PETER
Le había enviado a Lali dos
mensajes y llamado una vez. Seguía sin contestarme. El hada invisible regresó
pero no traía consigo delicias extra como pastel de chocolate o de fresa. Todo
lo que tenía era un termo con agua y una toalla congelada. Algo andaba jodido.
No podía ir a buscarla y
obligarla a que me hablara. Su padre me echaría de culo de la propiedad. Había
perdido la beca y no tendría a Lali. ¿Qué narices podía hacer? No quería hablar
conmigo. Nuestra última conversación había sido cuando me trajo el pastel de
chocolate. Lo único que se me ocurría era que algo ocurrió con la señora que
había venido y que estaba ocupada con eso. E incluso así, ¿por qué coño no respondería mis
mensajes?
Necesitaba ir
a hablar con Carlos de todos modos. Cande podía venir a buscarme fácilmente
mañana por mi día libre. No haría nada de aquí hasta mañana por la mañana. Por
mucho que no quisiera irme con Lali mientras me daba el tratamiento del
silencio, quedarme aquí me volvería simplemente loco.
Me puse una
camisa limpia y luego cogí el bolso y tiré un par de cosas en él.
Carlos debía
estar dentro ahora mismo. Quizás Lali abriría la puerta. Podría ver su cara
aunque no pudiéramos hablar.
Me dirigí a la
casa.
Todas las
luces estaban encendidas, lo que era extraño. Incluso los focos exteriores
iluminaban el patio. El camino de entrada también se encontraba lleno. ¿Era una
fiesta?
Me detuve en
la puerta cuando risas y varias voces se acercaban.
La puerta se
abrió y Vico se hallaba ahí, sonriéndome. —Hola, hombre. ¿Qué pasa?
—Necesito hablar con Carlos —expliqué, mirando más allá de Vico,
en busca de alguna señal de Lali.
—Entra. Está en la mesa con la
familia.
¿La familia? ¿La familia de
quién?
Vico me condujo al interior y
hacia un pequeño vestíbulo. No pude evitar detenerme varias veces para estudiar
las fotos en la pared de cuando Lali era pequeña. Había sido hermosa toda su
vida. Las coletas también habían sido su peinado favorito desde hacía mucho.
—Tenía diez en esa. Justo le
habían puesto frenillos y estaba muy molesta por ello. Su padre no podía
conseguir que sonriera, así que llamó a casa e hizo que Pablo y yo nos acercáramos.
Cuando llegamos, Lali estaba encaramada en lo alto de ese columpio con lágrimas
contenidas en los ojos y una mueca enojada en su rostro. Pablo se puso detrás
del fotógrafo y empezó a contarle bromas de toc-toc y a poner caras raras.
Tenía la cabeza inclinada a un
lado y se veía como si finalmente terminara sonriendo en la imagen. Mi corazón
saltó pensando en todos los recuerdos que tendría como este, recordándole
diariamente lo que había perdido.
Vico empezó a caminar de nuevo
y le seguí hacia la gran entrada de arco donde los sonidos de voces y risas se
desparramaban desde afuera. Quienes quiera que estuvieran, se lo pasaban bien.
Vico se detuvo frente a mí.
—Mamá, papá, Benjamin, este es Peter Lanzani. Está trabajando para Carlos este
verano. Peter, esta es mi familia. Benjamin es el primo de Louisiana con el que
voy a convivir del que te conté.
No me esperaba una
presentación completa. Aparentemente, ellos tampoco. No me centré en ninguna
persona. Cuando mis ojos recorrieron la mesa, reconocí a la madre de Vico como
la señora que se pasó el otro día. También era la madre de Pablo. No me gustaba
a dónde se iba mi mente con eso.
Cuando mi mirada encontró a Lali,
no me miraba. Tenía la cabeza gacha y jugueteaba nerviosamente con la
servilleta. Mierda.
—¿Peter? ¿Hay
algún problema? —preguntó Carlos.
Me obligué a
mirar a Carlos, en lugar de a su hija.
