jueves, 28 de agosto de 2014

Capitulo 23

LALI


Te extraño tanto, Peter.

Por pensamientos como ese me encuentro ahogando mis penas en chocolate. Ya han pasado tres semanas desde que me trajo a casa. Ya han pasado tres semanas desde que puse mis ojos en él. Navidad llegó y se fue, pero apenas lo noto, ya que he estado trabajando para pasar el tiempo.

Peter no se presentó a dos jueves de juego. Año Nuevo vino y se fue. Otro semestre en la escuela comenzó.

 Lali aún extraña a Peter.

Tomo las chispas de chocolate y la leche achocolatada, y me dirijo hacia la cocina para ocultarlos de la persona que está tocando la puerta del apartamento.

Yo ya sé que no es Peter, porque el golpe en mi puerta pertenece a Agus y Vico. Con lo ocupada que estoy, son los únicos amigos que he hecho aquí, y ellos sólo son amigos míos porque estamos en el grupo de estudio juntos.

Es por eso que están tocando mi puerta en este momento. La abro, y Agus se encuentra sin Vico de pie en la entrada.

—¿Dónde está Vico?

—La llamaron para cubrir un turno —dice—. No podrá venir esta noche.

Abro más la puerta para dejarlo entrar. Tan pronto como pasa por el umbral, Peter abre la puerta de su apartamento al otro lado del pasillo. Se congela cuando nuestras miradas se encuentran.

Con su mirada, me mantiene cautiva durante varios segundos, hasta que sus ojos se deslizan por encima de mi hombro para posarse sobre Agus.

Le echo un vistazo a Agus, quien me mira y arquea una ceja. Al parecer, puede darse cuenta que sucede algo, por lo que respetuosamente se retira a mi apartamento. —Voy a estar en tu habitación, Lali —dice.

Es muy lindo gesto de parte de Agus... ofreciéndome privacidad con el tipo del otro lado del pasillo. Sin embargo, al anunciar que estará esperando en mi habitación probablemente no sea el respeto que Peter quería que le mostraran, porque ahora está dando un paso de vuelta a su apartamento.

Sus ojos caen al suelo justo antes de que se cierre la puerta.

La expresión de su rostro envía punzadas de culpa directamente a mi estómago. Debo recordarme que fue su elección. No tengo nada de qué sentirme culpable, incluso si está juzgando mal la situación con tan sólo abrir la puerta.

Cierro la puerta y me uno a Agus en mi habitación. La charla silenciosa que intenté darme no hizo nada por aliviar mi culpa. Me siento en la cama, y él se sienta en el escritorio. —Eso fue raro —dice, mirándome—. Ahora me da un poco de miedo salir de aquí.

Niego con la cabeza. —No te preocupes por Peter. Él tiene problemas, pero ya no son míos.

Agus asiente y no pregunta más. Abre la guía de estudio y la pone en su regazo mientras coloca los pies sobre la cama.

—Vico ya tomó notas para el capítulo dos, así que si tienes el tres, yo cubriré el cuatro.

—Trato hecho —le digo. Me deslizo hacia atrás contra mi almohada y paso la siguiente hora preparando notas para el capítulo tres, pero no tengo ni idea de cómo me las arreglo para concentrarme, porque lo único en que puedo pensar es en la mirada que cruzó por el rostro de Peter antes de cerrar la puerta. Podía darme cuenta que lo había lastimado.

Eso nos pone a la par ahora, supongo.

***

Después de que Agus y yo intercambiamos notas y contestamos las preguntas finales de cada capítulo, hago copias en mi impresora. Me doy cuenta que tres personas repartiéndose capítulos, y compartiendo respuestas es engañar, pero ¿a quién diablos le importa? Nunca dije ser perfecta.

Una vez que terminamos, camino de vuelta con Agus. Me doy cuenta que se siente un poco nervioso después de haber visto la mirada en el rostro de Peter hace un rato, así que espero a que entre en el ascensor antes de cerrar la puerta del apartamento. Para ser honesta, estaba un poco nerviosa por él, también.

Camino a la cocina y empiezo a calentar un plato de sobras. No tiene sentido cocinar, ya que Gastón no estará en casa hasta tarde en la noche.

Antes de que haya terminado de servir los alimentos a mi plato, la puerta principal se abre con un golpe.

Peter es el único que abre la puerta y toca al mismo tiempo.

Tranquilízate.

Tranquilízate, tranquilízate, tranquilízate.

¡Tranquilízate, Lali, demonios!

