viernes, 16 de mayo de 2014

Capitulo 4.

Capitulo 4


Mas tarde subiré otro.


―¡Maldición! ―grité al techo de mi dormitorio, ahora iluminado por la llegada de otro fiestero.

Un déjá vu me golpeó cuando la casa de al lado rugió con música y voces. Felizmente había olvidado las fiestas ruidosas de Peter. Las vibraciones constantes de los motores acelerando y las chicas gritando ―esperaba que de placer― llenaban el aire durante las dos últimas horas y aún se mantenían fuertes. Mis músculos se tensaban con cada nuevo ruido.

Miré de nuevo el reloj de la mesilla de noche, deseando que dejara de marcar los minutos. Era pasada la medianoche, y tenía que despertar en cinco horas para reunirme con mi club de corredores para nuestro entrenamiento semanal. Tenía que despertar pensé, y eso estaría dado si pudiera llegar a dormir en primer lugar.

Y eso no iba a suceder sin una intervención.

¿No es hora de que te defiendas? Las palabras de Cande zumbaban a través de mi cabeza.

No había casi ninguna posibilidad de Peter bajara la música si se lo pedía, pero la diplomática en mí pensó que valdría la pena intentarlo. La “vieja Lali” habría permanecido aquí despierta toda la noche, demasiado intimidada por su agresor para pedirle que bajara su música. Ahora, la fatiga corporal y el cansancio habían erosionado mi paciencia.

Tal vez, sólo tal vez, Peter había sacado la mazorca de su culo y superado cualquiera que fuera el problema que tenía conmigo. No dolía tener esperanzas.

Las noches se habían vuelto frías, así que era reacia a salir de mi cama caliente. Quitándome las cubiertas antes de que me acobardara, me resbalé dentro de mis converse negras y me cubrí con mi camiseta blanca con capucha negra. Mi cabello colgaba suelto, no llevaba nada de maquillaje, y lucía mi pantalón corto de lino para dormir favorito de rayas azules y blancas. Podría haber tenido mejor aspecto y probablemente debería haberme puesto pantalones más modestos, pero simplemente no me importaba. Estaba muy cansada, así que sólo bajé por las escaleras y salí por la puerta principal en toda mi gloria desaliñada.

Fue tanto la calidez de la tarde de agosto o mis nervios, que tuve que subirme las mangas para refrescarme al salir de mi patio y deambular por el suyo. El césped contaba con algunas personas al azar, ninguna de las cuales reconocía, y los latidos de mi corazón se relajaron un poco al saber que habría pocas personas que me conocieran aquí. Sabía que la lista de amigos de Peter incluía personas de otras escuelas, colegios, e incluso legalmente adultos de antecedentes cuestionables. Por ahora, el público ya estaba tan perdido que me deslicé pasando desapercibida.

Dentro de la casa, la juerga era fuerte y desagradable. La gente bailaba en la sala de estar, o mejor dicho, algunas chicas se dejaban manosear, mientras que otros estaban sentados o de pie en varias partes de la planta baja conversando, bebiendo y fumando. Mi nariz se arrugó ante el asqueroso antro de libertinaje de menores de edad y el hedor... pero, admitía, que todo el mundo parecía estar divirtiéndose y siendo normal.
Era oficial. Yo era una aguafiestas.

Chevelle comenzó a bombear a través de los altavoces, los que parecían tener una salida situada en cada habitación. Hats Off to the Bull podría hacer que valiera la pena venir después de todo.

Al entrar en la cocina en mi búsqueda de Peter, inmediatamente me detuve. Mientras que varias personas estaban alrededor del barril y otras ofrendas más duras ubicadas en la encimera, la visión de Agustin sentado en la mesa de la cocina jugando juegos de beber me tomó por sorpresa. Estaba con algunos otros chicos y un par de chicas. Era demasiado tarde para dar media vuelta.

―¿Qué demonios estás haciendo aquí? ―Él salió de su silla y caminó hacia mí. Su desprecio era de plástico. Sólo con el propósito de mostrar. Sabía que Agustin disfrutaba cualquier drama que fuera aderezado a su noche.

Y yo era drama.

Decidí jugarla de engreída.

―Bueno, no te estoy buscando a ti. ―Sonriendo, continué escaneando la habitación luciendo desinteresada―. ¿Dónde está Peter?

―Ya tiene una chica para esta noche. Y dudo que estuviera interesado en ti de todos modos. ―Se puso en mi cara con lo último.

Más que unas pocas chicas querían atención de Agustin, pero yo no era una de ellas. Él era guapo, con sus brillantes ojos azules y el cabello rubio con estilo. Tenía un gran cuerpo y su ropa complementaba su figura. Sin embargo, dudaba que alguna vez utilizara a las chicas más de una noche.

