LALI
Te extraño tanto,
Peter.
Por pensamientos como ese me encuentro ahogando mis penas en
chocolate. Ya han pasado tres semanas desde que me trajo a casa. Ya han pasado
tres semanas desde que puse mis ojos en él. Navidad llegó y se fue, pero apenas
lo noto, ya que he estado trabajando para pasar el tiempo.
Peter no se presentó a dos jueves de juego. Año Nuevo vino y se
fue. Otro semestre en la escuela comenzó.
Lali aún extraña a Peter.
Tomo las chispas de chocolate y la leche achocolatada, y me dirijo
hacia la cocina para ocultarlos de la persona que está tocando la puerta del
apartamento.
Yo ya sé que no es Peter, porque el golpe en mi puerta pertenece a
Agus y Vico. Con lo ocupada que estoy, son los únicos amigos que he hecho aquí,
y ellos sólo son amigos míos porque estamos en el grupo de estudio juntos.
Es por eso que están tocando mi puerta en este momento. La abro, y
Agus se encuentra sin Vico de pie en la entrada.
—¿Dónde está Vico?
—La llamaron para cubrir un turno —dice—. No podrá venir esta noche.
Abro más la puerta para dejarlo entrar. Tan pronto como pasa por
el umbral, Peter abre la puerta de su apartamento al otro lado del pasillo. Se
congela cuando nuestras miradas se encuentran.
Con su mirada, me mantiene cautiva durante varios segundos, hasta
que sus ojos se deslizan por encima de mi hombro para posarse sobre Agus.
Le echo un vistazo a Agus, quien me mira y arquea una ceja. Al
parecer, puede darse cuenta que sucede algo, por lo que respetuosamente se
retira a mi apartamento. —Voy a estar en tu habitación, Lali —dice.
Es muy lindo gesto de parte de Agus... ofreciéndome privacidad con
el tipo del otro lado del pasillo. Sin embargo, al anunciar que estará
esperando en mi habitación probablemente no sea el respeto que Peter quería que
le mostraran, porque ahora está dando un paso de vuelta a su apartamento.
Sus ojos caen al suelo justo antes de que se cierre la puerta.
La expresión de su rostro envía punzadas de culpa directamente a mi
estómago. Debo recordarme que fue su elección. No tengo nada de qué sentirme
culpable, incluso si está juzgando mal la situación con tan sólo abrir la
puerta.
Cierro la puerta y me uno a Agus en mi habitación. La charla silenciosa
que intenté darme no hizo nada por aliviar mi culpa. Me siento en la cama, y él
se sienta en el escritorio. —Eso fue raro —dice, mirándome—. Ahora me da un
poco de miedo salir de aquí.
Niego con la cabeza. —No te preocupes por Peter. Él tiene problemas,
pero ya no son míos.
Agus asiente y no pregunta más. Abre la guía de estudio y la pone en
su regazo mientras coloca los pies sobre la cama.
—Vico ya tomó notas para el capítulo dos, así que si tienes el
tres, yo cubriré el cuatro.
—Trato hecho —le digo. Me deslizo hacia atrás contra mi almohada y
paso la siguiente hora preparando notas para el capítulo tres, pero no tengo ni
idea de cómo me las arreglo para concentrarme, porque lo único en que puedo
pensar es en la mirada que cruzó por el rostro de Peter antes de cerrar la
puerta. Podía darme cuenta que lo había lastimado.
Eso nos pone a la par ahora, supongo.
***
Después de que Agus y yo intercambiamos notas y contestamos las preguntas
finales de cada capítulo, hago copias en mi impresora. Me doy cuenta que tres
personas repartiéndose capítulos, y compartiendo respuestas es engañar, pero ¿a
quién diablos le importa? Nunca dije ser perfecta.
Una vez que terminamos, camino de vuelta con Agus. Me doy cuenta que
se siente un poco nervioso después de haber visto la mirada en el rostro de
Peter hace un rato, así que espero a que entre en el ascensor antes de cerrar
la puerta del apartamento. Para ser honesta, estaba un poco nerviosa por él,
también.
