LALI
Llego el momento !! A mi también me desesperan las partes de Peter y detesto a Martina. Ya se vendra aclarando todo. Maratón por el cumple de Peter?
—Gracias por obligarme a
ir —le dice Peter a Gastón—. A pesar de haberme ganado otra herida en la mano y
enterarme de que pensabas que era gay, la pasé muy bien.
Gastón se ríe y se gira
para abrir nuestra puerta. —No es exactamente mi culpa asumir que eras gay.
Nunca hablas de chicas, y aparentemente has dejado el sexo fuera de tu agenda
por seis años seguidos.
Gastón abre la puerta y
entra hacia su habitación. Me paro en el marco de la puerta, enfrentando a Peter.
Me está mirando
directamente. Invadiéndome. —Ahora está en la agenda —dice con una sonrisa.
Ahora soy su agenda. No quiero ser una agenda. Quiero ser un
plan. Un mapa. Quiero estar en el mapa de su futuro.
Pero eso rompe la regla
número dos.
Peter regresa a su
apartamento después de abrir la puerta, y asiente en dirección a su habitación.
—¿Después de que se vaya
a dormir? —susurra.
Bien, Peter.
Puedes dejar de rogar. Seré tu agenda.
Asiento antes de cerrar
la puerta.
Me baño, rasuro y lavo
los dientes; y canto y me pongo sólo el maquillaje suficiente para que parezca
que no me puse nada. Me arreglo el cabello para que parezca que no me lo
arreglé. Y me pongo otra vez la misma ropa que tenía más temprano, así no
parece que me cambié la ropa. Pero en realidad, me cambié el sostén y las
bragas, porque no combinaban, pero ahora lo hacen. Y luego entro en pánico
porque Peter verá mi sostén y mis bragas esta noche.
Y posiblemente los toque.
Si es parte de su agenda,
tal vez incluso sea quien los quite.
Mi teléfono recibe un
mensaje, y el sonido me sobresalta, porque un mensaje no está en mi agenda a
las once de la noche. Es de un número desconocido. Y todo lo que dice es:
¿Ya está en su
habitación?
Yo: ¿Cómo tienes mi
número?
Peter: Lo robé del
teléfono de Gastón mientras conducíamos.
Hay una voz extraña en mi
cabeza, cantando: “Na na na na boo
boo.
Robó mi número”.
Soy una gran niña.
Yo: No, está viendo
televisión.
Peter: Bueno, tengo algo
que hacer. Regreso en veinte minutos. Dejaré el apartamento abierto en caso de
que se vaya a la cama antes de que llegue.
¿Quién tiene cosas que
hacer a las once de la noche?
Yo: Nos vemos.
Miro mi último mensaje y
hago una mueca. Suena tan casual. Le estoy dando la impresión de que hago esto
todo el tiempo. Probablemente piensa que todos los días me pasa algo como esto:
Chico al azar: Lali, ¿quieres
tener sexo?
Yo: Seguro. Déjame
terminar con estos dos chicos, e iré. Por cierto, no tengo reglas, así que todo
como va.
Chico al azar: Asombroso.
Quince minutos pasan, y
la televisión finalmente se apaga. Tan pronto como la puerta de la habitación
de Gastón se cierra, la mía se abre.
Estoy del otro lado de la
sala, saliendo por la puerta delantera y luego tropezándome con Peter, quién
está parado en el pasillo.
—Buen cronómetro —dice.
Está cargando una bolsa.
La mueve a su otra mano para que no la vea.
—Después de ti, Lali —dice
abriendo su puerta.
No, Peter. Te
sigo. Es como funcionamos. Eres sólido, soy líquido. Tú arrastras el agua, yo soy tu ola.
—¿Sedienta? —Camina hacia
la cocina, pero no estoy segura de sí puedo seguirlo esta vez. No sé cómo hacer
esto, y tengo miedo de que notará que nunca he tenido una regla número uno, o
dos, antes. Si el pasado y el futuro están fuera de los límites, eso sólo deja
el presente, y no tengo idea de qué hacer en el presente.
Camino hacia la cocina en
el presente. —¿Qué tienes? —le pregunto.
