miércoles, 13 de agosto de 2014

Capitulo 19


PETER

Le había enviado a Lali dos mensajes y llamado una vez. Seguía sin contestarme. El hada invisible regresó pero no traía consigo delicias extra como pastel de chocolate o de fresa. Todo lo que tenía era un termo con agua y una toalla congelada. Algo andaba jodido.

No podía ir a buscarla y obligarla a que me hablara. Su padre me echaría de culo de la propiedad. Había perdido la beca y no tendría a Lali. ¿Qué narices podía hacer? No quería hablar conmigo. Nuestra última conversación había sido cuando me trajo el pastel de chocolate. Lo único que se me ocurría era que algo ocurrió con la señora que había venido y que estaba ocupada con eso. E incluso así, ¿por qué coño no respondería mis mensajes?

Necesitaba ir a hablar con Carlos de todos modos. Cande podía venir a buscarme fácilmente mañana por mi día libre. No haría nada de aquí hasta mañana por la mañana. Por mucho que no quisiera irme con Lali mientras me daba el tratamiento del silencio, quedarme aquí me volvería simplemente loco.

Me puse una camisa limpia y luego cogí el bolso y tiré un par de cosas en él.

Carlos debía estar dentro ahora mismo. Quizás Lali abriría la puerta. Podría ver su cara aunque no pudiéramos hablar.

Me dirigí a la casa.

Todas las luces estaban encendidas, lo que era extraño. Incluso los focos exteriores iluminaban el patio. El camino de entrada también se encontraba lleno. ¿Era una fiesta?

Me detuve en la puerta cuando risas y varias voces se acercaban.

La puerta se abrió y Vico se hallaba ahí, sonriéndome. —Hola, hombre. ¿Qué pasa?

—Necesito hablar con Carlos —expliqué, mirando más allá de Vico, en busca de alguna señal de Lali.

—Entra. Está en la mesa con la familia.

¿La familia? ¿La familia de quién?

Vico me condujo al interior y hacia un pequeño vestíbulo. No pude evitar detenerme varias veces para estudiar las fotos en la pared de cuando Lali era pequeña. Había sido hermosa toda su vida. Las coletas también habían sido su peinado favorito desde hacía mucho.

—Tenía diez en esa. Justo le habían puesto frenillos y estaba muy molesta por ello. Su padre no podía conseguir que sonriera, así que llamó a casa e hizo que Pablo y yo nos acercáramos. Cuando llegamos, Lali estaba encaramada en lo alto de ese columpio con lágrimas contenidas en los ojos y una mueca enojada en su rostro. Pablo se puso detrás del fotógrafo y empezó a contarle bromas de toc-toc y a poner caras raras.

Tenía la cabeza inclinada a un lado y se veía como si finalmente terminara sonriendo en la imagen. Mi corazón saltó pensando en todos los recuerdos que tendría como este, recordándole diariamente lo que había perdido.

Vico empezó a caminar de nuevo y le seguí hacia la gran entrada de arco donde los sonidos de voces y risas se desparramaban desde afuera. Quienes quiera que estuvieran, se lo pasaban bien.

Vico se detuvo frente a mí. —Mamá, papá, Benjamin, este es Peter Lanzani. Está trabajando para Carlos este verano. Peter, esta es mi familia. Benjamin es el primo de Louisiana con el que voy a convivir del que te conté.

No me esperaba una presentación completa. Aparentemente, ellos tampoco. No me centré en ninguna persona. Cuando mis ojos recorrieron la mesa, reconocí a la madre de Vico como la señora que se pasó el otro día. También era la madre de Pablo. No me gustaba a dónde se iba mi mente con eso.

Cuando mi mirada encontró a Lali, no me miraba. Tenía la cabeza gacha y jugueteaba nerviosamente con la servilleta. Mierda.

—¿Peter? ¿Hay algún problema? —preguntó Carlos.