Camino a la cocina y empiezo a calentar un plato de sobras. No
tiene sentido cocinar, ya que Gastón no estará en casa hasta tarde en la noche.
Antes de que haya terminado de servir los alimentos a mi plato, la
puerta principal se abre con un golpe.
Peter es el único que abre la puerta y toca al mismo tiempo.
Tranquilízate.
Tranquilízate,
tranquilízate, tranquilízate.
¡Tranquilízate,
Lali, demonios!
—¿Quién era ese? —pregunta Peter a mi espalda.
Ni siquiera me doy la vuelta. Sigo sirviendo mi plato, como si su presencia
aquí, luego de semanas de silencio, no revuelve una tormenta de emociones
dentro de mí. La ira es la más prominente de todas.
—Vemos clase juntos —le digo—. Estábamos estudiando.
Puedo sentir la tensión saliendo de él, y ni siquiera lo estoy
mirando.
—¿Durante tres horas?
Me doy la vuelta y lo miro, pero los improperios que quiero
gritarle se quedan atascados en mi garganta cuando lo veo. Está de pie en la puerta
de la cocina, sosteniéndose al marco de la puerta sobre su cabeza.
Al parecer, no ha trabajado en varios días, ya que su mandíbula
tiene un pequeño rastro de barba. Se encuentra descalzo y su camisa se ha
elevado con sus brazos, revelando su V.
Al principio, lo miro fijamente.
Luego le grito.
—Si quiero follar a un chico en mi habitación durante tres horas, ¡entonces
bien por mí! No tienes ningún absoluto derecho a opinar sobre lo que pasa en mi
vida. Eres un idiota, y tienes serios problemas, y no quiero ser parte de ellos
nunca más.
Estoy mintiendo. Realmente quiero ser parte de sus problemas.
Quiero sumergirme en sus problemas y convertirme en sus asuntos, pero se supone que tengo que
ser una chica independiente, una chica testaruda que no se derrumba sólo porque
le gusta un chico.
Sus ojos se estrechan, y su respiración se vuelve fiera y
acelerada. Deja caer los brazos y se acerca rápidamente a mí, tomando mi cara,
y obligándome a mirarlo.
Sus ojos son frenéticos, y saber que tiene miedo de que haya
seguido adelante se siente demasiado bien. Espera unos segundos antes de
hablar, permitiendo que sus ojos vaguen por encima de mi rostro. Sus pulgares
se deslizan ligeramente a lo largo de mis mejillas, y sus manos se sienten protectoras
y a gusto, haciéndome odiar por completo querer sentirlas por todo mi cuerpo.
No me gusta en quién me convierte.
—¿Estás durmiendo con él? —pregunta, finalmente descansando sus
ojos en los míos para seguir en su búsqueda de la verdad.
Eso no es asunto
tuyo, Peter.
—No —le digo, en vez de eso.
—¿Lo has besado?
Aún no es asunto
tuyo, Peter.
—No.
Cierra los ojos y exhala, aliviado. Deja caer las manos sobre la
barra a mis costados y descansa su frente en mi hombro.
No me pregunta nada más.
Está sufriendo, pero no sé qué diablos hacer al respecto. Él es el
único que puede cambiar las cosas entre nosotros, y hasta donde yo sé, todavía
no está dispuesto a hacerlo.
—Lali —susurra dolido. Su cara se mueve a mi cuello, y una de sus manos
se apodera de mi cintura—. Maldita sea, Lali. —Su otra mano se mueve a la parte posterior de mi cabeza
mientras sus labios se apoyan contra la piel de mi cuello—. ¿Qué hago?
—susurra—. ¿Qué diablos hago?
Aprieto los ojos con fuerza, porque la confusión y el dolor en su
voz son insoportables. Niego con la cabeza. Niego con él porque no sé cómo responder
a una pregunta de la que ni siquiera conozco el significado.
