Capitulo 6
En una hora subo otroo chicas, sigan leyendo y ojala sigan teniendo un buen fin de semana aunque ya casi acaba.
El resto del día se desarrolló como en un momento
surrealista tras otro. Tuve que decirme a mí misma constantemente que estaba en
un sueño y esto no era realmente el primer día de clases. He recibido un montón
de admiración por mi pelea en el almuerzo, y sentí como si está no podría ser
realmente mi vida.
Después de que mi adrenalina se disipara, se me ocurrió que
había golpeado a otro estudiante en la escuela.
Podría meterme en problemas,
―un montón de problemas― por eso. Cada anuncio o golpe en la puerta de la clase
tenía mis manos temblando.
Le envié un mensaje a Cande después de salir de la
cafetería, y me disculpé por dejarla plantada. Desde que me escondí en la
biblioteca por el resto del almuerzo, tuve tiempo para tratar de averiguar qué
demonios estaba pasando conmigo. ¿Por qué no solo me había alejado de Agustin?
¿Había sido divertido darle un rodillazo en las bolas? Sí. Pero últimamente
estaba perdiendo el control, y tal vez estaba tomando el consejo de Cande de
luchar demasiado literalmente.
―¡Hey, Jackie Chan! ―Maci Feldman, una compañera de mi clase
de Gobierno, se sentó a mi lado. Inmediatamente metió la mano en su bolso y
sacó un tubo de brillo labial de color rosa, aplicándolo mientras me miraba
felizmente.
―¿Jackie Chan? ―Elevé mis cejas, saqué una nueva libreta de
mi bolsa de mensajero.
―Ese es uno de los nuevos apodos. Los otros son Súper Perra
y Destructora de Bolas. Me gusta Jackie Chan. ―Chasqueó los labios y deslizó el
brillo de nuevo en su bolso.
―Me gusta Súper Perra ―murmuré mientras el señor Brimeyer
entregaba el plan de estudios con un cuestionario adjunto.
Maci susurró:
―Ya sabes, muchas chicas estaban felices con esa escena en
la cafetería. Agustin se ha acostado con la mitad de la clase senior, por no
hablar de algunas junior, y se merecía lo que le pasó.
Sin saber qué responder, me limité a asentir. No estaba
acostumbrada a que la gente esté de mi lado. Mis respuestas a las payasadas de Peter
y Agustin podrían haber cambiado, pero mi objetivo de mantener la cabeza
centrada en la escuela sigue siendo el mismo. Mi primer día había incluido
demasiado drama ya. Si hubiera mantenido mi cabeza agachada, quizá hubiera
pasado desapercibida para la mayoría de los casos.
Pero era casi como si ya no
tuviera ganas de estar en silencio, y mis acciones estuvieran invitando a más
problemas. ¿Qué estaba haciendo? ¿Y por qué no me detenía?
Poniéndome al día con la señora Lyon después de la escuela,
fui capaz de dejar de pensar en los acontecimientos del día. Ella esperaba que
hablara totalmente en francés con ella ahora, y me molestaba que el alemán que
aprendí durante el verano estuviera poniéndome nerviosa. Me decía cosas como
Ich bin bien en lugar de Je suis très bien. Y Danke en lugar de Merci. Pero nos
reímos, y no pasó mucho tiempo antes de que pudiera mantener el equilibro.
La entrenadora Robinson nos quería en las gradas antes de
las 3:00, así que corrí a cambiarme para la práctica de carrera a campo
traviesa. Después de un año fuera, mi lugar en el equipo no existe, pero tenía
toda la intención de ganarlo de nuevo.
―¿Has tenido algún contragolpe de lo que pasó en el
almuerzo? ―Rocio Igarzabal, nuestra capitana ahora, me preguntó mientras nos
dirigíamos a los vestuarios después de la práctica.
―Todavía no. Estoy segura de que va a ocurrir mañana, sin
embargo. Esperemos que el decano sea suave conmigo. Nunca he estado en
problemas antes ―contesté esperanzadoramente.
―No, me refiero a Agustin. No tienes que preocuparte por el
decano. Peter se encargó de eso. ―Me miró mientras caminábamos por el pasillo a
nuestros casilleros del gimnasio.
Me quedé helada.
―¿Qué quieres decir?
Abrió la puerta del armario y se detuvo para sonreírme.
―El Sr. Sweeney llego justo después de que te fuiste del
comedor preguntando qué pasó. Jared se acercó y dijo que Agustin se resbaló y cayó en una mesa o una silla...
o algo así. ―Rocio se echó a reír.
