Capitulo 23
No tengo idea cuantos capítulos subiré, quiero subir mas de 5 pero no se si pueda.
Maci Feldman me dice una vez Benjamin y yo habíamos llegado
a la hoguera.
―¡Eso fue increíble! Mi hermano está tan increíblemente
feliz porque ganó aquella apuesta.
Las hogueras se llevaban a cabo en la propiedad de Marcus
Hitchens, a orillas del lago de Swansea, prácticamente cada semana, sobre todo
después de las carreras y de los juegos de fútbol. En el intenso frío de enero
y febrero eran los únicos meses en que poco pasaba, tanto en el lago como en la
pista de la granja de Benson.
―Me alegro de haber podido ayudar ―le respondí. Y era
verdad. La carrera de esta noche ha sido el mejor momento que había tenido―.
Pero sólo gané porque la otra chica no tenía ni idea de cómo manejar un auto
manual.
¿Por qué dije eso?
Gané esa carrera tanto si la imbécil sabía o no lo que estaba haciendo.
Ella me enganchó el brazo, mientras que Benjamin tenía su
mano alrededor de mi cintura. Los demás se acercaron a saludarnos, ya sea para
decir “hola” a Benjamin o para felicitarme.
―Bueno, por mi parte, me encantaría verte correr de nuevo.
¿Y tú, Benjamin? ―Maci se dirigió a mi cita cuando él volvió la atención de sus
compañeros de fútbol.
―Creo que soy un tipo con suerte. ―Él me miró detenidamente
de arriba abajo, y esto no evitó que me percatara de la forma en que evadió la
pregunta. Me pregunté si lo avergonzaba tener a su cita haciendo algo con los
chicos en lo que por lo general sólo ellos participaban.
Como ya eran las diez y media, me comprometí a permanecer
durante una hora antes de que Benjamin me llevara a casa. Con la reunión en la
mañana, tenía que ir a casa y descansar, me gustara o no.
―Gran carrera la de esta noche, Lali. ―Rocio Igarzabal me
dio una palmada en el hombro al pasar por mí.
―Gracias ―exhalé, sintiéndome inquieta con la atención.
―¿Estás bien? ―Benjamin se me acercó.
―Absolutamente. ―Me ahogué antes de avanzar hacia los
refrescos―. ¿Podemos conseguir algo de beber?
Sostuvo su mano para mantenerme en el lugar.
―Quédate aquí, ya regreso. ―Y se marchó al barril.
Grupos de personas estaban alrededor del fuego o se sentaban
en las rocas, mientras que otros circulaban.
Cande aún no había llegado, que yo
pudiera ver, y supuse que llegaría con Peter. Me quedé allí, sintiéndome
incómoda con el lugar. Supongo que podría agradecer a Peter por sentirme más
cómoda en torno a un pequeño grupo que a mucha gente. Debido a él, nunca me
habían invitado a estas cosas.
Sacudí la cabeza un poco para aclarar mis pensamientos.
Tenía que dejar de echarle la culpa. Era su culpa que yo hubiera estado en la
lista negra en el pasado, pero no fue su culpa que yo lo aceptara. Esto pesaba
sobre mí ahora.
Mirando hacia el grupo de chicas risueñas cerca del agua,
noté una de mi equipo de cross-country.
―A la mierda. ―Me encogí de hombros y decidí zambullirme. Di
un paso hacia el grupo cuando una voz me detuvo.
―¿A la mierda qué?
Mi cuerpo todo se puso piel de gallina cuando me di vuelta para
afrontar a Peter. Sostenía una taza en una mano y el teléfono en la otra.
Parecía estar enviando un texto mientras esperaba mi respuesta. Se puso el
teléfono en el bolsillo trasero y levantó los ojos hacia mí.
Los vellos de mis brazos se sentían electrizados con
estática como si fueran atraídos hacia él. Frotando las manos por los brazos,
me volví hacia el fuego, tratando de ignorarlo. Todavía no estaba segura de
dónde estábamos. No éramos amigos, pero ya no éramos enemigos tampoco. Y tener
una conversación normal aún estaba fuera de cuestión.
―Tienes frío. ―Peter se detuvo a mi lado―. ¿Cande todavía
tiene tu chaqueta?
Suspiré, sin saber lo que estaba causando mi molestia en
este momento. Tal vez era porque cada vez que Peter estaba a mi alrededor, los
nervios de mi cuerpo se ablandaban pulsando calor, mientras que Benjamin me
hacía tener ganas de acurrucarme en el sofá a ver American Idol.
Peter probablemente nunca veía la televisión. Demasiado
mundana la actividad.
