jueves, 29 de mayo de 2014

Capitulo 31

Capitulo 31



―Amo los cumpleaños. Es la única vez que me dejo comer pastel ―murmuró Cande con la boca llena de la tarta de helado Mint Chocolate Chip que me había comprado.

―No puedo vivir así. ―Mi tenedor excavó en la dulzura de hielo―. Enloquecería contando calorías.

―No tienes que contar calorías, Lali. Tal vez si empezara a correr... ―Se calló como si no pudiera terminar la frase. Cande disfrutaba tener clases de ejercicios, pero odiaba la idea de motivarse a sí misma en su propio tiempo

Me había llevado a Mario’s para mi cena de cumpleaños y sólo hizo que el mesero sacara el pastel sorpresa. El sonido distante de Rosemary Clooney Mambo Italiano tocando por los altavoces, y mis nervios, finalmente se relajaron.

Había estado al borde todo el día desde la pelea con Peter anoche. Se había ido después de que yo corriera a mi casa y, hasta donde sabía, no había estado en casa todo el día. Era fin de semana. Supongo que estaba haciendo lo que sea que hacía.

Las ideas fueron apareciendo en mi cabeza todo el día. ¿Tal vez vendía drogas en Chicago? ¿Trabajaba para una familia del crimen? ¿O tal vez se ofreció como voluntario en un hogar de ancianos? Pero todo pensamiento estúpido me volvía más loca que el anterior.

―¿Lali? ―Cande dejó de masticar y me miró―. ¿Vas a decirme lo de anoche?

Sentí que el golpeteo en mi pecho sacudió mi cuerpo. ¿Estaba hablando de mí irrumpiendo en su habitación? ¿El casi-sexo? Pero, ¿cómo iba a saber algo de eso?

―¿Ayer por la noche?

―La carrera. Oí que apareciste con Peter y... lo reclamaste, por así decirlo. ―Su sonrisa me hizo sonreír.

―Oh, sí ―le contesté, vacilante. Después de la pelea con Peter, estaba más confundida que nunca acerca de dónde nos encontrábamos. No podía explicárselo si no lo entendía ni yo.

―¿Y bien? ―Movió su dedo en un círculo para que continuara.

―No hay mucho que contar, Cande, Peter y yo pedimos una tregua, supongo. Aparte de eso, no estoy segura de lo que está pasando. ―Metí más pastel en mi boca.

―¿Te preocupas por él? ¿Como más que amigo? ―Su tenedor se detuvo en medio del aire, y me miró expectante.

Me preocupaba por Peter. Mucho. Pero ¿qué hacía eso conmigo?

―Sí ―suspiré―. Pero él no se preocupa por mí, Cande Déjalo en paz.

Ella me dio una sonrisa triste y no la de buenos amigos de dame un segundo trozo de pastel.

Después de Mario’s, me llevó a casa en vez de ir al cine como lo planeamos. Yo estaba más interesada en ponerme al día con los episodios perdidos de Sons of Anarchy que ver la comedia romántica que ella quería.

―¿Qué es eso? ―exclamó, mirando algo a través del parabrisas.

Seguí su mirada y contuve el aliento al ver mi patio, lleno de vecinos. Estaban observando un espectáculo sumamente brillante en mi casa.

¿Qué?

Mi pulso empezó a correr. ¿Estaba mi casa en llamas?

Rápidamente salí del auto y corrí hasta mi jardín. Di un grito ahogado por lo que vi.

El árbol entre Peter y mi casa estaba iluminado con luces. Centenares. De. Luces.

Oh, Dios mío. ¡¿Quién hizo esto?!

No pude controlar la sonrisa que se extendió por mi cara. El árbol estaba decorado con una variedad de iluminación radiante. Luces blancas, bulbos pequeños y grandes, así como linternas de diferentes estilos y tamaños adornando el árbol. La cualidad mágica imponente del mundo dentro de las ramas era demasiado intensa para describirla con palabras. Estaba segura de que nunca disfrutaría mirar este árbol sin luces de nuevo.

Peter.

Mis labios comenzaron a temblar. Mientras caminaba cerca del árbol, entendí por qué tantas personas estaban merodeando afuera ahora. La vista era hermosa.

Había pasado mucho tiempo desde que subí este árbol, leyendo en él, y hablando con Peter hasta que las estrellas se desvanecían con la luz de la mañana.

Lo había hecho por mí. No sabía quién más podría haber sido. Este era nuestro lugar especial-uno de tantos-y él lo encendió con magia y maravilla.

El temblor en mi pecho se hizo más fuerte, y un par de lágrimas cayeron sobre mis mejillas mientras silenciosamente admiraba el espectáculo.

―¿Sabes de qué se trata? ―preguntó Cande a mi lado.

―Tengo una idea. ―Mi voz era ronca por el nudo en mi garganta.

Al darme cuenta de algo pegado al tronco del árbol, me alejé de mis vecinos y arranqué la hoja de papel de la grapa.

