Capitulo 18
Lali
Cierro la puerta del
coche de Peter y sigo a Nico por las escaleras hacia el apartamento. Ninguno de
nosotros dijo una palabra en el camino a casa desde el hospital. La rigidez en
su mandíbula, dijo todo lo que necesitaba saber, que fue, más o menos, no me
hables. Pasé el viaje con mi enfoque en la ventana y mis preguntas alojadas
en la garganta.
Entramos en el
apartamento, y él lanza sus llaves en la barra mientras cierro la puerta detrás
de mí. Ni siquiera se vuelve para mirarme mientras va hacia su dormitorio.
—Buenas noches —digo.
Podría haber dicho eso con un poco de sarcasmo, pero al menos no estoy gritando:
"¡Que te jodan, Nico!", lo cual es algo que tengo ganas de hacer.
Se detiene, y luego
se da la vuelta para mirarme. Lo observo con nerviosismo, porque lo que sea que
está a punto de decirme, no es "buenas noches". Sus ojos se
entrecierran mientras inclina la cabeza, sacudiéndola lentamente. —¿Puedo
hacerte una pregunta? —dice finalmente, mirándome con curiosidad.
—Con tal de que prometas
nunca volver a preguntarme si puedes o no hacer una pregunta.
Quiero reír de mi
uso de la observación de Peter, pero Nico ni siquiera esboza una sonrisa. Eso
sólo hace las cosas mucho más incómodas. Desplazo mi peso en mis pies. —¿Cuál
es tu pregunta, Nico? —le digo con un suspiro.
Cruza los brazos
sobre el pecho y camina hacia mí. Me trago mi nerviosismo mientras se inclina
hacia adelante para hablar conmigo, apenas a treinta centímetros de distancia.
—¿Sólo necesitas a alguien que te folle?
Inhala, exhala.
Expandir, contraer.
Golpe, golpe, pausa. Golpe, golpe, pausa.
—¿Qué? —exclamo,
estupefacta. Estoy segura de que no lo escuché bien.
Baja la cabeza unos
centímetros hasta que está a mi nivel visual. —¿Sólo necesitas a alguien que te
folle? —dice, con una pronunciación más precisa en esta ocasión—. Porque
si eso es todo lo que es, te doblaré sobre el sofá ahora mismo y te joderé tan duro
que nunca pensarás en Peter de nuevo. —Sigue mirándome, frío y sin corazón.
Piensa antes de reaccionar,
Lali.
Durante varios
segundos, lo único que puedo hacer es menear mi cabeza con incredulidad. ¿Por
qué diría eso?, ¿por qué diría algo tan irrespetuoso hacia mí? Este no es Nico.
No sé quién es este imbécil que está de pie frente a mí, pero definitivamente
no es Nico.
Antes de que me
permita tiempo para pensar, reacciono. Tiro mi brazo hacia atrás, y luego doy
el cuarto puñetaz de vida mientras mi puño se encuentra con su mejilla.
Mierda.
Eso duele.
Lo miro, y su mano
está cubriendo su mejilla. Sus ojos están muy abiertos, y me está mirando con
más sorpresa que dolor. Retrocede un paso. Mantengo mis ojos enfocados
fuertemente en los suyos.
Agarro mi puño y lo
acerco a mi pecho, enojada de que tendré otra mano lastimada. Sin embargo,
espero antes de ir a la cocina a buscar hielo para esto. Podría necesitar
volver a golpearlo.
Estoy confundida por
su obvia ira hacia mí durante las últimas veinticuatro horas. Mi mente corre a
través de todo lo que le podría haber dicho o hecho que lo hiciera sentir tanto
odio hacia mí.
Suspira e inclina la
cabeza hacia atrás, pasando sus manos por el cabello. No le da ninguna
explicación a sus palabras llenas de odio, y trato de entenderlas, pero no
puedo. No le he hecho nada como para justificar algo así de duro.
Sin embargo, tal vez
ese es su problema. Tal vez el hecho de que no le he hecho nada a él —o con él—
es lo que lo está enojando así.
