Capitulo 5
El taxi se estacionó cerca de la zona de
garaje. —Aquí es donde le gusta ser dejado. Debe tener una llave que abre el
ascensor allí; Su nombre está junto al listado de nombres al lado de la cerradura,
vea que piso es, buena suerte.
Me quedé mirando fijamente al taxista
porque uno: ¿Cómo sabía eso? Y dos: Yo no tenía intensión de llevar a este
hombre más allá del ascensor. Abrí la cartera y busqué algo de cambio.
Sacudí la cabeza ante el hecho de que sólo tenía varios billetes de cien
dólares. Saqué uno de cien y se lo entregué al conductor. Quédese con el
cambio. —Le guiñé un ojo.
Una gran sonrisa se formó en su rostro. —Gracias,
señora.
—No hay de qué, me lo puede agradecer la
próxima vez.
Abrí la puerta y tomé el brazo del
hombre tirando de él fuera de la cabina. Puse su brazo por encima de mi hombro
y lo encaminé hacia el ascensor. Siguió tambaleándose hasta casi caernos.
Busqué en su bolsillo por sus llaves. Hubo un incómodo momento cuando puse mi
mano dentro de su bolsillo y sentí algo semi-duro que no eran sus llaves.
Presioné el botón del elevador y me miró.
—Eres una mujer hermosa, y te voy a
follar muy, pero muy duro —dijo mientras agarraba mi trasero.
Suspirando, aparté la mano de mi
trasero. —Sólo en tus sueños, cariño, sólo en tus sueños.
El ascensor se abrió. Lo acompañé en el
interior y miré las diferentes llaves, preguntándome cual sería la del
ascensor. Me volví hacia él mientras se apoyaba en la pared del ascensor. —¿Me
podrías decir que llave es la del ascensor? —Me dedicó una seductora y borracha
sonrisa y me quitó el llavero, cogió una llave y la sostuvo en alto—. Gracias —sonreí.
Metí la llave en la cerradora al lado de
su nombre mientras el elevador nos llevaba hacia el último piso. Las puertas se
abrieron en el penthouse más grande y más hermoso que yo había visto nunca. De acuerdo,
era el único ático que yo había visto, pero aún así era hermoso.
Mi única intensión era apoyarlo contra
la pared y dejarlo, me imaginaba que dormiría en el suelo y allí se despertaría
la mañana siguiente, ese era mi plan hasta que me miró y me dijo que vomitaría.
Rodé mis ojos cuando le pedí que me dijera donde estaba su habitación; Creo que
eso le llamó la atención muy rápido. Señaló las escaleras, y me aferré a él,
tratando de retenerlo para que no se tropezara con cada paso. Finamente,
llegamos al segundo piso mientras veía
un baño a la izquierda. No entró. Vomitó todo sobre su ropa. Sacudí la cabeza
mientras suspiré, todo era demasiado familiar para mí.
Me apresuré a llevarlo al baño, donde se
inclinó y abrazó la porcelana por una buena hora. Me quedé admirando la belleza
de su cuarto de baño. Las paredes de color tierra y encimeras negras le daban un
aspecto clásico, pero de lujo.
Encontré un paño y lo coloqué bajo el
agua tibia. Me acerqué a él mientras estaba sentado contra la pared, su cabeza
baja. Olía a vómito, y tenía que cambiarle la ropa.
—Vamos, amigo; déjame quitarte esa ropa.
—Puse sus brazos alrededor de mí y con una pequeña ayuda de él, lo levanté del
suelo.
Hicimos nuestro camino por el pasillo,
hacia su dormitorio. Abrí las puertas dobles que conducían dentro y jadeé; su
dormitorio era más grande que todo mi apartamento. Lo lleve hacia la enorme
cama y lo senté.
—¿Eres un ángel? —dijo arrastrando las
palabras mientras frotaba suavemente mi mejilla. Su piel estaba caliente, y su
toque se sentía bien, demasiado bien, ya que hizo que mi piel se pusiera de
gallina.
Tomé su mano. —Sí, supongo que sí.
El borracho sonrió y volvió a caer sobre
la cama. Sabía que esto iba a tomar algo de trabajo, tratar de quitarle la
ropa, pero no podía dejarlo sentado allí, toda la noche, sobre su propio
vomito. Le quité los zapatos y calcetas primero. Subí a la cama para así
ponerme a horcajadas y desabrocharle la camisa, moviéndome de un lado a otro
para evitar que me abrazara. Probablemente hubiera sido más fácil desvestirlo
en el baño, pero no se me ocurrió antes. Bajé hasta el botón de sus pantalones;
Oh Dios, no puedo creer que esté haciendo esto. Mis pensamientos eran: déjalo allí recostado y dormido, pero sus pantalones recibieron la peor parte del vomito y
realmente apestaba. Le desabroché el pantalón y levanté sus caderas para así
tirar de ellos. Fue una lucha, pero finalmente lo logré.
