PETER
Esta no podía ser mi habitación. Era del tamaño del armario
en el dormitorio de mi apartamento. Dejé caer el bolso de lona en una de las
camas dobles que se encontraba apiñada en el diminuto lugar. Al otro lado, una
pequeña y redonda mesita de noche apenas tenía suficiente espacio para encajar
entre el lado de la cama y la pared. En el otro extremo había una ducha. El
suelo de hormigón tenía un desagüe en la esquina más alejada y una pequeña
alcachofa salía de la pared. Una sencilla barra y una cortina azul marina eran
la única barrera entre la ducha y la cama. Sabía con certeza que si me tardaba
demasiado en la ducha, mojaría la cama. Mi teléfono comenzó a sonar en mi
bolsillo y lo saqué para ver el nombre de Cande destellando en la pantalla.
—Hola, nena —respondí, recostándome y hundiéndome en la cama.
Sorprendentemente, el colchón no era incómodo.
—Así que, ¿cómo va todo? ¿Son agradables? —Sólo escuchar la
voz de Cande me hizo sentir mejor, no tan solo.
—Sólo he conocido a la hija del hombre y al vecino de al
lado.
—Oh, ¿entonces el granjero tiene una hija? —El tono de burla
en su voz me dio risa. Sí, el granjero tenía una hija, pero no era lo que ella
pensaba.
—Sí, tiene una hija, la cual me odió al instante. Loco, lo
sé, y ahora que lo pienso, según yo era imposible que una mujer me odiara hasta
después de que me la cogiera y olvidara su nombre
en la mañana.
—¿Ella te odia? Eso es… extraño. —Su voz se apagó como si
reflexionara profundamente.
El sonido fuerte de la puerta del establo abriéndose me llamó
la atención.
—Cande, me tengo que ir, nena. Creo que el viejo está aquí.
—Bueno, pórtate bien.
—Siempre —le contesté, antes de colgar y deslizarme el
teléfono en el bolsillo.
—¿Hola? —gritó una voz profunda y fuerte.
Salí del pequeño cuarto de escobas en el que me habían
atorado y me dirigí en dirección del sonido de la voz. Al girar la esquina, me
detuve en seco. El tipo era enorme. Por lo menos dos metros de estatura y
ciento treinta kilos de músculo duro. El sombrero de paja de vaquero echado
hacia atrás en su cabeza mostraba que era completamente calvo.
—¿Eres Peter Lanzani? —preguntó. Su expresión seria me
recordó mucho al entrenador, pero hasta ahí iban las similitudes. Aquel no era
como este jodido gigante.
—Sí —le respondí, los ojos del hombre se estrecharon y dio un
paso hacia mí. Me tomó hasta la última gota de autocontrol no mandarlo al
infierno.
—¿Muchacho, tu papi nunca te dijo que es grosero no respetar
a tus mayores? Espero que cualquier niño de tu edad me responda con un “Sí
señor”. ¿Entendido?
¿En serio? ¿Qué demonios pensaba el
entrenador? Esto nunca funcionaría.
—Cuando te haga una pregunta espero una respuesta —gruñó el
gigante.
Bien. Le daría la jodida respuesta—: No.
Su ceño se profundizó y el enfado brilló en los ojos. Yo
tenía muchas cosas en juego con este maldito trabajo, pero no era alguien que
manejara este tipo de mierda de una buena manera.
—No, ¿qué? —preguntó, arrastrando las palabras
lentamente.
—No, mi papi no me enseñó nada a excepción de que sus
jodidos puños eran más grandes que los de mi mamá y a cómo abandonar a tu
familia —le contesté, con una risa burlona en la voz.
La mueca de enojo en su rostro no cambió. No lo esperaba,
pero tampoco esperaba decirle al hombre de mis problemas personales. Sólo
salieron. Mi familia era algo de lo que solamente llegué a hablar con Cande y
eso fue cuando éramos más chicos y aún me afectaba.
Lo vi levantar la mano y frotarse la barba de la mandíbula,
nunca quitándome los ojos de encima. Me encontraba listo para que esta reunión
acabara con él diciéndome exactamente qué era lo que tenía que hacer.
