Capitulo 22
Lali
Mi cable no será
instalado hasta la próxima semana. Mis ojos duelen de tanto leer, y quizás
también de tanto llorar. Finalmente hice un trato por un auto con el resto de
mi préstamo estudiantil, pero hasta que consiga un trabajo, no puedo permitirme
realmente la gasolina. Mejor encuentro un trabajo pronto, porque estoy bastante
segura de que he novelizado cuán genial es vivir sola.
Estoy tentada a
tratar de conseguir de nuevo mi trabajo en la biblioteca, incluso si tengo que
rogar. Sólo necesito algo para mantenerme ocupada.
Estoy. Jodidamente.
Aburrida.
Tan aburrida que
estoy mirando mis manos, contando cosas tan fortuitas que ni siquiera tienen
suficiente sentido como para incluso ser contadas.
Uno: el número de personas que está
constantemente en mi mente. (Peter).
Dos: el número de personas que desearía
contrajeran una enfermedad de transmisión sexual. (Benjamin y Rochi).
Tres: el número de meses desde que rompí con
mi mentiroso, infiel y bastardo novio.
Cuatro: el número de veces que Nico ha venido a
comprobarme desde que me mudé del departamento.
Cinco: el número de veces que Nico ha golpeado
mi puerta en los últimos treinta segundos.
Seis: el número de días desde la última vez
que vi a Peter.
Siete: el número de metros entre mi sofá y la
puerta principal.
Abro la puerta y
Nico ni siquiera espera a que lo invite a entrar. Me sonríe y pasa, llevando
dos bolsas blancas en sus manos.
—Traje tacos —dice—. Pasaba por allí de camino a casa desde
trabajo, y pensé que podrías querer uno. —Pone las bolsas en la encimera de mi
cocina, luego camina hacia el sofá y se desploma en él.
Cierro la puerta y
lo enfrento. —Gracias por los tacos, pero, ¿cómo sé que no estás jugándome una
broma? ¿Qué has hecho, cambiar la carne por tabaco?
Nico levanta la
mirada hacia mí y me sonríe, impresionado. —Ahora, esa es una idea genial para
una broma, Lali. Creo que finalmente comienzas a entenderlo.
Me río, sentándome
junto a él. —Claro, ahora que no tengo ningún compañero al que hacerle bromas.
Suelta una carcajada
y palmea mi rodilla. —Eugenia no sale del trabajo hasta medianoche. ¿Quieres ir
a ver una película?
Mi cabeza se hunde
en el respaldar del sofá casi tan rápido como mi corazón lo hace en mi
estómago. Odio sentirme como si sólo estuviera aquí porque siente lástima por
mí. La última cosa que quiero es ser la preocupación de alguien.
—Nico, no tienes que
seguir viniendo para comprobarme cada día. Sé que estás tratando de ser
agradable, pero estoy bien.
Se mueve en el
sillón para mirarme de frente. —No vengo porque siento lástima por ti, Lali.
Eres mi amiga. Extraño tenerte en el departamento. Y podría venir porque
me siento un poco arrepentido por la forma en que te traté la noche en que
Martina fue hospitalizada.
Asiento. —Sí. Te
comportaste como un idiota esa noche.
—Lo sé. —Se ríe—. No
te preocupes, Peter no me ha dejado olvidarlo.
Peter.
Dios, incluso
escuchar su nombre duele.
Nico se da cuenta de
su desliz cuando ve el cambio en mi expresión. —Mierda. Lo siento.
Presiono las palmas
en el sofá y me levanto, queriendo escapar de la incomodidad de nuestra
conversación. En realidad, no es un tema del que necesite estar hablando de
todas formas.
—Bueno, ¿tienes
hambre? —pregunto mientras me dirijo a la cocina—. He estado trabajando horas
en la estufa para hacer esos tacos, así que mejor te comes uno.
