Facu era un gran tipo. Era
uno de esos tipos que tenía tatuajes cubriéndole cada centímetro de ambos
brazos, el pecho y la espalda. Era un artista como yo, y exponía su trabajo con
orgullo. Sus ojos negros combinaban con su largo cabello negro, el cual llevaba
usualmente en una coleta. Comenzó con el nombre de Peter en mi muñeca
izquierda. El picor era soportable. No me malinterpreten, se sentía como
cientos de alfileres diminutos que pinchaban, pero yo había pasado por cosas
peores. Después de un par de horas, Facu había terminado finalmente. Miré mis
muñecas y sonreí.
—La rojez desaparecerá en un
par de días, sólo asegúrate de humectarlas, así la comezón no será tan mala.
—Gracias Facu, son hermosos.
—¿Quieres un aventón a casa?
—preguntó.
—Llamaré un taxi.
Miró el reloj. —Es
medianoche; le diré a Donny que cierre y te llevo a casa.
Sonreí. —Está bien, Facu, en
serio, sólo llamaré un taxi.
Agarró su abrigo, le gritó a
Donny que cerrara y me dijo que me montara en su coche.
—Si no me equivoco, tú vives
cerca de mi novia, y de todos modos me dirijo hacia allí, así que no es
problema.
Entré a mi departamento, y
la primera cosa que hice fue agarrar mi laptop, cambiar mi ropa por mis
pijamas, trepar a la cama y abrir el correo.
El primer paso para seguir
adelante con mi vida era disculparme con Peter, y le debía una enorme disculpa.
Apreté el botón de redactar y salió una página en blanco:
Querido Peter:
Espero que estés
leyendo esto y no lo hayas borrado antes de abrirlo cuando viste mi nombre. Si
lo estás, entonces verás que esta es mi disculpa hacia ti de todo corazón. Las
palabras no pueden explicar cuánto lo siento por no contarte sobre mi
enfermedad desde el principio. Nunca tuve intención de acercarnos tantos por
esa misma razón. La noche en que te llevé a casa tenía intención de marcharme y
no mirar atrás; si lo hubiera hecho, no nos habríamos conocido y ahora no
estarías resentido. Nunca me perdonaré el no haberte contado la verdad. Creo en
el destino, y fue este quien nos acercó. Te dije que fui salvada por una razón,
y creo que fue para salvarte a ti. Tienes un corazón y alma hermosos, y no
mereces el no amar a nadie.
Nunca sabrás lo que has hecho por mí y cómo has cambiado mi vida. Nunca hubiera
experimentado el amor del modo en que lo hice contigo, porque lo que me
mostraste y me hiciste sentir fue la primera vez en mi vida. Nunca amé a Benjamin.
Estaba con él porque estaba ahí y tenía miedo estar sola. Es todo lo que ha
sido mi vida, soledad. Mi decisión de no tener tratamiento en el momento fue
por puro egoísmo de mi parte, y ahora es que lo he comprendido. Quiero
agradecerte por tu amor y tu bondad. Si me quedara un último aliento, lo usaría
para decirte lo mucho que te amo, porque lo hago y siempre lo haré.
Con amor por siempre,
Lali.
Las lágrimas cayeron por mi
rostro mientras apretaba enviar. Inhalé, cerré la laptop y me dormí.
Me puse un par de leggins,
el suéter largo rosa pálido y las botas negras. Me ricé algunos mechones de
cabello largo y me puse un poco de maquillaje por primera vez desde Michigan.
Abrí la laptop y revisé el correo, nada. No esperaba que hubiera una respuesta
de él, pero una podía soñar.
Llamé un taxi y me dirigí a
la oficina del doctor Taub para la extracción de sangre. Examiné mis muñecas y
sonreí ante la belleza del nombre de Peter y el símbolo del infinito. Entré al
edificio de oficinas y tomé el elevador hacia el cuarto piso.
—Hola, soy Lali Esposito,
vengo por las pruebas de sangre —dije a la joven detrás del escritorio.
—Sí, tengo su expediente
aquí mismo, sólo necesito una copia de su identificación. —Rebusqué en el bolso
y saqué la licencia de conducción, entregándosela. Ella notó mi muñeca con el
nombre de Peter.
—Oh dios mío, eso es
increíble —dijo.
