Capitulo 24
Me encanta este capitulo, al principio quiero matar a Peter pero después.. También jaajajajaja.
El clic señalando que las puertas del auto habían sido
abiertas había sonado, y subí dentro del cálido auto de Peter, el lado del
pasajero esta vez. Mis manos estaban temblando por mi encuentro con Nate, así
que luché mientras trataba de quitarme la camisa de Peter.
―Déjala puesta. ―Ni siquiera escatimó una mirada antes de
encender el motor.
Dudé. Su ira era visible cuando los músculos de su mandíbula
se apretaron.
―Pero no tengo frío ya.
―Y no puedo mirar tu blusa rota ahora.
Coloqué la camisa de vuelta sobre mis hombros, me puse el
cinturón, y me azoté en la parte trasera del asiento cuando salió del
estacionamiento.
¿Cuál era su problema?
¿Estaba enojado conmigo o con Nate? Obviamente, Peter no
quería verme lastimada, no físicamente, de cualquier manera. ¿Pero por qué
estaba siendo tan cortante conmigo?
El auto derrapó un poco al dejar el estacionamiento de grava
y salió a la carretera pavimentada de la autopista. Peter aplastó el acelerador
y se movió con fuerza al tomar velocidad. No sonaba música, y él no hablaba.
La autopista estaba desierta excepto por los inquietantes
árboles cerniéndose sobre nosotros a los lados.
Juzgando por cuán rápido todo
pasaba volando por mi ventana, Peter estaba mucha más allá del límite de
velocidad.
Robando una mirada a él por el rabillo de mi ojo, vi que
estaba furioso. Lamió sus labios y tomó varias respiraciones profundas,
mientras apretaba y volvía a apretar su agarre en el volante.
―¿Cuál es tu problema? ―pregunté y tomé el toro por los
cuernos.
―¿Mi problema? ―Alzó sus cejas como si acabara de hacer la
pregunta más tonta―. Tú vienes a la fogata con ese idiota de Benjamin Amadeo,
quien no puede mantenerse lo suficiente sobrio para llevarte a casa, y luego
deambulas en el bosque, en la oscuridad, y eres manoseada por Dietrich. Quizás
tú eres la del problema. ―Su voz era baja pero amarga y maliciosa.
¿Estaba enojado
conmigo? Oh, demonios no.
Me giré en mi asiento y lo miré directamente.
―Si recuerdas, tenía la situación bajo control. ―Traté de
mantener mi voz calmada―. Cualquier favor que creas que estabas haciéndome solo
satisfizo tu propia ira. Déjame fuera de ello.
Chupó sus mejillas y continúo por la autopista.
Al mirar al velocímetro, mis ojos saltaron cuando noté que
Peter estaba conduciendo por arriba de ciento veinte kilómetros por hora.
―Disminuye la velocidad ―ordené.
Ignoró mi suplica y sujetó el volante más fuerte.
―Van haber situaciones que no podrás manejar, Lali. Nate
Dietrich no iba a tomar muy bien lo que le hiciste esta noche. ¿Pensaste que
iba a ser el final eso? Él pudo haber venido tras de ti otra vez. ¿Sabes
cuántas ganas tenía Agustin de hacer algo después de que rompiste su nariz? Él
no quería lastimarte, sino quería contraatacar.
¿Por qué no lo hizo
entonces?
Agustin había sido humillado, sin duda, en la fiesta hace
más de un año cuando rompí su nariz. Pero solo lo dejó pasar, o eso pensé, y no
había buscado venganza. Gracias a Peter.
Supongo que Nate Dietrich no buscaría retribución tampoco.
No con Peter involucrado.
Sentí la gravedad jalar mi cuerpo hacia el otro lado del
auto, y mi corazón latió salvajemente cuando vi que Peter no estaba
disminuyendo la velocidad mientras rodeábamos la suave vuelta.
―Necesitas bajar la velocidad.
Peter resopló.
