miércoles, 13 de agosto de 2014

Capitulo 17



PETER

La cabeza de Lali estaba echada hacia atrás y sus largos rizos oscuros se desplegaron sobre la almohada mientras gritaba mi nombre. Los temblores que recorrían su cuerpo sólo hicieron que se presionara con más fuerza contra mí —ya lista para estallar— polla.

De alguna manera me las arreglé para no rasgar sus bragas y empujar mis calzoncillos abajo para poder sumergirme dentro de ella y encontrar alivio.

Jamás había estado en una posición como esta y era dolorosa como la mierda.

Sus largas pestañas se abrieron lentamente a medida que su cuerpo comenzó a relajarse debajo de mí. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios y de repente me sentí como una maldita estrella de rock. Puede que estuviera más jodidamente duro que el cemento, pero la había hecho sentir muy bien. Eso puso una sonrisa en mi cara.

—Asombroso —suspiró. Sus párpados estaban caídos. Dormiría bien esta noche. No me importaría cansarla así todas las noches.

—Eres preciosa, pero cuando te corres, eres hermosa —susurré, apartando el pelo de su cara.

—Está claro que sabes decir las cosas correctas a una chica —dijo con una baja voz ronca.

Una parte de mí quería enojarse por su frívola suposición, pero sabía que ella sólo conocía lo que le habían dicho.

—No te equivoques. Nunca me he quedado el tiempo suficiente para decir “gracias” después de que lo saque todo. Mucho menos decirle a una chica que era hermosa cuando se corre. Nunca me he interesado por ver a nadie más.

Una pequeña “o” se formó en sus rojos labios hinchados. Me agaché y los besé, luego me levanté de ella. Tenía que ir a terminar esto en el baño. No había manera de que pudiese dormir así.

—¿A dónde vas? —preguntó, medio dormida mientras me levantaba.

—Tengo algunos asuntos de los que encargarme. Estaré de vuelta en un par de minutos. —Le guiñé un ojo y me dirigí al cuarto de baño.

Al entrar, estudié la ducha y traté de decidir si debería simplemente tomar una ducha fría o si había ido tan lejos que necesitaba tomar el aceite de bebé.

—¿Peter? —llamó Lali.

—¿Sí?

—¿Puedo pasar?

Mierda. ¿De verdad no se daba cuenta que vine aquí para masturbarme?

La puerta se abrió y entró. Su camiseta estaba puesta de nuevo en su lugar pero aún llevaba esas bragas de encaje que sabía a ciencia cierta se encontraban empapadas. Mi polla palpitaba más fuerte con sólo pensar en ello.

—¿Puedo hacerlo? —preguntó nerviosamente.

—¿Hacer qué?

Se acercó para pararse frente a mí y deslizó su mano por encima de mi erección del infierno.

—Quiero hacerlo sentir mejor —susurró.

Dejé caer mi atención de su cara a su mano sobre mi polla. Se movió hacia arriba apretando suavemente y mis rodillas se doblaron. Oh mierda, sí.

—Sí —dije con voz ronca y apoyé la espalda contra la pared para no caerme.

Arrastró ligeramente la uña por mi pecho antes de tomar la cintura de mi bóxer y empujarlo hacia abajo. Me quedé mirando con fascinación cuando se arrodilló frente a mí hasta que mi ropa interior estaba en el suelo. Salí de ellos y los alejó antes de levantarse de nuevo y darme un beso en mi pecho.

Si seguía con esto iba a estallar sin que me tocara.

—¿Tienes loción? —preguntó, mirándome a través de sus pestañas.

—Aceite de bebé. Cajón.

Se volvió y encontró la botella que rara vez utilizaba y derramó un poco en sus manos calentándolo. La miraba con fascinación absorta y llegué muy cerca al punto de rogar.

Se volvió hacia mí y sus dos resbaladizas cálidas manos me cubrieron y empezaron a deslizarse hacia arriba y abajo de mi polla hinchada.

