LALI
—¿Estarás libre para Acción de Gracias? —pregunta mi madre.
Cambio el teléfono a mi otro oído y saco la llave del apartamento
de mi cartera. —Sí, pero no para Navidad. Sólo trabajo fines de
semana por ahora.
—Bien. Dile a Gastón que aún no hemos muerto si alguna vez siente
la urgencia de llamarnos.
Me río. —Le diré. Te quiero.
Cuelgo y pongo el teléfono en el bolsillo de mi bata quirúrgica.
Es sólo un trabajo de medio tiempo, pero es agotador. Esta noche era mi última
noche de entrenamiento antes de que mañana comience las rotaciones de los fines
de semana.
Me gusta un montón el trabajo, y me sentí sinceramente sorprendida
al conseguirlo después de mi primera entrevista. Además me cuadra con el
horario de la universidad. Voy a la universidad cada fin de
semana,
haciendo esto y lo otro, y luego trabajo mi turno en el hospital.
Se ha
convertido en una constante transición en este punto.
También me gusta San Francisco. Sé que sólo han pasado dos semanas,
pero podía verme quedándome aquí después de que me graduara la próxima
primavera en vez de regresar a San Diego.
Gastón y yo incluso nos hemos estado llevando bien, aunque pasa más
tiempo fuera que en casa, por lo que estoy segura de que tiene que ver más con
eso que con nada.
Sonrío, sintiéndome como si finalmente hubiera encontrado mi
sitio, y abro la puerta del apartamento. Mi sonrisa desaparece tan pronto como encuentro
la mirada de los otros tres tipos —dos a los cuales conozco.
Peter está de pie en la cocina, y el imbécil casado del elevador
está sentado
en el sofá.
¿Por qué diablos Peter está aquí?
¿Por qué diablos cualquiera de ellos está aquí?
Miro fijamente a Peter mientras me quito los zapatos y dejo caer
mi cartera en la encimera. Gastón no volvería hasta dentro de dos
días, y esperaba encontrar paz y tranquilidad esta noche así podía
estudiar algo.
—Es jueves —dice Peter cuando ve el ceño en mi rostro, como si eso explicara todo. Me está mirando desde su lugar en la cocina. Puede
ver que no estoy feliz.
—Sí, lo es —respondo—. Y mañana es viernes. —Me giro hacia los otros dos chicos sentados en el sofá de Gastón—. ¿Por qué están en
mi apartamento?
El rubio y desgarbado tipo se levanta inmediatamente y camina hacia
mí. Extiende una mano. —¿Lali? —pregunta—. Soy Nico. Crecí con Peter. Soy amigo
de tu hermano. —Señala al tipo del elevador, que aún está sentado en el sofá—.
Él es Benjamin.
Benjamin me da un asentimiento pero no se molesta en hablar. No
tiene que hacerlo. Su estúpida sonrisa dice suficiente de lo que está
pensando ahora mismo.
Peter camina de regreso a la sala de estar y señala la televisión.
—Es algo que hacemos los jueves si
alguno está en casa. Noche de juego.
No me importa si es algo que hacen usualmente.
Tengo tarea.
—Gastón ni siquiera está en casa esta noche. ¿No pueden hacer esto
en tu apartamento? Necesito estudiar.
Peter le tiende a Benjamin una cerveza y luego me mira. —No
tengo cable. —Por supuesto que
no—. Y la esposa de Benjamin
no nos deja usar su apartamento. —Claro que no.
Ruedo los ojos y camino hacia mi habitación, cerrando la puerta
de golpe accidentalmente.
Me cambio la bata quirúrgica y me pongo un par de vaqueros. Agarro
la camiseta con la que dormí anoche y me la estoy poniendo cuando alguien
golpea mi puerta. La abro casi tan dramáticamente como la cerré hace un rato.
Es tan alto.
No me di cuenta de lo alto que era, pero ahora que está de pie en
mi puerta —llenándola— luce realmente alto. Si fuera a envolver sus brazos a mí alrededor ahora mismo, mi oído quedaría
presionado contra su corazón. Su mejilla descansando cómodamente en la cima de
mi cabeza.
Si fuera a besarme, tendría que levantar la cabeza para encontrar
la suya, pero sería agradable, porque probablemente envolvería sus brazos alrededor
de mi cintura y me empujaría hacia él así nuestras bocas se juntarían como dos
piezas de un puzle. Sólo que no encajarían bien, porque definitivamente no son
piezas del mismo puzle.
Algo extraño se mueve en mi pecho. Algo que se agita. Lo odio, porque sé lo que significa. Significa
que a mi cuerpo le está comenzando a gustar Peter.
Sólo espero que mi cerebro nunca caiga en esa trampa.
—Si necesitas tranquilidad, puedes ir a mi apartamento —dice.
