lunes, 28 de julio de 2014

Capitulo 28





Me desperté 4 horas más tarde y no podía moverme. La parte que más temía me golpeó; el dolor. Empecé a gemir cuando quise gritar porque no quería que nadie me oyera.

Mi cuerpo se sentía como si hubiera sido cortado en mil pedazos, a partir de la parte superior de la cabeza hasta los dedos de los pies. No había ni un solo hueso, articulación o músculo que no doliera. Traté de estar cómoda, pero no pude. Poco a poco me bajé de la cama y quise gritar cuando mis pies tocaron el suelo. Me levanté y me dirigí a la puerta, salí al pasillo y caí de rodillas y luego a mi lado.

Me puse a llorar, más un gemido suave, como un cachorro. Peter debe de haber estado en su despacho, que era la habitación al lado de la escalera porque le podía oír en el teléfono. Traté de buscar el baño, pero el dolor era demasiado grande. No pasó mucho tiempo cuando vi a Peter subir corriendo las escaleras, saltando un escalón de por medio.

—Lali, Dios mío, ¿qué pasa?

En ese momento, estaba temblando incontrolablemente. Puse mi mano. —No me toques, me duele —grité.

Gritó a Julia y le dijo que llamara a la enfermera inmediatamente y la llevara hacia el penthouse. Se sentó a mi lado y me tocó el pelo.

—Tengo que volver a la cama, sólo recógeme y acaba de una vez —le supliqué. Se puso de pie y me levantó del suelo. Se estremeció mientras gritaba. Con mucho cuidado me llevó al dormitorio y me puso sobre la cama.

—La enfermera estará aquí pronto, ella te ayudará —dijo mientras me sacudía suavemente el pelo de la cara.

Lo miré y grité—: Lo siento, lo siento mucho por esto, que no quería que me vieras así.

Se arrodilló junto a la cama y tocó ligeramente mi mano. —No tienes nada que lamentar, soy yo el que lo siente. Me mata verte en tanto dolor —dijo mientras una lágrima caía por su mejilla.

Tomé mi pulgar y limpié con cuidado la lágrima de su rostro mientras tomaba mi mano y miraba mi muñeca, el tatuaje con su nombre. No tuvo la oportunidad de decir algo cuando la enfermera entró con su bolso. Peter se levantó y se sentó en el borde de la cama, mientras que Julia estaba en la puerta.

—Vas a estar bien cariño —dijo mientras sostenía una aguja—. Voy a darte una inyección de morfina para el dolor.

Inyectó la inyección en la cadera y me dijo que me relajara. Luego pidió a Peter que entrara al pasillo. Empecé a relajarme cuando el dolor comenzó a disminuir. Peter regresó a la habitación y al otro lado de la cama, donde se sentó con la espalda contra la cabecera. Me volví a mi lado para mirarlo.

—No siempre va a ser así —le dije—. Los primeros 3 días después de la quimioterapia son lo peor pero por lo general tengo la suerte de tener un par de días en los que me siento bien. Tan bien como se puede esperar en la quimioterapia. —No dijo una palabra, sólo se sentó allí jugando con mi pelo.

—No te acostumbres a hacer eso, va a estar fuera pronto.

Él me dedicó esa sonrisa que derritió mi corazón —No me importa, todavía serás así de hermosa.

Le sonreí, y me dio un beso en la frente. Suavemente se apoderó de ambas muñecas y las miró, frotando los tatuajes a la ligera. Vi la angustia en sus ojos.

—Me di cuenta de esto en el hospital cuando estabas recibiendo quimioterapia. He estado esperando para que me enseñes, ¿por qué Lali? —preguntó.

Me di la vuelta mientras la morfina se establecía a través de mi cuerpo y era capaz de salir de la cama y lentamente me acerqué a la ventana. —Debido a que en algún momento tienes que darte cuenta de que algunas personas pueden permanecer en tu corazón, pero no en tu vida, y esta es mi manera de mantenerte en mi corazón.

El silencio superó la sala grande hasta que sentí sus brazos envolviéndose a mí alrededor y en voz baja me dijo al oído.

—Vuelve a la cama y te traigo un poco de té.

Me di la vuelta con sus brazos todavía alrededor de mí mientras lo besaba delicadamente en la mejilla. Cerró los ojos y respiró fuerte. Soltó sus brazos de mí y salió de la habitación. Regresó unos minutos más tarde con una taza de té de menta y la puso sobre la mesa de noche, y luego se subió en el otro lado y se sentó a mi lado.

—Candela me llamó y me leyó la cartilla —dijo riendo.

—¿Por qué haría eso? —le pregunté.

—Dijo que ha estado tratando de ponerse en contacto contigo por un par de días y como no tuvo un poco de suerte, me llamó. Cuando le hablé de tu quimioterapia y que te quedabas aquí, empezó a gritar y dijo que estuviera sentado tranquilo porque venía directo desde el aeropuerto a patearme el culo.

Puse los ojos. —Oh Dios, no esta noche.

Peter se rió suavemente. —No, mañana, su vuelo se retrasó.

Dejé escapar un suspiro de alivio. —Bien, porque esta noche no podría hacerle frente.

