jueves, 14 de agosto de 2014

Capitulo 21



PETER

—Trae tu triste culo, repara tu maldito dedo y consíguenos un par de bellezas. Esta noche quiero una pelirroja con tetas muy grandes. Tan malditamente grandes que sean falsas —gritó Nico para hacerse escuchar sobre la música alta.

—Sólo estoy aquí para beber —contesté. Ya le había dicho eso una vez. Simplemente no podía fingir con el sexo barato. No ayudaba. Sólo me hacía más hijo de puta de lo que ya era.

—Vamos, hombre. Puedo conseguir algunas damas, pero tú siempre obtienes la maldita crema del postre. Especialmente con tetas grandes. Las chicas con tetas grandes siempre van contigo. Por favor, ve a conseguirme algunas grandes, redondas y regordetas tetas en las que pueda hundirme esta noche.

Nico me caía bien, pero comenzaba a molestarme. No quería conseguirle ninguna maldita teta. ¿Se daba cuenta acaso de cuán jodidamente superficial sonaba?

—Te dije que no estaba aquí para eso.

Nico dejó su cerveza en la mesa y se sentó en el taburete vacío a mi lado. —Por favor, no me digas que esto es por la chica que trajiste aquí hace unas semanas. Pensé que lo habías superado. No puedo atravesar esta mierda contigo también. Primero Agus, ahora tú. Demonios, ¿qué pasó con todos los coños? ¿Por qué alguien querría renunciar a eso?

Antes de que tuviera que contestarle, mi teléfono vibró en el bolsillo. Lo saqué y un número desconocido apareció en la pantalla. Presioné el botón para contestar y me tapé la otra oreja para poder escuchar.

—¿Hola?

—Peter. Oye, hermano, soy Vico. ¿Dónde estás?

¿Para qué rayos me llamaba Vico?

—En Sea Breeze, ¿por qué?

—Necesito un enorme favor. Es Lali.

Me puse de pie y comencé a caminar hacia la puerta, a grandes zancadas.

—¿Qué pasa con Lali?

—Estoy en Louisiana, ella se ha ido y ha bebido de nuevo. Acabo de recibir una llamada de Nelly. Dijo que Lali estaba bailando en la maldita barra.

—Jodeeer —gruñí y comencé a correr. Hurgando en mi bolsillo encontré mis llaves y las metí en la cerradura cuando llegué a mi Mustang. No se suponía que debía estar conduciendo, pero al carajo con eso. Tenía que llegar con ella. ¿Y qué si alguien la tocaba? Mi corazón latía frenéticamente contra mi pecho.

—Nelly la está vigilando, pero dijo que alguien debía ir a buscarla y que no quería tener que llamar a Carlos. Él estaría furioso. Además, se ha ido a ese campamento de caza de peces.

—Llama a Nelly y dile que sacaré a Lali de ese bar y que se asegure que nadie ponga un dedo sobre ella, o tendrá que lidiar con una jodida pelea cuando llegue ahí —gruñí.

Vico estuvo callado un segundo, luego finalmente contestó. —De acuerdo. Lo haré. ¿Puedo preguntarte algo?

NO.

—¿Qué?

—¿Es sólo otra chica para ti? ¿O es diferente?

Me aferré fuertemente al volante intentando controlar las diferentes emociones que emanaban de mí.

—Lali siempre ha sido diferente —dije con los dientes apretados.

—Bien —suspiró—. Llamaré a Nelly.

Tiré el teléfono en el asiento del pasajero. Esto era mi culpa. Si alguien la tocaba sería mi culpa. También sería mi culpa cuando el estúpido hijo de puta tenga el rostro hecho pedazos.


***

Entré en el estacionamiento de Nelly y tuve la puerta del auto abierta antes de frenar completamente. Me las había arreglado para hacer una hora de viaje en treinta minutos. Era un milagro que no estuviera tras las rejas.

La pesada puerta de madera se abrió y Natie Pérez salió tropezando en un par de zapatos, y colgando del brazo de un tipo que estaba lejos de ser un
vaquero.

Sus ojos vidriosos se encontraron con los míos y me dirigió una ebria sonrisa presumida. —Peter Lanzani, ¿qué haces aquí?

—¿Dónde está Lali?

