martes, 15 de julio de 2014

Capitulo 4

Capitulo 4


El taxi nos dejó en frente del club, y me asombré por la fila de personas que envolvían todo el edificio por al menos dos cuadras. Sonreí, porque yo sabía que no había manera de que lográramos entrar esa noche, lo cual estaba bien conmigo. Prefería salir a una cena tranquila.

Vico dejó caer sus hombros. —Joder, mira esa fila, debimos haber llegado antes.

Mientras la multitud de personas en la línea esperaba pacientemente para entrar, y yo deseaba largarme de allí, escuché a alguien gritar mi nombre. Mis ojos se abrieron como platos mientras cautelosamente volvía mi cabeza.

—La, ¿eres tú? Oye, La, por aquí.

Miré en dirección a la voz, y vi a Nico agitando la mano en un gesto para que me acercara. Los tres caminamos hasta la entrada y nos paramos delante del hombre grande y corpulento, llamado Nico Riera. Su cuerpo de luchador, de un metro noventa y cinco, era suficiente para intimidar a cualquiera. Pude ver por qué el club lo contrató como guardia.

Puso sus brazos alrededor de mí y me dio un apretón.

—Que bueno verte, La. ¿Van a entrar aquí esta noche?

Tiré de su abrazo. —Íbamos a hacerlo, pero guau, mira esa línea, no creo que esta noche tengamos suerte.

—Tonterías, ustedes tres entran.

Le di una mirada asesina mientras levantaba la cuerda para nosotros. Vico y Cande estaban encantados y sonriendo de oreja a oreja. Nico me agarró ligeramente del brazo cuando caminé junto a él. —Si no te sientes cómoda allí, o me necesitas, ven aquí y házmelo saber. —Sonreí ante su generosidad y asentí.

Caminamos por el pequeño pasillo que conducía a la entrada principal del club. He estado en muchos clubes, y ese era, por mucho, el más concurrido que he visto en mi vida. Di un vistazo a mí alrededor, a las mesas que llenaban el lugar. Una enorme barra se ubicaba a un lado, con luces fluorescentes colgando del techo. La pista de baile de gran tamaño albergaba grandes pantallas de proyección que mostraban un espectáculo lleno de láser y color. Las paredes eran de gamuza con suaves luces que brillaban en ellas. La música sonaba a todo volumen y el suelo vibraba debajo de mis pies, forzando a mi cuerpo a moverse con el ritmo.

Candela nos empujó a Vico y a mí a la pista de baile, donde bailamos durante lo que parecieron horas. Necesitaba una copa, así que los dejé bailando y me dirigí a la barra. Tomé el único taburete que estaba disponible al final, y pedí un Cosmopolitan. Estaba bebiendo cuando me di cuenta de un hombre y una mujer discutiendo en una mesa no muy lejos de donde yo me encontraba sentada. Ella tenía su dedo tembloroso señalando hacia él y luego procedió a empujarlo en su pecho varias veces. No podía dejar de sacudir la cabeza y reír. Seguí mirando hacia
ellos para ver si se besaban y terminaban comiéndose el uno al otro, pero me di cuenta que ahora él estaba gritando. Su dedo la señalaba y su rostro parecía enojado. La hermosa y alta mujer le dio una bofetada en el rostro, giró sobre sus talones y se escabulló. Lo miré y tomé nota de la expresión en su rostro, que no mostraba emoción alguna. Se quedó allí sentado, mirando al frente.

Seguí observándolo, porque él tenía unos de los mejores y más dulces ojos que había visto nunca. Su cabello castaño claro, casi rubio, se encontraba más corto en los lados, mientras que la parte más larga hacía ondas sobre su cabeza. No podía dejar de mirar su prominente mandíbula cuadrada y sus pómulos cincelados. No podría decir el color de sus ojos, porque estaba demasiado lejos, y la iluminación era insuficiente, pero me di cuenta a simple vista, que cualquiera podría perderse fácilmente en ellos.

