LALI
Gastón: ¿Quieres ir a
cenar? ¿A qué hora sales del trabajo?
Yo: En diez minutos. ¿Dónde nos encontramos?
Gastón: Estamos cerca.
Tendremos que encontramos en frente. ¿Estamos?
No puedo pasar por alto
la emoción que me inunda con ese mensaje. Sin duda, el estamos significa él y Peter. No puedo pensar en nadie
más que vendría con Gastón, y sé que Peter llegó a casa anoche.
Termino el último de mis
papeles de trabajo, y luego hago una parada en el baño para comprobar mi
cabello (odio que me importe), antes de salir a su encuentro.
Los tres están de pie
cerca de la entrada cuando salgo. Nico y Peter están con Gastón. Nico sonríe
cuando me ve, ya que él es el único de frente a mí. Gastón se da vuelta cuando
los alcanzo.
—¿Lista? Vamos a Jack’s.
Son absolutamente un
grupo. Todos guapos a su manera, pero más aún cuando están luciendo sus
chaquetas de piloto y caminando en grupo de esa forma. No puedo negar que me
siento un poco mal vestida, caminando al lado de ellos en mi uniforme. —Vamos
—le digo—. Estoy hambrienta.
Echo un vistazo a Peter,
y él me da el más mínimo asentimiento, pero ni una sonrisa. Sus manos están
firmemente plantadas en los bolsillos de su chaqueta, y mira hacia otro lado,
mientras todos comienzan a caminar. Se queda un paso por delante de mí todo el
tiempo, así que camino junto a Gastón.
—¿Cuál es el motivo?
—pregunto a medida que nos dirigimos hacia el restaurante—. ¿Estamos celebrando
el hecho de que los tres no trabajan la misma noche?
Una conversación
silenciosa pasa a mí alrededor. Nico mira a Peter. Gastón mira a Nico. Peter
no mira a nadie. Él mantiene sus ojos fijos hacia adelante, centrándose en la
acera.
—¿Recuerdas cuando éramos
niños y mamá y papá nos llevaban a La Caprese? —pregunta Gastón.
Recuerdo esa noche. Nunca
he visto a mis padres más felices. No podría haber tenido más de cinco o seis
años, pero es uno de los pocos recuerdos que tengo de esa temprana edad. Fue el
día en que mi padre se convirtió en Capitán de su compañía aérea.
Me detengo en seco y miro
inmediatamente a Gastón. —¿Te has vuelto Capitán? No puedes ser Capitán. Eres
demasiado joven. —De hecho sé cuán difícil es volverse Capitán y cuántas horas
de vuelo el piloto debe tener para ser considerado. La mayoría de los pilotos
en sus veinte años son copilotos.
Gastón niega con la
cabeza. —No me volví Capitán. He cambiado demasiado de aerolíneas. —Coloca su
mirada en Peter—. Pero el señor Regístrame En Más Horas aquí tuvo una linda promoción hoy. Rompió el récord de la
compañía.
Miro a Peter, y él está moviendo
la cabeza hacia Gastón. Puedo decir que está avergonzado de que él simplemente
lo dijera, pero su modestia es sólo una cosa más que encuentro atractiva. Tengo
la sensación de que si a su amigo Benjamin lo hubieran convertido en Capitán,
estaría subido a cualquier barra, anunciándolo al mundo entero con un megáfono.
—No es la gran cosa —dice
Peter—. Es una aerolínea regional. No hay mucha gente para ascender.
Nico niega con la cabeza.
—No me han ascendido. A Gastón no lo han ascendido. A Benjamin no lo han
ascendido. Has estado en esto un año menos que cualquiera de nosotros, por no
mencionar el hecho de que sólo tienes veinticuatro. —Él se da vuelta y camina
hacia atrás, frente a nosotros—. Abandona la modestia por una vez, hombre.
Frótalo en nuestras caras un poco. Lo haríamos si los papeles estuvieran
invertidos.
No sé cuánto tiempo han
sido amigos, pero me gusta Nico. Puedo decir que él y Peter son cercanos,
porque Nico está realmente orgulloso de él, y no del todo celoso. Me gusta que
estos sean los amigos de Gastón. Me hace feliz que tenga este apoyo. Siempre lo
he imaginado viviendo aquí, trabajando demasiado, pasando todo su tiempo solo y
lejos de casa. Sin embargo, no sé por qué. Nuestro padre era piloto, y estaba
en casa una justa cantidad de tiempo, así que no debería tener ideas erróneas
cuando se trata de la vida de Gastón como piloto.
Supongo que él no es el
único que se preocupa innecesariamente por su hermana.
Llegamos al restaurante,
y Gastón mantiene la puerta abierta para nosotros. Nico camina primero, y Peter
da un paso atrás, permitiéndome pasar delante de él.
—Voy al baño —dice Nico—.
Los encontraré chicos.
Gastón camina hacia el
puesto de la anfitriona, y Peter y yo nos quedamos detrás.
Robo un vistazo en
dirección a Peter. —Felicitaciones, Capitán.
Lo digo en voz baja, pero
no sé por qué. No es como si Gastón tendría sospechas si me escuchara
felicitando a Peter. Supongo que si lo digo en un tono que sólo Peter pueda
escuchar, hay más significado detrás de ello.
Peter encuentra mi mirada
y sonríe, luego mira a Gastón. Cuando ve que él sigue de espaldas a nosotros,
se inclina y planta un beso rápido a un lado de mi cabeza.
Debería estar avergonzada
de mi debilidad. Un hombre no debería ser capaz de hacerme sentir como ese beso
robado me hizo sentir. Es como si de repente estoy flotando o nadando o
volando. Cualquier cosa que no requiera el apoyo de las piernas, ya que se han
vuelto en inútiles para mí.