Además, me pareció ridículo que Peter actuara preocupado de
que estuviera con frío cuando a principios de esta semana me había dicho que no
le importaba si vivía o moría. Él no se había disculpado por nada, y no podía
olvidarme de esto.
―Bueno, ella estaba usando mi chaqueta cuando la trajiste aquí,
¿no es cierto? ―Mi comentario insolente fue recibido con una sonrisa.
―Ella no vino conmigo. Es más, incluso no sé si está aquí
todavía. ―Volvió la cabeza y me miró fijamente.
―¿Qué quieres decir? Dejaste la carrera sin ella, ¿no es
así?
―No, ella agarró un paseo con Vico. Vine aquí solo. ―El tono
de voz bajo y ronco de Peter se coló sobre mí y me defendí con una risa al oír
sus últimas palabras.
Parecía que Cande y Vico estaban en el camino de la
reconciliación.
Me aclaré la garganta.
―¿Y eso te pareció bien? ―le pregunté.
―¿Por qué no lo estaría? ―me preguntó a quemarropa, con una
expresión confusa en su rostro.
Por supuesto. ¿En qué estaba pensando? Peter no salía en
citas, y no había manera de que invirtiera en Cande. Busqué en el pequeño bolso
que descansaba en mi cadera y agarré mi teléfono.
―Si la veo, le diré que te encuentre. ―Peter empezó a
alejarse, pero se detuvo después de unos pasos y se volvió hacia mí―. Voy a
necesitar nuevamente el fósil. ―Hizo un gesto hacia el collar alrededor de mi
cuello.
Me di cuenta de que estaba hablando de su amuleto de la
buena suerte.
―No va a suceder. ―Y puse toda la atención a mi teléfono
.
―Oh, Lali. Siempre consigo lo que quiero. ―Su tono bajo y
coqueto me congeló. Mis dedos se detuvieron por encima de la pantalla de mi
celular como si me hubiera olvidado de repente de cómo enviar un texto.
Alcé la
vista a tiempo para verlo sonreír y marcharse.
Lo vi dirigirse donde estaban Agustin y otros miembros de su
equipo, y me quedé más perpleja ahora de lo que estaba a principios de esta
semana. Quería que Peter fuera más humano, y que me tratara bien. Ahora que
está mostrando signos de ambos, me aquejaba con preguntas sin respuesta. Los
viejos sentimientos se rezumaban por las grietas de la pared que había construido
para mantenerlo fuera.
―Oye, aquí tienes. ―Benjamin se acercó con dos cervezas, y me
entregó una.
―Gracias. ―Me lamí los labios y tomé un sorbo, dejando un
sabor amargo en la lengua y garganta.
Benjamin se pasó los dedos por mi cabello y lo acomodó
detrás de la oreja. Mis músculos se tensaron. Mi invisible metro de espacio
personal había sido violado, y quería alejarme.
¿Por qué? ¿Por qué no
podía querer a este tipo? Estaba frustrada conmigo misma. Él parecía
decente y orientado a objetivos. ¿Por qué no apartaba la basura en mi interior
o me hacía soñar despierta?
Sentí la certeza acercarse a mí, y estaba impotente para
detenerla. No quería a Benjamin. Simple y llanamente. No iba a ser una de esas
chicas tontas de una novela romántica en un triángulo amoroso que no podía
elegir. No es que estuviera en un triángulo amoroso, pero nunca entendí cómo
una chica no puede saber si realmente quiere a un tipo. Podemos estar
confundidos acerca de lo que es bueno para nosotros, pero no sobre lo que
realmente queremos
Y no quería a Benjamin. Eso ya lo sabía.
―¿Era Peter con quien estabas hablando? ―Él hizo un gesto
con su cerveza al otro lado de la hoguera, donde Peter se reía con un par de
chicos de la escuela.
―Sí. ―Tomé otro sorbo.
Benjamin exhaló una risa y tomó un trago de su cerveza.
―Todavía no eres grande para dar información, ¿verdad?
―Oh, no fue nada. Yo estaba buscando Cande, y pensé que
habían venidos juntos.
―Ella está jugando, ¿eh? ―comentó más que preguntó.
―¿Qué quieres decir? ―dije a la defensiva. Cande y yo no nos
habíamos enfatizado últimamente, pero ella era mi mejor amiga.
―Pasar de Vico a Peter, y de nuevo a Vico. Los he visto
después de la carrera. Se veían muy cerca.
―¿Dos chicos quiere decir que ella juega? ―En realidad
estaba aliviada de que se hubiera alejado de Peter, pero no me gustaba que Benjamin
o cualquier otra persona sacara conclusiones acerca de ella.
