lunes, 12 de mayo de 2014

Capitulo 1

Capitulo 1




Creo que esta un poco largo pero lo subiré como vienen los capítulos en el libro, espero que les guste.Gracias rocio barbadillo ya te iras enterando por que pasa eso con Peter,Lunis un besoote igual, espero que te siga gustando;eva maria me encanta ser partee del mundo de los locos.
                                                                                                                                                

Hace un año

―¡No! Gira aquí ―gritó Cande. en mi oído derecho.
Los neumáticos del Bronco de mi padre chirriaron con el repentino y corto giro de un auto en la calle.
―Sabes, tal vez deberías solo conducir como sugerí ―solté, a pesar de que nunca me había gustado que nadie condujera cuando yo estaba en el auto.
Como si leyera mi mente, Cande respondió:
―¿Y qué entierres la cara en tus manos cada vez que no me lanzo por cada luz amarilla? No.
Sonreí para mis adentros. Mi mejor amiga me conocía demasiado bien. Me gustaba conducir rápido. Me gustaba moverme rápido. Caminaba tan rápido como mis piernas me podían llevar, y me dirigía con la mayor celeridad que era razonable. Corría por cada señal de alto y luz roja. Me daba prisa y esperaba, esa era yo.


Pero al escuchar el ritmo palpitante de la música a lo lejos, no tuve ganas de correr más. La calle estaba llena de auto tras auto, mostrando la magnitud de la fiesta que había. Mis manos se apretaron en el volante mientras me metía en algún lugar a una cuadra de la fiesta.
―¿Cande? No creo que esta sea una buena idea ―declaré... otra vez.
―Estará bien, ya lo verás. ―Me palmeó la pierna―. Bryan invitó a Vico. Vico me invitó, y yo te estoy invitando a ti. ―Su tono tranquilo, plano, no hizo nada para aliviar la presión en mi pecho.
Me suelto el cinturón de seguridad, mirando hacia ella.
―Bueno, sólo recuerda... si me siento incómoda, me iré. Y buscas un paseo con Vico.
Salimos y corremos al otro lado de la calle. El alboroto de la fiesta se amplifica cuanto más nos acercamos a la casa.
―Tú no irás a ninguna parte. Te vas en dos días, y nos divertiremos. Sin importar lo que pase. ―Su voz amenazante sacudió mis nervios ya no tan firmes.


Mientras caminábamos por el camino, ella se quedó detrás de mí. Mensajes de texto de Vico, supuse. Su novio había llegado antes, después de haber pasado la mayor parte del día con sus amigos en el lago mientras Cande y yo íbamos de compras.
Vasos Solo rojos cubrían el césped, y las personas se filtran dentro y fuera de la casa, disfrutando de la noche de verano. Varios chicos que reconocí de la escuela se lanzan fuera de la puerta principal, persiguiéndose unos a otros y chapoteando sus bebidas en el proceso.


―Hola, Cande ¿Cómo te va, Lali? ― Belen Chavanne está sentada en la puerta principal con una copa en la mano, charlando con un chico que no conozco―. Deja las llaves en el plato ―indica, volviendo su atención a su compañía.
Tomándome un momento para tramitar su petición, me di cuenta de que me estaba haciendo entregar mis llaves.
Supongo que no dejaría a nadie borracho conducir esta noche.
―Bueno, no voy a beber ―grité sobre la música.
―Y puedes cambiar de opinión ―me desafió―. Si quieres hacerlo, necesito las llaves.
Molesta, cavé en mi bolso y dejé caer mi juego en el recipiente. La idea de renunciar a una de mis cuerdas de vida me irritó como el infierno. No tener las llaves conmigo significaba que no podría salir rápidamente si quería. O si necesitaba hacerlo. ¿Y si ella se emborrachaba y dejaba su puesto? ¿Qué pasaba si alguien tomaba las llaves accidentalmente? De repente me acordé de mi madre, que me decía que dejara de preguntar “Y si”. ¿Qué pasa si Disneyland está cerrada por limpieza cuando lleguemos allí? ¿Qué pasaría si todas las tiendas de la ciudad se quedaran sin ositos de goma? Me mordí el labio para contener la risa al recordar lo molesta que era con mis interminables preguntas.


