Capitulo 22
ES MARATÓN. La adaptación tiene 38 capítulos, gracias por comentar. ¿Y ahora que pasara?
Estaba segura de que la risa en el Loop se podía escuchar
todo el camino hasta la casa de Benson. Algunas personas vitorearon la solución
innovadora del Maestro de Carreras, mientras que otros se quejaban de sus
apuestas. Pero todo el mundo parecía estar de acuerdo en que una carrera de dos
adolescentes torpes en máquinas de alto rendimiento sería muy graciosa.
―¡Amigo! ¡Eso no sucederá! ―Roman miró a su novia, una chica
pequeñita mexicana con más peso en el pecho que en el resto de su cuerpo.
Conociendo a Roman, podrían haber estado saliendo durante dos meses o dos
minutos. ¿Quién sabía?
―Zack, no tengo una novia. Nunca tengo una novia ―declaró
Peter el punto en blanco al Maestro de Carreras, haciendo hincapié en la
palabra “nunca”.
―¿Qué pasa con la pequeña cosa bonita con la que llegaste?
―preguntó Zack.
La mirada de Peter volteó a Cande, cuyos ojos parecía que se
iban a salir de las orbitas.
Tragando saliva, Cande gritó:
―Él es solo para recuperarme. ―La multitud dejó escapar un
sonoro “ohhhh”, a lo que Cande sonrió ante su propia tenacidad. Peter arqueó
las cejas a Zack en una especie de mirada de “¿ves?”.
―Nadie conduce mi auto ―le aclaró Jared a Zack.
―Aquí estoy de acuerdo con la princesa. ―Roman hizo un gesto
con la cabeza a Jared―. Esto es una estupidez.
Zack se encogió de hombros.
―La gente ya te ha visto en dos carreras. Ellos quieren ser
entretenidos. Si tienen algún interés en el ajuste del resultado para que la
gente les pague, entonces van a hacerlo a mi manera. Están en la línea de
salida en cinco minutos o se van. ―Empezó a alejarse, pero se detuvo y se
volvió―. Oh, y tú puedes montar de copiloto si te gusta... ya sabes, para darle
apoyo moral. ―No pudo conseguir las últimas palabras sin carcajearse.
Probablemente esperaba que las pobres niñas terminaran en lágrimas antes de
terminar la carrera.
Zack se alejó, y los susurros se rompieron alrededor de la
multitud. Roman se alejó, mientras que Peter se acercó a nosotros.
―Esto es una mierda. ―Se pasó los dedos por el cabello.
―Oye, hombre. Podría conducir por ti ―intervino Agustin―.
Sólo tendríamos que decirles acerca de nuestra relación secreta. ―Puso los
brazos sobre mis hombros y los de Benjamin en broma, pero le resté importancia.
Peter no le hizo caso. Las ruedas de su cerebro giraban
mientras paseaba frente a nosotros. Probablemente estaba tratando de pensar en
una manera de salir de esto, pero cuando se detuvo y dejó escapar un suspiro de
derrota, sabía que estaba acorralado.
Miré a Roman, quien llevaba a su novia a su auto, al parecer
dándole instrucciones de la caja de cambios manual.
Oh, hombre. Me mordía las mejillas tratando de no reírme.
―Peter, no puedo correr por ti ―se reía Cande ―. Tiene que
haber alguien más.
Miró hacia el cielo y sacudió la cabeza. A pesar de que no
quería ver su auto deteriorado, encontré la situación divertida. Se lo merecía.
―Sólo hay una persona en la que me fio ligeramente de
conducir mi auto. ―Levantó una ceja y se volvió entrecerrando los ojos sobre
mí.
Todo el aire salió de
mi cuerpo.
―¿Yo?
―¿Ella? ―estalló Agustin, y Benjamin y Cande le hicieron
eco.
Peter cruzó los brazos sobre el pecho y se me acercó como un
policía en una sala de interrogatorios.
―Sí, tú.
―¿Yo? ―Miré hacia él como si estuviera loco. Si pensaba que le haría algún favor, estaba
loco.
―Te estoy mirando a ti, ¿no? ―El tono maleducado y la mirada
condescendiente de Peter me dieron ganas de decir “sí” y luego estrellar el
maldito auto con la esperanza de que rompiera a llorar.
