Capitulo 17
Entré en mi frío apartamento y fui
directamente a mi habitación a empacar mis cosas. —Puedes usar la cocina, no
hay mucho, pero si puedes encontrar algo, es tuyo —grité. Agarré las ropas que
necesitaba del closet y las doblé prolijamente en mi maleta. Alcé la vista y vi
a Peter parado en la puerta, con un brazo apoyado en la jamba.
—¿Por qué le mentiste a ese doctor y le
dijiste que habías tropezado con algo en el pasillo?
Oh mierda, no lo iba a dejar pasar. Miré
hacia abajo y continué empacando. —No lo sé, no le iba a decir que me desmayé,
luego haría un gran problema de eso y querría hacerme
un montón de exámenes, eso es lo que hacen los doctores.
—Dijiste que tomaste un baño demasiado
caliente.
Me detuve y lo miré, ahora estaba
irritada seriamente. —Lo hice Peter. Ahora déjame en paz de una jodida vez.
Hablas de mí haciendo un montón de preguntas, es diferente cuando se trata de
ti ¿cierto? —Mi voz se alzó.
Caminó hacia mí y puso sus manos en mis
hombros. —Lo siento, no quería enojarte.
Mi primer error fue mirar sus hermosos
ojos verdes, porque antes de darme cuenta, estaba acunando su rostro en mi mano
y quería besarlo desesperadamente, probarlo y sentirlo. Estaba vulnerable en
ese momento, y por un segundo, no me importó; todo lo que sabía era que lo necesitaba
en todos los sentidos en que una mujer necesita a un hombre.
Entonces la realidad me golpeó. —Siento
haber alzado la voz, estoy cansada.
Dejé su rostro y giré para cerrar el
maletín. Atrapó mi brazo, me volteó hacia él y me envolvió en sus brazos, en un
cálido abrazo. Era el primer abrazo real que compartíamos. Sus brazos eran
fuertes y me hacía sentir a salvo. Cerré los ojos mientras inspiraba su esencia
que me debilitaba y excitaba. No dijo una palabra, y se sintió como una
eternidad el estar el uno en brazos del otro. Él rompió el abrazo y se dio
media vuelta como si hubiera hecho algo mal. —Debemos irnos.
De pronto me di cuenta de algo; nunca
llegué a mi trabajo para avisar. Sacudí la cabeza y suspiré.
—¿Qué pasa? —preguntó Peter.
—Estaba de camino a la disquera para
avisar y me di cuenta de que nunca llegué.
—Avisa, ¿por qué estás renunciando? —Peter
tomó la maleta y salimos a la sala. Mi rostro se encendió cuando estuve a punto
de darle las buenas noticias.
—Olvidé decírtelo por completo, mis
pinturas se vendieron, las tres — dije excitada—. Ahora el dueño quiere
contratarme a mí y a mis pinturas y eso es un trabajo de tiempo completo.
Me sonrió. —Eso es genial Lali,
felicidades.
Mientras agarraba las últimas cosas, mi
teléfono sonó; era mi prima Debbie. Le pedí a Peter que tomara algo en qué
apuntar de mi escritorio para poder anotar la dirección y el nombre de la
funeraria. Tomé la información y colgué. Volteé justo cuando Peter miraba la
lista de cosas que guardaba en el escritorio.
—¿Qué es esto? —preguntó casualmente.
Caminé hacia él y la tomé. —Sólo una
lista de cosas que me gustaría hacer en mi vida. La escribí después de que
Benjamin se mudara, algo así como un nuevo comienzo en la vida.
Me miró del modo en que sólo él podía hacerlo
y dijo—: De acuerdo, ¿lista para irte?
Cerré el apartamento y me dirigí a la
limosina. Llamé a mi jefe en la compañía disquera y le expliqué lo que había
sucedido y cómo estaba en camino de dar la noticia. Le expliqué lo mucho que me
gustaba trabajar ahí, pero mis pinturas se convertirían ahora en mi trabajo a
tiempo completo. Él me felicitó y me dijo que si alguna vez necesitaba un
trabajo, me aceptaría de vuelta.
Cuando llegamos al penthouse de Peter,
él llevó mis maletas arriba. Lo seguí y me dejé caer en una gran y confortable
cama.
Me miró. —¿Te gusta esta cama?
Le sonreí. —Sí, es la más confortable en
la que he dormido.
Sostuvo su mano para ayudarme a
levantarme. —¿Te gustaría algo de comida china?
Sonreí mientras mi estómago gruñía. —Suena
delicioso.
