Capitulo 27
Gracias a Dios, para el tiempo en que la escuela terminó,
todo el mundo sabía que la broma de Agustin fue sólo eso… una broma. Al menos
el idiota probó ser honorable en corregir el rumor. Todavía no había venido a
los términos con el hecho de que dije sí. El baile de bienvenida está todavía a
dos semanas, así que con suerte encontraré una manera de salir de esto. Como
prueba del último mes, un montón puede suceder en un corto tiempo.
Peter no estaba en clase de Temas, así que en lugar de
luchar para no mirarlo, tuve que luchar para evitar a Benjamin mirándome. La
vida puede ser una perra. Iba a ir al baile de Bienvenida con la única persona
en la escuela que ponía mi piel de gallina, estaba consiguiendo atención de un
hermoso, jugador estrella de fútbol que no podría importarme menos, y estaba
teniendo sueños húmedos de un potencial sociópata que actúa como que me odia la
mayor parte del tiempo.
Ocho meses más.
―Hola, Dr. Porter ―Sonreí cansadamente mientras caminaba
dentro del laboratorio después de la escuela. Desde que la habitación no estaba
disponible para mañana como organizamos, opté por tomar la oferta de trabajar
hoy. El entrenador nos dio la tarde libre, así que todo funcionó.
―Hola, Lali ―El Dr. Porter era un ex-hippie de mediana edad
que a menudo dejaba su largo, rojizo cabello flotar libre y gotas de café
colgando de su desaliñado bigote y barba. Mis primeras clases con él en segundo
año eran irritantes. Seguía queriendo poner una servilleta en su cara.
―¿Cuánto puedo quedarme hoy? ―Dejando caer mi bolsa al suelo
debajo de mi mesa usual, miro al Dr. Porter.
―Estaré alrededor de al menos una hora, probablemente más.
―Reunió algunos sobres y papeles, tratando de encontrar una manera de agarrar
su taza de café, también―. ¿Necesitas algo?
―Iré por mi caja al armario, y sé dónde está todo lo que
necesito.
―Bien. Tengo planeado reunirme con el departamento de
ciencias, pero es en otro salón. Siéntete libre de venir y conseguirme si
necesitas algo. Lo digo en serio. Salón 136B. ―Se dirigió a la puerta.
―Está bien, gracias. ―Agarrando un pesado delantal de vinil
del perchero, lo deslicé sobre mi cabeza y lo até alrededor de mi cintura. El
lazo rasguñaba en mi espalda en el pequeño espacio donde mis jeans y mi top
fallaron en cubrir mi piel.
Sacando mis suplementos del closet, casi dejé caer la pesada
carga cuando entré de nuevo en el salón. Peter estaba sentado en la mesa del
profesor.
Diablos.
Él se inclinó hacia atrás en la silla con sus manos detrás
de su cabeza y uno de sus pies apoyado en el borde de la mesa. Sus ojos no
daban nada, pero su mirada estaba enfocada completamente en mí. Eso solo hizo
que el calor se levantara a mi cara y un sudor frío rezumó de mis poros.
Maldito sea. ¿Por qué
tenía que mirar así?
La suavidad de sus labios, y su lengua caliente y pesada en
mi cuello destellaron a través de mi memoria. Una ansiosa contracción nerviosa
empezó entre mis piernas y en verdad quería subir a horcajadas sobre él en esa
silla.
Mierda. Era una
bomba de nervios andante.
Sacudí mi cabeza y aparté mis ojos mientras cargaba mi caja
a mi mesa.
―Ahora no, Peter. Estoy ocupada. ―Honestamente, eso era la
verdad. Necesitaba concentrarme, y tanto como parte de mí quería dar rienda
suelta a este drama, necesitaba ser dejada sola.
―Lo sé. ―Su suave voz era extrañamente calmante―. Vine a
ayudarte.
Dejé de descargar la caja y lo miré con los ojos ampliados.
―¿Ayudarme? ―Mi tono goteó con sarcasmo como si no estaba
segura si era una broma de su parte o un intento de sabotaje de mi
experimento―. No necesito ayuda.
Dejando caer sus brazos, él metió las manos en el bolsillo
de enfrente de su sudadera negra.
―No estaba preguntándote si querías ―respondió, rápidamente
y con firmeza.
