LALI
Ya no estoy pegada a la pared del baño.
Ahora estoy pegada a mi silla, convenientemente sentada en la mesa
junto a Peter.
Peter, a quien no le he hablado desde que se refirió a sí mismo, a
nosotros, o a nuestro beso, como “eso”.
No me dejes hacer
“eso” otra vez.
No podía detenerlo si quería hacerlo. Quiero “eso” tanto que no puedo
ni comer, y él probablemente no sabe lo mucho que me gusta la cena de Acción de
Gracias. Lo que significa que realmente quiero mucho “eso”, y “eso” no se refiere al plato de comida
delante de mí. “Eso” es Peter.
Nosotros. Yo besando a Peter. Peter besándome.
De repente estoy muy sedienta. Agarro mi vaso y tomo la mitad del agua
en tres grandes tragos.
—¿Tienes novia, Peter? —pregunta mi madre.
Sí, mamá. Sigue
haciéndole preguntas como esa, ya que estoy demasiado asustada para hacerlas yo
misma.
Peter se aclara la garganta. —No, señora —dice.
Gastón se ríe por lo bajo, lo que suscita una nube de decepción en
mi pecho. Al parecer, Peter tiene el mismo punto de vista sobre las relaciones
que Gastón, y Gastón encuentra divertido que mi madre asuma que él es capaz de
comprometerse.
De repente, encuentro el beso que compartimos mucho menos impactante.
—Bueno, ¿no eres un buen partido, entonces? —dice ella—. Piloto de
aerolínea, soltero, guapo, educado.
Peter no responde. Sonríe débilmente y empuja un bocado de papas en
su boca. No quiere hablar de sí mismo.
Eso es muy malo.
—Peter no ha tenido una novia en mucho tiempo, mamá —dice Gastón,
confirmando mi sospecha—. Sin embargo eso no quiere decir que sea soltero.
Mi mamá inclina la cabeza, confundida. Yo también. Lo mismo ocurre
con Peter.
—¿Qué quieres decir? —pregunta. Sin embargo, sus ojos se amplían de
inmediato—. ¡Oh! Lo siento mucho. Eso es lo que me pasa por ser entrometida
—dice la última parte de la frase como si acabara de llegar a una conclusión a
la que todavía no he llegado.
Está disculpándose con Peter. Está avergonzada.
Todavía
confundida.
—¿Me estoy perdiendo algo? —pregunta mi papá.
Mi madre apunta su tenedor a Peter. —Es gay, querido —dice ella.
Um…
—No lo es —dice mi papá con firmeza, riéndose de su conjetura.
Estoy sacudiendo la cabeza. No sacudas la cabeza, Lali.
—Peter no es gay —digo a la defensiva, mirando a mi madre.
¿Por qué dije eso
en voz alta?
Ahora Gastón parece confundido. Mira a Peter. Una cucharada de patatas
se detuvo en el aire delante de Peter y su ceja está arqueada. Él está mirando
a Gastón.
—Oh, mierda —dice Gastón—. No sabía que era un secreto. Amigo, lo siento
mucho.
Peter baja la cucharada de puré de patatas a su plato, todavía observando
a Gastón con una mirada perpleja. —No soy gay.
Gastón asiente. Levanta las manos y murmura—: Lo siento. —Como si
no tuviera la intención de revelar un secreto tan grande.
Peter sacude la cabeza. —Gastón. No soy gay. Nunca lo he sido y estoy
bastante seguro de que nunca lo seré. ¿Qué demonios, hombre?
Gastón y Peter se miran uno al otro, y todos los demás están mirando
a Peter.
—P-pero —tartamudea Gastón—, dijiste... una vez me dijiste...
Peter suelta la cuchara y se tapa la boca con la mano, sofocando
la risa en voz alta.
Oh, Dios mío, Peter.
Riendo.
Ríe, ríe, ríe.
Por favor, creo que esto es lo más divertido que ha pasado, porque su risa
también es mucho mejor que la cena de Acción de Gracias.
—¿Qué te dije que te hizo pensar que era gay?
Gastón se recuesta en la silla. —No recuerdo exactamente. Dijiste algo
sobre no estar con una chica en más de tres años. Sólo pensé que era tu manera
de decirme que eras gay.