―No, no lo creo, Lali. Querías la experiencia de la
secundaria completa, ¿cierto? ¿Novio futbolista, sexo casual, comportamiento
imprudente? ―Me provocó con su sarcasmo
.
¿De qué estaba
hablando? Nunca quise esas cosas. Solo quería ser normal.
Y entonces apagó sus luces.
Oh, Dios.
El camino estaba negro, y no podía ver más de un metro de
distancia frente a nosotros. Afortunadamente, había reflectores que separaban
nuestro carril del tráfico que venía, pero los caminos de campo estaban
ocupados con venados y otros animales, no solo tráfico.
¿Qué demonios estaba
haciendo él?
―¡Peter, detente! ¡Enciende las luces! ―Sujeté una mano en
el tablero mientras giraba para confrontarlo. Estábamos pasando zumbando por el
camino a una temerosa velocidad, y un bulto se formó en mi garganta.
El tatuaje en su brazo se asomó por su camiseta, y se
estrechó con sus músculos tensándose mientras sujetaba la palanca de cambios.
Mis piernas estaban débiles, y por primera vez en mucho tiempo, estaba
demasiado asustada para pensar.
―¡Peter, detén el auto ahora! ―grité―. ¡Por favor!
―¿Por qué? ¿No es esto divertido? ―La voz de Peter era
perturbadoramente calmada. Nada de esto lo asustaba, o siquiera lo emocionaba―.
¿Sabes cuántas cabezas huecas chillando he tenido sentadas en ese asiento?
Ellas lo aman. ―Sus cejas se contrajeron juntas mientras me miraba con asombro
fingido. Me estaba provocando.
―¡Detén. El. Auto! ―grité, mi corazón latiendo con miedo.
Nos iba a matar.
Peter giró su cabeza para enfrentarme.
―¿Sabes por qué no te gusta esto? Porque no eres como ellas,
Lali. Nunca lo fuiste. ¿Por qué crees que mantuve a todos lejos de ti? ―Su voz
sonaba enojada, pero clara. No estaba ebrio, al menos no pensaba que lo
estuviera, y esto era más emociones de las que había experimentado de él en
años, excepto por la noche del beso.
¿Él mantuvo a todos
alejados de mí? ¿Qué quería decir eso? ¿Por qué?
Las llantas rechinaron ante el sonido de otra curva, y
derivamos al otro carril. Estaba respirando tan rápido como el auto estaba
acelerando ahora, estaba segura. ¡Íbamos a golpear algo o volcarnos!
―¡Detén el maldito auto! ―grité con toda la fuerza de mis
pulmones, golpeando mis puños en mis muslos antes de golpearlo en el brazo.
La última cosa que quería hacer era distraerlo, conduciendo
a una velocidad como esa, pero funcionó. Peter golpeó los frenos, usó algunas
palabras dirigidas hacia mí y cambió de velocidad al desviarse hacia el lado de
la carretera y se detuvo.
Salí del auto, y Peter saltó fuera al mismo tiempo. Ambos
nos inclinamos sobre el techo, ojo a ojo.
―Vuelve al auto. ―Los dientes de Peter estaban a la vista
mientras gruñía.
―¡Pudiste habernos matado! ―Mi garganta se apretó, y me di
cuenta de que sus ojos miraron sobre mi top roto que había salido de la camisa
de botones que aún llevaba.
―¡Vuelve al maldito auto! ―Golpeó la palma de su mano en el
techo, sus ojos encendidos.
―¿Por qué? ―pregunté, lágrimas amenazando.
―Porque necesitas ir a casa ―escupió como un “duh”.
―No. ―Sacudí mi cabeza―. ¿Por qué mantuviste a todos lejos
de mí? ―Él comenzó esta conversación, y yo tenía cada intención de terminarla.
―Porque no pertenecías al resto de nosotros. Aún no lo
haces. ―Los ojos de Peter se entrecerraron con disgusto, y mi corazón se
hundió. Estaba siendo deplorable como siempre.
