domingo, 25 de mayo de 2014

Capitulo 23

Capitulo 23


No tengo idea cuantos capítulos subiré, quiero subir mas de  5 pero no se si pueda.
                                                                                                                                                   


Maci Feldman me dice una vez Benjamin y yo habíamos llegado a la hoguera.

―¡Eso fue increíble! Mi hermano está tan increíblemente feliz porque ganó aquella apuesta.

Las hogueras se llevaban a cabo en la propiedad de Marcus Hitchens, a orillas del lago de Swansea, prácticamente cada semana, sobre todo después de las carreras y de los juegos de fútbol. En el intenso frío de enero y febrero eran los únicos meses en que poco pasaba, tanto en el lago como en la pista de la granja de Benson.

―Me alegro de haber podido ayudar ―le respondí. Y era verdad. La carrera de esta noche ha sido el mejor momento que había tenido―. Pero sólo gané porque la otra chica no tenía ni idea de cómo manejar un auto manual.

¿Por qué dije eso? Gané esa carrera tanto si la imbécil sabía o no lo que estaba haciendo.

Ella me enganchó el brazo, mientras que Benjamin tenía su mano alrededor de mi cintura. Los demás se acercaron a saludarnos, ya sea para decir “hola” a Benjamin o para felicitarme.

―Bueno, por mi parte, me encantaría verte correr de nuevo. ¿Y tú, Benjamin? ―Maci se dirigió a mi cita cuando él volvió la atención de sus compañeros de fútbol.

―Creo que soy un tipo con suerte. ―Él me miró detenidamente de arriba abajo, y esto no evitó que me percatara de la forma en que evadió la pregunta. Me pregunté si lo avergonzaba tener a su cita haciendo algo con los chicos en lo que por lo general sólo ellos participaban.

Como ya eran las diez y media, me comprometí a permanecer durante una hora antes de que Benjamin me llevara a casa. Con la reunión en la mañana, tenía que ir a casa y descansar, me gustara o no.

―Gran carrera la de esta noche, Lali. ―Rocio Igarzabal me dio una palmada en el hombro al pasar por mí.

―Gracias ―exhalé, sintiéndome inquieta con la atención.

―¿Estás bien? ―Benjamin se me acercó.

―Absolutamente. ―Me ahogué antes de avanzar hacia los refrescos―. ¿Podemos conseguir algo de beber?

Sostuvo su mano para mantenerme en el lugar.

―Quédate aquí, ya regreso. ―Y se marchó al barril.

Grupos de personas estaban alrededor del fuego o se sentaban en las rocas, mientras que otros circulaban.

 Cande aún no había llegado, que yo pudiera ver, y supuse que llegaría con Peter. Me quedé allí, sintiéndome incómoda con el lugar. Supongo que podría agradecer a Peter por sentirme más cómoda en torno a un pequeño grupo que a mucha gente. Debido a él, nunca me habían invitado a estas cosas.

Sacudí la cabeza un poco para aclarar mis pensamientos. Tenía que dejar de echarle la culpa. Era su culpa que yo hubiera estado en la lista negra en el pasado, pero no fue su culpa que yo lo aceptara. Esto pesaba sobre mí ahora.

Mirando hacia el grupo de chicas risueñas cerca del agua, noté una de mi equipo de cross-country.

―A la mierda. ―Me encogí de hombros y decidí zambullirme. Di un paso hacia el grupo cuando una voz me detuvo.

―¿A la mierda qué?

Mi cuerpo todo se puso piel de gallina cuando me di vuelta para afrontar a Peter. Sostenía una taza en una mano y el teléfono en la otra. Parecía estar enviando un texto mientras esperaba mi respuesta. Se puso el teléfono en el bolsillo trasero y levantó los ojos hacia mí.

Los vellos de mis brazos se sentían electrizados con estática como si fueran atraídos hacia él. Frotando las manos por los brazos, me volví hacia el fuego, tratando de ignorarlo. Todavía no estaba segura de dónde estábamos. No éramos amigos, pero ya no éramos enemigos tampoco. Y tener una conversación normal aún estaba fuera de cuestión.

―Tienes frío. ―Peter se detuvo a mi lado―. ¿Cande todavía tiene tu chaqueta?

Suspiré, sin saber lo que estaba causando mi molestia en este momento. Tal vez era porque cada vez que Peter estaba a mi alrededor, los nervios de mi cuerpo se ablandaban pulsando calor, mientras que Benjamin me hacía tener ganas de acurrucarme en el sofá a ver American Idol.