Lo quité y miré a mi cita.
―Benjamin, ¿podemos empezar temprano la hoguera? Me aburro
aquí. ―Dándome la vuelta, ignorando la mirada atónita de Benjamin, me dirigí hacia
el borde de la multitud.
Una mano me enganchó del pliegue del codo y suavemente me
paró. Miré hacia arriba para ver a Peter esforzándose por mantener mi mirada.
―¿Puedo hablar contigo? ―Su voz era baja, y su
comportamiento apacible. Había pasado tanto tiempo, que me había olvidado de lo
humano que podía ser. Sin embargo, tampoco lo suficiente para olvidarme de lo
terrible que había sido.
―No ―escupí la misma respuesta plana que él me había dado
hace semanas cuando le había preguntado si podía bajar la música.
Tomó aliento.
―Sabes lo difícil que es para mí. ―Él miró hacia otro lado y
luego de vuelta otra vez―. Te necesito ―suspiró, sonando derrotado.
Aspiré una bocanada de aire con esas palabras. ¿Él me
necesitaba? Por la forma en que respiraba por la nariz y no hacia contacto
visual, supe que le incomodaba decir esas palabras. Una parte de mí quería
ayudarlo, pero otra parte de mí sólo quería alejarse. ¿Dónde estaba cuando lo
había necesitado en el pasado?
Me odié a mí misma, por un momento, había considerado
perdonarle todo después de pronunciar esas tres sencillas palabras. Demasiado
poco, demasiado tarde.
―¿Y mañana cuando no me necesites? ¿Voy a ser una mierda
bajo tu bota de nuevo? ―Mi respuesta fue más enojada de lo que había planeado.
Me molestaba con qué facilidad me encontraba derrumbándome ante él.
―Lo hará ―gritó Cande sobre el hombro de Peter. No me había
dado cuenta de que estaba de pie cerca de nosotros, pero cuando miré hacia
arriba me di cuenta de que Benjamin y Agustin escuchaban nuestra conversación, también. Mi
corazón se aceleró de nuevo.
―Cande ―la regañé―. No hables por mí. ¡Y no lo voy a hacer!
―Dirijo esto último a Peter.
―Quieres ―replicó ella.
Y tenía razón.
Quería conducir su auto demasiado. Quería mostrarle a toda
esta gente de lo que estaba hecha.
Quería mostrarle a Peter que valía algo.
Y ese pensamiento me dio ganas de marcharme. No tenía que
demostrarle nada a él. Sabía mi valor y no necesitaba de su aprobación.
―Tal vez ―admití―. Pero tengo orgullo. Él no tendrá nada de
mí.
―Gracias ―cortó Peter a Cande antes de que tuviera la
oportunidad de responder.
―¿Por qué? ―le respondí.
―Porque me recuerda lo muy decepcionante perra egoísta que
eres. ―Peter apretaba sus dientes mientras se ponía frente a mi cara. El calor
subió a mi cabeza cuando empecé a sentir que las palabras ya no eran
suficientes.
Mis brazos se pusieron tensos, mis dedos se encresparon en
puños. Estaba fantaseando con tener a Peter esposado mientras golpeaba la
mierda de él.
Antes de que pudiera responderle con una remontada
sarcástica, Agustin espetó:
―Es suficiente. Ambos. ―Él se interpuso entre nosotros,
pasando su mirada de Peter a mí―. En este momento no me importa una mierda la
historia entre ustedes dos, pero necesitamos sus culos de asnos en ese auto. La
gente va a perder un montón de dinero.
Se arremangó la camisa, como si nos fuera a meter
personalmente en el auto.
―¿Peter? Tú vas a perder un montón de dinero. ¿Y Lali?
¿Crees que todo el mundo te trataba mal antes? Dos terceras partes de la gente
que está aquí apuesta esta noche por Peter. Cuando se enteren de que su primera
opción lo rechazó, el resto de tu año escolar será el infierno sin que Peter o
yo tengamos que mover un dedo. ¡Ahora, ustedes dos, suban al maldito auto!
