El día de la quimio llego. Me puse mis
pantalones de yoga, una sudadera holgada y recogí mi pelo en una cola de
caballo, no iba ir a la quimio viéndome elegante. Agarré mi manta y mi kindle y
entre a un taxi que me esperaba afuera. Llegué al hospital y me dirigí al
centro de cáncer dónde sería un visitante frecuente una vez a la semana durante
los próximos 6 meses. Como había esperado más tiempo que la mayoría para
hacerme quimio después de que me dijeron que mi cáncer regresó, el médico y yo
concordamos en hacer un tratamiento un poco más agresivo con la esperanza de
acortar la duración de mi terapia.
La enfermera Bailey me llamó a la
habitación donde un total de 16 sillas de color azul de gran tamaño llenaban
las paredes de la sala blanca y estéril. Había ocho sillas en un lado y ocho en
el otro, y cada silla tenía su propia intravenosa y cortina. Nunca me sentí
cómoda con mis tratamientos de quimio. La gente siempre me miraba como si fuera
demasiado joven para tener cáncer. Era la más joven de allí durante los
primeros 8 meses, hasta que una niña de 9 años llamada Molly apareció.
—¿Hay alguien aquí contigo cariño? —preguntó
la enfermera Bailey con una sonrisa.
—No, soy sólo yo.
Acarició mi mano y me dio una mirada de
simpatía. —Bueno, no te preocupes, estoy aquí contigo.
Era una mujer mayor, probablemente con
unos 50 años con cabello corto canoso. Su voz era suave, pero alegre. Me habló
de su ex esposo y sus 3 hijos mayores, mientras me sentaba en la silla y hacía
algún trabajo de preparación. Se disculpó y dijo que volvería enseguida. Miré
alrededor de la habitación a las seis sillas que fueron llenadas por personas
que estaban aquí por la misma razón. Era raro porque siendo desconocidos, compartíamos
un vínculo común.
—Alguien está aquí para verte —dijo la
enfermera Bailey en su voz alegre. Levanté la vista de mi teléfono y
prácticamente se me detuvo el corazón cuando vi a Peter de pie. Sentí que me
iba a ahogar.
—¿Qué haces aquí, Peter? —Logré
preguntar.
Suspiró y se sentó en la silla que
estaba a mi lado.
—Hola Lali.
Continué mirando abajo a mi teléfono, y
me negué a mirarlo. —Te he hecho una pregunta —exigí.
—Nadie debería tener que pasar por esto
solo.
—No estoy sola, tengo a la enfermera
Bailey —le señalé, sin dejar de mirar el teléfono.
Antes de darme cuenta, me agarró el
teléfono de las manos y lo puso en su bolsillo.
—¿Qué demonios Peter? —gruñí.
La enfermera Bailey llegó caminando, —Bien
cariño, aquí está tu cóctel, hasta el fondo —sonrió mientras inserto la aguja
en el puerto y colgaba la bolsa en el poste.
Suavemente le sonreí. —Viva.
Peter me miró. —Estoy aquí como tu amigo
Lali.
—¿Puedo tener mi teléfono de vuelta por
favor? —le pregunté amablemente mientras le tendía la mano.
Tomó una respiración profunda,
alcanzando su bolsillo, sacó mi teléfono y me lo entregó. Nuestros dedos se
tocaron, mientras lo ponía en la palma de mi mano. Mi corazón empezó a correr
como siempre lo hacía cuando me tocaba.
—Así es como esto va a funcionar —dijo—.
Voy a traerte aquí cada semana y luego llevarte a casa. He contratado a una
enfermera privada para que vaya a tu apartamento todos los días para atenderte
y que te sientas cómoda.
Todo tipos de pensamientos pasaban por
mi cabeza, ¿por qué hacía esto por mí? ¿Es esta su venganza, darle a una patada
a una chica durante sus sesiones de quimioterapia?
—¿Por qué Peter? ¿por qué haces esto? —Me
miró con ojos fríos.
—Te lo debo.
—¿De que mierda estás hablando?
—Te hiciste cargo de mí una vez así que
ahora estoy devolviéndote el favor. Sé que no tienes a nadie más.
Así que ahora me he convertido en su
obra de caridad, muy bien. — La noche que me llevaste a casa desde la playa y me
acostaste, dijiste que estábamos a mano. No tienes que quedarte. Estoy bien, te
puedes ir.
Bajó la mirada y entrelazó nuestros
dedos. —Me voy a quedar Lali, y no estás en condiciones de decir lo contrario. —Rodé
mis ojos y traté de pensar en un millón de maneras de escapar.
—Por cierto, ¿cómo supiste que comenzaba
la quimio hoy, y cómo sabías que estaba aquí? —Me fulminó con la mirada.
—Sé muchas cosas Lali, antes te dije que
podía averiguar cualquier cosa.
Le lancé una mirada. —Acosador.
Me senté ahí leyendo mientras él enviaba
mensajes de correo electrónico y hacía negocios desde su iPad.
—No tienes que estar aquí, estoy segura
de que tienes mejores cosas que hacer que sentarte en una habitación mirando a
la gente recibir quimioterapia durante 5 horas —le dije al azar.
—Si tengo mejores cosas que hacer o no,
así es como esto va a ser, así que vamos a estar en silencio y no te preocupes
por ello. —Su voz era plana y fría.
¿No se daba cuenta de que en ese momento
estaba enojada con el mundo y que él lo hacía peor? No lo quería aquí porque
traía de vuelta todas las emociones que he tratado de enterrar, pero lo quería
aquí porque tenía un poco de esperanza en el fondo de mi mente que él todavía
quería estar conmigo y que posiblemente me perdonó. Miré a mi kindle y traté de
leer, pero mientras miraba las palabras, lo único que registraba en mi mente
era Peter.