Peter probablemente nunca veía la televisión. Demasiado mundana la actividad.

Además, me pareció ridículo que Peter actuara preocupado de que estuviera con frío cuando a principios de esta semana me había dicho que no le importaba si vivía o moría. Él no se había disculpado por nada, y no podía olvidarme de esto.

―Bueno, ella estaba usando mi chaqueta cuando la trajiste aquí, ¿no es cierto? ―Mi comentario insolente fue recibido con una sonrisa.

―Ella no vino conmigo. Es más, incluso no sé si está aquí todavía. ―Volvió la cabeza y me miró fijamente.

―¿Qué quieres decir? Dejaste la carrera sin ella, ¿no es así?

―No, ella agarró un paseo con Vico. Vine aquí solo. ―El tono de voz bajo y ronco de Peter se coló sobre mí y me defendí con una risa al oír sus últimas palabras.

Parecía que Cande y Vico estaban en el camino de la reconciliación.

Me aclaré la garganta.

―¿Y eso te pareció bien? ―le pregunté.

―¿Por qué no lo estaría? ―me preguntó a quemarropa, con una expresión confusa en su rostro.

Por supuesto. ¿En qué estaba pensando? Peter no salía en citas, y no había manera de que invirtiera en Cande. Busqué en el pequeño bolso que descansaba en mi cadera y agarré mi teléfono.

―Si la veo, le diré que te encuentre. ―Peter empezó a alejarse, pero se detuvo después de unos pasos y se volvió hacia mí―. Voy a necesitar nuevamente el fósil. ―Hizo un gesto hacia el collar alrededor de mi cuello.

Me di cuenta de que estaba hablando de su amuleto de la buena suerte.

―No va a suceder. ―Y puse toda la atención a mi teléfono
.
―Oh, Lali. Siempre consigo lo que quiero. ―Su tono bajo y coqueto me congeló. Mis dedos se detuvieron por encima de la pantalla de mi celular como si me hubiera olvidado de repente de cómo enviar un texto. 

Alcé la vista a tiempo para verlo sonreír y marcharse.

Lo vi dirigirse donde estaban Agustin y otros miembros de su equipo, y me quedé más perpleja ahora de lo que estaba a principios de esta semana. Quería que Peter fuera más humano, y que me tratara bien. Ahora que está mostrando signos de ambos, me aquejaba con preguntas sin respuesta. Los viejos sentimientos se rezumaban por las grietas de la pared que había construido para mantenerlo fuera.

―Oye, aquí tienes. ―Benjamin se acercó con dos cervezas, y me entregó una.

―Gracias. ―Me lamí los labios y tomé un sorbo, dejando un sabor amargo en la lengua y garganta.
Benjamin se pasó los dedos por mi cabello y lo acomodó detrás de la oreja. Mis músculos se tensaron. Mi invisible metro de espacio personal había sido violado, y quería alejarme.

¿Por qué? ¿Por qué no podía querer a este tipo? Estaba frustrada conmigo misma. Él parecía decente y orientado a objetivos. ¿Por qué no apartaba la basura en mi interior o me hacía soñar despierta?

Sentí la certeza acercarse a mí, y estaba impotente para detenerla. No quería a Benjamin. Simple y llanamente. No iba a ser una de esas chicas tontas de una novela romántica en un triángulo amoroso que no podía elegir. No es que estuviera en un triángulo amoroso, pero nunca entendí cómo una chica no puede saber si realmente quiere a un tipo. Podemos estar confundidos acerca de lo que es bueno para nosotros, pero no sobre lo que realmente queremos

Y no quería a Benjamin. Eso ya lo sabía.

―¿Era Peter con quien estabas hablando? ―Él hizo un gesto con su cerveza al otro lado de la hoguera, donde Peter se reía con un par de chicos de la escuela.

―Sí. ―Tomé otro sorbo.

Benjamin exhaló una risa y tomó un trago de su cerveza.

―Todavía no eres grande para dar información, ¿verdad?

―Oh, no fue nada. Yo estaba buscando Cande, y pensé que habían venidos juntos.

―Ella está jugando, ¿eh? ―comentó más que preguntó.

―¿Qué quieres decir? ―dije a la defensiva. Cande y yo no nos habíamos enfatizado últimamente, pero ella era mi mejor amiga.