—Mack quiere ayudarte. Confío en su juicio. Pero escúchame y
hazlo bien. Sacaré tu trasero a patadas de mi propiedad si consumes alguna droga, o conduces un vehículo
estando borracho. Eso fue una estupidez, chico. Mucho más que eso. Y lo más
importante, mantente alejado de mi pequeña. Queda fuera de tus límites por
completo. ¿Entendiste?
Considerando que Lali me odió al conocerme, el hombre no
tenía nada de qué preocuparse. Por otra parte, ninguna chica valía el que
arruinara mi futuro. No cuando existían tantas otras mujeres dispuestas y
disponibles en el mundo que yo podía disfrutar.
—Entiendo. No quiero perder mi beca —le respondí con
honestidad.
Con un movimiento de cabeza me extendió su enorme mano. —En
ese caso, soy Carlos Esposito. Ahora, pongamos tu trasero a trabajar.
LALI
—Ese chico no tuvo papá. Esos
son los tipos de los que tienes que mantenerte alejada —dijo papá a modo de
saludo en lo que abría la puerta con tela metálica y se dirigía a la cocina.
Rodé los ojos al tiempo que regresaba a empanizar las pechugas de pollo que iba
a freír para la cena.
—Lo digo en serio, Lali. No tiene la misma crianza que tú y
es un arrogante sin respeto por la autoridad. Me saca de quicio. —Papá puso su
sombrero sobre la mesa y se acercó a llenar un vaso de té helado.
—No me impresionó. Deja de sermonearme. No ando en la caza de
ningún hombre. —Nunca volvería a tener una cita. Tenía a Vico y hasta que
conociera a una chica y se enamorara, tendría un compañero con el que hacer
cosas. La familiar punzada en mi pecho me recordó que yo lo alejé de mi vida.
Odiaba que él dejara todo a un lado para cuidar de mí. Siempre tan preocupado.
Sabía a ciencia cierta que Chelsea Jacobson lo amaba. En serio necesitaba hacer
algo para acercarlo a ella.
—Mmm —murmuró papá cuando se sentó en el extremo de la mesa
de la cocina—. Sé que no buscas un chico, Lali, pero, cariño, eres una mujer.
Un día tendrás que volver a abrir tu corazón.
—Papá, por favor. Sólo quiero freír este pollo, hacer tu
tarta de arándanos favorita y disfrutar de la cena. No hablemos de otra cosa.
¿De acuerdo?
Con un profundo suspiro, finalmente asintió. Tomó su sombrero
y se lo colocó de nuevo en la cabeza calva.
—Es en momentos como
este que creo que cometí un error en no casarme otra vez. Puede que te haya
hecho falta una mamá después de todo. Porque ahora mismo no sé qué hacer para
solucionar esto para ti, pequeña.
Puse el último pedazo de pollo empanizado en el plato y me
lavé las manos bajo el grifo. Luego tomé más tiempo del necesario fregando mis
dedos con jabón antes de volverme a mi padre. —Tú fuiste suficiente. Eres suficiente.
No vuelvas a decir eso. Soy feliz así como están las cosas. No necesito a nadie
para ocupar el lugar de Pablo en mi vida. No quiero que nadie lo haga. ¿Está
bien?
Papá cerró la distancia entre nosotros y me dio un fuerte
abrazo rápido antes de girarse y salir de la cocina por la misma puerta por la
que entró. Sabía que mi desinterés en salir con otros chicos y seguir adelante
lo molestaba, pero no podía. No lo haría. Pablo era mi futuro. Ahora ya no
estaba.
La puerta se abrió de nuevo a mis espaldas. No esperaba que Vico
viniera esta noche a cenar, pero hice lo suficiente por si acaso.
No era Vico. Era él.
Peter levantó las manos como
si quisiera decir que vino en paz. La sonrisa arrogante de antes se había ido.
Tampoco me miraba como si quisiera comerme. En cambio, parecía desinteresado.
—Sólo necesito un vaso de agua. Tu padre me envió aquí y dijo
que te lo pidiera. Pero puedo ver que estás ocupada, así que, si me señalas los
vasos lo haré yo mismo.
¿Era el mismo chico de antes? Me obligué a no continuar
mirándolo boquiabierta y me volví para sacar un vaso del armario. Se lo di.
—Siempre hay una jarra de agua con hielo en la nevera. Tenemos agua de pozo
aquí, por lo que sabe mejor cuando está realmente fría.
Asintió. —Gracias.
