miércoles, 6 de agosto de 2014

Capitulo 2



PETER

Esta no podía ser mi habitación. Era del tamaño del armario en el dormitorio de mi apartamento. Dejé caer el bolso de lona en una de las camas dobles que se encontraba apiñada en el diminuto lugar. Al otro lado, una pequeña y redonda mesita de noche apenas tenía suficiente espacio para encajar entre el lado de la cama y la pared. En el otro extremo había una ducha. El suelo de hormigón tenía un desagüe en la esquina más alejada y una pequeña alcachofa salía de la pared. Una sencilla barra y una cortina azul marina eran la única barrera entre la ducha y la cama. Sabía con certeza que si me tardaba demasiado en la ducha, mojaría la cama. Mi teléfono comenzó a sonar en mi bolsillo y lo saqué para ver el nombre de Cande destellando en la pantalla.

—Hola, nena —respondí, recostándome y hundiéndome en la cama.

Sorprendentemente, el colchón no era incómodo.

—Así que, ¿cómo va todo? ¿Son agradables? —Sólo escuchar la voz de Cande me hizo sentir mejor, no tan solo.

—Sólo he conocido a la hija del hombre y al vecino de al lado.

—Oh, ¿entonces el granjero tiene una hija? —El tono de burla en su voz me dio risa. Sí, el granjero tenía una hija, pero no era lo que ella pensaba.

—Sí, tiene una hija, la cual me odió al instante. Loco, lo sé, y ahora que lo pienso, según yo era imposible que una mujer me odiara hasta después de que me la cogiera y olvidara su nombre en la mañana.

—¿Ella te odia? Eso es… extraño. —Su voz se apagó como si reflexionara profundamente.

El sonido fuerte de la puerta del establo abriéndose me llamó la atención.

—Cande, me tengo que ir, nena. Creo que el viejo está aquí.

—Bueno, pórtate bien.

—Siempre —le contesté, antes de colgar y deslizarme el teléfono en el bolsillo.

—¿Hola? —gritó una voz profunda y fuerte.

Salí del pequeño cuarto de escobas en el que me habían atorado y me dirigí en dirección del sonido de la voz. Al girar la esquina, me detuve en seco. El tipo era enorme. Por lo menos dos metros de estatura y ciento treinta kilos de músculo duro. El sombrero de paja de vaquero echado hacia atrás en su cabeza mostraba que era completamente calvo.

—¿Eres Peter Lanzani? —preguntó. Su expresión seria me recordó mucho al entrenador, pero hasta ahí iban las similitudes. Aquel no era como este jodido gigante.

—Sí —le respondí, los ojos del hombre se estrecharon y dio un paso hacia mí. Me tomó hasta la última gota de autocontrol no mandarlo al infierno.

—¿Muchacho, tu papi nunca te dijo que es grosero no respetar a tus mayores? Espero que cualquier niño de tu edad me responda con un “Sí señor”. ¿Entendido?

¿En serio? ¿Qué demonios pensaba el entrenador? Esto nunca funcionaría.

—Cuando te haga una pregunta espero una respuesta —gruñó el gigante.

Bien. Le daría la jodida respuesta—: No.

Su ceño se profundizó y el enfado brilló en los ojos. Yo tenía muchas cosas en juego con este maldito trabajo, pero no era alguien que manejara este tipo de mierda de una buena manera.

—No, ¿qué? —preguntó, arrastrando las palabras lentamente.

—No, mi papi no me enseñó nada a excepción de que sus jodidos puños eran más grandes que los de mi mamá y a cómo abandonar a tu familia —le contesté, con una risa burlona en la voz.

La mueca de enojo en su rostro no cambió. No lo esperaba, pero tampoco esperaba decirle al hombre de mis problemas personales. Sólo salieron. Mi familia era algo de lo que solamente llegué a hablar con Cande y eso fue cuando éramos más chicos y aún me afectaba.

Lo vi levantar la mano y frotarse la barba de la mandíbula, nunca quitándome los ojos de encima. Me encontraba listo para que esta reunión acabara con él diciéndome exactamente qué era lo que tenía que hacer.