―No, tú sólo asumiste. ―Continué descargando mis materiales,
evitando sus ojos. Ese maldito sueño seguía pasando a través de mi mente. Y
estaba asustada de que iría algo lejos si lo miraba.
―No del todo. Sé lo que puedes hacer. ―Había risa en su voz,
y no me perdí el doble significado de ese comentario―. Pensé que si vamos a ser
amigos, esto podría ser un buen lugar para empezar.
Saliendo de la silla, él caminó hacia mí. Respiré dentro y
fuera lentamente.
Sólo toma el vaso de precipitados y el matraz de ponlos
abajo lentamente. Lindo y lento.
―Quiero decir, no es como que vamos a ser capaces de volver
a subir árboles y tener fiestas de pijamas, ¿cierto? ―preguntó sugestivamente
mientras sus dedos rosaban la mesa de laboratorio.
¿Fiestas de pijamas? Mi interior comenzó a pulsar más duro,
y sabía que mi cuerpo estaba listo para lo que necesitaba. Lo sentí.
La idea de tener a Peter para una fiesta de pijamas, incluso
aunque estaba bromeando, me emocionó. Maldición, me encantaría dejarlo
mantenerme despierta toda la noche haciendo cosas que estamos seguros no
hicimos cuando niños. Quería sus manos sobre mí, trayéndome cerca, y su boca sobre
todo.
Pero quería que le importara también. Y no confiaba en él.
Pestañeando, estreché mis cejas a él
.
―Como dije, no necesito ayuda.
―Como dije, no estaba preguntando. ¿Creíste que Porter iba a
dejarte hacer experimentos con fuego sola? ―Se río amargamente y vino para
pararse a mi lado.
―¿Cómo sabes de mi experimento? ¿Y quién dijo que vamos a
ser amigos? ―pregunté antes de inclinarme para agarrar mi carpeta de mi bolsa―.
Sabes, tal vez demasiado daño ha sido hecho. Sé que te disculpaste, pero no es
tan fácil para mí.
―¿No te estás poniendo femenina conmigo, cierto? ―se burló.
Cerniendo a través de mi carpeta, saqué las notas y
procedimientos que había buscado. Traté de leer el material, pero tener a Peter
tan cerca hizo difícil concentrarse.
Girando a mi izquierda, lo arreglé con mi mejor expresión
aburrida. No quería que pensara que estaba al menos un poco intrigada por su
presencia.
―Peter, aprecio el esfuerzo que estás poniendo aquí, pero es
innecesario. Contrario a lo que tu ego está soplando, he estado sobreviviendo
bien sin ti por los últimos tres años. Trabajo mejor sola, y no apreciaría tu
ayuda hoy o ningún día. No somos amigos.
Su fría fachada titubeó y pestañeó. Sus oscuros ojos
buscaron los míos. O tal vez él buscó por algo que decir.
Sintiéndome ligeramente culpable, giré de vuelta a mi
carpeta pero terminé golpeándola en el suelo en el proceso. Su contenido no
asegurado en los tres anillos, flotó al suelo. Una ola de vergüenza se esparció
por todo mi cuerpo mientras mi discurso de chica dura terminó en un torpe
desastre.
Peter se lanzó a mi otro lado y se inclinó conmigo para
levantar la carpeta y su contenido.
―¿Estás buscando autos? ―Él miró las impresiones que había
tomado de internet para estar preparada cuando mi papá llegara a casa.
―Sí ―respondí cortantemente―. Estoy consiguiéndome un regalo
de cumpleaños a mí misma.
Él sostuvo la información en su mano, no mirando nada en
realidad, pero parecía estar pensando acerca de algo.
―¿Peter? ―Levanté mi mano para conseguir la información de
vuelta de él.
―Olvidé que tu cumpleaños estaba viniendo ―dijo casi para sí
mismo mientras tomaba los papeles y metía todo en mi carpeta.
Me pregunté si era cierto. Nuestros cumpleaños eran gran
cosa cuando éramos amigos, pero en los años recientes él podría haberlo
olvidado, supongo. Yo no había olvidado el suyo. Era el 2 de octubre.
¡Ayer!