Debo de haberme desplazado en el sueño porque cuando me desperté estaba debajo de las mantas y Peter no estaba. Me sentía tan sola e hice la única cosa que no podía controlar, lloré. Cuando mis hombros temblaban y los sollozos fueron enterrados profundamente en mi almohada, sentí una abrumadora sensación de comodidad desde atrás.

—Está bien nena, estoy aquí. —Peter envolvió sus brazos alrededor de mí y me abrazó el resto de la noche.

Me desperté y di unas palmaditas en la parte vacía donde Peter había estado y me había sostenido anoche. Quería despertar en sus brazos y quería que me dijera que me quería. Estoy recibiendo muchas señales mixtas de él, me está lastimando y no tengo fuerzas para luchar contra el cáncer y él al mismo tiempo.

Sentí que mi niebla por la quimio se levantaba y empezaba a sentir algo normal, como si supiera de alguna manera ahora lo que era normal. Seguí el aroma del café por las escaleras hasta la cocina, donde Julia estaba cocinando.

—Buenos días, querida. —Se volvió y sonrió.

—Buenos días Julia, estoy en necesidad desesperada de un poco de café.

Se acercó al armario y cogió una taza. —Una taza viene enseguida.

Oí una voz fuerte que venía por el cuarto de estar. Tomé mi café y me dirigí hacia ella cuando me di cuenta de que venía de la oficina de Peter. Él estaba hablando por teléfono y parecía enfadado.

—Es complicado Martina. Sí, bueno, lo siento por la otra noche, pero algo ocurrió, mierda. —Le oí gritar mientras lanzaba su teléfono a través de su escritorio. Se paseaba de un lado a otro, frotándose la parte posterior de su cuello y negando con la cabeza. Me hirió profundamente que todavía hablase con ella y aún así nunca me explicara quién era y cuál era su relación. Oí sus pasos que se acercaban a la puerta mientras me lanzaba de nuevo a la cocina.

Él se acercó y me miró —¿Estás bien hoy? Te ves mejor. —Pude ver la angustia en su rostro. Parecía cansado y fatigado.

—Estoy bien —le dije mientras miraba hacia abajo.

Entonces de la nada se fue por la tangente y comenzó a gritar—: Siempre dices que estás bien La, incluso cuando no lo estas, ¿alguna vez estás realmente bien?¿Podrás decirme la puta verdad por una vez en tu puta vida para que pueda dejar de jugar a estos malditos juegos de adivinanzas? Puedes decir algo más de estoy bien Peter, porque sabes qué Lali, me pone enfermo.

Me quedé sorprendida, incapaz de decir algo en mi defensa. No conozco a este hombre de pie frente a mí, y no quería conocerle en este momento tampoco. Se puso de pie con las manos sobre el mostrador, su cuerpo se apartó de él con la cabeza hacia abajo. Me acerqué a él y cuando me miró, levanté mi mano y le di una palmada tan fuerte como pude en su rostro. No había emoción en sus ojos o en su cara, como la noche en el club. Salí de la cocina y empecé a subir las escaleras. Oí que algo se rompía mientras Julia me miraba desde el salón. Antes de llegar a mi habitación, escuché el portazo de la puerta delantera. Mi corazón latía, pero aparte de eso no sentí nada en ese momento. No me podía quedar en su casa un día más. Él estaba demasiado afectado por mi enfermedad y no merecía vivir así. Empaqué mi maleta y me fui.

Paré un taxi y volví a mi frío, solitario apartamento. Me dirigí a mi habitación y saqué un trozo de papel de debajo de mi colchón. Lo miré fijamente durante un rato, lo doblé y lo metí en mi bolso. Tiré el resto de mi ropa, o en realidad lo que me cabía en la bolsa que ya estaba llena. Tomé un poco de dinero de mi cajón, cogí mi portátil y me fui. Caminé por la calle durante un rato hasta que pude tomar un taxi. Me subí y sonreí cuando vi a Manny mirarme de frente.

—¿Vas alguna parte La?

—Sí Manny, voy a alguna parte, pero necesito que me prometas algo.

—Por supuesto, cualquier cosa —dijo.

—Necesito que me lleves al aeropuerto y no puedes decirle a una sola persona que me llevaste o que me viste, por favor.

Me miró por el espejo retrovisor. —Sí, de acuerdo La, no te preocupes, Nunca te vi.

Llegué al aeropuerto y tuve la suerte de reservar el vuelo que salía en 30 minutos a Michigan. Revisé mi bolso y corrí hacia la puerta. Le entregué el hombre mi boleto y abordé el avión. Me senté en mi asiento y respiré hondo. Mi teléfono sonó y cuando lo saqué de mi bolsillo, vi un mensaje de texto de Peter.

“Quiero disculparme por mi comportamiento, estoy regresando al penthouse y tenemos que hablar, si te sientes bien hasta podemos salir a comer.”


Mi corazón se hundió cuando leí sus palabras, pero ya era demasiado tarde, sabía lo que tenía que hacer ahora, probablemente lo que debería haber hecho desde el principio, antes de que Peter Lanzani entrara en mi vida.

5 comentarios:

  1. haaaaay nooo :( continualaaaaaaaa porfis

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  3. Pobre Lali!. Por favor seguila!. Me encantaaa

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  4. K Peter hable d una vez,xk todo lo k hace x ella,no es solo x amistad.

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