—Gracias —susurra, aún
luciendo esa hermosa, pero de alguna manera modesta, sonrisa. Le da un codazo a
mi hombro con el suyo y baja la mirada a sus pies—. Te ves bonita, Lali.
Quiero enmarcar esas
cuatro palabras en una valla publicitaria y exigirme pasarla en mi camino al
trabajo todos los días. Nunca faltaría al trabajo de nuevo.
Por mucho que quiero
creer que está siendo sincero con su cumplido, frunzo el ceño y bajo la mirada
hacia el uniforme que he usado durante doce horas seguidas. —Estoy usando un
uniforme de Minnie Mouse.
Se inclina hacia mí otra
vez, hasta que nuestros hombros se tocan.
—Siempre he tenido algo
por Minnie Mouse —dice en voz baja.
Gastón se da la vuelta,
así que quito inmediatamente la sonrisa de mi rostro. —¿Barra o mesa?
Peter y yo nos encogemos
de hombros. —Cualquiera —dice él.
Nico regresa del baño al
mismo tiempo que la anfitriona nos conduce a nuestros asientos. Gastón e Nico
lideran el camino, y Peter me sigue de cerca. Muy cerca. Su mano se apodera de mi cintura mientras se inclina hacia delante, hacia mi
oreja. —Como que también tengo algo por las enfermeras —susurra.
Levanto mi hombro para
frotar la oreja en la que acaba de susurrar su admisión, porque ahora todo mi
cuello está cubierto de escalofríos. Él libera mi cintura y pone distancia
entre nosotros cuando llegamos a la cabina. Gastón e Nico se sientan uno en
cada lado. Peter se sienta junto a Nico, así que yo me siento junto a Gastón,
justo enfrente de Peter.
Peter y yo pedimos
refrescos, en comparación con las cervezas de Nico y Gastón. Su elección de
bebidas es sólo una cosa más para reflexionar.
Hace varias semanas,
admitió que no suele beber, pero teniendo en cuenta que se hallaba más que
demacrado la primera noche que lo conocí, imaginé que tendría al menos un trago
esta noche. Sin duda tenía una razón para celebrar. Cuando las bebidas son
traídas a la mesa, Nico levanta su vaso. —Por enseñarnos —dice él.
—Una vez más —añade Gastón.
—Por trabajar el doble de
horas que cualquiera de los dos —dice Peter, fingiendo estar a la defensiva.
—Gastón y yo en verdad
tenemos vidas sexuales que interfieren con el trabajo de horas extras —replica Nico.
Gastón niega con la
cabeza. —No hables de mi vida sexual delante de mi hermana.
—¿Por qué no? —Empiezo a
hablar—. No es como si no notara todas las noches que pasas fuera del
apartamento cuando no estás trabajando.
Gastón gime. —Lo digo en
serio. Cambia de tema.
Le concedo su petición
con mucho gusto. —¿Hace cuánto tiempo se conocen ustedes tres? —Hago la
pregunta a nadie en particular, excepto que sólo me preocupo por escuchar las
respuestas que involucran a Peter.
—Peter y yo conocemos a
tu hermano desde la escuela de vuelo, hace unos años. He conocido a Peter desde
que tenía nueve o diez —dice Nico.
—Los dos teníamos once
—lo corrige Peter—. Nos conocimos en el quinto grado.
No tengo ni idea de si
esta conversación está rompiendo la regla de no preguntar sobre el pasado, pero
Peter no parece incómodo hablando de ello.
La camarera nos trae una
cesta de pan, pero ninguno de nosotros siquiera ha abierto un menú, por lo que
nos dice que volverá a tomar nuestra orden.
—Todavía no puedo creer
que no eres gay —le dice Gastón a Peter, cambaiando completamente el tema de
nuevo, mientras abre su menú.
Peter se asoma por encima
de su menú. —Pensé que no hablaríamos de la vida sexual.
—No —dice Gastón—. Dije
que no hablaríamos de mi vida sexual. Además, no tienes ni siquiera una
que discutir. —Gastón puso su menú sobre la mesa, mirando directamente a Peter—.
Sin embargo, en serio, ¿Por qué nunca sales?
Peter se encoge de
hombros, más interesado en la bebida entre sus manos que en tener que mirar a
mi hermano. —El resultado final de las relaciones no vale la pena para mí.
Algo en mi corazón se
rompe, y empiezo a preocuparme de que uno de los chicos en realidad pueda oírlo
fragmentarse en silencio. Gastón se inclina hacia atrás en el asiento.
—Maldita sea. Ella debió
ser una perra importante.
Mis ojos de repente están
pegados a Peter, a la espera de su respuesta ante una posible revelación de su
pasado. Él da una ligera sacudida de cabeza, desestimando en silencio la
suposición de Gastón. Nico se aclara suavemente la garganta, y su expresión
cambia mientras pierde la sonrisa que normalmente ocupa su rostro. Es obvio,
por la reacción de Nico, que sin duda conoce cualquier asunto del pasado de Peter.
Nico se sienta con la
espalda recta y levanta su vaso, forzando una sonrisa en sus labios. —Peter no
tiene tiempo para chicas. Está demasiado ocupado rompiendo records en la
compañía al convertirse en el Capitán más joven que nuestra aerolínea haya visto
jamás.
Tomamos la interrupción
de Nico como lo que es, y levantamos nuestros vasos. Los chocamos juntos, y
cada uno toma del suyo.