—¿Cómo estás cariño? —preguntó la
enfermera Bailey alegremente mientras comprobaba mi goteo de quimio.
—Estoy jodidamente fantástica enfermera
Bailey, porque sé que probablemente esta noche, tendré mi cabeza en el inodoro
durante una hora o dos.
Peter me miró y luego a la enfermera
Bailey. —¡Lali basta!
La enfermera lo miró con simpatía. —Está
bien, está enojada en este momento y tiene que dejarlo salir, y estoy
acostumbrada a ello. Sólo trato de que mis pacientes estén lo más cómodos
posible.
Peter se inclinó hacia mí y me susurró—:
¿Podrías dejar de ser una sabelotodo? Ella sólo está tratando de ayudar.
No podía mirarlo, porque si lo hacía,
iba a darle una bofetada en toda
la cara. No dije una palabra. Estaba más que lista para rasgar este tubo de quimio directamente de mí y
correr lo más rápido y lo más lejos que podría. Esto es lo que quería evitar, la hostilidad, la
ira, el resentimiento. Sólo
quería vivir mi vida con el tiempo que me quedaba, feliz.
Estas fueron las 5 horas más largas de
mi vida. La enfermera Bailey quitó el goteo de quimio de mi puerto y me dio un
abrazo de despedida.
Peter agarró la manta, y se la quité de
sus manos. —Lo tengo. —Suspiró pesadamente y me siguió cuando salí del
hospital. Peter abrió la puerta de la limusina para mí mientras me deslizaba en
el asiento.
Nico se dio la vuelta y me miró. —Hola
señorita Esposito. —Era el único del día que consiguió sacarme una sonrisa.
—Hola Nico.
Pete se subió a mi lado. —¿Cómo te
sientes?
Miré por la ventana. —Estoy bien en este
momento, se necesitan un par de horas o incluso unos pocos días de quimio para
golpearte. —El viaje a mi casa fue silencioso.
Peter salió de la limusina y me siguió
al interior. —Quiero que empieces a empacar.
Me di la vuelta y lo miré. —¿Por qué?
Tomó una respiración profunda. —Te
alojarás en la habitación de huéspedes en mi penthouse. —Sentí que la sangre de
mi cara se drenó, y mi corazón empezó a latir más rápido.
—No voy a ninguna parte, esta es mi
casa. Aquí es donde me voy a quedar. —Pero la idea de dormir en la enorme cama
cómoda era atractiva.
—Escúchame —levantó su voz—, no quiero
que te quedes aquí sola.
Me acerqué a él y puse mi dedo en su
pecho. —No soy un puto caso de caridad Peter Lanzani, y no necesito tu ayuda,
además me odias de todos modos, ¿por qué quieres ayudarme después de lo que
hice? — Poco a poco me di la vuelta y caminé hacia el fregadero por un vaso de agua.
Me quedé allí con las manos en el borde.
Lentamente se acercó detrás de mí. —Lali,
no te odio, por favor, no vuelvas a decir eso otra vez. Sí, tengo que admitir
que todavía estoy enojado, y voy a estarlo por mucho tiempo, pero tengo que
poner todo eso a un lado, porque eres mi amiga y necesitas ayuda. Por favor pon
tu terquedad a un lado y déjame ayudarte.
Su voz era suave y sus palabras
sinceras. Quería tirar mis brazos a su alrededor y llorar en su hombro, pero no
pude, admitió que todavía estaba enojado y que sólo era mi amigo.
—Dijiste que contrataste a una enfermera
para venir aquí y ver cómo estaba.
Suspiró de nuevo. —Bueno, he cambiado de
opinión y estoy haciendo otros planes.
—Está bien, voy a buscar mis cosas. —Cedí
porque no tenía fuerzas para luchar contra él, y tenía miedo de estar sola.
Se dio la vuelta y miró a la pared que
le faltaba un trozo de yeso. — ¿Qué pasó ahí?
Salí del dormitorio, se acercó y me
agarró la bolsa. —Le tire un jarrón a Benjamin.
Soltó una risa. —¿Hablas en serio?
—Sí, no se quería ir así que le lancé un
jarrón; No hace falta decir que se fue después de eso. —Peter negó con la
cabeza y siguió riendo.
mas mas mas mas.
ResponderEliminarme fascina!!!! besos florencia
Amor por esta novela! Otro por fa!
ResponderEliminarAy cada vez mejor! Más! Por fa!.
ResponderEliminarJenny
Genial!
ResponderEliminarQueb ien todo mejora un poco.....continualaaaaaa me encanta
ResponderEliminarMe encanta!. Otro por favor!,
ResponderEliminarOTRO MAS!
ResponderEliminarnecesito saber mas. ojala se cure y peter la perdone. una de las novelas mas lindas que lei, enserio.
te felicito
No te das una idea lo que disfruto de leer ésta novela!. Espero puedas subir más!.
ResponderEliminarAyayayaya que bueno que fue Peter !!!!
ResponderEliminarAunque la vdd me saca mucho nena onda la forma fría en que trata a Lali !!!
Ayy y es que si me imagino que Lali está enojado. Con todos pero enlace es para esconder su miedo!!!!
Ayayayaya no la dejo sola!!!!!!!
Wiiii que pasará ahora que este en su casa!!
Ay mi vida Lali tiene miedo a estar sola!!!
Mas mas maaass ❤️❤️❤️❤️
ResponderEliminar++++++++
ResponderEliminar@x_ferreyra7
Mira k es terco Peter ,si Lali decidió no contarle.
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