Benjamin me dio una mirada contrita y cambió de tema.
Claramente, fue lo suficientemente inteligente como para saber que no debería
ir por allí.
―Bueno, lo hiciste genial esta noche. La escuela va a estar
hablando de ello por un tiempo. Parece que anoté el premio gordo. ―Benjamin
pasó un brazo alrededor de mí y me llevó alrededor de la hoguera.
¿El premio gordo? ¿Qué
se suponía que significaba eso?
Benjamin y yo circulamos entre los diferentes grupos de sus
amigos, entre él corriendo ida y vuelta al barril por cerveza. Habiendo tomado
dos sorbos de mi cerveza la dejé. A pesar de mis mejores insinuaciones a Benjamin
de que tenía que estar en casa pronto, él estaba en su cuarta cerveza, y sabía
que no iba a ser capaz de conducir. Estaba empezando a preguntarme cómo iría a
casa.
Había visto a Cande y a Vico hace una media hora, sentados
en una roca conversando. O más bien, Vico hablaba mientras Cande escuchaba y
chillaba un poco. La conversación parecía intensa e importante por la forma en
que sus cabezas estaban juntas, por lo que había optado por dejarlos solos.
Mientras trataba de ignorar la sensación de la presencia de
Peter, me encontré incapaz de evitar buscarlo. Lo había visto charlando con sus
amigos, y la última vez que miré, Martina tenía la cara enterrada en su cuello.
Ella se veía vulgar en su corto y ajustado vestido negro y zapatos de tacón.
¿Quién llevaba tacones a la playa? Ni siquiera una playa real, tampoco, sino
una orilla rocosa y barro.
Para mi alegría, él parecía tan interesado en ella como si
fuera un plato de nabos. Le robé bastantes miradas y lo vi tratando de
quitársela de encima un par de veces. Ella finalmente captó la indirecta y se
alejó con un puchero.
Peter atrapó mis ojos más de una vez, pero siempre rompí el
contacto de inmediato. Las imágenes de la otra noche mezcladas con su
penetrante mirada ahumada crearon una necesidad palpitante dentro de mí.
Dejé escapar un suspiro áspero. Es sin duda el momento de
salir de aquí.
Echando un vistazo a mi reloj, me encontré con Benjamin en
su camino de regreso desde el barril.
―Oye, me tengo que ir ahora. Tengo una carrera en la mañana
―le recordé.
Las cejas de Benjamin levantaron con sorpresa.
―Oh, vamos. No es más que once y media. ―El lloriqueo fue un
shock, y definitivamente fue apagado―. Podemos quedarnos un poco más de tiempo
―dijo.
―Lo siento, Benjamin. Por eso me ofrezco a ir conduciendo yo
misma a mi casa. La verdad es que me tengo que ir.
Con mi mejor sonrisa de disculpa, me mantuve firme. No tenía
miedo de lo que pensaba, porque sabía que esto era probablemente nuestra última
cita. La chispa no estaba allí, y aparte de las carreras, habría estado más
contenta en casa con un libro esta noche.
―Vamos a quedarnos otra media hora. ― Trató de empujar su
cerveza hacia mí como si conseguirme emborrachar fuera la respuesta, pero se
terminó balanceándose a un lado y tuvo que agarrarse de mi brazo por apoyo.
―No estás bien para conducir ―señalé―. Te puedo dejar en tu
casa, y puedes recoger tu auto en mi casa mañana.
―No, no. ―Levantó las manos―. Voy a terminarlo ahora y
estaré listo en segundos. Estaremos en camino pronto.
―Bueno, no debes conducir. No, en absoluto. ―Aparté mis
ojos, en reprobación.
―Puedo cuidarme, Lali ―afirmó Benjamin―. Si quieres irte
ahora, entonces tendrá que encontrar otro aventón. Si quieres salir conmigo,
voy a estar listo en un rato.
¿¡Qué?! ¿Cuánto tiempo
es “un rato”?
Esto se estaba volviendo ridículo, y mi paciencia se
agotaba. Él había dicho que podríamos marcharnos a las 11:30, y le había tomado
la palabra.
Benjamin tiró de mi brazo para llevarme de vuelta a la
hoguera, pero le di un tirón para liberarme y me alejé. Él no dijo una palabra
más, así que supuse que seguiría su camino sin mí.
