Capitulo 6
Salí a la brillante luz del
sol y miré al cielo. Sonreí mientras esperaba a que llegara el taxi. Seguí
pensando en Peter, su tonta regla sobre las mujeres quedándose por la noche y
el modo en que lucía. Había algo en él que hacía que mi estómago aleteara. No
podía dejar de pensar en su tono y en lo enojado que estaba cuando me vio por
primera vez. Supongo que no puedo culparlo; probablemente yo actuaría del mismo
modo si hubiera un hombre extraño en mi apartamento cuando despertara.
Caminé hacia la puerta de mi
apartamento, lancé el bolso y tomé un baño caliente. Estaba exhausta, y
necesitaba desesperadamente dormir. Ansiaba el confort de mis pijamas y mi
cama. Le envié un mensaje de texto a Candela para dejarle saber que tomaría una
siesta y que la llamaría al despertar. Si no le enviaba un mensaje,
probablemente llamaría o vendría, y sólo quería estar sola esta noche. Miré al
reloj, eran las tres de la tarde. Planeaba dormir hasta las cinco, hacer una
cena rápida y algo de pintura.
Los golpes en la puerta me
sorprendieron. Miré al reloj y eran las cinco y treinta. Mierda, dormí más de
lo que quería. Me levanté y fui a abrir.
—Candela, dije que llamaría
cuando… —Abrí la puerta y para mi sorpresa no era Candela, sino un hombre joven
sosteniendo un sobre blanco pequeño.
—¿Es usted Lali Esposito?
—preguntó. De pronto me puse nerviosa, sonaba serio.
—Sí, soy Lali Esposito.
Me entregó el sobre. —Esto
es para usted.
Lo tomé de su mano. Me
sonrió y se alejó. El estómago se me enredó en nudos. No sabía qué esperaba
encontrar en el sobre, y de todos modos ¿quién me lo enviaba?
Deslicé los dedos por la
parte superior y saqué el pedazo de papel doblado eficientemente,
decía:
“Señorita Esposito,
voy a agradecerle adecuadamente por sus servicios de anoche, la estaré
esperando en Le Sur Restaurant. Mi chofer la recogerá a las 7:00 pm”
Peter Lanzani.
Ante todo, ¿cómo sabía mi
dirección? y segundo, ¿por qué era tan mandón? Debía haber sentido ese
sentimiento de repelús, pero por alguna razón, no lo hice. Lo saqué de mi mente
cuando vi que quería cenar conmigo en Le Sur.
Desde que Benjamin y yo nos
mudamos aquí, nunca habíamos logrado entrar a ese restaurante. La gente
reservaba con meses de antelación.
Llamé a Candela de
inmediato.
—Hola amiga. ¿Qué hay?
—¿Recuerdas al tipo al que
ayudé a llegar a casa anoche?
—Sí…
—Quiere agradecerme por
ayudarlo, así que enviará a su chofer a que me recoja para encontrarnos en Le
Sur a las siete.
—¿Qué? —gritó al teléfono—.
La, ¿quién es este tipo?
—Su nombre es Peter Lanzani.
Escuché su respingo. —¿Estás
jodiendo, La? Peter Lanzani es el Funcionario Ejecutivo de
Lanzani Enterprises. Es el mega millonario treintañero que se hizo cargo de la
compañía de su padre cuando tenía veintiocho.
OPD La, es tan sexi, y es rico, ¿y te quiere llevar a
cenar? —Podía escuchar la excitación en su voz.
— Candela , primero que
todo, no estoy interesada en ningún hombre. Estoy en la zona libre de hombres,
especialmente después de lo que Benjamin me hizo. Este tipo, Peter Lanzani, es
rudo, mandón y no tiene una onza de respeto por las mujeres. —No quería
contarle lo que él me había dicho sobre sus reglas más temprano ese día.
—Puede ser, La, pero es rico
y sexy.
Rodé los ojos ante su
comentario final y me despedí de ella. No sentía deseos de salir esta noche y
quería pintar algo, pero era Le Sur y me moría por ir allí, así que hice una
excepción.
Hurgué en mi closet
intentando encontrar algo que usar. Saqué un vestido negro que vestí en la boda
de una amiga unos años atrás. Era sencillo, con tirantes delgados y un cuello
en v. Me puse algo de maquillaje y el cabello a media altura, dejando escapar
algunos rizos de la cascada trasera alrededor de mis hombros. Me puse brillo de
labios y miré el reloj, eran las 6:58. Me miré al espejo una última vez y me
dirigí hacia la puerta.
Estacionado en el contén
había una limosina negra con un hombre recostado contra ella. —Señorita
Esposito, presumo.
—Sí, soy Lali Esposito.
—Sonreí y él abrió la puerta, ayudándome a subir. Acepté el confort y la
suavidad del interior. Me sentía como una princesa en camino a su baile. Miré
hacia el frente donde se encontraba el chofer—. Perdone, ¿cuál es su nombre?
Me miró a través del espejo
retrovisor. —Nicolas, madam.
—Gusto en conocerte Nicolas
; ¿el Lanzani siempre es tan mandón? —pregunté cortésmente.
Él sonrió y sacudió la
cabeza. —El señor Lanzani está acostumbrado a obtener todo lo que quiere. —Rodé
los ojos y miré hacia afuera, por supuesto que lo hace.