—No quise
interrumpir la cena. Sólo necesitaba preguntarte, ¿si está bien que mi aventón
venga y me recoja esta noche?
Carlos se
encogió de hombros y asintió. —No veo por qué no. Claro, chico, ve. Te veré el
lunes por la mañana.
—Gracias
—contesté y volví a mirar a Lali. Seguía sin alzar la vista. No quería irme
así—. Fue un, uh, placer conocerlos a todos. —No esperé una respuesta. Me volví
y regresé a la puerta. Necesitaba un poco de aire fresco e intentar con toda la fuerza mantener el control del
pánico instalado en mi pecho.
La puerta mosquitera se cerró
detrás de mí pero no me inmuté, sólo seguí caminando. Metiendo la mano en el
bolsillo, le envíe un mensaje a Cande para que me recogiera esta noche.
Tardaría al menos una hora. En
vez de regresar al pequeño espacio de mi improvisada habitación, fui a sentarme
al columpio bajo el roble más grande de la propiedad. Pocas veces veía a
alguien por aquí. Estaba oscuro y podía permanecer oculto mientras reorganizaba
mis pensamientos.
La madre de Pablo había venido
a visitarles y Lali no me habló desde entonces. ¿Qué había dicho? ¿Lali la vio
y se dio cuenta de lo que se alejaba? Pablo tenía a la buena familia americana.
Yo, por otro lado, tenía sólo a Cande. Mi madre no me había cocinado ni lavado
la ropa. Diablos, ni siquiera me había llevado al médico cuando me enfermaba.
Mi hermanastra y yo apenas hablábamos. Lo último que supe fue que la habían
pillado en un laboratorio de metanfetamina con su último novio y que fue a
prisión.
Sí, también tenía una maldita
familia fantástica que presentarle a Lali. Si pensaba que no era digno ahora,
sin saber toda esa desastrosa mierda, entonces no tenía ninguna posibilidad.
Enterré la cara en mis manos.
¿Por qué dejé que me importara? ¿Por qué narices decidí preocuparme por alguien
que estaba tan malditamente fuera de mi alcance? Las chicas como Lali no
querían mantenerme. Querían jugar conmigo por un tiempo y luego ir a buscar un
chico al que sus padres aprobaran. No era del tipo serio. Aprendí a una edad
temprana que las mujeres no me querían. Cuando la madre de un chico no le
quiere, ¿por qué diablos lo haría alguien más? Algo estaba mal conmigo. Siempre
lo había estado. Cuando encontré a Cande, me aferré a ella y decidí que, ya que
era la única chica que quería continuar conmigo, sería la única con la que me
quedaría siempre. Sabía que nunca me dejaría. Mis cagadas nunca la harían huir.
Entonces se encontró a Agus, que la amaba de la forma en la que yo no podía.
Por mucho que la quisiera, no podía quererla de la forma necesaria para serle
fiel.
Entonces llegó Lali. Me había
mostrado que podía querer a una sola mujer y estaba malditamente feliz por eso.
Lástima que al igual que las otras, no quería mantenerme. Esta vez no me había
librado lo suficientemente pronto de ella antes de que pudiera averiguar que no
merecía la pena seguir conmigo. Lo quería demasiado. Lo había esperado por
demasiado tiempo.
Voces flotaron por el césped y
observé como Lali salía por la puerta frontal con Vico y su primo. Podía oír
sus risas. Los tres fueron al Jeep de Lali y el primo abrió la puerta y susurró algo en su oído
antes de ayudarla a entrar. El dolor me laceró.
Vico montó atrás y su primo se
sentó en el asiento del pasajero. Lali iba a salir. Lo estaba superando. Había
sido la distracción de al lado.
Mis ojos ardían y odiaba las
lágrimas de debilidad que lo representaban. Que le jodan. No lloraría. No lloré. Ni siquiera supliqué. Sabía lo que se sentía el
suplicarle a alguien que te quisiera. Había sido llamado patético pedazo de
mierda por mi padre desde que tenía cinco. Y luego otra vez por mi madre cuando
era un adolescente rebelde por culpa de la vida que se me había entregado.
