martes, 29 de julio de 2014

Capitulo 33




Casa; refiriéndose a nosotros volver a casa sonaba agridulce. Peter se acercó al atril y miró intrigado mi pintura.

—Tengo que decir Lali, eres una artista muy talentosa; esta pintura es impresionante.

Me acerqué, deslicé mis manos en sus bolsillos traseros y apoyé mi barbilla sobre su hombro.

—Gracias. Esta es mi visión de un futuro... se ve tan tranquilo allí.

—Es muy hermoso, sugiero que lo mantengas y no lo vendas —dijo.

Lo besé en la mejilla. —Tal vez lo haga.

Me detuve por un momento mientras miraba en la profundidad de mi pintura. —Iba a decirte, ya sabes.

Alcanzó mis manos y llevó mis brazos alrededor de su cintura. —¿Decirme qué?

Tomé una profunda bocanada. —Acerca de venir aquí y ver a la Dra. Murphy. Quise hablarte de ello ese día pero estabas tan enojado; te escuché en el teléfono, en tu oficina, con Martina.

Bajó la mirada. —Lo siento, nunca debí decir esas cosas de ti, estaba… — podía encontrar las palabras que necesitaba decir, así que lo interrumpí.

—Tienes que hablarme de ella Peter, nunca podremos avanzar si no lo haces y creo que tengo derecho a saber.

Se dio la vuelta por lo que quedamos enfrentados y presionó su frente contra la mía. —Lo sé y lo haré, pero no esta noche bebé.

Comenzaba a pensar si alguna vez me lo iba a decir porque si no era así, tendría que averiguarlo por mí misma y eso era algo que no quería tener que hacer. Suspiré y fuimos a la habitación. 

Me desperté con la sensación de mi cuello siendo cubierto por pequeños y ligeros besos . Sonreí y me giré para ver al hombre sexy que estaba enviando escalofríos por todo mi cuerpo.

—Feliz cumpleaños bebé —sonrió y presionó ligeramente mis labios. Entrelacé nuestros dedos y me acurruqué en su pecho. —Gracias.

Me sorprendía cuán rápido cambiaron las cosas. No hace mucho tiempo atrás estuve asustada de celebrar este día sola. No es que no lo hubiese celebrado porque fue hace 8 años atrás que fui diagnosticada con cáncer la primera vez, y estoy aquí frente a él otra vez, pero Peter hace las cosas mucho mejor; me hace sentir a salvo y feliz.

—No te muevas —dijo rápidamente mientras se levantaba de la cama. Me mordí el labio inferior ansiosamente esperando a que regresara.

Vestido sólo con un pijama abotonado oscuro, se pavoneó en la habitación sosteniendo una bandeja. No pude hacer nada menos que contener la respiración mientras miraba su pecho perfectamente cincelado y sus caderas expuestas así como el pantalón que colgaba perfectamente debajo de ellas. Peter Lanzani sabía que era un hombre sexy y no tenía ningún problema en dejármelo saber. Dejó la bandeja sobre mis piernas y se sentó junto a mí. Con una sonrisa que se extendió de oreja a oreja, bajé la mirada hacia los huevos revueltos, los panecillos, las frutas y el tocino que estaban frente a mí.

—¿Cómo, cuándo, dónde?

Rió mientras tomaba mi tenedor y pinchaba los huevos. —Puesto que no tienes nada más que huevos, bajé y fui a la cafetería.

Sonrió en lo que abría su mano y me tendía mi dosis diaria de quince pastillas; no hace falta decir que rodé los ojos. Levantó el tenedor y lo llevó a mi boca mientras que yo graciosamente sacaba los huevos de él.

—Eses asombroso —sonreí.

Tomé el tenedor de su mano y compartí mis huevos y tocino con él. Una felicidad que nunca pensé que existiera creció dentro de mí. Estaba tan feliz y eso me asustó; me asustó de muerte porque todo en lo que seguía pensando era nada menos que un por siempre y nunca quise este sentimiento de final.

—Hora de los regalos. —Sonrió y extendió un brazo por debajo de la cama. Sacó tres cajas hermosamente envueltas y luego quitó la bandeja de mi regazo.

—Amo los regalos —chillé.