Tenía que llegar a casa, y Benjamin ya no me llevaría. ¿Este
era el escenario que había estado ansiosa por formar parte? Benjamin y sus
amigos estaban tan interesantes como cereales, las chicas no tenían ningún otro
interés que no fueran tiendas y maquillaje, y los chicos de aquí me dieron el
impulso de desinfectar mis ojos después de ver la forma en que me miraban.
Después de un barrido rápido de la zona, averigüe que Cande
ya se había ido. Saqué el teléfono de mi bolso y le marqué de todos modos. No
hubo respuesta.
Mirando alrededor por la compañera de equipo de
cross-country que había visto antes, me di cuenta de que tampoco estaba a la
vista. La única otra opción era llamar a mi abuela, quien temí iba a despertar
a esta hora, pero al menos ella iba estar contenta de saber que la llamaba por
un viaje seguro.
Torcí mis labios decepcionada cuando mi abuela no contestó
su teléfono, tampoco. No era inusual, ya que a menudo se olvidada de llevar su
teléfono a la cama. Y gracias a la comodidad de los teléfonos celulares,
habíamos desconectado nuestro teléfono fijo hace años.
Impresionante.
Mis únicas opciones en este punto eran esperar a Benjamin y
convencerlo de que me dejara conducir o ir de excursión al estacionamiento y
pedir a alguien que conociera a que me diera un aventón.
Benjamin podría ir a orinar encima de un árbol.
Caminé con dificultad por las rocas y en el bosque deambulé
hasta al claro cerca de la carretera donde todos estacionaron.
Sin linterna disponible, usé la pantalla de mi teléfono
celular para alumbrar un poco mi camino. Era un camino recto, pero estaba lleno
de palos y troncos. Los árboles ya habían comenzado a perder sus hojas, pero la
lluvia que habíamos recibido este otoño había guardado toda lo húmeda y
blandura. Gotas salpicaron mis tobillos cuando pisé muy fuerte en el follaje
mojado, y algunas ramas desnudas que rozaran en mi piel, me causando escozor.
―Bueno, mira lo que encontré.
Di un salto, sorprendida en la tranquilidad que me rodeaba.
Buscando, me estremecí al ver a Nate Deitrich... que me miraba siempre como
mierda.
Parecía que venía de donde yo estaba tratando de ir, y ahora
me bloqueaba el camino.
―Es el destino, Lali ―rimó su voz cantarina.
―¡Fuera de mi camino, Nate. ―Me acerqué a él lentamente,
pero no se movió. Traté de ir a su alrededor, pero sus manos se dispararon a
agarrar mi cintura y me atrajo hacia él. Mis músculos se tensaron, y mis manos
se cerraron en puños.
―Shh ―imploró Nate cuando traté de apartarme. Su respiración
haciendo eco en mi oído, y apestaba a alcohol―. Lali, te he querido durante
mucho tiempo. Ya lo sabes. ¿Qué tal si te apiadas de mi miseria, y dejas que te
lleve a casa? ―Tenía la nariz en mi cabello, y sus manos bajó a mi culo. Me
puse rígida.
―Basta ―supliqué y traté de poner mi rodilla entre sus
piernas. Pero parecía que anticipó mis movimientos, porque sus piernas estaban
demasiado juntas.
Nate se sacudió de risa. Amasándome el culo, me susurró:
―¡Oh, conozco tus trucos, Lali! Dejar de luchar. Te puedo
tomar aquí en el suelo ahora mismo si quisiera.
Sus labios se aplastaran en los míos, y el sabor ácido del vómito
se elevó en mi garganta.
Le mordí el labio inferior, lo suficiente fuerte para que
mis dientes de abajo sintieran mis dientes de arriba a través de la piel. Él
gruñó y me soltó, escarbando en la boca para comprobar si había sangre.
Agarrando el spray pimienta de mi bolso que tanto mi padre
insistió en que mantuviera ahí, le tiré a los ojos. Él gritó y se tambaleó
hacia atrás mientras sus manos cubrían su rostro. Finalmente llevé mi rodilla
entre sus piernas, y le vi encogerse en el suelo, quitando el agarre de mi
camiseta mientras caía.
¡Corre! ¡Sólo tiene
que correr!, me grité.
Pero no. Me
incliné sobre él cuando dejó escapar los alaridos de dolor.
―¿Por qué los chicos de nuestra escuela son tan idiotas?
Con una mano cubriendo los ojos y la otra mano agarrando su
entrepierna.
―¡Mierda! ¡Maldita perra! ―gimió Nate mientras trataba de
abrir los ojos.
―¡Mariana! ―La voz de Peter resonó detrás de mí, y mis
hombros se sacudieran antes de que me volteara. Con ojos llenos de furia
volando entre Nate y yo, Peter estaba tan rígido como un león al acecho.
