Capitulo 19
Habíamos estado conduciendo por cuatro
horas cuando Peter salió de la autopista y se detuvo por gasolina. —Voy a llenarla,
y luego buscaremos algo para comer —dijo mientras salía del auto. Salí y caminé
alrededor estirando mi espalda y piernas. Me acerqué a la gasolinera donde Peter
bombeaba gas y le di un beso en la mejilla.
—¿Por qué fue eso? —preguntó.
—Es sólo un gracias por decirme acerca
de tu familia. —Me dio esa sonrisa suya derrite corazones.
—Iré a la tienda por un par de cosas.
Entré a la tienda y me dirigí directamente
a la góndola de los dulces. Escaneé las filas tratando de decidir que quería
cuando Peter se acercó por detrás. —¿Vas a llenar tu cuerpo con
esta basura? —preguntó.
Me volví rápidamente para enfrentarlo, y
una ola de mareos cayó sobre mí mientras me tropezaba hacia él y me atrapaba. —Lali,
¿estás bien?
Sostuve mi cabeza. —Estoy bien.
Simplemente me mareé. —Me sostuvo hasta que pasó.
—Sabía que deberíamos haber esperado un
día más antes de irnos. No estás lista para viajar todavía, y necesitas
descansar más.
Me estaba sintiendo mejor y podría haber
levantado mi cabeza de su pecho, pero me gustaba donde estaba. —Peter, deja de
ser protector, estoy bien, probablemente sean las pastillas para el dolor que tomé
—mentí; nunca tomé ninguna, pero no lo quería preocupándose por mí.
—Bueno, nos encontraré un hotel, y nos
detendremos a descansar por el resto del día. Continuaremos mañana a primera
hora. Estaremos en Michigan con un montón de tiempo para el funeral.
—Está bien, pero obtengamos algo para
comer y vamos a conducir durante un par de horas más antes de detenernos para
la noche. Ve a tomar una de esas pequeñas canastas de por allá —le dije a Peter
mientras apuntaba hacía la puerta.
—No vas comprar tanto realmente,
¿verdad?
—Está bien Sr. Lanzani, si quieres saber
la verdad estoy en mi síndrome premenstrual.
Dio un paso atrás y levantó sus manos. —Guau,
has dicho suficiente.
Sonreí mientras tomaba una bolsa de
Fritos, Cheetos, una barra de Hersey (tamaño grande), una barra de Twix, un paquete
pequeño de donas de chocolate, 3 latas de Coca-Cola, una bolsa de pequeños pretzels
y un tarro de Nutella. Peter miró en la canasta y luego a mí con una mirada de
horror en su cara.
—Oye, fuiste tú el que quiso llevarme en
este viaje. Sólo estoy tratando de mantener la paz, ya que sin estos alimentos
para una mujer en esta época del mes —moví mi mano—, bueno, realmente no
quieres saber.
Puse la canasta en el mostrador. La
cajera escuchó nuestra conversación, miró hacia Peter y dijo—: Confía en ella;
nosotras las mujeres somos dos hojas del resumen de la locura cuando se trata
de nuestro tiempo especial.
Él sólo se quedó allí y nos miró a
ambas, sin poder hablar, mientras ella pasaba por la registradora la comida. Me
dio el total, y miré a Peter.
Él me miró confundido. —¿En serio?
¿Quieres que pague por esta basura?
La cajera se inclinó sobre el mostrador
y lo miró directo a los ojos. Recuerda, dos hojas del resumen de la locura.
Sacó su billetera y pagó mientras
murmuraba por lo bajo. Tomó la bolsa y salió. Miré a la cajera y choqué los
cinco con ella. —Gracias.
—Nosotras las chicas necesitamos estar
unidas —dijo ella. Salí de la tienda sonriendo mientras él se sentaba en el
auto esperando por mí.
Nos dirigimos nuevamente a la
interestatal mientras me miraba.
—¿Qué? —sonreí.
—Estás loca; sólo quería que lo
supieras.
Me reí. —Oh, cariño, lo sé, pero te
prometo que sólo será por unos días.
Sacudió la cabeza, y vi cuan duro
trataba de luchar con una sonrisa. Vimos señales de algunos restaurantes en la
interestatal. Iba a ser cortés y dejarlo decidir dónde quería comer. Tomó
la siguiente salida, y entramos en el paraíso de los restaurantes.