La mirada apreciativa que
Peter le dispara a Nico no me pasa desapercibida, aunque Gastón parece estar
despistado. Ahora estoy aún más curiosa por Peter. E igualmente preocupada por
estar perdiendo mi cabeza, ya que cuanto más tiempo paso con él, más quiero
saber todo lo que le concierne.
—Tenemos que celebrar
—dice Gastón.
Peter mueve su menú
desplegable. —Pensé que eso era lo que hacíamos.
—Quiero decir después de esto. Vamos a salir esta noche. Tenemos que
encontrar una chica para poner fin a tu sequía —dice Gastón.
Casi escupo mi bebida,
pero por suerte, soy capaz de contener mi risa. Peter se da cuenta de mi reacción
y me golpea el tobillo debajo de la mesa con el pie. Luego lo deja justo al
lado del mío.
—Estaré bien —dice Peter—.
Además, el Capitán necesita descansar.
Todas las letras en el
menú comienzan a desdibujarse cuando mi mente las reemplaza con palabras como fin, periodo de sequía y descansar.
Nico mira a Gastón y
asiente. —Yo iré. Deja que el Capitán vuelva a su apartamento y duerma por los
efectos de su cola.
Peter me mira fijamente y
se ajusta ligeramente en su asiento de modo que nuestras rodillas se tocan.
Envuelve el pie en la parte trasera de mi tobillo.
—Dormir en realidad suena
muy bien —dice. Cambia su mirada de mí hacia el menú en frente de él—. Dense
prisa y ordenen, así puedo volver a mi apartamento y dormir. Se siente como que
no he dormido en más de nueve días, y es en todo lo que he sido capaz de
pensar.
Mis mejillas arden, junto
con algunas otras áreas de mi cuerpo. —De hecho, como que tengo la necesidad de
conciliar el sueño en este momento —dice Peter. Levanta los ojos para encontrarse
con los míos—. Aquí mismo en la mesa.
Ahora la temperatura en
el resto de mi cuerpo coincide con el calor en mis mejillas.
—Dios, eres defectuoso
—dice Gastón, riendo—. Debimos traer a Benjamin en tu lugar.
—No, no debimos traerlo —dice Nico inmediatamente
rodando exageradamente sus ojos.
—¿Cuál es el trato con Benjamin?
—pregunto—. ¿Por qué lo odian tanto?
Gastón se encoge de
hombros. —No es que lo odiemos. Simplemente no podemos soportarlo, y ninguno de
nosotros se dio cuenta de ello hasta después de que ya lo habíamos invitado a
nuestras noches de juego. Es un idiota. —Gastón me lanza esa mirada demasiado
familiar—. Y no te quiero nunca a solas con él. Estar casado no le impide ser
un imbécil.
Y allí está el posesivo, el amor fraternal que me he perdido
todos estos años.
—¿Es peligroso?
—No —dice Gastón—. Sólo
sé cómo trata su matrimonio, y no quiero que te involucres con eso. Pero ya he
dejado en claro que tú estás fuera de los límites.
Me río de sus absurdas
palabras. —Tengo veintitrés años, Gastón. Puedes dejar de actuar como papá
ahora.
Su rostro se contrae, y
por un segundo, hasta comienza a parecerse a nuestro padre. —Por supuesto que
no lo haré. —Gastón gruñe—. Eres mi hermana pequeña. Tengo estándares para ti,
y Benjamin ni de cerca cumple uno solo de ellos.
Él no ha cambiado nada.
Tan molesto como fue en la escuela secundaria, y todavía es el mismo tipo, amo
que él quiera lo mejor para mí.
Aunque tengo miedo de que
su versión de lo que es mejor para mí no exista.
—Gastón, ningún hombre
jamás se acercará a las normas que has establecido para mí.
Él asiente, poniéndose
todo honrado. —Claro que sí.
Si él le advirtió a Benjamin
que se mantenga alejado de mí, me pregunto si le advirtió a Peter y a Nico,
también. Por otra parte, él pensó que Peter era gay, así que probablemente no
vio una posibilidad allí.
Me pregunto si Peter
cumpliría con los estándares de Gastón.
Mis ojos quieren mirar
tanto a Peter en este momento, pero me temo que sería demasiado obvio. En su
lugar, fuerzo una sonrisa y niego con la cabeza. —¿Por qué no pude nacer
primero?
—No habría hecho una
diferencia —responde Gastón.
Nico le sonríe a la
camarera y le pide la cuenta. —Va por mí esta noche. —Pone el dinero suficiente
para cubrir la factura y la propina, y todos nos levantamos y estiramos.
—Entonces, ¿quién va a
dónde? —pregunta Peter.
—Bar —responde Gastón
inmediatamente, impulsivamente como si eso llamara a las chicas.
—Acabo de terminar un
turno de doce horas —le digo—. Estoy abatida.
—¿Te importa si te llevo?
—pregunta Peter cuando todos salimos—. No me siento con ganas de salir esta
noche. Sólo quiero dormir.
Me gusta la forma en que
no disfraza el énfasis en frente de Gastón cuando dice dormir. Es como si quisiera asegurarse de que soy
consciente sobre sus pocas intenciones de realmente dormir.
—Sí, mi coche está en el
hospital —digo, apuntando a esa dirección.
—Muy bien, entonces —dice
Gastón, juntando las manos—. Ustedes culos flojos vayan a dormir. Nico y yo
saldremos. —mi hermano gira, y ambos no pierden el tiempo yéndose en la otra
dirección. Gastón se da vuelta, caminando hacia atrás al ritmo de Nico—.
¡Tomaremos un trago en su honor, Capitán!