También sacudo la cabeza porque no sé cómo empujarlo físicamente
lejos. Sus labios encuentran el punto justo debajo de mi oído, y quiero acercarlo,
y al mismo tiempo, empujarlo lo más lejos que pueda. Su boca avanza por mi
piel, y siento mi cuello inclinarse para que pueda besar aún más de mí. Sus
dedos se enredan en mi pelo mientras sujeta la parte de atrás de mi cabeza para
sostenerme contra su boca.
—Haz que me vaya —dice, con voz suplicante y cálida contra mi garganta—.
No necesitas esto. —Besa un camino hasta mi garganta, respirando sólo al
hablar—. Simplemente no sé cómo dejar de desearte. Dime que me vaya, y me iré.
No le digo que se vaya. Niego con la cabeza. —No puedo.
Giro la cara justo al mismo tiempo que la suya y hace su camino hacia
mi boca, luego agarro su camisa y lo acerco a mí, sabiendo exactamente lo que
me estoy haciendo a mí misma. Sé que esta vez no va a terminar mejor que las
otras veces, pero aun así lo quiero. Si no más.
Hace una pausa y me mira a los ojos con fuerza. —No puedo darte más
que esto —susurra, a modo de advertencia—. Simplemente no puedo.
Lo odio por decir eso, pero al mismo tiempo lo respeto.
Respondo empujándolo más cerca hasta que nuestros labios se encuentran.
Abrimos la boca al mismo tiempo y nos devoramos por completo el uno al otro.
Nos movemos con frenesí, tirando del uno al otro, gimiendo, cavando en la piel
del otro.
Sexo, me recuerdo a mí misma. Es sólo sexo. Nada
más. Él no me da ninguna otra parte de su ser.
Puedo decirme a mí misma todo lo que quiero, pero al mismo tiempo,
estoy tomando, tomando, tomando tanto como pueda conseguir.
Descifrar todos los sonidos que hace y cada toque, tratando de convencerme
de que lo que me está dando es mucho más de lo que probablemente es.
Soy una tonta.
Por lo menos soy una tonta consciente de sí misma.
Desabrocho sus pantalones, y él desata mi sujetador, y antes de si
quiera llegar a mi dormitorio, mi camisa está afuera. Nuestras bocas nunca se
separan mientras cierra la puerta, y luego da un tirón a mi sujetador. Me
empuja sobre la cama y me quita los vaqueros, luego se levanta y se quita los
suyos.
Es una carrera.
Somos Peter y yo contra todo lo demás.
Competimos contra nuestra conciencia, nuestro orgullo, nuestro respeto,
la verdad. Él está intentando entrar en mí antes que cada una de esas cosas nos
alcance.
Tan pronto como regresa a la cama, se sube sobre mí, contra mí, y luego
dentro de mí.
Nosotros ganamos.
Su boca encuentra la mía una vez más, pero eso es todo lo que
hace. No me besará. Nuestros labios se tocan y nuestro aliento choca mientras nuestras
miradas se encuentran, pero no hay un beso.
Lo que nuestras bocas hacen es mucho más que eso. Con cada embestida, sus labios se deslizan sobre los míos, y sus ojos se
vuelven más hambrientos, pero él nunca me besa.
Un beso es mucho más fácil que lo que hacemos. Cuando besas, puedes
cerrar los ojos. Puedes alejar los pensamientos con besos. Puedes alejar el dolor con besos, la duda, la pena.
Cuando cierras los ojos y besas, te proteges de la vulnerabilidad.
Esto no nos protege.
Se trata más bien de una confrontación. De un callejón sin salida.
Se trata de un combate cara a cara. Un reto, de mí hacia Peter, de Peter hacia
mí. Te reto a
intentar detener esto, los dos gritamos en
silencio.
