PETER
No había
dicho mucho en el camino de vuelta a mi departamento. Lali era cautelosa. Lo
sabía. Lo había sabido desde el primer día, cuando básicamente me llamó
prostituto. Era una de las cosas que me gustaban de ella. Y había estado progresando,
hasta esta noche. Me contó sobre Pablo. La sostuve mientras lloró. Creí que eso
había formado un lazo de confianza entre nosotros.
Incluirla en
mi mundo había deshecho todo el trabajo duro que me había costado probarme a mí
mismo ante ella. Si no tenía chicas lanzándose sobre mí y hablando sobre tríos,
tenía a mis amigos actuando como si utilizara a las chicas como objetos
desechables. Había querido que mis amigos la conociesen. Había querido que me
conociese antes de que tuviese una verdadera probadita de lo que era mi vida.
Ahora, sólo quería devolverla al campo para que pudiésemos vivir en nuestro
pequeño capullo, dónde mi pasado no estaba allí para atormentarme.
—¿Estás
enojado conmigo? —La pregunta de Lali me sacó de mis pensamientos. Levanté la
mirada del punto en el piso que había estado mirando para ver a Lali de pie en
la puerta, luciendo un par pequeños pantalones de pijama rosados con puntitos y
una blusa a juego. Era la cosa más sexy que jamás haya visto.
—¿Eh? —Logré
preguntar en medio de la neblina de lujuria que me había rodeado. No usaba
sujetador. Tragué con fuerza cuando sus pezones saltaron ante mi atención y se
apretaron contra la fina tela de seda.
—No dijiste
ni una palabra durante todo el camino desde el bar. Creí que tal vez te habías
enojado conmigo por algo.
¿Enojado con
ella? ¿Qué?
Aparté los
ojos de sus senos y me enfoqué en su preocupado rostro. —No, no estoy enojado
contigo. Sólo tenía algunas cosas en mi mente.
Apoyó su peso sobre el otro pie y se mordió el
interior de su mejilla con nerviosismo.
—Ven aquí
—la invité, palmeando el espacio al borde de la cama, junto a mí.
Vino de
buena gana. Intenté enfocarme en su rostro para hacerla sentir menos nerviosa.
Pero al demonio si esos shorts que apenas cubrían su trasero no me distraían.
Se sentó a mi lado, cerrando las manos en puños sobre sus piernas. Estiré mi
brazo y cubrí sus manos con la mía.
—Relájate, Lali.
No estoy molesto contigo. Me siento frustrado conmigo mismo.
Inclinó su
rostro hacia un lado y me miró. Los sedosos mechones de su cabello cubrían sus
hombros desnudos. ¿Alguna vez había notado lo sexy que podían ser unos hombros
al descubierto?
—¿Por qué
estas frustrado contigo mismo?
Porque
estoy jodido y ahora lo sabes.
—Esta
noche no salió tan bien como había esperado. No tengo una reputación muy
estelar y al parecer todos los que me conocían querían cerciorarse de que te
enteraras de lo sórdido que era mi pasado.
Sus
hombros se relajaron y se inclinó hacia mí para golpear mi brazo con su hombro.
—Sabes que nunca pensé que tuvieras una reputación estelar, ¿no?—Su
tono juguetón me hizo sonreír.
—¿Qué?
¿Nunca pensaste que era el primero en la lista para ser el próximo Papa?
Maldición, creí tenerte engañada.
Lali
se rió, sentándose sobre sus piernas para mirarme. —Sí, todo eso de conducir
bajo influencia del alcohol me dio esa impresión.
—Te
crees muy graciosa, ¿verdad? —Me apoyé contra mis codos para así poder verla
completa. También porque desde aquí tenía una muy buen vista de su trasero, que
ahora que sus shorts se habían subido algunos centímetros, me permitían ver la
curva inferior de sus perfectamente redondas nalgas.
—Me
divertí esta noche. Tus amigos son muy interesantes.
Al único amigo que ella había tenido allí, yo lo había amenazado.
—En
verdad lamento lo de tu amigo. Estallé.
Su
ceño se frunció un poco, luego se encogió de hombros. —Ya te disculpaste por
eso y te perdoné, pero en el futuro, si pudieses abstenerte de amenazar gente
por mí, sería muy agradable.
No
respondí, ya que eso probablemente no sucedería. Si ella estuviese con algún
otro chico, yo vería rojo. No tenía sentido que hiciera promesas que no podía
cumplir.
—En serio me gusta ese pijama. —Cambié de tema y
estiré la mano para acariciar el borde de sus shorts. No podía seguir viendo su
trasero sin al menos tocarlo.
Tembló y
tensó los labios. ¿Qué tan inocente era? Había estado con Pablo por una
eternidad. Estuvieron comprometidos. Ciertamente no era virgen. Ningún chico
podría soportar toda la secundaria sin tener algo de acción. No quería saber
todo lo que había hecho con él. No podía soportar las imágenes en mi cabeza de
algún otro tipo tocándola, aunque el chico estuviera muerto.