La bolsa ahora está en el
mostrador, y me ve mirándola, así que la hace a un lado, fuera de mi vista.
—Dime lo que quieres, y
te diré si lo tengo —dice.
—Jugo de naranja.
Se ríe, y se estira hacia
la bolsa. Saca un envase de jugo de naranja, y el simple hecho de que siquiera
pensó en ello es una declaración de su generosidad. También es una declaración
que no le toma mucho para lograr que me derrita. Debería decirle que mi única
regla se acaba de convertir en: “Deja de hacer cosas que me hagan querer romper tus reglas”.
Tomo el jugo de naranja
con una sonrisa. —¿Qué más hay en la bolsa?
Se encoge de hombros. —Cosas.
Me mira abrir el jugo. Me
mira mientras tomo un trago. Me mira poner la tapa de regreso. Me mira dejar el
jugo en el mostrador de su cocina, pero no me mira tan cerca como para notar
cuán rápido puedo lanzarme sobre la bolsa.
La agarro antes de que
sus brazos se envuelvan alrededor de mi cintura.
Se está riendo. —Ponla de
regreso, Lali.
La abro y miro en el
interior.
Condones.
Me río y la lanzo de
regreso en el mostrador. Cuando me giro, sus brazos no me dejan. —En serio
quiero decir algo inapropiado o vergonzoso, pero no puedo pensar en nada. Sólo
pretende que lo hice y ríete.
No se ríe, pero sus
brazos siguen a mí alrededor —Eres tan rara — dice.
—No me importa.
Sonríe. —Todo esto es
raro.
Me está diciendo cuán
raro es, pero se siente malditamente bien para mí. No estoy segura si raro se siente bien o mal para él. —¿Raro es bueno
o malo?
—Las dos cosas —dice—.
Ninguna.
—Eres raro —le digo.
Se ríe. —No me importa.
Mueve sus manos arriba de
mi espalda, hacia mis hombros, y lentamente se dirige abajo por mis brazos
hasta que sus manos están tocando las mías.
Eso me recuerda…
Tiro de su mano entre
nosotros. —¿Cómo está tu mano?
—Bien —dice.
—Probablemente debería
revisarla mañana —digo.
—No estaré aquí mañana.
Me voy en unas horas.
Dos pensamientos cruzan
mi mente. Uno, estoy muy
decepcionada de que se vaya esta noche. Dos, ¿por qué estoy aquí si se va esta
noche?
—¿No deberías estar
durmiendo?
Niega con la cabeza. —No puedo
dormir ahora.
—Ni siquiera lo
intentaste —digo—. No puedes volar un avión sin dormir, Peter.
—El primer vuelo es
corto. Además, soy copiloto. Dormiré en el avión.
Dormir no está en su
agenda. Lali sí.
Lali tacha dormir en su
agenda.
Me pregunto, ¿qué más
tacha Lali?
—Entonces —susurro
mientras dejo caer su mano. Hago una pausa porque no tengo nada que decir luego
del Sol. Nada. Ni siquiera un la-sido. Todo está tranquilo.
Se está poniendo raro.
—Entonces —dice. Sus
dedos moviéndose entre los míos y separándolos. A mis dedos le gustan sus
dedos.
—¿Quieres saber cuánto
tiempo ha pasado para mí, ya que sé un detalle tan íntimo sobre ti? —le
pregunto.
No es justo,
considerando que toda mi familia sabe cuánto tiempo ha pasado para él.
—No —dice simplemente—.
Pero sí quiero besarte.
Mmm. No estoy segura de cómo tomar eso, pero no
voy a analizar su no, cuando le sigue una declaración como esa.
—Pues bésame —digo.
Sus dedos dejan los míos
y los mueve a los lados de mi cabeza. Me mantiene quieta. —Espero saborear un
poco de jugo de naranja otra vez.
Uno, dos, tres,
cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez.
Cuento las palabras en la
última oración, luego busco en mi cabeza un lugar para almacenar esas diez
palabras para siempre. Quiero esconderlas en un cajón en mi mente y etiquetarlo
“Cosas para sacar
y leer cuando su
estúpida regla número dos se vuelva un presente triste y solitario”.