Hago una mueca ante la forma en que su oferta hace que nudos se formen
en mi estómago. No debería sentirme emocionada por la posibilidad de estar en
su apartamento, pero lo estoy.
—Probablemente estaremos aquí otras dos horas —añade.
En algún lugar en su voz, hay arrepentimiento. Tomaría un buen tiempo
encontrarlo, pero está enterrado allí en algún lugar, bajo todo el calor.
Suelto un rápido y derrotado suspiro. Estoy siendo una perra. Este
ni siquiera es mi apartamento. Esto es algo que obviamente hacen con regularidad,
y quién soy yo para pensar que puedo mudarme y hacer que dejen de hacerlo.
—Sólo estoy cansada —le digo—. Está bien. Lamento si fui grosera con
tus amigos.
—Amigo —dice, corrigiéndome—. Benjamin no es mi amigo.
No le pregunto qué quiere decir con eso. Mira la sala de estar, y luego
a mí. Se inclina contra el marco de la puerta, una indicación de que renunciar
al apartamento para que vieran su juego no era el final de nuestra conversación.
Le echa un vistazo a la ropa quirúrgica en mi colchón. —¿Trabajas?
—Sí —digo, preguntándome por qué de repente tiene ganas de hablar—.
Soy enfermera en urgencias.
Un ceño aparece en su frente, y no puedo decir si es por la
confusión o la admiración. —¿Ya estás en la escuela de enfermería? ¿Cómo puedes
trabajar ya como enfermera?
—Estoy sacando mi título en enfermería así puedo trabajar como
enfermera anestesista.
Su expresión es confusa, así que aclaro.
—Seré capaz de administrar anestesia.
Me mira fijamente por unos cuantos segundos antes de enderezarse y
alejarse del marco. —Bien por ti —dice.
Pero no sonríe.
¿Por qué nunca
sonríe?
Camina de regreso a la sala de estar. Atravieso el marco y lo
observo. Peter se sienta en el sofá y le da toda su atención a la televisión. Benjamin
me está dando toda su atención, pero aparto la
mirada y me dirijo a la cocina para buscar algo que comer. No hay mucho, considerando
que no he cocinado en toda la semana, así que cojo todo lo que necesito del
refrigerador para hacer un sándwich.
Cuando me giro, Benjamin aún está mirándome. Sólo que ahora está
mirándome a un metro de distancia, en lugar de mirarme desde la sala de estar. Sonríe,
y luego camina hacia delante y mete una mano en el refrigerador, poniéndose a
centímetros de mi rostro. —Así que, ¿eres la hermana menor de Gastón?
Creo que apoyo a Peter
en esto. A mí tampoco me agrada demasiado Benjamin.
Los ojos de Benjamin no se parecen en nada a los de Peter. Cuando Peter
me mira, sus ojos esconden todo. Los ojos de Benjamin no ocultan nada, y ahora mismo, están claramente desnudándome.
—Sí —digo simplemente mientras lo bordeo. Camino hasta la despensa
y la abro en busca de pan. Una vez que lo encuentro, lo pongo en la barra y
comienzo a hacerme un sándwich. Saco pan para un sándwich extra para Cap. Como
que me ha ganado en el poco tiempo que llevo viviendo aquí. Descubrí que a
veces trabaja catorce horas al día, pero sólo porque vive solo y no tiene nada
mejor que hacer. Parece apreciar mi compañía y especialmente los regalos en
forma de comida, así que hasta que no haga más amigos, supongo que estaré
pasando mi tiempo libre con un hombre de ochenta años.
Benjamin se inclina casualmente contra la encimera. —¿Eres
enfermera o algo? —Abre su cerveza y la lleva hasta su boca, pero se detiene
antes de tomar un trago. Quiere que le responda primero.
—Sí —digo entrecortadamente.
Sonríe y le da un trago a su cerveza. Continúo haciendo los sándwiches,
tratando intencionalmente de parecer concentrada, pero Benjamin parece no
notarlo. Sigue mirándome hasta que mis sándwiches están listos.
No voy a ofrecerle un maldito sándwich si ese es el por qué aún
está aquí.
—Soy piloto —dice. No lo dice de forma petulante, pero cuando
nadie te pregunta cuál es tu ocupación, contribuirlo voluntariamente a la conversación
suena naturalmente engreído—. Trabajo en la misma aerolínea que Gastón.
Está mirándome fijamente, esperando que esté impresionada por el hecho
de que es piloto. Lo que no sabe es que todos los hombres en mi vida son
pilotos. Mi abuelo fue piloto. Mi padre era piloto hasta que se retiró hace
unos cuantos meces. Mi hermano es piloto.
—Benjamin, si estás tratando de impresionarme, estás yendo por el
mal camino. Prefiero a un hombre con un poco más de modestia y un poco menos de
esposa. —Mis ojos destellan hacia el anillo de bodas
en su mano izquierda.
