domingo, 27 de julio de 2014

Capitulo 26




El día de la quimio llego. Me puse mis pantalones de yoga, una sudadera holgada y recogí mi pelo en una cola de caballo, no iba ir a la quimio viéndome elegante. Agarré mi manta y mi kindle y entre a un taxi que me esperaba afuera. Llegué al hospital y me dirigí al centro de cáncer dónde sería un visitante frecuente una vez a la semana durante los próximos 6 meses. Como había esperado más tiempo que la mayoría para hacerme quimio después de que me dijeron que mi cáncer regresó, el médico y yo concordamos en hacer un tratamiento un poco más agresivo con la esperanza de acortar la duración de mi terapia.

La enfermera Bailey me llamó a la habitación donde un total de 16 sillas de color azul de gran tamaño llenaban las paredes de la sala blanca y estéril. Había ocho sillas en un lado y ocho en el otro, y cada silla tenía su propia intravenosa y cortina. Nunca me sentí cómoda con mis tratamientos de quimio. La gente siempre me miraba como si fuera demasiado joven para tener cáncer. Era la más joven de allí durante los primeros 8 meses, hasta que una niña de 9 años llamada Molly apareció.

—¿Hay alguien aquí contigo cariño? —preguntó la enfermera Bailey con una sonrisa.

—No, soy sólo yo.

Acarició mi mano y me dio una mirada de simpatía. —Bueno, no te preocupes, estoy aquí contigo.

Era una mujer mayor, probablemente con unos 50 años con cabello corto canoso. Su voz era suave, pero alegre. Me habló de su ex esposo y sus 3 hijos mayores, mientras me sentaba en la silla y hacía algún trabajo de preparación. Se disculpó y dijo que volvería enseguida. Miré alrededor de la habitación a las seis sillas que fueron llenadas por personas que estaban aquí por la misma razón. Era raro porque siendo desconocidos, compartíamos un vínculo común.

—Alguien está aquí para verte —dijo la enfermera Bailey en su voz alegre. Levanté la vista de mi teléfono y prácticamente se me detuvo el corazón cuando vi a Peter de pie. Sentí que me iba a ahogar.

—¿Qué haces aquí, Peter? —Logré preguntar.

Suspiró y se sentó en la silla que estaba a mi lado.

—Hola Lali.

Continué mirando abajo a mi teléfono, y me negué a mirarlo. —Te he hecho una pregunta —exigí.

—Nadie debería tener que pasar por esto solo.

—No estoy sola, tengo a la enfermera Bailey —le señalé, sin dejar de mirar el teléfono.

Antes de darme cuenta, me agarró el teléfono de las manos y lo puso en su bolsillo.

—¿Qué demonios Peter? —gruñí.

La enfermera Bailey llegó caminando, —Bien cariño, aquí está tu cóctel, hasta el fondo —sonrió mientras inserto la aguja en el puerto y colgaba la bolsa en el poste.

Suavemente le sonreí. —Viva.

Peter me miró. —Estoy aquí como tu amigo Lali.

—¿Puedo tener mi teléfono de vuelta por favor? —le pregunté amablemente mientras le tendía la mano.

Tomó una respiración profunda, alcanzando su bolsillo, sacó mi teléfono y me lo entregó. Nuestros dedos se tocaron, mientras lo ponía en la palma de mi mano. Mi corazón empezó a correr como siempre lo hacía cuando me tocaba.

—Así es como esto va a funcionar —dijo—. Voy a traerte aquí cada semana y luego llevarte a casa. He contratado a una enfermera privada para que vaya a tu apartamento todos los días para atenderte y que te sientas cómoda.

Todo tipos de pensamientos pasaban por mi cabeza, ¿por qué hacía esto por mí? ¿Es esta su venganza, darle a una patada a una chica durante sus sesiones de quimioterapia?

—¿Por qué Peter? ¿por qué haces esto? —Me miró con ojos fríos.

—Te lo debo.

—¿De que mierda estás hablando?

—Te hiciste cargo de mí una vez así que ahora estoy devolviéndote el favor. Sé que no tienes a nadie más.

Así que ahora me he convertido en su obra de caridad, muy bien. — La noche que me llevaste a casa desde la playa y me acostaste, dijiste que estábamos a mano. No tienes que quedarte. Estoy bien, te puedes ir.

Bajó la mirada y entrelazó nuestros dedos. —Me voy a quedar Lali, y no estás en condiciones de decir lo contrario. —Rodé mis ojos y traté de pensar en un millón de maneras de escapar.

—Por cierto, ¿cómo supiste que comenzaba la quimio hoy, y cómo sabías que estaba aquí? —Me fulminó con la mirada.

—Sé muchas cosas Lali, antes te dije que podía averiguar cualquier cosa.

Le lancé una mirada. —Acosador.

Me senté ahí leyendo mientras él enviaba mensajes de correo electrónico y hacía negocios desde su iPad.

—No tienes que estar aquí, estoy segura de que tienes mejores cosas que hacer que sentarte en una habitación mirando a la gente recibir quimioterapia durante 5 horas —le dije al azar.

—Si tengo mejores cosas que hacer o no, así es como esto va a ser, así que vamos a estar en silencio y no te preocupes por ello. —Su voz era plana y fría.