—Haga su elección Sr. Lanzani, la
decisión es suya —dije mientras movía mi mano en círculos.
—¿En verdad no te importa donde comamos?
Lo miré e incliné mi cabeza. —No, elige
el que quieras, me gusta casi todo.
—Está bien, entonces —sonrió—. Hay un restaurante
de mariscos por allá.
Presioné mis labios y no dije nada. No
me gustaban los mariscos, pero dije que era su elección, y si eso es lo que él
quería es lo que tendríamos.
Deben tener algo que no tenga mariscos.
Bajamos del auto mientras él sostenía su brazo hacia mí. Puse mi brazo
alrededor del suyo mientras entrábamos en el restaurante.
—Guau —dije mientras echaba una mirada
alrededor a los tiburones y el pez espada montados en las paredes. Una linda
rubia se acercó a nosotros y dijo que había una espera de 30 minutos, lo que
era mi oportunidad de salir pitando de aquí. No me gustaba mirar a esas cosas colgadas
en las paredes; son aterradoras.
—Treinta minutos es mucho tiempo para
esperar Peter; quizás deberíamos ir a otro lado.
Me miró sonriendo. —Treinta minutos no
es nada, y el tiempo pasará volando. Ve a mirar a las langostas por allá.
Me estremecí porque odiaba verlas en los
tanques de cristal, moviéndose sin saber que estaban por ser arrojadas a una
olla de agua hirviendo. Me agarró de la mano y me llevó a la barra. —Nos
sentaremos aquí y tomaremos algo hasta que nos llamen.
Me senté en el taburete mientras la
camarera, una mujer muy atractiva con cabello castaño largo y rizado y grandes
tetas, se acercó a nosotros, pero sólo hizo contacto visual con Peter. Se
inclinó sobre la barra, sin siquiera notar que estaba sentada justo al lado de
él, y con su top de corte bajo y su escote saliendo dijo—: ¿Qué va a ser,
guapo?
Él le dio una sonrisa coqueta y se apoyó
en más cerca. —Quiero sexo con la camarera. —Di un grito ahogado, y con una
mirada de horror en la cara, lo miré.
—Un sexo con un camarero viene
enseguida. —Le guiñó un ojo.
Él me miró mientras apretaba la
mandíbula y tomó una respiración profunda. No podía creer que había hecho eso y
delante mío. Mordí el interior de mi mejilla y medité.
—Ummm, cariño, cuando termines su bebida
no te olvides de traer esas deliciosas tetas por aquí —sonreí. La mirada en el
rostro de Peter no tenía precio después de esa declaración.
—Lali, ¿qué diablos estás haciendo? —susurró.
—¿Qué? ¿Te estoy avergonzando Sr. tendré
sexo con la camarera?
Ella volvió y le dio su copa, me miró y
de manera irritada me preguntó qué quería. La miré e hice una mueca. —¿No crees
que es justo que me des el mismo tipo de servicio que le estás dando? ¿Por qué
ha de ser él el único que llegue a ver tus tetas? También me gustan.
Peter arrojó algo de dinero en la barra
y se puso de pie. —Vamos cariño, creo que nuestra mesa está lista.
Sonreí y le guiñé un ojo mientras ella
me daba una mirada asesina y se alejó. Peter se inclinó hacia mí y susurró en
mi oído—: Buen punto, niña mala.
—Lo adoras Sr. Lanzani y lo sabes. —Sonrió
mientras la mesera nos mostraba nuestra mesa.
Abrí el menú y adivina qué, ningún ítem
sin mariscos existía. Mierda, pensé para mí misma. ¿Qué iba a ordenar? Bueno, tengo un
auto lleno de comida chatarra si se reduce a eso.
—¿Qué vas a pedir Lali?
Levanté la vista de mi menú y lo miré. —No
estoy segura, estoy indecisa por el momento.
La mesera se acercó y pidió nuestras
órdenes de bebidas. Peter habló antes de que pudiera decirle que quería un
Cosmopolitan.
—Estoy bien, y ella va a pedir una
Coca-cola.
Fruncí el ceño. —Quería un Cosmo, Peter.