—El juego acaba de comenzar —dice Peter, entrando a la cocina, hablándole
a Benjamin. Sus palabras podrían ser inofensivas, pero sus ojos definitivamente
están diciéndole a Benjamin que necesita regresar a la sala de estar.
Benjamin suspira como si Peter le acabara de quitar toda la
diversión.
—Es bueno verte de nuevo, Lali —dice, actuando como si la
conversación hubiera terminado tanto si Peter lo hubiera decidido como si no—. Deberías
unírtenos en la sala. —Sus ojos se desplazan hacia Peter, incluso aunque está
hablándome a mí—. Aparentemente, el juego acaba de comenzar. —Benjamin se
endereza y golpea a Peter en el hombro de pasada, dirigiéndose hacia la sala de
estar.
Peter ignora la muestra de molestia de Benjamin y desliza su mano
en su bolsillo trasero, sacando una llave. Me la tiende. —Ve a estudiar a mi apartamento.
No es una petición.
Es una demanda.
—Estoy bien con estudiar aquí. —Dejo la llave en la encimera y le pongo
la tapa a la mayonesa, rehusándome a ser echada de mi propio apartamento por
tres chicos. Envuelvo los sándwiches en una toalla de papel—. La televisión ni
siquiera está tan fuerte.
Da un paso hacia adelante, hasta que está lo suficientemente cerca
como para susurrar. Estoy bastante segura de que estoy dejando marcas en el
pan, considerando que cada parte de mí, desde la cabeza hasta la punta de mis
pies, está tensa.
—Yo no estoy bien con que estudies aquí. No hasta
que todos se vayan. Ve. Llévate tus sándwiches contigo.
Bajo la mirada hacia mis sándwiches. No sé por qué me siento como si los acabara de
insultar. —Ambos no son para mí —digo a la defensiva—. Voy a llevarle uno a Cap.
Lo miro, y está haciendo la incomprensible cosa de mirarme de nuevo.
Con ojos como los suyos, debería ser ilegal. Arqueo las cejas de manera expectante,
porque está haciéndome sentir realmente incómoda.
No soy una exhibición, pero la forma en la que me mira me hace
sentir como una.
—¿Le hiciste un sándwich a Cap?
Asiento. —La comida lo hace feliz —digo con un encogimiento de hombros.
Estudia mi exhibición un momento más antes de inclinarse hacia mí de
nuevo. Coge la llave de la barra y la desliza en mi bolsillo delantero. Ni
siquiera estoy segura de si sus dedos tocaron mis vaqueros, pero inhalo
bruscamente y bajo la mirada hasta mi bolsillo mientras su mano se aleja,
porque, diablos, no esperaba eso.
Permanezco congelada mientras él camina casualmente hacia la sala de
estar, para nada afectado. Se siente como si mi bolsillo estuviera en llamas.
Hago que mis pies se muevan, necesitando algo de tiempo para procesarlo
todo. Después de entregarle a Cap su sándwich, le hago caso a Peter y me dirijo
a su apartamento. Voy porque quiero, no porque él me quiera allí y no porque en
realidad tenga un montón de tarea, sino porque el pensamiento
de entrar en su apartamento sin él allí es sádicamente emocionante para mí. Me
siento como si me hubiera dado un pase libre para todos sus secretos.
Debería haber sabido que ver su apartamento no me daría ningún indicio
de quién es. Ni siquiera su mirada puede hacerlo.
Seguro, en verdad aquí todo es mucho más silencioso, y sí, pude terminar
en dos horas seguidas de tarea, pero sólo porque no tuve distracciones.
De ningún tipo.
Nada de pinturas en las paredes blancas y estériles. Nada de decoraciones.
Ningún tipo de colores. Incluso la mesa de madera sólida que dividía la cocina
con la sala se encuentra sin nada. Es completamente diferente al hogar donde
crecí, donde la mesa del comedor era el punto central de toda la casa de mi
madre, y en la cual estaba incluido el centro de mesa, un elaborado candelabro
en el techo, y platos que combinaban con cualquier estación en la que nos
encontráramos.
Peter ni siquiera tiene un bol de frutas.
Lo único impresionante en este apartamento es la estantería en la sala
de estar. Alineada con docenas de libros, lo cual me emociona muchísimo más que
cualquiera otra cosa que potencialmente pudiese adornar sus paredes desnudas.
Me acerco al estante a inspeccionar su selección, esperando obtener un vistazo
de él basado en su elección de literatura.
Todo lo que encuentro es fila tras fila de libros sobre
aeronáutica. Me siento un poco decepcionada luego de una inspección de su apartamento,
la mejor conclusión a la que puedo llegar es que probablemente sea un maniático
del trabajo, por no decir nada del mal gusto en decoración.