―Guau ―grita Cande en mi oído―: ¡Mira aquí!
Gente, algunos compañeros de clase y otros no, se movían con la música, reían y disfrutaban. El vello de mis brazos se erizó ante la vista de todo el bullicio y el entusiasmo. El suelo se hace eco de los latidos de los altavoces, y me quedo sin palabras al ver tanta actividad en un solo espacio. La gente bailaba, jugaba, saltaba, bebía y jugaba fútbol... sí, fútbol en la sala de estar.


―Será mejor que él no arruine esto para mí ―dije, el tono de mi voz sonó más fuerte que de costumbre. Disfrutar de una fiesta con mi mejor amiga antes de dejar la ciudad durante un año no es pedir demasiado.


Sacudiendo la cabeza, miré a Cande, quién hace un guiño de sabiduría hacia mí. Hice un gesto hacia la cocina, y las dos caminamos de la mano, por la gruesa multitud.
Entrando en la gran cocina, todo-el-sueño-de-una-madre, me fijé en la improvisada barra en el centro de la isla. Botellas de licor cubrían la parte superior de granito junto con dos litros de soda, vasos y un cubo de hielo en el fregadero. Suspiré, resignándome a seguir con mi compromiso de permanecer sobria hoy. Emborracharse es tentador. Qué no daría por dejarme ir solo por una noche.
Cande y yo habíamos probado el licor de nuestros padres aquí y allá, y habíamos estado en unos cuantos conciertos fuera de la ciudad donde nos divertimos un poco. Sin embargo, era inadmisible dejar de ser protectora alrededor de algunas de estas personas esta noche.
―¡Hola, Lali! Ven aquí, muchacha. ―Rochi Igarzabal me agarró en un abrazo antes de llegar a la barra―. Te extrañaremos, sabes. Francia, ¿eh? ¿Durante todo un año? ―Mis hombros se relajaron mientras abracé de vuelta a Rochi, mis músculos se tensaron menos cuando entré. Al menos una persona en este espacio, además de Cande. estaba emocionada de verme.
―Ese es el plan. ―Asentí, dejando escapar un suspiro―. Llegaré con una familia anfitriona y ya me registré para mis clases. Regresaré para el último año, sin embargo. ¿Me guardarás un lugar en el equipo?
Rochi estaría compitiendo para ser capitana del equipo de cross-country en el otoño, y la competencia era una experiencia en la secundaria que me perdería.
―Si soy la capitana, cariño, tu lugar está seguro ―se jactó ella animadamente, claramente borracha. Rochi siempre había sido amable conmigo a pesar de los rumores que me seguían año tras año, y a las embarazosas bromas que les recordaban a todos por qué era una broma.
―Gracias. ¿Nos vemos más tarde? ―Me acerqué a Cande.
―Sí, pero si no te veo, buena suerte en Francia ―le gritó Rochi mientras ella bailaba su salida de la cocina.
Al verla salir, mi cara cayó rápidamente. El terror arrastró su camino por mi pecho y hasta mi estómago.
No, no, no...


Peter entró en la cocina y me quedé helada. Era exactamente la persona que esperaba no ver esta noche. Sus ojos se encontraron con los míos con sorpresa seguida de desagrado inmediato.
Síp. Estoy totalmente familiarizada con esa mirada. La mirada de no-puedo-soportar-la-puta-vista-de-ti-así-que-sal-de-mi-planeta.Él apretó la mandíbula, y noté cómo su barbilla se levantó ligeramente, como si acabara de ponerse la máscara de “matón”. No pude recuperar el aliento.