—Mack quiere ayudarte. Confío en su juicio. Pero escúchame y hazlo bien. Sacaré tu trasero a patadas de mi propiedad si consumes alguna droga, o conduces un vehículo estando borracho. Eso fue una estupidez, chico. Mucho más que eso. Y lo más importante, mantente alejado de mi pequeña. Queda fuera de tus límites por completo. ¿Entendiste?

Considerando que Lali me odió al conocerme, el hombre no tenía nada de qué preocuparse. Por otra parte, ninguna chica valía el que arruinara mi futuro. No cuando existían tantas otras mujeres dispuestas y disponibles en el mundo que yo podía disfrutar.

—Entiendo. No quiero perder mi beca —le respondí con honestidad.

Con un movimiento de cabeza me extendió su enorme mano. —En ese caso, soy Carlos Esposito. Ahora, pongamos tu trasero a trabajar.
  
LALI

—Ese chico no tuvo papá. Esos son los tipos de los que tienes que mantenerte alejada —dijo papá a modo de saludo en lo que abría la puerta con tela metálica y se dirigía a la cocina. Rodé los ojos al tiempo que regresaba a empanizar las pechugas de pollo que iba a freír para la cena.

—Lo digo en serio, Lali. No tiene la misma crianza que tú y es un arrogante sin respeto por la autoridad. Me saca de quicio. —Papá puso su sombrero sobre la mesa y se acercó a llenar un vaso de té helado.

—No me impresionó. Deja de sermonearme. No ando en la caza de ningún hombre. —Nunca volvería a tener una cita. Tenía a Vico y hasta que conociera a una chica y se enamorara, tendría un compañero con el que hacer cosas. La familiar punzada en mi pecho me recordó que yo lo alejé de mi vida. Odiaba que él dejara todo a un lado para cuidar de mí. Siempre tan preocupado. Sabía a ciencia cierta que Chelsea Jacobson lo amaba. En serio necesitaba hacer algo para acercarlo a ella.

—Mmm —murmuró papá cuando se sentó en el extremo de la mesa de la cocina—. Sé que no buscas un chico, Lali, pero, cariño, eres una mujer. Un día tendrás que volver a abrir tu corazón.

—Papá, por favor. Sólo quiero freír este pollo, hacer tu tarta de arándanos favorita y disfrutar de la cena. No hablemos de otra cosa. ¿De acuerdo?

Con un profundo suspiro, finalmente asintió. Tomó su sombrero y se lo colocó de nuevo en la cabeza calva.

 —Es en momentos como este que creo que cometí un error en no casarme otra vez. Puede que te haya hecho falta una mamá después de todo. Porque ahora mismo no sé qué hacer para solucionar esto para ti, pequeña.

Puse el último pedazo de pollo empanizado en el plato y me lavé las manos bajo el grifo. Luego tomé más tiempo del necesario fregando mis dedos con jabón antes de volverme a mi padre. —Tú fuiste suficiente. Eres suficiente. No vuelvas a decir eso. Soy feliz así como están las cosas. No necesito a nadie para ocupar el lugar de Pablo en mi vida. No quiero que nadie lo haga. ¿Está bien?

Papá cerró la distancia entre nosotros y me dio un fuerte abrazo rápido antes de girarse y salir de la cocina por la misma puerta por la que entró. Sabía que mi desinterés en salir con otros chicos y seguir adelante lo molestaba, pero no podía. No lo haría. Pablo era mi futuro. Ahora ya no estaba.

La puerta se abrió de nuevo a mis espaldas. No esperaba que Vico viniera esta noche a cenar, pero hice lo suficiente por si acaso.

No era Vico. Era él.

Peter levantó las manos como si quisiera decir que vino en paz. La sonrisa arrogante de antes se había ido. Tampoco me miraba como si quisiera comerme. En cambio, parecía desinteresado.

—Sólo necesito un vaso de agua. Tu padre me envió aquí y dijo que te lo pidiera. Pero puedo ver que estás ocupada, así que, si me señalas los vasos lo haré yo mismo.

¿Era el mismo chico de antes? Me obligué a no continuar mirándolo boquiabierta y me volví para sacar un vaso del armario. Se lo di. —Siempre hay una jarra de agua con hielo en la nevera. Tenemos agua de pozo aquí, por lo que sabe mejor cuando está realmente fría.