Peter está en mi boca.
Invadiéndome de nuevo. Cierro el cajón mental, salgo de mi cabeza y regreso a
él.
Me invade, me
invade, me invade.
Debo saborear jugo de
naranja, porque ciertamente actúa como si lo disfrutara. También debo disfrutar
probarlo, porque lo estoy atrayendo hacia mí, besándolo, haciendo lo mejor que
puedo para infiltrarlo con nada más que Lali.
Se aleja para recuperar
el aliento y habla—: Olvidé cuán bien se siente.
Me está comparando. No
quiero que me compare con quien sea que alguna vez lo hizo sentir así de bien.
—¿Quieres saber algo? —dice.
Sí. Quiero saber todo, pero por alguna razón,
elijo este momento para tener la revancha de esa palabra que me dijo.
—No. —Lo obligo a
regresar a mi boca. No me besa de inmediato, porque no sabe qué pensar sobre lo
que acaba de pasar. Sin embargo, su boca se pone al día bastante rápido. Creo
que odió mi respuesta cortada tanto como yo odié la suya, y ahora está usando
sus manos para tener su venganza. No puedo decir dónde me está tocando, porque
tan pronto como me toca en un lugar, sus manos se mueven a otro. Me está
tocando en todos lados, en ningún lado, en absoluto, todo a la vez.
Mi parte favorita de
besar a Peter es el sonido. El sonido de sus labios cuando se cierran sobre los
míos. El sonido de nuestras respiraciones siendo tragadas por el otro. Me
encanta la forma en que gruñe cuando nuestros cuerpos se unen. Los chicos
usualmente tienden a contener sus sonidos más que las chicas.
Peter no. Peter me
quiere, y quiere que lo sepa, y eso me encanta.
Dios, me encanta eso.
—Lali —murmura contra mi
boca—. Vamos a mi habitación.
Asiento, por lo que se
aleja de mi boca. Se estira sobre la barra para agarrar la caja de condones.
Comienza a caminar conmigo hacia su habitación, pero rápidamente camina de
regreso a la cocina y agarra el jugo de naranja. Cuando sus hombros me pasan
para liderar el camino a su habitación, me regala un guiño.
La manera en que ese
pequeño guiño me hace sentir, me aterroriza sobre lo que sentiré cuando esté
dentro de mí. No sé si pueda sobrevivir a eso.
Una vez que estamos en su
habitación, comienzo a ponerme aprensiva. Más porque este es su lugar, y toda
la situación es en sus términos, y me siento un poco en desventaja.
—¿Qué pasa? —pregunta. Se
quita los zapatos. Camina hacia el baño, y apaga la luz, luego cierra la
puerta.
—Sólo estoy un poco
nerviosa —susurro. Permanezco de pie en medio de su habitación, sabiendo
exactamente lo que está a punto de suceder. Usualmente, estas cosas no se
discuten y preestablecen así. Son espontáneas y calientes, y ninguna parte sabe
lo que pasa hasta que pasa. Pero Peter y yo, ambos sabemos lo que va a pasar.
Camina hacia la cama y se
sienta en la orilla. —Ven aquí —dice.
Sonrío y camino unos
metros hasta donde está sentado. Acuna la parte de atrás de mis muslos, luego
presiona sus labios en la camisa cubriendo mi estómago. Mis manos caen en sus
hombros, y bajo la mirada hacia él. Me está mirando, y la calma en sus ojos es
contagiosa.
—Podemos ir lento —dice—.
No tiene que ser esta noche. Esa no fue una de las reglas.
Me río, pero también
agito la cabeza. —No, está bien. Te vas en unas horas y no regresarás, por
cuánto, ¿cinco días?
—Nueve esta vez —dice.
Odio ese número.
—No quiero hacerte
esperar nueve días después de ilusionarte — digo.
Sus manos se deslizan
arriba detrás de mis muslos y se pasean hasta la parte delantera de mis
vaqueros. Abre el botón sin esfuerzo.