—Umm, La. Veo que alguien ha llamado tu atención. —Sonrió Candela mientras miraba fijamente. Oh, Dios. No necesitaba que supiera que estaba observando a ese hombre, porque ella sería la primera en correr hacia allí, contarle, y tratar de emparejarnos.

—Sólo atrapó mi atención porque fue putamente abofeteado por una mujer. —Soltó una carcajada, y esa fue mi señal para cambiar de tema. Me arrastró a la pista de baile, donde bailé y rechacé un sin número chicos calientes mientras seguía siendo barajada entre la multitud.

El club comenzó a calentarse, por lo que me vi en la necesidad de un poco de aire fresco. Le dije a Candela que estaría de vuelta pronto, y me dirigí hacia la puerta. En cuanto salí, vi a Nico escoltar al Sr. Dulces Ojos fuera del club.

—De acuerdo, Señor Lanzani, ha bebido demasiado esta noche, y es hora de que se vaya a casa. —Él se tambaleaba de un lado a otro, murmurando algo.

—Nico, ¿qué está pasando? —pregunté casualmente.

—Hola, La. Este señor bebió demasiado, e hizo una escena cuando el camarero se negó a servirle.

—¿Qué vas a hacer con él?

—Sólo lo acompañaré a un taxi. Lo que haga después no es asunto mío.

Lo miré y ladeé la cabeza. —Apenas puede ponerse de pie, ¿cómo esperas que llegue a casa? —Mi cabeza me decía que me detuviera inmediatamente porque sabía lo que iba a hacer, pero mi corazón me decía que tenía que ayudarlo—. Yo me aseguraré de que llegue a casa a salvo —le dije a Nico.

—La, no es una buena idea. No sabes con quién estás tratando.

Levanté mi mano. —Sé lo que estoy haciendo, y él necesita ayuda.

Nico negó con la cabeza. —Tienes un buen corazón, La, pero a veces pienso que estás loca. Por favor, ten cuidado.

Tomé el celular de mi bolso y llamé a un taxi. El Sr. Dulces Ojos estaba sentado contra el cemento de la pared. Me fijé en su caro traje negro de chaqueta, y en la camisa blanca parcialmente desabrochada, mostrando su musculoso pecho. Medía un metro ochenta y era delgado, pero en serio muscular. Al igual que su cabello y su rostro, su cuerpo parecía ser perfecto. Me acerqué a él y lo tomé del brazo para ayudarlo a levantarse.

—Vamos, vamos a casa.

Él me miró con sus ojos verdes y borrachos. —¿Te conozco? —dijo arrastrando las palabras.

Le di unas palmaditas en la espalda y lo acerqué a la acera justo cuando el taxi se detuvo. Antes de empujarlo, saqué su billetera del bolsillo trasero. Tropezó en el asiento, y me subí a su lado. Abrí la billetera, tomé su licencia de conducir y se la entregué al conductor —Llévenos aquí. — Cuando me la devolvió, me encargué de leer su nombre.

—Encantada de conocerte, Peter Lanzani. —Le di una palmadita en el brazo.

Él me miró y puso su cabeza sobre mi hombro. Dejé que una pequeña sonrisa se escapara de mis labios.

5 comentarios:

  1. Interesante!
    Espero el próximo!
    Flor..

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  2. Apareció dulces ojos,jajajajajajaja,y en k estado!!!!.
    Al día!!

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  3. Ahhhhhhhhhhh que manera de conocer a alguien!!!!!
    Ayy tierna el señor dulces ojos!!!
    Uhh que le paso a Peter se peleo con la novia?!!!
    Jajajaj pero si lo observó super bien hasta la mandíbula le vio a jajja
    Vamos ahora que pasará ?!!
    Eso de dejo que se le escapará una sonrisa me sonó super romántico !!!!
    Ya quiero leer más que #Intriga !!!

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