—¿Quién era ese? —pregunta Peter a mi espalda.

Ni siquiera me doy la vuelta. Sigo sirviendo mi plato, como si su presencia aquí, luego de semanas de silencio, no revuelve una tormenta de emociones dentro de mí. La ira es la más prominente de todas.

—Vemos clase juntos —le digo—. Estábamos estudiando.

Puedo sentir la tensión saliendo de él, y ni siquiera lo estoy mirando.

—¿Durante tres horas?

Me doy la vuelta y lo miro, pero los improperios que quiero gritarle se quedan atascados en mi garganta cuando lo veo. Está de pie en la puerta de la cocina, sosteniéndose al marco de la puerta sobre su cabeza.

Al parecer, no ha trabajado en varios días, ya que su mandíbula tiene un pequeño rastro de barba. Se encuentra descalzo y su camisa se ha elevado con sus brazos, revelando su V.

Al principio, lo miro fijamente.

Luego le grito.

—Si quiero follar a un chico en mi habitación durante tres horas, ¡entonces bien por mí! No tienes ningún absoluto derecho a opinar sobre lo que pasa en mi vida. Eres un idiota, y tienes serios problemas, y no quiero ser parte de ellos nunca más.

Estoy mintiendo. Realmente quiero ser parte de sus problemas.

Quiero sumergirme en sus problemas y convertirme en sus asuntos, pero se supone que tengo que ser una chica independiente, una chica testaruda que no se derrumba sólo porque le gusta un chico.

Sus ojos se estrechan, y su respiración se vuelve fiera y acelerada. Deja caer los brazos y se acerca rápidamente a mí, tomando mi cara, y obligándome a mirarlo.

Sus ojos son frenéticos, y saber que tiene miedo de que haya seguido adelante se siente demasiado bien. Espera unos segundos antes de hablar, permitiendo que sus ojos vaguen por encima de mi rostro. Sus pulgares se deslizan ligeramente a lo largo de mis mejillas, y sus manos se sienten protectoras y a gusto, haciéndome odiar por completo querer sentirlas por todo mi cuerpo. No me gusta en quién me convierte.

—¿Estás durmiendo con él? —pregunta, finalmente descansando sus ojos en los míos para seguir en su búsqueda de la verdad.

Eso no es asunto tuyo, Peter.

—No —le digo, en vez de eso.

—¿Lo has besado?

Aún no es asunto tuyo, Peter.

—No.

Cierra los ojos y exhala, aliviado. Deja caer las manos sobre la barra a mis costados y descansa su frente en mi hombro.

No me pregunta nada más.

Está sufriendo, pero no sé qué diablos hacer al respecto. Él es el único que puede cambiar las cosas entre nosotros, y hasta donde yo sé, todavía no está dispuesto a hacerlo.

—Lali —susurra dolido. Su cara se mueve a mi cuello, y una de sus manos se apodera de mi cintura—. Maldita sea, Lali. —Su otra mano se mueve a la parte posterior de mi cabeza mientras sus labios se apoyan contra la piel de mi cuello—. ¿Qué hago? —susurra—. ¿Qué diablos hago?

Aprieto los ojos con fuerza, porque la confusión y el dolor en su voz son insoportables. Niego con la cabeza. Niego con él porque no sé cómo responder a una pregunta de la que ni siquiera conozco el significado.

También sacudo la cabeza porque no sé cómo empujarlo físicamente lejos. Sus labios encuentran el punto justo debajo de mi oído, y quiero acercarlo, y al mismo tiempo, empujarlo lo más lejos que pueda. Su boca avanza por mi piel, y siento mi cuello inclinarse para que pueda besar aún más de mí. Sus dedos se enredan en mi pelo mientras sujeta la parte de atrás de mi cabeza para sostenerme contra su boca.

—Haz que me vaya —dice, con voz suplicante y cálida contra mi garganta—. No necesitas esto. —Besa un camino hasta mi garganta, respirando sólo al hablar—. Simplemente no sé cómo dejar de desearte. Dime que me vaya, y me iré.

No le digo que se vaya. Niego con la cabeza. —No puedo.

Giro la cara justo al mismo tiempo que la suya y hace su camino hacia mi boca, luego agarro su camisa y lo acerco a mí, sabiendo exactamente lo que me estoy haciendo a mí misma. Sé que esta vez no va a terminar mejor que las otras veces, pero aun así lo quiero. Si no más.

