PETER
Perdón por no haber podido subir, la escuela no me dejaba. Hoy haremos maratón.
Seis años antes…
Mi papá dice que necesita
hablar con nosotros.
Me pide que busque a Martina
y los encuentre a él y Mariana en la mesa de la sala. Le digo que sí, que hay
algo de lo que tenemos que hablar con ellos.
La curiosidad destella en
sus ojos, pero sólo por un breve segundo. Él piensa en Mariana otra vez, y ya
no siente curiosidad.
Mariana es su todo.
Me voy a la habitación de
Martina y le digo a mi todo que ellos quieren hablar con nosotros.
Todos nos sentamos en la
mesa del comedor.
Sé lo que va a decir. Va
a decirnos que le propuso casamiento.
No quiero que me importe,
pero me importa. Me pregunto por qué no me lo dijo primero. Me entristece, pero
sólo un poco. No va a importar después de que les diga lo que tenemos que
decirles.
—Le pedí a Mariana que se
case conmigo —dice. Mariana le sonríe. Él le sonríe a ella.
Martina y yo no
sonreímos.
—Entonces lo hicimos —dice
Mariana, mostrando su anillo.
Entonces.
Lo.
Hicimos.
Martina jadea en voz
baja.
Ya están casados.
Se ven felices.
Nos miran, esperando una
reacción.
Mariana está preocupada.
No le gusta que Martina se vea tan molesta.
—Cariño, fue un impulso.
Estábamos en Las Vegas.
Ninguno de nosotros
quería una gran boda. Por favor, no te enfades.
Martina comienza a llorar
en sus manos. Envuelvo un brazo alrededor de ella y quiero consolarla. Quiero
darle un beso tranquilizador, pero mi padre y Mariana no lo entenderían.
Tengo que decirles.
Mi papá parece confundido
porque Martina esté tan molesta. —No creí que a alguno de ustedes le importara —dice—.
Ambos se irán a la universidad en un par de meses.
Cree que estamos enojados
con ellos.
—¿Papá? —le digo,
manteniendo mi brazo alrededor de Martina—. ¿Mariana?
Los miro a los dos.
Voy a arruinar su día.
A arruinarlo.
—Martina está embarazada.
Silencio.
Silencio.
Silencio.
SILENCIO ENSORDECEDOR.
Mariana está en shock.
Mi padre reconforta a Mariana.
Su brazo está alrededor de ella y le frota la espalda.
—Ni siquiera tienes novio
—le dice Mariana a Martina.
Martina me mira.
Mi padre se pone de pie.
Está enfadado. —¿Quién es el responsable? —grita. Me mira—. Dime quién es,
Miles. ¿Qué tipo de hombre embaraza a una chica y no tiene las pelotas para
estar con ella cuando le dice a su propia madre? ¿Qué tipo de hombre permitiría
que el hermano de la muchacha sea el que dé las noticias?
—No soy su hermano —le digo a mi padre.
No lo soy.
Ignora mi comentario. Se
pasea por la cocina.
Odia a la persona que le
hizo esto a Martina.
—Papá —le digo. Me pongo
de pie.
Deja de pasearse. Se
vuelve y me mira.
—Papá...
De repente no estoy tan
seguro como cuando me senté a hacer esto.
Lo tengo bajo
control.
—Papá, fui yo. Yo soy el
que la dejó embarazada.
Mis palabras son
difíciles de asimilar para él.
Mariana mira de un lado a
otro entre Martina y yo. Ella tampoco puede asimilar lo que digo.
—Eso no es posible —dice
mi padre, tratando de alejar toda los pensamientos que le dicen que es posible.
Espero que sean
procesados.
Su expresión cambia de la
confusión a la ira. Me mira como si ni siquiera fuera su hijo. Me mira como si
fuera el hombre que dejó embarazada a su nueva hijastra.
Él me odia.
Me odia.
Realmente me odia.
—Fuera de esta casa.
Miro a Martina. Me agarra
la mano y niega con la cabeza, rogándome silenciosamente que no me vaya.
—Fuera —dice de nuevo.
Me odia.
Le digo Martina que debo
irme. —Sólo por un rato.
Me pide que no me vaya.
Mi padre rodea la mesa y me empuja. Me empuja hacia la puerta. Libero la mano
de Martina.
—Voy a estar en lo de
Nico —le digo—. Te amo.
Esas palabras son,
obviamente, demasiado para mi padre, porque su puño viene inmediatamente a mí.
Aleja la mano y se ve casi tan sorprendido como yo por darme un puñetazo.
Salgo y mi padre cierra
la puerta.
Mi padre me odia.
Camino a mi coche y abro
la puerta. Me siento en el asiento del conductor, pero no arranco el motor. Me
miro en el espejo. Mi labio está sangrando.
Odio a mi padre.
Salgo de mi coche y
cierro la puerta. Regreso a la casa. Mi padre se acerca rápidamente a la puerta.
Levanto mis palmas. No
quiero pegarle, pero lo haré. Si él me toca de nuevo, voy a pegarle.
Martina ya no está en la
mesa.
Martina está en su
habitación.
—Lo siento —le digo a los
dos—. No quisimos que esto ocurriera, pero sucedió y ahora tenemos que lidiar
con eso.
Mariana está llorando. Mi
padre la abraza. Miro a Mariana.
—La amo —le digo—. Estoy
enamorado de tu hija. Me ocuparé de ellos.
Tenemos esto bajo
control.
Mariana no puede ni
siquiera mirarme.
Los dos me odian.
—Esto comenzó antes de
conocerte, Mariana. La conocí antes de saber que estabas con mi padre y
tratamos de detenerlo.
Eso es un poco
mentira.
Mi padre se adelanta. —¿Todo
el tiempo? ¿Esto ha estado pasando todo el tiempo que ella ha vivido aquí?
Sacudo la cabeza. —Ha
estado sucediendo desde antes que ella viva aquí.
Ahora me odia más. Quiere
golpearme de nuevo, pero Mariana lo jala hacia atrás. Ella le dice que lo
resolverán.
Le dice que puede “resolverlo”.
Le dice que va a estar bien.
—Es demasiado tarde para
eso —le digo a Mariana—. Ella está muy avanzada.
No espero a que mi padre
me golpee de nuevo. Paso corriendo por el pasillo y voy con Martina. Cierro la
puerta tras de mí.
Ella me encuentra a mitad
de camino. Lanza los brazos alrededor de mi cuello y llora en mi camisa.
—Bueno —le digo—, la parte
difícil ya terminó.
Se ríe entre el llanto.
Me dice que la parte más difícil todavía no ha terminado.
Me dice que la parte más
difícil es sacar al bebé.
Me río.
Te amo tanto, Martina.
—Te amo tanto, Peter —susurra.
aghhhhhhhhhh, ok, te cuento mi pequeño secreto para no odiar a martina jajaj , no se,me imagino que es lali, solo que en otra vida XD
ResponderEliminarseguila
maaaaaaaaaaaas
ResponderEliminarAhhhhhh
ResponderEliminarOhoh se casaron!!!!
Ayy dios que feo!!!
Igual y penita no me da Martina sabia muy bien dónde se metía al igual y Peter
No quiero pensar lo k significa la parte más difícil es sacar al bebé
ResponderEliminar