Lo familiar golpeó mi pecho y se hizo eco en mis oídos, y a un centenar de kilómetros de distancia sonaba como un lugar muy agradable para estar en este momento.
¿Sería mucho pedir que tuviera una noche de diversión adolescente normal por mí misma?
Había tantas veces cuando éramos niños, cuando crecimos al lado del otro, en que pensaba que Peter era el más grande. Era dulce, generoso y amable. Y el chico más hermoso que había visto nunca.
Su rico cabello marrón todavía complementaba su piel oliva, y su sonrisa era impresionante, cuando sonreía, exigía atención. Las chicas estaban demasiado ocupadas mirándolo en el pasillo de la escuela que se quedaban contra las paredes. Como si en realidad se encontraran en las paredes.
Pero el chico se había ido ahora.


Rápidamente volteándome lejos, encontré a Cande en la barra y traté de prepararme una copa, a pesar de mis manos temblorosas. En realidad, sólo me serví un Sprite, pero el vaso rojo se veía como si estuviera bebiendo. Ahora que sabía que él estaba aquí, tenía que mantenerme sobria con todo mi culo.
Él caminó alrededor de la barra y se puso detrás de mí. Un nervioso calor recorrió mi cuerpo por su proximidad. Los músculos de su pecho se frotaron contra la fina tela de mi camiseta, y una ráfaga de ondas de choque salió de mi pecho a mi estómago. Cálmate. ¡Cálmate como el infierno!
Recogiendo un poco de hielo y agregándolo a mi bebida, obligué a mi respiración a entrar y salir lentamente. Maniobré hacia la derecha para salir de su camino, pero su brazo se disparó para tomar un vaso y me cerró el paso. Mientras traté de moverme a la izquierda, junto a Cande, su otro brazo se extendió para tomar el Jack Daniels.
Diez escenarios pasaron por mi cabeza de lo que debía hacer ahora. ¿Y si le doy un codazo en el estómago? ¿Qué pasa si lanzo mi copa en su cara? ¿Qué pasa si tomo la manguera del fregadero y...?
Oh, no importa. En mis sueños, soy mucho más valiente. En mis sueños, podría tomar un cubo de hielo y hacer las cosas que Dios no tenía la intención que una chica de dieciséis años hiciera sólo para ver si podía hacer que su actitud fría vacilara. ¿Qué pasaba si? ¿Qué pasaba si?


Había planeado mantener mi distancia de él esta noche, y ahora estaba situado justo a mi espalda. Peter hace este tipo de cosas sólo para intimidarme. No daba miedo, pero era cruel. Quería que yo supiera que él tenía el control. Una y otra vez, dejé que el imbécil me obligara a esconderme para no tener que soportar ningún tipo de vergüenza o malestar. Disfrutar de al menos una de las fiestas había sido mi prioridad durante todo el verano, y ahora aquí estaba de nuevo, con una terrible anticipación torciéndome en nudos. ¿Por qué no me dejaba en paz?


Dándome la vuelta para mirarlo, me di cuenta de que las comisuras de sus labios estaban levantadas. La sonrisa se perdía en sus ojos, sin embargo, mientras se servía una porción considerable de alcohol en su vaso.
―¿Cande? Vierte un poco de Coca-Cola aquí, por favor ―habló Peter con Cande pero sus ojos estaban puestos en mí mientras sostenía su vaso para ella.
―Um, sí ―tartamudeó Cande, finalmente mirando hacia arriba. Le sirvió una pequeña porción de líquido a Peter y miró nerviosamente hacia mí.
Como de costumbre, Peter nunca me hablaba a menos que fuera a decir una amenaza. Su ceja se levantó antes de tomar un trago de su bebida y alejarse.
Viéndolo salir de la cocina, me sequé el sudor frío que se desató en mi frente. No había ocurrido nada, y él ni siquiera me había dicho nada, pero mi estómago se había vaciado del todo.
Y ahora él sabía que estaba aquí esta noche.

Mierda.