Sus ojos permanecen centrados en los míos durante todo el tiempo mientras
se mueve dentro y fuera de mí. Con cada embestida, escucho repetirse en mi
cabeza las palabras que dijo hace sólo unas pocas semanas.
Es fácil
confundir los sentimientos y emociones con algo que no son, especialmente cuando el contacto visual se
involucra.
Ahora lo entiendo por completo. Entiendo tan bien que casi
deseo haber cerrado los ojos, porque es
más probable que no sienta lo que sus ojos me demuestran en estos momentos.
—Te sientes tan bien —susurra. Las palabras caen sobre mi boca, obligándome
a gemir en reciprocidad. Baja la mano derecha entre nosotros, ejerciendo
presión contra mí, de una manera que normalmente causaría que mi cabeza cayera
hacia atrás y los ojos se me cerraran de placer.
Esta vez no es así. No voy a dar marcha atrás a partir de esta confrontación.
Especialmente no cuando me mira directamente a los ojos, desafiando sus propias
palabras.
A pesar de que me niego a dar marcha atrás, le dejo saber que me gusta
lo que me hace. No ayuda dejarlo saber eso, porque no tengo control sobre mi
voz en estos momentos. Está poseído por una chica que piensa que ella quiere
esto de él.
—No te detengas —dice mi voz, cada vez más poseída por él durante el
tiempo que dure.
Aplica más presión, tanto dentro como fuera de mí. Agarra mi
pierna detrás de la rodilla y tira de ella entre nuestros pechos, buscando un ángulo
ligeramente diferente para entrar en mi cuerpo. Tiene mi pierna firmemente
contra su hombro y de alguna manera entra aún más profundo.
—Peter. Oh, Dios mío —gimo su nombre y el
nombre de Dios, e incluso le grito a Jesús un par de veces. Empiezo a temblar
bajo sus pies, y no estoy segura de quién de nosotros se quiebra primero, pero
ahora nos estamos besando. Nos besamos tan fuerte y tan profundo como sus embestidas
dentro de mí.
Él es fuerte. Yo lo soy aún más.
Yo estoy temblando. Él tiembla aún más.
Él fuerza su respiración. Yo inhalo suficiente por los dos.
Me da una última estocada y con su pecho me sostiene firmemente contra
el colchón. —Lali —dice, gimiendo mi nombre contra mi boca, mientras su cuerpo
se recupera de los temblores—. Mierda, Lali. —Tira lentamente
de mí y aprieta su mejilla contra mi pecho—. Mierda. — respira—. Es tan bueno.
Esto. Nosotros. Tan jodidamente bueno.
—Lo sé.
Rueda hacia un lado y mantiene su brazo cubriéndome. Nos acostamos
juntos en silencio.
Yo, sin querer admitir que sólo permití que me usara de nuevo.
Él, sin querer admitir que se trata de algo más que sólo sexo.
Ambos mintiéndonos a nosotros mismos.
***
—¿Dónde está Gastón? —pregunta.
—Estará en casa esta noche.
Levanta la cabeza y baja la mirada hacia mí, con el ceño fruncido lleno
de preocupación. —Tengo que irme. —Sale de mi cama y vuelve a ponerse sus
vaqueros—. ¿Vuelvo más tarde?
Asiento mientras me levanto y me pongo mis propios pantalones. — Agarra
mi camisa de la cocina —le digo. Me pongo mi sujetador y lo fijo. Él abre la
puerta de mi dormitorio, pero no sale. Se detiene en la puerta. Está mirando a
alguien.
Mierda.
No tengo que verlo para saber que Gastón se encuentra allí.
Inmediatamente me precipito hacia la puerta para detener lo que va
a suceder. Cuando llego a la puerta, Gastón está de pie en su lado del pasillo,
mirando a Peter.
Hago el primer movimiento. —Gastón, antes de decir algo...