―Pasar de Vico a Peter, y de nuevo a Vico. Los he visto después de la carrera. Se veían muy cerca.

―¿Dos chicos quiere decir que ella juega? ―En realidad estaba aliviada de que se hubiera alejado de Peter, pero no me gustaba que Benjamin o cualquier otra persona sacara conclusiones acerca de ella.

Benjamin me dio una mirada contrita y cambió de tema. Claramente, fue lo suficientemente inteligente como para saber que no debería ir por allí.

―Bueno, lo hiciste genial esta noche. La escuela va a estar hablando de ello por un tiempo. Parece que anoté el premio gordo. ―Benjamin pasó un brazo alrededor de mí y me llevó alrededor de la hoguera.

¿El premio gordo? ¿Qué se suponía que significaba eso?

Benjamin y yo circulamos entre los diferentes grupos de sus amigos, entre él corriendo ida y vuelta al barril por cerveza. Habiendo tomado dos sorbos de mi cerveza la dejé. A pesar de mis mejores insinuaciones a Benjamin de que tenía que estar en casa pronto, él estaba en su cuarta cerveza, y sabía que no iba a ser capaz de conducir. Estaba empezando a preguntarme cómo iría a casa.

Había visto a Cande y a Vico hace una media hora, sentados en una roca conversando. O más bien, Vico hablaba mientras Cande escuchaba y chillaba un poco. La conversación parecía intensa e importante por la forma en que sus cabezas estaban juntas, por lo que había optado por dejarlos solos.

Mientras trataba de ignorar la sensación de la presencia de Peter, me encontré incapaz de evitar buscarlo. Lo había visto charlando con sus amigos, y la última vez que miré, Martina tenía la cara enterrada en su cuello. Ella se veía vulgar en su corto y ajustado vestido negro y zapatos de tacón. ¿Quién llevaba tacones a la playa? Ni siquiera una playa real, tampoco, sino una orilla rocosa y barro.

Para mi alegría, él parecía tan interesado en ella como si fuera un plato de nabos. Le robé bastantes miradas y lo vi tratando de quitársela de encima un par de veces. Ella finalmente captó la indirecta y se alejó con un puchero.

Peter atrapó mis ojos más de una vez, pero siempre rompí el contacto de inmediato. Las imágenes de la otra noche mezcladas con su penetrante mirada ahumada crearon una necesidad palpitante dentro de mí.

Dejé escapar un suspiro áspero. Es sin duda el momento de salir de aquí.

Echando un vistazo a mi reloj, me encontré con Benjamin en su camino de regreso desde el barril.

―Oye, me tengo que ir ahora. Tengo una carrera en la mañana ―le recordé.

Las cejas de Benjamin levantaron con sorpresa.

―Oh, vamos. No es más que once y media. ―El lloriqueo fue un shock, y definitivamente fue apagado―. Podemos quedarnos un poco más de tiempo ―dijo.

―Lo siento, Benjamin. Por eso me ofrezco a ir conduciendo yo misma a mi casa. La verdad es que me tengo que ir.

Con mi mejor sonrisa de disculpa, me mantuve firme. No tenía miedo de lo que pensaba, porque sabía que esto era probablemente nuestra última cita. La chispa no estaba allí, y aparte de las carreras, habría estado más contenta en casa con un libro esta noche.

―Vamos a quedarnos otra media hora. ― Trató de empujar su cerveza hacia mí como si conseguirme emborrachar fuera la respuesta, pero se terminó balanceándose a un lado y tuvo que agarrarse de mi brazo por apoyo.

―No estás bien para conducir ―señalé―. Te puedo dejar en tu casa, y puedes recoger tu auto en mi casa mañana.

―No, no. ―Levantó las manos―. Voy a terminarlo ahora y estaré listo en segundos. Estaremos en camino pronto.

―Bueno, no debes conducir. No, en absoluto. ―Aparté mis ojos, en reprobación.

―Puedo cuidarme, Lali ―afirmó Benjamin―. Si quieres irte ahora, entonces tendrá que encontrar otro aventón. Si quieres salir conmigo, voy a estar listo en un rato.

¿¡Qué?! ¿Cuánto tiempo es “un rato”?

Esto se estaba volviendo ridículo, y mi paciencia se agotaba. Él había dicho que podríamos marcharnos a las 11:30, y le había tomado la palabra.

Benjamin tiró de mi brazo para llevarme de vuelta a la hoguera, pero le di un tirón para liberarme y me alejé. Él no dijo una palabra más, así que supuse que seguiría su camino sin mí.

