PETER
La cabeza de Lali estaba
echada hacia atrás y sus largos rizos oscuros se desplegaron sobre la almohada
mientras gritaba mi nombre. Los temblores que recorrían su cuerpo sólo hicieron
que se presionara con más fuerza contra mí —ya lista para estallar— polla.
De alguna manera me las
arreglé para no rasgar sus bragas y empujar mis calzoncillos abajo para poder
sumergirme dentro de ella y encontrar alivio.
Jamás había estado en una
posición como esta y era dolorosa como la mierda.
Sus largas pestañas se
abrieron lentamente a medida que su cuerpo comenzó a relajarse debajo de mí.
Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios y de repente me sentí como una
maldita estrella de rock. Puede que estuviera más jodidamente duro que el
cemento, pero la había hecho sentir muy bien. Eso puso una sonrisa en mi cara.
—Asombroso —suspiró. Sus
párpados estaban caídos. Dormiría bien esta noche. No me importaría cansarla
así todas las noches.
—Eres preciosa, pero cuando te
corres, eres hermosa —susurré, apartando el pelo de su cara.
—Está claro que sabes decir
las cosas correctas a una chica —dijo con una baja voz ronca.
Una parte de mí quería
enojarse por su frívola suposición, pero sabía que ella sólo conocía lo que le
habían dicho.
—No te equivoques. Nunca me he
quedado el tiempo suficiente para decir “gracias” después de que lo saque todo.
Mucho menos decirle a una chica que era hermosa cuando se corre. Nunca me he
interesado por ver a nadie más.
Una pequeña “o” se formó en sus rojos labios hinchados. Me
agaché y los besé, luego me levanté de ella. Tenía que ir a terminar esto en el
baño. No había manera de que pudiese dormir así.
—¿A dónde vas? —preguntó,
medio dormida mientras me levantaba.
—Tengo algunos asuntos de los
que encargarme. Estaré de vuelta en un par de minutos. —Le guiñé un ojo y me
dirigí al cuarto de baño.
Al entrar, estudié la ducha y
traté de decidir si debería simplemente tomar una ducha fría o si había ido tan
lejos que necesitaba tomar el aceite de bebé.
—¿Peter? —llamó Lali.
—¿Sí?
—¿Puedo pasar?
Mierda. ¿De verdad no se daba
cuenta que vine aquí para masturbarme?
La puerta se abrió y entró. Su
camiseta estaba puesta de nuevo en su lugar pero aún llevaba esas bragas de
encaje que sabía a ciencia cierta se encontraban empapadas. Mi polla palpitaba
más fuerte con sólo pensar en ello.
—¿Puedo hacerlo? —preguntó
nerviosamente.
—¿Hacer qué?
Se acercó para pararse frente
a mí y deslizó su mano por encima de mi erección del infierno.
—Quiero hacerlo sentir mejor
—susurró.
Dejé caer mi atención de su
cara a su mano sobre mi polla. Se movió hacia arriba apretando suavemente y mis
rodillas se doblaron. Oh mierda, sí.
—Sí —dije con voz ronca y apoyé
la espalda contra la pared para no caerme.
Arrastró ligeramente la uña
por mi pecho antes de tomar la cintura de mi bóxer y empujarlo hacia abajo. Me
quedé mirando con fascinación cuando se arrodilló frente a mí hasta que mi ropa
interior estaba en el suelo. Salí de ellos y los alejó antes de levantarse de
nuevo y darme un beso en mi pecho.
Si seguía con esto iba a
estallar sin que me tocara.
—¿Tienes loción? —preguntó,
mirándome a través de sus pestañas.
—Aceite de bebé. Cajón.
Se volvió y encontró la botella que rara vez utilizaba y
derramó un poco en sus manos calentándolo. La miraba con fascinación absorta y
llegué muy cerca al punto de rogar.
Se volvió hacia mí y sus dos
resbaladizas cálidas manos me cubrieron y empezaron a deslizarse hacia arriba y
abajo de mi polla hinchada.