―No puedo hacer esto, Cande ―mi susurro cansado es una contradicción a la fuerza con la que apreté mi vaso. Fue un error haber venido esta noche.
―Lali, no. ―Cande niega, seguramente reconociendo la rendición en mis ojos. Tirando la taza en el fregadero y haciendo mi camino fuera de la cocina, fui por la multitud de personas con Cande siguiéndome detrás.
Agarrando la pecera de vidrio, comencé a buscar por las llaves.
―Lali, no te irás ―ordenó Cande, cada palabra cayó con decepción―. No le dejes ganar. Estoy aquí. Vico está aquí. No tienes que tener miedo. ―Me estaba tomando en sus brazos mientras yo continuaba mi búsqueda.
―No le tengo miedo ―le dije a la defensiva, sin creerlo realmente yo misma―. Sólo ya... terminé con eso. Tú lo viste allí. Él ya está jugando conmigo.
Está planeando algo. A cada fiesta que vamos, o cada vez que me relajo en la escuela, hay una pequeña broma o vergüenza que lo arruina.
Todavía en busca de mi llavero en forma de cadena de ADN de colores, relajé el punto en mi frente y ofrecí una sonrisa tensa.
―Está bien. Estoy bien ―le aseguré, mis palabras saliendo demasiado rápido―. Es sólo que no me importa quedarme y ver lo que ha cocinado esta vez. El imbécil puede morirse de hambre esta noche.
―Lali, él quiere que te vayas. Si lo haces, entonces gana. Él, o el tarado de Agustin, podrían llegar a algo, pero si te quedas y te mantienes firme, entonces ganas.
―Estoy agotada, Cande. Prefiero ir a casa enojada ahora que en lágrimas después. ―Volví mi atención a la taza. Cada vez que separaba un montón de llaves sin embargo, mis manos no encontraban algo parecido a mi juego―. Bueno ―le grité sobre la música y puse el tazón de nuevo en el soporte―, parece que no puedo irme de todos modos. Mis llaves no están ahí.
―¿Qué? ―Cande pareció confundida.
―¡Qué no están allí! ―repetí, mirando alrededor de la habitación. Mi dinero y mi teléfono estaban en mi bolso. Dos líneas de vida sanas y salvas. Mi otro plan de escape se había perdido, y las paredes se sentían como si se estuvieran derrumbando. Maldiciones pasaron por mi cabeza, y el cansancio que me hizo correr antes convertido en ira. Apreté los puños. Por supuesto, debería haber sabido que esto sucedería.
―Alguien podría haberlas agarrado por casualidad, supongo ―ofreció, pero ella debía haber sabido que las probabilidades de que eso ocurriera eran más delgadas que las personas que abandonaban la fiesta tan pronto. Los accidentes no me ocurrían a mí.
―No, sé exactamente dónde están. ―Me encontré con los ojos de Agustin, el mejor amigo y hombre de confianza de Peter, en el extremo opuesto de la sala por la puerta del patio. Él me sonrió antes de redirigir su atención a alguna pelirroja al azar que había estado presionada contra la pared.
Acechándolo, Cande utilizó mi estela mientras con saña enviaba un mensaje en su teléfono, a Vico probablemente.
―¿Dónde están mis llaves? ―exigí, interrumpiendo la búsqueda de su siguiente aventura de una noche.
Él alzó los ojos azules lentamente de la chica. No era mucho más alto que yo, tal vez unos pocos centímetros, por lo que no me sentía como si se cerniera sobre mí como Peter. Agustin no me intimidaba. Sólo me molestaba. Trabajó duro para hacer una tonta de mí, pero sabía que era todo por instancias de Peter.
―Están unos dos metros abajo ahora mismo. ¿Te sientes como para un baño, Lali? ―Sonrió ampliamente, mostrando su deslumbrante sonrisa que volvía la mayoría de las chicas cachorros en una correa. Obviamente le encantaba cada momento de mi situación.
―Eres un idiota. ―Mi tono se mantuvo en calma, pero mis ojos ardían por la ira.
Salí al patio y me asomé a la piscina. El tiempo era perfecto para darse un baño, y la gente estaba de juerga en el agua, así que caminé alrededor de la piscina en busca del destello plateado de mis llaves a través de todos los cuerpos.