Decidí hace
tiempo que si no valía nada, entonces no tenía que vivir bajo las malditas
reglas de nadie. Haría las mías propias.
LALI
Mi móvil sonó avisándome de un
mensaje, y lo agarré rezando para que fuera Peter. Todavía no regresó y ya era
martes. Papá no parecía preocupado y me asustaba tanto preguntarle dónde se
encontraba Peter. No podía mostrar ningún interés en Peter. Pero necesitaba
saber dónde estaba. Dejó de mandarme mensajes después del sábado por la noche.
No había llamado. Le había ignorado. Tenía que hacerlo. Me sentía tan confusa.
El mensaje era de Benjamin. Me
volvía loca. Fuimos a bailar el sábado después de que Peter se marchase. Papá y
Elaine pensaron que era una idea maravillosa cuando Vico lo sugirió. Fui
atrapada. La expresión esperanzadora de Elaine cuando Benjamin apartó la silla
por mí fue difícil de ignorar. Ella le había invitado porque era mi pareja
afine.
Benjamin quería saber qué iba
a hacer esta noche. Quería saber cuándo regresaba a Louisiana para que así me
dejara en paz. Le escribí que no estaba de humor para hacer nada y lo dejé así.
Observando el granero para ver
si Peter aparecía, me ponía ansiosa y me daba náuseas con cada minuto que
pasaba y no venía. ¿Había abandonado?
Seguramente no. Tenía que
tratar con su beca. Miré el móvil y pensé en enviarle un mensaje. Había
ignorado sus intentos de intentar contactarme. ¿Respondería siquiera?
Tenía que saberlo.
Yo: ¿Estás
bien? ¿Dónde estás?
Sostuve el
teléfono en mis manos y esperé.
El silencio en
la sala era ensordecedor. Podía escuchar mi corazón latiendo. Con cada segundo
que pasaba sin una respuesta, mi estómago se retorcía más fuerte en el enredo
que había sido desde que Elaine me dijo cuán decepcionado estaría Pablo de mí.
No quería decepcionar a Pablo. No quería cometer un error. Peter había sido
para mí una forma de sanar. Había sido divertido y emocionante. Nada se sentía
mal o incorrecto cuando estábamos juntos. Sabía que se iría pronto. No me
estanqué con la creencia de que tendríamos algo duradero a distancia.
Después de
varios minutos y ninguna respuesta, lancé el teléfono sobre la cama y me
recosté en la almohada. ¿Iba a dejar mi vida de esa forma? Sin un adiós,
¿simplemente desapareciendo?
Una lágrima
caliente se deslizó por mi mejilla. Por primera vez en dieciocho meses, mis
lágrimas no eran por Pablo Martinez.
Decidí ir a buscar las sábanas de Peter y lavarlas. Podía
preguntarle a papá si iba a regresar con la excusa de que necesitaba saber si
debería colocarlas cuando estuvieran limpias.
La puerta del establo estaba
abierta cuando salí la mañana del miércoles. La esperanza surgió en mi pecho.
Quería correr hacia el granero pero no pude. Papá se encontraba por los
alrededores.
Una vez que me acerqué, me
detuve y respiré profundamente antes de entrar. Si se hallaba aquí, tenía que
explicarle las cosas. No estaba segura todavía de lo que iba a decir. Decirle a
Peter que la madre de Pablo no le aprobaba no era exactamente una buena idea. Peter
no parecía del tipo que aceptaría que le dijeran que era menos que digno con un
encogimiento. Si quería librarme de él, esa sería una muy buena forma de
hacerlo. Y definitivamente no quería librarme de él.
Peter salió del granero con
una mueca en su rostro. Tenía un sombrero de paja inclinado sobre la cabeza y
su camiseta aún no se había empapado en sudor. Era increíble.