Nos encaminamos a la cocina donde Peter
abrió uno de los mostradores, sacó un menú y se sentó en una de las banquetas
del bar, junto a mí. —¿Qué te gustaría?
Me incliné y su aroma me llenó de
excitación. Quería responder, te
quiero a ti, pero eso no sería un buen movimiento. —Me
gusta casi todo, escoge tú.
Me miró. —¿Puerco agridulce, arroz frito
con pollo, carne mongol y rollitos de primavera?
—Eso es un montón de comida señor Lanzani,
¿vendrá alguien?
—No, me aseguraré de que comas.
Rodé los ojos y luego puse la mano sobre
la herida. —Ouch.
Me sonrió. —Deja de rodar los ojos, no
va a doler.
—Entonces no me hagas rodar los ojos y
lo haré.
Rió y agarró su teléfono para hacer la
orden. Sirvió vino para ambos y me guió hacia la sala, donde nos sentamos en un
sillón. La chimenea estaba encendida y calentaba la habitación agradablemente.
Me senté con una pierna bajo la otra y lo miré.
—Quiero saber más de ti Peter Lanzani.
Parecía sorprendido mientras respondía—:
¿Qué hay para contar?
Inhalé con profundidad. —Somos amigos,
¿cierto?
Asintió. —Por supuesto que lo somos.
—Los amigos saben cosas unos de otros.
No tienen que ser cosas íntimas o muy personales, pero quiero saber sobre el
lugar del que provienes, tu familia o hasta tu negocio. En todo el tiempo que
hemos pasado juntos, nunca me has dicho nada de tu familia más allá de saber que
tienes una hermana que es diseñadora de interiores. Sabes un montón de cosas
sobre mí y yo no sé nada de ti. Siento como si esta amistad fuera unilateral,
Peter.
Me miró mientras bebía su vino, estaba
siendo cauteloso con lo que me iba a decir. Se sacudió el cabello. —Tienes
razón, y lo siento, sólo que no me gusta hablar de mi vida con nadie. No es que
sea una mala vida; es que soy una persona demasiado personal y
me gusta de ese modo. —Miré hacia abajo, decepcionada, mientras se
inclinaba y tomaba mi barbilla en su mano. La alzó, así que pude mirar sus
ojos—. Dame algo de tiempo; esta cosa de la amistad es nueva para mí.
Necesitas comprender que nunca he sido amigo de una mujer con
anterioridad.
El pensamiento de la hermosa mujer alta
se coló en mi mente mientras decía aquello y mi gran bocota soltó—: Pero
dijiste que tú y esa mujer con la que siempre estás son amigos, así que tienes
otras mujeres que son amigas, ¿cierto?
Me miró fijamente. —Es diferente y
prefiero no discutirlo ahora.
La campana de la puerta sonó y se
levantó a atender. Me quedé allí sentada, preguntándome qué demonios estaba
haciendo. ¿Estaba jugando un juego? ¿Yo era su juego? ¿Me usaba para probar
algo? Regresó con la comida china, platos y cubiertos.
—¿Me das los palillos, por favor? —pregunté.
Buscó en la bolsa, sacó un par y me los entregó—. ¿Qué estás haciendo? —le
pregunté mientras comenzaba a servir comida en su plato y el mío.
—Um, ¿sirviendo la cena? —Me miró con el
rostro de “eres tonta”. Sacudí el dedo de lado a lado.
—Déjame a mí —dije y le quité los
cartones—. Agarra tus palitos —le dije.
—No sé usarlos, nunca he podido entender
cómo van.
—Entonces te enseñaré.
—Lali, sólo comamos.
—Comeremos, pero a mi modo —sonreí.
Suspiró y sacó otro par de palitos de la
bolsa. Tomé el contenedor el puerco agridulce insertado en palitos y agarré un
pedazo. —¿Ves? Fácil. —Si las miradas mataran, ya estaría muerta.
Tomé sus palitos y los coloqué
adecuadamente entre sus dedos. El sentimiento de su suave piel envió
escalofríos por mi espalda. Guié sus palitos dentro del cartón y lo ayudé a
sacar un pedazo de puerco. Me miró y sonrió.
—Ves, no es difícil con el entrenamiento
adecuado.
Tomé un pedazo de carne y lo llevé a su
boca mientras él sonreía. Estaba disfrutando esta nueva manera de comer comida
china aunque nunca lo admitiría. Aún tenía problemas, pero se las ingenió para
coger un pedazo de puerco y llevármelo a la boca. Se rió y agarré los palitos
entre mis dientes, rehusándome a soltarlos. Este momento que compartíamos se sintió
tan cómodo, que me asustó como el demonio.