—Mierda —gemí, dejando caer la cabeza hacia atrás en la pared.

Su cálida boca cubrió mi pezón perforado y sentí mis rodillas empezar a ceder de nuevo. No iba a durar mucho tiempo.

Al abrir los ojos, vi como la lengua de Lali se movía por mi pezón y lo jalaba cada pocas lamidas para chuparlo. Cuando se movió de nuevo para mirar hacia abajo a sus manos, seguí su mirada. La visión de sus dos pequeñas manos deslizándose arriba y abajo de mi polla me envió sobre el borde.

—Mierda, me voy a correr. Apártate —le pedí, poniéndome de pie. No se movió. En cambio, me apretó contra la pared con su pequeño cuerpo y apretó aún más. Exploté en sus manos.

—¡Ahhhhhh! —grité mientras seguía lentamente bombeando hasta que no tuve nada más que dar. Miré hacia abajo, al desastre en el que estuvo tan decidida a participar.

No podía creer que acababa de hacer eso. Caray, no podía creer que acababa de dejarla. ¿Cuándo fue la última vez que fui masturbado por una chica? ¿Primero de secundaria? Probablemente. Pero, maldita sea, si eso no fue la cosa más caliente que jamás había visto. ¿Sería todo así con Lali? ¿Todo sería mucho más...?

—Oh —jadeó, sonriéndome—. Me gustó.

Riendo, cogí la toalla más cercana y comencé a limpiarla primero.

—No tanto como a mí —respondí.

—Sí, probablemente no. Parece que te gustó bastante —bromeó mientras me limpiaba de sus manos.

LALI

Peter se hallaba envuelto a mí alrededor cuando abrí los ojos a la mañana siguiente. Su brazo me sostenía fuertemente contra su pecho y su pierna se había enredado con las mías. Me acurruqué más cerca. Era muy agradable. Nunca había dormido con un hombre. Excepto por la noche en que me emborraché y dormí con Peter en el granero.

Anoche había sido increíble. Había olvidado lo mucho que echaba de menos estar cerca de alguien así. Pablo y yo nunca tuvimos relaciones sexuales, pero tonteamos un poco. Aunque nunca nos frotamos contra el otro hasta que me corriera, lo había ayudado a aliviarse muchas veces en que nuestros besos y toqueteos lo dejaban todo agitado. Nunca se había corrido en mis manos. Él siempre se apartaba y se cubría primero. Con Peter quería más. Tal vez era porque ahora soy más adulta. Quería cosas que nunca había querido en aquel entonces.

Si no fuera por el hecho de que era una de muchas para Peter, habría estado dispuesta a llegar hasta el final. Mi cuerpo había querido y su declaración desesperada por querer estar dentro de mí fue difícil de resistir. Sin embargo, no podía dejar que lo que pasaba entre nosotros fuera demasiado importante.

El verano terminaría y se iría. Tenía que mirar nuestro tiempo juntos como un tiempo de curación. Podía disfrutar de él mientras duraba.

—Mmmm te sientes bien —me susurró Peter al oído con una voz ronca.

Su mano se detuvo a hacerme cosquillas en el estómago y solté una risita, retorciéndome.

—No te retuerzas —advirtió y puso un poco de espacio entre su erección y mi trasero.

—Está bien, está bien. Seré buena. —Me di la vuelta y lo miré a los ojos.

Apoyó su cabeza sobre su mano y me sonrió con malicia.

—Para que lo sepas, te manoseé mientras dormías —admitió.

—¿Qué? —pregunté, sentándome un poco.

—Te estoy tomando el pelo. Bueno, tal vez no del todo. Sí metí mi mano debajo de tu parte superior y jugué con esas increíbles tetas tuyas. Pero te gustó. Estuve allí.

Riendo, tiré mi almohada a su cabeza y me arrastré fuera de la cama.

—¡Oye! ¿A dónde vas?