Lo odio.
Sin otro pensamiento, me escabullí dentro y sujeté las
llaves de Peter fuera del encendido. Rodeando la puerta del auto, corrí unos
metros adelante y desabroché el giro en el llavero ovalado. Sacando una de las
llaves, la sostuve en un puño cerca de mi cara.
―¿Qué estás haciendo? ―Se acercó lentamente, molestia
evidente en sus ojos.
―Un paso más, y vas a perder una de tus llaves. No estoy
segura si es la llave del auto, pero eventualmente llegaré a esa. ―Cargué mi
brazo detrás de mi cabeza, lista para lanzarla en cualquier segundo. Él se
detuvo―. No voy a entrar a tu auto. Y no voy a dejarte ir. No nos moveremos de
este lugar hasta que me hayas dicho la verdad.
Sudor mojó mi frente, incluso con la temperatura debajo de
los quince. Labios fruncidos, esperé a que comenzara.
Pero no lo hizo. Parecía estar trabajando algo en su mente,
pero no estaba dispuesta a darle tiempo para pensar alguna mentira para
distraerme.
Cuando alcé mi brazo para lanzar la llave, sus ojos fueron
con impotencia entre mi puño y yo, mientras levantaba su mano haciendo seña de
que me detuviera.
Después de un momento más de duda, finalmente dejó salir un
suspiro de derrota y encontró mi mirada.
―Lali, no hagas esto.
―No es la respuesta que estaba buscando. ―Y lancé una de sus
llaves en los arbustos al lado de la carretera.
―¡Demonios, Lali! ―dijo bruscamente, mirando nerviosamente
entre el bosque oscuro donde su llave había desaparecido y yo.
Rápidamente desenganché otra llave y lancé mi mano detrás de
mi cabeza lista para lanzarla en cualquier segundo.
―Ahora, habla. ¿Por qué me odias?
―¿Odiarte? ―Peter respiró pesadamente y sacudió su cabeza―.
Nunca te odié.
¿Qué?
Estaba impresionada.
―Entonces, ¿por qué? ¿Por qué hiciste todas las cosas que
has hecho?
Dejó salir una risa amarga, sabiendo que estaba acorralado.
―El primer año, escuché a Danny Stewart diciendo que iba a
invitarte al baile de Halloween. Me aseguré que nunca lo hiciera, porque
también les dijo a sus amigos que no podía esperar para descubrir si tus pechos
eran más que un puñado cado uno.
Me estremecí en disgusto.
―Ni siquiera pensé dos veces en mis acciones. Esparcí ese
rumor acerca de Stevie Stoddard, porque no encajabas con Danny. Era un idiota.
Todos lo eran.
―¿Así que pensaste que estabas protegiéndome? ¿Pero por qué
harías eso? Ya me odiabas para ese momento. Eso fue después de que regresaras
de casa de tu papá por el verano. ―Mi confusión brotó con cada silaba. Si
nuestra amistad había terminado para ese punto, y no se preocupaba por mí,
¿entonces por qué le importaba protegerme aun?
―No estaba protegiéndote ―dijo Peter como un hecho,
sujetándome con su caliente mirada―. Estaba celoso.
Aleteos atacaron mi vientre. Se sentía como si algo
estuviera dando vueltas a un desagüe en mi estómago, el hormigueo yendo más
lejos y más abajo.
Apenas lo noté avanzando poco a poco, acechando más cerca
mientras trataba de recuperar el aliento.
―Llegamos a la escuela secundaria, y de repente, tenías a
todos estos chicos que les gustabas. Lo manejé de la única manera que sabía.
―¿Intimidándome? Eso no tiene sentido. ¿Por qué no hablaste
conmigo?
―No podía. ―Limpió su frente antes de meter su mano en su
bolsillo―. No puedo.