Cuando terminamos de comer, con su
pulgar masajeó el área alrededor de mi herida. —¿Te duele? —preguntó.
—Ya no —respondí mirando hacia abajo. Su
roce me estaba matando.
Revolvió el calor en mí, el que ni siquiera
sabía que existía. Benjamin nunca me hizo sentir del modo en que Peter lo hace,
y eso me molestó. No debería tener estos sentimientos por él; somos amigos y es
todo lo que podemos ser. Creo que nos conocimos por una razón, pero aún tengo
que averiguar por qué.
—¿Qué estás pensando? —preguntó suavemente.
Tomé su mano y la quité de mi cabeza, sosteniéndola frente a mi rostro mientras
la besaba suavemente. Pude sentirlo tensarse mientras su respiración se hacía pesada,
pero no quería y no lo dejaría soltarse.
—Sólo pensaba lo afortunada que soy por tener
un amigo como tú—sonreí.
Sonrió y retiró la mano. —Necesitamos
levantarnos temprano en la mañana; debemos descansar algo.
Me levanté y me encaminé hacia arriba. —¿Quieres
una pastilla para el dolor? —gritó desde la cocina.
—No, estoy bien —respondí. Me puse mi
ropa de dormir y me metí bajo las absurdamente cálidas mantas. Estaba mirando
mi teléfono cuando Peter tocó la puerta. —Entra. —Entró en la habitación,
vistiendo la parte inferior de un pijama de seda gris que colgaba de sus
caderas. Su torso me enfrentó mientras mis mariposas se despertaban e
incendiaban mi sangre.
Se sentó en la silla y se reclinó—. ¿Qué
estás haciendo? — pregunté.
—¿Descansando?
—¿Aquí?
—Sí, ¿tienes algún problema con eso? —El
único problema que tenía era intentar mantener mis manos lejos de él y evitar
llegar a algo más.
—Sí, lo tengo, señor Lanzani.
Se sentó y me miró. —¿Por qué? Los
doctores dijeron que tenían que vigilarte por si había una conmoción. ¿Cómo se
supone que lo haga si estoy en el dormitorio al otro lado del pasillo?
—Estoy bien, además, no puedes dormir
bien en esa silla. Estarás adolorido en la mañana y tenemos una jornada de diez
horas hasta Michigan.
—Órdenes de los doctores, señorita
Esposito, así que lidia con eso. No te vas a salir con la tuya en esta.
—Ahora me estás haciendo sentir mal. —Inhalé
profundamente y quería crucificarme por lo que estaba a punto de decirle—. Al
menos duerme en la cama.
Sus ojos se abrieron. —No creo que sea
una buena idea Lali.
—¿Por qué no? Somos amigos. Candela y yo
dormimos en la misma cama cuando tenemos pijamadas, y mi cama es pequeña
comparada con esta. Tú tienes tu propio lado ahí —señalé—. Si no lo haces,
entonces me iré y sabes que lo haré.
—No te vas a ningún sitio y no voy a
dormir en esa cama.
Quité las mantas, salí de la cama y
comencé a ponerme mis pantalones de yoga.
Peter saltó de la silla y atrapó mi
brazo. —Detente Lali, necesitas descansar. —Su voz sonaba enojada y su rostro
lucía irritado. Inhaló profundamente—. De acuerdo, dormiré en la cama, pero por
favor, regresa y deja esos pantalones.
Le sonreí y trepé de vuelta en la cama.
Él caminó hacia el otro lado, trepó y se volteó hacia al lado contrario. —Eres
la persona más obstinada y desafiante que he conocido nunca Lali Esposito.
Sonreí y cerré los ojos. —Eso me han
dicho Señor Lanzani. Buenas noches.
Aun cuando no podía verlo, podía
sentirlo sonreír. —Buenas noches Lali.
Ahhhhh!!!!
ResponderEliminarLo que pensó a Lali es por su enfermedad vdd?!!
Ahh ammm Peter siente algo por Lali a mi no me engaña!!
Y Lali ya hasta lo acepto y obvio que ofensa que esta mal!!
Vana sur. ir juntos y después el viaje que pasará?!
La amoo, me encanta la novee continuala plis
ResponderEliminarAaah me muero!!, esta cada vez mejor!. Espero por más :)
ResponderEliminarJenny
Otro!, please!!
ResponderEliminarMaaass
ResponderEliminarLali lo está cambiando d a poquito con su forma d ser.
ResponderEliminar