Tenía que llegar a casa, y Benjamin ya no me llevaría. ¿Este era el escenario que había estado ansiosa por formar parte? Benjamin y sus amigos estaban tan interesantes como cereales, las chicas no tenían ningún otro interés que no fueran tiendas y maquillaje, y los chicos de aquí me dieron el impulso de desinfectar mis ojos después de ver la forma en que me miraban.

Después de un barrido rápido de la zona, averigüe que Cande ya se había ido. Saqué el teléfono de mi bolso y le marqué de todos modos. No hubo respuesta.

Mirando alrededor por la compañera de equipo de cross-country que había visto antes, me di cuenta de que tampoco estaba a la vista. La única otra opción era llamar a mi abuela, quien temí iba a despertar a esta hora, pero al menos ella iba estar contenta de saber que la llamaba por un viaje seguro.

Torcí mis labios decepcionada cuando mi abuela no contestó su teléfono, tampoco. No era inusual, ya que a menudo se olvidada de llevar su teléfono a la cama. Y gracias a la comodidad de los teléfonos celulares, habíamos desconectado nuestro teléfono fijo hace años.

Impresionante.

Mis únicas opciones en este punto eran esperar a Benjamin y convencerlo de que me dejara conducir o ir de excursión al estacionamiento y pedir a alguien que conociera a que me diera un aventón.
Benjamin podría ir a orinar encima de un árbol.

Caminé con dificultad por las rocas y en el bosque deambulé hasta al claro cerca de la carretera donde todos estacionaron.

Sin linterna disponible, usé la pantalla de mi teléfono celular para alumbrar un poco mi camino. Era un camino recto, pero estaba lleno de palos y troncos. Los árboles ya habían comenzado a perder sus hojas, pero la lluvia que habíamos recibido este otoño había guardado toda lo húmeda y blandura. Gotas salpicaron mis tobillos cuando pisé muy fuerte en el follaje mojado, y algunas ramas desnudas que rozaran en mi piel, me causando escozor.

―Bueno, mira lo que encontré.

Di un salto, sorprendida en la tranquilidad que me rodeaba. Buscando, me estremecí al ver a Nate Deitrich... que me miraba siempre como mierda.

Parecía que venía de donde yo estaba tratando de ir, y ahora me bloqueaba el camino.

―Es el destino, Lali ―rimó su voz cantarina.

―¡Fuera de mi camino, Nate. ―Me acerqué a él lentamente, pero no se movió. Traté de ir a su alrededor, pero sus manos se dispararon a agarrar mi cintura y me atrajo hacia él. Mis músculos se tensaron, y mis manos se cerraron en puños.

―Shh ―imploró Nate cuando traté de apartarme. Su respiración haciendo eco en mi oído, y apestaba a alcohol―. Lali, te he querido durante mucho tiempo. Ya lo sabes. ¿Qué tal si te apiadas de mi miseria, y dejas que te lleve a casa? ―Tenía la nariz en mi cabello, y sus manos bajó a mi culo. Me puse rígida.

―Basta ―supliqué y traté de poner mi rodilla entre sus piernas. Pero parecía que anticipó mis movimientos, porque sus piernas estaban demasiado juntas.

Nate se sacudió de risa. Amasándome el culo, me susurró:

―¡Oh, conozco tus trucos, Lali! Dejar de luchar. Te puedo tomar aquí en el suelo ahora mismo si quisiera.
Sus labios se aplastaran en los míos, y el sabor ácido del vómito se elevó en mi garganta.

Le mordí el labio inferior, lo suficiente fuerte para que mis dientes de abajo sintieran mis dientes de arriba a través de la piel. Él gruñó y me soltó, escarbando en la boca para comprobar si había sangre.

Agarrando el spray pimienta de mi bolso que tanto mi padre insistió en que mantuviera ahí, le tiré a los ojos. Él gritó y se tambaleó hacia atrás mientras sus manos cubrían su rostro. Finalmente llevé mi rodilla entre sus piernas, y le vi encogerse en el suelo, quitando el agarre de mi camiseta mientras caía.

¡Corre! ¡Sólo tiene que correr!, me grité.

Pero no. Me incliné sobre él cuando dejó escapar los alaridos de dolor.

―¿Por qué los chicos de nuestra escuela son tan idiotas?