¿Ugh, debería decir algo? No había hecho nada para el
cumpleaños de Peter los pasados años, pero ahora que el tema estaba, no tenía
idea de qué hacer.
Que se joda. Él olvidó
el mío también.
―¿Tu padre sabe que estás buscando comprar un auto tan
pronto? ―Peter interrumpió mis pensamientos.
―¿Tu mamá sabe que das alcohol a menores y duermes alrededor
los fines de semana? ―Mi comentario salió más cortante de lo que quería.
―“A mi madre le importa” sería una mejor pregunta. ―Su
sarcasmo estaba cubierto por una mirada molesta que vi hirviendo debajo.
Fruncí el ceño mientras pensaba en la vida de Peter. Él
creció sin un padre y una madre ausente. No tenía sanos modelos o amor en su
vida, eso lo sabía, de todos modos. Al no tener respuesta a eso, guardé
silencio mientras él lentamente comenzaba a ayudarme a descargar mi caja.
Vasos de precipitados, frascos, tubos de ensayo y una
variedad de líquidos y materiales secos cubrieron la mesa. No necesitaría todas
estas cosas, pero las había reunido de todos modos cuando todavía trataba de
decidir mi proyecto. Tres retardantes de llamas comprados en diferentes tiendas
y algunos ingredientes para hacer en casa desordenaban el mostrador, junto con diferentes
telas de algodón. Mi experimento consistiría en probar cómo el algodón
reaccionaba a diferentes espray resistentes. Había puesto ya mi propósito en la
hipótesis, las constantes y variables, y mis materiales. Hoy, pondría todo
junto en mis procedimientos y comenzaría la primera ronda de pruebas.
Por sobre todo eso, mis nervios estaban ahora disparando en
ambos extremos.
Hubo un tiempo en que la presencia de Peter me calmaba y me
hacía sentir segura. Ahora, su proximidad me tenía híper consciente cada vez
que su brazo venía cerca y rozaba el mío o cuando sea que pensaba que sus ojos
me miraban. Mi cabeza se sentía nublada, y mis manos apretadas.
Molesta, giré para agarrar mis notas de mi carpeta y golpeé
un matraz fuera del mostrador. Calor cubrió mi cara mientras me daba la vuelta
para tratar de atrapar el matraz, pero en vez de eso, lo miré partirse todo sobre
el suelo. Con mi espalda al mostrador, miré abajo al desastre e inhalé
profundamente. En este punto, no me importaba si él pensaba que estaba loca o
exagerando. Necesitaba que se fuera.
Peter se movió frente a mí y miró abajo al cristal roto.
―Te pongo nerviosa ―dijo sin mirarme. Su evaluación fue de
muerte. Lo sabía, y él también.
―Sólo vete. ―Mi desesperado susurro suplicó mientras me
negaba a encontrar su mirada, la cual estaba segura estaba sobre mí ahora.
―Mírame. ―Peter acunó mis mejillas con su mano, sus dedos
alcanzando mi cabello―. Lo siento. ―Mis ojos se dispararon hacia arriba ante el
sonido de su disculpa repetida―. Nunca debería haberte tratado como lo hice.
―Ojos quemando, busqué su cara por algo de sarcasmo o deshonestidad, pero vino
corto.
Su expresión era toda seria, y su respiración era profunda mientras
esperaba mi respuesta.
Peter trajo su otra mano arriba para acunar mi otra mejilla
y se movió más cerca. Sus manos se deslizaron alrededor de la parte de atrás de
mi cuello, y sus pulgares rozaron mis orejas. Mi aliento se volvió superficial
ante su cuerpo presionando contra el mío. Sus ojos estaban ahora concentrados
en mis labios mientras su cara se acercaba más. Peter estaba apenas a un
centímetro de mis labios, pero todavía podía probarlo.
Él había empezado lentamente, pero gemí en sorpresa cuando
bajó en picada y atrapó mis labios con los suyos. Fuegos artificiales empezaron
en mi boca y se filtraron a través de la cima de mi cabeza y abajo a mi cuello.
Estaba perdida mientras sus brazos se envolvían alrededor de mi cintura y su
otra mano se quedaba enterrada en mi cabello. Me agarró más apretado, tirándome
sobre mis puntas de los pies. Lo inhalé, oliendo el viento y la lluvia en su
piel, y por un breve momento, estaba en casa.