Me di la vuelta para salir y continuar con mi búsqueda, pero él me agarró por el codo.

―En realidad, soy un masoquista, pero te ves jodidamente fantástica en tu pijama. Si estás buscando un poco de acción, puedo ocuparme de ti.

Mi estómago se revolvió y mi cuerpo se puso rígido. ¿Estaba bromeando? ¿No tenía nada de orgullo? En primer y segundo año, él y Peter hicieron mi vida un infierno. Era sofocada donde quiera que iba. Incluso en casa. Ahora, ¿él quería llevarme arriba? ¿Ahora, yo era lo suficientemente buena?

―Oye, amigo, Peter dice que ella está fuera de los límites. ― Nico Riera, uno de los amigos más agradables de Peter, intervino desde la mesa.

Los ojos de Agustin se deslizaron por mi cuerpo, deteniéndose en mis piernas.

―Peter está arriba follando a Martina. Él tiene otras cosas en su mente en este momento.

Mi boca se secó. Imágenes no deseadas del chico que solía compartir una tienda de campaña conmigo en mi patio trasero destellaron en mi mente. Peter estaba arriba, en la cama ahora mismo, acostándose con una chica. Soplando un suspiro, me volví para salir. Sólo tenía que salir de aquí.

Agustin me tiró hacia atrás contra su cuerpo y envolvió sus brazos a mi alrededor. Brevemente registré a Nico saliendo rápidamente de su asiento y de la habitación. Mi cuerpo se retorcía y mis músculos se tensaron, pero no presenté ningún forcejeo serio por el momento. Quería ver a Peter, y esperaba que allí fuera donde Nico había ido. Si podía salir de aquí sin mayor drama, lo prefería así.

Pero era mejor que Nico se diera prisa, porque la nariz de Agustin estaba a punto de encontrarse con la parte posterior de mi cráneo.

―Tú no aprendes, ¿verdad? ―Me quedé mirando al frente. A unos metros de distancia, algunos chicos estaban jugando al billar, pero no nos prestaban atención. Evidentemente, el juego era más importante para ellos que una chica siendo asaltada―. Oh, ¿mi nariz? Se curó bien, gracias. Y creo que te debo por eso, por cierto. ―Sus palabras eran ahogadas mientras sus labios se deslizaban por mi cuello.

Mis hombros se movieron de lado a lado mientras trataba de hacer palanca fuera de su alcance.

―Hueles bien ―susurró―. Sigue luchando contra mí, Lali. Me enciende. ―Su bufido fue seguido por su lengua saliendo de su boca y lamiendo el lóbulo de mi oreja antes de agarrarlo entre los dientes.

¡Hijo de puta!

Mi pulso se aceleró con ira, no miedo. Fuego surgió en mis brazos y piernas.

Juega el juego. Olvidé si esas eran palabras de Cande o mías, y no me importaba.

Vamos a ver cómo le gusta ser manipulado. Trabajé mi mano detrás de mí, en medio de nuestros cuerpos, y agarré a Agustin por la entrepierna. Le apreté lo suficiente como para llamar su atención, pero no lo suficiente como para hacerle daño.... todavía. Agustin no me soltó, pero se quedó quieto.

―Déjame. Ir ―dije entre dientes. Los espectadores comenzaron a prestarle más atención a la escena, pero aun así se quedaban fuera de ella, luciendo divertidos. Nadie hizo un movimiento para ayudarme.

Apliqué un poco más de presión, y finalmente soltó su agarre. Rápidamente me alejé antes de girar hacia él, forzando mi cólera hacia abajo. Hasta que no hiciera que Peter bajara la maldita música, no iba a irme.

Agustin levantó una ceja.

―Probablemente todavía seas virgen, ¿no es así? ―Me tomó por sorpresa―. Los chicos seguramente querrían follarte, pero Peter y yo nos ocupamos de eso.

¿No es hora de que te defiendas? Me incitó la voz de Cande.

―¿De qué demonios estás hablando? ―Tirando de mi capucha de nuevo a su lugar, me mantuve firme, mi cuerpo era una pared.

―¿Qué demonios pasa entre tú y Peter de todos modos? Quiero decir, cuando lo conocí, y me peleó para sabotear todas tus citas de primer año, asumí que era porque él sentía algo por ti. Como si estuviera celoso o algo así. Pero después de un tiempo, estaba bastante claro que no estaba persiguiéndote... por alguna razón. ¿Qué le hiciste? ―Agustin me miró acusadoramente, inclinando la cabeza hacia un lado.
Mis dedos se cerraron en puños.