—Ser capaz de imaginar
hacer esto contigo no es una forma de tortura para mí —dice mientras sus dedos
tocan mi cierre. Comienza a bajarlo, mi corazón está golpeando contra mi pecho
tan fuerte que se siente como si algo se estuviera construyendo. Tal vez mi
corazón construye una escalera hasta el cielo, ya que sabe que explotará y
morirá en el segundo en que esos vaqueros se deslicen.
—Seguro que será una
tortura para mí —susurro.
Mi cierre está abierto, y
su mano se está deslizando dentro de mis vaqueros. Presiona su mano alrededor
de mi cadera, luego comienza a bajarlos.
Cierro los ojos e intento
no balancearme, pero su otra mano está levantando mi cabeza sólo lo suficiente
para que sus labios se presionen en mi estómago. Es abrumador.
Ambas manos se deslizan
en mis vaqueros ahora, alrededor de mi parte trasera. Baja mis vaqueros
lentamente hasta que están en mis rodillas. Su lengua encuentra mi estómago, y
mi mano se pierde en su cabello.
Cuando mis vaqueros ya se
encuentran en mis tobillos, salgo de ambos: los vaqueros y mis zapatos al mismo
tiempo. Sus manos se deslizan de regreso hacia arriba por mis muslos y hasta mi
cintura. Me tira para que me siente a horcajadas. Ajusta mis piernas a cada
lado de él, luego acuna mi trasero y me aprieta hasta que estoy a su altura.
Jadeo.
No sé por qué parece que
soy la inexperta aquí. Ciertamente esperaba que no tomara tanto el control,
pero no discutiré.
Para nada.
Levanto mis brazos cuando
intenta sacar mi camisa. La lanza en el suelo detrás de mí, y sus labios
reconectan con los míos mientras sus manos trabajan con el gancho de mi sostén.
No es justo. Estoy a
punto de ser dejada totalmente desnuda, y él no se ha quitado nada.
—Eres tan hermosa —susurra,
alejándose para quitarme el sostén.
Sus dedos se deslizan
debajo de las tiras, y comienza a deslizarlas por mis brazos. Estoy conteniendo
el aliento, esperando a que lo quite. Quiero tanto su boca en mí que no puedo
pensar correctamente cuando el sostén baja, revelando todo de mí, exhala—: Guau
—dice con respiración temblorosa.
Lanza el sostén en el
piso y me mira de nuevo. Sonríe y brevemente presiona sus labios con los míos,
besándolos suavemente. Cuando se aleja, lleva su mano a mi mejilla y me mira a
los ojos. —¿Te diviertes?
Muerdo mi labio inferior
para contenerme de sonreír tanto como quiero justo ahora. Se inclina hacia
adelante y toma mi labio en su boca, apartándolo de mis dientes. Lo besa unos
segundos, luego lo libera. —No muerdas tu sonrisa de nuevo —dice—. Me gusta
verte sonreír.
Por supuesto, vuelvo a
sonreír.
Mis manos están en sus
hombros, por lo que las deslizo sobre su espalda y empiezo a tirar de su
camisa. Libera mi rostro y levanta sus brazos así puedo sacársela. Me recuesto
y lo examino, justo como él está examinándome ahora mismo. Paso mis manos sobre
su pecho, tocando cada contorno de cada músculo.
—Eres hermoso, también.
Presiona sus palmas en mi
espalda, instándome a sentarme recta.
Tan pronto como lo hago,
baja su boca a mi pecho y lentamente desliza su lengua sobre mi pezón. Gimo, y
lo cubre completamente con su boca. Una de sus manos se mueve a mi cadera y se
desliza debajo del dobladillo de mi ropa interior. —Te quiero acostada —susurra.
Mantiene una mano en mi espalda mientras perfectamente cambia las posiciones, llevándome
de su regazo a la cama. Se cierne sobre mí ahora, sacando mi ropa interior
mientras su lengua se hunde dentro de mi boca. Mis manos inmediatamente
aterrizan en el botón de sus vaqueros, y los desabrocho, pero se aparta
rápidamente—. Yo no haría eso aún —advierte—. De otra forma esto acabará más
rápido de lo que empezó.
Soy de la clase de “no me
importa cuánto dure”. Es sólo que realmente lo quiero sin ropa.
