella podría hacer por ti.

Cierra la puerta.

Cierro los ojos.

Algo sucede. Algo dentro de mí. Es como si sus palabras hubieran creado una avalancha del glaciar que rodea mi corazón. Siento trozos de hielo endurecido desprenderse y caer al lado de todas las otras piezas que se han desprendido desde el momento en que conocí a Lali.


***

Salgo del ascensor y camino hacia la silla vacía al lado de Cap. Ni siquiera reconoce mi presencia con contacto visual. Está mirando a través del vestíbulo hacia la salida.

—Acabas de dejarla ir —dice, ni siquiera intenta de ocultar la decepción en su voz.

No respondo.

Se apoya contra los brazos de la silla, reposicionándose a sí mismo.

—Algunas personas… se vuelven más sabias a medida que crecen. Desafortunadamente, la mayoría de la gente apenas crece. —Se da vuelta para mirarme—. Tú eres una de las que sólo ha estado volviéndose viejas, porque eres tan estúpido como lo eras el día en que naciste.

Cap me conoce lo suficientemente bien como para saber que esto es lo que tenía que suceder. Me conoce de toda la vida; habiendo trabajado en el área de mantenimiento en los edificios de apartamentos de mi padre desde antes que yo naciera. Antes de eso, trabajó para mi abuelo haciendo lo mismo. Lo que garantiza que prácticamente sabe más sobre mí y mi familia que yo. —Tenía que pasar, Cap —digo, excusando el hecho de que dejé ir a la única chica que ha sido capaz de llegar a mí en más de seis años.

—Tenía que pasar, ¿eh? —refunfuña.

Por el tiempo que lo he conocido y por las muchas noches que he pasado aquí hablando con él, nunca me dio una opinión sobre las decisiones que he tomado. Sabe la vida que elegí después de Martina. Me da consejos llenos de sabiduría aquí y allá, pero nunca su opinión. Me escuchó ventilar sobre la situación con Lali durante meses, y siempre se sentó en silencio, con la paciencia de escucharme, nunca dándome consejos. Eso es lo que me gusta de él.

Creo que todo está a punto de cambiar.

—Antes de que me des un sermón, Cap —digo, interrumpiéndole antes de que tenga la oportunidad de continuar—, sabes que estará mejor así. —Me doy vuelta y lo miro—. Sabe que lo estará.

Cap se ríe, asintiendo. —Eso es malditamente seguro.

Lo miro con incredulidad. ¿Acaba de estar de acuerdo conmigo?

—¿Estás diciendo que tomé la decisión correcta?

Permanece en silencio por un segundo antes de soltar un suspiro.

Su expresión se contorsiona como si sus pensamientos no fueran algo que  quiera que compartir. Se relaja en su silla y se cruza de brazos. —Me dije que nunca me involucraría en tus problemas, muchacho, porque para que  un hombre de consejos, pues lo mejor es saber de qué demonios está  hablando. Y Dios sabe que en mis ochenta años nunca he pasado por nada como lo que has pasado. No sé nada acerca de cómo se sintió o lo que te hizo. Sólo pensar en esa noche hace que mi estómago duela, y sé  que a ti también te duele. Y tu corazón. Y tus huesos. Y tu alma.

Cierro los ojos, deseando poder cerrar mis oídos en su lugar. No quiero escuchar esto.

—Ninguna de las personas en tu vida sabe lo que se siente ser tú. Ni yo. Ni tu padre. Ni esos amigos tuyos. Ni siquiera Lali. Sólo hay una persona que siente lo que tú sientes. Sólo una persona a la que le duele como te duele. Sólo el padre de ese bebé que le echa de menos la misma forma que tú lo haces.

Mis ojos están cerrados herméticamente, y estoy haciendo todo lo posible para respetar el final de la conversación, pero está tomándome todo lo que tengo no levantarme e irme. No tiene derecho a meter a Martina en esta conversación.

—Peter —dice en voz baja. Hay determinación en su voz, como si necesitara que me lo tome en serio. Siempre lo hago—. Tú crees que le quitaste a esa chica la posibilidad de ser feliz, y hasta que te enfrentes a ese pasado, nunca seguirás adelante. Vas a estar reviviendo ese día todos los días, hasta el día de tu muerte, a menos que vayas a ver por tus propios ojos que esté bien. Entonces tal vez verás que está bien que tú también seas feliz.

Me inclino hacia delante y paso las manos por mi cara, luego descanso los codos sobre las rodillas y bajo la mirada. Observo mientras una lágrima cae de mis ojos y cae en el suelo bajo mis pies. —¿Y qué pasa si ella no está bien? —susurro.

Cap se inclina hacia adelante y pone las manos entre sus rodillas.

Me doy vuelta y lo miro; por primera vez en los veinticuatro años que lo conozco, veo lágrimas en sus ojos. —Entonces no creo que algo cambie. Puedes seguir sintiéndote como que no te mereces una vida por arruinar la suya. Puedes seguir evitando todo lo que podría hacer que sientas de nuevo. —Se inclina hacia mí y baja la voz—. Sé que la idea de enfrentarte a tu pasado te aterroriza. Le aterroriza a todo hombre. Pero a veces no lo hacemos por nosotros mismos. Lo hacemos por la gente que amamos más que a nosotros mismos.

12 comentarios:

  1. y si ve a martina feliz de la vida?? que pasa!!

    ResponderEliminar
  2. No sabia que peter y cap eran amigos pero que buenos consejos le dio ojala que peter le haga caso y busque a Martina para que por fin se deje sentir el amor por lali, ayer me prometiste que subirías 3 :(

    ResponderEliminar
  3. Cap ,tiene toda la razón.
    Seguro Martina lo superó ,y espero k tenga un hijo,solo para k Peter se sienta como una mierda x como trató a Lali ,y lo destructiva k fue su vida en esos seis años.

    ResponderEliminar
  4. Es buena idea lo de cap pero es malditamente aterrador que peter vaya a ver a martina es hombre y es débil....
    .

    ResponderEliminar
  5. Ojala que Martina ya haya hecho su vida así él trata de volver con Lali.
    Me encantaría que ella lo haga remar un poco, por todo lo que le hizo!.
    Seguila por fa!
    Jenny

    ResponderEliminar
  6. maaaaaaaaaaaaaaaaaaaas...
    q sabio que es Cap.. =D

    ResponderEliminar