miércoles, 30 de julio de 2014

Capitulo 35




Peter

Celebrar su cumpleaños con ella fue el mejor día de mi vida, a excepción del día en que la encontré parada en mi cocina.

Entré en la habitación con una torta redonda de 30 cm aproximadamente, maravillosamente iluminada con 24 velas encendidas. La puse delante de ella y miré su sonrisa mientras cerró sus ojos, pidió un deseo y las apagó. Su dulzura y su inocencia me volvía loco y me dejaba con un sentimiento que no sabía que era capaz de sentir. Su sonrisa, su risa y el modo en que jugaba con su pelo cuando estaba nerviosa, eran algunas de las cosas que más me gustaba de ella.

La pasé el cuchillo para cortar el primer trozo de torta mientras lo tomaba de mi mano con sus dedos delicados. Me quedé allí mirándola fijamente mientras cortaba cada pedazo con delicadeza. Me miró con sus ojos azules claros, ojos que eran impresionantes y llenos de vida.

—¿Qué estás pensando? —preguntó.

Una sonrisa apareció en mi cara cuando respondí—: Cuanto te amo. —Las palabras que antes nunca podía decir, ahora fluían libremente de mis labios tan fácilmente como fue amarla. Se inclinó y puso un poquito de glaseado sobre mi nariz y sonrió. Lo limpió y mantuvo su dedo en mi boca cuando lo tomé y lo lamí lentamente. Vi el fuego en sus ojos como lo hacía cada vez que me miraba.

No puedo borrar el temor que reside en mi corazón con su enfermedad. No quiero creer que no va a mejorar, pero hay una pequeña parte de mí que está muerto de miedo de que no lo haga. Puse mi mejor cara por ella, porque me necesita. Me necesita para ser su roca y no puedo y no la decepcionaré.

Me acosté en la cama, revisando mis correos electrónicos mientras esperaba a que saliera del baño. Ella abre la puerta y entra en la habitación mientras se cepilla los dientes, buscando desesperadamente algo. —¿Qué ocurre bebé? —pregunté. Murmuró algo pero no pude entenderla entre el cepillo de dientes y la espuma. Levantó su mano libre contra su oído.

—¿Tu teléfono?

Sacudió su cabeza. Sonreí cuando se lo tiré de entre las sábanas. Me sonrió y me levantó sus pulgares mientras regresaba al baño y escupía en el fregadero.


—Gracias bebé —gritó. Caminó hacia la cama y revisó sus mensajes antes de empujar las sábanas y meterse dentro. Se acurrucó en mi pecho mientras ponía mi brazo a su alrededor. Esto se sentía bien, tan bien, mientras suavemente besaba mi pecho y poco a poco se quedaba dormida.

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