Peter estaba sentado casualmente en una mesa con una rubia en el regazo. La frustración se hizo nudos en mi estómago, pero traté de aparecer inmune. Sabía que cada gramo de mi malestar le daba placer.
Espiando la plata brillante de mis llaves, miré a mi alrededor por un palo para agarrarlas. Cuando no pude encontrar nada, miré a algunos de los nadadores en busca de ayuda.
―Oye, ¿te importaría tomar mis llaves ahí abajo, por favor? ―le pregunté. El chico volvió sus ojos a Peter, quién estaba sentado en silencio de nuevo, observando la escena, y retirándose de mí como un cobarde.
Grandioso. Sin palo, sin ayuda. Peter quería verme mojada.
―Vamos, Lali. Tírate y ve a buscar las llaves ―gritó Agustin desde la mesa de Peter.
―Vete a la mierda, Agustin. Tú las tiraste allí, sin duda, así que, ¿por qué no vas por ellas? ―Vico, el novio de Cande, se había unido a ella y se pegaba a mí como hacía a menudo.
Me quité mis sandalias y me acerqué al borde de la piscina.
―Lali, espera. Yo lo haré. ―Vico se acercó y se ofreció.
―No. ―Negué―. Gracias, sin embargo. ―Le di una sonrisa de agradecimiento.
Un año entero, me recordé a mí misma, saboreando la promesa. Tendría un año de distancia de Peter.
Sumergí las manos primero, y el agua fría refrescó mi piel. Mi cuerpo se relajó de inmediato por el placer de la piscina. No hay sonido, ni ojos en mí. Saboreé la tranquilidad de ello, el tipo de paz que obtengo cuando corro.
Seguí hacia abajo utilizando el estilo de pecho. Dos metros y medio no eran nada, y llegué a mis llaves en cuestión de segundos. Agarrándolas fuerte, subí la cabeza primero a regañadientes, soltando el aire en mis pulmones.
Esa fue la parte fácil.
―¡Whoo hoo! ―Un aplauso sonó de los transeúntes que no estaban realmente animándome.
Tenía que salir de la piscina y frente a todo el grupo estando mojada. Ellos se reirían y bromearían. Sufriré algunos comentarios, y luego me iré a casa y comeré mi peso en pescado sueco.
Con suavidad fui al borde y subí, retorciendo mi largo cabello y poniéndome mis sandalias.
―¿Estás bien? ―Cande vino a mi lado, el viento sopló su cabello largo y oscuro.
―Sí, por supuesto. Es sólo agua. ―No puedo mirarla a los ojos. Aquí estaba yo de nuevo. El hazme reír. La vergüenza.
Pero Cande. nunca me culpaba.
―Salgamos de aquí. ―Me abrazó, y Vico nos siguió.
―Espera un momento. ―Hice una pausa y miré a Peter, quién todavía tenía los ojos marrones duros en mí.
Acercándome a él, algo que sabía que era una mala idea, me crucé de brazos y le di una mirada puntiaguda.
―Me iré en dos días, ¿y eso es lo mejor a lo que puedes llegar? ―¿Qué diablos estoy haciendo?
Peter me miró con una sonrisa hostil mientras repartía las cartas en la mesa.
―Que tengas un buen momento en Francia, Mariana. Estaré aquí cuando vuelvas. ―Su amenaza me hizo querer pegarle. Quería desafiarlo para que me enfrentara ahora.
Y no estaba muy cómoda con la idea de la inminente ira cerniéndose sobre mi cabeza todo el año en que estaría fuera.
―Eres un cobarde. La única manera que puedes sentirte como un hombre es metiéndote conmigo. Pero tendrás que conseguir tus patadas en otro lugar ahora. ―Dejando caer mis brazos a los costados, mis puños se apretaron mientras todos alrededor de la mesa y en el área en general eran testigos de nuestro intercambio.
―¿Todavía estás hablando? ―Peter soltó un bufido y risitas estallaron a mi alrededor―. Vete a casa. Nadie quiere a tu engreído trasero aquí. ―Peter apenas se salvaba del contacto visual mientras continuaba repartiendo las cartas. La chica en su regazo se rió y se apoyó en él aún más. La sensación aplastante en mi pecho me lastimó. Lo odio.


