domingo, 18 de mayo de 2014

Capitulo 6

Capitulo 6

En una hora subo otroo chicas, sigan leyendo y ojala sigan teniendo un buen fin de semana aunque ya casi acaba.
                                                                                                                                                        


El resto del día se desarrolló como en un momento surrealista tras otro. Tuve que decirme a mí misma constantemente que estaba en un sueño y esto no era realmente el primer día de clases. He recibido un montón de admiración por mi pelea en el almuerzo, y sentí como si está no podría ser realmente mi vida.
Después de que mi adrenalina se disipara, se me ocurrió que había golpeado a otro estudiante en la escuela.

 Podría meterme en problemas, ―un montón de problemas― por eso. Cada anuncio o golpe en la puerta de la clase tenía mis manos temblando.

Le envié un mensaje a Cande después de salir de la cafetería, y me disculpé por dejarla plantada. Desde que me escondí en la biblioteca por el resto del almuerzo, tuve tiempo para tratar de averiguar qué demonios estaba pasando conmigo. ¿Por qué no solo me había alejado de Agustin? ¿Había sido divertido darle un rodillazo en las bolas? Sí. Pero últimamente estaba perdiendo el control, y tal vez estaba tomando el consejo de Cande de luchar demasiado literalmente.

―¡Hey, Jackie Chan! ―Maci Feldman, una compañera de mi clase de Gobierno, se sentó a mi lado. Inmediatamente metió la mano en su bolso y sacó un tubo de brillo labial de color rosa, aplicándolo mientras me miraba felizmente.

―¿Jackie Chan? ―Elevé mis cejas, saqué una nueva libreta de mi bolsa de mensajero.

―Ese es uno de los nuevos apodos. Los otros son Súper Perra y Destructora de Bolas. Me gusta Jackie Chan. ―Chasqueó los labios y deslizó el brillo de nuevo en su bolso.

―Me gusta Súper Perra ―murmuré mientras el señor Brimeyer entregaba el plan de estudios con un cuestionario adjunto.

Maci susurró:

―Ya sabes, muchas chicas estaban felices con esa escena en la cafetería. Agustin se ha acostado con la mitad de la clase senior, por no hablar de algunas junior, y se merecía lo que le pasó.

Sin saber qué responder, me limité a asentir. No estaba acostumbrada a que la gente esté de mi lado. Mis respuestas a las payasadas de Peter y Agustin podrían haber cambiado, pero mi objetivo de mantener la cabeza centrada en la escuela sigue siendo el mismo. Mi primer día había incluido demasiado drama ya. Si hubiera mantenido mi cabeza agachada, quizá hubiera pasado desapercibida para la mayoría de los casos. 

Pero era casi como si ya no tuviera ganas de estar en silencio, y mis acciones estuvieran invitando a más problemas. ¿Qué estaba haciendo? ¿Y por qué no me detenía?

Poniéndome al día con la señora Lyon después de la escuela, fui capaz de dejar de pensar en los acontecimientos del día. Ella esperaba que hablara totalmente en francés con ella ahora, y me molestaba que el alemán que aprendí durante el verano estuviera poniéndome nerviosa. Me decía cosas como Ich bin bien en lugar de Je suis très bien. Y Danke en lugar de Merci. Pero nos reímos, y no pasó mucho tiempo antes de que pudiera mantener el equilibro.

La entrenadora Robinson nos quería en las gradas antes de las 3:00, así que corrí a cambiarme para la práctica de carrera a campo traviesa. Después de un año fuera, mi lugar en el equipo no existe, pero tenía toda la intención de ganarlo de nuevo.

―¿Has tenido algún contragolpe de lo que pasó en el almuerzo? ―Rocio Igarzabal, nuestra capitana ahora, me preguntó mientras nos dirigíamos a los vestuarios después de la práctica.

―Todavía no. Estoy segura de que va a ocurrir mañana, sin embargo. Esperemos que el decano sea suave conmigo. Nunca he estado en problemas antes ―contesté esperanzadoramente.

―No, me refiero a Agustin. No tienes que preocuparte por el decano. Peter se encargó de eso. ―Me miró mientras caminábamos por el pasillo a nuestros casilleros del gimnasio.
Me quedé helada.

―¿Qué quieres decir?

Abrió la puerta del armario y se detuvo para sonreírme.

