jueves, 24 de julio de 2014

Capitulo 16

Capitulo 16


Estaba caminando por la calle cuando sentí la humedad a través de la venda. Mierda, sabía que necesitaría puntos. Busqué en la bolsa el móvil y marqué a Candela.

—Candela, me caí y me golpeé la cabeza. No dejo de sangrar, por lo que iré al hospital para me le echen un vistazo.

—DIOS MIO, ¿estás bien? Nos encontraremos allí, La, no te preocupes.

Antes de que pudiera decirle que no fuera, colgó. No me encontraba cerca de ningún hospital, así que traté de coger un taxi. Por supuesto, cuando necesitaba desesperadamente uno, ninguno se detuvo.

Mientras estaba de pie en la acera con la mano en la cabeza, una limusina se detuvo y bajó la ventanilla del lado del pasajero. —Señorita Esposito, ¿estás bien? —preguntó Nico con preocupación. No podía creer que estuviera aquí en este momento.

—Nico, gracias a Dios, ¿puedes llevarme al hospital? Tuve un pequeño accidente, y necesito que vean esto.

—Por supuesto, métase en el asiento delantero y déjame echar un vistazo.

Abrí la puerta y me metí en el asiento delantero. Nico retiró la mano. Sus ojos se abrieron. Abrió la guantera y sacó una pequeña toalla blanca y la dobló. —Aquí, mantenga esto en ese corte y aplique presión — dijo mientras entraba en el tráfico y me llevaba al hospital.

Llegamos al hospital, y me ayudó a salir del coche. Le di las gracias cuando vi a Candela esperando en el vestíbulo por mí. Me acompañó a la sala de emergencia mientras se lo presenté a ella.

—Gracias, Nico, por tu ayuda.

Sonrió. —No fue nada, señorita Esposito, cuide de eso y que se mejore

—Gentilmente lo abracé cuando salía por las puertas automáticas.

Una enfermera llamada Carla me sentó en una silla de ruedas y me empujó por el pasillo a una habitación. Me ayudó a salir de la silla y entrar en la cama donde me acostó para evitar más lesiones. Candela se sentó en la silla junto a mi cama y me maldijo por no haber ido al hospital de inmediato. Odió los hospitales, he estado en bastantes cómo para odiarlos toda la vida.

Carla era una mujer mayor, y por su aspecto, era habladora. Era divertido. Nos puso Candela y a mí a reír con sus quejas sobre el personal de enfermería y algunos de los médicos.

No mucho tiempo después de que ella tomara mis signos vitales, el Dr. Sierra entró. Candela estaba en medio de una frase, y cuando lo vio, se quedó en silencio. Era un joven residente con el pelo corto y negro, ojos azul cielo y piel bronceada.

—Hola, soy el Dr. Sierra —Sonrió mientras sostenía su mano.

Candela se levantó y le tendió la mano. —Hola, soy Candela Vetrano — Sonrió con coquetería.

Rodé los ojos, lo que dolió a causa del corte. —Entonces, Lali, dime cómo pasó —dijo mientras examinaba la herida.

—No estoy segura, me bañé y me vestí. Comencé a sentir un poco de vértigo mientras caminaba por el pasillo y creo que me desmayé. Debí haberme golpeado la cabeza contra la esquina de la pared o la moldura.

—¿Es normal que te marees de repente?

Lo miré, directamente a sus ojos y dije: —No.

—De acuerdo, iré a buscar mi kit de sutura, pondré unas cuantas puntadas y te irás de aquí —Sonreí y asentí con la cabeza, mientras Candela babeaba sobre él.

—¡Dios mío! Él es sexy, obviamente conseguiré su número. ¿Viste un anillo en su dedo, La? ¿Lo hiciste?

Justo cuando estaba a punto de responder, la cortina se abrió y allí estaba Peter, luciendo tan sexy como cuando lo dejé esta mañana. Los ojos de Candela se abrieron. —Oh, Dios, otro, creo que he muerto e ido al cielo. —Fruncí el ceño ligeramente y la golpeé en el brazo. Peter se quedó sosteniendo la cortina en la mano.

—La, Dios mío, ¿Qué pasó? —Se acercó a mí y puso su mano sobre mi cabeza—. ¿Estás bien —Lo miré a la cara, realmente parecía preocupado. Es una mirada que no he visto antes.

—Peter —Puse mi mano sobre su brazo—, estoy bien.

—Así que, ¿tú eres Peter Lanzani? —Candela ladeó la cabeza y le preguntó.

—Lo siento, Peter esta es Candela, Candela este es Peter.

—Encantado finalmente de conocerte, Candela, he oído hablar mucho de ti.

Candela sonrió. —He oído hablar mucho de ti.

Veinte tonos de rojo cubrieron mi rostro mientras él respondió—: ¿En serio?

Justo antes de Candela me pudiera avergonzarme más, el Dr. Sierra entró con una pequeña bandeja de plata.

—Vamos a suturar ese feo corte, me comprometo a suturarte hasta que la cicatriz apenas se note, en todo caso.

Peter me tomó la mano y comenzó a frotarla suavemente con el pulgar. El Dr. Sierra trabajó su magia y puso cuatro puntos perfectos sobre mi ojo. La única sensación que sentí fue el calor del toque de Peter y el rápido latido de mi corazón mientras acariciaba suavemente mi mano.

—Bien, es todo, ¿vive con alguien?

—No, vivo sola, ¿por qué?