Nico se ríe, entra
en la cocina conmigo, y toma uno de los tacos. Desenvuelvo uno y me inclino
contra la barra, pero antes de que pueda llevarlo a mi boca, me siento demasiado
asqueada como para comer. Con toda sinceridad, no he dormido o comido demasiado en los
últimos seis días desde que me mudé. Odio saber que tuve parte de culpa en
causarle tanto dolor a otra persona. Martina no hizo nada para merecer la forma
en que la hicimos sentir. También es difícil no saber cómo resultaron las cosas
entre ellos. No le he preguntado a Nico por razones obvias, porque cualquiera
fuese la respuesta, no cambiaría las cosas. Pero me siento como si tuviera este
gran y enorme hoyo en mi pecho ante la constante curiosidad. Por más que he
deseado por los últimos tres meses que Peter no tuviera una novia, no se
compara para nada con lo mucho que he esperado que ella pudiera perdonarlo.
—Un dólar por tus
pensamientos.
Miro a Nico, que
está inclinado contra la encimera, observándome pensar. Me encojo de hombros y
pongo mi taco sin comer a un lado, luego me abrazo a mí misma y bajo la mirada
hasta mis pies, temiendo que si lo miro, sabrá lo que estoy pensando.
—Mira —dice, agachando
la cabeza en un intento para que lo mire a los ojos—. Sé que no has preguntado
por él porque sabes tan bien como yo lo mucho que necesitas seguir adelante.
Pero si tienes preguntas, las responderé, Lali. Las responderé porque eres mi
amiga, y eso es lo que los amigos hacen.
Mi pecho se eleva
con una profunda respiración, y antes de que pueda soltarla totalmente, la
pregunta escapa de mi boca. —¿Cómo está?
Nico tensa la
mandíbula, lo que me hace pensar que desearía no haberme dado la libertad para
preguntar sobre Peter. —Está bien. Estará bien.
Asiento, pero
instantáneamente tengo un millón de preguntas más.
¿Volvió con él?
¿Ha preguntado por
mí?
¿Luce feliz?
¿Crees que se
arrepiente de mí ahora?
Decido preguntar una
cosa a la vez, porque ni siquiera estoy segura de si sus respuestas me harán
algún bien en este punto. Trago nerviosamente, luego levanto la mirada para
verlo. —¿Ella lo perdonó?
Nico es el que no
puede hacer contacto visual ahora. Se endereza, dándome la espalda, y pone las
palmas en el mostrador. Su cabeza cuelga entre sus hombros mientras suspira
incómodamente.
—No estoy seguro de
si debería estar diciéndote esto. —Se detiene por un momento, luego se gira
para mirarme—. Lo perdonó. Por lo que me dijo, entendía la situación entre tú y
Peter. No estoy diciendo que no estaba enojada por ello, pero lo perdonó.
Su respuesta me mata totalmente. Pongo bruscamente una mano
sobre mi boca para amortiguar mi llanto, y luego le doy la espalda a Nico.
Estoy confundida por mi reacción, confundida por mi corazón. Soy consumida
inmediatamente por el alivio de saber que lo perdonó, pero el alivio es opacado
por el dolor cuando el entendimiento de que lo perdonó me golpea. Ni siquiera
sé cómo me siento. Estoy aliviada por Peter, y apenada por mí.
Nico suspira
pesadamente, y me siento horrible por permitirle verme reaccionar de esta
forma. No debería haber preguntado. Maldita sea, ¿por qué se lo pregunté?
—No he terminado,
Lali —dice en voz baja.
Sacudo la cabeza y
sigo mirando en la dirección contraria mientras continúa diciendo lo que quiere
decir.
—Lo perdonó por lo
que sucedió contigo, pero lo que pasó contigo también les hizo ver el por qué
estaban juntos en primer lugar. Resulta que no pudo encontrar una buena razón
para volver con él. Peter dijo que tiene un montón de cosas que vivir, pero que
Martina no puede disfrutarlas al máximo cuando él está constantemente tratando
de contenerla.
Llevo ambas manos a
mi rostro, totalmente perpleja por mi corazón. Hace solo unos segundos, me
sentía mal porque lo hubiese perdonado, y ahora me siento apenada porque no lo
hiciera.
Hace tres meses, me
encontraba sentada sobre mi maleta bajo la lluvia, creyendo que experimentaba
lo que se sentía tener el corazón roto.
Dios, me equivoqué.
Tan malditamente mal.
Así se sentía tener
el corazón roto.
Así.