Entré al restaurante y me
dirigí hacia el mostrador donde una pelirroja alta preguntó si podía ayudarme.
—Me estoy reuniendo con el
señor Lanzani —respondí. Sus ojos lucieron como dagas al instante.
—Sígame. —La pelirroja con
ojos afilados me guió hacia el final del restaurante hacia la mesa en que Peter
estaba sentado. Él nos vio venir y se levantó. Caminó hacia adelante y movió
una silla para mí. De acuerdo, hasta ahora tiene modales.
—Buenas noches señorita
Esposito, me alegro que decidiera venir.
Quería decirle que sólo
estaba ahí por la experiencia del restaurante, y que de haber escogido
cualquier otro sitio, no habría ido. Me senté en la silla mientras él caminaba
hacia la suya.
Vestía un extremadamente
caro traje gris oscuro. Su piel tostada por el sol brillaba más de lo que yo
recordaba esta mañana y su cabello estaba peinado en la estilizada forma
desarreglada que era tan sexy.
—Buenas noches señor Lanzani,
gracias por invitarme, pero realmente no era necesario, y por favor, llámeme La.
Me miró fijamente. —¿No es
su nombre Lali?
Tomé un sorbo de agua. —Sí,
pero mis amigos me llaman La.
Tomó el menú y lo abrió, me
sorprendieron las siguientes palabras que salieron de su boca.
—Pero no somos amigos Lali.
De acuerdo, retiro lo de que
el tipo tiene modales, es simplemente grosero.
Abrí mi menú. —De acuerdo
señor Lanzani, ¿por qué no nos atenemos a señorita Esposito? —Lo vi sonreír
ligeramente detrás del menú.
—Ordene cualquier cosa que
desee, parece que no hubiera comido en semanas. —Lo miré con dureza.
—Como todos los días señor
Lanzani, no que le importe. —De pronto lucía intrigado y dejó su menú sobre la
mesa.
—Es que es muy delgada.
¿Qué mierda le pasa a este
tipo? Primero, dice que no somos amigos; ahora me llama anoréxica.
—Es el modo en que nací;
siempre he sido delgada.
Presionó sus labios cuando
llegó el camarero con una botella de Pinot Grigio. Vertió el vino en cada copa
y procedió a tomar nuestra orden. Miré a Peter mientras él me observaba a mí;
me estaba poniendo tremendamente incómoda, pero al mismo tiempo me excitaba. El
corazón comenzó a latirme con prisa y un dolor familiar se alzó desde abajo.
Dos pueden jugar este juego.
—¿Cuál es su historia señor
Lanzani? —Se llevó la copa de vino a los labios y tomó un sorbo, nunca apartó
sus ojos de mí.
—¿Mi historia? —preguntó
simplemente.
Una sonrisa pequeña se
escapó de mis labios. —Sí, su historia.
—Qué hay para contar, soy un
Funcionario Ejecutivo treintañero, tengo más dinero del que alguna vez
necesitaré; no tengo relaciones; usualmente obtengo lo que quiero y hago lo que
me da la gana. —Me senté allí mirándolo todo el
tiempo mientras alardeaba de sí mismo.
—Con eso fuera del camino,
¿cuál es su historia, señorita Esposito?
—No tengo historia señor
Lanzani; tengo veintitrés años; me mudé aquí con mi novio hace poco más de un
año; trabajo a tiempo parcial en una compañía de discos; pinto y soy
voluntaria.
Se sentó, sopesando si
hacerme o no la siguiente pregunta. —¿Qué piensa su novio sobre usted cenando
conmigo?
—No piensa nada, ya no
estamos juntos. Se mudó hace tres semanas. —Miré hacia la mesa.
Podía sentir un poquito de
simpatía en su voz. —Oh, ¿puedo preguntar cuánto tiempo estuvieron juntos?
—Encontré particularmente extraño el que quisiera ponerse tan personal.
—Estuvimos juntos cuatro
años; nos conocimos en la universidad y nos mudamos desde Michigan.
Alzó las cejas. —Cuatro años
es una cantidad de tiempo seria. — Decidí exponérselo todo ya que parecía tan
interesado; de todos modos era muy poco probable que nos volviéramos a ver
después de esta noche.
—Sip, una noche llegó a casa
del trabajo y dijo que necesitaba espacio, empacó sus cosas y se fue. —Sabía la
razón, pero eso no se lo iba a decir a Peter.
Él luchó con sus siguientes
palabras y eso me atrapó por sorpresa.
—Siento que le haya hecho
eso.
Moví la mano frente a mi
rostro. —No lo sienta, nada dura para siempre.
Estaba sorprendido por mi
elección de palabras, pero era la verdad y yo no temía decirlo.
Mass
ResponderEliminarseguila
ResponderEliminarya e actualise con la nove ajjaja
ResponderEliminar+++++
@x_ferreyra7
Muchas preguntas Lanzani!!!!!
ResponderEliminarJajajjaja me mayo el si fuera en otro restaurante no iría jajajaja!!!
ResponderEliminarAhhh cuantas preguntas Lanzani!!!
Uhhhhh pero lo somos amigos!!!
Están coqueteando!!!