Empieza a deslizar mi
ropa interior fuera de mí. Curva una de mis piernas y la retira por mi pie,
entonces hace los mismo con la otra.
Definitivamente ya no me
mira a los ojos.
Le permite a mis piernas
caer de vuelta a la cama mientras se pone de pie con la espalda recta y da dos
pasos lejos de mí.
—Guau —susurra,
mirándome. Sólo está parado allí, mirando mientras permanezco desnuda en su
cama, mientras él aún está en la comodidad de sus vaqueros.
—Esto se siente un poco
injusto —digo.
Sacude su cabeza y coloca
un puño contra su boca, mordiendo sus nudillos. Se da la vuelta hasta que su
espalda está hacia mí y toma una larga y profunda respiración. Me enfrenta de
nuevo, desplazándose sobre la longitud de mi cuerpo hasta que encuentra mis
ojos. —Es demasiado, Lali.
Siento la decepción
filtrarse con esas palabras. Él aún está sacudiendo su cabeza, pero camina
hacia la mesita de noche. Recoge la caja de condones y la abre, entonces saca
uno y lo pone entre sus dientes, abriéndolo.
—Lo siento —dice,
frenéticamente saliendo de sus vaqueros—. Quería que esto fuera bueno para ti.
Quería que fuera memorable, por lo menos. —Está fuera de sus vaqueros ahora.
Mirando mis ojos, pero encuentro difícil mantener el contacto visual con él,
porque ahora no lleva ropa interior—. Pero si no estoy dentro de ti en dos
segundos, esto va a ser muy embarazoso para mí.
Camina rápidamente hacia
mí y de alguna manera se coloca el condón al mismo tiempo que separa mis
rodillas a cada lado con su otra mano. —Te lo recompensaré en un par de
minutos. Lo prometo —dice, deteniéndose entre mis piernas, esperando por mi
aprobación.
—Peter —digo—, no me
preocupa nada de eso. Sólo te quiero dentro de mí.
—Gracias a Dios —suspira.
Toma mi pierna detrás de la rodilla con su mano derecha, y entonces sus labios
encuentran los míos. Se empuja dentro de mí tan inesperadamente duro y rápido
que prácticamente grito en su boca. No se detiene a preguntar si duele. No
reduce el ritmo. Se empuja más duro y profundo hasta que no hay alguna forma
posible en la que podríamos estar más cerca.
Duele, pero de la mejor
manera posible.
Estoy gimiendo en su
boca, y él está gimiendo en mi cuello, y sus labios están por todas partes,
junto con sus manos. Es duro. Es carnal, áspero y ardiente, y no es silencioso
en lo absoluto. Es rápido, y puedo decir por la tensión en su espalda, debajo
de mis manos, que tenía razón.
Esto no le tomará mucho.
—Lali —respira—. Dios, Lali.
Los músculos de sus
piernas se ponen tensos, y empieza a temblar.
—Joder —gime. Sus labios presionan los míos, duro y
permanece quieto, a pesar de los temblores avanzando a través de sus piernas y
espalda.
Aparta su boca de la mía
y exhala una gran bocanada de aire, dejando caer su frente al lado de mi cabeza—.
Jesús, jodido Cristo —dice, todavía tenso, temblando. Aún
presionado profundamente dentro de mí.
Al segundo que sale de
mí, sus labios están en mi cuello, moviéndose hacia abajo hasta que encuentran
mis pechos. Los besa pero sólo brevemente antes de regresar a mi boca de nuevo.
—Quiero probarte —dice—. ¿Eso está bien?
Asiento.
Asiento vigorosamente.
Se aparta de la cama,
quitándose el condón, y volviendo a su lugar junto a mí. Lo observo todo el
tiempo, porque por mucho que él no quiso saber cuánto tiempo ha pasado desde
que estuve con un chico, ha sido casi un año. Eso no es nada cerca de los seis
años que él ha esperado, pero ha sido tanto que no quiero perderme esto por
mantener mis ojos cerrados. Especialmente ahora que tengo la oportunidad de
mirar libremente esa V y no tener que estar avergonzada por el hecho
de que no puedo quitar mis ojos de él.