Todo el mundo se está riendo. Incluso yo.
—¡Eso fue hace más de tres años! Todo este tiempo, ¿pensaste que era
gay?
Gastón sigue confundido. —Pero...
Lágrimas. Peter tiene lágrimas de reírse tan fuerte.
Es hermoso.
Me siento mal por Gastón. Está de cierta forma avergonzado. Sin embargo,
me gusta que Peter piense que es divertido. Me gusta que no lo avergüence.
—¿Tres años? —dice mi papá, atorado en el mismo pensamiento en el
que todavía estoy un poco atascada.
—Eso fue hace tres años —dice Gastón, finalmente riendo junto a Peter—.
Probablemente ahora son seis.
La mesa lentamente se vuelve tranquila. Esto avergüenza a Peter. Sigo pensando en ese beso
en el baño y como sé que es un hecho que no han pasado seis años desde que
estuvo con una chica. Un tipo con una boca tan posesiva como esa, sabe cómo
usarla y estoy segura de que la usa mucho.
No quiero pensar en ello.
No quiero que mi familia piense en ello.
—Estás sangrando de nuevo —le digo, bajando la vista a la gasa empapada
en sangre que todavía está envuelta alrededor de su mano. Me vuelvo a mi
madre—. ¿Tienes algún vendaje líquido?
—No —dice ella—. Esas cosas me asustan.
Miro a Peter. —Después de comer, la revisaré —le digo.
Peter asiente pero nunca me mira. Mi madre me pregunta por el trabajo,
y Peter ya no es el centro de atención. Creo que está aliviado por eso.
***
Apago la luz y me arrastro en la cama, sin saber qué hacer con lo
de hoy. No volvimos a hablar después de la cena, incluso aunque tardé unos buenos
diez minutos vendando su herida en la sala de estar.
No hablamos durante todo el proceso. Nuestras piernas no se tocaron.
Su dedo no tocó mi rodilla. Ni siquiera me miró. Sólo miró su mano todo el tiempo,
se centró en eso como si fuera a caerse si desviaba la mirada.
No sé qué pensar de Peter o de ese beso. Él obviamente se siente atraído
hacia mí, de lo contrario no me habría besado. Lamentablemente, eso es
suficiente para mí. Ni siquiera me importa si le gusto. Sólo quiero que se sienta atraído por mí,
porque el gusto puede venir después.
Cierro los ojos y trato de conciliar el sueño por quinta vez, pero
es inútil. Ruedo hacia mi costado, de frente a la puerta, justo a tiempo para ver
la sombra de los pies de alguien acercarse a ella. Miro la puerta, esperando a
que se abra, pero las sombras desaparecen y los pasos continúan por el pasillo.
Estoy casi segura de que era Peter, pero sólo porque ahora él es la única
persona en mi mente. Libero unas cuantas respiraciones controladas con el fin
de calmarme lo suficiente como para decidir si quiero seguirlo. Voy sólo en la
tercera respiración cuando salgo de la cama.
Debato si cepillarme los dientes de nuevo, pero sólo han pasado veinte
minutos desde la última vez que los lavé.
Reviso mi cabello en el espejo, luego abro la puerta de mi
habitación y camino lo más silenciosamente que puedo hacia la cocina.
Cuando giro por la esquina, lo veo. Por completo. Apoyado en la barra,
frente a mí, casi como si me esperara.
Dios, odio eso.
Pretendo que es sólo una coincidencia que termináramos aquí al mismo
tiempo, a pesar de que es medianoche. —¿No puedes dormir? — Camino por su lado
hacia la nevera y alcanzo el jugo de naranja. Lo saco, me sirvo en un vaso y
luego me apoyo en la encimera frente a él. Me mira, pero no responde a mi
pregunta.
—¿Eres sonámbulo?
Sonríe, empapándome, desde la cabeza a los pies, con sus ojos como
una esponja. —Te gusta mucho el jugo de naranja —dice, divertido.
Miro mi vaso, luego de nuevo a él, y me encojo de hombros. Da un paso
hacia mí y señala el vaso. Se lo entrego, lo lleva a sus labios para tomar un
trago lento y me lo devuelve. Todos estos movimientos son completados sin
siquiera romper el contacto visual conmigo.
Bueno, ahora definitivamente me encanta el jugo de naranja.