—Mierda —gemí, dejando caer la
cabeza hacia atrás en la pared.
Su cálida boca cubrió mi pezón
perforado y sentí mis rodillas empezar a ceder de nuevo. No iba a durar mucho
tiempo.
Al abrir los ojos, vi como la
lengua de Lali se movía por mi pezón y lo jalaba cada pocas lamidas para
chuparlo. Cuando se movió de nuevo para mirar hacia abajo a sus manos, seguí su
mirada. La visión de sus dos pequeñas manos deslizándose arriba y abajo de mi
polla me envió sobre el borde.
—Mierda, me voy a correr.
Apártate —le pedí, poniéndome de pie. No se movió. En cambio, me apretó contra
la pared con su pequeño cuerpo y apretó aún más. Exploté en sus manos.
—¡Ahhhhhh! —grité mientras
seguía lentamente bombeando hasta que no tuve nada más que dar. Miré hacia
abajo, al desastre en el que estuvo tan decidida a participar.
No podía creer que acababa de
hacer eso. Caray, no podía creer que acababa de dejarla. ¿Cuándo fue la última
vez que fui masturbado por una chica? ¿Primero de secundaria? Probablemente.
Pero, maldita sea, si eso no fue la cosa más caliente
que jamás había visto. ¿Sería todo así con Lali? ¿Todo sería mucho más...?
—Oh —jadeó,
sonriéndome—. Me gustó.
Riendo, cogí
la toalla más cercana y comencé a limpiarla primero.
—No tanto como
a mí —respondí.
—Sí,
probablemente no. Parece que te gustó bastante —bromeó mientras me limpiaba de
sus manos.
LALI
Peter se hallaba envuelto a mí
alrededor cuando abrí los ojos a la mañana siguiente. Su brazo me sostenía
fuertemente contra su pecho y su pierna se había enredado con las mías. Me
acurruqué más cerca. Era muy agradable. Nunca había dormido con un hombre.
Excepto por la noche en que me emborraché y dormí con Peter en el granero.
Anoche había sido increíble. Había
olvidado lo mucho que echaba de menos estar cerca de alguien así. Pablo y yo
nunca tuvimos relaciones sexuales, pero tonteamos un poco. Aunque nunca nos
frotamos contra el otro hasta que me corriera, lo había ayudado a aliviarse
muchas veces en que nuestros besos y toqueteos lo dejaban todo agitado. Nunca
se había corrido en mis manos. Él siempre se apartaba y se cubría primero. Con Peter
quería más. Tal vez era porque ahora soy más adulta. Quería cosas que nunca
había querido en aquel entonces.
Si no fuera por el hecho de
que era una de muchas para Peter, habría estado dispuesta a llegar hasta el
final. Mi cuerpo había querido y su declaración desesperada por querer estar
dentro de mí fue difícil de resistir. Sin embargo, no podía dejar que lo que
pasaba entre nosotros fuera demasiado importante.
El verano terminaría y se
iría. Tenía que mirar nuestro tiempo juntos como un tiempo de curación. Podía
disfrutar de él mientras duraba.
—Mmmm te sientes bien —me
susurró Peter al oído con una voz ronca.
Su mano se detuvo a hacerme
cosquillas en el estómago y solté una risita, retorciéndome.
—No te retuerzas —advirtió y
puso un poco de espacio entre su erección y mi trasero.
—Está bien, está bien. Seré
buena. —Me di la vuelta y lo miré a los ojos.
Apoyó su cabeza sobre su mano
y me sonrió con malicia.
—Para que lo sepas, te manoseé
mientras dormías —admitió.
—¿Qué? —pregunté, sentándome
un poco.
—Te estoy tomando el pelo.
Bueno, tal vez no del todo. Sí metí mi mano debajo de tu parte superior y jugué
con esas increíbles tetas tuyas. Pero te gustó. Estuve allí.
Riendo, tiré mi almohada a su
cabeza y me arrastré fuera de la cama.
—¡Oye! ¿A dónde vas?