Me obligué a mirar a Carlos, en lugar de a su hija.

—No quise interrumpir la cena. Sólo necesitaba preguntarte, ¿si está bien que mi aventón venga y me recoja esta noche?

Carlos se encogió de hombros y asintió. —No veo por qué no. Claro, chico, ve. Te veré el lunes por la mañana.

—Gracias —contesté y volví a mirar a Lali. Seguía sin alzar la vista. No quería irme así—. Fue un, uh, placer conocerlos a todos. —No esperé una respuesta. Me volví y regresé a la puerta. Necesitaba un poco de aire fresco e intentar con toda la fuerza mantener el control del pánico instalado en mi pecho.

La puerta mosquitera se cerró detrás de mí pero no me inmuté, sólo seguí caminando. Metiendo la mano en el bolsillo, le envíe un mensaje a Cande para que me recogiera esta noche.

Tardaría al menos una hora. En vez de regresar al pequeño espacio de mi improvisada habitación, fui a sentarme al columpio bajo el roble más grande de la propiedad. Pocas veces veía a alguien por aquí. Estaba oscuro y podía permanecer oculto mientras reorganizaba mis pensamientos.

La madre de Pablo había venido a visitarles y Lali no me habló desde entonces. ¿Qué había dicho? ¿Lali la vio y se dio cuenta de lo que se alejaba? Pablo tenía a la buena familia americana. Yo, por otro lado, tenía sólo a Cande. Mi madre no me había cocinado ni lavado la ropa. Diablos, ni siquiera me había llevado al médico cuando me enfermaba. Mi hermanastra y yo apenas hablábamos. Lo último que supe fue que la habían pillado en un laboratorio de metanfetamina con su último novio y que fue a prisión.

Sí, también tenía una maldita familia fantástica que presentarle a Lali. Si pensaba que no era digno ahora, sin saber toda esa desastrosa mierda, entonces no tenía ninguna posibilidad.

Enterré la cara en mis manos. ¿Por qué dejé que me importara? ¿Por qué narices decidí preocuparme por alguien que estaba tan malditamente fuera de mi alcance? Las chicas como Lali no querían mantenerme. Querían jugar conmigo por un tiempo y luego ir a buscar un chico al que sus padres aprobaran. No era del tipo serio. Aprendí a una edad temprana que las mujeres no me querían. Cuando la madre de un chico no le quiere, ¿por qué diablos lo haría alguien más? Algo estaba mal conmigo. Siempre lo había estado. Cuando encontré a Cande, me aferré a ella y decidí que, ya que era la única chica que quería continuar conmigo, sería la única con la que me quedaría siempre. Sabía que nunca me dejaría. Mis cagadas nunca la harían huir. Entonces se encontró a Agus, que la amaba de la forma en la que yo no podía. Por mucho que la quisiera, no podía quererla de la forma necesaria para serle fiel.

Entonces llegó Lali. Me había mostrado que podía querer a una sola mujer y estaba malditamente feliz por eso. Lástima que al igual que las otras, no quería mantenerme. Esta vez no me había librado lo suficientemente pronto de ella antes de que pudiera averiguar que no merecía la pena seguir conmigo. Lo quería demasiado. Lo había esperado por demasiado tiempo.

Voces flotaron por el césped y observé como Lali salía por la puerta frontal con Vico y su primo. Podía oír sus risas. Los tres fueron al Jeep de Lali y el primo abrió la puerta y susurró algo en su oído antes de ayudarla a entrar. El dolor me laceró.

Vico montó atrás y su primo se sentó en el asiento del pasajero. Lali iba a salir. Lo estaba superando. Había sido la distracción de al lado.

Mis ojos ardían y odiaba las lágrimas de debilidad que lo representaban. Que le jodan. No lloraría. No lloré. Ni siquiera supliqué. Sabía lo que se sentía el suplicarle a alguien que te quisiera. Había sido llamado patético pedazo de mierda por mi padre desde que tenía cinco. Y luego otra vez por mi madre cuando era un adolescente rebelde por culpa de la vida que se me había entregado.