—¿Estos son celos?
—le pregunto—. ¿Es eso lo que te está haciendo esta malvada, miserable excusa
de ser humano? ¿Porque nunca dormí contigo?
Da un paso hacia
adelante, e inmediatamente retrocedo hasta caer en el sofá.
Se agacha,
poniéndose a la altura de mis ojos.
—No quiero follarte, Lali. Y definitivamente no estoy
celoso. —Se empuja a sí mismo lejos del sofá. Lejos de mí.
Está asustándome
mucho, y quiero empacar mis maletas, salir esta noche y nunca jamás ver a
ninguna de estas personas de nuevo.
Empiezo a llorar en
mis manos. Lo oigo suspirar pesadamente, y caer en el sofá junto a mí. Llevo
mis pies hacia arriba y vuelvo mis rodillas lejos de él, acurrucándome en la
esquina del sofá. Nos sentamos así durante varios minutos, y quiero levantarme
y correr a mi habitación, pero no lo hago. Me siento como si tuviera que pedir
permiso, porque ni siquiera sé si aún tengo una habitación aquí.
—Lo siento —dice
finalmente, rompiendo el silencio con algo más que mi llanto—. Dios, lo siento.
Sólo… estoy tratando de entender qué demonios estás haciendo.
Me limpio la cara
con mi camisa y lo miro. Su rostro es una confusa mezcla de tristeza y dolor,
no entiendo nada de lo que está sintiendo.
—¿Cuál es tu
problema conmigo, Nico? Nunca he sido nada sino agradable contigo. Incluso he
sido amable con la perra de tu novia, y créeme, eso requiere un esfuerzo.
Asiente en acuerdo.
—Lo sé —dice, exasperado—. Lo sé, lo sé, lo sé. Eres una buena persona.
—Entrelaza los dedos y estira sus brazos hacia fuera, después los trae de
vuelta con un profundo suspiro—. Y sé que tienes buenas intenciones. Tienes un
buen corazón. Y un muy buen golpe de derecha —dice, sonriendo con
picardía—. Aunque, supongo que es por eso que estoy tan enojado. Sé que tienes
un buen corazón, así que, ¿por qué diablos no te has mudado todavía? —Sus
palabras me hieren más que las vulgares que me escupió hace cinco minutos.
—Si tú y Peter
querían tanto que me vaya, ¿por qué ambos esperaron hasta este fin de semana
para decirme?
Mi pregunta parece
sorprender a Nico con la guardia baja, porque sus ojos vuelan a los míos
brevemente antes de que mire hacia otro lado de nuevo. A pesar de eso, no
responde la pregunta. En cambio, comienza a preparar una de los suyas. —¿Peter
alguna vez te contó la historia de cómo conoció a Martina? —pregunta.
Meneo la cabeza,
completamente confundida por la dirección que esta conversación ha tomado.
—Tenía diecisiete años,
y Peter acababa de cumplir los dieciocho —dice. Se recuesta en el sofá y mira
hacia sus manos.
Recuerdo a Peter
diciendo que comenzó a salir con Martina cuando tenía diecinueve, pero guardo
silencio y lo dejo continuar.
—Nosotros habíamos
estado saliendo alrededor de seis semanas, y…
Raya ese pensamiento. Ya no puedo guardar silencio.
—¿Nosotros? —pregunto vacilante—. ¿Tú y Peter?
—No, idiota. Martina
y yo.
Trato de ocultar mi
sorpresa, pero no me mira lo suficiente como para ver incluso mi reacción.
—Martina fue primero
mi novia. La conocí en un evento de recaudación de fondos para niños que eran
sordos. Estaba allí con mis padres, ambos formaban parte del comité. —Saca sus
manos de detrás de la cabeza y se recuesta contra el sofá.
—Peter estaba
conmigo la primera vez que la vi. Los dos pensamos que era la cosa más hermosa
que habíamos visto jamás, pero, por suerte para mí, mis ojos se posaron en ella
unos cinco segundos antes de que los suyos lo hicieran, así que apelé a eso.