—No después de ese pequeño truco, ¿quién
sabe lo que la camarera le haría a la bebida?
Me reí y continué mirando el menú. Tan
pronto como la mesera trajo mi coca-cola, nos preguntó si estábamos listos para
ordenar. Peter cerró su menú y me miró. Miré a la camarera y mordí mi labio.
Peter la miró. — Danos un minuto por favor. —Lo miré;
creo que se dio cuenta que no me gustan los mariscos.
—No te gustan los mariscos, ¿verdad? —Me
quedé mirándolo mientras me mordía el labio inferior—. ¿Por qué no dijiste
algo? —dijo mientras pasaba una mano por su cabello.
—Bueno, quería que tuvieras lo que
querías.
Me miró con esos hermosos ojos verdes y
de repente se llenaron de maldad. No dijo una palabra, pero me estaba asustando
mientras le hacía señas a la mesera para que volviera.
—Voy a pedir por ambos —dijo. Uh oh,
ahora estoy en problemas.
—Vamos a empezar con una orden de
calamares, piernas de cangrejo y una cola de langosta para cada uno de
nosotros, también una orden de vieiras asadas.
La mesera me miró, y le dirigí una leve
sonrisa. Peter cruzó sus manos y apoyó los codos en la mesa.
—¿Recuerdas los momentos en los que me
hiciste comer cosas; pizza, perros calientes y no olvidemos el uso de los
palillos?
Solamente lo miré. Dos pueden jugar a
este juego.
—Sí, lo recuerdo y estoy bien con todo
lo que ordenaste.
—Eso lo veremos —sonrió.
Me incliné sobre la mesa. —Eres un
hombre despiadado, Peter Lanzani
Se inclinó más cerca hasta que estábamos
cara a cara. —No tan despiadado como tú, querida. —Me senté de nuevo, sonreía y
me deleitaba en el momento en que me llamó querida.
La mesera regresó y puso el calamar en
el centro de la mesa. Lo miré a él y luego a Peterr. Saqué mi teléfono y busqué
en Google Calamar; mis ojos se abrieron cuando apareció “Calamardo”. Levanté
la mirada a Peter; se estaba riendo de mí.
—Lo buscaste en Google, ¿verdad?
Sacudí mi cabeza y tomé un sorbo de mi
coca-cola. Su risa se calmó y me miró con cara seria.
—No tienes que comerlo, lo siento.
Tomé una respiración profunda. —No, está
bien, y voy a intentarlo. Es lo menos que puedo hacer después de todo lo que
hiciste por mí. —Sonrió ligeramente mientras tomaba un trozo del plato y lo
inspeccionaba.
—En serio, La, no lo hagas, sé que no
quieres hacerlo.
Tomé un pequeño bocado y empecé a mascar,
sus ojos me miraban fijamente mientras estaba comiendo el calamar y haciendo
muecas. Sacó su teléfono y comenzó a tomar fotos de
mí. —Este es un clásico —se rió. El calamar no era tan horrible como pensé
que sería.
—Está bien, chico malo, trae el siguiente.
Peter echó la cabeza hacia atrás y se
rió cuando la camarera trajo las vieiras y las colas de langosta. Pinché una
vieira con mi tenedor y la sostuve en mi boca mientras él sonreía y tomaba una
foto. La comí y para mi sorpresa, la disfruté. Levanté una cola de langosta e
hice una mueca mientras tomaba una foto. Ambos nos reímos y hablamos a lo largo
de la cena. Tengo que admitir que me gustó todo, esta nueva experiencia de
mariscos está bien conmigo. Puse la mano en su pecho y la cabeza en su hombro
mientras caminábamos hacia el Range Rover.
Conducimos hasta que encontramos un
hotel. Sólo pasamos millones de ellos, pero el Sr. Pantalones Elegantes tiene
que tener lo mejor, así que nos desviamos hacia el Ritz Carlton.
Jajajaja me encanta como es su firma de coquetear por que me sorprende es lo que hacen!!!
ResponderEliminarAyayayaya ya quiero acercamiento!!!
Ayy!, recién me doy cuanta que hiciste maratón!. Gracias!. Me encanta ésta nove ;)
ResponderEliminarJenny
Menos mal k disfrutó d los mariscos,con lo riquísimos k están.
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