domingo, 10 de agosto de 2014

Capitulo 10


LALI

Llevé el camión hasta el lago y cogí mi toalla y mi iPod. Tenía la intención de tomar el sol por un par de horas e incluso tomar un baño. No quería volver a la ciudad. No había nada para que comprara. Cada película que pasaban en el cine, ya la había visto en las últimas cuarenta y ocho horas.

Estiré la toalla sobre el lugar más grueso de hierba. Comprobé para asegurarme de que no era un lugar cerca de donde las serpientes se escondían. Al crecer en el campo, había aprendido hace mucho tiempo que las serpientes podrían estar en cualquier parte. Una vez que estuve segura de que era agradable y seguro, me coloqué los auriculares y puse mi lista de reproducción: “después de Pablo”. En realidad ese no era el título, sólo la manera en que pensaba en él. Antes todas las listas de reproducción que tenía me recordaban a él. Así que, busqué canciones de artistas que nunca había escuchado e hice una recopilación de canciones que no me recordaban a él en absoluto. Era la única manera en la que fui capaz de empezar a escuchar música de nuevo.

Sabía que tanto papá como Vico esperaban que recuperara mi guitarra, pero yo sabía que nunca iba a suceder. El día en que finalmente volví a sacarla del armario y la dejé en la esquina donde acostumbraba a guardarla, Vico había sido todo sonrisas. Hasta que se dio cuenta de que no iba a tocar. Cada canción que escribí tenía algo que ver con Pablo. Incluso las que no eran de amor, Pablo estaba en alguna parte. Siempre fue mi inspiración. Ahora no podía tocar. No sin él, nunca se sentía bien.

Por lo menos iba a dejar que la música regresara a mi vida. Ese era un paso que nunca pensé que daría. Al crecer con la música como mi segundo amor, detrás de Pablo, por supuesto, siempre pensé que sería mi futuro. De alguna manera, haría algo con mis canciones y capacidad.

Ahora sabía que también había perdido ese amor. Era sólo un recordatorio doloroso.

Una tela áspera rozó mi pierna y me senté a punto de gritar cuando mis ojos se clavaron en un Peter muy divertido. Estiré la mano para liberar mis oídos y fruncí el ceño. —¡Me has asustado!

Peter trató de contener su risa, pero sus ojos brillaban con ella. —Sí, lo siento por eso. Traté de hablarte, pero cuando no respondiste pensé que dormías o que la música estaba malditamente fuerte.

—¿Qué estás haciendo aquí? —le espeté. Estaba irritada. Sobre todo conmigo misma, pero él no lo sabía.

—Bueno, regresé aquí para tomar un baño porque hace calor y te encuentro tomando el sol en un diminuto y sexy bikini rosa. Soy un hombre, cariño, y no me pude resistir a la vista.

Me miré a mí misma y luego a él. ¿Le gustó lo que vio? No podía sonreír. No podía sonreír. Me vería como una idiota.

—¿Por qué no vienes a nadar conmigo? Incluso me voy a quedar con el bóxer.

Nadar con Peter. Um. Esa era probablemente una mala idea.

—No sé...

Peter se puso de pie y comenzó a levantar su camisa sobre su cabeza y todo pensamiento se esfumó. ¿Tenía un piercing en el pezón?

—¿Qué es eso? —le pregunté, incapaz de apartar los ojos de la pequeña barra de plata que definitivamente se hallaba unida a su duro y bronceado pecho.

—Es un piercing, dulce Lali. Ahora mueve ese culo sexy y ven a nadar conmigo. Debes estar ardiendo.

Negué con la cabeza, todavía tratando de averiguar cuándo lo había conseguido. —Nunca lo he visto antes —finalmente declaré.

Peter dejó escapar una pequeña risa sexy. —Sí, lo sé. Supuse que tu padre no estaría muy interesado en que tenga un piercing en el pezón. Me lo quito en su mayor parte mientras estoy aquí. Pero anoche me lo puse y esta mañana me olvidé de sacarlo.

Siempre pensé que un tipo que perfora su pezón era asqueroso. Este no era tan asqueroso.

Peter empezó a desatarse las botas de trabajo y lo observé mientras se las quitaba. Cuando sus manos fueron a sus vaqueros, sabía que tenía que ponerme de pie y actuar como si esto no fuera un striptease, pero que mis ojos dejaran de mirar a Peter Lanzani era casi imposible.

—¿Vas a unirte a mí o voy a tener que recogerte y tirarte dentro?

Cuando los vaqueros de Peter se deslizaron por sus caderas y el azul oscuro de su bóxer comenzó a mostrarse, salté y aparté mi mirada de Peter para mirar el agua.