No pude dejar de mirar su escultural
cuerpo mientras permanecía acostado casi desnudo, sólo con sus calzoncillos de
seda negra. Soy humana, ¿no? Él era delgado, musculoso y perfectamente definido
de la cabeza a los pies. Me sentí sucia estando allí, observando su cuerpo,
pero nadie debería verse así de perfecto, no era justo. Tenía que moverlo hasta su almohada. Puse un paño frío sobre su
frente, y se removió. Lo agarré por las axilas y lo arrastré lo mejor que pude.
Lo recosté de lado en caso de que vomitara de nuevo, un ligero gemido provino
de su boca. Encontré una manta sobre una silla en la esquina de la habitación y
lo cubrí con ella. Suspiré y miré el reloj en la mesita de noche, vi que era la
una de la mañana.
Estaba exhausta y necesitaba
desesperadamente un poco de sueño. Fue entonces cuando recordé que nunca le
dije a Candela que me iba. Bajé corriendo las escaleras y tomé mi bolso de
mesa. Saqué mi móvil y vi un mensaje de texto de ella.
“Dime ¿qué estás haciendo?
Y sé que te gusta jugar a la buena samaritana, pero estoy preocupada, contéstame.”
Repliqué apresuradamente:
“Estoy bien; Me las arreglé para
traerlo a su casa, y está desmayado en la cama. Me iré a casa ahora; te llamo
mañana.”
Me detuve en el pasillo y miré las
escaleras. Los recuerdos inundaron mi mente mientras hacía mi camino de vuelta
a su habitación para comprobar como seguía él una vez más. Había rodado sobre
su espalda, así que lo reacomodé de costado. Su cama era tan cómoda que decidí sentarme
junto a él y asegurarme que se quedaba en esa posición por el resto de la
noche. Entonces, quizás así conseguiría dormir un poco.
***
Me desperté de un sueño que tuve sobre
mi padre. Rápidamente me senté, mi cerebro aún no registraba plenamente donde
me encontraba. Recorrí la habitación y miré al hombre dormir plácidamente. Sacudí
mi cabeza con incredulidad al comprender que me quedé dormida durante tanto
tiempo, así que me dirigí al cuarto de baño. Me eché un poco de agua en el
rostro y bebí un poco del enjuague bucal que encontré en su gabinete. Pasé los
dedos por mi cabello y me dirigí escaleras abajo. Debí haberme ido en ese mismo
momento, pero necesitaba café, y él lo necesitaría cuando despertara.
Caminé hacia la cocina y me detuve en
seco. Los armarios de caoba en conjunto con las encimeras de granito gris eran
totalmente impresionantes. Una gran isla curvada implementada en el medio de la
habitación con una estufa incorporada de un lado, mientras tres hornos de acero
inoxidable eran incorporados en la otra pared opuesta. Encontré lo que
necesitaba e hice una taza de café. Tenía una receta para aliviar la resaca, la
cual solía prepararle a mi padre todos los días. Escaneé la cocina y
sorprendentemente, tenía todo lo que necesitaba para preparar un coctel. Tenía
mi espalda dando a la puerta, preparando el coctel para resacas, cuando escuché
a alguien aclarar su garganta. Me sorprendió, y poco a poco me di la vuelta.
Él estaba de pie en medio de la cocina
con un par de pantalones de pijama oscuros que colgaban de sus caderas,
resaltando su forma muscular. Tragué saliva en mi sitio, allí de pie, aún con
resaca y recién levantado, se veía tan increíble como anoche. Me miró y ladeó su
cabeza.
—¿No te dije las reglas anoche?
—¿Eh? —Fruncí el ceño.
—No te puedes quedar a dormir aquí. Se
suponía que debías irte después de follar; ¿Se puede saber porque estás aún
aquí, en mi cocina, poniéndote cómoda?
Su tono era arrogante y grosero, obviamente
no recordaba nada de anoche, pero no esperaba que lo hiciera. Sus ojos verdes
parecían oscuros y cabreados, pero no me asustó; Ya había pasado por esto
antes. Puse el vaso con la bebida contra la resaca en el mostrador y lo deslicé
hacia él. Entrecerró los ojos en mi dirección.
— Te hice una pregunta y espero una
respuesta.
Suspiré y rodé los ojos. —Oye, amigo, no
sé lo que crees que pasó anoche, pero tú y yo no dormimos juntos; Créeme, nunca
te daría ese placer. —De acuerdo, mentí, se lo hubiera dado con gusto, pero no
tenía por qué saberlo. Ladeó más su cabeza y me miró fijamente con los ojos entrecerrados—.
Bebiste hasta caer en el olvido anoche en el club, y te corrieron del lugar. Yo
pasaba por allí cuando ocurrió y como la buena chica que soy, llamé un taxi
para asegurarme de que llegaras a casa a salvo. Luego, procediste a vomitarte
sobre ti mismo, así que tuve que llevarte al baño y desvestirte, porque,
francamente, apestabas. —Arqueó sus cejas. —Estaba a punto de irme cuando
decidí chequearte una vez más.