Asintió. —Gracias.

Me giré y comprobé la temperatura del aceite en la estufa.

El sonido de Peter bebiendo el agua traía intermitentes imágenes a mi cabeza de cómo los músculos de su garganta se movían con cada trago. Cerré los ojos con fuerza tratando de detener mi imaginación. Escuché cuando abría la nevera y se servía un poco más. Entonces, una vez más se la tomó rápidamente. El silencio en la cocina sólo intensificaba el sonido de él tomándola.

—Así está mejor. Estaba jo… di… muy sediento. Gracias por el vaso y el agua. —Peter suspiró y se acercó al fregadero—. ¿Quieres que lo lave o es algo que preferirías hacer?

—Eh, yo puedo hacerlo —balbuceé, aún completamente desequilibrada por su comportamiento.

—Gracias. Pero no me importa lavarlo.

—No, en serio, yo puedo hacerlo. Lo enjuagaré y lo meteré en el lavaplatos de todos modos —divagué.

La puerta de la cocina se abrió de nuevo y me sentí muy agradecida por la interrupción hasta que Natie Pérez entró rebotando en la casa, toda rizos rubios y sonrisas. Normalmente disfrutaba las interrupciones joviales de Natie en mi vida, pero no ahora. No cuando Peter se encontraba aquí. Era una tonta cuando se trataba de chicos atractivos y Peter Lanzani era muchísimo más que atractivo.

Sus grandes ojos marrones lo observaron lentamente. Me aclaré la garganta tratando de llamar su atención, pero no era consciente de que había alguien más en la habitación. Su ajustada camiseta sin mangas y los pantalones cortos completados con botas de vaquero eran el vestuario de verano de Natie. Era todo lo que usaba y lucía bien. Cambié mi atención de ella a Peter, cuya sonrisa sexy había regresado y disfrutaba de la vista tanto como ella lo hacía. No podía llamar a Natie Pérez mi mejor amiga porque Pablo siempre fue mi mejor amigo. Sin embargo, era la amiga mujer más cercana que llegué a tener. Así como Pablo y Vico crecieron justo al lado derecho, ella se crió en la granja del lado izquierdo. Por lo que cuando necesitaba un socio en el crimen, que no fuera un hombre, esa era Natie. Ella y Vico tuvieron una cosa por un tiempo, durante nuestro segundo año en la secundaria. Tenía la certeza de que ella había tomado su virginidad. Pero duró poco. Vico la terminó sin ninguna explicación y ella lloró en mi hombro un par de días y luego lo cambió la siguiente semana por Benji Fitz.

—No me dijiste que tenías compañía, Lali —murmuró Natie, girando uno de sus largos mechones rubios alrededor de un dedo mientras le batía las pestañas a Peter. Dios mío, era ridícula.

—No tengo compañía, Natie —respondí, con la esperanza de llamar su atención, pero no funcionó—. Este es el ayudante de verano de papá. Ahora trabaja con nuestras vacas. Ya que manejó borracho y tiene que cumplir el tiempo de servicio. —Tal vez eso quitaría la mirada de adoración que tenía sobre él. No fue así.

—Oh, ¿entonces estarás aquí todo el verano? —preguntó, todavía sonriéndole a Peter como si fuera una maldita estrella de rock.

—Eso parece —le respondió en un tono divertido. Genial, incluso el prostituto junto a mí pensaba que yo hacía el ridículo.

—Bueno, cuando no te encuentres trabajando y te aburras yo podría hacerte compañía…

Natie Pérez. —Levanté la voz para que dejara de ofrecerse a venir a calentarle la maldita cama en el granero.

Finalmente, sus ojos se movieron de Peter a mí. El brillo en ellos me dijo que sabía exactamente cómo sonaba y que no le importaba en lo más mínimo.

—Gracias. Estoy seguro de que necesitaré a alguien que me muestre qué hacer para entretenerme cuando termine la jornada de trabajo. No puedo pensar en nadie más que hubiera preferido para que me lleve y me explique sobre las cosas que hacer aquí en el campo. —Su acento sexy simplemente me molestaba. También me puso la piel de gallina e hizo que mi corazón se acelerara.