Ella río y luego se encogió de hombros. —La última vez que la vi estaba bailando en la barra.

Pasé de largo a Natie Pérez y entré. Escaneando la habitación, busqué a Lali.

—¿Estás aquí por Lali? —Me preguntó la chica que hacía de barman.

—Si —contesté, caminando hacia ella—. ¿Dónde está?

La señorita arrojó una toalla sobre su hombro y salió de detrás de la barra. —Ven conmigo.

La seguí mientras quitaba el seguro de la puerta a la izquierda de la barra y se dirigía por un oscuro pasillo.

—La dejé aquí hace rato. No soy fanática de las peleas. Vico me contó sobre el calvario que se venía, y que si Lali estaba bailando en la mesa destrozarías el lugar. Así que la dejé en mi oficina.

Abrió una puerta al final del pasillo y dio un paso hacia atrás. —Aquí es. Debo volver al frente. Tómate tu tiempo —dijo, y se volvió para caminar de vuelta sobre sus pasos.

Entré a la habitación. Una sola lámpara iluminaba el lugar. Lali estaba acurrucada en un descolorido sofá en una esquina. Sus ojos cerrados y se veía tan tranquila. Dios, la extrañaba. La había sostenido una vez cuando se había quedado dormida de esa forma.

Cerré la puerta detrás de mí y caminé hacia donde se encontraba. Me incliné frente a ella y eché hacia atrás los rizos que caían sobre su rostro. Sus pestañas le rozaban las mejillas. Corrí mi pulgar por la suave piel detrás de su oreja. Estaba preocupado de romperme si la dejaba acercarse demasiado.

Desafortunadamente, me preocupé por eso un poco tarde. Porque ya estaba roto. El Peter que era antes de Lali ya no existía. Por mucho que no quisiera admitirlo, me había enamorado de ella. Le había permitido a alguien entrar, y ella no me quería. No había sido lo suficientemente bueno. Nunca lo fui.

Ver su dulce, perfecto, inocente, rostro sólo hundió el clavo más profundo. No era lo suficientemente bueno para ella. Merecía otro Pablo en su vida. Merecía a un tipo que no hubiera vivido su vida tan jodido que nunca sería lo suficientemente bueno. Había estado demasiado cerca del cielo y tuve un pedazo. El infierno que había vivido antes de ella no tenía ningún significado para mí.

Me puse de pie y levanté a Lali en mis brazos. Se acurrucó contra mí. —¿Peter? —susurró contra mi pecho.

—Sí, estoy aquí, nena. Vuelve a dormir. Te llevaré a casa.
LALI

Abrí mis ojos y observé el cielo raso. Me hallaba en casa. En mi cama. Pero no recordaba haber ido allí. Aún estaba oscuro afuera. Una rápida mirada al reloj me dijo que eran las cuatro de la mañana. Un vaso de agua y una botella de aspirinas se encontraban en la mesa de noche con una pequeña nota.

Tal vez debas tomar otra aspirina cuando despiertes. Bebe el agua también. TODA.

Peter. Podía olerlo en mi camiseta. Saltando fuera de la cama, corrí a la ventana y miré hacia el granero. ¿Se encontraba ahí?

Comencé a bajar a toda velocidad las escaleras, y respiré el olor a tabaco en mi ropa. Me desnudé y rápidamente me di una ducha. Tenía que sacarme todo el hedor del bar.

Una vez que estuve limpia y vestida, corrí hacia el granero. No golpeé la puerta. En cambio, la abrí lentamente. La luz de la luna que se colaba por la ventana caía sobre el cuerpo de un dormido Peter. Mi corazón se disparó. Había venido a buscarme. Me trajo a casa.

Sus ojos se abrieron y me observó. Sabía que debía decir algo, pero el solo hecho de verlo aquí y saber que había vuelto por mí obstruyó mi garganta con emoción.

—¿Qué estás haciendo, Lali? —Su voz no sonaba enojada. Sino derrotada.

—Desperté y estaba en casa. Luego vi tu nota y vine a ver si te encontrabas aquí —balbuceé. No quería que me hiciera marchar.

—Estoy aquí. Ahora vuelve a la cama —contestó.