La expresión en su rostro era pura felicidad. Estaba tan feliz en este momento como yo. Me tendió la primera caja y cuidadosamente la desenvolví. Mi boca se abrió mientras sacaba un nuevo iPhone de la caja. —Tu número de teléfono es el mismo que antes; tú sabes, ¿ese que tiraste? —Sonrió—. ¿Quién se deshace así de su teléfono? —Sacudió la cabeza.

En broma le golpeé el brazo. —Estoy loca, ¿recuerdas?

Rió y me besó en la cabeza. Encendí el teléfono e instantáneamente hubo mensajes de todos mis amigos deseándome un feliz cumpleaños.

Un mensaje de Candela decía: “Feliz cumpleaños perra, nah, sabes que te quiero, llámame pronto, tenemos mucho con lo que ponernos al día. Por cierto, ten mucho sexo de cumpleaños, te lo mereces”.

Sacudí la cabeza y reí. Peter sabía cómo era Candela así que ni siquiera preguntó qué dijo, podría adivinarlo simplemente por mi reacción.

Tomó el aparato de mi mano y lo dejó en la cama mientras me tendía la siguiente caja. Sonreí y me mordí el labio inferior ansiosamente desenvolviendo, excitada como un niño la mañana de Navidad, la caja perfectamente plateada. Saqué la tapa y dentro había un impresionante brazalete de plata con el símbolo del infinito recubierto de diamantes.

—Peter, yo… lo amo. Es el regalo más hermoso que nadie me ha dado.

Tomó la caja de mi mano y me quitó el brazalete. Lo desabrochó y lo puse sobre mi muñeca. —Te amo, no sólo por quien eres, sino por la persona en que me he convertido por ti. Este es mí Por siempre para ti.

Las incontrolables lágrimas que parecían haber plagado mi rostro recientemente comenzaron a caer por mis mejillas, pero fueron rápidamente detenidas por la respuesta de Peter.

—Oh no, no lo harás. No habrá lágrimas en tu cumpleaños, no importa si son buenas o no; las prohíbo, ¿lo entiende Señorita Esposito? —No pude evitar sino romper a reír ante su voz dirigente.

Envolví mis brazos alrededor de él tan fuerte como pude y encontré su boca con la mía. Respondió, pero rápidamente rompió nuestro beso. —Aún tienes un regalo más que abrir.

Sonreí mientras me recostaba contra la almohada. —Me mimas demasiado.

Me dio una caja alargada mientras sonreía. La tomé y con la misma delicadeza, la desenvolví al igual que las demás. Saqué la tapa y me quedé observando el bono en su interior. Miré a Peter y mis ojos comenzaron a hincharse.

—No lo hagas, nada de lágrimas.

Esta vez no pude evitarlo, mis emociones estaban demasiado idas porque en el interior de la caja había dos pasajes para Paris. Mientras él me observaba, limpió gentilmente las lágrimas bajo mis ojos.

—Sé que tu sueño es ir a Paris, lo vi en la lista que escondiste en tu escritorio y tan pronto como el doctor diga que está bien, estaremos en el primer vuelo hacia allí y nos quedaremos por cuento tiempo quieras.

No podía creer que recordara lo que estaba en mi lista de cosas a partir de ese breve minuto en que la vio. Me sentí abrumada por el cariño que estaba recibiendo de este hombre quien no hacía mucho tiempo atrás, era incapaz de amar a nadie. Me senté a horcajadas y tomé su cara entre mis manos.

—Gracias por todo, te amo Peter Lanzani —dije mientras lo besaba y le demostraba por las siguientes dos horas cuán agradecida estaba.


El día fue perfecto. Todos los días eran perfectos cuando los pasaba con Peter. No me importaba si nos retenían en una cueva en medio de la nada, aún seguirá siendo perfecto. Gaston y London nos llevaron a un ostentoso bar en medio de Los Ángeles por mi cumpleaños. Lo habían planeado antes de saber que Peter estaría aquí, pero enseguida estuvo dentro y dijo que sería divertido.

3 comentarios:

  1. que tiernooo
    +++
    @x_ferreyra7

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  2. Ay dios que romántico que esta Peter!!!!
    Ayyy lo recordó!!
    Y es que ambos se hacen bien mutuamente!!!

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