Considerando
que ni siquiera podía contar el número de chicas con las que había estado, era
jodido que me importara que ella hubiese estado con un solo chico. Pero yo no
había amado a ninguna de esas chicas. Ella había amado a Pablo. Eso marcaba la
diferencia. Al menos en mi mente, era así.
—Quiero…
Quiero hacer cosas, esta noche. Es decir, quiero hacer más de lo que hemos
hecho —tartamudeó, y su rostro se encendió con un ligero tono de rosa—. Pero no
estoy segura de estar lista para, ya sabes… sexo.
Me senté y
cerré la distancia entre nosotros. La verdad era que yo tampoco me encontraba
seguro de estar listo para el sexo. Para mí esta vez sería diferente. Me
aterraba. El sexo y las emociones nunca se mezclaban en el pasado, pero hacía
tanto que no había estado con nadie, que no estaba muy seguro de poder
detenerme si llegábamos muy lejos. No acostumbraba a detenerme y mucho menos a
que me dijeran que no.
Pero esta
era Lali. Podía hacerlo por Lali.
Deslicé una
mano alrededor de su cintura y la otra entre los mechones de su cabello. —Sólo
haremos lo que tú quieras hacer. Nos detendremos cuando quieras que nos
detengamos —murmuré al hacer descender mi boca hasta la suya. Inclinó la cabeza
hacia atrás y se reunió con mi boca impaciente.
LALI
Aunque ya
para este momento había besado a Peter varias veces, aún por momentos perdía
todo pensamiento cuando sus suaves y carnosos labios tocaban los míos. Sus
besos siempre se deslizaban con suavidad sobre mi boca y nunca parecía repetir
el mismo movimiento. Besaba y chupaba, y dejaba pequeñas lamidas con sólo un
movimiento de su lengua. En verdad le gustaba chupar mi labio inferior y pasaba
mucho tiempo saboreándome. O al menos, así se sentía. Besó un camino a lo largo
de mi mandíbula bajando hasta mi cuello. Quería que fuera más abajo. Cuando se
detuvo para jugar con la curva de mi cuello, tuve que apretar los dientes para
evitar rogarle que siguiera bajando. Un quejido se me escapó, y probablemente
debía sentirme avergonzada, pero comenzó a viajar hasta las cimas de mis pechos,
así que en vez de eso, me sentí agradecida. Cualquier cosa que lo hiciera
continuar era bienvenida. Mis pechos ya sabían lo que venía. Se estremecían en
anticipación.
Sus manos
acariciaron mi estómago, exaltándome. Levantó la cabeza para mirarme cuando jadeé.
No preguntó pero podía ver la inquietud en su rostro. Asentí y él movió la
blusa del pijama por mi pecho y levanté los brazos para que pudiese quitármela
por completo.
La manera
hambrienta en la que miraba mis senos desnudos sólo hizo que el estremecimiento
se intensificara. Quería quitarle la camisa. Quería sentir su cálida piel
contra la mía.
Antes de que
pudiese distraerme con su boca, alcé su camisa y, con su ayuda, se la quité
rápidamente. El anillo en su pezón que había sentido anteriormente sólo me
excitó aún más. Comencé a impulsarme hacia adelante cuando Peter se inclinó
sobre mí y me obligó a recostarme mientras cubría mi cuerpo con el suyo.
—Por mucho
que me guste ver tu pequeña lengüita lamiendo mi pezón, esta vez quiero
saborearte primero. —Su voz era baja y áspera.
Acaricié su
cabello mientras inclinaba su boca hasta mi seno e introducía uno de mis
pezones dentro de su boca. Con cada tirón de su boca, perdía más y más mis
pensamientos. Quería más. La temperatura entre mis piernas comenzaba a tornarse
incómoda. Me froté, necesitando algo de alivio. Peter movió una mano sobre mi
estómago y deslizó sus dedos dentro de la pretina de mis shorts. Deslizó sus
dedos arriba y abajo, sólo provocando que mi necesidad se hiciera aún mayor. Me
encontraba muy cerca de rogarle que me diera más. Dejó de jugar con mis shorts
y su mano se alejó. Mi pequeño lloriqueo de frustración sólo le hizo sonreír.
Movió su
peso hacia un lado y luego su mano estuvo sobre mi rodilla, abriendo una de mis
piernas mientras se deslizaba por la sensible piel de mi muslo, hasta que su pulgar tocó el
borde de mis bragas. Podía escuchar mis propios jadeos al esperar que sucediera
algo.
Cuando
deslizó un dedo a lo largo del encaje alrededor de mi pierna, me quebré. —Por
favor —rogué. Su cabeza se levantó y su mirada encontró la mía. Miré fijamente
sus pesados ojos azules mientras su dedo se deslizaba debajo del encaje y se
frotaba contra el mojado calor de mis pliegues.