—También me encanta —dice, aunque nunca le respondí.
Dejo el vaso junto a mí, agarro los bordes de la encimera y me impulso
hasta sentarme sobre ella. Pretendo que no invade todo mi ser, pero sigue
estando en todas partes. Llenado la cocina.
La casa entera.
Está demasiado tranquilo. Decido hacer el primer movimiento.
—¿De verdad han pasado seis años desde que tuviste una novia?
Asiente sin dudarlo y, a la vez, estoy sorprendida y
extremadamente complacida por esa respuesta. No estoy segura de por qué me
gusta.
Supongo que es simplemente mucho mejor de lo que me imaginaba que era
su vida.
—Vaya. ¿Por lo menos has tenido...? —No sé cómo terminar esta frase.
—¿Tenido sexo? —interpone.
Me alegro que la única luz sea la que se encuentra sobre la estufa
de la cocina, porque estoy absolutamente ruborizada.
—No todo el mundo quiere las mismas cosas de la vida —dice. Su voz
es suave, como un edredón de plumas. Quiero rodar sobre ella, envolverme en esa
voz.
—Todo el mundo quiere amor —digo—. O al menos sexo. Es la naturaleza
humana.
No puedo creer
que estemos teniendo esta conversación.
Cruza los brazos sobre su pecho. Y sus pies en los tobillos. He notado
que esta es su posición de armadura personal. Pone su escudo invisible de
nuevo, protegiéndose de dar demasiado.
—La mayoría de la gente no puede tener uno sin lo otro —dice—. Así
que me parece más fácil simplemente renunciar a ambos. —Me estudia, midiendo mi
reacción a sus palabras. Hago mi mejor esfuerzo para no
darle una.
—Entonces, ¿cuál de los dos es lo que no quieres, Peter? —Mi voz
es vergonzosamente débil—. ¿Amor o sexo?
Sus ojos siguen siendo los mismos, pero su boca cambia. Sus labios
se curvan en apenas una sonrisa. —Creo que ya sabes la respuesta a eso, Lali.
Vaya.
Dejo salir un suspiro controlado, sin importarme si sabe que esas palabras
me afectaron como lo hicieron. La forma en que dice mi nombre me hace sentir
igual de nerviosa como lo hizo su beso. Cruzo la pierna sobre mi rodilla,
esperando que no note que es mi propia armadura personal.
Sus ojos caen a mis piernas y lo observo inhalar suavemente.
Seis años.
Increíble.
Miro hacia mis piernas también. Quiero hacerle otra pregunta, pero
no puedo mirarlo cuando la formulo—: ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que besaste
a una chica?
—Ocho horas —responde sin dudar. Levanto la mirada hacia la suya y
sonríe, porque sabe lo que le pregunto—. Lo mismo —pronuncia en voz baja—. Seis
años.
No sé lo que me sucede, pero algo cambia. Algo se derrite. Algo duro
o frío, o cubierto en mi propia armadura personal, se convierte en líquido ahora
que comprendo lo que significó ese beso. Siento que no soy nada más que
líquido, y líquido no funciona bien para ponerse de pie o alejarse caminando,
así que no me muevo.
—¿Estás bromeando? —pregunto, incrédula.
Creo que ahora es él quien se sonroja.
Estoy tan confundida. No entiendo cómo lo he juzgado tan mal o cómo
es siquiera posible lo que dice. Es guapo. Tiene un gran trabajo.
Definitivamente sabe cómo besar, así que ¿por qué no lo ha estado haciendo?
—¿Cuál es tu problema entonces? —le pregunto—. ¿Tienes alguna enfermedad
de transmisión sexual? —Es culpa de la enfermera en mí. No
tengo ningún filtro médico.
Se ríe. —Estoy bastante limpio —dice. Sin embargo, sigue sin
explicarse.
—Si han pasado seis años desde que besaste a una chica, ¿por qué me
besaste? Tenía la impresión de que yo ni siquiera te gustaba. Eres muy difícil
de leer.
No me pregunta por qué tenía la impresión de que no le gustaba. Creo
que si es obvio para mí que él es diferente cuando está a mí alrededor, lo ha
hecho intencionalmente.