Como en este
momento.
Los brazos de Nico
se envuelven a mí alrededor, y me atrae hacia él. Sé que no quiere verme
molesta, y estoy dando mi mejor esfuerzo para no parecerlo.
Llorar por ello no
ayudará, de todas formas. No ha ayudado en los últimos seis días.
Me alejo de Nico y
camino hacia la encimera, donde saco un pedazo de toalla. La enrollo en mi mano
y limpio mis ojos en ella. —Odio los sentimientos —digo mientras seco más
lágrimas.
Nico suelta una
carcajada y asiente de acuerdo. —¿Por qué crees que prefiero estar con una
chica que no tiene ninguno?
El hablar mal de
Eugenia me hace reír. Hago mi mejor esfuerzo para respirar y borrar el resto de
mis lágrimas, porque, como me dije antes, lo que sucedió entre Peter y Martina
no cambia mi situación para nada. Sin importar cómo resultaron las cosas entre
ellos, aún no significa nada para Peter y para mí. Las cosas son demasiado
complicadas entre nosotros, y nada más que el espacio y tiempo pueden cambiar
eso.
—Iré contigo a ver
una película —le digo a Nico—. Pero mejor que no sea porno.
Peter
—Dame las malditas
llaves, Peter —me dice Nico con señas.
Niego con la cabeza
calmadamente por tercera vez en cinco minutos. —Te daré las llaves cuando me
digas dónde vive.
Me mira
furiosamente, aún rehusándose a rendirse. He tenido sus llaves por la mayor
parte del día, y arderé en el infierno si se las entrego antes de que me dé la
información que necesito. Sé que sólo han pasado tres semanas desde que Martina
rompió conmigo, pero no he sido capaz de dejar de pensar en cómo todo lo que he
hecho afectó a Lali. Necesito saber si está bien. No me he contactado con ella
en todo este tiempo simplemente porque no estoy seguro de lo que le diré cuando
eventualmente la vea. Todo lo que sé es que necesito verla, o probablemente
nunca dormiré de nuevo. Han pasado más de tres semanas desde la última vez que
dormí bien, y mi mente necesita consuelo.
Nico está sentado al
otro lado de la mesa, por lo que devuelvo la atención a la computadora frente a
mí. A pesar de que quiero culpar a las computadoras por lo que sucedió en las
pasadas semanas, sé que todo es mi culpa, así que tuve que soportarlo y comprar
una nueva. Aún dependo de una computadora para conseguir un salario,
desafortunadamente.
Nico se estira por
encima de la mesa y cierra de golpe mi portátil, forzándome a mirarlo.
—No conseguirás nada
bueno al ir a verla —indica con gestos—. Sólo han pasado tres semanas desde que
tú y Martina terminaron. No voy a darte la dirección de Lali, porque no
necesitas verla. Ahora, dame mis llaves, o me llevaré tu auto.
Sonrío con
suficiencia. —Buena suerte intentando encontrar mis llaves. Están en el mismo
lugar donde escondí las tuyas.
Sacude la cabeza con
frustración. —¿Por qué estás actuando como un cretino, Peter? Ella está
finalmente por su cuenta, haciendo una vida por sí misma, y haciéndolo bien, ¿y
tú quieres ir y confundirla de nuevo?
—¿Cómo sabes que lo
está haciendo bien? ¿Hablas con ella? —La desesperación en mi pregunta me
sorprende, porque no sabía hasta este segundo cuánto necesitaba que estuviese
bien.
—Sí, la he visto
unas cuantas veces. Eugenia y yo comimos con ella ayer.
Me reclino contra la
silla, sintiéndome ligeramente molesto porque no me dijera, pero también
aliviado al saber que no está encerrada en su departamento, devastada.
—¿Ha preguntado por
mí? ¿Sabe lo que sucedió entre Martina y yo?
Asiente. —Lo sabe. Me preguntó cómo iban las cosas entre
ustedes, así que le dije la verdad. No ha hablado de ello desde entonces.
Jesucristo. El saber
que sabe la verdad debería aligerar mi preocupación, pero sólo la intensifica.