¿No se daba cuenta de que en ese momento estaba enojada con el mundo y que él lo hacía peor? No lo quería aquí porque traía de vuelta todas las emociones que he tratado de enterrar, pero lo quería aquí porque tenía un poco de esperanza en el fondo de mi mente que él todavía quería estar conmigo y que posiblemente me perdonó. Miré a mi kindle y traté de leer, pero mientras miraba las palabras, lo único que registraba en mi mente era Peter.
—¿Cómo estás cariño? —preguntó la enfermera Bailey alegremente mientras comprobaba mi goteo de quimio.

—Estoy jodidamente fantástica enfermera Bailey, porque sé que probablemente esta noche, tendré mi cabeza en el inodoro durante una hora o dos.

Peter me miró y luego a la enfermera Bailey. —¡Lali basta!

La enfermera lo miró con simpatía. —Está bien, está enojada en este momento y tiene que dejarlo salir, y estoy acostumbrada a ello. Sólo trato de que mis pacientes estén lo más cómodos posible.

Peter se inclinó hacia mí y me susurró—: ¿Podrías dejar de ser una sabelotodo? Ella sólo está tratando de ayudar.

No podía mirarlo, porque si lo hacía, iba a darle una bofetada en toda la cara. No dije una palabra. Estaba más que lista para rasgar este tubo de quimio directamente de mí y correr lo más rápido y lo más lejos que podría. Esto es lo que quería evitar, la hostilidad, la ira, el resentimiento. Sólo quería vivir mi vida con el tiempo que me quedaba, feliz.

Estas fueron las 5 horas más largas de mi vida. La enfermera Bailey quitó el goteo de quimio de mi puerto y me dio un abrazo de despedida.

Peter agarró la manta, y se la quité de sus manos. —Lo tengo. —Suspiró pesadamente y me siguió cuando salí del hospital. Peter abrió la puerta de la limusina para mí mientras me deslizaba en el asiento.

Nico se dio la vuelta y me miró. —Hola señorita Esposito. —Era el único del día que consiguió sacarme una sonrisa.

—Hola Nico.

Pete se subió a mi lado. —¿Cómo te sientes?

Miré por la ventana. —Estoy bien en este momento, se necesitan un par de horas o incluso unos pocos días de quimio para golpearte. —El viaje a mi casa fue silencioso.

Peter salió de la limusina y me siguió al interior. —Quiero que empieces a empacar.

Me di la vuelta y lo miré. —¿Por qué?

Tomó una respiración profunda. —Te alojarás en la habitación de huéspedes en mi penthouse. —Sentí que la sangre de mi cara se drenó, y mi corazón empezó a latir más rápido.

—No voy a ninguna parte, esta es mi casa. Aquí es donde me voy a quedar. —Pero la idea de dormir en la enorme cama cómoda era atractiva.

—Escúchame —levantó su voz—, no quiero que te quedes aquí sola.

Me acerqué a él y puse mi dedo en su pecho. —No soy un puto caso de caridad Peter Lanzani, y no necesito tu ayuda, además me odias de todos modos, ¿por qué quieres ayudarme después de lo que hice? — Poco a poco me di la vuelta y caminé hacia el fregadero por un vaso de agua. Me quedé allí con las manos en el borde.

Lentamente se acercó detrás de mí. —Lali, no te odio, por favor, no vuelvas a decir eso otra vez. Sí, tengo que admitir que todavía estoy enojado, y voy a estarlo por mucho tiempo, pero tengo que poner todo eso a un lado, porque eres mi amiga y necesitas ayuda. Por favor pon tu terquedad a un lado y déjame ayudarte.

Su voz era suave y sus palabras sinceras. Quería tirar mis brazos a su alrededor y llorar en su hombro, pero no pude, admitió que todavía estaba enojado y que sólo era mi amigo.

—Dijiste que contrataste a una enfermera para venir aquí y ver cómo estaba.

Suspiró de nuevo. —Bueno, he cambiado de opinión y estoy haciendo otros planes.

—Está bien, voy a buscar mis cosas. —Cedí porque no tenía fuerzas para luchar contra él, y tenía miedo de estar sola.

Se dio la vuelta y miró a la pared que le faltaba un trozo de yeso. — ¿Qué pasó ahí?

Salí del dormitorio, se acercó y me agarró la bolsa. —Le tire un jarrón a Benjamin.

Soltó una risa. —¿Hablas en serio?


—Sí, no se quería ir así que le lancé un jarrón; No hace falta decir que se fue después de eso. —Peter negó con la cabeza y siguió riendo.

12 comentarios:

  1. mas mas mas mas.
    me fascina!!!! besos florencia

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  2. Amor por esta novela! Otro por fa!

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  3. Ay cada vez mejor! Más! Por fa!.
    Jenny

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  4. Queb ien todo mejora un poco.....continualaaaaaa me encanta

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  5. Me encanta!. Otro por favor!,

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  6. OTRO MAS!
    necesito saber mas. ojala se cure y peter la perdone. una de las novelas mas lindas que lei, enserio.
    te felicito

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  7. No te das una idea lo que disfruto de leer ésta novela!. Espero puedas subir más!.

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  8. Ayayayaya que bueno que fue Peter !!!!
    Aunque la vdd me saca mucho nena onda la forma fría en que trata a Lali !!!
    Ayy y es que si me imagino que Lali está enojado. Con todos pero enlace es para esconder su miedo!!!!
    Ayayayaya no la dejo sola!!!!!!!
    Wiiii que pasará ahora que este en su casa!!
    Ay mi vida Lali tiene miedo a estar sola!!!

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  9. Mira k es terco Peter ,si Lali decidió no contarle.

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