Le sonreí y agradecí
mientras le mostraba la otra muñeca. Las cicatrices apenas se notaba, y para
quien no lo supiera, no las vería. La enfermera me llamó y me llevó al sitio de
la extracción. Me preguntó si estaba nerviosa por las agujas y me reí.
—He pasado por quimio antes,
así que dar sangre no es nada. Se las agenció para aparentar una sonrisa; no
creo que pensara que eso fuera muy gracioso. Me sacó tres frasquitos de sangre
y me dijo que tuviera un buen día.
Dejé el edificio y decidí
caminar por un rato antes de llamar un taxi y dirigirme a casa. Caminé par de
cuadras mirando los estantes de las tiendas cuando recibí un mensaje de Candela.
“Hola amiga, estoy
en el avión, dirigiéndome a Colorado, dime que estás bien.”
Sonreí y respondí mientras
caminaba. Sin percatarme de lo que me rodeaba al estar tan enfrascada en mi
mensaje, choqué contra alguien.
—Oh, mierda, lo sie… —Comencé
a decir mirando hacia arriba al hombre contra el que me había estampado. Inhalé
y miré hacia abajo—. Peter, lo siento, no quise… —No podía siquiera mirarlo a
los ojos; me sentía avergonzada. El corazón me latía con fuerza y sentía que se
me saldría del pecho.
Él se quedó ahí, mirándome. —No,
es mi culpa, debería haber prestado más atención.
Nos quedamos mirándonos
mutuamente, extrañamente, con su mano tocando mi brazo ligeramente. Me alejé;
el dolor era demasiado fuerte y sentía que se me cerraba la garganta.
—Tengo que irme —murmuré y
doblé la esquina sin mirar atrás. Llegué a una callejuela entre dos edificios y
pegué la espalda contra el muro de ladrillos, intentando recuperar el aliento.
Todas las emociones que intenté sofocar, me inundaron, dañando lo que quedaba
de mi alma.
Terminé caminando a casa,
que quedaba a unas diez calles de donde estaba. No me importó; necesitaba
aclarar mi cabeza. Entré, jadeando y completamente exhausta. Colé café, y
mientras se hacía, me senté frente al caballete y continué la pintura de la
boda en el Parque Central. Quería tener al menos dos pinturas más listas antes
de comenzar la quimio. Estuve despierta hasta las dos de la mañana y estuvo
terminado finalmente. Lo pinté con mi visión de cómo quería que fuera mi boda;
un delirante pensamiento de mi cabeza. Tomé los pinceles y los llevé al fregadero,
dejándolos humedecer allí y me fui a la cama. Al día siguiente haría una nueva
pintura.
La mañana había llegado y se
había marchado. Estaba despierta cuando el teléfono móvil sonó. —Hola —respondí
somnolienta.
—Lali, es el doctor Taub.
Los resultados de tu sangre ya están y estoy un poco preocupado por tu nivel de
hemoglobina. Está un poco baja, pero voy a seguir adelante y comenzar la
quimioterapia de todos modos. Voy a programar una cita para dentro de una
semana a partir de hoy, pero primero te prescribiré unas pastillas de hierro
que quiero que comiences a tomar inmediatamente.
Rodé los ojos. —De acuerdo
doctor Taub, una semana a partir de hoy a las 9:00 am.
Miré el reloj y marcaba las
doce del mediodía; no podía creer que había dormido hasta tan tarde. Puse la
cafetera y me lavé los dientes. Tomé una ducha rápida y me vestí. Noté la pila
de ropa en el cesto de la ropa sucia; no había hecho la colada en un tiempo.
Suspiré y recogí el cesto, poniéndolo junto a la puerta. Llené una jarra con
café y me dirigí a la lavandería; menos mal que estaba al doblar de la esquina.
Después de un par de horas, terminé
todo y regresé a mi piso, donde vi a Benjamin recostado contra la puerta.
—¿Qué quieres Benjamin? —grité
antes de llegar a la pasarela. Él estaba allí, con las manos en los bolsillos,
mirándome.
—¿Ver cómo estabas?
—Podrías haberme mandado un
mensaje, no aparecerte aquí.
Esto era justo lo que necesitaba, a este idiota
arruinándome el día. No estaba de humor, y
necesitaba comenzar a pintar.