Tiré mi cabello hacia atrás por encima del hombro y lo miré. —Me muero de hambre. Voy a ver si hay comida en este lugar.

Peter gimió. —Comida. Me olvidé de conseguir comida.

Sacó las piernas de la cama y se puso de pie, se estiró. Cada músculo de su cuerpo bronceado flexionado e hinchado. De repente, la comida no parecía importante.

Terminó y me atrapó embobada. —Normalmente cobro por ese espectáculo, pero para ti es gratis. —Me guiñó un ojo y tomó un par de pantalones vaqueros de su armario.

Empecé a sugerir que saliera de los vaqueros y simplemente hiciera esa cosa de nuevo, cuando un golpe en la puerta me interrumpió.

¿Quién estaría aquí tan temprano? Di un paso atrás en la habitación y fui hasta mi bolsa para encontrar algo de ropa.

Peter no se molestó con una camisa. Sus vaqueros colgados deliciosamente en sus caderas mostraban los dos hoyuelos en su espalda baja. Quería lamer esos la próxima vez.

—Probablemente es Cande —dijo, dirigiéndose a la puerta y cerrándola detrás de él para que pudiera vestirme.

No estaba segura de querer conocer oficialmente a Cande, ahora que sabía quién era ella. Saqué el vestido corto de verano de color amarillo que había traído y me lo puse. Anoche había dejado mi bolsa de aseo en el baño de Peter. Mi cabello y dientes necesitaban un cepillo.

Traté de estar presentable sin molestarme en usar maquillaje. Saqué mi pelo sobre mi hombro y me hice una cola de caballo para evitar que enloqueciera. Iba a necesitar una ducha antes de ir a ninguna parte.

Cuando abrí la puerta y entré en la cocina, el olor del café golpeó mi nariz. Gracias a Dios.

—Ahí está —dijo Peter sonriéndome. Se encontraba sentado en el mostrador con una taza de café en la mano. Aún sin camisa y viéndose demasiado hermoso para su propio bien—. Cande trajo comida. —Saltó del mostrador y se acercó a mí.

—¿Lali, recuerdas a Cande? Cometió el gran delito de cambiar mis sábanas. —Peter sonreía como un niño pequeño en su intento de ser gracioso.

Cande rió y sonó casi musical. —Déjala en paz, Peter. No es bueno burlarse de las mujeres. Lo sabes bien —le regañó.

Cande levantó dos grandes bolsas de papel marrón. —Sabía que no tendría nada de comer y odié el que despertaran con hambre. Así que traje galletas, salchichas, huevos y rosquillas, si prefieres dulces para el desayuno.

Mi estómago rugió. Puse una mano sobre él y Peter rió entre dientes. —Vamos chica, te voy a dar de comer.

Peter tomó las bolsas de Cande y empezó a abrirlas y a bajar platos del gabinete. Volví mi atención hacia ella. —Siento mucho lo grosera que fui cuando nos conocimos. No sé por qué me comporté tan ridícula sobre las sábanas y una toalla... —me callé esperando que aceptara mi momento de estupidez.

Cande sonrió y puso los ojos sobre Peter. —No te preocupes por eso. Entiendo completamente. No debí haberme entrometido.

Tratar de explicarme sólo sería embarazoso así que decidí dejarlo pasar. Tal vez acabaría olvidándose de ello, finalmente.

—Tu desayuno está servido —dijo Peter, trayéndome un plato de comida—. Siéntate y serviré tu café.

—Gracias —contesté. Había puesto un poco de todo en mi plato. No iba a quejarme. Me moría de hambre.

—¿Café con dos cremas y azúcar, verdad? —dijo mientras caminaba hacia la cafetera.

Empecé a responder y me detuve. ¿Cómo sabía eso? Nunca habíamos tomado café juntos.

Cuando no contesté, me miró. Vio la pregunta en mis ojos y su sonrisa arrogante tiró de sus labios.