—No es que no me gustes, Lali. —Suspira profundamente y pasa las manos
por su cabello, agarrando su nuca—. Es sólo que no quiero que me gustes. No
quiero que nadie me guste. No quiero salir con nadie. No quiero amar a nadie. Yo sólo... —Cruza los brazos de nuevo
sobre su pecho, y mira hacia el suelo.
—¿Tú sólo, qué? —pregunto, pidiéndole que termine la frase. Su mirada
lentamente se levanta hacia la mía y me esfuerzo por permanecer sentada sobre
la encimera, debido a la forma en que me mira; como si fuera la cena de Acción
de Gracias.
—Me siento atraído por ti, Lali —dice en voz baja—. Te quiero,
pero te quiero sin ninguna de esas cosas.
Me quedo sin mente.
Cerebro = líquido.
Corazón = mantequilla.
Sin embargo, todavía puedo suspirar, así que lo hago.
Espero hasta que soy capaz pensar de nuevo. Entonces pienso mucho.
Acaba de admitir que quiere tener sexo conmigo; simplemente no quiere
que suceda nada más. No sé por qué esto me halaga. Debería hacerme querer
golpearlo, pero el hecho de me eligiera para besarme después de no besar a
nadie durante seis años consecutivos, hace que esta nueva confesión se sienta
como si hubiera ganado un Pulitzer.
Nos miramos de nuevo. Se ve un poco nervioso. Estoy segura que se pregunta
si me molestó. No quiero que piense eso, porque honestamente, quiero gritar
“¡Gané!” a todo pulmón.
No tengo idea de qué decir. Hemos tenido las conversaciones más extrañas
e incómodas desde que lo conocí, y ésta definitivamente lleva la delantera.
—Nuestras conversaciones son tan raras —digo.
Se ríe con alivio. —Sí.
La palabra sí es mucho más hermosa
saliendo de su boca, mezclada con esa voz. Él podría, probablemente, hacer que
cualquier palabra suene hermosa. Trato de pensar en una palabra que odie. Creo
que odio la palabra buey. Es una palabra fea. Demasiado corta y
abreviada. Me pregunto si su voz podría hacer que me guste esa palabra.
—Di la palabra buey.
Su ceja se levanta, como preguntándose si me escuchó bien. Piensa que
soy extraña.
No me importa.
—Sólo dila —le digo.
—Buey —dice, con una ligera vacilación.
Sonrío. Me encanta la
palabra buey. Es mi nueva palabra favorita.
—Eres tan extraña —dice, divertido.
Descruzo las piernas. Lo nota. —Así que, Peter —digo—, déjame ver si
lo entiendo bien. No has tenido sexo en seis años. No has tenido novia en seis
años. No has besado a una chica en ocho horas. No te gustan las relaciones,
obviamente. O el amor. Pero eres un chico. Los chicos tienen necesidades.
Me mira, todavía divertido. —Continua —dice con esa sonrisa involuntariamente
sexy.
—No quieres sentirte atraído por mí, pero lo estás. Quieres tener sexo
conmigo, pero no quieres salir conmigo. Tampoco quieres amarme. Ni que yo te ame.
Todavía lo divierto. Sigue sonriendo. —No sabía que era tan transparente.
No lo eres, Peter.
Créeme.
—Si hacemos esto, creo que debemos tomarnos las cosas con calma —digo
en broma—. No quiero presionarte para que hagas cualquier cosa para la que no
estés listo. Eres prácticamente virgen.
Pierde su sonrisa y da tres pasos deliberadamente lentos hacia mí.
Dejo de sonreír, porque se ve seriamente intimidante. Cuando llega junto a mí,
coloca las manos a cada lado de mi cuerpo, entonces se inclina cerca de mi
cuello. —Han pasado seis años, Lali. Créeme cuando te digo que... estoy listo.
Todas esas también se convirtieron en mis nuevas palabras favoritas.
Créeme, cuando, te, digo, que,
estoy, y listo.
Favoritas. Todas ellas.
Se aleja y puedo decir, más que probablemente, que no respiro en este
momento. Regresa a su lugar frente de mí. Mueve la cabeza como si no pudiera
creer lo que acaba de suceder. —No puedo creer que te pedí tener sexo. ¿Qué
clase de persona hace eso?
Trago. —Casi todas.