Tiré mi cabello hacia atrás
por encima del hombro y lo miré. —Me muero de hambre. Voy a ver si hay comida
en este lugar.
Peter gimió. —Comida. Me olvidé de conseguir comida.
Sacó las piernas de la cama y
se puso de pie, se estiró. Cada músculo de su cuerpo bronceado flexionado e
hinchado. De repente, la comida no parecía importante.
Terminó y me atrapó embobada.
—Normalmente cobro por ese espectáculo, pero para ti es gratis. —Me guiñó un
ojo y tomó un par de pantalones vaqueros de su armario.
Empecé a sugerir que saliera
de los vaqueros y simplemente hiciera esa cosa de nuevo, cuando un golpe en la
puerta me interrumpió.
¿Quién estaría aquí tan
temprano? Di un paso atrás en la habitación y fui hasta mi bolsa para encontrar
algo de ropa.
Peter no se molestó con una
camisa. Sus vaqueros colgados deliciosamente en sus caderas mostraban los dos
hoyuelos en su espalda baja. Quería lamer esos la próxima vez.
—Probablemente es Cande —dijo,
dirigiéndose a la puerta y cerrándola detrás de él para que pudiera vestirme.
No estaba segura de querer
conocer oficialmente a Cande, ahora que sabía quién era ella. Saqué el vestido
corto de verano de color amarillo que había traído y me lo puse. Anoche había
dejado mi bolsa de aseo en el baño de Peter. Mi cabello y dientes necesitaban
un cepillo.
Traté de estar presentable sin
molestarme en usar maquillaje. Saqué mi pelo sobre mi hombro y me hice una cola
de caballo para evitar que enloqueciera. Iba a necesitar una ducha antes de ir
a ninguna parte.
Cuando abrí la puerta y entré
en la cocina, el olor del café golpeó mi nariz. Gracias a Dios.
—Ahí está —dijo Peter
sonriéndome. Se encontraba sentado en el mostrador con una taza de café en la
mano. Aún sin camisa y viéndose demasiado hermoso para su propio bien—. Cande
trajo comida. —Saltó del mostrador y se acercó a mí.
—¿Lali, recuerdas a Cande?
Cometió el gran delito de cambiar mis sábanas. —Peter sonreía como un niño
pequeño en su intento de ser gracioso.
Cande rió y sonó casi musical.
—Déjala en paz, Peter. No es bueno burlarse de las mujeres. Lo sabes bien —le
regañó.
Cande levantó dos grandes
bolsas de papel marrón. —Sabía que no tendría nada de comer y odié el que
despertaran con hambre. Así que traje galletas, salchichas, huevos y
rosquillas, si prefieres dulces para el desayuno.
Mi estómago rugió. Puse una
mano sobre él y Peter rió entre dientes. —Vamos chica, te voy a dar de comer.
Peter tomó las bolsas de Cande y empezó a abrirlas y a bajar
platos del gabinete. Volví mi atención hacia ella. —Siento mucho lo grosera que
fui cuando nos conocimos. No sé por qué me comporté tan ridícula sobre las
sábanas y una toalla... —me callé esperando que aceptara mi momento de
estupidez.
Cande sonrió y puso los ojos
sobre Peter. —No te preocupes por eso. Entiendo completamente. No debí haberme
entrometido.
Tratar de explicarme sólo
sería embarazoso así que decidí dejarlo pasar. Tal vez acabaría olvidándose de
ello, finalmente.
—Tu desayuno está servido
—dijo Peter, trayéndome un plato de comida—. Siéntate y serviré tu café.
—Gracias —contesté. Había
puesto un poco de todo en mi plato. No iba a quejarme. Me moría de hambre.
—¿Café con dos cremas y azúcar,
verdad? —dijo mientras caminaba hacia la cafetera.
Empecé a responder y me
detuve. ¿Cómo sabía eso? Nunca habíamos tomado café juntos.
Cuando no contesté, me miró.
Vio la pregunta en mis ojos y su sonrisa arrogante tiró de sus labios.