Peter y yo permanecemos
inmóviles, encerrados en un círculo de luz bajo una farola mientras los vemos
irse. Bajo la mirada hacia la acera y deslizo uno de mis zapatos hasta el borde
del círculo de luz, viéndolo desaparecer en la oscuridad. Levanto la vista
hacia la farola, preguntándome por qué está brillando sobre nosotros con esa
intensidad.
—Se siente como si
estuviéramos en un escenario —le digo, sin dejar de mirar hacia la luz.
Inclina la cabeza hacia
atrás y se une a mi inspección del alumbrado. —El Paciente
Inglés —dice. Lo miro
inquisitivamente. Hace un gesto hacia la farola por encima de nuestras cabezas—.
Si estuviéramos en un escenario, probablemente sería una producción de El Paciente
Inglés. — Él mueve su mano
hacia atrás y adelante entre nosotros—. Ya estamos vestidos para la pieza. Una
enfermera y un piloto.
Reflexiono sobre lo que
dice, probablemente un poco demasiado. Sé que dice que es el piloto, pero si
esto realmente fuera una producción teatral de El Paciente
Inglés, creo que sería el
soldado más que el piloto. El soldado es el personaje que está involucrado
sexualmente con la enfermera. No el piloto.
Sin embargo, el piloto es el que tiene el pasado secreto...
—Esa película es la razón
por la que me convertí en enfermera — digo, mirándolo con una cara seria.
Regresa las manos a sus
bolsillos, cambiando su mirada de la luz en lo alto hacia mí. —¿En serio?
Mi risa se escapa. —No.
Peter sonríe.
Eso rima
Ambos giramos al mismo
tiempo para volver hacia el hospital. Me encuentro con la pausa en la
conversación para construir un muy mal poema en mi cabeza.
Peter sonríe
Para nadie más
Peter sólo sonríe
Para mí.
—¿Por qué te ríes?
–pregunta.
Porque estoy
recitando rimas vergonzosas de un nivel de tercer grado sobre ti.
Sello mis labios,
forzándome a sonreír. Cuando sé que lo ha olvidado, le respondo. —Sólo pienso
en lo cansada que estoy. Esperando tener un muy buen —lo miro a los ojos— sueño esta noche.
Él es quien sonríe ahora.
—Sé lo que quieres decir. Creo que nunca me he sentido tan cansado. Incluso
podría dormir tan pronto como estemos dentro de tu coche.
Eso estaría bien.
Sonrío, pero termino la
conversación cargada de metáforas. Ha sido un día largo, y en realidad estoy
cansada. Caminamos en silencio, y no puedo dejar de notar que sus manos se
hallan metidas con fuerza en sus bolsillos de la chaqueta, como si me estuviese
protegiendo de ellas. O tal vez las protege de mí.
Sólo estamos a una cuadra
del estacionamiento cuando sus pasos son más lentos, y luego se detiene por
completo. Naturalmente, dejo de caminar y doy la vuelta para ver lo que le
llama la atención. Mira hacia el cielo, y mis ojos se centran en la cicatriz
que corre a lo largo de su mandíbula. Quiero preguntarle al respecto.
Quiero
preguntarle acerca de todo. Quiero hacerle un
millón de preguntas, empezando por cuándo es su cumpleaños y luego cómo
fue su primer beso. Después de eso, quiero preguntarle sobre sus padres, toda
su infancia y su primer amor.
Quiero preguntarle sobre Martina. Quiero saber lo que pasó con ellos, y por qué eso lo llevó a querer
evitar cualquier forma de intimidad durante más de seis años.
Más que nada, quiero
saber lo que hay en mí que finalmente puso fin a la misma.
—Peter —le digo, cada
pregunta que quiero hacerle buceando en la punta de la lengua.
—Sentí una gota de lluvia
—dice.
Antes de que la oración
deje su boca, siento una también. Los dos miramos hacia el cielo ahora, y me
trago todas las preguntas junto con el nudo en la garganta. Las gotas empiezan
a caer más rápido, pero seguimos de pie allí, con nuestros rostros inclinados
hacia el cielo. Las gotas esporádicas se convierten en virutas, que luego se
transforman en lluvia, pero ninguno de nosotros se mueve. Ninguno de nosotros
hace una carrera loca para llegar al coche. La lluvia se desliza por mi piel,
mi cuello, mi pelo, y empapa mi blusa. Mi cara todavía está inclinada hacia el
cielo, pero mis ojos están cerrados ahora.
No hay nada en el mundo
que pueda compararse con la sensación y el olor de la lluvia cayendo.
Tan pronto como ese
pensamiento cruza mi mente, manos cálidas alcanzan mis mejillas y se deslizan
por mi nuca, roban la fuerza de mis rodillas y el aire de mis pulmones. Su
altura me protege de la mayor parte de la lluvia ahora, pero sigo con los ojos
cerrados e inclinados hacia el cielo. Sus labios bajan suavemente sobre los
míos, y me encuentro comparando la sensación y el olor de la lluvia nueva con
su beso.
Su beso es mucho, mucho mejor.
Sus labios se encuentran
húmedos por la lluvia, y están un poco fríos, pero él lo contrarresta con la
cálida caricia de su lengua contra la mía. La lluvia que cae, la oscuridad que
nos rodea, y ser besada así hacen que me sienta como si de verdad estuviéramos
en un escenario y nuestra historia acabara de llegar a su punto culminante. Se
siente como si mi corazón, mi estómago y mi alma luchan por salir de mí y
adentrarse en él.
Si todos mi veintitrés
tres años fueran colocados sobre un gráfico, este momento sería la cresta en mi
curva de utilidad.
Probablemente debería
estar un poco triste sobre esta comprensión.