―Lo estabas haciendo bien hasta ahora. Quiero saber por qué
todo esto comenzó en primer lugar. ¿Por qué querías lastimarme? ¿Las bromas, el
vetarme de las fiestas? Eso no era sobre los chicos. ¿Cuál era tu problema
conmigo? ―lo acusé.
Sus mejillas se inflaron al suspirar.
―Porque tú estabas ahí. Porque no podía lastimar a quien
quería herir, así que te lastimé a ti.
Eso no puede ser. Tiene que haber más.
―Era tu mejor amiga. ―La frustración empujó la paciencia más
lejos de mí―. Todos estos años... ―Mi voz se interrumpió apenas conteniendo las
lágrimas que se agrupaban en mis ojos.
―Lali, tuve un verano de mierda con mi padre ese año. ―Su
voz sonaba más cerca―. Cuando regresé, no era el mismo chico. Ni siquiera
cerca. Quería odiar a todo el mundo. Pero contigo, todavía te necesitaba en
cierto modo. Necesitaba que no me olvidaras. ―La voz de Peter nunca se quebró,
pero me di cuenta de que había remordimiento en su tono.
¿Qué le había pasado?
―Peter, me he preguntado una y otra vez en mi cabeza qué
podría haber hecho para que actuaras como lo hiciste. ¿Y ahora me dices que
todo fue sin motivo? ―Miré hacia arriba para mirarlo a los ojos.
Su cuerpo se acercó un poco más, pero no me importaba.
Quería escuchar más.
―Nunca fuiste empalagosa o una molestia, Lali. El día que te
mudaste al lado pensé que eras la cosa más hermosa que jamás había visto.
Joder, te amaba. ―Lo último fue apenas un susurro mientras sus ojos cayeron al
suelo―. Tu padre estaba descargando el camión de mudanzas, y miré por la
ventana de mi sala de estar para ver qué era el ruido. Allí estabas, andando en
bicicleta en la calle. Llevabas un mono con una gorra de béisbol roja. Tu
cabello se derramaba por la espalda. ―Peter no me miró a los ojos en su
confesión.
Nos mudamos a una nueva casa en la ciudad después de que mi
madre murió. Recordé haber visto a Peter por primera vez en el día. ¿Se acordó
de lo que llevaba puesto?
Te amaba. Una
lágrima se derramó y cerré los ojos.
―Cuando recitaste el monólogo esta semana, yo... ―se desvió
con un suspiro―. Sabía que entonces realmente había llegado a ti, y en lugar de
sentir alguna satisfacción, estaba enojado conmigo mismo. Quería odiarte todos
estos años, quería odiar a alguien. Pero no quiero hacerte daño, y no me di
cuenta de eso hasta el monólogo.
De repente, él estaba delante de mí. Ladeando la cabeza
hacia un lado, con los ojos brillantes buscando los míos. No sabía lo que
buscaba, y no sabía lo que quería revelar. Lo odiaba por los años de tormento.
Tiró todo lo que tenía porque estaba enojado con otra persona. Agujas
perforaron mi garganta mientras luchaba por contener las lágrimas.
―No me estás diciendo todo. ―Mi voz se quebró, mientras
alcanzaba mi mejilla y limpiaba la lágrima con el pulgar. Sus dedos largos y
musculosos eran cálidos sobre mi piel.
―No, no lo hago ―su susurro ronco provocó un hormigueo que
se extendía por encima de mi cuerpo, o tal vez era su pulgar acariciando
círculos en mi mejilla. Me estaba mareando con todo lo que había sucedido esa
noche.
―Las cicatrices en la espalda. ―Me ahogué, mis ojos
revoloteando con la sensación de su tacto―. Dijiste que tuviste un mal verano,
y que cuando volviste querías odiar a todo el mundo, pero no has tratado tan
mal a cualquier otro...
―¿Lali? ―Sus labios estaban a centímetros de los míos, y su
cuerpo irradiaba calor―. No quiero hablar más esta noche.
Parpadeé y me di cuenta de cómo su cuerpo me había atraído.