―El Sr. Sweeney llego justo después de que te fuiste del comedor preguntando qué pasó. Jared se acercó y dijo que Agustin  se resbaló y cayó en una mesa o una silla... o algo así. ―Rocio se echó a reír.
No pude evitar contenerme tampoco. Era demasiado ridículo.

¿Resbaló y cayó en una mesa?

―¿Y se lo creyó?

―Bueno, probablemente no, pero todo el mundo lo respaldó, así que era poco lo que el Sr. Sweeney podría decir al respecto. ―Empezó a sacudir la cabeza con incredulidad― Y cuando Agustin finalmente se levantó, respaldo la historia, también.

No, no, no. ¡Ellos no salvaron mi trasero!

Hundiéndome, me senté en el banco en el medio del pasillo y planté mi cabeza en mis manos.

―¿Qué pasa? Esta es una buena noticia. ―Se sentó a mi lado y empezó a quitarse los zapatos y los calcetines.

―No, creo que prefiero estar en problemas con el decano que en deuda con esos idiotas. ―No me habrían cubierto, a menos que quisieran administrar el castigo ellos mismos.

―¿No estás aplicando para Columbia? No creo que estén interesados en jóvenes de brillantes mentes científicas que tienen una inclinación a la agresión de chicos. Simplemente estoy diciendo que cualquier cosa es mejor a que esto termine en tu expediente.

Se levantó, terminando de desnudarse, y se dirigió a la ducha con su toalla. Me quedé allí unos momentos, considerando sus últimas palabras. Ella tenía razón. Había mucho por venir para mí si podía mantener los ojos en la pelota. Mis notas eran buenas, hablaba fluido en francés, tenía un año en el extranjero bajo mi cinturón y un montón de actividades extra-curriculares notables. Podría sobrevivir a lo que sea que Peter tenía bajo la manga.

Mi primer día de regreso a Shelburne Falls High School fue más agitado de lo que hubiera querido, pero estaba siendo notada en una manera positiva. Quizá en realidad podría dejar mi último año con unos buenos recuerdos, como el baile de bienvenida y la graduación.
Agarrando mi toalla, me dirigí a las duchas.

El agua caliente caía en cascada por mi espalda, dándome la clase de escalofríos que tienes cuando estas cómoda y disfrutando de algo totalmente placentero. Después de todo el trabajo que el entrenamiento nos dio, acabé tumbada bajo la presión estimulante de la ducha por más tiempo que nadie. Mis músculos estaban exhaustos.

Después de salir envuelta en mi toalla, me uní a las otras chicas en los vestidores, que estaban en su mayoría vestidas y secándose el cabello.

―Fuera. Mariana se queda.

Giré mi cabeza hacia la voz masculina y jadeos audibles. Me enfoqué en Peter... ¡que estaba en el vestuario de chicas! Agarré mi toalla, que todavía estaba envuelta alrededor de mi cuerpo, y tiré de ella más fuerte mientras desesperadamente buscaba alrededor a la entrenadora.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Sus ojos estaban sobre mí mientras hablaba con todo el mundo, y me hizo asquearme con mi sexo al ver cómo todo el mundo se escabulló, dejándome a solas con un chico que no tenía derecho a estar aquí.

―¿Me estás tomando el pelo? ―le espeté mientras sus pasos avanzaban igualando a los míos retirándome.

―Mariana. ―No había usado mi apodo Lali desde que éramos niños―. Quería asegurarme de que tenía tu atención. ¿La tengo? ―Parecía relajado, sus hermosos ojos se clavaron en los míos haciéndome sentir como si no hubiera nadie más en el mundo entero, sólo nosotros.

―Di lo que tengas que decir. Estoy desnuda aquí, y estoy a punto de gritar. Esto es ir demasiado lejos, incluso para ti. ―Me detuve en retirada, pero mi frustración era evidente cuando alcé mi voz y mi respiración se aceleró. Un punto para Peter. Me había sorprendido, y ahora estaba completamente vulnerable. Sin cuerda salvavidas y... sin ropa.

Agarré la toalla en la parte superior de mis pechos con una mano y me abracé con la otra. Todas mis partes importantes estaban cubiertas, pero la toalla cubría hasta justo debajo de mi trasero, dejando la mayor parte de mis piernas al descubierto. Peter entrecerró los ojos en mí antes de que comenzaran a caer hacia abajo... y siguió bajando. Mi mente se arremolinaba y mi rostro enrojecía por el calor mientras continuaba registrándome. Sus tácticas de intimidación eran estelares.