Peter encontraba esto divertido. Su risita me hacía sentir ruborizada por todas partes. Me dirigí hacia el agua sin mirar hacia atrás a su expresión divertida. Además, estaba bastante segura de que hacer contacto visual con él sería difícil con ese maldito piercing burlándose de mí. Una razón más para mirar boquiabierta al pecho de Peter.

—¿Me vas a decir por qué me has estado evitando el último par de días?

Metí los dedos de los pies en el agua para probar la temperatura. Con la sombra de los árboles, esta parte del lago se mantenía más fría que otras partes.

Traté de concentrarme en el agua e ignorar su pregunta. ¿Cómo se suponía que debía responder a eso, de todos modos? No quería decirle la verdad: que me daba vergüenza porque olía horrible, dormí en su cama y, probablemente, ronqué toda la noche.

Encogiéndome de hombros, entré en el agua y seguí avanzando hasta llegar a la cintura. Entonces me di la vuelta para mirar a Peter. Se encontraba de pie en la orilla con sus ojos fijos en mí. El bóxer de color azul oscuro colgaba en sus estrechas caderas y el pelo oscuro que comenzaba justo debajo de su ombligo me hizo tragar saliva.

—¿No considerarías volver a salir del agua y permitirme quedarme de pie aquí y mirarte, verdad?

—¿Qué? —le pregunté y sólo sonrió y negó con la cabeza.

—No importa.

Me sostuvo la mirada mientras se metía en el agua fría. Quería mirar de nuevo su pezón, pero no me lo permití. Simplemente le daría una razón más para burlarse de mí.

—Ah, qué dulce alivio. Mi hada invisible me ha dejado abandonado los últimos dos días. He tenido que valerme por mí mismo con mi agua y todo lo que tenía para refrescarme era el lago. ¿Me pregunto qué fue lo que le hice para enojarla?

La risa que brotó dentro de mí me sorprendió. No me había reído en mucho tiempo, hasta Peter. Siempre sabía cómo hacerme reír. Cómo hacer que olvidara.

—El hada invisible se sentía avergonzada por su comportamiento —dije, y me hundí más en el agua.

—¿Por qué? ¿Qué hizo? —preguntó, siguiéndome más profundo en el agua.

—Bebió un poco demasiado —admití.

Los ojos de Peter se agrandaron por la sorpresa. —¿En serio? ¿Las hadas beben? Que me condenen. No tenía ni idea. ¿Te importaría hacerle saber que no se lo voy a reprochar? Da la casualidad de que también he tomado algunas malas decisiones en las que el tequila estuvo involucrado.

Su aceptación por mi estupidez hizo que algo en mí se derritiera. ¿Había conocido alguna vez a alguien como él? Cometió errores y los confesaba. No se excusaba por las cosas que hacía mal. Sólo se ocupaba de ellas y continuaba. Quería ser así de fuerte. Quería ese tipo de determinación para vivir.

—Me gustaría ser más como tú —le dije antes de que pudiera pensar en ello.

Los ojos de Peter se abrieron con sorpresa. —¿Qué? —preguntó.

Encogiéndome de hombros, sumergí mi cabeza hacia atrás para mojar mi cabello y deslizarlo fuera de mi cara. —Ya me has oído. Tú aceptas la vida y tus errores y sigues adelante. Yo no lo hago tan bien.

—No digas eso, Lali. No quieres ser como yo. He hecho algunas cosas de mierda. Tomado algunas decisiones realmente malas. Si yo no hubiera tenido a Cande allí para mantenerme conectado a tierra, ¿quién sabe? Probablemente ahora estaría en la cárcel.

¿Cande? ¿Al igual que Candela, la pelirroja? Por lo tanto, ¿ella era su novia? Si Cande había sido la única que evitó que no arruinara completamente su vida, entonces ¿por qué diablos coqueteaba con Natie Pérez y conmigo? La vieja yo se habría marchado enojada con un resoplido. No quería hacer eso ahora. Pablo habría corrido en pos de mí y trataría de arreglar lo que estaba mal. Peter no haría eso. Él esperaría que le dijera qué estaba mal conmigo. No correría detrás de mí. Peter Lanzani no corría detrás de las mujeres.

—¿Cande sabe que coqueteas con cada mujer atractiva con la que entras en contacto? —le pregunté, tratando de no parecer celosa. Porque no estaba celosa. De verdad.

—Claro que sí lo sabe —respondió. La mirada de confusión en sus ojos azules se transformó en comprensión—. Oh, espera, ¿crees que Cande y yo tenemos algo? —Soltó una carcajada divertida—. Ni siquiera cerca. Cande está comprometida y no conmigo.

¿Qué hacía una mujer comprometida cambiándole las sábanas y trayéndole toallas? —Ella es muy servicial cuando la necesitas. ¿Su prometido lo sabe?