Regresé a tu habitación y estabas
recostado sobre tu espalda, así que te acomodé de lado en caso de que volvieras
a vomitar, no me hubiera gustado que te ahogaras y murieras. —Cambió de
posición y cruzó los brazos—. Me quedé dormida del cansancio después de tratar
contigo, y cuando desperté decidí prepararte un café y un coctel contra la
resaca. Me pensaba ir en un par de minutos, y no
esperaba que te despertarás en al menos un par de horas.
Dio unos pasos más cerca. —Entonces, ¿me
estás diciendo que no pasó nada entre nosotros? —Rodé los ojos, parecía que
este hombre no escuchó ni una palabra de lo que le dije.
—No, no pasó nada, sólo quería
asegurarme de que estuvieras bien, estabas totalmente borracho. —Bajé la
mirada.
—¿Qué es eso? —preguntó mientras cogía
el vaso.
—Sólo bébelo, comenzarás a sentirte
mejor en unos quince minutos. Te sirvo el café y me voy.
Comencé a sentirme un poco mareada
cuando tomé una taza y se me escapó de las manos para estrellarse contra el
suelo.
—Mierda —dije mientras me agachaba a
recoger los pedazos rotos.
—Oye, vas a cortarte. —Se acercó a mí y
se inclinó.
—Lo siento —dije, sacudiendo la cabeza y
recogiendo la porcelana rota.
—¡Detente! —Su voz fue una orden.
Su voz era sorprendente, pero lo ignoré
porque este era mi desastre y yo iba a limpiarlo. Me tomó de las manos y me
obligó a deshacerme de los trozos rotos. Nuestros ojos se encontraron cuando
vio las cicatrices en mis muñecas. Me liberé de su agarre rápidamente y me
levanté. Él continuó recogiendo los trozos. Tomé mi bolso en el mostrador.
—Lamento lo de la taza. Voy a comprarte
una nueva, y espero que te mejores. —Me di la vuelta y me dirigí a la puerta.
—Espera —le oí decir.
Me di la vuelta y lo miré. —Al menos
déjame pagarte por los problemas que te causé anoche.
—No aceptaré tu dinero, y no fue un
problema. —De acuerdo, él seguía con vida, y me sentía mejor sabiendo que
probablemente le salvé la vida.
Rodó los ojos. —Entonces, al menos
déjame darte una taza de café antes de que te vayas. —Suspiré. Seriamente la
necesitaba, y una taza no lastimaría a nadie.
—De acuerdo, una taza y luego estoy
fuera de tu camino.
Se dio la vuelta para regresar a la
cocina y poner una taza sobre la isla. Se bebió el coctel y frunció el ceño
todo el tiempo. Fue divertido ver la mirada de disgusto en su rostro. Se
inclinó sobre el mostrador y me miró.
—¿Por qué diablos me ayudas? ¿Y si yo
fuera un violador o un asesino?
Reí. —No podrías violarme o asesinarme.
Estabas tan borracho anoche… apenas podías caminar. —Corrió una mano por su
cabello.
—No deberías hacer este tipo de cosas;
la ciudad no es segura para una chica como tú. —Parecía molesto.
Apoyé el codo en el mostrador, coloqué
la mano en mi mejilla, y le miré mientras me sermoneaba. Él dejó de hablar y
entrecerró los ojos hacia mí. —¿Siquiera me estás escuchando?
Me reí cuando me levanté del taburete. —Gracias
por el café, pero tengo que irme; necesito irme a casa. —Agarré mi bolso y
comencé a caminar fuera de la cocina.
—Que tenga un encantador día, Sr.
Lanzani, y la próxima vez no beba tanto. Pude escuchar sus pasos siguiéndome
atrás.
—¿Te importaría decirme tu nombre? —La
puerta del elevador se abrió; Di un paso dentro y me di la vuelta para
encararlo.
—Es Lali Esposito —grité mientras las
puertas comenzaban a cerrarse.
Me encantó continualaaaaaaa porfis
ResponderEliminarJajaja me encantooo
ResponderEliminarmaaass
ay dios me tente, sabes gritar asi sjsjsj
ResponderEliminarseguilla
Maasss
ResponderEliminarQue lindo cap! Me gusto mucho este!
ResponderEliminarEspero otro!
Flor..
Jajjajajajajaja,me tenté mal ,calzoncillos d seda negra
ResponderEliminarHay dios ella tan buena!!!
ResponderEliminarUuy y tratar con un borracho nones nada agradable!!!
Jajajaj el taxista se fue super feliz!!!
Jajajjaja Jajajjaja tente con lo de los calzoncillos negros y que se sentó y trataba que no la abrazara!!!
Uhh que altanero se vino Peter!!!
Ayayayaya y le grita su nombre cual películas!!!
Ojala y Peter la busque!!!
Más me gusta mucho!!!
Una forma muy peculiar de encontrarse
nose ni en que momento ni cuando subiste mas capitulos, bueno si porque arriba del capitulo dicen pero no me dijiste nada, casi no recordaba de que se trataba pero con lo del dr. taub como que me acorde de varias cosas, un poco extraña la manera en que se conocen lali y peter pero a la vez me encanta poco inusual y unica, siguela y avisame cuando subas porfis
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