O tal vez yo lo había atraído a él. Éramos como los aspectos positivos de
imanes gemelos de nuevo. Estaba tan cerca, y él había cerrado la distancia
entre nosotros y sin que me diera cuenta.
No se va a librar tan fácilmente.
―¿No quieres hablar más? ―escupí, sin poder creer lo que
oía―. Bueno, yo lo hago. ―Y me di la vuelta para poner en marcha otra llave en
el aire, pero los brazos de Peter salieron rápidamente en círculos alrededor de
mi cuerpo, capturándome desde atrás.
Me faltaba el aliento, mientras intentaba retorcerme y ser
libre. Los pensamientos se arremolinaban en mi cabeza, y era difícil adherirme
a uno solo. Nunca me había odiado. ¡Yo no había hecho absolutamente nada! A
pesar de que sabía que, una parte de mí siempre pensó que tenía que haber una
razón. ¿Y ahora él no quería terminar su historia? ¡Necesitaba saber!
Sus brazos sólidos me aseguraron, su aliento era caliente
contra mi cabello mientras luchaba por salir de sus brazos.
―Shhh, Lali. No voy a hacerte daño. Nunca te haré daño de
nuevo. Lo siento.
¡Al igual que eso va a
borrar todo!
―¡No me importa que lo sientas! Te odio. ―Mis manos
agarraron sus antebrazos, que se apoyaban sobre mi pecho mientras trataba de
dar un tirón y soltarlos. Mi enojo se volvió rabia con sus juegos de mente y la
mierda, y estaba enferma de la vista de él.
Su poder sobre mí disminuyó mientras usaba sus manos para
agarrar las llaves de mi puño. Me soltó y di un paso adelante antes de darme
vuelta para mirarlo.
―No me odias ―afirmó―. Si fuera así, no estarías tan
molesta. ―El giro engreído en su tono hizo que mi cuerpo se pusiera rígido,
pero sentí alivio cuando sentí el escozor de las uñas que se enterraban en mi
piel.
―Ve a joderte a ti mismo ―solté y comencé a caminar.
¡Como el infierno iba a tomar la delantera! Él quería que le
perdonara en una sola noche por años de vergüenza y tristeza, y luego asumía
que me preocupaba por él. Pensó que iba a salir de esta indemne.
¡Qué idiota colosal!
La siguiente cosa que supe, era que mis pies estaban siendo
arrastrados fuera de la tierra, y estaba al revés. Peter me había arrojado
sobre su hombro, y todo el aire que quedaba en mi cuerpo salió expulsado cuando
sus huesos se clavaron en mi estómago.
―¡Ponme abajo! ―El calor de la ira era como una llama de
fuego que cubría mi piel. Le di una patada con mis pies y golpeé su espalda,
pero él simplemente me abrazó fuertemente por la parte trasera de las rodillas,
mientras caminaba hacia el camino por el que habíamos venido. Sabía que mi
falda no cubría nada en esta posición, pero estábamos solos aquí, y realmente
no me importaba de todos modos, en mi estado de ánimo.
―¡Peter! ¡Ahora! ―le ladré.
Como si cumpliera mis órdenes, Peter me enderezó,
aterrizando en una posición sentada en el capó de su coche. Todavía estaba
caliente bajo mis muslos de cuando había sido conducido, pero el calor no era
un alivio bienvenido, ya que ya estaba ardiendo de furia.
Peter se inclinó lentamente, probablemente con miedo de que
le golpeara, y colocó las manos a ambos lados de mí. Sus piernas estaban entre
las mías, y de inmediato me vino el recuerdo de la última vez que estuvimos en
esta posición.
―No trates de escapar ―advirtió―. Como recuerdas, puedo
mantenerte aquí.
Aspiré una bocanada de aire. Sí, me acordaba.
Mis dedos se cerraron al pensar en aquel beso, pero sabía
que no podía volver a suceder.
