miércoles, 16 de julio de 2014

Capitulo 5

Capitulo 5



El taxi se estacionó cerca de la zona de garaje. —Aquí es donde le gusta ser dejado. Debe tener una llave que abre el ascensor allí; Su nombre está junto al listado de nombres al lado de la cerradura, vea que piso es, buena suerte.

Me quedé mirando fijamente al taxista porque uno: ¿Cómo sabía eso? Y dos: Yo no tenía intensión de llevar a este hombre más allá del ascensor. Abrí la cartera y busqué algo de cambio. Sacudí la cabeza ante el hecho de que sólo tenía varios billetes de cien dólares. Saqué uno de cien y se lo entregué al conductor.  Quédese con el cambio. —Le guiñé un ojo.

Una gran sonrisa se formó en su rostro. —Gracias, señora.

—No hay de qué, me lo puede agradecer la próxima vez.

Abrí la puerta y tomé el brazo del hombre tirando de él fuera de la cabina. Puse su brazo por encima de mi hombro y lo encaminé hacia el ascensor. Siguió tambaleándose hasta casi caernos. Busqué en su bolsillo por sus llaves. Hubo un incómodo momento cuando puse mi mano dentro de su bolsillo y sentí algo semi-duro que no eran sus llaves. Presioné el botón del elevador y me miró.

—Eres una mujer hermosa, y te voy a follar muy, pero muy duro —dijo mientras agarraba mi trasero.

Suspirando, aparté la mano de mi trasero. —Sólo en tus sueños, cariño, sólo en tus sueños.

El ascensor se abrió. Lo acompañé en el interior y miré las diferentes llaves, preguntándome cual sería la del ascensor. Me volví hacia él mientras se apoyaba en la pared del ascensor. —¿Me podrías decir que llave es la del ascensor? —Me dedicó una seductora y borracha sonrisa y me quitó el llavero, cogió una llave y la sostuvo en alto—. Gracias —sonreí.

Metí la llave en la cerradora al lado de su nombre mientras el elevador nos llevaba hacia el último piso. Las puertas se abrieron en el penthouse más grande y más hermoso que yo había visto nunca. De acuerdo, era el único ático que yo había visto, pero aún así era hermoso.

Mi única intensión era apoyarlo contra la pared y dejarlo, me imaginaba que dormiría en el suelo y allí se despertaría la mañana siguiente, ese era mi plan hasta que me miró y me dijo que vomitaría. Rodé mis ojos cuando le pedí que me dijera donde estaba su habitación; Creo que eso le llamó la atención muy rápido. Señaló las escaleras, y me aferré a él, tratando de retenerlo para que no se tropezara con cada paso. Finamente, llegamos  al segundo piso mientras veía un baño a la izquierda. No entró. Vomitó todo sobre su ropa. Sacudí la cabeza mientras suspiré, todo era demasiado familiar para mí.

Me apresuré a llevarlo al baño, donde se inclinó y abrazó la porcelana por una buena hora. Me quedé admirando la belleza de su cuarto de baño. Las paredes de color tierra y encimeras negras le daban un aspecto clásico, pero de lujo.

Encontré un paño y lo coloqué bajo el agua tibia. Me acerqué a él mientras estaba sentado contra la pared, su cabeza baja. Olía a vómito, y tenía que cambiarle la ropa.

—Vamos, amigo; déjame quitarte esa ropa. —Puse sus brazos alrededor de mí y con una pequeña ayuda de él, lo levanté del suelo.

Hicimos nuestro camino por el pasillo, hacia su dormitorio. Abrí las puertas dobles que conducían dentro y jadeé; su dormitorio era más grande que todo mi apartamento. Lo lleve hacia la enorme cama y lo senté.

—¿Eres un ángel? —dijo arrastrando las palabras mientras frotaba suavemente mi mejilla. Su piel estaba caliente, y su toque se sentía bien, demasiado bien, ya que hizo que mi piel se pusiera de gallina.

Tomé su mano. —Sí, supongo que sí.

El borracho sonrió y volvió a caer sobre la cama. Sabía que esto iba a tomar algo de trabajo, tratar de quitarle la ropa, pero no podía dejarlo sentado allí, toda la noche, sobre su propio vomito. Le quité los zapatos y calcetas primero. Subí a la cama para así ponerme a horcajadas y desabrocharle la camisa, moviéndome de un lado a otro para evitar que me abrazara. Probablemente hubiera sido más fácil desvestirlo en el baño, pero no se me ocurrió antes. Bajé hasta el botón de sus pantalones; Oh Dios, no puedo creer que esté haciendo esto. Mis pensamientos eran: déjalo allí recostado y dormido, pero sus pantalones recibieron la peor parte del vomito y realmente apestaba. Le desabroché el pantalón y levanté sus caderas para así tirar de ellos. Fue una lucha, pero finalmente lo logré.