―No le hice nada.

Nuestro enfrentamiento se estaba convirtiendo en una escena. Mi voz elevada obligó a la gente a comenzar a despejar el espacio. Di la vuelta hacia el otro lado de la mesa de billar para poner distancia.

―Piensa ―incitó Agustin con una sonrisa arrogante―. Eres preciosa, y en cuanto a mí, ya te habría follado de todas las formas posibles. Un montón de chicos lo habrían hecho, si no fuera por Peter.

Mis muslos se apretaron juntos. La idea de este imbécil pensando que podría entrar en mis pantalones alcanzó un nuevo nivel de ordinariez.

―¿Qué quieres decir “si no fuera por Peter”? ―El vello en mis brazos se erizó mientras mi respiración se volvía espesa.

―Es simple. Cada vez que nos enterábamos de que alguien estaba interesado en ti o te había invitado a salir, lo arreglábamos para asegurarnos de terminarlo tan rápido como había empezado. Éramos bastante patéticos en ello durante los primeros meses. Todd Branch te invitó a esa hoguera de primer año, pero escuchó que estabas recibiendo tratamientos para las ladillas y nunca te llamó. ¿Nunca te preguntaste cómo él se enteró de eso?

Ese rumor en particular era uno de los menos dañinos en los últimos años, pero en ese momento, fue devastador. Acababa de empezar la secundaria, estaba tratando de hacer amigos, y luego me di cuenta que la gente se reía a mis espaldas.

―Daniel Stewart te invitó al baile de Halloween ese año, también, pero nunca te recogió porque oyó que habías perdido tu virginidad con Stevie Stoddard. ―Agustin apenas terminó la última palabra, se echó a reír con mucha fuerza.

Hice una mueca sin control mientras el calor se elevaba por mi cuello. Stevie Stoddard era un chico muy dulce, pero sufría de acné grave y se comía sus mocos. Cada escuela tiene un Stevie Stoddard.

Agustin continuó:
―Sí, estábamos muy ocupados en un principio. Un montón de chicos quería meterse en tus pantalones, pero para segundo año los rumores se hicieron más sofisticados. La gente había captado bastante que eras una leprosa social. Las cosas se pusieron más fáciles para Peter y para mí... finalmente.

Y las cosas se habían vuelto más difíciles para mí.

Moverme era imposible. ¿Qué había estado pensando? ¡Por supuesto, todo había sido por Peter!

Sabía que él estaba detrás de algunas de las bromas, así como todas las fiestas de las que era sacada, pero no pensé que había sido responsable de todos los rumores, también. Nunca supe por qué Daniel Stewart me había dejado plantada, y nunca había oído el rumor sobre Stevie Stoddard. ¿Cuánto más se escapó de mi atención? Él hacía bromas sobre mí, filtraba algunas mentiras, y era un completo idiota en la secundaria, pero nunca sospeché que era tan activo en mi infelicidad. ¿Había perdido los estribos sin una puta razón?

Piensa.

―¿Qué está haciendo ella aquí? ―Sacada de mis cavilaciones internas, encontré a Peter apoyado en la puerta entre la sala de billar y las escaleras. Tenía los brazos por encima de su cabeza, las manos aseguradas a ambos lados del marco de la puerta.

Me cortó la respiración. Verlo cara a cara me hizo olvidar todo lo demás. Agustin, sus revelaciones... ¡mierda! ¿De qué demonios estábamos él y yo hablando? No podía recordar.

Incluso con mi resentimiento hacia Peter, no podía apartar la vista de la forma en que los músculos de su pecho suave se estiraban con sus brazos. Mi cuerpo reaccionó involuntariamente mientras el calor se reunía debajo de mi vientre y el vapor se trasladaba hasta mi cuello. Había estado en Francia durante un año, y volver a verlo de cerca hacía que mi estómago diera una voltereta doble.

Su cabello castaño oscuro y sus ojos parecían hacer que su piel brillara. Las severas cejas rectas realzaban su presencia intimidatoria. Mirarlo debería ser un deporte. El primero que apartara sus ojos de él, ganaría.
Estaba de pie medio desnudo, vistiendo sólo un par de pantalones negros con una cadena de una cartera colgando de su bolsillo. Su piel estaba bronceada y su cabello descaradamente revuelto. Sus dos tatuajes resplandecían, uno en el antebrazo y otro en el costado de su torso. Su bóxer a cuadros azules y blancos se asomaban por la parte superior de sus pantalones, que colgaba suelto por el cinturón desabrochado alrededor de su cintura.

Desabrochado. Cerré los ojos.