Los ojos de Natie Pérez volvieron a Peter, comiéndoselo vivo. —Eso suena como un buen plan —susurró, cerrando la distancia entre ellos y tendiéndole la mano perfectamente cuidada. Tenía la seguridad de que las uñas pintadas de rosa fuerte que movió en su dirección tentadoramente, hacían juego con las de los pies. La chica era muy demandante cuando venía por aquí—. Soy Natalie Pérez .

Peter cerró la pequeña cantidad de espacio que Natie dejó entre ellos y deslizó su mano en la de ella. ¿La hizo estremecerse? —Peter Lanzani, y es un placer, Natie.

—Oh. —Jadeó ella, con la cabeza echada hacia atrás al tiempo que lo bebía.

Lo juro, si la besaba en mi cocina le tiraría mi masa para la tarta.

—Tengo que volver al trabajo. Te buscaré para que vengas a entretenerme pronto, Natie Pérez —dijo Peter en un susurro, luego dio un paso alrededor de ella y se dirigió hacia la puerta sin mirar atrás.

Al segundo que la puerta se cerró tras él, sacó una silla de la cocina y se sentó con un ruido sordo. —¡OhDiosMío! —chilló—. Juro que creo que acabo de hacer papilla mis malditas bragas.

Encogiéndome ante la imagen mental, negué con la cabeza e hice un ruido de arcadas. —Ya sólo esperaba que no te acostaras sobre la mesa y le abrieras las piernas justo aquí. Lo cierto es que necesitas controlarte, Natie. Te viste como una completa zorra.

Dejó escapar un fuerte suspiro. —¡Oh, a quién le importa! Era el más increíblemente delicioso espécimen masculino en el que haya puesto mis ojos. Quiero casarme con él, tener a sus bebés, bañarlo, vestirlo y diablos, Lali, sólo quiero tocar su cuerpo durante todo el día. Podría hacerlo el resto de mi vida y nunca cansarme.

Antes de que pudiera pensar en una respuesta que esperaba pudiera darle algo de sentido común, la puerta se abrió de nuevo y Vico entró. Su presencia me alivió. Sólo el rostro familiar que se parecía tanto al de su hermano me ayudaba a recordar que lo tuve todo una vez. Los ojos de Vico se posaron en Natie, sentada a la mesa con una expresión todavía aturdida en su rostro. Una sonrisa de conocimiento tocó sus labios.

—Veo que Natie Pérez se encontró con Peter.

Asentí y dejé caer una pechuga de pollo en el aceite que finalmente burbujeaba.

—Apuesto a que lo devoraste con los ojos, Natie. Pobre chico, recibió una grosera bienvenida por parte de Lali antes. En realidad, tener a una mujer babeando por él debió ser bueno para su ego.

Vico tenía que sacar el tema.

—¿Fuiste grosera con esa pieza de perfección? —preguntó con incredulidad.

Me concentré en freír el pollo frente a mí. No hablaría de esto. —¿Se van quedar a cenar? —pregunté en cambio.

—¿Cenará con ustedes? —preguntó Natie esperanzada.

—Por supuesto que no. Es el ayudante. Además, papá no es un admirador suyo. Le prepararé un plato y se lo enviaré al granero.

—¡Yoyoyoyoyo! ¿Puedo llevárselo? —preguntó Natie. No tenía que mirar a atrás para saber que saltaba en su asiento.

Una imagen de Peter Lanzani sin camisa, presionando a Natie contra la pared, y de hecho, poniéndole las manos encima me tenía sacudiendo la cabeza.


—A papá no le gustará. Le pediré a Vico que se lo lleve. —Tenía la certeza de que a papá no le importaba quién se lo llevara con tal de que no fuera yo. Por alguna razón, la idea de Natie tocando a Peter me molestaba. No sabía bien el por qué exactamente, pero lo hacía. La idea de mi amiga embarazada y no casada era probablemente la razón principal.

5 comentarios:

  1. opa le agarran celitos a Lali jajaj
    ++++
    @x_ferreyra7

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  2. celos jajja
    igual que lalli se haga la dura jaajaj

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  3. Se hace la que no le importa pero está RE celosa! Jaja
    Jenny

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  4. Jajjajaja ella está segura que ko le. Pasa nada pero esta celosa!!!!

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