―Y yo sé cómo usar gas pimienta y romper narices. ―Mi voz
sonaba como un pequeño ratón patético, chillón y apenas audible. Me apoyé en
mis manos para mantener la mayor distancia posible, pero mi corazón latía con
fuerza, como los rastrillos de Mallow.
―No soy Nate o Agustin ―amenazó―. O Benjamin.
Y su significado no pasó desapercibido para mí. No me sentía
atraída por ellos, y él lo sabía.
Se inclinó más cerca, sus ojos negro-marrones haciendo que
mi cuerpo quiera hacer cosas que mi cerebro sabía que no debería. Sus labios
estaban a unos centímetros de los míos, y podía oler su aliento a canela.
Lo odio. Lo odio.
―No lo hagas ―le susurré.
Sus ojos buscaron los míos.
―Te lo prometo. No a menos que lo pidas.
Su boca cayó a un lado y suavemente rozó mi mejilla. El
placer no deseado escapó de mi garganta, y solté un pequeño gemido.
¡Maldita sea!
Nunca me besó. Él nunca puso sus labios o me probó. Su boca
sólo se deslizó a lo largo de mi piel dejando un delicioso rastro de deseo y
necesidad. Por mi mejilla, sus labios aterciopelados acariciaban mi piel antes
de pasar a través de mi hueso de la mandíbula y luego descendieron hasta el
cuello. Cerré los ojos, saboreando las nuevas sensaciones.
Nunca había hecho el amor antes, y sin duda nunca lo hice
con nadie que me hiciera sentir así. Diablos, ni siquiera me besaba, y estaba
luchando por no rendirme.
Cuando sus labios se movieron sobre mi oreja, me preguntó:
―¿Puedo besarte ahora?
Oh, Dios. No. No. No.
Pero no estaba diciendo eso. No dije nada. Ceder parecía
dejarle ganar. Y decirle estaba fuera de cuestión, también. No quería que se
detuviera. Se sentía muy bien. Como una montaña rusa multiplicada por cien
.
Sus labios se movieron hacia atrás sobre mi mejilla, cada
vez más cerca de la boca.
―Quiero tocarte. ―Sus palabras fueron contra mis labios
ahora―. Quiero sentir lo que es mío. Lo que siempre ha sido mío.
Oh, dulce Jesús.
Esas palabras no me deberían encender. Pero el infierno
santo, lo hicieron. Mi boca se estremeció con el deseo de tomarlo. Probé el
aliento y quería capturar y probar todo de él. Quería cumplir mi necesidad.
Pero mis ojos se abrieron de golpe cuando me di cuenta de
que iba a cumplir con su necesidad, también.
Mierda.
Me mordí en la esquina de la boca para ahogar el dolor entre
mis piernas, y usé mis músculos débiles para empujarlo lejos.
Apenas podía mirarlo a los ojos. Sabía que había llegado a
mí. Tenía que saberlo.
―Aléjate de mí. ―Salté del auto y caminé hacia el lado del
pasajero.
Escuché su risa detrás de mí.
―Tu primero
Omg omg omg mas
ResponderEliminarMassss
ResponderEliminarMoreeee moreee
ResponderEliminarAaaaaaaah! Maaaaaaas! Esta muy buena la nove!
ResponderEliminarnunca me di cuenta cuando subiste tantos cap ajjaja
ResponderEliminarmasssss
@x_ferreyra07
Quiero mas no subis mas(? Ya termino la maraton(?
ResponderEliminarHola soy nueva lectora !!!
ResponderEliminarAhhhhh me encanta la nove leí la intro y me atrapo demasiado !!!
Ahh ya quiero saber que le paso a Peter en eso verano !
Le dijo que la amaba ahh nahh me mata esa actitud de arrogante que tiene Peter !
Poco a poco se van asercando mas !!
Masas !! @angie_garciaa
Cuanta adicción provoca la novela.
ResponderEliminarPeter siempre sale victorioso,la conoce demasiado bien.
No puedo creeer lo q le confesoo haaa me mueroo
ResponderEliminarMaass