No pude evitar contenerme tampoco. Era demasiado ridículo.
¿Resbaló y cayó en una
mesa?
―¿Y se lo creyó?
―Bueno, probablemente no, pero todo el mundo lo respaldó,
así que era poco lo que el Sr. Sweeney podría decir al respecto. ―Empezó a sacudir
la cabeza con incredulidad― Y cuando Agustin finalmente se levantó, respaldo la
historia, también.
No, no, no. ¡Ellos no
salvaron mi trasero!
Hundiéndome, me senté en el banco en el medio del pasillo y
planté mi cabeza en mis manos.
―¿Qué pasa? Esta es una buena noticia. ―Se sentó a mi lado y
empezó a quitarse los zapatos y los calcetines.
―No, creo que prefiero estar en problemas con el decano que
en deuda con esos idiotas. ―No me habrían cubierto, a menos que quisieran
administrar el castigo ellos mismos.
―¿No estás aplicando para Columbia? No creo que estén
interesados en jóvenes de brillantes mentes científicas que tienen una
inclinación a la agresión de chicos. Simplemente estoy diciendo que cualquier
cosa es mejor a que esto termine en tu expediente.
Se levantó, terminando de desnudarse, y se dirigió a la
ducha con su toalla. Me quedé allí unos momentos, considerando sus últimas
palabras. Ella tenía razón. Había mucho por venir para mí si podía mantener los
ojos en la pelota. Mis notas eran buenas, hablaba fluido en francés, tenía un
año en el extranjero bajo mi cinturón y un montón de actividades
extra-curriculares notables. Podría sobrevivir a lo que sea que Peter tenía
bajo la manga.
Mi primer día de regreso a Shelburne Falls High School fue
más agitado de lo que hubiera querido, pero estaba siendo notada en una manera
positiva. Quizá en realidad podría dejar mi último año con unos buenos
recuerdos, como el baile de bienvenida y la graduación.
Agarrando mi toalla, me dirigí a las duchas.
El agua caliente caía en cascada por mi espalda, dándome la
clase de escalofríos que tienes cuando estas cómoda y disfrutando de algo
totalmente placentero. Después de todo el trabajo que el entrenamiento nos dio,
acabé tumbada bajo la presión estimulante de la ducha por más tiempo que nadie.
Mis músculos estaban exhaustos.
Después de salir envuelta en mi toalla, me uní a las otras
chicas en los vestidores, que estaban en su mayoría vestidas y secándose el
cabello.
―Fuera. Mariana se queda.
Giré mi cabeza hacia la voz masculina y jadeos audibles. Me
enfoqué en Peter... ¡que estaba en el vestuario de chicas! Agarré mi toalla,
que todavía estaba envuelta alrededor de mi cuerpo, y tiré de ella más fuerte
mientras desesperadamente buscaba alrededor a la entrenadora.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Sus ojos estaban sobre mí
mientras hablaba con todo el mundo, y me hizo asquearme con mi sexo al ver cómo
todo el mundo se escabulló, dejándome a solas con un chico que no tenía derecho
a estar aquí.
―¿Me estás tomando el pelo? ―le espeté mientras sus pasos
avanzaban igualando a los míos retirándome.
―Mariana. ―No había usado mi apodo Lali desde que éramos
niños―. Quería asegurarme de que tenía tu atención. ¿La tengo? ―Parecía
relajado, sus hermosos ojos se clavaron en los míos haciéndome sentir como si
no hubiera nadie más en el mundo entero, sólo nosotros.
―Di lo que tengas que decir. Estoy desnuda aquí, y estoy a
punto de gritar. Esto es ir demasiado lejos, incluso para ti. ―Me detuve en
retirada, pero mi frustración era evidente cuando alcé mi voz y mi respiración
se aceleró. Un punto para Peter. Me había sorprendido, y ahora estaba
completamente vulnerable. Sin cuerda salvavidas y... sin ropa.
Agarré la toalla en la parte superior de mis pechos con una
mano y me abracé con la otra. Todas mis partes importantes estaban cubiertas,
pero la toalla cubría hasta justo debajo de mi trasero, dejando la mayor parte
de mis piernas al descubierto. Peter entrecerró los ojos en mí antes de que
comenzaran a caer hacia abajo... y siguió bajando. Mi mente se arremolinaba y
mi rostro enrojecía por el calor mientras continuaba registrándome. Sus
tácticas de intimidación eran estelares.