Las lágrimas ardían detrás de mis párpados, y la magnitud de sus obras llegó de golpe. Ver a esta persona que me odiaba lo suficiente como para hacerme daño día tras día me hizo doler el corazón.

Él no tomará mi último año, me comprometí conmigo misma. Parpadeé las lágrimas no derramadas, mi respiración se ralentizó. Sobrevivir es la mejor venganza, diría mi madre.

Bajo un brazo, vi a Nico asomándose, luciendo cómicamente como Dobby encogiéndose detrás de Lucius Malfoy. Bajo el otro brazo, una sexy morena ―cuyo nombre asumí que era Martina― se abrió paso, luciendo como el gato que acababa de comerse al canario. La reconocí vagamente de la escuela. Llevaba un vestido sin tirantes rojo ajustado a la piel con aterradores zapatos negros de tacón. A pesar de los quince centímetros añadidos a su altura, aún le llegaba por debajo de la barbilla a Peter. Era bonita de una forma... bueno, en todos los sentidos, supongo.

Peter, por otro lado, podría haber estado a punto de comerse un bebé vivo con el ceño fruncido que llevaba. Sin hacer contacto visual conmigo, dejó en claro que él le habló a Agustin y no estaba siendo considerada.

Me metí antes de que Agustin abriera la boca.

“Ella” quería unas breves palabras contigo.
Crucé los brazos sobre mi pecho y dejé caer mi mirada, tratando de parecer más dura de lo que era. Peter hizo lo mismo, y mientras sus labios estaban quietos, sus ojos estaban entretenidos.

―Que sea rápido. Tengo invitados ―ordenó.

Entró en la habitación y tomó posición al otro lado de la mesa de billar. Agustin y Nico tomaron la señal y se arrastraron de nuevo hacia la cocina. Capté a Agustin por el rabillo de mi ojo, golpeando con fuerza a Nico en la cabeza.

El control que estaba tratando desesperadamente de mantener amenazaba con romperse. Después de la epifanía provocada por la confesión de Agustin, odiaba a Peter más que nunca. Era difícil mirarlo.

―Tengo. Invitados ―repitió Peter, clavándome con una mirada molesta.

―Sí, puedo verlo. ―Miré alrededor de él a la puerta donde la morena seguía en pie―. Puedes volver a servirlos en un minuto.

La expresión de Peter cayó a una ligera mueca. La morena finalmente captó la indirecta, se acercó a Peter cuyos ojos nunca se apartaron de los míos, y le dio un beso en la mejilla.

―Llámame ―le susurró.

Su mirada se quedó en mí mientras continuaba ignorándola. Después de vacilar unos momentos, salió de la habitación, giró sobre sus talones y se fue. No era de extrañar que los chicos actuaran como idiotas. Las chicas como esas se lo permitían.

Juntando fuerzas, sostuve mi cabeza en alto.

―Tengo que estar levantada en unas cinco horas para una cita en Weston. Te estoy pidiendo amablemente que por favor bajes la música. ―Por favor, no seas un idiota, por favor, no seas un idiota.

―No.

Allí va el poder de la oración.

―Peter. ―Hice una pausa, aunque ya sabía que no iba a ganar―. Vine aquí siendo amable. Es más de medianoche. Te lo estoy pidiendo amablemente. ―Estaba tratando de mantener mi tono uniforme.

―Es más de medianoche un viernes por la noche. ―Mantuvo los brazos cruzados sobre su pecho, dando la impresión de estar aburrido.

―Estás siendo irracional. Si quisiera que apagaran la música, podría presentar una queja por el ruido o llamar a tu mamá. Vengo a ti por respeto. ―Miré alrededor de la habitación vacía―. ¿Dónde está tu madre, por cierto? No la he visto desde que he vuelto.

―Ya no está mucho por aquí, y no arrastrará su culo, en medio de la noche para terminar mi fiesta.

―No estoy diciendo que la “termines”. Te estoy pidiendo que bajes la música ―le aclaré, como si todavía tuviera alguna posibilidad de que Peter lo concediera.

―Ve a dormir a casa de Cande los fines de semana. ―Empezó a rodear la mesa de billar y a rodar las bolas en las troneras.

―¡Es más de medianoche! ¡No voy a molestarla tan tarde!

―Me estás molestando a mí demasiado tarde.

―Eres un idiota. ―El susurro salió de mis labios antes de que pudiera detenerlo.

―Cuidado, Mariana. ―Se detuvo y me miró―. Has estado fuera por un tiempo, así que te la dejaré pasar y recuerda que mi buena voluntad no va muy lejos contigo.