Me giré y comprobé la temperatura del aceite en la estufa.
El sonido de Peter bebiendo el agua traía intermitentes
imágenes a mi cabeza de cómo los músculos de su garganta se movían con cada
trago. Cerré los ojos con fuerza tratando de detener mi imaginación. Escuché
cuando abría la nevera y se servía un poco más. Entonces, una vez más se la
tomó rápidamente. El silencio en la cocina sólo intensificaba el sonido de él
tomándola.
—Así está mejor. Estaba jo… di… muy sediento. Gracias por el
vaso y el agua. —Peter suspiró y se acercó al fregadero—. ¿Quieres que lo lave
o es algo que preferirías hacer?
—Eh, yo puedo hacerlo —balbuceé, aún completamente
desequilibrada por su comportamiento.
—Gracias. Pero no me importa lavarlo.
—No, en serio, yo puedo hacerlo. Lo enjuagaré y lo meteré en
el lavaplatos de todos modos —divagué.
La puerta de la cocina se abrió de nuevo y me sentí muy
agradecida por la interrupción hasta que Natie Pérez entró rebotando en la
casa, toda rizos rubios y sonrisas. Normalmente disfrutaba las interrupciones
joviales de Natie en mi vida, pero no ahora. No cuando Peter se encontraba aquí.
Era una tonta cuando se trataba de chicos atractivos y Peter Lanzani era
muchísimo más que atractivo.
Sus grandes ojos marrones lo observaron lentamente. Me aclaré
la garganta tratando de llamar su atención, pero no era consciente de que había
alguien más en la habitación. Su ajustada camiseta sin mangas y los pantalones
cortos completados con botas de vaquero eran el vestuario de verano de Natie.
Era todo lo que usaba y lucía bien. Cambié mi atención de ella a Peter, cuya
sonrisa sexy había regresado y disfrutaba de la vista tanto como ella lo hacía.
No podía llamar a Natie Pérez mi mejor amiga porque Pablo siempre fue mi mejor
amigo. Sin embargo, era la amiga mujer más cercana que llegué a tener. Así como
Pablo y Vico crecieron justo al lado derecho, ella se
crió en la granja del lado izquierdo. Por lo que cuando necesitaba un socio en
el crimen, que no fuera un hombre, esa era Natie. Ella y Vico tuvieron una cosa
por un tiempo, durante nuestro segundo año en la secundaria. Tenía la certeza
de que ella había tomado su virginidad. Pero duró poco. Vico la terminó sin
ninguna explicación y ella lloró en mi hombro un par de días y luego lo cambió
la siguiente semana por Benji Fitz.
—No me dijiste que tenías compañía, Lali —murmuró Natie,
girando uno de sus largos mechones rubios alrededor de un dedo mientras le
batía las pestañas a Peter. Dios mío, era ridícula.
—No tengo compañía, Natie —respondí, con la esperanza de
llamar su atención, pero no funcionó—. Este es el ayudante de verano de papá.
Ahora trabaja con nuestras vacas. Ya que manejó borracho
y tiene que cumplir el tiempo de servicio. —Tal vez
eso quitaría la mirada de adoración que tenía sobre él. No fue así.
—Oh, ¿entonces estarás aquí todo el verano? —preguntó,
todavía sonriéndole a Peter como si fuera una maldita estrella de rock.
—Eso parece —le respondió en un tono divertido. Genial,
incluso el prostituto junto a mí pensaba que yo hacía el ridículo.
—Bueno, cuando no te encuentres trabajando y te aburras yo
podría hacerte compañía…
—Natie Pérez. —Levanté la voz para que dejara de
ofrecerse a venir a calentarle la maldita cama en el granero.
Finalmente, sus ojos se movieron de Peter a mí. El brillo en
ellos me dijo que sabía exactamente cómo sonaba y que no le importaba en lo más
mínimo.
—Gracias. Estoy seguro de que necesitaré a alguien que me
muestre qué hacer para entretenerme cuando termine la jornada de trabajo. No
puedo pensar en nadie más que hubiera preferido para que me lleve y me explique
sobre las cosas que hacer aquí en el campo. —Su acento sexy simplemente me
molestaba. También me puso la piel de gallina e hizo que mi corazón se
acelerara.
Los ojos de Natie Pérez volvieron a Peter, comiéndoselo vivo.