Por supuesto, ninguno de nosotros esperaba tener en realidad una oportunidad
con ella. Quiero decir, la has visto. Es increíble. —Hace una pausa por un
momento, luego apoya una pierna sobre la mesa frente a nosotros—. De todos modos,
me pasé todo el día coqueteando con ella. Encantándola con mi buena apariencia
y mi cuerpo asesino.
Me río, pero sólo
por cortesía.
—Estuvo de acuerdo
en ir a una cita conmigo, así que le dije que la recogería ese viernes por la
noche. La saqué, la hice reír, la llevé a casa, y la besé. Fue genial, así que
le pregunté de nuevo, y estuvo de acuerdo. La llevé a una segunda cita, y luego
una tercera. Me gustaba. Nos llevábamos bien, se reía de mis chistes. También
se llevaba bien con Peter, lo que anotó puntos importantes en mi libro. La
chica y el mejor amigo tienen que llevarse bien, o uno de los dos va a sufrir.
Por suerte, todos nos llevamos muy bien. En nuestra cuarta cita, le pregunté si
quería hacerlo oficial, y estuvo de acuerdo.
Estaba emocionado,
porque sabía que era, con mucho, la chica más sexy con la que jamás había
salido, o con la que alguna vez saldría. No podía dejarla escapar,
especialmente antes de que fuera capaz de ir hasta el final con ella.
—Se ríe—. Recuerdo
haberle dicho eso a Peter esa misma noche. Le dije que si había una chica en
esta tierra a la que necesitaba desvirgar, esa era Martina. Le dije que iría a
un centenar de citas con ella si eso era lo que se tardaba.
Volvió la cabeza
hacia mí y me dijo con señas—: ¿Qué hay de ciento una? Me reí, porque no
entendía lo que Peter quería decir. No entendía en ese momento que ella le
gustaba de la forma en que lo hacía, y nunca realmente entendí todas las
pequeñas gemas que iba soltando. Todavía no lo hago. Mirando hacia atrás a toda
la situación y a la forma en que él se sentaba allí y tenía que escuchar las
cosas de mierda que dije sobre ella, me sorprende que no me golpeara antes de
lo que hizo.
—¿Te golpeó?
—pregunto—. ¿Por qué? ¿Porque hablaste de follarla?
Sacude la cabeza, y una mirada de culpabilidad resbala sobre
él. —No —dice en voz baja—. Porque la follé.
Suspira, pero
continúa.
—Nos quedamos una
noche en lo de Peter y Gaston. Martina
pasó mucho tiempo allí conmigo, y habíamos estado saliendo por cerca de seis
semanas.
Sé que no es mucho
en semanas de virgen, pero es una maldita eternidad en semanas de chico.
Estábamos tumbados en la cama, y me dijo que estaba lista para ir hasta el
final, pero antes de que tuviera sexo conmigo, había algo que tenía que
decirme. Me dijo que tenía derecho a saber, y no se sentiría bien continuando
con una relación hasta que estuviera completamente informado. Recuerdo entrar
en pánico, pensando que estaba a punto de decirme que era un tipo, o una mierda
así.
Me mira y levanta
una ceja.
—Porque seamos
honestos, La. Hay algunos tipos travestis de aspecto muy caliente por ahí. —Se
ríe y mira al frente otra vez—. Fue entonces cuando me habló de su enfermedad.
Me habló de las estadísticas… del hecho de que no quería tener hijos… la
realidad de la cantidad de tiempo que le quedaba. Dijo que quería decirme la
verdad, ya que no sería justo para cualquiera ver algo de largo plazo en ella.
Dijo que la probabilidad de que llegara a los cuarenta, o incluso treinta y
cinco, era pequeña. Que necesitaba estar con alguien que entendiera eso.
Alguien que aceptara eso.
—¿No quisiste esa
responsabilidad? —le pregunto.
Menea la cabeza
lentamente. —Lali, no me preocupaba por la responsabilidad. Era un chico de
diecisiete años, en la cama con la chica más hermosa que había visto en mi
vida, y todo lo que me estaba pidiendo que haga era estar de acuerdo en amarla.