Tuve unas cuantas
relaciones serias en el pasado, pero no puedo recordar un solo beso con alguno
de esos tipos donde me sentí de este modo. El hecho de que ni siquiera esté en
una relación con Peter y que me sienta tan afectada por él debería decirme
algo, pero estoy demasiado interesada como para escudriñar esos pensamientos.
La lluvia se ha
convertido en un aguacero, pero ninguno de los dos parece afectado por ella.
Sus manos bajan a mi espalda, y cierro mi puño en su camisa, acercándolo más.
Su boca se ajusta a la mía como si fuéramos dos piezas de un mismo rompecabezas.
La única cosa que
posiblemente me podría separar de él en este momento sería un rayo. O el hecho
de que está lloviendo tan fuerte que no puedo respirar. Mis ropas están pegadas
a partes de mí donde ni siquiera sabía que la ropa pudiera pegarse. Mi cabello
está tan empapado que no puede absorber una gota más de agua.
Empujo contra él hasta
que libera mi boca, y luego entierro mi cabeza bajo su barbilla y miro hacia
abajo para poder respirar sin ahogarme. Envuelve su brazo alrededor de mis
hombros y me hace caminar hacia el estacionamiento, levantando su chaqueta por
encima de mi cabeza. Toma ritmo, e igualo sus pasos hasta que los dos estamos corriendo.
Finalmente llegamos a mi
coche, y se acerca a la puerta del conductor conmigo, todavía protegiéndome de
la lluvia. Una vez que estoy en el interior, él se apresura hacia el lado del
acompañante. Cuando nuestras dos puertas están cerradas, el silencio dentro del
coche aumenta la intensidad de nuestra pesada respiración. Pongo mis manos
detrás de mi cabeza y me recojo el pelo, luego escurro el exceso de agua. Ésta
baja por el cuello, la espalda y el asiento. Es la primera vez que estoy
aliviada de tener asientos de cuero en California.
Dejo caer mi cabeza hacia
atrás y suspiro fuertemente, después de robar una mirada en su dirección. —Creo
que nunca he estado tan mojada en mi vida.
Observo como una lenta
sonrisa se extiende por su rostro. Sus pensamientos obviamente se desploman en
lo más vulgar con esa afirmación.
—Pervertido —susurro
juguetonamente.
Eleva la ceja y sonríe.
—Por tu culpa. —Me alcanza a través del asiento y envuelve sus dedos alrededor
de mi muñeca, tirando de mí hacia él—. Ven aquí.
Hago un rápido inventario
de lo que nos rodea, pero la lluvia cae con tanta fuerza que ni siquiera puedo ver
lo que hay afuera. Eso significa que nadie puede ver hacia dentro.
Me ajusto en la parte
superior de él, a horcajadas sobre su regazo, mientras él mueve el asiento
hacia atrás todo lo que puede. Sin embargo, no me besa. Sus manos se deslizan
por mis brazos y vienen a descansar en mis caderas.
—Nunca he tenido
relaciones sexuales en un coche antes —dice con un poco de esperanza en su
confesión.
—Nunca he tenido
relaciones sexuales con un Capitán antes —le ofrezco.
Pasa sus manos debajo de
mi blusa del uniforme, deslizándola por mi estómago, hasta que se reúne con mi
sujetador. Ahueca ambos pechos, luego se inclina hacia adelante y me besa. Su
beso no dura mucho, porque lo rompe para hablar de nuevo. —Nunca he tenido
relaciones sexuales como Capitán antes.
Sonrío. —Nunca he tenido
relaciones sexuales en uniforme antes.
Sus manos se deslizan en
torno a mi espalda, y las mete por la cinturilla del pantalón. Empuja mis
caderas hacia él, al mismo tiempo que se levanta a sí mismo muy ligeramente,
provocando de inmediato que mi agarre sea más fuerte alrededor de sus hombros y
un jadeo pase por mis labios. Su boca se mueve a mi oído mientras sus manos
vuelven a crear el ritmo sensual entre nosotros, tirando mis caderas hacia
delante de nuevo.
—Aunque te ves tan sexy
en el uniforme, me gustaría mucho más tener sexo contigo con absolutamente
nada.
Estoy avergonzada por la
facilidad con la que sólo sus palabras pueden hacerme gemir. También estoy
avergonzada de lo rápido que su voz me puede deshacer, hasta el punto en que
probablemente quiero que mi ropa desaparezca más de lo que él lo hace. —Por
favor, dime que has venido preparado —digo, mi voz ya pesada de deseo.
Niega con la cabeza.
—Sólo porque sabía que iba a verte esta noche no significa que viniera con expectativas
—De inmediato me lleno de decepción. Se levanta fuera del asiento y desliza su
mano en el bolsillo de atrás—. Sin embargo lo
hice, vine con un montón de esperanza. —Saca el condón de su cartera con una
sonrisa, y ambos comenzamos de inmediato a tomar medidas. Mis manos se conectan
con el botón de sus pantalones vaqueros más rápido de lo que nuestras bocas lo
hacen. Él desliza sus manos por la parte de atrás de mi blusa y comienza a
desabrochar el sujetador, pero niego con la cabeza.
—Sólo déjalo puesto —dije
sin aliento. Mientras menos ropa nos quitemos, más rápido seremos capaces de
vestirnos si nos pillan.
Continúa desatándolo, a
pesar de mi protesta. —No quiero estar dentro de ti a menos que te pueda sentir
contra mí.
Guau. Bien,
entonces.
Cuando se deshace de mi
sujetador, levanta mi blusa sobre mi cabeza, y sus dedos se deslizan bajo los
tirantes de mi sujetador. Tira de ellos por mis brazos hasta que el sujetador
se cae. Lo arroja en el asiento trasero y luego se saca su camisa sobre su
cabeza. Cuando su camisa se une a mi sostén en el asiento trasero, envuelve sus
brazos alrededor mío y me tira contra él hasta que nuestros pechos desnudos se
encuentran.