Hace una pausa y me mira a los ojos con fuerza. —No puedo darte más que esto —susurra, a modo de advertencia—. Simplemente no puedo.

Lo odio por decir eso, pero al mismo tiempo lo respeto.

Respondo empujándolo más cerca hasta que nuestros labios se encuentran. Abrimos la boca al mismo tiempo y nos devoramos por completo el uno al otro. Nos movemos con frenesí, tirando del uno al otro, gimiendo, cavando en la piel del otro.

Sexo, me recuerdo a mí misma. Es sólo sexo. Nada más. Él no me da ninguna otra parte de su ser.

Puedo decirme a mí misma todo lo que quiero, pero al mismo tiempo, estoy tomando, tomando, tomando tanto como pueda conseguir.

Descifrar todos los sonidos que hace y cada toque, tratando de convencerme de que lo que me está dando es mucho más de lo que probablemente es.

Soy una tonta.

Por lo menos soy una tonta consciente de sí misma.

Desabrocho sus pantalones, y él desata mi sujetador, y antes de si quiera llegar a mi dormitorio, mi camisa está afuera. Nuestras bocas nunca se separan mientras cierra la puerta, y luego da un tirón a mi sujetador. Me empuja sobre la cama y me quita los vaqueros, luego se levanta y se quita los suyos.

Es una carrera.

Somos Peter y yo contra todo lo demás.

Competimos contra nuestra conciencia, nuestro orgullo, nuestro respeto, la verdad. Él está intentando entrar en mí antes que cada una de esas cosas nos alcance.

Tan pronto como regresa a la cama, se sube sobre mí, contra mí, y luego dentro de mí.

Nosotros ganamos.

Su boca encuentra la mía una vez más, pero eso es todo lo que hace. No me besará. Nuestros labios se tocan y nuestro aliento choca mientras nuestras miradas se encuentran, pero no hay un beso.

Lo que nuestras bocas hacen es mucho más que eso. Con cada embestida, sus labios se deslizan sobre los míos, y sus ojos se vuelven más hambrientos, pero él nunca me besa.

Un beso es mucho más fácil que lo que hacemos. Cuando besas, puedes cerrar los ojos. Puedes alejar los pensamientos con besos. Puedes  alejar el dolor con besos, la duda, la pena. Cuando cierras los ojos y besas, te proteges de la vulnerabilidad.

Esto no nos protege.

Se trata más bien de una confrontación. De un callejón sin salida. Se trata de un combate cara a cara. Un reto, de mí hacia Peter, de Peter hacia mí. Te reto a intentar detener esto, los dos gritamos en silencio.

Sus ojos permanecen centrados en los míos durante todo el tiempo mientras se mueve dentro y fuera de mí. Con cada embestida, escucho repetirse en mi cabeza las palabras que dijo hace sólo unas pocas  semanas.

Es fácil confundir los sentimientos y emociones con algo que no son,  especialmente cuando el contacto visual se involucra.

Ahora lo entiendo por completo. Entiendo tan bien que casi deseo  haber cerrado los ojos, porque es más probable que no sienta lo que sus ojos me demuestran en estos momentos.

—Te sientes tan bien —susurra. Las palabras caen sobre mi boca, obligándome a gemir en reciprocidad. Baja la mano derecha entre nosotros, ejerciendo presión contra mí, de una manera que normalmente causaría que mi cabeza cayera hacia atrás y los ojos se me cerraran de placer.

Esta vez no es así. No voy a dar marcha atrás a partir de esta confrontación. Especialmente no cuando me mira directamente a los ojos, desafiando sus propias palabras.

A pesar de que me niego a dar marcha atrás, le dejo saber que me gusta lo que me hace. No ayuda dejarlo saber eso, porque no tengo control sobre mi voz en estos momentos. Está poseído por una chica que piensa que ella quiere esto de él.

—No te detengas —dice mi voz, cada vez más poseída por él durante el tiempo que dure.

Aplica más presión, tanto dentro como fuera de mí. Agarra mi pierna detrás de la rodilla y tira de ella entre nuestros pechos, buscando un ángulo ligeramente diferente para entrar en mi cuerpo. Tiene mi pierna firmemente contra su hombro y de alguna manera entra aún más profundo.

—Peter. Oh, Dios mío —gimo su nombre y el nombre de Dios, e incluso le grito a Jesús un par de veces. Empiezo a temblar bajo sus pies, y no estoy segura de quién de nosotros se quiebra primero, pero ahora nos estamos besando. Nos besamos tan fuerte y tan profundo como sus embestidas dentro de mí.