Ninguna sonrisa acompañó a su transgresión. No me jodió con
los ojos como Agustin. Su mirada vagabundeaba resistiendo, como si fuera
involuntario. Su pecho se movía un poco, y su respiración se volvía más pesada.
Un estremecimiento cubrió mi cuerpo, y otra sensación por lo que estaba un poco
molesta se asentó entre mis piernas.
Después de unos momentos, su mirada se encontró con la mía
de nuevo. Las comisuras de sus labios se alzaron.
―Saboteaste mi fiesta la semana pasada. Y asaltaste a mi
amigo. Dos veces. ¿En realidad estás tratando de hacer valer alguna fuerza en
esta escuela, Mariana?
―Creo que ya es hora, ¿no? ―dije sorprendiéndome, él ni
siquiera parpadeo.
―Por el contrario ―dijo, apoyando su hombro en los
casilleros y cruzando sus brazos―, me he mudado a pasatiempos más interesantes
que agredirte, lo creas o no. Ha sido un año muy tranquilo sin tu petulante,
soy-demasiado-buena-para-todos-los-demás maldita cara por estos pasillos.
Su tono mordaz era noticia vieja, pero sus palabras me
cortaron, y apreté los dientes.
Me burlé de él con falsa preocupación.
―¿Qué, está el gran y malo Peter sintiéndote amenazado? ―¿Qué demonios estaba haciendo? Tenía una
salida. Él me estaba enfrentando. Debería estar tratando de hablar con él. ¿Por
qué no estaba tratando de razonar con él?
En un instante, él se apartó de los armarios e invadió mi
espacio. Caminando hacia mí, puso sus manos en las puertas de los casilleros a
ambos lados de mi cabeza, con sus ojos mirando hacia mí. De pronto me olvidé de
cómo respirar.
―No me toques. ―Había querido gritar, pero salió como un
susurro. Incluso con los ojos en suelo, podía sentir el calor de su mirada
vapuleándome. Cada nervio de mi cuerpo estaba en estado de alerta por su
proximidad, y cada pequeño pelo en mi piel se erizó.
Peter movió la cabeza de lado a lado tratando de atrapar mis
ojos, sus labios a centímetros de mi cara.
―Si alguna vez pongo mis manos sobre ti ―dijo en voz baja y
ronca―, tú lo querrás. ―Llevó sus labios aún más cerca. El calor de su aliento
me tapó la cara―. ¿Lo quieres? ¿Lo deseas, quiero decir?
Lo miré a los ojos y respirándolo. Había algo que iba a
decir, pero se me olvidó por completo mientras su esencia invadía mi cerebro.
Me gustaba cuando los hombres usaban colonia, pero Peter no llevaba ninguna.
Bueno. Impresionante. El idiota simplemente olía a jabón. Delicioso, delicioso,
jabón corporal almizcle.
¡Mierda, Lali! Obtener el control.
Su mirada caída vaciló mientras mantenía contacto visual.
―Estoy aburrida ―finalmente logré decir―. ¿Vas a decirme lo
que quieres o qué?
―¿Sabes? ―Me miró con curiosidad―. ¿Esta nueva actitud con
la que regresaste? Me sorprendió. Solías ser un objetivo bastante aburrido.
Todo lo que hacías era huir o llorar. Ahora que tienes algo de lucha en ti.
Estaba dispuesto a dejarte en paz este año. Pero ahora... ―Su voz se apagó.
―¿Qué vas a hacer? ¿Ponerme zancadilla en clase? ¿Derramar
jugo de naranja en mi camisa? ¿Difundir rumores sobre mí, para que así no tenga
citas? ¿O quizás subirás tu juego al acoso cibernético? ―A pesar de eso no era
una broma, y de inmediato lamenté darle la idea―. ¿De verdad crees que algo de
eso me molestara más? No puedes asustarme.
Debía callarme. ¿Por qué no me estaba callando?
Me observó mientras trataba de controlar mi temperamento.
¿Por qué siempre parece tan tranquilo, tan indiferente? Él nunca gritó o perdió
los estribos. Su temperamento estaba bajo control, mientras que mi sangre
hervía hasta el punto que me sentí como si pudiera ir por otra ronda con
Agustin.
Mis ojos estaban al nivel de la boca mientras se inclinaba
lentamente. Uno de sus brazos estirados sobre mi cabeza apoyada en los
casilleros para traer su cara a un centímetro de la mía. Una sonrisa atractiva
jugaba en sus labios, y tuve un momento difícil para apartar la mirada de su
boca.