Ambos, inmediatamente,
inhalamos respiraciones agudas. El calor de su cuerpo crea una sensación de la
que no quiero alejarme. Comienza besando el camino hasta mi cuello, su
respiración en fuertes olas contra mi piel.
—No tienes idea de lo que
me haces —susurra contra mi garganta.
Sonrío, porque esa misma
idea exacta acaba de pasar por mi cabeza.
—Oh, creo que tengo una
idea —respondo.
Deja su mano izquierda en
uno de mis pechos, y gime mientras su mano derecha se sumerge en mis
pantalones.
—Fuera —dice simplemente,
tirando de la banda elástica.
No tiene que pedírmelo
dos veces. Vuelvo a mi asiento vacío y comienzo a quitarme el resto de mi ropa
mientras lo veo desabrochar sus vaqueros.
Sus ojos están sobre mí
mientras rasga el envoltorio del condón con los dientes. Cuando la única prenda
de ropa que queda entre nosotros es su par de pantalones vaqueros
desabrochados, me muevo hacia él.
Me siento ridículamente
auto consciente de que estoy en mi coche en el estacionamiento de mi trabajo,
completamente desnuda. Nunca he hecho nada como esto antes. Nunca he querido hacer algo como esto antes. Me encanta lo
desesperados que estamos el uno del otro en este momento, pero también sé que
nunca he sentido esta clase de química con nadie antes.
Pongo mis manos sobre sus
hombros y me coloco a horcajadas sobre él mientras desliza el condón sobre sí
mismo.
—Mantenlo en silencio
—dice en broma—. No me gustaría ser la razón por la que te despidieran.
Echo un vistazo a la
ventana, aún no puedo ver el exterior. —Está lloviendo demasiado fuerte para
que nadie nos escuche —digo—. Además, tú fuiste el que grito más alto la última
vez.
Desestima eso con una
sonrisa rápida y comienza a besarme de nuevo.
Sus manos agarran mis
caderas, y me atrae hacia él, preparándose contra mí. Esta posición normalmente
me hace gemir, pero de repente me siento terca con mis ruidos ahora que él lo
menciona.
—No hay manera de que
fuera el que gritara más fuerte —dice con sus labios todavía tocando los míos—.
En todo caso, empatamos.
Niego con la cabeza. —No
creo en terminar las cosas con un empate.
Es la manera en que se
escabullen las personas a quienes les asusta demasiado el poder perder.
Sus manos encuentran mis
caderas, y está contra mí, posicionados de tal manera que todo lo que tendría
que hacer para llevarlo dentro de mí sería permitir que esto suceda. Sin
embargo, me niego a rebajarme a él, simplemente porque me gusta la competencia
y me siento a punto de comenzar.
Levanta las caderas,
obviamente listo para que las cosas sucedan entre nosotros. Mis piernas se
encuentran tensas, y me alejo lo suficiente.
Se ríe de mi resistencia.
—¿Qué pasa, Lali? ¿Tienes miedo ahora? Ten miedo una vez que esté dentro de ti,
¿vamos a ver quién es el que grita más fuerte?
Hay un brillo desafiante
en sus ojos. No acepto verbalmente su desafío para ver quién puede quedarse en
silencio. En cambio, mantengo mis ojos encontrándose con los suyos mientras
poco a poco lo deslizo con facilidad dentro de mí. Ambos jadeamos al mismo
tiempo, pero ese es el único sonido que pasa entre nosotros.
Tan pronto como él se
halla completamente dentro de mí, sus manos se encuentran con mi espalda, y me
tira contra él. Los únicos sonidos que hacemos son suspiros y jadeos aún más
pesados. El golpeteo de la lluvia contra las ventanas y el
techo aumenta el silencio que experimentamos en el interior del coche.
La fuerza que se necesita
para contenerse esta igualada con la necesidad de aferrarnos el uno al otro con
más desesperación. Sus brazos están alrededor de mi cintura, agarrándome con
tanta fuerza que hace que sea difícil moverse. Mis brazos se envuelven
alrededor de su cuello, y mis ojos están cerrados.
Apenas nos movemos ahora
a causa del tenso agarre que tenemos el uno del otro, pero me gusta. Me gusta
cómo de lento y constante se mantiene el ritmo, mientras ambos nos centramos en
cómo continuar suprimiendo los gemidos atrapados en nuestra garganta.
Durante varios minutos,
continuamos de la misma manera, moviéndonos lo suficiente, pero al mismo tiempo
ni cerca de lo que necesitamos. Creo que ambos nos
encontramos demasiado asustados para hacer ningún movimiento brusco, o de que
la intensidad causará que uno de nosotros pierda.
Una de sus manos se
desliza en torno a la parte baja de mi espalda, y por otro lado se reúne con la
parte de atrás de mi cabeza. Toma un puñado de mi cabello y suavemente tira
hasta que mi garganta se expone a su boca. Me estremezco al segundo en que sus
labios se encuentran con mi cuello, porque permanecer tranquila es mucho más
difícil de lo que imaginaba que sería. Sobre todo porque él se encuentra en una
situación ventajosa con la forma en que estamos posicionados. Sus manos son
libres de vagar por donde quieran, y eso es exactamente lo que hacen en este momento.
Vagando, acariciando,
arrastrando hacia abajo por mi estómago para
que él pueda tocar el
único lugar que podría hacerme ceder la victoria.
Me siento como si él
hiciera trampa de alguna manera.