Él es fuerte. Yo lo soy aún más.

Yo estoy temblando. Él tiembla aún más.

Él fuerza su respiración. Yo inhalo suficiente por los dos.

Me da una última estocada y con su pecho me sostiene firmemente contra el colchón. —Lali —dice, gimiendo mi nombre contra mi boca, mientras su cuerpo se recupera de los temblores—. Mierda, Lali. —Tira lentamente de mí y aprieta su mejilla contra mi pecho—. Mierda. — respira—. Es tan bueno. Esto. Nosotros. Tan jodidamente bueno.

—Lo sé.

Rueda hacia un lado y mantiene su brazo cubriéndome. Nos acostamos juntos en silencio.

Yo, sin querer admitir que sólo permití que me usara de nuevo.

Él, sin querer admitir que se trata de algo más que sólo sexo.

Ambos mintiéndonos a nosotros mismos.

***

—¿Dónde está Gastón? —pregunta.

—Estará en casa esta noche.

Levanta la cabeza y baja la mirada hacia mí, con el ceño fruncido lleno de preocupación. —Tengo que irme. —Sale de mi cama y vuelve a ponerse sus vaqueros—. ¿Vuelvo más tarde?

Asiento mientras me levanto y me pongo mis propios pantalones. — Agarra mi camisa de la cocina —le digo. Me pongo mi sujetador y lo fijo. Él abre la puerta de mi dormitorio, pero no sale. Se detiene en la puerta. Está mirando a alguien.

Mierda.

No tengo que verlo para saber que Gastón se encuentra allí.

Inmediatamente me precipito hacia la puerta para detener lo que va a suceder. Cuando llego a la puerta, Gastón está de pie en su lado del pasillo, mirando a Peter.

Hago el primer movimiento. —Gastón, antes de decir algo...

Levanta la mano para hacerme callar. Sus ojos caen por un segundo a mi sostén, y se estremece como si estuviese esperando que lo que escuchó en realidad no haya sucedido. Aparta la mirada, y me cubro a mí misma de inmediato, avergonzada de que se enterara de todo. Mira a Peter, y en sus ojos se refleja una mezcla entre ira y preocupación. — ¿Cuánto tiempo?

—No respondas eso, Peter —digo. Sólo quiero que se vaya. Gastón no tiene derecho a cuestionarle esto. Es ridículo.

—Un tiempo —dice Peter, avergonzado.

Gastón asiente lentamente, dejando que se hunda en él. —¿La amas?

Peter y yo nos miramos el uno al otro. Él mira a Gastón como si estuviera tratando de decidir a cuál de nosotros quiere que su respuesta complazca.

Estoy segura que la lenta sacudida de su cabeza no complace a ninguno de los dos.

—¿Al menos planeas hacerlo? —pregunta Gastón.

Sigo estudiando a Peter como si alguien le preguntara el sentido de la vida.
Creo que quiero la respuesta a esa pregunta mucho más que el propio Gastón.

Peter exhala y niega otra vez. —No —susurra.

No.

Ni siquiera está planeando amarme.

Sabía la respuesta. Lo esperaba. Sin embargo, aún así me duele como el demonio. El hecho de que ni siquiera puede mentir para salvarse de decepcionar a Gastón, demuestra que esto no es un simple juego para él.

Este es Peter. Peter no es capaz de amar. Ya no, de todos modos.

Gastón agarra el marco de la puerta y presiona su frente contra su brazo, respirando lenta y constantemente. Levanta la mirada hacia Peter con los ojos como flechas dirigidas a un objetivo. En toda mi vida, nunca he visto a Gastón así de enojado.

—¿Sólo estás follando a mi hermana?

Espero que Peter caiga hacia atrás por el impacto de las palabras de Gastón, pero en lugar de eso, da un paso hacia él. —Gastón, es una mujer adulta.

Gastón da un paso rápido hacia Peter. —Sal de aquí.

Peter me echa un vistazo, y sus ojos están llenos de disculpa y pesar. No estoy segura si es por mí o por Gastón, pero hace lo que le pide.

Se va.

Todavía estoy de pie en la puerta de mi dormitorio, mirando a Gastón como si pudiera volar a través de esta sala y derribarlo de un golpe.

Gastón me perfora con una mirada tan firme como su postura. —No sabes lo que es ser un hermano, Lali —dice—. No te atrevas a decirme que no estoy autorizado a estar enojado. —Da un paso atrás a su dormitorio y cierra la puerta de un golpe.