Mira mi cuerpo con la
misma fascinación mientras sus manos se deslizan sobre mi estómago, luego se
mueven hacia abajo hasta llegar a mis muslos. Separa mis piernas mientras
observa lo que está haciéndome con tanto embelesamiento que tengo que mantener
los ojos abiertos para poder verlo mirarme. Darme cuenta de lo que le provoco
es suficiente para encenderme sin que él me esté tocando siquiera.
Dos de sus dedos se
deslizan dentro de mí, y de repente encuentro un poco demasiado difícil
continuar observándolo. Su pulgar se mantiene afuera, jugando con cada punto
que pueda tocar. Gimo y dejo caer mis manos en la cama sobre mi cabeza mientras
mis ojos se cierran.
Ruego para que no se
detenga. No quiero que se detenga.
Su boca encuentra la mía,
y me besa suavemente, sus labios un fuerte contraste a la presión de sus manos.
Su boca lentamente empieza a explorar un camino hacia mi barbilla hasta que
está en mi cuello, la curva en mi garganta, deslizándose por mi pecho,
cubriendo mi pezón, bajando hacia mí estómago, hacia abajo, abajo, santa mierda, abajo.
Se posiciona entre mis
piernas, dejando sus dedos dentro de mí mientras su lengua encuentra mi piel,
separándome, causando que mi espalda se arqueé y mi mente se vaya lejos.
Sólo lo dejo ir.
No me importa estar
gimiendo tan fuerte que probablemente acabo de despertar a todo el piso.
No me importa estar
enterrando mis talones en el colchón, tratando de apartarme porque es
demasiado.
No me importa que sus
dedos me abandonen con el fin de agarrar mis caderas y sostenerme contra su
boca, negándose a dejarme ir, gracias a Dios.
No me importa estar más
que probablemente hiriéndolo, tirando de su cabello, empujándolo
dentro de mí. Haciendo lo que sea que puedo para alcanzar un punto tan alto en el que estoy
casi segura que nunca he estado antes.
Mis piernas empiezan a
temblar, y sus dedos encuentran su camino dentro de mí. Estoy muy segura de que
trato de silenciarme con su almohada, porque no quiero que lo echen del
edificio por gritar tan alto como necesito gritar ahora mismo.
Y de repente, siento como
si estuviera en el aire, volando. Siento que si pudiera bajar la mirada, habría
un sol saliente debajo de mí. Siento como si estuviera volando.
Estoy…
Oh, Dios.
Estoy…
Jesús, Cristo.
Estoy… Esto… él.
Estoy cayendo.
Estoy flotando.
Guau.
Guau, guau, guau.
Nunca quiero tocar el
suelo de nuevo.
Cuando me he derretido
completamente en la cama, sube su boca hambrienta por mi cuerpo. Quita la
almohada de mi cara y la arroja a un lado, entonces me besa brevemente.
—Una vez más —dice. Está fuera
de la cama y vuelve a ella en cuestión de segundos. Luego está dentro de mí de
nuevo, pero ni siquiera trato de abrir mis ojos esta vez, mis brazos permanecen
extendidos por encima de mi cabeza, y sus dedos entrelazados con los míos, y
está empujando, empujando, viviendo dentro de mí. Nuestras mejillas están presionadas
juntas, y su frente está contra mí almohada, y ninguno de nosotros tiene la
energía restante para siquiera hacer un sonido está vez.
Inclina su cabeza hasta
que sus labios encuentran mi oreja, y luego ralentiza a un movimiento suave,
empujando dentro de mí para después salir completamente. Se sostiene, entonces
empuja dentro de mí de nuevo, y luego sale una vez más. Lo repite varias veces,
y todo lo que puedo hacer es acostarme aquí y sentirlo.
—Lali —susurra, sus
labios cerca de mi oreja. Sale de mí y se detiene de nuevo—, ya puedo decir
esto con un cien por ciento de certeza.
Se empuja de
vuelta dentro de mí.
—La.
Se sale, luego
repite su movimiento otra vez.
—Mejor.
De nuevo.
—Cosa.
De nuevo.
—Que.
De nuevo.
—Alguna vez.