—Le dijiste a Vico una vez como querías tu café, mientras estabas sentada en la mecedora en el porche delantero. Él estaba adentro, por lo que tuviste que gritar. Yo descargaba el camión y te escuche —explicó.

Increíble.

—Oh —respondí, sintiendo los ojos de Cande en mí. Nos observaba de cerca.

—Así que, ¿conociste a todos anoche? ¿Estás asustada ahora? —preguntó Cande en un tono de broma mientras me sentaba en la mesa frente a ella.

—Ellos estuvieron muy bien. Muy entretenidos.

Peter rió. —Es su forma de decir que mis amigos son todos un montón de raros.

—Eso no es cierto. Me gustaron de verdad.

Peter se acercó y puso una taza de café al lado de mi plato y luego me dio un beso en la cabeza antes de volver a arreglar algo de comer para él. La curiosidad en el rostro de Cande casi me hizo reír. ¿No conocía a este hombre mejor que nadie? Seguramente no se sorprendería por algo que decía o hacía.

—¿Cuándo tienen que regresar hoy? —preguntó Cande.

Acababa de tomar un bocado de mis huevos y no pude responderle.

—Creo que regresaremos a eso de las cinco o menos. Quiero regresarla antes de que su padre vuelva a casa. Y tengo que comprobar a las vacas antes de meterme en la cama.

Cande volvió su mirada curiosa de mí y la movió a Peter. No necesitaba mirar para saber que tenían una conversación en silencio. Solía tener de esas con Pablo. Los entendía. Mi pecho dolía un poco ante la idea de no tener eso nunca más. Pero no me dolió casi tan fuertemente como solía hacerlo. Mejoraba. Tal vez algún día sería capaz de seguir adelante.

Peter se aclaró la garganta y supe que dejaba saber a Cande que su conversación silenciosa había terminado. Otra señal que había utilizado con Pablo.

—Bueno, ¿qué están planeando hacer hoy? —preguntó Cande.

Levanté la vista de mi plato y miré a Peter. No tenía ni idea de lo que quería hacer.

—Pensé que teníamos que pasar unas horas en la playa y eso es lo más lejos que he llegado con los planes —respondió Peter.

—Eso suena divertido. —Cande empezó a decir más, pero su teléfono comenzó a sonar. Bajó la mirada y frunció el ceño.

—¿Quién es? —preguntó Peter mirándola atentamente.

Cande suspiró y se puso de pie. —Es mi hermana.

Peter frunció el ceño. —¿Quieres que me deshaga de ella?

Cande negó con la cabeza y se dirigió a la otra habitación antes de que la escuchara decir—: ¿Hola?

Peter miraba la puerta con una extraña postura protectora. Casi parecía como si estuviera listo para arrebatarle el teléfono si su hermana le decía algo para molestarla.

—¿Es tan mala la relación con su hermana? —le pregunté, queriendo que se relajara. Volvió la cabeza hacia mí y sus hombros se aliviaron cuando nuestros ojos se encontraron—. Sí. Su hermana es una perra. Hizo que Cande viviera en un infierno.

Pero, obviamente, Cande había tenido a un Peter muy leal para defenderla de los matones en su vida. —Si tienes que ir a ver cómo está, está bien.


Me estudió un minuto y luego una sonrisa de satisfacción apareció en su rostro. —Si me necesita vendrá a buscarme. Prefiero sentarme aquí contigo y disfrutar de mi desayuno. 

5 comentarios:

  1. Me encantan éstos dos!
    Seguila!!
    Jenny

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  2. Me encantaaaan sube otro me encanta la novela

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  3. Ay dios y Lali en serio nunca tuvo nada con Pablo no lo creo!
    Skksksksks sigue pensando que es una aventura del verano!
    Ahhh Peter y Cande alonso amistad
    Jajaja pobre Lali momento vergonzoso

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  4. Peter la está haciendo volver a tener ganas d vivir.

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