Se detuvo en seco cuando me
vio, entonces su rostro se volvió duro y frío antes de pasar más allá de mí y
lanzar la pala y la caja de herramientas en el maletero de su camioneta.
Intenté hablar, pero las palabras se quedaron atascadas en mi garganta. No
sabía cómo hablar de esto con Peter. El de la sonrisa sexy y actitud arrogante
se había ido.
Regresó por mi lado y se
dirigió al granero. Estaba congelada. ¿Qué le decía? ¿Me gritaría si intentaba
explicárselo? ¿Le importaba siquiera? ¿Lo había descartado cuando él se
preocupaba? Oh, Dios. ¿Era ahora sólo una de las muchas alejadas y olvidadas?
Volvió a salir con las manos
llenas de alimento y una lata de aceite de motor. Sus ojos ni siquiera me
miraban. Realmente me sentía invisible.
Una vez que arrojó las cosas
en su camioneta, fue hacia la puerta del conductor y la abrió. Iba a marcharse.
Tenía que decir algo.
—¿Peter? —grazné.
La única forma por la que supe
que me escuchó fue por sus hombros tensos, pero no miró atrás ni respondió.
—Peter, por favor —supliqué,
con la esperanza de que conseguiría al menos que me mirara.
Su apretón en la puerta era
tan fuerte que sus nudillos se pusieron blancos.
—No —respondió con una voz carente de emoción antes de
deslizarse dentro y cerrar la puerta.
Dio marcha atrás y se dirigió
al sur sin mirarme ni una sola vez. Mi pecho se sentía como que iba a estallar.
Quería llorar. Quería gritar. Quería correr detrás de él y exigirle que hablara
conmigo.
Así es cómo se siente el
preocuparse por alguien que no se siente igual.
Sólo sabía cómo se sentía amar
a alguien que me amaba con la misma fiereza. Nunca había conocido el rechazo.
Nunca había querido a alguien que no me quisiera. El anhelo no se fue con el
rechazo.
Aturdida, entré en el establo
y me dirigí a su habitación. Seguiría lavando sus sábanas y toallas. Necesitaba
cosas limpias.
Abrí la puerta de su
habitación. El colchón estaba desnudo y un juego de sábanas limpias se hallaba
apilado encima. Junto a ellas, había un montón de toallas limpias y toallas de
mano apiladas. Le llevó sus cosas a Cande. Las había lavado por él.
El dolor sólo aumentó. Ella
nunca tendría que sentir el dolor del rechazo de Peter. La amaba. Siempre lo
haría. Justo como Pablo me había amado sin dudas. Había sido incondicional.
Odiaba a Candela porque tenía algo que yo nunca tendría: el amor incondicional
de Peter Lanzani. ¿Alguien más lo tenía? Sabía que no. Nunca hablaba de su
familia. Cande era su familia. Era todo lo que le importaba. ¿Cómo debía de
sentirse? Cogí las toallas y las puse en el pequeño estante al lado de la
ducha. Luego fui a hacerle la cama. No había sido capaz de limpiarle las
sábanas pero por lo menos podía hacer algo. Quería hacer algo por él. Incluso
si ya no me quería.
nooo continualaaaaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminarAy nooo!. Poobre Peter!.
ResponderEliminarNecesita otro por fa!
Jenny
Ay noooooo !!!
ResponderEliminarMe llore todo!
Pobre Peter cree que Lali no lo quiere y con la infancia y la vida que tuvo
Y si el piensa eso de ella y se Cierra se protege
Y Lali piensa límpido que Peter
Pero es que Lali la regó osea la forma de ignorarlo
Londres cheep Benjamin un todo fue demasiado para Peter
Ojala y le explique lo que paso y el la entienda y ella a el nsnsksK
Todo por culpa de la mama de Pablo quien se cree que es
A Benja sabes bueno porque es de su familia aghhhh que coraje
Masss ya quiero saber que pasará
Pregunta ya se terminará no vdd
Como los atan sus pasados!!!!
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