Peter sonrió. —Sí, lo sabe. Cuando él se comprometió con Cande, también aceptó a su mejor amigo. Cande y yo crecimos juntos. Los dos teníamos familias de mierda en un lugar aún peor de la ciudad. Nos cuidábamos el uno al otro. Éramos familia. Ella es la única familia que tengo.

Mi corazón dolió un poco ante la imagen que acababa de pintar con tan pocas palabras. Dos niños que sólo se tenían el uno al otro. Sin padres ni hermanos que los amen. Me acordé de la dulce sonrisa de Cande y su expresión confundida cuando yo había sido tan grosera acerca de las sábanas. Probablemente pensó que era una perra.

—Oh —le contesté—. No me di cuenta de eso. Pensé que era una de las muchas chicas que están a tu entera disposición.

Peter soltó una carcajada. —Por favor, no dejes que Cande te oiga decir eso. Se convertiría en un monstruo pelirrojo. —Dio un paso hacia mí y su sonrisa arrogante regresó—. ¿Crees que tengo chicas a mi entera disposición? —preguntó

Levanté una ceja y le devolví la sonrisa estúpida. —Sé que las tienes. Los tipos como tú las tienen en fila y esperando.

Peter dio otro paso hacia mí. —Crees que sabes todo de mí, ¿verdad?

Asentí y apreté mi puño para no extender la mano y tocar la barra en su pezón, que ahora se hallaba tan cerca de mí. Muy tentador.

—Hay muchas cosas que no sabes.

—¿Cómo qué? —le pregunté, necesitando dejar de pensar en su pezón y los abdominales tan cerca de mis manos.

—Como el hecho de que creo que tienes los ojos más malditamente bonitos que he visto. Pienso en ellos muy a menudo. O que le hablé a Cande de ti. Nunca le he hablado de ninguna chica. Nunca han sido lo suficientemente importantes. Y ese domingo por la noche fue la mejor jodida noche de mi vida, incluso si tu culo borracho probablemente no lo puede recordarlo.

—Oh —fue la única respuesta que tenía. El corazón me latía con tanta fuerza en el pecho que me pregunté si podía oírlo.

—Hablando de mujeres comprometidas. —Peter cogió mi mano izquierda, donde mi dedo anular ahora estaba desnudo. Me lo había quitado cuando estaba borracha y lo guardé en el bolso. Usar el anillo de Pablo mientras bebía tragos de tequila y bailaba en un bar se sentía mal. No me lo había vuelto a poner.

—Hay muchas cosas que tú tampoco sabes de mí —murmuré.

La mayoría de los chicos presionarían por más. Pero no Peter. Él sólo aceptaría lo que quería decirle y no me preguntaría lo que no estaba dispuesta a dar.


El pecho de Peter se encontraba tan cerca de mí que se rozó contra mi pecho. Caí en la tentación, no pude evitarlo. Acababa de decirme que tenía los ojos más bonitos que había visto y que dormir conmigo fue la mejor noche de su vida. Extendiendo la mano, pasé mi pulgar sobre la pequeña barra de plata. El músculo del pecho de Peter se tensó. Lo tomé como estímulo. Le pasé la yema de los dedos lentamente. Su pecho comenzó a subir más rápido con cada respiración que inspiraba. Saber que afectaba a Peter me dio una extraña sensación de poder. Su toque era el que siempre me había convertido en un manojo de nervios. Era agradable invertir los roles.

—Realmente te gusta ese piercing, ¿verdad? —dijo en algo parecido a un gruñido.

—Mmmh, nunca he visto uno. Me gusta mucho.

—No me estoy quejando. Si te fascina tanto, me lo haré también en el otro. —Su respiración era irregular.

La niña traviesa dentro de mí, que sinceramente no sabía que existía, inclinó la cabeza hacia abajo y le miró a través de mis pestañas mientras lo rodeaba con la lengua.

Ah, mierda —susurró, pero casi sonó como un gemido.

Alentada por su respuesta, estiré la lengua y la pasé hacia arriba y sobre su duro pezón.


PETER

Nada. Absolutamente nada de lo que había experimentado era tan caliente como Lali lamiendo mi pezón como si fuera una maldita piruleta. Tenía la polla tan dura que no había manera de que fuera capaz de deshacerme de esta cosa sin algún alivio. El agua fría no iba a ser suficiente esta vez. Iba a necesitar una sesión privada jodidamente pronto.

—¿Puedo mirar cuando te hagas el otro? —preguntó, mirándome con esos ojos a través de sus gruesas pestañas. Maldita sea. ¿Qué había dicho? No pude mantener en orden mi línea de pensamiento.

—¿Eh? —me las arreglé para preguntar.

Comenzó a colocar pequeños besos alrededor de mi pecho. —¿Puedo ir contigo cuando te hagas el otro? —preguntó con sus labios contra mi pecho.