―¿Crees que eres lo suficientemente fuerte como para
enfrentarme? ―Su lento susurro acariciaba mi cara. Si no fuera por sus
formidables palabras, su tono podría haberme calmado... o algo así.
Debería haberme alejado, pero quería aparentar confianza
manteniéndome firme. Podía devolvérselo tanto como podía tener. Al menos
pensaba que podía.
―Adelante. ―Mi mirada se encontró con la suya mientras el
rasposo desafío salió de mi garganta.
―¡Mariana Esposito! ―Sacada sorpresivamente del extraño
trance que Peter creó, miré hacia arriba para ver a la entrenadora y a la mitad
del equipo al final de la fila mirándonos.
―Entrenadora. ―Sabía que había algo que tenía que decir,
pero las palabras me fallaron. El horror echó raíces en mi cerebro y lo sostuvo
como rehén mientras trataba de buscar una explicación. Peter estaba inclinado
hacia mí, hablando íntimamente. No podría haberse visto bien. Algunas de las
chicas tenían sus teléfonos fuera, y me encogí ante el sonido de fotografías
siendo tomadas. ¡No!
¡Maldita sea!
―Hay otros lugares para que ustedes dos hagan eso ―me habló
la entrenadora, pero luego miró a Peter―. ¿Sr.Lanzani? ¡Salga! ―Hablaba entre
dientes, y las chicas a su alrededor estaba riendo detrás de sus manos. Nadie
miró hacia otro lado.
Peter me atacó con una sonrisa satisfecha antes de salir de
los vestuarios, guiñando a algunas chicas que babeaban mientras salía.
La realidad se hundió, y mis ojos se abrieron. ¡Había
planeado esto!
―Entrenadora… ―Empecé y jalé la toalla más apretada a mi alrededor.
―Damas ―la entrenadora me interrumpió―, vayan a casa. Nos
vemos el miércoles. ¿Lali? Te veré en mi oficina antes de salir. Vístete.
―Sí, señora. ―Mi pulso latía en mis oídos. Nunca había
estado en problemas antes, no en la escuela. Me vestí rápidamente y até mi
cabello mojado en un moño antes de jalar mi trasero a la oficina de la
entrenadora. Sólo unos pocos minutos habían pasado, pero supuse que esas fotos
estaban probablemente ya en Internet. Me sequé el sudor de mi frente y tragué
la bilis elevándose en mi garganta.
Peter había caído
bajo ―muy bajo― en esta ocasión. Volví a la ciudad preparada para otro año de
agravios y vergüenzas, pero me heló los huesos cuando me di cuenta de cómo
nuestro intercambio debe haberse visto. Los rumores antes había sido sólo eso,
pero ahora había testigos y pruebas a nuestro encuentro.
Mañana, la mitad de la escuela tendría alguna versión de lo
que ocurría en esas fotos. Si era afortunada, la historia sería que me había
arrojado a él. Si era desafortunada, el rumor sería más sórdido.
Rocio salió de la
oficina de la entrenadora mientras caminaba en esa dirección.
―Hola. ―Ella me detuvo―. Hablé con la entrenadora. Sabe que
Peter te tendió una emboscada allí dentro... que no fue invitado. Lo siento,
por abandonarte así.
―Gracias. ―El alivio me inundó. Por lo menos mi trasero
estaba a salvo de la ira de la entrenadora.
―No hay problema. Por favor, no le digas a nadie que hable
por ti. Si la gente supiera que metí a Peter
en problemas, no sería bueno ―explicó Rocio.
―¿Tienes miedo de él? ―Peter tenía mucho poder alrededor de
la escuela.
―No. ―Negó―. Peter está bien. Puede ser un idiota si es
provocado, pero nunca me ha interesado. Sinceramente, me parece que eres la
única que quiere derribar, metafóricamente hablando, por supuesto. ―Los ojos
entrecerrados de Rico me hizo pensar que estaba dándole vueltas a algo en su
cabeza.
―Sí, bueno. Qué suerte la mía.
―Peter es importante por aquí, así que no quiero que la
gente me haga pasar un mal rato por delatarlo. ―Enarcó las cejas mientras esperaba
mi comprensión.
Asentí, preguntándome qué demonios hizo Jared para merecer
la lealtad de cualquiera.
me encantooo masssssssssssss
ResponderEliminar@x_ferreyra07