No puedo imaginar lo que debe pensar de mi falta de comunicación con ella ahora
que sabe lo de Martina. El hecho de que no la haya contactado en absoluto
probablemente la tiene creyendo que la culpo.
Me inclino hacia
delante y miro desesperadamente a Nico.
—Por favor, Nico.
Dime dónde vive.
Sacude la cabeza.
—Dame las llaves.
Niego con la cabeza.
Rueda los ojos ante
nuestra terquedad y se levanta de la mesa, luego entra furiosamente en su
habitación.
Abro los mensajes de
Lali, y comienzo a deslizarme entre ellos como hago cada día, deseando tener el
coraje para enviarle un mensaje. Tengo miedo de que sea más fácil para ella
dejarme fuera a través de un mensaje, de lo que lo será si aparezco en su
puerta, que es el por qué no le he enviado un mensaje.
A pesar de que no
quiero estar de acuerdo con Nico, sé que no será bueno hablarle. Sé que no
estamos como para empezar una relación, y el verla en persona sólo exacerbará
cuánto la extraño. Lo que sea, saber lo que debería hacer y tolerar lo que
debería hacer son dos cosas totalmente distintas.
***
Mis luces se
encienden. Segundos más tarde, mis hombros son sacudidos violentamente. Sonrío
a través del atontamiento, sabiendo por la presencia de Nico que lo tengo justo
donde quiero. Me giro y levanto la mirada hacia él.
—¿Sucede algo? —le
señalo.
—¿Dónde están?
—¿Dónde están, qué?
—Mis condones, Peter.
¿Dónde diablos escondiste mis condones?
Sabía que si el
robar sus llaves no funcionaba, robar sus condones lo haría.
Sólo estoy feliz de
que pensara en ponerse un par de pantalones cortos antes de dejar a Eugenia en
su cama y entrar en mi habitación.
—¿Quieres tus
condones? —le digo con señas—. Dime dónde vive.
Nico se pasa las manos por el rostro y por cómo luce, creo
que está gimiendo. —Olvídalo. Iré a la tienda y compraré unos nuevos.
Antes de que salga
de mi habitación, me siento en la cama. —¿Cómo planeas ir a la tienda? Tengo
tus llaves, ¿recuerdas?
Se detiene por un
segundo, y luego su rostro se relaja cuando piensa en algo.
—Tomaré el auto de
Eugenia.
—Buena suerte
encontrando sus llaves.
Nico me mira
duramente por unos cuantos segundos, luego sus hombros se desploman finalmente
y se gira hacia mi cómoda. Agarra un lápiz y papel y escribe algo, lo dobla, y
me lo lanza. —Ahí está su dirección, idiota. Ahora, dame mis llaves.
Desdoblo el papel y
checo dos veces para asegurarme de que en realidad escribiera una dirección.
Estiro el brazo hacia la parte trasera de mi mesita de noche, agarro su caja de
condones, y se los lanzo.
—Eso debería
servirte por ahora. Te diré dónde están tus llaves después de que confirme que
ésta es realmente su dirección.
Nico saca un condón
de la caja y me lo lanza.
—Llévatelo cuando te
vayas, porque esa definitivamente es su dirección. —Se gira y sale de la
habitación, y no pasa mucho tiempo antes de que esté de pie, vestido y saliendo
por la puerta delantera.
Ni siquiera sé qué
horas es.
Ni siquiera me importa.
Maaass
ResponderEliminarOtroooo
ResponderEliminarmaassssssssssssssssssss
ResponderEliminar@x_ferreyra07
Ahhhhh ni sabes la ansiedad que pase estos días sin la. Nove!!!
ResponderEliminarEra como no. Subió ahh ya quiero saber!!
Uhhhhh pobre Lali sigue sufriendo !!
Me encanta que Nico no la deje sola y la ayude a salir de todo eso!!
Ay no de pero Peter en estos momentos me. Parece tan egoísta!!!
La hace mierda y luego la quiere ver?!
QUIEN LO. ENTENDE!!!!!
dios !! me estresa ver a peter asi, osea pobre lali no piensa en ella!!!!!!!!!
ResponderEliminarseguila
K egoista es Peter x Dios .Realmente no piensa en ninguna d las dos ,tan solo en él mismo.
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