Cuando mencionó las palabras "futuro" y "esposo" y no
querer hijos, tomó todo lo que tenía para no rodar los ojos, porque en mi
cabeza, eso estaba a toda una vida de distancia. Estaría con un millón de
chicas antes de entonces. No sabía cómo pensar tan a largo plazo, así que sólo
hice lo que pensé que cualquier chico haría en esa situación. La tranquilicé y
le dije que su enfermedad no tenía importancia para mí y que la amaba. Entonces
la besé, le quité la ropa, y tomé su virginidad.
Baja la cabeza en lo
que parece vergüenza. —Cuando se fue a la mañana siguiente, estaba
presumiéndole a Peter sobre de finalmente lograr golpear una virgen. Probablemente
entré en demasiados detalles. También mencioné la conversación que tuvimos con
antelación y le conté todo acerca de su enfermedad. Era brutalmente honesto con
él, lo que es un defecto a veces. Le dije que toda su situación en cierto modo
me asustaba y que iba a darle dos semanas antes de romper con ella para que no
quedar como un idiota. Fue entonces cuando me golpeó.
Mis ojos se agrandan. —Bien por Peter —digo.
Nico asiente. —Sí. Al parecer, le gustaba mucho más de lo que aparentaba, pero mantuvo su boca cerrada y me permitió verme como un idiota durante las seis semanas que salí con ella. Debería haber notado cómo se sentía, pero
Peter es mucho más
generoso que yo. Nunca habría hecho nada para traicionar lo que teníamos, pero
después de esa noche, perdió una gran cantidad de respeto por mí. Y eso duele,
Lali. Es como mi hermano. Me sentí como si hubiera decepcionado a la única
persona que más admiraba.
—¿Así que rompiste
con Martina, y Peter comenzó a salir con ella?
—Sí y no. Tuvimos
una larga conversación esa tarde, porque Peter es bueno en compartir sus
pensamientos y mierda. Estuvimos de acuerdo en que teníamos que respetar el
código de hermanos, y no sería muy bueno para nosotros si él comenzaba a salir
con una chica a la que yo acababa follar. Pero le gustaba. Le gustaba mucho, y
aunque sabía que era difícil para él, esperó hasta que el plazo terminó antes
de invitarla a salir.
—¿El plazo?
Nico asiente. —Sí.
No preguntes de dónde sacamos eso, pero acordamos que doce meses era una cantidad
decente de tiempo antes de que el código de hermanos se volviera nulo. Pensamos
que para ese entonces ya habría pasado suficiente tiempo, y que si quería
invitarla a salir después de un año, no sería tan extraño. Durante ese tiempo,
ella habría salido con otras personas y no sería ir directamente desde mi cama
a la Peter. Por mucho que podría haber tratado de ser bueno sobre esto, hubiera
sido demasiado extraño. Incluso para nosotros.
—¿Acaso Martina
sabía lo que sentía por ella? ¿Durante los doce meses?
Nico sacude la cabeza.
—No. Martina ni siquiera sabía que ella le gustaba como lo hacía. Le gustaba
tanto que no fue a una sola cita durante todos los doce meses que le hice
esperar. Tenía la fecha marcada en un calendario. Lo vi una vez en su habitación.
Nunca la mencionó, nunca preguntó por ella. Pero el día que ese año se cumplió,
estaba llamando a su puerta principal. A ella le tomó un tiempo para acercarse,
sobre todo sabiendo que tendría que interactuar conmigo. Pero las cosas
finalmente funcionaron solas. Terminó con el hombre correcto al final, gracias
a la perseverancia de Peter.
Exhalo. —Guau —le
digo—. Hablando de devoción.
Gira la cabeza hacia
la mía, y nuestros ojos se encuentran. —Exactamente —dice con firmeza, como si
sólo eso resumiera todo su punto—. Nunca he conocido en mi vida a otro ser
humano con más devoción que ese hombre. Es la mejor maldita cosa que me ha
pasado. Lo mejor que le ha pasado a Martina.