—Le dijiste a Vico una vez
como querías tu café, mientras estabas sentada en la mecedora en el porche
delantero. Él estaba adentro, por lo que tuviste que gritar. Yo descargaba el
camión y te escuche —explicó.
Increíble.
—Oh —respondí, sintiendo los
ojos de Cande en mí. Nos observaba de cerca.
—Así que, ¿conociste a todos
anoche? ¿Estás asustada ahora? —preguntó Cande en un tono de broma
mientras me sentaba en la mesa frente a ella.
—Ellos estuvieron muy bien.
Muy entretenidos.
Peter rió. —Es su forma de
decir que mis amigos son todos un montón de raros.
—Eso no es cierto. Me gustaron
de verdad.
Peter se acercó y puso una
taza de café al lado de mi plato y luego me dio un beso en la cabeza antes de
volver a arreglar algo de comer para él. La curiosidad en el rostro de Cande
casi me hizo reír. ¿No conocía a este hombre mejor que nadie? Seguramente no se
sorprendería por algo que decía o hacía.
—¿Cuándo tienen que regresar
hoy? —preguntó Cande.
Acababa de tomar un bocado de mis huevos y no pude
responderle.
—Creo que regresaremos a eso
de las cinco o menos. Quiero regresarla antes de que su padre vuelva a casa. Y
tengo que comprobar a las vacas antes de meterme en la cama.
Cande volvió su mirada curiosa
de mí y la movió a Peter. No necesitaba mirar para saber que tenían una conversación
en silencio. Solía tener de esas con Pablo. Los entendía. Mi pecho dolía un
poco ante la idea de no tener eso nunca más. Pero no me dolió casi tan
fuertemente como solía hacerlo. Mejoraba. Tal vez algún día sería capaz de
seguir adelante.
Peter se aclaró la garganta y
supe que dejaba saber a Cande que su conversación silenciosa había terminado.
Otra señal que había utilizado con Pablo.
—Bueno, ¿qué están planeando
hacer hoy? —preguntó Cande.
Levanté la vista de mi plato y
miré a Peter. No tenía ni idea de lo que quería hacer.
—Pensé que teníamos que pasar
unas horas en la playa y eso es lo más lejos que he llegado con los planes
—respondió Peter.
—Eso suena divertido. —Cande
empezó a decir más, pero su teléfono comenzó a sonar. Bajó la mirada y frunció
el ceño.
—¿Quién es? —preguntó Peter
mirándola atentamente.
Cande suspiró y se puso de
pie. —Es mi hermana.
Peter frunció el ceño.
—¿Quieres que me deshaga de ella?
Cande negó con la cabeza y se
dirigió a la otra habitación antes de que la escuchara decir—: ¿Hola?
Peter miraba la puerta con una
extraña postura protectora. Casi parecía como si estuviera listo para
arrebatarle el teléfono si su hermana le decía algo para molestarla.
—¿Es tan mala la relación con
su hermana? —le pregunté, queriendo que se relajara. Volvió la cabeza hacia mí
y sus hombros se aliviaron cuando nuestros ojos se encontraron—. Sí. Su hermana
es una perra. Hizo que Cande viviera en un infierno.
Pero, obviamente, Cande había
tenido a un Peter muy leal para defenderla de los matones en su vida. —Si
tienes que ir a ver cómo está, está bien.
Me estudió un minuto y luego
una sonrisa de satisfacción apareció en su rostro. —Si me necesita vendrá a
buscarme. Prefiero sentarme aquí contigo y disfrutar de mi desayuno.
Me encantan éstos dos!
ResponderEliminarSeguila!!
Jenny
masssssssssssssssss
ResponderEliminarMe encantaaaan sube otro me encanta la novela
ResponderEliminarAy dios y Lali en serio nunca tuvo nada con Pablo no lo creo!
ResponderEliminarSkksksksks sigue pensando que es una aventura del verano!
Ahhh Peter y Cande alonso amistad
Jajaja pobre Lali momento vergonzoso
Peter la está haciendo volver a tener ganas d vivir.
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