Todo el mundo estaba allí sorprendido. Agustin nunca tuvo
sentido, pero consiguió que me sintiera inmadura e infantil. Mucha gente confiaba
en la victoria de Peter, y por mucho que odiara admitir que Agustin tenía razón,
su punto era válido.
―Tiene que pedírmelo bien. ―Crucé los brazos, manteniendo la
expresión impasible.
―¿Qué? ―soltó Peter.
―Él tiene que decir “por favor” ―repetí para Cande, Agustin y
Benjamin, no estando dispuesta a hacer frente a Peter después de que me había
insultado.
Los otros se quedaron mirando a Peter y a mí como esperando
a ver qué bomba estallaría primero. Peter sacudió la cabeza con una sonrisa
amarga en su cara y finalmente respiró hondo antes de responder.
―Mariana. ―Su voz era tranquila, pero la amargura subyacente
estaba allí―. ¿Quieres venir conmigo, por favor?
Lo miré por un momento, apreciando esa rara muestra de
humildad, aunque se viera obligado, antes de extender la mano.
―¿Llaves?
Peter las dejó caer en mis manos.
Mientras me mordía la comisura de los labios para reprimir
una sonrisa, me subí a la pista con Peter siguiéndome detrás. Vi a Roman
saltando fuera de su auto, después de dejarlo en su lugar detrás de la línea de
partida para su novia. Corrí hasta el auto de Peter, y los grupos de personas
alrededor de la pista estallaron en susurros y silbidos al ver mi cabeza en el
lado del conductor.
Peter subió al asiento del acompañante, y cerré mi puerta
mientras me hundía en el fresco cuero. El auto era impresionante y era casi
completamente negro en el interior, de inmediato sentí escalofríos en mis
brazos. El auto de Peter cantaba su poder, con su sensación parecida a una
cueva: fresca, oscura y animal.
Maldición.
Al girar la llave, me apoyé en posición cuando parte del
público se fue a un segundo plano. La vibración a través de mis muslos hizo que
mi centro cosquilleara, y de inmediato miré a Peter, que me observaba.
Su codo apoyado junto a la ventana, la cabeza en su mano y
mirándome con una mezcla de curiosidad y diversión. Me pregunté qué pensaba de
mí detrás de la rueda.
―Estás sonriendo ―señaló él, casi como una acusación.
Acaricié el volante sin mirarlo a los ojos.
―No arruines esto para mí hablando, por favor.
Peter se aclaró la garganta y continuó de todos modos.
―Tu padre nos enseñó a ambos conducir con marchas y el
Bronco es de cambio manual, así que estoy asumiendo que no tienes preguntas
sobre esa parte, ¿verdad?
―Ninguna. ―Mi pulso latía a través de mis dedos.
―Bueno. Los giros son muy ajustados. Más estrechos de lo que
parecen. La idea es llegar primero, o quedarse a la zaga. No trates de girar a
la izquierda con el auto de Roman, ¿entendido?
Asentí. Mis ojos miraban al frente, lista para ponerme en
marcha ya que mi pie ansiosamente dio un toque.
―En cada izquierda, deja salir el gas antes de girar, y
luego acelera después de haber enderezado. Si sientes que es necesario aplicar
el freno en la vuelta, hazlo, pero lo menos posible. No aceleres hasta que
hayas redondeado la vuelta. Podrías girar hacia fuera.
Asentí otra vez.
―Golpea el gas entre turnos. En la última etapa, golpéalo
con fuerza. ―Su voz estaba al mando.
―Peter, lo tengo. ― Miré hacia él―. Puedo hacer esto.
No parecía como si me creyera, pero lo dejó estar de todos
modos.
―Cinturón de seguridad.
Tras su orden, miré a mi izquierda y vi a Roman ladrando
órdenes a su novia mientras ella asentía con nerviosismo. Zack caminó entre los
dos autos para tomar su puesto en la delantera. Afortunadamente, parecía que no
iba a enviar en su lugar a la pequeña Lolita cachonda de antes.
Al mirar a través del parabrisas, manteniendo mis ojos en Zack,
me di cuenta de lo que Peter había colgado en el espejo retrovisor. Extendí la
mano y agarré la pieza en forma de óvalo de arcilla que estaba asegurada por
una cinta de color verde claro. El calor se deslizó a través de mi cuello y se
me cerró la garganta.