No pude dejar de mirar su escultural cuerpo mientras permanecía acostado casi desnudo, sólo con sus calzoncillos de seda negra. Soy humana, ¿no? Él era delgado, musculoso y perfectamente definido de la cabeza a los pies. Me sentí sucia estando allí, observando su cuerpo, pero nadie debería verse así de perfecto, no era justo. Tenía que moverlo hasta su almohada. Puse un paño frío sobre su frente, y se removió. Lo agarré por las axilas y lo arrastré lo mejor que pude. Lo recosté de lado en caso de que vomitara de nuevo, un ligero gemido provino de su boca. Encontré una manta sobre una silla en la esquina de la habitación y lo cubrí con ella. Suspiré y miré el reloj en la mesita de noche, vi que era la una de la mañana.

Estaba exhausta y necesitaba desesperadamente un poco de sueño. Fue entonces cuando recordé que nunca le dije a Candela que me iba. Bajé corriendo las escaleras y tomé mi bolso de mesa. Saqué mi móvil y vi un mensaje de texto de ella.

“Dime ¿qué estás haciendo? Y sé que te gusta jugar a la buena samaritana, pero estoy preocupada, contéstame.”

Repliqué apresuradamente:

“Estoy bien; Me las arreglé para traerlo a su casa, y está desmayado en la cama. Me iré a casa ahora; te llamo mañana.”

Me detuve en el pasillo y miré las escaleras. Los recuerdos inundaron mi mente mientras hacía mi camino de vuelta a su habitación para comprobar como seguía él una vez más. Había rodado sobre su espalda, así que lo reacomodé de costado. Su cama era tan cómoda que decidí sentarme junto a él y asegurarme que se quedaba en esa posición por el resto de la noche. Entonces, quizás así conseguiría dormir un poco.

***

Me desperté de un sueño que tuve sobre mi padre. Rápidamente me senté, mi cerebro aún no registraba plenamente donde me encontraba. Recorrí la habitación y miré al hombre dormir plácidamente. Sacudí mi cabeza con incredulidad al comprender que me quedé dormida durante tanto tiempo, así que me dirigí al cuarto de baño. Me eché un poco de agua en el rostro y bebí un poco del enjuague bucal que encontré en su gabinete. Pasé los dedos por mi cabello y me dirigí escaleras abajo. Debí haberme ido en ese mismo momento, pero necesitaba café, y él lo necesitaría cuando despertara.

Caminé hacia la cocina y me detuve en seco. Los armarios de caoba en conjunto con las encimeras de granito gris eran totalmente impresionantes. Una gran isla curvada implementada en el medio de la habitación con una estufa incorporada de un lado, mientras tres hornos de acero inoxidable eran incorporados en la otra pared opuesta. Encontré lo que necesitaba e hice una taza de café. Tenía una receta para aliviar la resaca, la cual solía prepararle a mi padre todos los días. Escaneé la cocina y sorprendentemente, tenía todo lo que necesitaba para preparar un coctel. Tenía mi espalda dando a la puerta, preparando el coctel para resacas, cuando escuché a alguien aclarar su garganta. Me sorprendió, y poco a poco me di la vuelta.

Él estaba de pie en medio de la cocina con un par de pantalones de pijama oscuros que colgaban de sus caderas, resaltando su forma muscular. Tragué saliva en mi sitio, allí de pie, aún con resaca y recién levantado, se veía tan increíble como anoche. Me miró y ladeó su cabeza.

—¿No te dije las reglas anoche?

—¿Eh? —Fruncí el ceño.

—No te puedes quedar a dormir aquí. Se suponía que debías irte después de follar; ¿Se puede saber porque estás aún aquí, en mi cocina, poniéndote cómoda?

Su tono era arrogante y grosero, obviamente no recordaba nada de anoche, pero no esperaba que lo hiciera. Sus ojos verdes parecían oscuros y cabreados, pero no me asustó; Ya había pasado por esto antes. Puse el vaso con la bebida contra la resaca en el mostrador y lo deslicé hacia él. Entrecerró los ojos en mi dirección.

— Te hice una pregunta y espero una respuesta.

Suspiré y rodé los ojos. —Oye, amigo, no sé lo que crees que pasó anoche, pero tú y yo no dormimos juntos; Créeme, nunca te daría ese placer. —De acuerdo, mentí, se lo hubiera dado con gusto, pero no tenía por qué saberlo. Ladeó más su cabeza y me miró fijamente con los ojos entrecerrados—. Bebiste hasta caer en el olvido anoche en el club, y te corrieron del lugar. Yo pasaba por allí cuando ocurrió y como la buena chica que soy, llamé un taxi para asegurarme de que llegaras a casa a salvo. Luego, procediste a vomitarte sobre ti mismo, así que tuve que llevarte al baño y desvestirte, porque, francamente, apestabas. —Arqueó sus cejas. —Estaba a punto de irme cuando decidí chequearte una vez más.