—Peter, por favor háblame. Te extraño. —No era mi intención sonar tan patética, pero no pude evitarlo. Había venido por mí. Necesitaba saber por qué. Tenía que sentir algo por mí. No quería ser sólo otra chica con la que hubiera disfrutado y luego la hubiera hecho a un lado. Estar con él había significado algo para mí. Él significaba algo para mí.

Peter soltó un suspiro cansado y se sentó. Las mantas cayeron a un lado y su pecho desnudo casi me hizo olvidar lo que quería decir.

—No puedes decir mierdas así, Lali. No es justo.

—No veo por qué no es justo decirte cómo me siento. Lo que no es justo es que me tiraste tan pronto te aburriste. Tú sólo te fuiste y jodiste con unas rameras sin ningún problema.

Levantó su cabeza de golpe. La mueca de enojo en su rostro me sorprendió. —¿Qué? No te dejé porque me aburrí. ¡Tú-Me-Rechazaste! Y al carajo con eso, Lali. TODO lo que vi mientras estaba con ellas fue a ti. Cerraba mis jodidos ojos y te imaginaba a ti. Sólo a ti.

Había estado pensando en mí. Debí haber estado realmente jodida, porque oírlo decir eso me hizo sentir mejor. Odiaba el hecho de que había estado con otras mujeres, pero sólo saber que fue duro para él, y que había pensado en mí, borraba un poco el dolor. Yo había comenzado esto. Mi estúpida necesidad de complacer a la madre de Pablo. Él nunca lo habría hecho de no ser porque yo lo corrí. Todo este dolor de cabeza era sólo porque la madre de Pablo me había hecho sentir culpable.

—Estaba confundida —admití.

Peter soltó una risa dura. —Sí, bueno, yo no.

Di un paso adelante, pero él negó con la cabeza. —No te acerques.

—Por favor, escúchame. Déjame explicarte.

Pasó una mano por su oscuro cabello y pude ver la batalla interna en su expresión. Tenía que hablar mientras estuviera débil.

—Cometí un error. Escuché a alguien más, quien no sabía nada sobre ti. Dejé que mis miedos tomaran lo mejor de mí y cometí un terrible, terrible error.

Peter dejó caer su mano de vuelta a su regazo y sus ojos tristes se encontraron con los míos. —Pero escuchaste. Algo de lo que la madre de Pablo dijo tuvo sentido para ti. Por mucho que odie admitirlo, probablemente tenía razón. Hiciste bien en alejarte.

Ya había descubierto quien habló conmigo, y la había llamado la madre de Pablo, no de Vico. El problema era con Pablo.

—No, Peter. No, no hice bien.

—Sí, Lali, lo hiciste. No soy un buen tipo. No soy el tipo del que le podrías contar a tu padre alguna vez. Estarías avergonzada de dejarle saber a las personas de este pequeño pueblo que pasaste del maravilloso y buen Pablo Martinez al perdedor de Peter Lanzani. Te mereces un Pablo Martinez.

Mi corazón se rompió cuando vi el odio a sí mismo en su rostro. Me odiaba por ponerlo ahí. Él no era Pablo. No era nada como Pablo. Era mucho más.

—Peter, por favor no —le rogué, acortando la distancia entre nosotros.

Retrocedió, tomé su rostro en mis manos y cubrí sus labios con los míos. No me respondió al principio. Cuando me senté a horcajadas en su regazo y me pegué a su cuerpo, se rindió. Sus manos se deslizaron arriba por la parte de atrás de mis piernas mientras su lengua entraba en mi boca y comenzaba a besarme en respuesta.

El gemido que brotó de su pecho me volvió loca. Quería esto, demasiado. Necesitaba sentirme cerca de él de nuevo. Busqué la borde de mi camiseta y me la quité, ignorando las protestas de Peter. Tomé su cara otra vez, presionando mi pecho desnudo contra el suyo. La fría barra cosquilleó en mi pezón y me estremecí.

Lo probé de la misma forma que él me probó. Besando cada esquina de su boca, mordisqueé su labio inferior y arrastré su lengua dentro de mi boca chupando duro. Cuando sus manos ahuecaron mis pechos grité y me presioné contra él. Su erección aumentó mi pasión. Esta noche eso no era suficiente. Necesitaba estar mucho más cerca. Casi perdida en él. Necesitaba más.