Esto era todo lo que necesitaba. Todo lo que quería… en mí,
alrededor de mí, dentro de mí. Mis hormonas estaban fuera de control. Quería
desgarrar sus ropas y sentir su pecho desnudo contra el mío. Quería besarlo
hasta que estuviera demasiado caliente y delirante con necesidad. ¿A quién
estaba engañando? Ya estaba doliendo con deseo. Se agrupaba en mi abdomen y se
disparaba hacia abajo a mi sexo como un maldito tornado.
Su lengua chasqueó bajo mi labio superior, enviando
estremecimientos bajo mis brazos. Deslicé mis brazos apretadamente en su cuello
y me presioné en él. Sus manos frotaron bajo mis costados y agarraron mi
trasero. Mi cuerpo amaba cada toque. Me moldeé a él como una pieza de arcilla.
Donde él acariciaba, yo me derretía. Donde él empujaba, yo seguía.
Su boca era tan caliente, que no pude evitar preguntarme
cuán bueno sería el resto de él, también.
―Te he deseado por tanto tiempo ―susurró, su aliento en mis
labios era como una droga arrastrándome―. Todas las veces que te vi al lado… me
volvía loco.
Las puntas de mis pies se curvaron con sus palabras. Me
deseaba todo el tiempo. Me gustaba saber eso. Me gustaba que me deseara.
Tomó mis labios otra vez en un profundo beso, mi espalda
presionada contra la mesa de laboratorio. Mientras mordía mi labio inferior, mi
cabeza se tambaleó con lo que estaba pasando. Amaba averiguar que nunca me
odió. Que siempre me quiso. ¿Pero qué estaba pasando entre nosotros? ¿Estábamos
juntos? ¿O estaba Peter rascándose una comezón?
―No… ―jadeé y me empujé hacia atrás. No quería moverme, y no
quería estar en ningún lugar salvo con él. Pero sabía por qué me detuve.
Él no podía ganar. No podía tratarme como mierda y luego
tenerme.
Peter estaba respirando duro y mirando a mis hinchados
labios como que estaba lejos de terminar. Sus ojos se dirigieron a los míos, y
vi la intensa necesidad, como si estuviera entre realmente enojado de que lo
detuve o encendido al punto de atarme.
Soltando su agarre y dejándome caer de vuelta a mis pies, su
expresión se volvió indiferente mientras se alejaba.
―Entonces no lo haré ―dijo fríamente. Supongo que no
esperaba que discutiera a perseguirme más. Peter no era un rogón. Pero me sacó
de balance lo rápido que él podía ir de abrazadoramente caliente a amargamente
frío.
Lo estudié por unos minutos, preguntándome si alguna vez
llegaría a esta indiferencia llena de orgullo suya.
―¿Qué estás haciendo? ―pregunté, estrechando mis ojos a él.
Él dejó salir una seca risa.
―Quiero que seamos amigos ―admitió de algún modo sincero.
―¿Por qué ahora?
―¿Por qué tantas preguntas? ―respondió.
¿Hablaba en serio? Él tenía algo de explicación que hacer.
―¿No creíste que iba a ser tan fácil, cierto?
―Sí, estaba esperando que podríamos movernos hacia adelante
sin mirar atrás. ―Su tono molesto encajó perfectamente con el ceño formándose
alrededor de sus ojos.
―No podemos ―dije planamente―. Vas de amenazarme un día a
besarme al siguiente. No cambio de marcha tan rápido.
―¿Besarte? Tú me besaste de vuelta… ambas veces. Y ahora
estás saliendo al baile de la escuela con Agustin. Podría decir que soy el
único golpeado aquí. ―Metió las manos en su bolsillo de la sudadera y se
inclinó contra el alfeizar de la ventana. Sus ojos estaban retándome, y apenas
tenía una respuesta a su comentario. Él tenía razón. Salí con Benjamin, iba a
ir al baile con Agustin, y besé a Peter.
―No tengo que explicarme contigo. ―Mi respuesta fue
patética.
―No deberías ir.
―Quiero ir ―mentí―. Y él me lo pidió. ―Desestimándolo, volví
a mi trabajo.
Peter vino detrás de mí mientras trataba de lucir ocupada
clasificando mis papeles.