—Nena, voy a dejar que te sientes en mi maldito regazo si quieres —le contesté.

Se rió y su pequeña lengua sexy fue a rodear la barra otra vez. Me merecía un maldito premio por no sacar sus tetas de la parte superior del bikini y darle a sus pezones la misma atención que les daba a los míos.

—Me gustaría eso —susurró.

—Me alegra que te guste, pero no creo que pueda aguantar mucho más.

Se detuvo y alzó los ojos para encontrarse con los míos. —¿Te duele?

Joder, era inocente. —No, cariño, se siente increíble. Pero ahora mismo deseo tus lindos pezones en mi boca desesperadamente.

Se quedó helada. Esperé a que retrocediera y corriera por la orilla, de vuelta a la seguridad.

Si me dejaba aquí, iba a masturbarme en esta maldita agua. No sería capaz de llegar muy lejos con el latido salvaje entre las piernas.

—Está bien —dijo, en voz tan baja que me pregunté si le había oído bien.

Llevó las manos a su espalda y soltó las cuerdas que sostenían la parte superior del bikini, mientras la miraba, asustado de que fuera a despertarme en cualquier momento a solas en mi cama y caliente como el infierno.

Se quitó la pequeña pieza de tela que cubría sus tetas y la puso encima de mi hombro. Eran perfectos: redondos y suaves, apenas un poco más grandes que un puño. Cubrí cada uno y sostuve su peso en mis manos. Esto podría no suceder nunca de nuevo, y si esto era todo lo que iba a conseguir de Lali Esposito, entonces iba a saborear cada maldito minuto.

Lali se quedó sin aliento mientras mis manos apretaban gentilmente y luego pellizqué suavemente los redondos pezones en cada punta. —Voy a ponerlos en mi boca, Lali —le advertí cuando bajé la cabeza hasta el pecho derecho y tomé su pezón en la boca. Joder, era como si fueran caramelos. Sus dedos corrieron por mi cabello y agarró puñados, sujetándome la cabeza con firmeza mientras yo chupaba y acariciaba cada seno.

—Ahhh —gimió, presionándome más cerca. Los puños en mi pelo tenían la fuerza suficiente para hacer que se sintiera bien. Dejé un camino de besos sobre su esternón y lamí con avidez la pendiente entre sus pechos. Podría hacer esto todo el maldito día y no tendría suficiente.

La pierna de Lali se levantó para envolverse alrededor de mi cintura y se apretó contra mi polla increíblemente ansiosa. Ah, demonios, no, ella no podía hacer eso.

—Lali, ¿qué haces, cariño? —pregunté mientras cerraba los ojos con fuerza, tratando de presionar mi polla necesitada contra la cálida V de sus piernas.

—Quiero sentir más —gimió cuando levantó la otra pierna y las trabó detrás de mi espalda. Su calor se presionó firmemente contra mí y mis rodillas se doblaron por la intensidad.

—Ohjoder —murmuré cuando Lali comenzó a mecer suavemente sus caderas. En el momento en que encontró el ajuste perfecto, gritó y se sacudió con más fuerza.

Jodida madre del infierno. Sus tetas comenzaron a rebotar mientras me montaba. Había oído hablar del sexo seco, pero nunca lo experimenté. Diablos, se sentía bien. Con cada movimiento arriba y abajo de su entrepierna contra mi polla, yo temblaba. Ella tenía la cabeza echada hacia atrás y estaba completamente perdida. Quería esas dulces tetas en mi boca de nuevo, pero observarla era increíble. Su boca hinchada estaba ligeramente abierta y la expresión de su cara era de puro éxtasis.

—Ohdiosohdiosohdios —comenzó a cantar cuando levantó la cabeza y sus ojos entrecerrados se encontraron con los míos. Necesitaba esa boca.
Inclinándome hacia delante, cubrí sus labios con los míos, metiendo mi lengua entre su suavidad carnosa, y comencé a hacerle el amor a su boca de la forma en que quería hacerlo con su cuerpo.

Mientras se mecía contra mi polla, deslicé mis manos por debajo de su trasero y la presioné con más fuerza contra mí. El momento en que la sentí tensarse bajo mis manos, supe que estaba cerca. Echándome hacia atrás lo suficiente como para ver sus ojos cuando se hacía añicos, presioné un beso más en su boca.


Y ella se deshizo en mis manos.

5 comentarios:

  1. Ahhhhhhhhhhh
    Y pensaba que Lali era inocente jajajj
    Eso fue muy......
    Que pasará ahora ?! Se arrepentirá Lali?!

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  2. :O Lali zarpaditaaa!. Jaja
    Jenny

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  3. Se le fue el pudor a Lali.El seductor seducido

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