Lo empujé hasta que cayó sobre el colchón debajo de mí. Verlo observarme con esos ojos que reflejaban lo que yo sentía, borró cualquier duda de mi mente. Me puse de pie y comencé a quitarme los shorts.

—Lali, no… ah, joder —gimió Peter cuando me quité las bragas y me arrastré encima de él. Tiré de la colcha hacia abajo para poder sacarle su bóxer, pero en su lugar, vi como su erección saltaba libre. Peter dormía desnudo. Bajando mis manos, lo tomé y las deslicé por su sedosa y cálida textura.

Soltó un gemido—. Ahhhh, Lali no quieres hacer esto —dijo roncamente en una desesperada súplica.

Sí, quería hacerlo. Quería hacer esto más que querer respirar.

Deslicé mis manos arriba hasta su pecho y bajé mi cuerpo encima del suyo. Manteniendo mis piernas a cada lado de sus caderas, cerré mis ojos en puro placer cuando su erección presionó mi mojada entrada.

Nunca había hecho esto pero había leído lo suficiente para saber que sería difícil de hacerlo la primera vez estando arriba. Necesitaba que él se hiciera cargo. Me deslicé sobre él varias veces causando que maldijera y apretara la sábana en un fuerte amarre.

—Peter, te quiero dentro de mí. Quiero que me hagas el amor —susurré contra su oído y lo sentí temblar debajo de mí. Era un sentimiento poderoso y me encantó.

Gimió y me tomó por la cintura. Empujó mi pecho más cerca de su boca. Cuando mi pezón estuvo frente a él, lo alcanzó y lo cubrió con su boca. Gritando, presioné su cabeza más cerca de mí. Quería más.

Mordió suavemente mi pezón y mi cuerpo sintió un escalofrío recorrerlo entero.

—Si, por favor —rogué. Lo soltó para luego pasar al otro pecho y hacer lo mismo. Comencé a moverme adelante y atrás. Mientras más chupaba mejor se ponía.

Peter movió sus caderas y me congelé cuando la cabeza de su erección me penetró. Cerré mis ojos, quería advertirle, pero se sentía tan bien que no podía encontrar las palabras.

—Joder nena, eres tan malditamente estrecha —gruñó mientras sus manos aferraban mis caderas y me mantuvo quieta. Me presioné hacia abajo y el dolor del estiramiento fue excitante.

—Alto. No lo hagas. Voy a lastimarte. Por favor. Sólo dame un minuto. Necesito hacerlo despacio. —Su respiración era dura y sus palabras entrecortadas.

Dejé que me bajara más y grité cuando el dolor se intensificó. Peter se detuvo.

—¿Lali? —preguntó con su voz en pánico. ¿También lo estaba lastimando a él? ¿Estaba muy apretada?

—¿Si? —Dios, por favor no hagas que se detenga.

—Eres virgen.

Tragué con nerviosismo. —Si…

—Oh, demonios —gruñó y comenzó a deslizarse fuera de mí.

—No, por favor, no —le rogué mientras me quitaba de encima.

Me tendió sobre mi espalda y me observó desde arriba. —Quiero esto. Así que ayúdame. Dios, no merezco esto pero lo quiero jodidamente demasiado. ¿Estás. Completamente. Segura? —Su rostro se veía duro. Extendí mi mano y tomé lo tomé, frotando su mejilla con mi pulgar.

—Sí. Por favor, Peter. Estoy es lo que quiero —contesté.

Cerró sus ojos y soltó un suspiro irregular. —Está bien —se posicionó entre mis piernas, sosteniéndose a sí mismo sobre mí—. Nunca estuve con una virgen, Lali. Voy a intentar con todas mis fuerzas no lastimarte.

—¿Te lastimará a ti? —pregunté, pensando en su expresión adolorida cuando dijo que estaba muy apretada.

Sonrió. —Va a ser lo más cerca del paraíso que alguna vez voy a estar, nena.

Oh. Dios.

Observé su rostro mientras se introducía en mí. Mientras me estiraba para dejarlo entrar el dolor no me molestó. Ver el placer en su rostro a medida que se hundía más profundamente dentro de mí me hizo querer arremeter contra él. Me encantaba saber que podía hacerlo sentir así.

Hizo un alto y sus ojos se clavaron en los míos. —Esta es la parte en que dolerá. Lo voy a hacer rápido y luego me quedaré quieto para que te acostumbres.