Era el collar del Día de la Madre que había hecho para mi
madre después de que había muerto.
Un año, Peter y yo habíamos hecho nuestras huellas fósiles
para dar a nuestras madres. Usando arcilla de secado al aire, hicimos una
huella digital y colgamos la pequeña pieza ovalada de una cinta, haciendo un
collar. Él le dio la suya a su mama, y yo había puesto la mía en la tumba de mi
madre. La próxima vez que fui a visitarla, el collar había desaparecido. Pensé
que se había perdido o el clima la había desgastado.
Resultaba que había sido robada. Miré a Peter, en parte desconcertada
y en parte enojada.
―Amuleto de la buena suerte ―me ofreció, sin mirarme a los
ojos―. Lo tomé un par de días después de que lo dejaste allí. Pensé que iba a
ser robado o arruinado. Lo tengo conmigo desde entonces.
Tratando de calmarme, me asomé a la ventana y traté de
igualar mi respiración. Supongo que estaba contenta de que todavía existiera.
Pero era para mi madre, y no tenía derecho a tenerla.
¿Pero aún la guardaba? Incluso después de todo. ¿Por qué?
Hice una nota mental para recuperarlo después de la carrera.
―¿Están preparados? ―La voz de Zack me sorprendió cuando
gritó a la multitud. Gritaron a través de su emoción empapada de cerveza.
Peter sintonizó el iPod a los altavoces para My Valentine de
Waking the Demon. Agarré el volante, utilizando la música para aclarar mi
cabeza y la zona.
―¿Listos? ―gritó Zack y aceleré el motor, viendo a la
muchacha de Roman saltar al acelerar su motor inmediatamente después.
―¿Lista? ―Peter puso una mano en el tablero mientras que con
la otra subía el tono de la música.
―¡Fuera! ―Zack dejó caer los brazos.
Presionando de golpe el gas, derrapé sobre el camino de
tierra y me fui. Como la música llenaba el momento, mis manos empujaron contra
el volante, de modo que mi espalda excavaba en el asiento. Con mis brazos
llenos de tensión, me centré en la carretera.
¡Mierda! El auto
tenía mucho poder.
―La primera vuelta se acerca rápidamente ―advirtió Peter. No
sé si el otro auto estaba a mi lado o detrás de mí. Todo lo que sabía era que
no estaba frente a mí, y no me importaba nada más. Me gustaría correr este auto
sin ningún oponente.
Mis muslos, estaban empapados de sudor, chirriaron a través
del asiento cuando levanté la pierna para empujar el embrague. Ligeramente
apliqué los frenos preparándome para el redondeo de la esquina.
Cuando dejé ir
el freno e hice la primera vuelta, la parte trasera comenzó a deslizarse.
Rápidamente me orienté hacia la derecha mientras que el auto se deslizaba hacia
la izquierda para evitar el arrastre hacia fuera. El polvo nubló la pista, y el
corazón me latía con fuerza. Bajé el embrague y cambié de nuevo a la tercera
marcha. Cuando aminoré mi velocidad, volví a cambiar de inmediato a la cuarta,
mientras me fijaba en el otro auto por el espejo retrovisor.
―¡Pisa el acelerador! ―gritó Peter―. Y no des la vuelta muy
duro. Estás perdiendo tiempo corrigiéndolo después.
Lo que sea.
―¿Quién está en primer lugar? ―le recordé.
―No te pongas presumida. ―Peter alternó entre examinar la
carretera y mirar detrás de nosotros al Trans Am.
El sudor goteaba de mi frente y mis dedos estaban agotados
de apretar el volante con tanta fuerza. Relajándome, me concentré en la música
y dándonos un puntapié con la sexta marcha, sin pasar por la quinta por
completo.
¡Esto es impresionante! La forma más fácil de impulsar el
auto acelerando hacia adelante se sentía como un transbordador espacial. O al
menos eso supuse.
―En la próxima vuelta es necesario reducir la velocidad.
Yap, yap, yap.
―Mariana, es necesario reducir la velocidad. ―La voz de Peter
se hizo eco en algún lugar del fondo de mi mente.