Levanta la mano para hacerme callar. Sus ojos caen por un segundo a
mi sostén, y se estremece como si estuviese esperando que lo que escuchó en
realidad no haya sucedido. Aparta la mirada, y me cubro a mí misma de
inmediato, avergonzada de que se enterara de todo. Mira a Peter, y en sus ojos
se refleja una mezcla entre ira y preocupación. — ¿Cuánto tiempo?
—No respondas eso, Peter —digo. Sólo quiero que se vaya. Gastón no
tiene derecho a cuestionarle esto. Es ridículo.
—Un tiempo —dice Peter, avergonzado.
Gastón asiente lentamente, dejando que se hunda en él. —¿La amas?
Peter y yo nos miramos el uno al otro. Él mira a Gastón como si estuviera
tratando de decidir a cuál de nosotros quiere que su respuesta complazca.
Estoy segura que la lenta sacudida de su cabeza no complace a ninguno
de los dos.
—¿Al menos planeas hacerlo? —pregunta Gastón.
Sigo estudiando a Peter como si alguien le preguntara el sentido
de la vida.
Creo que quiero la respuesta a esa pregunta mucho más que el propio
Gastón.
Peter exhala y niega otra vez. —No —susurra.
No.
Ni siquiera está planeando amarme.
Sabía la respuesta. Lo esperaba. Sin embargo, aún así me duele como
el demonio. El hecho de que ni siquiera puede mentir para salvarse de
decepcionar a Gastón, demuestra que esto no es un simple juego para él.
Este es Peter. Peter no es capaz de amar. Ya no, de todos
modos.
Gastón agarra el marco de la puerta y presiona su frente contra su
brazo, respirando lenta y constantemente. Levanta la mirada hacia Peter con los
ojos como flechas dirigidas a un objetivo. En toda mi vida, nunca he visto a Gastón
así de enojado.
—¿Sólo estás follando a mi hermana?
Espero que Peter caiga hacia atrás por el impacto de las palabras
de Gastón, pero en lugar de eso, da un paso hacia él. —Gastón, es una mujer adulta.
Gastón da un paso rápido hacia Peter. —Sal de aquí.
Peter me echa un vistazo, y sus ojos están llenos de disculpa y pesar.
No estoy segura si es por mí o por Gastón, pero hace lo que le pide.
Se va.
Todavía estoy de pie en la puerta de mi dormitorio, mirando a Gastón
como si pudiera volar a través de esta sala y derribarlo de un golpe.
Gastón me perfora con una mirada tan firme como su postura. —No sabes
lo que es ser un hermano, Lali —dice—. No te atrevas a decirme que no estoy
autorizado a estar enojado. —Da un paso atrás a su dormitorio y cierra la
puerta de un golpe.
Parpadeo rápido, luchando por contener las lágrimas de ira a causa
de Gastón, lágrimas de dolor a causa de Peter, y lágrimas de vergüenza a causa
de las decisiones egoístas que hice por mí misma. Me niego a llorar delante de
cualquiera de ellos.
Camino a la cocina y recupero mi camisa, y luego tiro de ella
encima de mi cabeza mientras me dirijo hacia la puerta principal y el pasillo.
Llamo a su puerta, y Peter la abre inmediatamente. Ve detrás de
mí, como esperando ver a Gastón allí de pie, entonces se hace a un lado y me
deja entrar.
—Ya lo superará —le digo después de que cierra la puerta.
—Lo sé —dice en voz baja—. Pero no va a ser lo mismo. —Peter camina
hacia el salón y se sienta en su sofá, así que lo sigo y me siento junto a él.
No tengo ninguna palabra de consejo, ya que tiene razón. Las cosas más que
probable no serán las mismas entre él y Gastón. Me siento una mierda por ser la
razón de ello.
Peter suspira mientras saca la mano de su regazo. Entrelaza sus dedos
con los míos. —Lali —dice—. Lo siento.
Lo miro, sus ojos ascienden y se encuentran con los míos. —¿Por qué?
No sé por qué estoy actuando como que no sé lo que está pasando.