Se ríe, pero noto que se siente culpable. Tal vez tiene miedo de
que yo no pueda manejar esto. Podría tener razón, pero no se lo haré saber. Si piensa
que no puedo manejar esto, se tendrá que retractar de todo lo que ha dicho. Si
se retracta de todo lo que ha dicho, significa que no experimentaré otro beso
como el que me dio antes.
Estoy de acuerdo con cualquier cosa si eso significa que obtendré otro
beso suyo. Especialmente si significa que experimentaré más que un beso.
Simplemente pensar en eso hace que mi garganta se seque. Tomo mi vaso
y bebo otro trago de jugo mientras en silencio resuelvo esto en mi cabeza.
Él me quiere por el sexo.
Extraño el sexo. Ha pasado un tiempo.
Sé que definitivamente me siento atraída por él, y no puedo pensar
en nadie más en mi vida. Prefiero tener sexo casual y sin compromiso con mi
vecino piloto que “dobla ropa recién lavada”.
Dejo el vaso de jugo de nuevo, luego presiono las palmas en la encimera
para inclinarme ligeramente hacia adelante. —Escúchame, Peter. Eres soltero.
Soy soltera. Trabajas demasiado y yo estoy centrada en mi carrera de una forma
casi enfermiza. Incluso si quisiéramos una relación fuera de esto, nunca
funcionaría. Nuestras vidas no encajarían juntas. Tampoco somos amigos, por lo
que no tienes que preocuparte de que nuestra amistad se arruine. ¿Quieres tener
sexo conmigo? Estoy totalmente de acuerdo en que lo hagamos. Mucho.
Mira mi boca como si todas mis palabras acabaran de convertirse en
sus nuevas palabras favoritas. —¿Mucho? —pregunta.
Asiento. —Sí. Mucho.
Me mira a los ojos de forma desafiante. —Está bien —dice, casi
como
un reto.
—Bien.
Todavía estamos a varios centímetros de distancia. Acabo de
decirle a este chico que tendría sexo con él sin ningún tipo de expectativas y
él permanece allá y yo aquí, y cada vez es más claro que, definitivamente, lo juzgué
mal. Él se siente más nervioso que yo. Aunque creo que nuestros nervios vienen de dos lugares diferentes. Está nervioso porque no
quiere que esto se convierta en algo.
Y yo estoy nerviosa porque no estoy tan segura de que sólo sexo con Peter sea posible. Basada en la forma en
que me siento atraída por él, tengo un muy buen presentimiento de que el sexo
será el último de nuestros problemas. Sin embargo, aquí estoy sentada,
fingiendo estar bien con sólo sexo. Tal vez si inicia de esta manera,
eventualmente termine siendo algo más.
—Bueno, no podemos tener sexo ahora —dice.
Maldición.
—¿Por qué no?
—El único condón que tengo en mi cartera, probablemente se ha desintegrado.
Me río. Me encanta su humor autocrítico.
—Sin embargo, quiero besarte de nuevo —dice sonriendo con esperanza.
Me sorprende mucho que no me esté besando. —Por
supuesto.
Lentamente regresa a donde me encuentro sentada, hasta que mis rodillas
se hallan a cada lado de su cintura. Lo miro a los ojos, porque me miran como
si esperaran que cambie de opinión. No cambiaré de opinión.
Probablemente quiero esto más de lo que él lo quiere.
Levanta las manos y las desliza por mi cabello, frotando sus pulgares
en mis mejillas. Inhala una respiración temblorosa mientras mira hacia mi boca.
—Haces que sea tan difícil respirar.
Acentúa su oración con su beso, colocando sus labios sobre los míos.
Cada parte de mí que todavía no se había fundido en su presencia, ya se
encuentra en estado líquido como el resto de mí. Trato de recordar un momento
en el que la boca de un hombre se sintiera así de bien contra la mía. Su lengua
se desliza a través de mis labios, luego se sumerge en el interior,
saboreándome, llenándome, reclamándome.
Oh... Dios.
Amo.
Su.
Boca.
Inclino la cabeza para que pueda saborear más de ella. Se inclina para
saborear más de mí. Su lengua tiene una gran memoria, porque sabe exactamente
cómo hacer esto. Deja caer su mano lesionada y la apoya en mi muslo, mientras
su otra mano se envuelve en mi nuca, presionando nuestros labios. Mis manos ya
no se sostienen de su camisa. Exploran sus brazos, su cuello, su espalda, su
cabello.