La vuelta estaba a tres segundos de distancia, y las
vibraciones que se deslizaban a través de mis piernas me impedían frenar.
Agarrando fuertemente el volante, cargué hacia delante.
Sacando mi pie del acelerador, pero no frenando, hice un
giro brusco a la izquierda, y luego patiné hacia la derecha y de nuevo forcé a
la rueda a la izquierda hasta que me enderecé. Más polvo voló a nuestro alrededor,
pero me recupere rápidamente y aceleré de nuevo. Mirando atrás, vi que el Trans
Am había hecho un trombo alrededor de la vuelta, y ahora estaba tratando de
recuperarse. Estaban a más de treinta metros detrás de nosotros.
¡Sí!
―No vuelvas a hacer eso ―se quejó Peter, ahora sosteniendo
el tablero con las dos manos mientras yo miraba por el camino lista para más.
La siguiente vuelta llegó y la pasé con éxito sin importar cuánto se quejaba
Peter sobre el frenado.
Para un imbécil y rompedor de reglas, realmente le gustaba
jugar sobre seguro. Y para alguien que siempre ha jugado sobre seguro, resulté
ser la rompedora de reglas.
A medida que avanzábamos en la última vuelta ganando
significativamente, reduje la velocidad a unos treinta kilómetros por hora y cambié
a tercera. Giré alrededor de la curva a una velocidad cómoda sin derrapar ni
producir polvo, miré a Peter con los ojos abiertos con una expresión inocente.
―¿Esto está bien, Srta. Daisy? ―Mordiéndome la comisura de
los labios para no reírme, me fijé que sus ojos destellaban sobre mis labios.
El calor subió con su mirada, y un hormigueo floreció a través del estómago y
subió hacia el área sensible de entre mis piernas.
―¿Mariana? ―Sus ojos se estrecharon hasta convertirse en
rendijas―. Deja de jugar con tu oponente y gana ya la maldita carrera.
―Sí señora, señorita Daisy ―repliqué con mi mejor acento
sureño.
Crucé sobre la línea de llegada a sesenta y cuatro
kilómetros por hora mientras que veía en mi espejo retrovisor que el resto que
corría el Trans-Am estaban alrededor de la última vuelta. Agrupaciones de
personas invadieron el auto, pero Peter y yo nos quedamos en el interior por
unos momentos.
Puse el auto en punto muerto y levanté el freno de mano,
apoyé la cabeza contra el reposacabezas y masajeé el volante. Mi pulso todavía
iba a mil por hora, y me sentía viva. Esto fue lo más emocionante que jamás
había hecho. Cada nervio de mi cuerpo se sentía como si estuviera en un nivel
alto de azúcar.
―Gracias, Peter ―dije en voz baja, sin mirarlo―. Gracias por
invitarme a hacer esto.
Estiré la mano y agarré el collar de mi madre sobre el
espejo y lo puse sobre mi cabeza.
Cuando lo miré, estaba apoyado contra su puño con un dedo
entre sus labios. ¿Qué estaba tratando de esconder? ¿Una sonrisa?
Rastrilló la mano por el cabello, abrió la puerta, y los
sonidos de aplausos y gritos se precipitaron como el agua en un barco que se
hunde. Mirando hacia abajo a sus botas, movió la cabeza.
―Despertando al demonio... ―murmuró para sí mismo, y no
estaba segura de lo que quería decir.
Antes de salir, él me miró de nuevo a través de los párpados
entornados.
―Gracias, Lali ―susurró.
El pelo de mi cuello se erizó, y mis manos temblaron.
Él no me había llamado “Lali” desde los catorce. No desde
que no éramos amigos.
Mas mas mas amas mas ams
ResponderEliminarMaratoooooooooon heeeeee
ResponderEliminarAunq esconda sus sentimientos peter la quiere o la ama quizas su adrenalina cuando corria me imagine en la situacion q estaban ay mas
ResponderEliminarCuantos cap vas a subir en la maraton
ResponderEliminarMas me encantq
ResponderEliminarMe gusta mas
ResponderEliminarCuanto falta para el prox cap
ResponderEliminarSe amansó la fiera!!!
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