Ninguna sonrisa acompañó a su transgresión. No me jodió con los ojos como Agustin. Su mirada vagabundeaba resistiendo, como si fuera involuntario. Su pecho se movía un poco, y su respiración se volvía más pesada. Un estremecimiento cubrió mi cuerpo, y otra sensación por lo que estaba un poco molesta se asentó entre mis piernas.

Después de unos momentos, su mirada se encontró con la mía de nuevo. Las comisuras de sus labios se alzaron.

―Saboteaste mi fiesta la semana pasada. Y asaltaste a mi amigo. Dos veces. ¿En realidad estás tratando de hacer valer alguna fuerza en esta escuela, Mariana?

―Creo que ya es hora, ¿no? ―dije sorprendiéndome, él ni siquiera parpadeo.

―Por el contrario ―dijo, apoyando su hombro en los casilleros y cruzando sus brazos―, me he mudado a pasatiempos más interesantes que agredirte, lo creas o no. Ha sido un año muy tranquilo sin tu petulante, soy-demasiado-buena-para-todos-los-demás maldita cara por estos pasillos.

Su tono mordaz era noticia vieja, pero sus palabras me cortaron, y apreté los dientes.

Me burlé de él con falsa preocupación.

―¿Qué, está el gran y malo Peter sintiéndote amenazado? ―¿Qué demonios estaba haciendo? Tenía una salida. Él me estaba enfrentando. Debería estar tratando de hablar con él. ¿Por qué no estaba tratando de razonar con él?

En un instante, él se apartó de los armarios e invadió mi espacio. Caminando hacia mí, puso sus manos en las puertas de los casilleros a ambos lados de mi cabeza, con sus ojos mirando hacia mí. De pronto me olvidé de cómo respirar.

―No me toques. ―Había querido gritar, pero salió como un susurro. Incluso con los ojos en suelo, podía sentir el calor de su mirada vapuleándome. Cada nervio de mi cuerpo estaba en estado de alerta por su proximidad, y cada pequeño pelo en mi piel se erizó.

Peter movió la cabeza de lado a lado tratando de atrapar mis ojos, sus labios a centímetros de mi cara.

―Si alguna vez pongo mis manos sobre ti ―dijo en voz baja y ronca―, tú lo querrás. ―Llevó sus labios aún más cerca. El calor de su aliento me tapó la cara―. ¿Lo quieres? ¿Lo deseas, quiero decir?

Lo miré a los ojos y respirándolo. Había algo que iba a decir, pero se me olvidó por completo mientras su esencia invadía mi cerebro. Me gustaba cuando los hombres usaban colonia, pero Peter no llevaba ninguna. Bueno. Impresionante. El idiota simplemente olía a jabón. Delicioso, delicioso, jabón corporal almizcle.

¡Mierda, Lali! Obtener el control.

Su mirada caída vaciló mientras mantenía contacto visual.

―Estoy aburrida ―finalmente logré decir―. ¿Vas a decirme lo que quieres o qué?

―¿Sabes? ―Me miró con curiosidad―. ¿Esta nueva actitud con la que regresaste? Me sorprendió. Solías ser un objetivo bastante aburrido. Todo lo que hacías era huir o llorar. Ahora que tienes algo de lucha en ti. Estaba dispuesto a dejarte en paz este año. Pero ahora... ―Su voz se apagó.

―¿Qué vas a hacer? ¿Ponerme zancadilla en clase? ¿Derramar jugo de naranja en mi camisa? ¿Difundir rumores sobre mí, para que así no tenga citas? ¿O quizás subirás tu juego al acoso cibernético? ―A pesar de eso no era una broma, y de inmediato lamenté darle la idea―. ¿De verdad crees que algo de eso me molestara más? No puedes asustarme.

Debía callarme. ¿Por qué no me estaba callando?

Me observó mientras trataba de controlar mi temperamento. ¿Por qué siempre parece tan tranquilo, tan indiferente? Él nunca gritó o perdió los estribos. Su temperamento estaba bajo control, mientras que mi sangre hervía hasta el punto que me sentí como si pudiera ir por otra ronda con Agustin.