Parpadeo rápido, luchando por contener las lágrimas de ira a causa de Gastón, lágrimas de dolor a causa de Peter, y lágrimas de vergüenza a causa de las decisiones egoístas que hice por mí misma. Me niego a llorar delante de cualquiera de ellos.

Camino a la cocina y recupero mi camisa, y luego tiro de ella encima de mi cabeza mientras me dirijo hacia la puerta principal y el pasillo.

Llamo a su puerta, y Peter la abre inmediatamente. Ve detrás de mí, como esperando ver a Gastón allí de pie, entonces se hace a un lado y me deja entrar.

—Ya lo superará —le digo después de que cierra la puerta.

—Lo sé —dice en voz baja—. Pero no va a ser lo mismo. —Peter camina hacia el salón y se sienta en su sofá, así que lo sigo y me siento junto a él. No tengo ninguna palabra de consejo, ya que tiene razón. Las cosas más que probable no serán las mismas entre él y Gastón. Me siento una mierda por ser la razón de ello.

Peter suspira mientras saca la mano de su regazo. Entrelaza sus dedos con los míos. —Lali —dice—. Lo siento.

Lo miro, sus ojos ascienden y se encuentran con los míos. —¿Por qué?

No sé por qué estoy actuando como que no sé lo que está pasando.

Sé exactamente lo que está diciendo.

—Cuando Gastón preguntó si planeaba amarte —dice—. Lo siento, no pude decir que sí. Simplemente no quería mentirle a ninguno de los dos.

Niego. —Has sido más que honesto acerca de lo que quieres de mí, Peter. No puedo estar enojada contigo por eso.

Inhala profundo mientras se pone de pie y comienza a caminar por la sala de estar. Me quedo en el sofá y lo observo mientras ordena sus pensamientos. Con el tiempo se detiene, y coloca las manos detrás de la cabeza. —Tampoco tenía derecho a interrogarte sobre ese tipo. No permito que me cuestiones a mí o a mi vida, así que no tengo derecho a cuestionar la tuya.

No discuto con esa lógica.

—Es sólo que no sé qué hacer con lo que hay entre nosotros. —Da un paso hacia mí, y me pongo de pie. Envuelve los brazos alrededor de mis hombros y me abraza contra su pecho—. No sé una manera fácil, o incluso buena de decirlo, pero lo que le dije a Gastón es la verdad. Nunca amaré a nadie. No vale la pena para mí. Pero estoy siendo injusto contigo. Sé que estoy jugando con tu cabeza, y sé que te he hecho daño, y lo siento por eso. Simplemente me gusta estar contigo, pero cada vez que estoy contigo, tengo miedo que veas más de lo que realmente es.

Sé que debería tener algún tipo de reacción a todo lo que acaba de decir, pero todavía me encuentro procesando sus palabras. Todas y cada una de sus admisiones deberían ser tener una bandera roja, ya que todas también fueron acompañadas de la dura verdad de que no tiene planes de amarme o tener una relación conmigo, pero la bandera roja no se levanta.

La verde sí.

—¿Se trata específicamente de no querer amarme a mí, o se trata del amor, en general, lo que no quieres experimentar?

Me aleja de su pecho para poder mirarme mientras contesta mi pregunta. —El amor en general es lo que no quiero, Lali. Nunca. Sólo eres tú específicamente lo que... quiero.

Me enamoro y desenamoro, y con esa respuesta me vuelvo a enamorar. Estoy tan jodida. Todo lo que dice debería enviarme a correr, pero en cambio, me da ganas de envolver mis brazos a su alrededor y darle lo que sea que esté dispuesto a tomar de mí. Estoy mintiéndole a él, me estoy mintiendo a mí misma, y no le sirvo a ninguno de los dos, pero no puedo detener las palabras que salen de mi boca.

—Puedo manejar esto, siempre y cuando se mantenga simple — digo—. ¿Cuándo haces esa mierda que hiciste hace unas semanas? ¿De alejarte y cerrar la puerta? Eso no es hacer que sea simple, Peter. Cosas así hacen que todo sea complicado.

Asiente, contemplando lo que he dicho. —Simple —dice, poniendo la palabra en torno a su boca—. Si puedes hacerlo simple, yo puedo hacerlo simple.

—Bueno —digo—. Y cuando se vuelva demasiado difícil para cualquiera de nosotros, vamos a terminarlo por siempre.

—No estoy preocupado de que sea demasiado difícil para mí —dice—  Estoy preocupado de que se vuelva demasiado difícil para ti.