Tan pronto como sus dedos
encuentran el punto exacto que normalmente me hace gritar su nombre, aprieto mi
agarre alrededor de sus hombros y posiciono las rodillas de modo que tengo más
control de mis movimientos. Quiero hacerlo pasar por la tortura que me hace atravesar
en estos momentos.
Cuando me acomodo y soy
capaz de calmarme impulsándome en él, desaparece el ritmo lento y constante. Su
boca se reúne con la mía en un frenético beso, uno con más necesidad y más
fuerza que cualquier beso antes. Es como si tratáramos de alejar con besos el
deseo natural de verbalizar lo bien que se siente.
De repente, me golpea una
sensación que ondula a través de todo mi cuerpo, y tengo que levantarme de
encima de él y quedarme quieta antes de perderla. A pesar de mi necesidad de
ralentizar las cosas, él hace lo contrario y me aplica más presión con su mano.
Entierro mi cara contra su cuello y muerdo suavemente su hombro para no gemir
su nombre.
En el segundo que mis
dientes encuentran su piel, oigo el enganche en su respiración y siento la
rigidez en sus piernas.
Casi pierde.
Casi.
Si se mueve dentro sólo
un centímetro más, mientras que me está tocando de esta manera, va a ganar. No
quiero que gane.
Por otra parte, quiero
que lo haga, y estoy pensando que él quiere ganar con la forma en que
respira contra mi cuello, bajando suavemente de nuevo sobre él.
Peter, Peter,
Peter.
Él puede sentir que esto
no va a terminar en un empate, por lo que añade más presión sobre mí con sus
dedos, al mismo tiempo que su lengua encuentra mi oído.
Oh, guau.
Estoy a punto de perder.
En cualquier momento.
Oh, de verdad.
Levanta las caderas
cuando él me tira contra él, obligando salir un involuntario
"¡Peter!" fuera de mi boca, junto con un suspiro y un gemido.
Me levanto de encima de
él, pero en cuanto se da cuenta de que acaba de ganar, exhala fuertemente y me
tira sobre él con más fuerza.
—Finalmente —dice sin
aliento en mi cuello—. No creo que pueda durar un segundo más.
Ahora que la competición
ha terminado, nos dejamos perder por completo hasta que estamos gritando tan
fuerte que tenemos que besarnos otra vez para ahogar nuestros sonidos. Nuestros
cuerpos se mueven en sincronía, acelerando, estrellándose juntos, duro.
Continuamos nuestro frenético ritmo unos minutos más, aumentando en intensidad
hasta que estoy segura de que no puedo tomar ni un segundo de él.
—Lali —dice contra mi
boca, ralentizando el ritmo de mis caderas con sus manos—. Quiero que nos
corramos juntos.
Oh, infierno
santo.
Si él quiere que yo dure
más tiempo, no puede decir cosas como esas. Asiento, incapaz de formar una
respuesta coherente.
—¿Estás casi ahí?
—pregunta.
Asiento de nuevo y doy lo
mejor de mí para hablar esta vez, pero no sale nada que no sea otro gemido.
—¿Eso es un sí?
Sus labios han dejado de
besar los míos, y está centrado en mi respuesta ahora. Pongo mis manos en la
parte posterior de su cabeza y presiono mi mejilla con la suya.
—Sí. —De alguna manera lo
dejo salir—. Sí, Peter. Sí —Siento que comienzo a
tensarme, al mismo tiempo que aspiro aire con dificultad.
Pensaba que estábamos
abrazados con fuerza antes, pero eso no era nada comparado a este momento. Se
siente como si todos nuestros sentidos se han fusionado mágicamente y estamos
sintiendo exactamente las mismas sensaciones, los mismos ruidos, experimentando
exactamente la misma intensidad, y compartiendo la misma respuesta.
Nuestro ritmo poco a poco
comienza a disminuir, junto con los temblores en mi cuerpo. Los puños apretados
que tenemos alrededor del otro comienzan a aflojarse. Él entierra su cara en mi
pelo y exhala profundamente.
—Perdedora —susurra.
Me río y me muevo para
morderlo juguetonamente en el cuello. — Has hecho trampa —le digo—. Trajiste
refuerzo ilegal cuando comenzaste a utilizar tus manos.
Se ríe con una sacudida
de la cabeza.—Las manos son un juego justo. Pero si crees que hice trampa, tal
vez deberíamos tener una revancha.
Levanto mis cejas. —¿Al
mejor de tres?
Me levanta por la cintura
y me empieza a empujar hacia la puerta del copiloto mientras lucha por ponerse
al volante. Me tiende la ropa, tira de su camisa por encima de su cabeza, y
abrocha sus vaqueros. Una vez que está situado, me ajusto en el asiento del
pasajero y termino de vestirme mientras hace girar el coche. Lo saca en reversa
y comienza a retroceder. —El cinturón de seguridad —dice con un guiño.
***
Apenas logramos salir del
ascensor, y mucho menos llegar a su cama. Casi me tomó allí mismo, en el
pasillo. La parte triste es que no me hubiera importado.
Ganó de nuevo. Estoy
empezando a darme cuenta de que la competencia por quién puede ser más
silencioso no es realmente una buena idea cuando mi competidor es,
naturalmente, la persona más silenciosa que he conocido.
Le ganaré en la tercera
ronda. Pero no esta noche, porque es más que probable que Gastón vuelva a casa
pronto.
Peter me mira. Yace boca
abajo, con las manos cruzadas sobre su almohada y la cabeza apoyada en sus
brazos. Me estoy vistiendo porque quiero adelantarme a Gastón, así que no tengo
que mentir acerca de donde he estado.
Peter me sigue con los
ojos mientras me visto.