Tira sus pies sobre el sofá y me enfrenta completamente.
—Ha ido al infierno
y de regreso por esa chica, Lali. Todas las hospitalizaciones, conduciendo de
ida y vuelta para cuidar de ella, prometiéndole el mundo, y renunciando a mucho
de sí mismo a cambio. Y ella se lo merece. Es una de las más puras, más
desinteresadas personas que he conocido, y si hay dos personas que se merecen
el uno al otro en este mundo, esos son ellos dos. Así que cuando veo la forma
en que te mira, eso me duele.
Vi la forma en que
los dos se miraron en la fiesta la otra noche. Vi los celos en sus ojos cada
vez que hablaste con Gaston. Nunca lo he visto luchar con su elección, o los
sacrificios que ha hecho por Martina, hasta que apareciste.
Está enamorándose de
ti, Lali, y sé que lo sabes. Sin embargo, también conozco su corazón, y nunca
dejará a Martina. La ama. Nunca le haría eso. Así que al verlo destrozado por
la forma en que siente por ti y sabiendo que su vida está con Martina, sólo no
entiendo por qué sigues aquí. No entiendo por qué le estás haciendo pasar tanto
dolor. Cada día que sigues aquí y lo veo mirarte de la misma manera que solía
mirar a Martina, me dan ganas de empujarte fuera de la maldita puerta y decirte
que no vuelvas nunca más. Y sé que no es tu culpa. Eso lo sé. Diablos, ni
siquiera sabías ni la mitad de lo que él está pasando hasta esta noche. Pero
ahora lo sabes. Y por mucho que te quiera y piense que eres una de las más
geniales malditas chicas que he conocido, no quiero ver tu cara de nuevo.
Especialmente ahora que sabes la verdad sobre Martina. Y perdóname si esto es
duro, pero no quiero que estés concibiendo en tu cabeza que el amor que tienes
por Peter será suficiente para sostenerte hasta el día que Martina muera.
Porque Martina no está muriendo, Lali. Martina está viviendo. Lo estará mucho
más tiempo de lo que el corazón de Peter jamás podría mantenerte a ti con vida.
Mi cabeza rueda
hacia mis manos mientras los sollozos brotan de mi pecho.
El brazo de Nico se
dobla sobre mi espalda, y me lleva hacia él. No sé por quién estoy llorando
ahora, pero mi corazón duele tanto que sólo quiero arrancarlo de mi puto pecho
y tirarlo sobre el balcón de Peter, porque ahí es donde empezó todo este lío.
Peter
Martina ha estado
dormida durante un par de horas, pero todavía no he pegado un ojo. Esto es
normalmente lo que pasa cuando estoy con ella en el hospital. Después de cinco
años de estancias esporádicas, he aprendido que es mucho más fácil no dormir en
absoluto de lo que es conseguir un par de horas medio-malas.
Abro mi portátil y
abro mis mensajes a Lali, a continuación, le envío un rápido hola para
ver si está en línea. No hemos tenido la oportunidad de discutir el hecho de
que le pedí mudarse, y odio no saber si está bien. Sé que está mal estar
enviándole mensajes en este momento, pero parece aún más incorrecto dejar las
cosas sin decir.
Contesta mi mensaje
casi de inmediato, y el tono de este ya alivia algo de mi preocupación. No sé
por qué siempre espero que responda irrazonablemente, porque ni una sola vez ha
mostrado falta de madurez o consideración por mi situación.
Lali: Sí, estoy aquí. ¿Cómo está Martina?
Yo: Está bien. Va a ser dada de alta esta
tarde.
Lali: Eso es bueno. Estaba muy preocupada.
Yo: Gracias, por cierto. Por tu ayuda anoche.
Lali: No fui de mucha ayuda. Me sentí como si
estuviera estorbando más que nada.
Yo: No lo estabas. No se sabe lo que podría
haber sucedido si no la hubieras encontrado.
Espero un momento
para que responda, pero no lo hace. Creo que hemos llegado al punto en esta
conversación en la que uno de nosotros necesita traer a colación lo que ambos
sabemos que debe ser discutido. Me siento responsable de toda esta situación
con ella, así que me armo de valor y lo suelto.
