Peter
Celebrar su cumpleaños con ella fue el
mejor día de mi vida, a excepción del día en que la encontré parada en mi cocina.
Entré en la habitación con una torta
redonda de 30 cm aproximadamente, maravillosamente iluminada con 24 velas
encendidas. La puse delante de ella y miré su sonrisa mientras cerró sus ojos,
pidió un deseo y las apagó. Su dulzura y su inocencia me volvía loco y me
dejaba con un sentimiento que no sabía que era capaz de sentir. Su sonrisa, su
risa y el modo en que jugaba con su pelo cuando estaba nerviosa, eran algunas
de las cosas que más me gustaba de ella.
La pasé el cuchillo para cortar el
primer trozo de torta mientras lo tomaba de mi mano con sus dedos delicados. Me
quedé allí mirándola fijamente mientras cortaba cada pedazo con delicadeza. Me
miró con sus ojos azules claros, ojos que eran impresionantes y llenos de vida.
—¿Qué estás pensando? —preguntó.
Una sonrisa apareció en mi cara cuando
respondí—: Cuanto te amo. —Las palabras que antes nunca podía decir, ahora
fluían libremente de mis labios tan fácilmente como fue amarla. Se inclinó y
puso un poquito de glaseado sobre mi nariz y sonrió. Lo limpió y mantuvo su
dedo en mi boca cuando lo tomé y lo lamí lentamente. Vi el fuego en sus ojos
como lo hacía cada vez que me miraba.
No puedo borrar el temor que reside en
mi corazón con su enfermedad. No quiero creer que no va a mejorar, pero hay una
pequeña parte de mí que está muerto de miedo de que no lo haga. Puse mi mejor cara
por ella, porque me necesita. Me necesita para ser su roca y no puedo y no la
decepcionaré.
Me acosté en la cama, revisando mis
correos electrónicos mientras esperaba a que saliera del baño. Ella abre la
puerta y entra en la habitación mientras se cepilla los dientes, buscando
desesperadamente algo. —¿Qué ocurre bebé? —pregunté.
Murmuró algo pero no pude entenderla entre el cepillo de dientes y la espuma.
Levantó su mano libre contra su oído.
—¿Tu teléfono?
Sacudió su cabeza. Sonreí cuando se lo
tiré de entre las sábanas. Me sonrió y me levantó sus pulgares mientras
regresaba al baño y escupía en el fregadero.
—Gracias bebé —gritó. Caminó hacia la
cama y revisó sus mensajes antes de empujar las sábanas y meterse dentro. Se
acurrucó en mi pecho mientras ponía mi brazo a su alrededor. Esto se sentía
bien, tan bien, mientras suavemente besaba mi pecho y poco a poco se quedaba dormida.
Ya están como una parejita.
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