Dejó
escapar un soplo de respiración entre sus labios y sus manos en puños
apretadas. Vi su ojos se movieren a mi hombro, donde la correa de mi top yacía
tirado hacia adelante, donde había sido arrancado―. ¿Te hizo daño? ―preguntó de
manera uniforme, pero tenía los labios apretados, y sus ojos eran crueles.
―Lo intentó. ―Cubrí mi hombro donde estaba expuesta mi
piel―. Estoy bien. ―Mi voz fue cortante. La última cosa que quería esta noche
era jugar a la damisela en apuros para Peter.
Desabotonando el botón negro de arriba, Peter me la tiró
mientras me adelantaba en el camino.
―Ponte esto. Ahora.
Agarrando la camisa cuando me golpeó en la cara, una parte
de mí quería aventarla de regreso. Aunque Peter y yo habíamos encontrado un
terreno común durante la carrera, eso no significaba que quería o necesitaba su
ayuda.
Sin embargo, estaba expuesta, con frío, y sin humor para
llamar la atención. Deslizándome en la camisa, el calor del cuerpo de Peter
calentó mis brazos y el pecho. Los puños cayeron debajo de mis manos, y cuando
los alcé para que la calidez cubriera mis mejillas frías, podía oler su aroma
de hombre. El almizcle híbrido y olor de neumáticos casi hizo que mis pulmones
estallaran mientras trataba de respirar profundamente el aroma.
―Tienes una pobre puta memoria, Dietrich. ¿Qué te dije?
―Peter se agachó para gruñir en el rostro de Nate. Agarró un puñado de la
camisa en su pecho y lo tiró en posición vertical antes de asentarle un fuerte
golpe en el estómago.
Mis ojos malditamente cerca se abrieran saltones con el
ataque de Peter. La inclinación del cuerpo de Nate con el golpe me recordó a la
arcilla de moldear y no sería el mismo por un tiempo. Sus jadeos, mientras
trataba de recuperar el aliento, sonaban como un cruce entre un fumador y el
gorgoteo de un zombi.
Peter utilizó su mano izquierda para sujetarlo alrededor del
cuello mientras lo apoyaba a un árbol. Con su puño derecho entregó golpe tras
golpe en el rostro de Nate. Mis rodillas empezaron a ceder cuando vi a Peter
exprimir el cuello de Nate hasta que sus nudillos se pusieron blancos.
Para, Peter.
Siguió dando puñetazos hasta que la sangre goteaba de los
ojos y de la nariz de Nate.
Cuando no mostró ningún signo de parar, di un paso hacia
adelante.
―¡Para! ¡Peter, para! ―grité, mi voz firme más alta que los
gruñidos y jadeos de Nate.
Peter cesó su asalto, pero de inmediato agarró a Nate por el
hueco de su codo y lo tiró al suelo.
―Esto no ha terminado ―aseguró al ensangrentado y arrugado
lío en el suelo.
¿Qué estaba haciendo?
Peter se dio la vuelta para afrontarme, con el pecho
subiendo y bajando pesadamente con su respiración. El esfuerzo hizo su cuerpo
parecer agobiado con los hombros caídos, pero sus ojos seguían viciosos. Me
miró con una mezcla de cansancio y furia.
―Te voy a llevar a casa. ―Se volvió a caminar por la trilla,
sin siquiera ver si yo lo seguía.
¡Llevarme a casa! Sí, ¿entonces podía sentirse como el gran
héroe?
Dejar que Peter sintiera que me había sacado de una
situación que tiene el control de cortarme el orgullo. Jodete.
―No, gracias. Tengo un aventón ―escupí la mentira antes de
dejarlo que me haga algún favor.
―Tu aventón ―Peter se volvió hacia mí con disgusto―, está
borracho. Ahora, a menos que desees despertar a tu pobre abuela para que salga
en el medio de la nada para recogerte porque tu cita se emborrachó, y casi
conseguir ser violada, estoy seguro que va a hacer maravillas para que tu padre
confíe en dejarte sola, por cierto, por lo tanto metete en el maldito auto,
Lali.
Y se volvió para alejarse, sabiendo que lo seguiría.
Wow mas mas
ResponderEliminarLo que se viene me encanta maw
ResponderEliminarMore more more please
ResponderEliminarSubi artos me encanta es buenisisima
ResponderEliminarQueeeeee ay peter is,siudjsodjjdjd
ResponderEliminarTengo adiccion por esta novela muy buena
ResponderEliminarMassssssss
ResponderEliminarK determinante Peter.Como para no hacerle caso...
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