Sé exactamente lo que está diciendo.
—Cuando Gastón preguntó si planeaba amarte —dice—. Lo siento, no
pude decir que sí. Simplemente no quería mentirle a ninguno de los dos.
Niego. —Has sido más que honesto acerca de lo que quieres de mí, Peter.
No puedo estar enojada contigo por eso.
Inhala profundo mientras se pone de pie y comienza a caminar por la
sala de estar. Me quedo en el sofá y lo observo mientras ordena sus pensamientos.
Con el tiempo se detiene, y coloca las manos detrás de la cabeza. —Tampoco
tenía derecho a interrogarte sobre ese tipo. No permito que me cuestiones a mí
o a mi vida, así que no tengo derecho a cuestionar la tuya.
No discuto con
esa lógica.
—Es sólo que no sé qué hacer con lo que hay entre nosotros. —Da un
paso hacia mí, y me pongo de pie. Envuelve los brazos alrededor de mis hombros
y me abraza contra su pecho—. No sé una manera fácil, o incluso buena de
decirlo, pero lo que le dije a Gastón es la verdad. Nunca amaré a nadie. No
vale la pena para mí. Pero estoy siendo injusto contigo. Sé que estoy jugando
con tu cabeza, y sé que te he hecho daño, y lo siento por eso. Simplemente me
gusta estar contigo, pero cada vez que estoy contigo, tengo miedo que veas más
de lo que realmente es.
Sé que debería tener algún tipo de reacción a todo lo que acaba de
decir, pero todavía me encuentro procesando sus palabras. Todas y cada una de
sus admisiones deberían ser tener una bandera roja, ya que todas también fueron
acompañadas de la dura verdad de que no tiene planes de amarme o tener una
relación conmigo, pero la bandera roja no se levanta.
La verde sí.
—¿Se trata específicamente de no querer amarme a mí, o se trata
del amor, en general, lo que no quieres experimentar?
Me aleja de su pecho para poder mirarme mientras contesta mi pregunta.
—El amor en general es lo que no quiero, Lali. Nunca. Sólo eres tú específicamente
lo que... quiero.
Me enamoro y desenamoro, y con esa respuesta me vuelvo a enamorar.
Estoy tan jodida. Todo lo que dice debería enviarme a correr, pero en cambio,
me da ganas de envolver mis brazos a su alrededor y darle lo que sea que esté
dispuesto a tomar de mí. Estoy mintiéndole a él, me estoy mintiendo a mí misma,
y no le sirvo a ninguno de los dos, pero no puedo detener las palabras que
salen de mi boca.
—Puedo manejar esto, siempre y cuando se mantenga simple — digo—.
¿Cuándo haces esa mierda que hiciste hace unas semanas? ¿De alejarte y cerrar
la puerta? Eso no es hacer que sea simple, Peter. Cosas así hacen que todo sea
complicado.
Asiente, contemplando lo que he dicho. —Simple —dice, poniendo la palabra
en torno a su boca—. Si puedes hacerlo simple, yo puedo hacerlo simple.
—Bueno —digo—. Y cuando se vuelva demasiado difícil para cualquiera
de nosotros, vamos a terminarlo por siempre.
—No estoy preocupado de que sea demasiado difícil para mí
—dice— Estoy preocupado de que se vuelva
demasiado difícil para ti.
Estoy preocupada
por mí también, Peter. Pero quiero el aquí y ahora contigo mucho más de lo que
me importa cómo me afectará en el final.
Con ese pensamiento, de repente imagino mi única regla. Él ha tenido
sus límites todo este tiempo, protegiéndose de la vulnerabilidad que he
sufrido.
—Creo que por fin tengo mi única regla —digo. Me mira y levanta una
ceja, esperando a que hable—. No me vengas con la falsa esperanza de un futuro
—digo—. Especialmente si sabes en tú corazón que nunca tendremos uno.
