—Tu mamá me trajo la carta
hoy. —El dolor en mi pecho era tan fuerte que tuve que luchar para evitar
doblarme y gritar—. Leí hasta la última palabra. Varias veces.
El viento de otoño me acarició
la cara, pero no fue suficiente para secar mis lágrimas. Las lágrimas eran
interminables. Sin cesar. Tragando saliva, me obligué a continuar. Necesitaba
que él me escuchara. —No es justo... una carta no es la forma correcta de decir
adiós. Es un asco, Pablo. Es un asco tan condenadamente malo. —Un sollozo
escapó de mi pecho. Apreté mi puño contra mi corazón. ¿Cuánto más dolor podría
resistir antes de que yo explotara en mil pedazos?
—Siempre me dijiste que te
gustaría envejecer juntos. Nos sentaríamos en la mecedora de nuestro pórtico,
tomados de la mano y mirando a nuestros nietos jugar en el patio. Me lo
prometiste —Me atraganté mientras presionaba mi pulgar contra el pequeño
solitario de diamante que él colocó en mi dedo hace apenas seis meses.
»Rompiste tu promesa. Nunca
has roto una promesa antes. Esta vez me defraudas y me dejas con esta carta. ¿Cómo supero esto, eh? ¿Esperabas
que solo la leyera y todo mejorará? ¿Esperabas que llorara algunas lágrimas
para luego superarlo? —No tendría ninguna respuesta. Nada más que letras
pesando en mi bolsillo trasero. La hoja estaba tan manchada de lágrimas que
varias palabras eran difíciles de leer. Sin embargo, no importaba. Lo tenía
todo memorizado. Cada. Ultima. Palabra.
—Empecé a
escribirte una carta y pensé llevártela hoy. Era mi oportunidad de decirte
algunas últimas palabras, pero no pude. No puedo gritar y gritar en una carta.
Meras palabras no pueden mantener las emociones agitadas dentro de mí. —Metí la
mano en mi bolsillo y saqué la carta desgastada que me perseguirá por el resto
de mi vida.
—En lugar de
escribir una carta, decidí responder en persona. Es lo justo. No... no es lo justo—Escupí
con rabia—, porque nada de esto lo es, pero es todo lo que tengo. Esto es todo
lo que me permitiste tener.
Abrí la carta de una página con atención. No quería romperla
porque las palabras escritas en esta, era todo lo que me quedaba. Empecé a leer
en voz alta:
—Mi Lali Azul. —Nuevas lágrimas corrían por mi
cara. Sólo leer el apodo que Pablo me había dado cuando teníamos nueve años fue
doloroso. ¿Cómo iba a leer esta carta en voz alta sin desmoronarme en la
tierra?
»El hecho
de que estoy escribiendo esta carta me duele más de lo que podrías imaginarte.
Esto no es algo que quisiera volver a leer, pero sé que mereces una despedida.
Mereces mucho más que eso, que unos buenos deseos de que obtengas la vida
perfecta que hemos pasado horas y horas soñando. —Dejé de leer y levanté
mis ojos de las palabras en el papel.
—Hicimos estos
planes, Pablo. Tú y yo. Estos no son sólo mis planes. Son nuestros planes,
¡maldita sea! ¿Cómo pudiste dejarme? Lo teníamos todo planeado. Todas esas
noches que pasamos tumbados bajo las estrellas eligiendo los nombres de
nuestros hijos, el color de nuestra habitación, las flores que nos gustaría
plantar en las macetas del pórtico, la casa de verano que tendríamos en la
playa, TODO ESO ERA NUESTRO.
Otra lágrima
rodó por mi cara y rápidamente la limpié con la mano antes de que pudiera caer
al papel. Tenía que terminar esto. Por difícil fuera leerlo, tenía que
terminarlo. Esto nunca sería el cierre. Yo nunca conseguiría un cierre. Esto
sería lo más cerca que jamás conseguiría de una despedida.
»Te he
amado desde el momento en que vi esos bonitos ojos azules tuyos. Incluso a los
cinco años, yo sabía que nunca habría una chica que pudiera reemplazar tu lugar
en mi corazón. Nadie podría compararse a ti. Siempre serias todo para mí, Lali
Esposito. Siempre. Por favor, recuerda que eras todo lo que me importaba. Nadie
más me llegó al corazón como lo hiciste tú. Mi vida fue bendecida con cada año
que aumento más y más el amor hacia la loca, salvaje, hermosa chica de al lado.
Viví con la alegría de que ese ángel perfecto me quería, que esta mujer
increíble sería mi esposa. La vida que planeamos. La vida que soñamos es lo que
me mantuvo tanto tiempo como lo hice. —Hundiéndome en el suelo, traje mis
rodillas contra mi pecho y lloré mientras forcé a mis ojos a concentrarse en
las palabras que tenía que leer. Tenía que hacerlo. Debía hacerlo.
»Ruego a
Dios que nunca tengas que leer esta carta. Quiero que esto sea una carta que yo
saque de mi caja un día para leerla cuando estemos viejos y canosos. Podremos
sonreír y darnos cuenta de lo mucho que tenemos que estar agradecidos porque
esta carta nunca fue necesaria. Pero Lali, si recibes esta carta de mi madre un
día, sabes entonces: Te amé hasta mi último aliento. Fuiste la única cosa en mi
mente cuando cerré los ojos por última vez. Nuestro tiempo juntos fue más
perfecto de lo que la vida de cualquier persona debe ser. La vida que viví era
el paraíso en la Tierra porque me la he pasado contigo.
—¡Oh, Dios! Pablo, no puedo hacer esto sin ti. No puedo
hacerlo sin ti. Te amo tanto. Por favor, por favor, Dios. —Lloré a gritos.
Nadie me escuchó. El cementerio estaba vacío. Las últimas líneas de la carta
eran lo más imposible de aceptar. ¿Cómo podía siquiera pensar que sus palabras
eran posibles?
»Un día sanaras. La vida continuará
para ti. Otro chico tendrá la suerte de encontrar un lugar en tu corazón.
Cuando eso suceda, amalo. Sigue adelante. Vive esa vida de felicidad que te
mereces. Quiero que sepas que yo te amé. Que sepas hiciste mi vida completa.
Pero sigue adelante, Lali. Ama de nuevo. Vive tu vida.
Con amor,
Pablo.
Ayer estuve ausente porque estuve estudiando pero volví :)
ResponderEliminarMe encanta esta nove!.
Yo estoy de acuerdo con cualquier nove que subas!, voy a leerla :)
Jenny
maas
ResponderEliminarllore jajaj
ResponderEliminarDura carta la d Pablo,muy emotiva
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