El ayer dura para siempre.
El mañana llega nunca.
Hasta ti.

Sin aliento, miré a la casa de Peter, pero estaba completamente oscura. ¿Dónde estaba?

―¿Por qué hay luz en tu habitación? ―Cande elevó la voz, y mis ojos se dispararon hacia el segundo piso de mi casa en el que, de hecho, mi luz estaba brillando. Nunca dejaba ninguna luz encendida cuando salía de la casa, a excepción de la que estaba en el porche.

―Debo haber olvidado apagarla ―murmuré distraídamente mientras corría a la casa―. Te veré más tarde. Gracias por la cena ―dije detrás de mí, corriendo por las escaleras.

―Uh... bien. ¡Feliz cumpleaños! ―tartamudeó Cande antes de que cerrara la puerta. Estaba siendo definitivamente grosera, pero mi cabeza estaba en otro lugar ahora.

Dejé mi chaqueta y mi bolso en el suelo. Podía ver la luz de mi dormitorio brillando por mi puerta abierta, y poco a poco subí las escaleras. No estaba asustada, pero mi corazón latía con fuerza, y mis manos temblaban.

Cuando entré en la habitación, Peter estaba sentado en la barandilla de afuera de mis puertas dobles. Se veía muy bien, sus pantalones colgando de sus estrechas caderas y su cabello sexy-desordenado. Mis brazos dolían por sostenerlo.

Quería perdonarlo y olvidarme de todo en ese momento, pero mi orgullo me contuvo.
Por suerte, él no me dio la oportunidad de tomar una decisión.

―¿Era eso lo que estabas buscando en mi habitación anoche? ―Hizo un gesto a una carpeta manila en mi cama.

Debo haber estado rojo fuego en ese momento. Durante todo el día, había estado pensando acerca de su comportamiento y lo que él tenía tanto miedo de decirme, y había olvidado de que le hice saber que estaba curioseando en su habitación para tomar esa fotografía de él ayer por la noche. Supongo que quería que supiera que sabía que algo estaba pasando.

―Adelante ―instó suavemente―. Echa un vistazo.

Debatiendo por un momento si hablaba en serio o no, me acerqué a la cama y me incliné para abrir la carpeta. Casi me ahogo en mi propio aire.

Había fotos, como la que había encontrado, de un niño, no, borra eso, de Peter magullado y ensangrentado. Viendo la pila de una treintena de fotos, vi la cara de un Peter de catorce en algunas de ellas. Otras eran de partes de su cuerpo.

Separé las fotos, explorando cuidadosamente cada una.

Las imágenes detallaban lesiones distintas de su cuerpo: piernas, brazos, pero sobre todo su torso y la espalda. En una de ellas, vi las mutilaciones frescas de las cicatrices desvanecidas que Peter ahora tenía en la espalda.

Sostuve mi puño en mi boca para ahogar un gemido de disgusto.

―Peter, ¿qué es esto? ¿Qué te pasó?

Él miró hacia abajo a sus pies, y me di cuenta que estaba buscando palabras. Peter no disfrutaba de la compasión, especialmente la suya.

Así que esperé.

―Mi padre... él me hizo eso ―habló en voz baja, como si ni siquiera quisiera admitirlo a sí mismo―. Y a mi hermano.

Lo miré.

¿¡Qué! ¿Un hermano?

Peter, como yo, no tenía hermanos.

Y añadió:

―El verano antes de primer año de carrera, iba a pasar todo mi verano contigo, pero como recordaras, mi padre llamó de la nada y quiso verme. Así que fui. No lo había visto en más de diez años, y quería conocerlo.

Asentí y me senté en la cama. Mi mente daba vueltas preguntándome cómo un padre podía hacer esto a su hijo, o hijos, pero quería oírlo hablar de todo, incluso de este hermano.

―Cuando llegué allí, me enteré de que mi padre tuvo otro hijo. Un niño de otra relación. Su nombre es Bautista, y él es sólo un año más joven que yo.

Peter se detuvo, pensativo. Sus ojos se habían iluminado cuando dijo el nombre de Bautista.

No podía creer que tuviera un hermano. Lo había conocido tan bien mientras crecíamos, y aunque él no se enteró de este hermano en secreto hasta que había tenido catorce años, todavía me sentía mal no haber sabido de él.

―Vamos ―insté con suavidad.

―Bautista y yo nos llevamos muy bien. A pesar de que fue un shock descubrir que había tenido un hermano tanto tiempo sin saberlo, estaba agradecido de tener una familia. Teníamos casi la misma edad, nos gustaban los autos, y él quería estar conmigo todo el tiempo. Caray, yo quería estar cerca de él, también.

Me pregunté si Peter seguía viendo a Bautista, pero decidí callar y preguntar después.