Con una mano cubriendo los ojos y la otra mano agarrando su entrepierna.

―¡Mierda! ¡Maldita perra! ―gimió Nate mientras trataba de abrir los ojos.

―¡Mariana! ―La voz de Peter resonó detrás de mí, y mis hombros se sacudieran antes de que me volteara. Con ojos llenos de furia volando entre Nate y yo, Peter estaba tan rígido como un león al acecho.
 Dejó escapar un soplo de respiración entre sus labios y sus manos en puños apretadas. Vi su ojos se movieren a mi hombro, donde la correa de mi top yacía tirado hacia adelante, donde había sido arrancado―. ¿Te hizo daño? ―preguntó de manera uniforme, pero tenía los labios apretados, y sus ojos eran crueles.

―Lo intentó. ―Cubrí mi hombro donde estaba expuesta mi piel―. Estoy bien. ―Mi voz fue cortante. La última cosa que quería esta noche era jugar a la damisela en apuros para Peter.

Desabotonando el botón negro de arriba, Peter me la tiró mientras me adelantaba en el camino.

―Ponte esto. Ahora.

Agarrando la camisa cuando me golpeó en la cara, una parte de mí quería aventarla de regreso. Aunque Peter y yo habíamos encontrado un terreno común durante la carrera, eso no significaba que quería o necesitaba su ayuda.

Sin embargo, estaba expuesta, con frío, y sin humor para llamar la atención. Deslizándome en la camisa, el calor del cuerpo de Peter calentó mis brazos y el pecho. Los puños cayeron debajo de mis manos, y cuando los alcé para que la calidez cubriera mis mejillas frías, podía oler su aroma de hombre. El almizcle híbrido y olor de neumáticos casi hizo que mis pulmones estallaran mientras trataba de respirar profundamente el aroma.

―Tienes una pobre puta memoria, Dietrich. ¿Qué te dije? ―Peter se agachó para gruñir en el rostro de Nate. Agarró un puñado de la camisa en su pecho y lo tiró en posición vertical antes de asentarle un fuerte golpe en el estómago.

Mis ojos malditamente cerca se abrieran saltones con el ataque de Peter. La inclinación del cuerpo de Nate con el golpe me recordó a la arcilla de moldear y no sería el mismo por un tiempo. Sus jadeos, mientras trataba de recuperar el aliento, sonaban como un cruce entre un fumador y el gorgoteo de un zombi.

Peter utilizó su mano izquierda para sujetarlo alrededor del cuello mientras lo apoyaba a un árbol. Con su puño derecho entregó golpe tras golpe en el rostro de Nate. Mis rodillas empezaron a ceder cuando vi a Peter exprimir el cuello de Nate hasta que sus nudillos se pusieron blancos.

Para, Peter.

Siguió dando puñetazos hasta que la sangre goteaba de los ojos y de la nariz de Nate.

Cuando no mostró ningún signo de parar, di un paso hacia adelante.

―¡Para! ¡Peter, para! ―grité, mi voz firme más alta que los gruñidos y jadeos de Nate.
Peter cesó su asalto, pero de inmediato agarró a Nate por el hueco de su codo y lo tiró al suelo.

―Esto no ha terminado ―aseguró al ensangrentado y arrugado lío en el suelo.

¿Qué estaba haciendo?

Peter se dio la vuelta para afrontarme, con el pecho subiendo y bajando pesadamente con su respiración. El esfuerzo hizo su cuerpo parecer agobiado con los hombros caídos, pero sus ojos seguían viciosos. Me miró con una mezcla de cansancio y furia.

―Te voy a llevar a casa. ―Se volvió a caminar por la trilla, sin siquiera ver si yo lo seguía.

¡Llevarme a casa! Sí, ¿entonces podía sentirse como el gran héroe?

Dejar que Peter sintiera que me había sacado de una situación que tiene el control de cortarme el orgullo. Jodete.

―No, gracias. Tengo un aventón ―escupí la mentira antes de dejarlo que me haga algún favor.

―Tu aventón ―Peter se volvió hacia mí con disgusto―, está borracho. Ahora, a menos que desees despertar a tu pobre abuela para que salga en el medio de la nada para recogerte porque tu cita se emborrachó, y casi conseguir ser violada, estoy seguro que va a hacer maravillas para que tu padre confíe en dejarte sola, por cierto, por lo tanto metete en el maldito auto, Lali.


Y se volvió para alejarse, sabiendo que lo seguiría.

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