De nuevo.
—He sentido.
Se queda quieto,
respirando pesadamente contra mi oreja, agarrando mis manos tan duro que
duelen; pero no hace un sólo sonido mientras se viene por segunda vez.
No nos movemos.
No nos movemos por un
largo tiempo.
No puedo quitar la
sonrisa exhausta de mi rostro. Estoy segura que es permanente ahora.
Peter se aparta y me
mira. Sonríe cuando ve mi cara, y al mirarlo me llama la atención que nunca
hizo contacto visual conmigo durante todo el tiempo que estuvo dentro de mí.
Eso me hace preguntarme si fue intencional o sólo una coincidencia.
—¿Comentarios? —pregunta
en broma—. ¿Sugerencias?
Sonrío. —Lo siento.
Sólo... no puedo… palabras... —Sacudo mi cabeza, dejándole saber que todavía
necesito un poco más de tiempo para hablar.
—Estupefacta —dice—. Aún
mejor.
Me besa en la mejilla,
luego se pone de pie y camina a su baño.
Cierro mis ojos y me
pregunto cómo demonios haremos para que toda esta cosa entre nosotros termine
bien.
No puede terminar bien.
Ya puedo decirlo, porque
nunca quiero hacer esto con nadie más de nuevo.
Solo con Peter.
Regresa del baño y se
agacha para recoger su ropa interior. También recoge mi ropa interior y mis
vaqueros en el proceso, y los tiende en la cama junto a mí.
¿Supongo que esta es su
señal de que me quiere vestida?
Me siento y observo
mientras recoge mi sostén y camiseta, y me las entrega. Cada vez que sus ojos
encuentran los míos, él sonríe, pero se me está haciendo muy difícil sonreírle
de vuelta.
Una vez que estoy
vestida, me detiene y me besa. Luego envuelve sus brazos a mi alrededor. —He
cambiado de opinión —dice—. Después de esto, estoy muy seguro que los próximos
días serán pura tortura.
Mordisqueo mi sonrisa,
pero no lo nota, porque aún estoy envuelta en sus brazos. —Sip.
Besa mi frente. —¿Puedes
cerrar la puerta cuando salgas?
Trago mi decepción y de
algún modo encuentro la fuerza para sonreírle cuando me libera. —Seguro. —Camino
hacia la puerta de su dormitorio y lo escucho caer en su cama.
Me voy, sin saber qué
sentir. No me prometió nada más que lo que acaba de pasar entre nosotros.
Hicimos lo que de buen agrado acepté, lo cual fue tener sexo.
Sólo no esperaba esta
abrumadora sensación de vergüenza. No por la forma en que me despidió inmediatamente
después de hacerlo, sino por la forma en que el despido me hizo sentir. Creí
que quería que esto fuera estrictamente sexo entre nosotros, tanto como él,
pero basada en el latir que mi corazón tomó en los últimos minutos, no estoy
tan segura de ser capaz de algo simple con él.
Hay una pequeña voz en la
parte posterior de mi cabeza que me advierte que me aleje de esta situación
antes de que las cosas se tornen demasiado complicadas. Desafortunadamente, hay
una voz más fuerte alentándome a sólo ir por ello, diciéndome que merezco un
poco de diversión en mi vida, con todo el trabajo que tengo.
Sólo pensar sobre cuánto
disfruté esta noche es suficiente para hacerme aceptar, e incluso abrazar, su
indiferencia posterior. Tal vez con un poco más de práctica, incluso hasta
logre aprender cómo ser indiferente también.
Camino a la puerta de mi
apartamento, pero me detengo cuando escucho a alguien hablando. Presiono mi
oreja en la puerta y escucho.
Gastón está teniendo una
conversación unilateral en la sala, presumiblemente con alguien en el otro
extremo de su celular.
No puedo entrar ahora. Él
cree que estoy en la cama.
Miro de vuelta hacia la
puerta del apartamento de Peter, pero no pienso tocar. No sólo porque eso sería
raro, sino también porque significaría que él dormiría menos de lo que ya va a
dormir.
Camino al ascensor y
decido sentarme por la próxima media hora en el vestíbulo, esperando que Gastón
regrese a su habitación pronto.