―Oh, por favor. No actúes como si fuera una carga soportar mi presencia. He soportado más que un poco de ti en los últimos años. ¿Qué podrías hacerme que ya no me hayas hecho? ―Yo, una vez más, crucé los brazos sobre el pecho y traté de lucir confiada.

Mi pasado nerviosismo venía de mi incapacidad para manejarlo. Él era inteligente y rápido, y yo siempre perdía cuando nos enfrentábamos verbalmente. Pero no le tenía miedo.

―Me gustan mis fiestas, Mariana. ―Se encogió de hombros―. Me gusta ser entretenido. Si tomas mi fiesta, entonces tienes que entretenerme. ―Su mirada entrecerrada y la voz ronca probablemente estaban destinadas a ser sexys, pero sólo salieron como una amenaza.

―¿Y qué tarea desagradable, dime por favor, quieres que haga? ―Extravagantemente ondeé la mano en el aire como si estuviera hablando con un duque o señor. Tal vez el pajero quería sus inodoros limpios o los calcetines doblados. De cualquier manera, lo único que iba a obtener era mi dedo medio apuntando su rostro.

Paseando hacia mí, Peter agarró el dobladillo de mi sudadera y dijo:

―Sácate esto y dame un baile privado.

Mis ojos se abrieron.

―¿Perdón? ―Me ahogué en un susurro ronco. Él estaba parado tan cerca de mí y mi cuerpo vibraba de energía. Su cabeza estaba nivelada, pero sus ojos oscuros tenían una mirada baja y penetrante. Estaba híper consciente de su cuerpo, su piel desnuda, y luego las imágenes mentales de un baile privado comenzaron a fluir. Oh, Dios. Lo odio, lo odio, me recordé a mí misma.

Peter sacudió el emblema Seether en el pecho izquierdo de mi sudadera con capucha.

―Te pondré Remedy. ¿Aún es tu canción favorita? Dame un rápido baile privado, y se acabó la fiesta. 
―Las comisuras de sus labios se elevaron, pero una frialdad de muerte se encontraba todavía en sus ojos. 

Él quería humillarme otra vez. El monstruo necesitaba ser alimentado.

¿No es hora de que te defiendas?

Si aceptaba su oferta, Peter sólo encontraría una manera para salir de la transacción y avergonzarme. Si no aceptaba la oferta, estaríamos en un punto muerto. De cualquier manera, Peter era consciente de que no tenía que renunciar a nada. El idiota también asumía que estaba demasiado aturdida para pensar en una tercera opción.

¿No es hora de que te defiendas?

En el breve momento en que me llevó tomar mi decisión, tomé una inspección final de él. Era una pena. Peter era increíblemente hermoso, y una vez había sido un buen chico. Si las cosas hubieran sido diferentes, podría ser suya. Érase una vez, que pensaba que era suya. Pero no sacrificaría mi orgullo para él. Nunca. Más.

Mis piernas comenzaron a temblar, pero se negaron a dejar de lado mi resolución.

Me aparté y grité en la sala de estar.

―¡Policías! ―Los bailarines miraron a su alrededor con confusión―. ¡Policías! ¡Todo el mundo fuera de aquí! ¡Los policías vienen por la puerta de atrás! ¡Corran! ―Me sorprendió la cantidad de compromiso que pude convocar para sacar esto adelante, pero funcionó. Maldita sea, ¡funcionó!

Pandemonium sobrevino mientras la multitud reaccionó con pánico inmediato. Fiesteros, aquellos menores de edad por lo menos, comenzaron a dispersarse a los cuatro vientos y parecían pasar la palabra a la gente de afuera, también. Todo el mundo tomó su hierba y botellas antes de salir corriendo. Estaban demasiado borrachos para escanear el área correctamente y realmente buscar a la policía. Sólo corrían.

Girando para encontrar los ojos de Peter, me fijé que no había reaccionado. No se había movido. Mientras todo el mundo saltaba de su casa en un frenesí de gritos y motores acelerando, Peter me miraba con una mezcla de rabia y sorpresa.

Acercándose lentamente, la enorme sonrisa que se desarrolló en su rostro obligó a mi estómago a dar una voltereta. Dejando escapar un suspiro lastimero falso, declaró:
―Te tendré llorando en cualquier momento. ―Su tono era tranquilo y decidido. Creí cada palabra.
Tomando una larga respiración, mis ojos se estrecharon en él.


―Ya me has hecho llorar en innumerables ocasiones. ―Levanté mi dedo medio lentamente, y le pregunté―: ¿Sabes lo que es esto? ―Llevé mi dedo medio y di unas palmaditas en la esquina de mi ojo con él―. Soy yo, secándose la última lágrima que conseguirás.

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