―¿Él ha estado en tu mente, Lali? ―Su aliento avivó mi
cabello. Colocando ambas manos a mis lados, encerrándome, se mofó de mí―. ¿Lo
deseas? ¿O soy yo el de tus sueños?
Cerré mis ojos, recordando mi sueño de la otra mañana. La
idea de lo que él me hizo, y ahora estaba justo detrás de mí.
―Dije que cuando pongo mis manos en ti, es porque tú lo
quieres. ¿Recuerdas?
Giré para mirarlo. Él movió su cabeza para encontrar mis
ojos.
―No creo que sea ningún secreto que me gusta cuando me
tocas. Cuando estés listo para decirme todo lo que guardas, entonces tal vez
confiaré en ti. Hasta entonces…
Sus ojos se estrecharon en los míos y la rabia descendió
como una nube negra en su cara mientras retrocedía.
Su espalda se enderezó y sus puños se cerraron. Sabiendo que
dijo exactamente lo que necesitaba decir, giré de vuelta a mi trabajo. Mi
corazón estaba cediendo a él, y no podía mirarlo más sin el miedo de rendirme.
Si él me quería como a una amiga o algo más, entonces tendría que darme más.
Tan tentadora como sonaba su oferta de seguir sin mirar atrás, sabía que la
historia de Peter lo hizo el hombre que era ahora. Necesitaba conocerlo.
―¿Peter? ―Una voz femenina silbó desde el marco de la puerta―.
Estás ahí.
Levanté la mirada para ver a Martina con su falda de
animadora hacia abajo para mostrar el hueso de su cadera y estómago plano. Creo
que sólo vomité un poco en mi boca.
―¿No vas a llevarme a casa hoy? ―Ella cepilló su largo,
oscuro cabello sobre su hombro y mordió su labio inferior. Oh, por favor.
―Voy a llevarte hoy, Martina ―sonó Peter más amargo detrás
de mí. Él estaba molesto. ¿Con quién? No estaba segura, pero podía suponerlo.
―Puedo manejarlo ―afirmó ella―. Vamos. No parece como que
estés ocupado aquí de todos modos. ―Su mirada cayó en mí, y la rabia calentó
mis mejillas.
Peter estuvo callado por unos momentos, y sentí sus ojos en
mi espalda mientras continuaba ordenando materiales para hoy. Cada movimiento
era lento y metódico mientras luchaba por no dejar caer nada más. Pero fingir
que no ponía atención era tan imposible como no poner atención.
―Sí. No estoy ocupado ―finalmente respondió Peter fríamente
mientras caminaba pasándome hacia la puerta.
―Entonces, Mariel… ―La chica idiota actuó como si no
conociera mi nombre―. No deberías ir y darle un ojo negro a tu cita del Baile
de Bienvenida, ¿no crees? Él apenas puede ver. Deberías en serio dejar de
golpear a los chicos o la gente empezará a pensar que eres una perra.
Ella estaba tratando de provocarme pero estaba pérdida. No
tenía ni idea de qué estaba hablando. ¿Alguien le había dado a Agustin un ojo
negro desde que lo vi en el almuerzo?
―Ella no le dio un ojo negro a Agustin. Yo lo hice. ―Peter
caminó pasándola y abrió la puerta, ahora no haciendo contacto visual con
ninguna.
―¿Por qué? ―La nariz de Martina se arrugó mientras giraba
para salir a la puerta que él sostenía abierta. Peter levantó una ceja hacia mí
y osciló la puerta cerrada con suficiente fuerza para que las vibraciones viajaran
hacia arriba de mis piernas.
Mirando a la puerta cerrada por varios minutos, finalmente
me di cuenta de que Peter había golpeado a Agustin por mí.
¿Qué diablos?
Bueno, eso definitivamente no era una broma entre ellos dos,
entonces. Agustin estaba interesado en pasar un poco de tiempo conmigo, y eso
volvía loco a Peter.
Dejé salir una áspera risa. No estaba interesada en Agustin.
Pero si eso molestaba a Peter, podría estar interesada en tener algo de
diversión, después de todo.
Deslizando mis auriculares, pasé el resto de la tarde en un
humor genial
Es hora d k ella se divierta a costa d ellos
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