—Eso suena como un buen plan —susurró, cerrando la distancia entre ellos y
tendiéndole la mano perfectamente cuidada. Tenía la seguridad de que las uñas
pintadas de rosa fuerte que movió en su dirección tentadoramente, hacían juego
con las de los pies. La chica era muy demandante cuando venía por aquí—. Soy Natalie
Pérez .
Peter cerró la pequeña cantidad de espacio que Natie dejó
entre ellos y deslizó su mano en la de ella. ¿La hizo estremecerse? —Peter Lanzani,
y es un placer, Natie.
—Oh. —Jadeó ella, con la
cabeza echada hacia atrás al tiempo que lo bebía.
Lo juro, si la besaba en mi
cocina le tiraría mi masa para la tarta.
—Tengo que volver al trabajo. Te buscaré para que vengas a
entretenerme pronto, Natie Pérez —dijo Peter en un susurro, luego dio un paso
alrededor de ella y se dirigió hacia la puerta sin mirar atrás.
Al segundo que la puerta se cerró tras él, sacó una silla de
la cocina y se sentó con un ruido sordo. —¡OhDiosMío! —chilló—.
Juro que creo que acabo de hacer papilla mis malditas bragas.
Encogiéndome ante la imagen mental, negué con la cabeza e
hice un ruido de arcadas. —Ya sólo esperaba que no te acostaras sobre la mesa y
le abrieras las piernas justo aquí. Lo cierto es que necesitas controlarte, Natie.
Te viste como una completa zorra.
Dejó escapar un fuerte suspiro. —¡Oh, a quién le importa! Era
el más increíblemente delicioso espécimen masculino en el que haya puesto mis
ojos. Quiero casarme con él, tener a sus bebés, bañarlo, vestirlo y diablos, Lali,
sólo quiero tocar su cuerpo durante todo el día. Podría hacerlo el resto de mi
vida y nunca cansarme.
Antes de que pudiera pensar en una respuesta que esperaba
pudiera darle algo de sentido común, la puerta se abrió de nuevo y Vico entró.
Su presencia me alivió. Sólo el rostro familiar que se parecía tanto al de su
hermano me ayudaba a recordar que lo tuve todo una vez. Los ojos de Vico se
posaron en Natie, sentada a la mesa con una expresión todavía aturdida en su
rostro. Una sonrisa de conocimiento tocó sus labios.
—Veo que Natie Pérez se encontró con Peter.
Asentí y dejé caer una pechuga de pollo en el aceite que
finalmente burbujeaba.
—Apuesto a que lo devoraste con los ojos, Natie. Pobre chico,
recibió una grosera bienvenida por parte de Lali antes. En realidad, tener a
una mujer babeando por él debió ser bueno para su ego.
Vico tenía que sacar el tema.
—¿Fuiste grosera con esa pieza de perfección?
—preguntó con incredulidad.
Me concentré en freír el pollo frente a mí. No hablaría de
esto. —¿Se van quedar a cenar? —pregunté en cambio.
—¿Cenará con ustedes? —preguntó Natie esperanzada.
—Por supuesto que no. Es el ayudante. Además, papá no es un
admirador suyo. Le prepararé un plato y se lo enviaré al granero.
—¡Yoyoyoyoyo! ¿Puedo llevárselo? —preguntó Natie. No tenía
que mirar a atrás para saber que saltaba en su asiento.
Una imagen de Peter Lanzani
sin camisa, presionando a Natie contra la pared, y de hecho, poniéndole las
manos encima me tenía sacudiendo la cabeza.
—A papá no le
gustará. Le pediré a Vico que se lo lleve. —Tenía la certeza de que a papá no
le importaba quién se lo llevara con tal de que no fuera yo. Por alguna razón,
la idea de Natie tocando a Peter me molestaba. No sabía bien el por qué
exactamente, pero lo hacía. La idea de mi amiga embarazada y no casada era
probablemente la razón principal.
opa le agarran celitos a Lali jajaj
ResponderEliminar++++
@x_ferreyra7
celos jajja
ResponderEliminarigual que lalli se haga la dura jaajaj
Se hace la que no le importa pero está RE celosa! Jaja
ResponderEliminarJenny
Jajjajaja ella está segura que ko le. Pasa nada pero esta celosa!!!!
ResponderEliminarK regalada Natie,obvia
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