—Creo que tu sostén
todavía se encuentra en el pasillo — dice con una sonrisa—. Puede que quieras
buscarlo antes que Gastón lo encuentre.
Me hace fruncir mi nariz
ante eso. —Buena idea —digo. Me arrodillo en la cama y lo beso en la mejilla,
pero él envuelve su brazo alrededor de mi cintura y me tira hacia adelante
mientras rueda sobre su espalda. Me da un beso, incluso mejor que el que yo le
daba.
—¿Puedo hacerte una
pregunta?
Él asiente, pero es un
gesto forzado. Está nervioso acerca de mis preguntas.
—¿Por qué nunca haces
contacto visual cuando tenemos sexo?
Mi pregunta lo sorprende.
Me mira durante varios momentos en silencio hasta que me pone aún más lejos y
me siento a su lado en la cama, esperando su respuesta.
Se empuja y se inclina
hacia atrás en contra de su cabecera, con la mirada fija en sus manos. —Las
personas son vulnerables durante las relaciones sexuales —dice encogiéndose de
hombros—. Es fácil confundir los sentimientos y emociones por algo que no son,
especialmente cuando el contacto visual está involucrado —levanta sus ojos
hacia los míos—. ¿Te molesta?
Sacudo mi cabeza en un
no, pero mi corazón está llorando ¡Sí! —Me voy a acostumbrar a
ello, supongo. Tenía curiosidad.
Me encanta estar con él,
pero me odio más y más a mí misma con cada nueva mentira que pasa por mis
labios.
Sonríe y me empuja de
nuevo hacia su boca, besándome con más firmeza esta vez. —Buenas noches, Lali.
Retrocedo y salgo de su
cuarto, sintiendo sus ojos en mí todo el tiempo. Es curioso cómo se niega a
hacer contacto visual durante el sexo y no puede dejar de mirarme el resto del
tiempo.
Sin embargo, no tengo
ganas de ir al apartamento, así que después de recuperar mi sujetador, camino a
los ascensores y me dirijo a la recepción para ver si Cap todavía está allí.
Apenas tuve la oportunidad de saludarlo, antes de que Peter me empujara hacia
el ascensor y me violara.
Efectivamente, Cap sigue
plantado en su silla, a pesar de que son más de las diez de la noche.
—¿Alguna vez duermes?
—pregunto mientras me pongo en la silla a su lado.
—Las personas son más
interesantes por la noche —dice—. Me gusta dormir hasta tarde. Evito todos los
tontos que tienen demasiada prisa por las mañanas.
Suspiro mucho más fuerte
de lo que pretendo cuando inclino mi cabeza hacia atrás en la silla. Cap se da
cuenta y se vuelve para mirarme.
—Oh, no —dice—.
¿Problemas con el chico? Vi como ustedes dos se estaban llevando bien hace un
par de horas. Creo que podría haber visto siquiera un atisbo de sonrisa en su
cara cuando entró contigo.
—Las cosas están bien
—digo. Hago una pausa durante unos segundos, reuniendo mis pensamientos—.
¿Alguna vez has estado enamorado, Cap?
Una lenta sonrisa se
extiende por su cara. —Oh, sí —dice—. Su nombre era Wanda.
—¿Cuánto tiempo estuviste
casado?
Él me mira y arquea una
ceja. —Nunca he estado casado —dice—. Sin embargo, creo que el matrimonio de
Wanda duró unos cuarenta años antes de morir.
Inclino mi cabeza,
tratando de entender lo que dice. —Tienes que darme más que eso.
Se sienta erguido en su
silla, la sonrisa aún en su rostro. —Ella vivía en uno de los edificios para lo
que hice mantenimiento. Estaba casada con un hombre hijo de puta que sólo iba a
casa alrededor de dos semanas al mes. Me enamoré de ella cuando tenía casi
treinta años. Ella tenía veintitantos. La gente simplemente no se divorciaba en
aquel entonces.
Especialmente las mujeres
como ella, que venían del tipo de familia del que ella provenía. Así que me
pasé los próximos veinticinco años amándola tanto como pude durante dos semanas
al mes.
Lo miro, sin estar segura
de cómo responder a eso. No es la típica historia de amor que la gente suele
contar. Ni siquiera estoy segura de si puede ser considerada una historia de amor.
—Sé lo que piensas
—dice—. Suena deprimente. Más como una tragedia.
Asiento, confirmando su
suposición.
—El amor no siempre es
bonito, Lali. A veces te pasas todo el tiempo esperando que finalmente sea algo
diferente. Algo mejor. Entonces, antes de que te des cuenta, has vuelto al
punto de partida, y perdiste tu corazón en algún lugar a lo largo del camino.
Dejo de observarlo y miro
hacia adelante. No quiero que vea el ceño fruncido que parece que no puedo
quitar de mi rostro.
¿Eso es lo que estoy
haciendo? ¿Esperando que las cosas con Peter se conviertan en algo diferente?
¿Algo mejor? Contemplo sus palabras por demasiado tiempo. Tanto tiempo, de
hecho, que lo oigo roncar. Reduzco mis ojos en dirección a Cap, y su barbilla
se ha bajado hacia su pecho. Su boca se encuentra muy abierta, y está
profundamente dormido.
vamos lali marca tu terriotorio! jajaj
ResponderEliminarseguila
masss!
ResponderEliminarcontinualaaa !!!
ResponderEliminarMaass❤️😭
ResponderEliminarCap ,le ha dado a Lali ,un punto importante sobre el k reflexionar.
ResponderEliminarJajajajajaja ay cap se durmuo, los primeros capitulos.no me.atraparon pero los actuales siii :)
ResponderEliminar