Mis ojos estaban al nivel de la boca mientras se inclinaba lentamente. Uno de sus brazos estirados sobre mi cabeza apoyada en los casilleros para traer su cara a un centímetro de la mía. Una sonrisa atractiva jugaba en sus labios, y tuve un momento difícil para apartar la mirada de su boca.

―¿Crees que eres lo suficientemente fuerte como para enfrentarme? ―Su lento susurro acariciaba mi cara. Si no fuera por sus formidables palabras, su tono podría haberme calmado... o algo así.

Debería haberme alejado, pero quería aparentar confianza manteniéndome firme. Podía devolvérselo tanto como podía tener. Al menos pensaba que podía.

―Adelante. ―Mi mirada se encontró con la suya mientras el rasposo desafío salió de mi garganta.

―¡Mariana Esposito! ―Sacada sorpresivamente del extraño trance que Peter creó, miré hacia arriba para ver a la entrenadora y a la mitad del equipo al final de la fila mirándonos.

―Entrenadora. ―Sabía que había algo que tenía que decir, pero las palabras me fallaron. El horror echó raíces en mi cerebro y lo sostuvo como rehén mientras trataba de buscar una explicación. Peter estaba inclinado hacia mí, hablando íntimamente. No podría haberse visto bien. Algunas de las chicas tenían sus teléfonos fuera, y me encogí ante el sonido de fotografías siendo tomadas. ¡No!

¡Maldita sea!

―Hay otros lugares para que ustedes dos hagan eso ―me habló la entrenadora, pero luego miró a Peter―. ¿Sr.Lanzani? ¡Salga! ―Hablaba entre dientes, y las chicas a su alrededor estaba riendo detrás de sus manos. Nadie miró hacia otro lado.

Peter me atacó con una sonrisa satisfecha antes de salir de los vestuarios, guiñando a algunas chicas que babeaban mientras salía.

La realidad se hundió, y mis ojos se abrieron. ¡Había planeado esto!

―Entrenadora… ―Empecé y jalé la toalla más apretada a mi alrededor.

―Damas ―la entrenadora me interrumpió―, vayan a casa. Nos vemos el miércoles. ¿Lali? Te veré en mi oficina antes de salir. Vístete.

―Sí, señora. ―Mi pulso latía en mis oídos. Nunca había estado en problemas antes, no en la escuela. Me vestí rápidamente y até mi cabello mojado en un moño antes de jalar mi trasero a la oficina de la entrenadora. Sólo unos pocos minutos habían pasado, pero supuse que esas fotos estaban probablemente ya en Internet. Me sequé el sudor de mi frente y tragué la bilis elevándose en mi garganta.

Peter  había caído bajo ―muy bajo― en esta ocasión. Volví a la ciudad preparada para otro año de agravios y vergüenzas, pero me heló los huesos cuando me di cuenta de cómo nuestro intercambio debe haberse visto. Los rumores antes había sido sólo eso, pero ahora había testigos y pruebas a nuestro encuentro.

Mañana, la mitad de la escuela tendría alguna versión de lo que ocurría en esas fotos. Si era afortunada, la historia sería que me había arrojado a él. Si era desafortunada, el rumor sería más sórdido.
Rocio  salió de la oficina de la entrenadora mientras caminaba en esa dirección.

―Hola. ―Ella me detuvo―. Hablé con la entrenadora. Sabe que Peter te tendió una emboscada allí dentro... que no fue invitado. Lo siento, por abandonarte así.

―Gracias. ―El alivio me inundó. Por lo menos mi trasero estaba a salvo de la ira de la entrenadora.

―No hay problema. Por favor, no le digas a nadie que hable por ti. Si la gente supiera que metí a  Peter en problemas, no sería bueno ―explicó Rocio.

―¿Tienes miedo de él? ―Peter tenía mucho poder alrededor de la escuela.

―No. ―Negó―. Peter está bien. Puede ser un idiota si es provocado, pero nunca me ha interesado. Sinceramente, me parece que eres la única que quiere derribar, metafóricamente hablando, por supuesto. ―Los ojos entrecerrados de Rico me hizo pensar que estaba dándole vueltas a algo en su cabeza.

―Sí, bueno. Qué suerte la mía.

―Peter es importante por aquí, así que no quiero que la gente me haga pasar un mal rato por delatarlo. ―Enarcó las cejas mientras esperaba mi comprensión.


Asentí, preguntándome qué demonios hizo Jared para merecer la lealtad de cualquiera.

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