—Déjame ayudarte —dijo
mientras tomaba la llave y abría la puerta.
Entré y puse el cesto en mi
habitación. Cuando salí lo noté mirando fijamente la pintura.
—La, esto es hermoso.
—Seh, lo es. Ahora, ¿qué
quieres Benjamin?
Estaba siendo una perra,
pero no me importó; odiaba a este tipo parado frente a mí por lo que había
hecho.
—Como dije, quería saber
cómo estabas.
—Mierda Benjamin; estoy
bien, ahora lo sabes, ya puedes irte.
—La, deja de actuar como un
bebé —dijo, moviéndose con rapidez hacia mí. Antes de darme cuenta, su boca
estaba sobre la mía. Lo empujé con fuerza.
—¿Qué mierda estás haciendo?
—La, no luches contra ello,
sé que todavía me amas y te deseo tanto. —Me quedé en shock por sus palabras y
sus acciones; no sabía qué decir.
—En serio Benjamin, ¿piensas
que te amo? Déjame decirte algo, inmundo, apestoso y odioso gusano: el
que me dejaras fue la mejor cosa que pudo sucederme en la vida. Nunca
te amé. Eras algo conveniente para mí, alguien con quien llenar el lugar vacío
en mi mundo.
Su rostro enrojeció y se
enojó. —Eres una maldita perra, La —gritó.
—Se necesita una para
reconocer otra Benjamin, ahora vete al demonio de mi casa antes de que te haga
daño en serio.
—Me gustaría verte
intentarlo —dijo.
Tomé un jarrón que estaba en
la esquina del escritorio y se lo lancé. Se agachó, esquivándolo, y el jarrón
se estrelló contra la pared, haciéndose añicos.
—Eres una puta loca; me voy
de aquí.
Corrí y cerré la puerta,
evitando los pequeños fragmentos de vidrio esparcidos por el piso. Suspiré con
fuerza y limpié el desastre, recordando la primera vez que conocí a Peter en su
cocina y dejé caer la taza en su piso.
En toda la semana no dejé mi
piso excepto cuando fui al hospital para lo del catéter. Me concentré en
terminar mis pinturas y lo logré con éxito. Sentarme frente al caballete era el
único momento en que me sentía de algún modo normal. Todavía tenía el corazón
hecho añicos y mi alma vacía. Me sentía perdida y rota sin importar lo que
hiciera para deshacerme del sentimiento, así que simplemente existí.
Mi primer tratamiento era a
la mañana siguiente y estaba asustada. No tenía a nadie que estuviera conmigo.
La primera vez que pasé por quimioterapia, papá se había mantenido sobrio lo
suficiente para estar conmigo durante las sesiones, pero tan pronto como dejé
el hospital, se fue al bar local. Ahora estaba enfrentando al cáncer y la
quimio una vez más, sola.
Las lágrimas llegaron a mis
ojos y me lancé a un poco de autocompasión. Tenía algunos amigos, pero de
ningún modo los iba a hacer detener sus vidas por mí. Llevé las pinturas a la
galería de arte y extrañé terriblemente la sonriente cara de Candela
saludándome en la puerta. A ella todavía le quedaba una semana más en Colorado.
Sal sacudió la cabeza cuando vio las pinturas.
—La, son hermosas, eres
increíblemente talentosa, sé que se venderán rápido —dijo mientras las llevaba
hacia la pared vacía. Le di un abrazo y le agradecí.
ay dios, estoy llorando...
ResponderEliminarseguila
Ay!, amo esta nove!. Otra!. Por fa
ResponderEliminarQuiero leer más! Please
ResponderEliminarAmo tu nove!, cada vez está mejor!. Otro por favor!,
ResponderEliminarJenny
llorando! que aparezca Peter por favor
ResponderEliminarAy noooooo estoy llorando mucho!!!!
ResponderEliminarPobre Lali siempre la dejan sola y ella en vez de acudir a alguien se hace la fuerte y no molesta a nadie!!!
Ay el encuentro con Peter hasta me dolió a mi!!!
Ayyy ya la quimioterapia !!! Y esta sola!!!!
Aghh quien se cree que es Benjamin?!!!
Jsjsjskksksksks por favor que parezca Peter o Cande !!!
K feo k Peterno la detuviera cuando se encontraron.
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