Yo: ¿Tienes un minuto? Realmente tengo algunas
cosas que me gustaría decirte.
Lali: Sí, e igualmente.
Miro hacia Martina
otra vez, y aún duerme en la misma posición. Tener esta conversación con Lali
en su presencia, tan inocente como es, me inquieta. Tomo mi portátil y salgo de
la habitación del hospital y entro en el pasillo vacío. Me siento en el suelo junto
a la puerta del cuarto de Martina y reabro la computadora.
Yo: Lo que más he apreciado de nuestro tiempo
juntos en el último par de meses es el hecho de que hemos sido francos y
coherentes el uno con el otro. Dicho esto, no quiero que te vayas con una idea
equivocada acerca de por qué necesito que te mudes. No quiero que pienses que
has hecho nada malo.
Lali: No necesito una explicación. He más que
agotado mi bienvenida, y ya tienes bastante estrés encima sin mí adición a la mezcla.
Nico encontró un apartamento para mí esta mañana, pero no está disponible por
unos pocos días. ¿Está bien si me quedo aquí hasta entonces?
Yo: Por supuesto. Cuando dije que necesitaba
que te mudes, no quise decir literalmente hoy. Sólo quería decir pronto. Antes
de que las cosas se vuelvan demasiado difíciles para seguir alejándome.
Lali: Lo siento, Peter. No quería que nada de
esto suceda.
Sé que se está
refiriendo a la forma en que nos sentimos. Sé exactamente lo que quiere decir,
porque no quería que ocurra, tampoco. De hecho, hice todo lo posible para
evitar que pase, pero de alguna manera mi corazón nunca captó el mensaje. Si sé
que no fue intencional de mi parte, también sé que no fue intencional de la
suya, así que no tiene nada de qué disculparse.
Yo: ¿Por qué te disculpas? No te disculpes.
No es tu culpa, Lali. Diablos, ni siquiera estoy seguro de que sea mía tampoco.
Lali: Bueno, por lo general cuando algo sale
mal, alguien tiene la culpa.
Yo: Las cosas no están mal con nosotros. Ese
es nuestro problema. Las cosas están demasiado bien. Tenemos sentido. Todo
sobre ti se siente tan bien, pero…
Me detengo por un
momento para reunir mis pensamientos, porque no quiero decir nada que luego
lamente. Inhalo, y escribo la mejor forma de decir lo que siento por toda
nuestra situación.
Yo: No hay duda en mi mente de que podríamos
ser perfectos para la vida del otro, Lali. Nuestras vidas son las que no son
perfectas para nosotros.
Varios minutos pasan
sin una respuesta. No sé si me pasé de la raya con mis comentarios, pero sin
embargo está reaccionando a ellos. Necesitaba decir lo que tenía que decir
antes de que pudiera dejarla ir. Estoy empezando a cerrar mi portátil cuando
otro mensaje de ella aparece.
Lali: Si hay una cosa que he aprendido de
toda esta experiencia, es que mi capacidad de confiar no fue completamente rota
por Benjamin y Rochi, como inicialmente creí. Siempre has sido directo conmigo
acerca de cómo te sientes. Nunca hemos bordeado la verdad. En todo caso, hemos
trabajado juntos para encontrar una manera de cambiar nuestro rumbo. Quiero
darte las gracias por eso. Muchas gracias por mostrarme que
realmente existen tipos como tú, y no todo el mundo es como Benjamin.
De algún modo tiene
una forma de hacerme sonar mucho más inocente de lo que en realidad soy. No soy
tan fuerte como ella cree.
Yo: No me lo agradezcas, Lali. No me debes
agradecer, porque fallé miserablemente tratando de no enamorarme de ti.
Me trago el nudo
formándose en mi garganta y presiono enviar. Decir lo que acabo de decirle me
llena con más culpa que la noche que la besé. Las palabras a veces pueden tener
un efecto mucho mayor en un corazón que un beso.