―¡Oigan, todo el mundo, miren! ―gritó Agustin mientras traté de contener las lágrimas―. Sus pezones están duros. Debes estar excitándola, Peter ―La risa de Agustin resonó en el patio trasero, y todo el mundo comenzó a aullar y a reírse.
Mis ojos se cerraron con mortificación mientras recordaba que llevaba una camiseta blanca y estaba definitivamente fría del agua. Mi primera reacción fue cruzar los brazos sobre mi pecho, pero luego sabrían que me tenían. Diablos, ya lo sabían. Todo mi rostro picaba en humillación. Hijo de puta. Me iré a casa llorando otra vez. No hay duda.


Abrí los ojos, sintiéndome sonrojada viendo a todos visiblemente entretenidos por el acoso que había soportado esta noche. Peter se quedó mirando la mesa, sus fosas nasales estaban dilatadas, ignorándome. Su comportamiento me desconcertaba aún después de todo este tiempo. Solíamos ser amigos, y todavía buscaba a ese chico en sus ojos en alguna parte. Pero, ¿qué bien me hacía que todavía me quedara el recuerdo de él?
―¿Por qué está todavía parada aquí? ―pregunta la rubia sentada en el regazo de Peter―. ¿Es como “especial” o algo así? ¿No puede entender la pista?
―Sí, Lali. Ya oíste a Peter. Nadie te quiere aquí. ―Las palabras de Agustin salieron lentas, como si realmente fuera demasiado estúpida para entender.
Mi garganta se cerró. No podía tragar, y me dolía respirar. Fue demasiado. Algo dentro de mí se rompió. Moví mi puño hacia atrás y le di justo a Agustin en la nariz. Él se dejó caer de rodillas, con las manos sobre la cara, mientras la sangre salía a través de sus manos.
Las lágrimas me nublaban la visión, y los sollozos comenzaban a hacer erupción en mi garganta. Antes de que pudiera darles más satisfacción de mí esta noche, caminé lo más rápido posible a través de la casa y por la puerta sin mirar atrás.


Me metí en mi auto, Cande se subió del lado del pasajero y Vico en la parte posterior. Ni siquiera me había dado cuenta de que me habían seguido. Estaba en la punta de mi lengua preguntar acerca de la reacción de Peter, pero luego me di cuenta de que no debía preocuparme. Al infierno con él.


Miré por la ventana, dejando que las lágrimas se secaran en mis mejillas. Vico y Cande estaban sentados en silencio, probablemente sin saber qué decir o hacer.
Acababa de golpear a Agustin. ¡Acababa de golpear a Agustin! La novedad de mi acción era abrumadora, y dejé escapar una risa amarga. Eso sí que acababa de suceder.
Tomé una respiración profunda y la solté lentamente.
―¿Estás bien? ―Cande me miró.
Ella sabía que nunca había hecho algo así antes, pero me encantó la emoción del miedo y del poder que sentí.
Infiernos, la última cosa que quería hacer era ir a casa ahora. Tal vez un tatuaje o algo más estaba en las cartas esta noche.
―En realidad, sí. ―Fue raro decir eso, pero era cierto. Limpiándome las lágrimas, miré a mi amiga―. Me siento bien.
Puse la llave en el contacto, pero me detuve cuando Vico intervino.
―Sí, bien, no dejes que se te suba a la cabeza, Lali. Tendrás que volver a la ciudad con el tiempo.
Sí. Tendría que hacerlo.

3 comentarios:

  1. ayyyyyy!!!! che no entiendo porque la odia, osea eran amigos!!
    Lali ya le pego a Agustin, yo le pego a Peter!!!
    quiero más nove!!
    Me encanta que cuando regrese no va a ser la misma Lali
    MMMÁÁÁSSSSSS

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  2. Woooo yo le hubiese pegado a Peter, ya que Agus es un "maton" de el, pero GENIA LALI!!!! jajajaja quiero mas!!
    maaaaaaaaaaaaaaaaaaas!
    Beso ♥

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  3. Una recomendación, pone para que puedan comentar todos, y sin verificación ya que los que no tienen blogs puedan firmar, esta en configuraciones/comentarios me parece. Besos

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