—OhDios
—jadeé, cerrando los ojos mientras el éxtasis de su toque me controlaba. El
cálido aliento de Peter acariciaba mi estómago mientras sus dedos se deslizaban
en mi interior. Estaba a punto de estallar en millones de pedacitos. La
necesidad de rogarle aún se encontraba allí.
Se movió por
mi cuerpo, besando cada pezón y lamiendo un camino entre mi escote antes de
subir a mi cuello. Su dedo se mantuvo firme dentro de mí. Apenas.
—Estoy a
punto de bombear mi dedo dentro de este pequeño huequito —dijo en voz
entrecortada. Cada exhalación caliente contra mi oído me hacía temblar.
—De acuerdo
—solté.
Su dedo
salió lentamente para volver a entrar y creí estar a punto de morir de placer.
—¿Se siente
bien eso, bebé? —preguntó, presionando un beso junto a mi oído.
—Mmmmhmmm
—logré gemir.
Deslizó la
punta de su nariz contra el costado de mi rostro. —Estás tan mojada. Tan
ardiente —murmuró contra mi cabello.
Me gustaba
que me hablara mientras me tocaba. Escuchar en su voz el efecto que tenía sobre
él sólo hacía que todo fuese aún mejor.
—Peter
—lloriqueé cuando empezó a bombear aún más rápido.
—¿Sí,
cariño? —preguntó mientras besaba mi cuello.
—Quiero que
te quites los vaqueros —logré soltar.
Su mano se
detuvo y levantó su rostro para mirarme. —¿Por qué?
—Quiero
sentir más de tu cuerpo contra el mío —murmuré.
Peter dejó
caer la cabeza y tomó un respiro profundo. No se movió durante varios segundos.
Finalmente, subió la mirada de nuevo con los ojos llenos de tortura. —Tengo que
dejarme puesta mi ropa interior. No puedo… Necesito que haya una barrera.
Asentí en acuerdo. Cuando deslizó su mano fuera de
mis bragas, quise protestar. Pero yo había sido la que le pidió que se
desvistiera. No podía hacer eso con un dedo dentro de mí.
Se levantó y
lentamente desabrochó su pantalón. O me torturaba o me daba tiempo para cambiar
de parecer. Una vez que los desabrochó, su mirada se encontró con la mía y
sonreí. Luego Peter Lanzani deslizó sus vaqueros hacia abajo y dejó que cayeran al
suelo, donde los lanzó a un lado. El bóxer blanco que usaba no dejaba mucho a
la imaginación.
Miré su
hermoso cuerpo mientras gateaba de vuelta hacia mí y dejé que mis piernas se
abrieran para que así su dureza presionara directamente la fuente de mi calor.
Lloriqueé en
el momento justo en que se movió sobre mí.
—Joder, Lali.
—Exhaló tembloroso y se mantuvo tieso sobre mí. No quería que se quedara tieso.
Levantando mis caderas, me froté contra él y sus brazos temblaron.
—No quiero
perder el control contigo, Lali. —Su voz sonaba desesperada.
—Está bien.
—Moví mis manos entre los mechones de su cabello y levanté las caderas de
nuevo. Todavía teníamos demasiadas capas de ropa entre nosotros. Quería
quitarme mis shorts.
—Quiero
estar dentro de ti. No está bien —respondió entre dientes.
Moví las
manos hasta mis shorts y comencé a bajarlos. Peter gruñó ruidosamente mientras
me removía para bajarme los shorts, hasta que estuvieron en mis tobillos y pude
patearlos lejos. Ahora sólo teníamos el encaje de mis bragas y su ropa interior
entre nosotros.
—Bésame
—dije, levantando mi rostro hasta sus labios. El hambre en su beso era
excitante, y pequeños gruñidos se le escapaban mientras exploraba mi boca como
un hombre hambriento.
Lentamente,
descendió hasta que estuvimos tan pegados que todo lo que tenía que hacer era
mover mis caderas un poco para obtener algo de ficción.
Peter quitó
sus labios de los míos justo antes de comenzar a mecer sus caderas contra mí.
Froté mis manos contra su pecho y encontré el adorno que amaba tanto.
—Ah
—lloriqueó cuando sintió como lo jalaba gentilmente. Su placer tan obvio hizo
que el mío aumentara. Levanté las caderas a su ritmo y él cerró los ojos,
dejando salir un gemido bajo.
—Quiero
estar dentro, Lali. Me muero por estar dentro, maldición.
La
desesperación en su rostro y la necesidad en su voz me hicieron estallar. Mi mundo
convulsionó y lloré y grité como si cada pedazo de mi interior hubiese sido
encendido en llamas.
Me encantaa
ResponderEliminarmass
enserio tu nove es buenisima como se llama el libro¿? mas capitulos Dale a la maraton
ResponderEliminarEstán con todo xd
ResponderEliminarMaaaas
Me encantó este capi!
ResponderEliminarSeguí con la maratón!
Jenny
Y Lali no es la niña buena que todos pensábamos
ResponderEliminarEllos encajan a la perfección
Ay que pasará masss
LLegados a esos extremos o continúan,o explotan.
ResponderEliminar