Se aclaró la garganta. —Tendrá que conseguir que alguien se quede con usted esta noche, y que la supervisé por una conmoción cerebral. A veces, con lesiones en la cabeza, incluso los pequeños cortes, una conmoción cerebral puede instalarse después de que el cerebro y el trauma hayan pasado. Voy a escribirle una receta para algunos medicamentos contra el dolor, tómelo sólo si es necesario —Miró a Candela y sonrió mientras me hablaba—: Cuida de la señorita Esposito y llámame si tiene alguna pregunta —Pensé que Candela moriría mientras él salía de la habitación.

—Me quedaré contigo esta noche —dijo Candela mientras se levantaba.

Peter la miró. —Lali se iba a quedar conmigo esta noche, Candela.

Ella comenzó a hacer pucheros. —¿La, es eso cierto? ¿Podemos tener una noche de chicas? —Miré a Peter y luego a Candela y no podía
creer que estos dos estaban peleando sobre con quien me quedaría.

Tomé la mano de Candela. —Oye, tú eres mi mejor amiga, y te amo, pero creo que lo mejor es que me quedé con Peter, de todos modos, nos iremos en la mañana a Michigan.

Su boca se abrió—¿Qué? ¿Los dos se irán a Michigan juntos? ¿Por qué?

—Peter y yo haremos un viaje por carretera. —Me miró y le guiñé un ojo.

—Está bien, pero tan pronto como regrese vamos a tener una noche de chicas.

Sonreí y la abrace. —Lo haré, ahora ve a buscar al Dr. Sierra, no vi un anillo en su dedo, y sé que le gustaste.

Una sonrisa gigantesca creció en su cara. —¿Te parece?

—Sé que es así, ahora ve.

Candela comenzó a salir de la habitación y luego se dio la vuelta y miró a Peter. —Será mejor que cuides de ella y asegúrate de que esté bien. Es como una hermana para mí. —Él le sonrió.

Miré a Peter, que me ayudó a levantarme de la cama. —¿Por qué te desmayaste de esa manera? ¿Hay algo que te pase? —preguntó.

Agarré mi bolso. —No sé, creo que tomé un baño demasiado caliente.

—Necesitas ser más cuidadosa —Me tomó cuidadosamente de mi brazo mientras caminábamos por el pasillo. Mis ojos se abrieron cuando vi al Dr. Taub caminando en la dirección opuesta hacia nosotros. Mi corazón empezó a correr ya que no quería hablar con él, sobre todo delante de Peter.

—¿Señorita Esposito? —dijo mientras miraba la venda por encima de mi ojo.

—Dr. Taub, encantada volverle a ver —Fingí una sonrisa.

—Señorita Esposito, ¿qué le pasó?

—Oh, me caí y me golpeé la cabeza, me tropecé en el pasillo.

Me miró con curiosidad. —¿Cómo te has sentido?

—Me he sentido genial, Dr. Taub, ahora si me disculpa, tengo que obtener esta receta.

—Sí, por supuesto —dijo mientras miraba directamente a Peter.

—Que tengas un buen día, Dr. Taub —Sonreí, ya que no podía alejarme de él lo suficientemente rápido.

—¿Cómo lo conoces, Lali?

Sabía que este breve encuentro provocaría preguntas. Miré al frente, a las puertas corredizas.

—Es mi médico familiar, lo he visto un par de veces desde que me mudé aquí.

—¿Un par de veces y te conoce de esa manera? ¿Por qué te preguntará cómo te sientes?

Mierda, ¿por qué tiene que hacer tantas preguntas cuando yo no quiero responderla?

—Lo vi un par de meses atrás por un fuerte resfriado que tuve. Es un buen médico y se preocupa por todos sus pacientes. —Entramos por la puerta mientras el aire frío me golpeó y enfrió mi cuerpo hirviendo.

Nos deslizamos hacia la parte posterior de la limusina mientras Nico se volvió y me miró. —Me alegro ver que esta mejor, señorita Esposito.

Le di una sonrisa sincera. —Gracias, Nico, se lo agradezco.

Peter me miró y sonrió. —Nico casi fue despedido hoy.

Lo miré fijamente, la expresión de asombro en mi cara. —¿Qué, por qué?

—No me recogió para mi reunión. No fue hasta que me llamó y me dijo que te llevó al hospital porque te cortaste la cabeza.

Me sentía confusa. —¿No manejaste tu mismo al trabajo esta mañana?

—Sí, sí, lo hice —Me contestó.

Me pasé la lengua por los labios para humedecerlos. —Entonces, ¿por qué no manejaste a la reunión, especialmente si él llegaba tarde? — Escuché la ligera risa de Nico desde el asiento delantero, y creo que Peter se cabreo, dado la mirada de irritación en su rostro.

—Supongo que hubiera podido, pero...

Eché la cabeza. —Nada de peros. ¿Ibas a despedirlo por no recogerte cuando tú tenías un auto todo el tiempo? Lamento que no haya podido llamarte, pero estaba preocupado por mí, Peter Lanzani, y deberías estar agradecido. Podría haberme muerto desangrada en las calles de Nueva York. —Sonreí imperceptiblemente.

Me miró y rodó los ojos. —Ahora estás siendo una reina del drama.

Solté mi sonrisa silenciosa. —Lo sé y soy buena en eso.

Peter se echó a reír mientras tomaba mi mano y la apretó suavemente. Apoyé la cabeza en su hombro mientras mi cuerpo se calentó con su tacto, y mi corazón empezó a latir más rápido.

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