Su postura se endurece inmediatamente. —¿He hecho eso? — pregunta,
verdaderamente preocupado—. ¿Te he dado falsas esperanzas antes?
Sí. Hace treinta
minutos, cuando me miraste a los ojos todo el tiempo que estuviste dentro de
mí.
—No —digo rápidamente—. Sólo asegúrate de no hacer o decir cosas que
me harían creer lo contrario. Mientras que ambos veamos esto como lo que es,
creo que estaremos bien.
Me mira en silencio por un rato, estudiándome. Evaluando mis palabras.
—No puedo entender si es que eres muy madura para tu edad o si realmente estás
delirando.
Me encojo de hombros, guardando mis delirios muy dentro de mi pecho.
—Una mezcla saludable de ambas, estoy segura. Aprieta los labios contra el lado
de mi cabeza. —Esto se siente realmente jodido decirlo en voz alta, pero te
prometo que no te daré esperanzas, Lali.
Mi corazón frunce el ceño ante sus palabras, pero mi cara fuerza una
sonrisa.
—Bueno —digo—, tienes problemas del tipo que me asustan, y algún día
prefiero enamorarme de un hombre emocionalmente estable.
Ríe. Seguramente porque sabe que las probabilidades de encontrar a
alguien que pueda aguantar este tipo de relación, si se puede llamar así, es
extremadamente bajo. Pero de alguna manera, la única chica que podría estar
bien con él, acaba de atravesar el salón por él. Y a él realmente le gusta
ella.
Te gusto, Peter Lanzani.
***
—Gastón se enteró —digo mientras tomo lo que se ha convertido en mi
lugar habitual junto a Cap.
—Uh-oh —dice él—. ¿El chico aún está vivo?
Asiento. —Por ahora. Sin embargo, no estoy segura de cuánto tiempo
va a durar.
Las puertas del vestíbulo se abren, y veo a Benjamin entrar. Se
quita el
sombrero de su cabeza y sacude la lluvia mientras camina hacia el ascensor.
—A veces desearía que los vuelos que envío se estrellaran —dice Cap,
mirando a Benjamin.
Supongo que a Cap no le gusta Benjamin, tampoco. Estoy empezando a
sentirme un poco mal por Benjamin.
Él nos ve justo antes de llegar a los ascensores. Cap se mueve
para pulsar el botón, pero Benjamin llega antes que él. —Soy bastante capaz de buscar
mi propio ascensor, viejo —dice.
Vagamente recuerdo haber tenido un breve pensamiento hace diez segundos
acerca de Benjamin y cómo sentía lástima por él. Me retracto. Benjamin me mira
y guiña un ojo. —¿Qué haces, Lali?
—Lavando elefantes —digo con cara seria.
Benjamin me lanza una mirada confusa, en absoluto comprendiendo mi
respuesta aleatoria.
—Si no quieres una respuesta sarcástica —le dice Cap—, no hagas una
pregunta estúpida.
Las puertas del ascensor se abren, y Benjamin nos rueda los ojos
antes de entrar al ascensor.
Cap rueda los ojos en mi dirección, y sonríe. Sostiene la palma de
su mano hacia arriba, y yo choco los cincos con él.
Jaja todos odian a Benjamin..
ResponderEliminarPerdón si me pierdo! Empecé con las prácticas en las escuelas y estoy a full!. Pero siempre me hago un lugarcito para leerte!.
Seguila! :)
Me olvidé de decirte que soy Jenny :) ja
ResponderEliminarjaja coincido con jenny jajaja
ResponderEliminarodio a benjamin!!! jajaj XD nahh....
Ay dios que fuerte cap
ResponderEliminarSe e tiro gaston la PUTA MADRE!!!
Ay no se me dio cosita osea Gas quiere lo mejor para Lali y Peter le comento testa que no planea amarla pffs
Ay dios no se simplemente sin comentarios
Jajajajja nadie quiere a Benjamin jajajajja
Menudo trauma tiene encima Peter!!!
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