Estoy preocupada por mí también, Peter. Pero quiero el aquí y ahora contigo mucho más de lo que me importa cómo me afectará en el final.

Con ese pensamiento, de repente imagino mi única regla. Él ha tenido sus límites todo este tiempo, protegiéndose de la vulnerabilidad que he sufrido.

—Creo que por fin tengo mi única regla —digo. Me mira y levanta una ceja, esperando a que hable—. No me vengas con la falsa esperanza de un futuro —digo—. Especialmente si sabes en tú corazón que nunca tendremos uno.

Su postura se endurece inmediatamente. —¿He hecho eso? — pregunta, verdaderamente preocupado—. ¿Te he dado falsas esperanzas antes?

Sí. Hace treinta minutos, cuando me miraste a los ojos todo el tiempo que estuviste dentro de mí.

—No —digo rápidamente—. Sólo asegúrate de no hacer o decir cosas que me harían creer lo contrario. Mientras que ambos veamos esto como lo que es, creo que estaremos bien.

Me mira en silencio por un rato, estudiándome. Evaluando mis palabras. —No puedo entender si es que eres muy madura para tu edad o si realmente estás delirando.

Me encojo de hombros, guardando mis delirios muy dentro de mi pecho. —Una mezcla saludable de ambas, estoy segura. Aprieta los labios contra el lado de mi cabeza. —Esto se siente realmente jodido decirlo en voz alta, pero te prometo que no te daré esperanzas, Lali.

Mi corazón frunce el ceño ante sus palabras, pero mi cara fuerza una sonrisa.

—Bueno —digo—, tienes problemas del tipo que me asustan, y algún día prefiero enamorarme de un hombre emocionalmente estable.

Ríe. Seguramente porque sabe que las probabilidades de encontrar a alguien que pueda aguantar este tipo de relación, si se puede llamar así, es extremadamente bajo. Pero de alguna manera, la única chica que podría estar bien con él, acaba de atravesar el salón por él. Y a él realmente le gusta ella.

Te gusto, Peter Lanzani.

***

—Gastón se enteró —digo mientras tomo lo que se ha convertido en mi lugar habitual junto a Cap.

—Uh-oh —dice él—. ¿El chico aún está vivo?

Asiento. —Por ahora. Sin embargo, no estoy segura de cuánto tiempo va a durar.

Las puertas del vestíbulo se abren, y veo a Benjamin entrar. Se quita el
sombrero de su cabeza y sacude la lluvia mientras camina hacia el ascensor.

—A veces desearía que los vuelos que envío se estrellaran —dice Cap, mirando a Benjamin.

Supongo que a Cap no le gusta Benjamin, tampoco. Estoy empezando a sentirme un poco mal por Benjamin.

Él nos ve justo antes de llegar a los ascensores. Cap se mueve para pulsar el botón, pero Benjamin llega antes que él. —Soy bastante capaz de buscar mi propio ascensor, viejo —dice.

Vagamente recuerdo haber tenido un breve pensamiento hace diez segundos acerca de Benjamin y cómo sentía lástima por él. Me retracto. Benjamin me mira y guiña un ojo. —¿Qué haces, Lali?

—Lavando elefantes —digo con cara seria.

Benjamin me lanza una mirada confusa, en absoluto comprendiendo mi respuesta aleatoria.

—Si no quieres una respuesta sarcástica —le dice Cap—, no hagas una pregunta estúpida.

Las puertas del ascensor se abren, y Benjamin nos rueda los ojos antes de entrar al ascensor.


Cap rueda los ojos en mi dirección, y sonríe. Sostiene la palma de su mano hacia arriba, y yo choco los cincos con él.

5 comentarios:

  1. Jaja todos odian a Benjamin..
    Perdón si me pierdo! Empecé con las prácticas en las escuelas y estoy a full!. Pero siempre me hago un lugarcito para leerte!.
    Seguila! :)

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  2. Me olvidé de decirte que soy Jenny :) ja

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  3. jaja coincido con jenny jajaja
    odio a benjamin!!! jajaj XD nahh....

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  4. Ay dios que fuerte cap
    Se e tiro gaston la PUTA MADRE!!!
    Ay no se me dio cosita osea Gas quiere lo mejor para Lali y Peter le comento testa que no planea amarla pffs
    Ay dios no se simplemente sin comentarios
    Jajajajja nadie quiere a Benjamin jajajajja

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  5. Menudo trauma tiene encima Peter!!!

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