Decidí hace tiempo que si no valía nada, entonces no tenía que vivir bajo las malditas reglas de nadie. Haría las mías propias.

LALI


Mi móvil sonó avisándome de un mensaje, y lo agarré rezando para que fuera Peter. Todavía no regresó y ya era martes. Papá no parecía preocupado y me asustaba tanto preguntarle dónde se encontraba Peter. No podía mostrar ningún interés en Peter. Pero necesitaba saber dónde estaba. Dejó de mandarme mensajes después del sábado por la noche. No había llamado. Le había ignorado. Tenía que hacerlo. Me sentía tan confusa.

El mensaje era de Benjamin. Me volvía loca. Fuimos a bailar el sábado después de que Peter se marchase. Papá y Elaine pensaron que era una idea maravillosa cuando Vico lo sugirió. Fui atrapada. La expresión esperanzadora de Elaine cuando Benjamin apartó la silla por mí fue difícil de ignorar. Ella le había invitado porque era mi pareja afine.

Benjamin quería saber qué iba a hacer esta noche. Quería saber cuándo regresaba a Louisiana para que así me dejara en paz. Le escribí que no estaba de humor para hacer nada y lo dejé así.

Observando el granero para ver si Peter aparecía, me ponía ansiosa y me daba náuseas con cada minuto que pasaba y no venía. ¿Había abandonado?

Seguramente no. Tenía que tratar con su beca. Miré el móvil y pensé en enviarle un mensaje. Había ignorado sus intentos de intentar contactarme. ¿Respondería siquiera?

Tenía que saberlo.

Yo: ¿Estás bien? ¿Dónde estás?

Sostuve el teléfono en mis manos y esperé.

El silencio en la sala era ensordecedor. Podía escuchar mi corazón latiendo. Con cada segundo que pasaba sin una respuesta, mi estómago se retorcía más fuerte en el enredo que había sido desde que Elaine me dijo cuán decepcionado estaría Pablo de mí. No quería decepcionar a Pablo. No quería cometer un error. Peter había sido para mí una forma de sanar. Había sido divertido y emocionante. Nada se sentía mal o incorrecto cuando estábamos juntos. Sabía que se iría pronto. No me estanqué con la creencia de que tendríamos algo duradero a distancia.

Después de varios minutos y ninguna respuesta, lancé el teléfono sobre la cama y me recosté en la almohada. ¿Iba a dejar mi vida de esa forma? Sin un adiós, ¿simplemente desapareciendo?

Una lágrima caliente se deslizó por mi mejilla. Por primera vez en dieciocho meses, mis lágrimas no eran por Pablo Martinez.

Decidí ir a buscar las sábanas de Peter y lavarlas. Podía preguntarle a papá si iba a regresar con la excusa de que necesitaba saber si debería colocarlas cuando estuvieran limpias.

La puerta del establo estaba abierta cuando salí la mañana del miércoles. La esperanza surgió en mi pecho. Quería correr hacia el granero pero no pude. Papá se encontraba por los alrededores.

Una vez que me acerqué, me detuve y respiré profundamente antes de entrar. Si se hallaba aquí, tenía que explicarle las cosas. No estaba segura todavía de lo que iba a decir. Decirle a Peter que la madre de Pablo no le aprobaba no era exactamente una buena idea. Peter no parecía del tipo que aceptaría que le dijeran que era menos que digno con un encogimiento. Si quería librarme de él, esa sería una muy buena forma de hacerlo. Y definitivamente no quería librarme de él.

Peter salió del granero con una mueca en su rostro. Tenía un sombrero de paja inclinado sobre la cabeza y su camiseta aún no se había empapado en sudor. Era increíble.