Lali: Fracasé primero.
Leo su último
mensaje, y la finalidad de nuestro inminente adiós me golpea con toda su
fuerza. Lo siento en cada parte de mí, y estoy muy sorprendido por la reacción
que estoy teniendo a eso. Apoyo la cabeza contra la pared detrás de mí y trato
de imaginar mi mundo antes de que Lali entrara en él.
Era un mundo bueno.
Un mundo coherente. Pero entonces vino y sacudió mi mundo, como si se tratara
de una frágil, quebradiza, esfera de nieve. Ahora que se va, se siente como si
la nieve estuviera a punto de asentarse, y mi mundo entero volverá a estar en
posición vertical, quieto y consistente de nuevo. Por mucho que eso debería
hacerme sentir a gusto, en realidad me aterra. Tengo un miedo de muerte de
nunca volver a sentir cualquiera de las cosas que sentí durante el poco tiempo
que ha estado en mi mundo.
Cualquier persona
que ha hecho de este un gran impacto merece una despedida apropiada.
Me paro y camino de vuelta
a la habitación de Martina. Todavía está dormida, así que voy hacia la cama, le
doy un ligero beso en la frente, y dejo una nota explicando que me dirijo al
apartamento para empacar algunas cosas antes de que le den el alta.
Entonces salgo para
ir a darle a la otra mitad de mi corazón un adiós apropiado.
Estoy fuera de la puerta
del dormitorio de Lali, preparándome para tocar.
Hemos dicho todo lo
que había que decir e incluso mucho que probablemente no debería haber sido
dicho, pero no puedo dejar de verla por última vez antes de irme. Se habrá ido
cuando regrese de San Antonio.
No tengo planes de contactarla a partir de hoy, por lo que el
hecho de que sé que esto es definitivamente el adiós está presionando sobre las
paredes de mi pecho, y duele horriblemente.
Si tuviera que mirar
mi situación desde el punto de vista de un extraño, estaría diciéndome a mí
mismo que me olvidara de los sentimientos de Lali, que mi lealtad debe recaer
únicamente en Martina. Estaría diciéndome que me vaya y que Lali no se merece
un adiós, incluso después de todo lo que hemos pasado.
Sin embargo, ¿es la
vida realmente tan en blanco y negro? ¿Puede un simple correcto o incorrecto
definir mi situación?, Los sentimientos de Lali no cuentan en esta mezcla a pesar
de mi lealtad hacia Martina? No parece bien sólo dejarla ir. Pero es injusto para
Martina no dejarla ir.
No sé cómo he podido
meterme en este lío en primer lugar, pero sé que la única manera de acabar con
él es romper todo contacto con Lali. Supe al momento en que tomé su mano ayer
por la noche que no había una falla en el mundo que podría haber detenido a mi
corazón de sentir lo que estaba sintiendo.
No estoy orgulloso
del hecho de que Martina no compensa a mi corazón nunca más. Luché contra ello.
Luché duro, porque no quería que sucediera. Ahora que la lucha está llegando a
su fin, ni siquiera estoy seguro de si estoy ganando o perdiendo. Ni siquiera
estoy seguro de a qué lado estoy apoyando, y mucho menos de qué lado estaba.
Golpeo suavemente la
puerta de Lali, luego coloco las palmas planas contra el marco de la puerta y
miro hacia abajo, la mitad de mí esperando que se niegue a abrirla y la otra
mitad frenándome a mí mismo de romper la maldita puerta para llegar a ella.
En cuestión de
segundos, estamos cara a cara por la que sé que es la última vez. Sus ojos
azules están abiertos con temor y sorpresa y, tal vez incluso, una pequeña
cantidad de alivio cuando me ve de pie delante de ella. No sabe cómo sentirse
acerca de verme aquí, pero su confusión es reconfortante. Es bueno saber que no
estoy solo en esto, que los dos estamos compartiendo la misma mezcla de
emociones. Estamos en esto juntos.
Lali y yo.
Sólo somos dos almas completamente
confundidas, asustadas de un muy no deseado pero crucial adiós.