Es ridículo que incluso
sienta que tengo que esconder esto de Gastón, pero la última cosa que quiero es
que se moleste con Peter. Y eso es exactamente lo que pasaría.
Llego al vestíbulo y
camino fuera del ascensor, para nada segura de lo que estoy haciendo. Supongo
que podría esperar afuera en mi auto.
—¿Estás perdida?
Echo un vistazo a Cap,
que está sentado en su lugar habitual, a pesar del hecho de que es casi
medianoche.
Palmea la silla vacía a
su lado. —Toma asiento.
Camino hacia la silla
vacía. —No traje nada de comida esta vez — digo—. Lo siento.
Sacude su cabeza. —No me
gustas por tu comida, Lali. No eres tan buena cocinera.
Río, y se siente tan bien
reír. Las cosas simplemente han sido muy intensas en el último par de días.
—¿Cómo estuvo Acción de
Gracias? —pregunta—. ¿Tuvo el chico un buen momento?
Lo miro e inclino mi
cabeza con confusión. —¿El chico?
Él asiente. —El señor Lanzani.
¿No pasó las festividades contigo y tu hermano?
Asiento, entendiendo su
pregunta ahora. —Sí —digo. Quiero agregar que estoy muy segura de que el señor Lanzani
acaba de pasar la mejor Acción de Gracias que haya tenido en seis años, pero no
lo hago—. El señor Lanzani lo paso genial.
—¿Y por qué esa sonrisa?
Inmediatamente, quito la
sonrisa que no me había dado cuenta que estaba plasmada en mi rostro. Arrugo mi
nariz. —¿Cuál sonrisa?
Cap ríe. —Oh, demonios —dice—.
¿Tú y el chico? ¿Estás enamorada, Lali?
Sacudo mi cabeza. —No —digo
inmediatamente—. No es así.
—¿Cómo es, entonces?
Aparto la mirada
rápidamente, tan pronto como siento el rubor corriendo hacia mi cuello. Cap ríe
cuando ve mis mejillas tornarse rojas como la silla donde estamos sentados.
—Puedo ser viejo, pero
eso no significa que no pueda leer el lenguaje corporal —dice—. ¿Esto significa
que tú y el chico están… cuál es el término que se usa ahora? ¿Conectando?
¿Follando?
Me inclino hacia delante
y entierro mi cara entre mis manos. No puedo creer que esté teniendo esta
conversación con un hombre de ochenta años.
Rápidamente, sacudo mi
cabeza. —No voy a responder eso.
—Lo veo —dice Cap con un
asentimiento. Ambos estamos callados por un momento mientras procesamos lo que
más o menos le acabo de decir—. Bueno, bueno —dice él—. Quizás el chico
realmente sonreirá de ahora en adelante.
Asiento concordando por
completo. Definitivamente me gustaría ver más de su sonrisa. —¿Podemos cambiar
de tema ahora?
Cap gira lentamente la
cabeza hacia mí y arquea su gruesa ceja gris.
—¿Alguna vez te he
contado sobre la vez que encontré un cadáver en el tercer piso?
Niego con la cabeza,
aliviada de que él cambiara de tema, pero confundida de que saber sobre un
cadáver, de alguna manera, me haya ayudado
a encontrar alivio.
Soy tan morbosa como Cap.
AL FIN!!!!!!!!! jajajaja
ResponderEliminareso lali, mata al recuerdo de martina, jajjaaja
ya me estaba hartando de esa chica, era como todo estresante jajaja
seeguilaaasaaa
continualaaaaaaa :D:D:D
ResponderEliminarmaaaas:)!
ResponderEliminarVamos!!!!!!
ResponderEliminarLlego el rock
Jajajja el le compro jugo de naranja!
Jajaja Lali la fugitiva ddd
Lo que ko agrado es la forma en que la echo
Fue super no se grosero osea todo bien esto y ya pero oye tantito de no se ternura un poco espera unos 10 min que se yo
Uhhhhh jajajja cap será un especie de cupido?!
Jajaja me mata cap es super buena onda
Cap, muy intuitivo!!!!
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