Regresé a tu habitación y estabas recostado sobre tu espalda, así que te acomodé de lado en caso de que volvieras a vomitar, no me hubiera gustado que te ahogaras y murieras. —Cambió de posición y cruzó los brazos—. Me quedé dormida del cansancio después de tratar contigo, y cuando desperté decidí prepararte un café y un coctel contra la resaca. Me pensaba ir en un par de minutos, y no esperaba que te despertarás en al menos un par de horas.

Dio unos pasos más cerca. —Entonces, ¿me estás diciendo que no pasó nada entre nosotros? —Rodé los ojos, parecía que este hombre no escuchó ni una palabra de lo que le dije.

—No, no pasó nada, sólo quería asegurarme de que estuvieras bien, estabas totalmente borracho. —Bajé la mirada.

—¿Qué es eso? —preguntó mientras cogía el vaso.

—Sólo bébelo, comenzarás a sentirte mejor en unos quince minutos. Te sirvo el café y me voy.

Comencé a sentirme un poco mareada cuando tomé una taza y se me escapó de las manos para estrellarse contra el suelo.

—Mierda —dije mientras me agachaba a recoger los pedazos rotos.

—Oye, vas a cortarte. —Se acercó a mí y se inclinó.

—Lo siento —dije, sacudiendo la cabeza y recogiendo la porcelana rota.

—¡Detente! —Su voz fue una orden.

Su voz era sorprendente, pero lo ignoré porque este era mi desastre y yo iba a limpiarlo. Me tomó de las manos y me obligó a deshacerme de los trozos rotos. Nuestros ojos se encontraron cuando vio las cicatrices en mis muñecas. Me liberé de su agarre rápidamente y me levanté. Él continuó recogiendo los trozos. Tomé mi bolso en el mostrador.

—Lamento lo de la taza. Voy a comprarte una nueva, y espero que te mejores. —Me di la vuelta y me dirigí a la puerta.

—Espera —le oí decir.

Me di la vuelta y lo miré. —Al menos déjame pagarte por los problemas que te causé anoche.

—No aceptaré tu dinero, y no fue un problema. —De acuerdo, él seguía con vida, y me sentía mejor sabiendo que probablemente le salvé la vida.

Rodó los ojos. —Entonces, al menos déjame darte una taza de café antes de que te vayas. —Suspiré. Seriamente la necesitaba, y una taza no lastimaría a nadie.

—De acuerdo, una taza y luego estoy fuera de tu camino.

Se dio la vuelta para regresar a la cocina y poner una taza sobre la isla. Se bebió el coctel y frunció el ceño todo el tiempo. Fue divertido ver la mirada de disgusto en su rostro. Se inclinó sobre el mostrador y me miró.

—¿Por qué diablos me ayudas? ¿Y si yo fuera un violador o un asesino?

Reí. —No podrías violarme o asesinarme. Estabas tan borracho anoche… apenas podías caminar. —Corrió una mano por su cabello.

—No deberías hacer este tipo de cosas; la ciudad no es segura para una chica como tú. —Parecía molesto.

Apoyé el codo en el mostrador, coloqué la mano en mi mejilla, y le miré mientras me sermoneaba. Él dejó de hablar y entrecerró los ojos hacia mí. —¿Siquiera me estás escuchando?

Me reí cuando me levanté del taburete. —Gracias por el café, pero tengo que irme; necesito irme a casa. —Agarré mi bolso y comencé a caminar fuera de la cocina.

—Que tenga un encantador día, Sr. Lanzani, y la próxima vez no beba tanto.  Pude escuchar sus pasos siguiéndome atrás.

—¿Te importaría decirme tu nombre? —La puerta del elevador se abrió; Di un paso dentro y me di la vuelta para encararlo.

—Es Lali Esposito —grité mientras las puertas comenzaban a cerrarse.

8 comentarios:

  1. Me encantó continualaaaaaaa porfis

    ResponderEliminar
  2. ay dios me tente, sabes gritar asi sjsjsj
    seguilla

    ResponderEliminar
  3. Que lindo cap! Me gusto mucho este!
    Espero otro!
    Flor..

    ResponderEliminar
  4. Jajjajajajajaja,me tenté mal ,calzoncillos d seda negra

    ResponderEliminar
  5. Hay dios ella tan buena!!!
    Uuy y tratar con un borracho nones nada agradable!!!
    Jajajaj el taxista se fue super feliz!!!
    Jajajjaja Jajajjaja tente con lo de los calzoncillos negros y que se sentó y trataba que no la abrazara!!!
    Uhh que altanero se vino Peter!!!
    Ayayayaya y le grita su nombre cual películas!!!
    Ojala y Peter la busque!!!
    Más me gusta mucho!!!
    Una forma muy peculiar de encontrarse

    ResponderEliminar
  6. nose ni en que momento ni cuando subiste mas capitulos, bueno si porque arriba del capitulo dicen pero no me dijiste nada, casi no recordaba de que se trataba pero con lo del dr. taub como que me acorde de varias cosas, un poco extraña la manera en que se conocen lali y peter pero a la vez me encanta poco inusual y unica, siguela y avisame cuando subas porfis

    ResponderEliminar