Gimo suavemente y el sonido hace que se presione en mí, acercándome
varios centímetros más al borde de la encimera.
—Bueno, definitivamente no eres gay —dice alguien detrás de nosotros.
Oh, Dios mío.
Papá.
¡Papá!
Mierda.
Peter. Se aparta.
Yo. Salto bajándome de la encimera.
Papá. Pasa a nuestro lado.
Abre la nevera y toma una botella de agua, como si el entrar a una
habitación donde su hija es manoseada por su huésped fuera algo usual. Se da la
vuelta y nos enfrenta, luego bebe un trago largo. Cuando termina, cierra la
tapa en la botella de agua y la coloca de nuevo en la nevera. La cierra y
camina hacia nosotros, pasando entre nosotros, haciendo más espacio allí.
—Ve a la cama, Lali —dice mientras sale de la cocina.
Me cubro la boca con la mano. Peter cubre su rostro con la suya. Ambos
estamos completamente mortificados. Él más que yo, estoy segura.
—Debemos ir a dormir —dice.
Estoy de acuerdo con él.
Salimos de la cocina sin tocarnos. Llegamos a la puerta de mi habitación
primero, por lo que me detengo y me giro para enfrentarlo. También se detiene.
Mira a su izquierda y luego, brevemente, a su derecha, para asegurarse
que estamos solos en el pasillo. Da un paso hacia adelante y me roba otro beso.
Mi espalda se apoya en la puerta del dormitorio, pero de alguna manera es capaz
de retirar su boca.
—¿Estás segura de que esto está bien? —pregunta, buscando la duda
en mis ojos.
No sé si esto está bien. Se siente bien, él sabe bien y no puedo pensar
en nada que desee más que estar con él. Sin embargo, lo que me preocupa son las
razones detrás de sus seis años de abstinencia.
—Te preocupas demasiado —digo con una sonrisa forzada—. ¿Ayudaría
si tuviéramos reglas?
Me estudia en silencio antes de dar un paso atrás. —Podría —dice—.
Sólo puedo pensar en dos en estos momentos.
—¿Cuáles son?
Su mirada se centra en la mía durante varios segundos. —No preguntes
sobre mi pasado —dice con firmeza—. Y nunca esperes un futuro.
Absolutamente no me gusta ninguna de esas
reglas. Ambas me dan ganas de cambiar de opinión acerca de este arreglo, dar la
vuelta y huir, pero en cambio, asiento. Asiento porque tomaré lo que pueda
conseguir.
No soy Lali cuando estoy cerca de Peter. Soy líquido y el líquido
no sabe cómo ser firme o ponerse de pie por sí mismo. El líquido fluye. Eso es
todo lo que quiero hacer con Peter.
Fluir.
—Bueno, sólo tengo una regla —digo en voz baja. Él espera por mi regla.
No puedo pensar en una. No tengo ninguna. ¿Por qué no tengo reglas? Sigue
esperando—. Todavía no sé cuál es. Pero en cuanto piense en eso, tienes que
seguirla.
Peter ríe. Se inclina y besa mi frente, luego camina hacia su habitación.
Abre la puerta, pero me echa un vistazo por un breve segundo antes de
desaparecer en el interior.
No puedo afirmarlo, pero estoy bastante segura de que la expresión
que acabo de ver en su rostro era miedo. Sólo deseo saber de qué tiene miedo,
porque el Señor sabe que yo sé exactamente a lo que le temo.
Tengo miedo de cómo vaya a terminar esto.
seguila
ResponderEliminarMaass
ResponderEliminarNi Gastón sabe k es lo k le pasó a Peter.
ResponderEliminarK cerrado k es ,no se quiere dar la oportunidad d amar,pero si después d 6 años ,besa a Lali y le propone tener sexo ,aún con sus reglas ,es xk algo cambió en él ,al conocerla.
Ahhhhh
ResponderEliminarTodo el rollo de Martina lo dejo así
Sé si años ?! Enserio
Nskskskkskaka que beso jajja pobre de ellos casi les da un infarto con el papa de Lali