Y añadió:

―La casa de mi padre era un tugurio real. Estaba sucia, y nunca había gran cantidad de comida en el lugar, pero estaba disfrutando de mi hermano. Éramos sólo nosotros tres. El primer par de semanas no fueron tan malas.

¿No fueron tan malas?

―Entonces empecé a notar que algo estaba mal. Nuestro padre bebía mucho. Se despertaba con resaca, lo que no era nada nuevo para mí por mi mamá, pero luego empecé a ver drogas, también. Eso era nuevo para mí. Sus fiestas en casa estaban llenas de estas malditas personas horribles que hablaban con nosotros como no deberías hablar con los niños. ―Los ojos de Peter comenzaron a humedecerse, y su voz era apenas un susurro. Empecé a tener miedo.

¿Qué demonios había pasado?

Después de unos segundos de pausa, dejó escapar un gran suspiro.

―Como que tengo la sensación de que Bautista podría haber estado enredado con estas personas. Al igual que enredado con ellas más que sólo maltratado.

¿Enredado con ellas? Contuve el aliento mientras la comprensión se esclareció.

No. Por favor, eso no.

Se sentó a mi lado en la cama, todavía sin hacer contacto visual.

―Una noche, cerca de tres semanas después de mi visita, encontré a Bauti llorando en su habitación. Entré, y él estaba inclinado sobre la cama sobre su estómago. Una vez que conseguí que se volviera más vi los moretones por todo su abdomen. Mi padre le había dado una patada, más de una vez, y él estaba adolorido.

Cerré los ojos, tratando de no imaginar al niño.

Peter continuó:

―No sabía qué hacer. Estaba tan jodidamente asustado. Mi madre nunca me golpeaba. No tenía ni idea de que la gente hiciera estas cosas a los niños. Estaba arrepentido por haber llegado, pero también alegre, por el amor de Bauti. Si mi padre le hacía esto mientras yo estaba aquí, no podía ni imaginar lo que hacía cuando no estaba. Bauti insistió en que estaba bien y que no necesitaba un médico. ―Los hombros de Peter se desplomaron, y pude sentir la tensión de su cuerpo mientras hablaba despacio y en silencio―. Mi padre dirigía a Bauti. Él era un hijo de puta y digno de menos respeto ante los ojos de mi padre, al parecer. No me di cuenta hasta más tarde.

―Dime. ―Necesitaba saber esto. Quería saberlo todo.

―Un día, no mucho después de que me di cuenta de cómo realmente trataba a Bauti, mi padre nos pidió que fuéramos a una casa y fingir que estaba vendiendo algo. Quería irrumpir y robar el lugar.

―¿Qué? ―Solté repentinamente.

―De las cosas que debían decir, yo sabía que el dinero era escaso, sobre todo con sus hábitos caros. Bauti me decía que era normal, que mi padre lo hacía mucho. Nunca se negó. Mi padre abusaba de él para cualquier cosa y todo: cena quemada, desordenes... Bauti sabía que decir no, no serviría de nada. Todavía tendríamos que hacer el trabajo, pero sólo con contusiones. Pero de todos modos me negué. Y mi papá empezó a golpearme.

Náuseas quemaron mi estómago. Mientras estaba perdiendo mi verano resentida por que no llamó o escribió, estaba siendo herido.

―¿Probaste a llamar a tu mamá? ―me atraganté.

―Una vez. ―Él asintió―. Fue antes de que mi padre comenzara a abusar de mí. Ella estaba borracha, por supuesto. Lo vio como una mala situación, por lo que no fue a buscarme. Traté de hablarle de Bauti, pero no lo consideró un problema. Pensé simplemente en salir de allí corriendo. Pero Bauti no se iría, y no podía dejarlo.

Gracias a Dios que ella se había limpiado, de lo contrario tendría que hacerle daño.

―Así que le ayude a mi padre ―admitió Peter secamente, sus ojos esperando mi reacción―. Ayudaba a Bauti y hacía trabajos. Entraba a casas, entregaba drogas para él. ―Se giró hacia a la ventana y miré hacia fuera en el árbol―. Un día, después de semanas de infierno, me negué a escucharlo y pedí volver a casa. Y me llevaba a Bauti conmigo. ―Sacó su camiseta sobre su cabeza y me mostró su espalda―. Él tomó un cinturón para mí, al final con la hebilla.

Pasé mis dedos por sus cicatrices. Los bordes eran rígidos, pero la caída de las ronchas era suave. No eran muchas, y su piel todavía era preciosa.

Hizo una pausa por un momento y se giró a mirarme, el fantasma de su dolor aún en lo profundo de sus ojos.


―Así que, finalmente, sólo escapé. Robé cincuenta dólares y salté en un autobús a casa. Sin Bauti.

4 comentarios:

  1. Awwww mi vidaaa !!
    Por todo lo que paso Peter es taaan feo !
    Ay no me imagino a Bauti pobre !
    Me llore todo el cap ! Y si soy una sentimental

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  2. Eso no es digno d llamarse padre

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