—De acuerdo.

Peter cerró los ojos fuertemente y presionó duro dentro de mí. Un agudo dolor dentro me quitó el aliento. Hundió su rostro en mi cuello y comenzó a regar besos en todos mis lugares suaves mientras susurraba cuán bien me sentía.

—Estoy dentro y te sientes tan caliente y apretada. Es como un maldito guante, nena.

Oírlo decir cómo se sentía para él hizo que mi placer volviera con más fuerza. Quería que se moviera. Levantando mis caderas golpeó más profundo dentro de mí.

—Oh, Dios, Lali —gimió mientras se deslizaba lentamente fuera y luego dentro otra vez.

Levanté mis piernas para rodear sus caderas y soltó un gemido placentero en aprobación.

—Eso es perfecto. Tú eres perfecta —jadeó.

No quería que esto terminara.

Su respiración se volvió más irregular cuando sus brazos se flexionaron con cada envestida.

—Joder, nena, eres tan malditamente estrecha —gimió. Me levantaba para encontrar cada una de sus embestidas, necesitando algo. Necesitaba más. No podía tener suficiente.

Peter gruñó y salió de mí.

—No, no lo hagas —grité mientras extendía mis piernas y enterraba su cara entre ellas. El primer lametón de su lengua contra mí me envió volando.

Escuché mi grito de placer y el nombre de Peter salió de mi pecho mientras me apretaba más contra su rostro. Él soltó un fuerte gemido mientras continuaba.

Se detuvo de a poco y finalmente levantó la cabeza. Tan increíble como había sido eso, había disfrutado tenerlo en mi interior.

—¿Por qué te detuviste?

Se limpió la boca con el dorso de la mano y se arrastró de vuelta a mi lado. —No estaba usando un condón. Nunca me había olvidado de hacerlo antes. Siempre he tenido uno encima. Siempre. No me di cuenta de eso hasta que estuve listo para descargarme dentro de ti. Tenía que salir.

—Entonces tú no… —me callé, odiando de nuevo que no se hubiera liberado.

Río. —Oh no, lo hice. Una jodida cantidad —frunciendo el ceño, me giré para verlo—. Voy a tener que cambiar las sábanas —explicó.

—Oh —contesté. Quería hacerlo de nuevo y quería que llegara dentro de mí—. ¿Tienes un condón? —pregunté, cambiando de posición para poder tocar su pezón perforado.

—Siempre tengo un condón.

Sonriéndole, besé la barra. —¿Cuánto hay que esperar para que puedas hacerlo otra vez?

Levantó sus cejas sorprendido. —No es sobre mí. Puedo hacerlo justo ahora pero vas a estar adolorida. —Corrió su pulgar sobre mi labio inferior—. Porque tú estabas increíble y jodidamente apretada. Lo juro Lali, nada se le compara.

—No estoy dolorida —le aseguré, levantando mis caderas para sentarme a horcajadas sobre él.

—Sí, lo estás. Sólo espera, en la mañana lo sentirás.

Haciendo un puchero, me bajé y crucé los brazos bajo mis pechos. Sus ojos se concentraron en ellos y tuve un momento difícil intentando no sonreír. —¿Cuándo podremos hacerlo de nuevo?

Peter se inclinó sobre sus codos y sus ojos se encontraron con los míos. —Cualquier maldito momento que quieras. Soy todo tuyo. —Sonrió presumido—. Si sigues haciendo puchero voy a decidir que el que estés dolorida se puede resolver de otras formas.

Con curiosidad, me incliné sobre él. —¿Qué quieres decir?


Presionó un beso en la parte superior de uno de mis pechos. —Quiero decir que solo lo voy a besarte y aliviarlo.

6 comentarios:

  1. Se lleva el premio mayor,pero no sabe k chispea antes d llover.
    Al menos se retiró.
    Lali está conociendo otra forma d amor ,k no es la estrictamente correcta,(según los demás) ,pero k es tan buena y satisfactoria para ellos.

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  2. Ahhh Peter al rescate
    Vamos hasta que Lali. Lucho por lo. Que quería sin importar lo que digan los demas
    Así que no estuvo con Pablo
    Al menos de salio sino hubiera un grabe problema
    Me mata que de muestra super sexy y así y es muy inocente

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