Se detuvo en seco cuando me vio, entonces su rostro se volvió duro y frío antes de pasar más allá de mí y lanzar la pala y la caja de herramientas en el maletero de su camioneta. Intenté hablar, pero las palabras se quedaron atascadas en mi garganta. No sabía cómo hablar de esto con Peter. El de la sonrisa sexy y actitud arrogante se había ido.

Regresó por mi lado y se dirigió al granero. Estaba congelada. ¿Qué le decía? ¿Me gritaría si intentaba explicárselo? ¿Le importaba siquiera? ¿Lo había descartado cuando él se preocupaba? Oh, Dios. ¿Era ahora sólo una de las muchas alejadas y olvidadas?

Volvió a salir con las manos llenas de alimento y una lata de aceite de motor. Sus ojos ni siquiera me miraban. Realmente me sentía invisible.

Una vez que arrojó las cosas en su camioneta, fue hacia la puerta del conductor y la abrió. Iba a marcharse. Tenía que decir algo.

—¿Peter? —grazné.

La única forma por la que supe que me escuchó fue por sus hombros tensos, pero no miró atrás ni respondió.

—Peter, por favor —supliqué, con la esperanza de que conseguiría al menos que me mirara.

Su apretón en la puerta era tan fuerte que sus nudillos se pusieron blancos.

—No —respondió con una voz carente de emoción antes de deslizarse dentro y cerrar la puerta.

Dio marcha atrás y se dirigió al sur sin mirarme ni una sola vez. Mi pecho se sentía como que iba a estallar. Quería llorar. Quería gritar. Quería correr detrás de él y exigirle que hablara conmigo.

Así es cómo se siente el preocuparse por alguien que no se siente igual.

Sólo sabía cómo se sentía amar a alguien que me amaba con la misma fiereza. Nunca había conocido el rechazo. Nunca había querido a alguien que no me quisiera. El anhelo no se fue con el rechazo.

Aturdida, entré en el establo y me dirigí a su habitación. Seguiría lavando sus sábanas y toallas. Necesitaba cosas limpias.

Abrí la puerta de su habitación. El colchón estaba desnudo y un juego de sábanas limpias se hallaba apilado encima. Junto a ellas, había un montón de toallas limpias y toallas de mano apiladas. Le llevó sus cosas a Cande. Las había lavado por él.


El dolor sólo aumentó. Ella nunca tendría que sentir el dolor del rechazo de Peter. La amaba. Siempre lo haría. Justo como Pablo me había amado sin dudas. Había sido incondicional. Odiaba a Candela porque tenía algo que yo nunca tendría: el amor incondicional de Peter Lanzani. ¿Alguien más lo tenía? Sabía que no. Nunca hablaba de su familia. Cande era su familia. Era todo lo que le importaba. ¿Cómo debía de sentirse? Cogí las toallas y las puse en el pequeño estante al lado de la ducha. Luego fui a hacerle la cama. No había sido capaz de limpiarle las sábanas pero por lo menos podía hacer algo. Quería hacer algo por él. Incluso si ya no me quería.

4 comentarios:

  1. Ay nooo!. Poobre Peter!.
    Necesita otro por fa!
    Jenny

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  2. Ay noooooo !!!
    Me llore todo!
    Pobre Peter cree que Lali no lo quiere y con la infancia y la vida que tuvo
    Y si el piensa eso de ella y se Cierra se protege
    Y Lali piensa límpido que Peter
    Pero es que Lali la regó osea la forma de ignorarlo
    Londres cheep Benjamin un todo fue demasiado para Peter
    Ojala y le explique lo que paso y el la entienda y ella a el nsnsksK
    Todo por culpa de la mama de Pablo quien se cree que es
    A Benja sabes bueno porque es de su familia aghhhh que coraje
    Masss ya quiero saber que pasará
    Pregunta ya se terminará no vdd

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  3. Como los atan sus pasados!!!!

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