Me rindo con la sala y camino hasta la cocina. Abro el
refrigerador, pero apenas hay algo dentro. Hay algunas cajas de comida para llevar.
Condimentos. Jugo de naranja. Se parece mucho al refrigerador de Gastón —vacío, triste y muy de hombre soltero.
Abro un gabinete, agarro un vaso y me sirvo algo de jugo. Lo tomo
y lo lavo en el fregadero. Hay varios platos apilados a la izquierda del fregadero,
así que también comienzo a lavarlos. Incluso sus platos y vasos carecen de
personalidad —son simples y blancos, y llenos de tristeza.
Siento la súbita necesidad de tomar mi tarjeta de crédito y correr
directo a la tienda y comprar algunas cortinas, un set nuevo de platos llenos
de color, algunas pinturas, y quizá una planta o dos. Este lugar necesita un
poco de vida.
Me pregunto cuál será su historia. No creo que tenga novia. Hasta ahora
no lo he visto con ninguna, y el apartamento junto con la obvia falta de un
toque femenino, hace que sea fácil de asumir. No creo que una chica entraría a
este departamento sin decorarlo al menos un poco antes de irse,
así que asumiré que simplemente no entran.
También me hace pensar en Gastón. En todos nuestros años creciendo
juntos, nunca ha sido abierto con sus relaciones, pero estoy bastante segura
que la razón es que nunca ha estado en una. En el pasado, cada
vez que me presenta una chica, esta nunca parece durar una semana entera con
él. No sé si será porque no le gusta tener a nadie a su lado o si es señal de
lo difícil que es estar con él. Estoy segura que es lo primero, basado
en el número de llamadas casuales que ha recibido de tantas mujeres.
Considerando su abundancia de aventuras de una noche y su falta de
compromiso, a veces me confunde y no logro comprender como pudo ser tan
protector conmigo al crecer. Supongo que simplemente se conocía muy bien a sí
mismo. No quería que saliera con chicos como él.
Me pregunto si Peter es como Gastón.
—¿Estás lavando mis platos?
Su voz me toma completamente por sorpresa, haciéndome saltar. Me volteo
y vislumbro a Peter, casi soltando el vaso en mis manos. Se resbala, pero de
alguna manera logro agarrarlo antes de que se estrelle contra el piso. Respiro
para calmarme y coloco el vaso con gentileza en el fregadero.
—Terminé mi tarea —digo, tragándome el nudo que acababa de apoderarse
de mi garganta. Miro los platos que ahora se encuentran en el coladero—. Y
estaban sucios.
Peter sonríe.
Creo.
Tan pronto como las esquinas de sus labios comienzan a ascender, vuelven
de nuevo a su posición normal. Falsa alarma.
—Ya todos se fueron —dice Peter, dándome el visto bueno para desocupar
sus premisas. Nota el envase de jugo que aún se encuentra en la encimera, así
que lo levanta y lo vuelve a meter al refrigerador.
—Lo lamento —murmuro—. Tenía sed.
Se gira para mirarme e inclina su hombro contra el refrigerador, cruzando
sus brazos sobre su pecho—. No me importa si bebes mi jugo, Lali.
Oh, guau.
Esa fue una oración extrañamente sexy. Al igual que su presencia
al decirla.
Sin embargo, aún no sonreía. Jesucristo, este hombre. ¿Acaso no se da cuenta que las
expresiones faciales están hechas para acompañar el habla?
No quiero que vea mi decepción, así que me giro de nuevo hacia el fregadero.
Utilizo el rociador para que la espuma que queda se vaya por el desagüe.
Encuentro este acto bastante conveniente, considerando las vibras extrañas que flotan alrededor de la cocina. —¿Cuánto tiempo has vivido aquí? —pregunto, intentando aliviar el incómodo silencio mientras
Encuentro este acto bastante conveniente, considerando las vibras extrañas que flotan alrededor de la cocina. —¿Cuánto tiempo has vivido aquí? —pregunto, intentando aliviar el incómodo silencio mientras
me giro para mirarlo.
—Cuatro años.
No sé por qué me río, pero lo hago. Él levanta una ceja,
claramente confundido del por qué su respuesta me causa tanta risa.
—Es sólo que tu apartamento… —Miro alrededor de la sala, y luego de
nuevo hacia él—, es como rudo. Creí que quizá te acababas de mudar y por eso no
habías tenido tiempo de decorar.
No quise que sonara como un insulto, pero así es exactamente como sonó.
Simplemente intento sacarle conversación, pero creo que sólo estoy empeorando
toda esta incomodidad.
Su mirada se mueve con lentitud alrededor del apartamento mientras
procesa mi comentario. Desearía poder retractarme, pero ni siquiera lo intento.
Probablemente sólo lo empeoraría.
—Trabajo mucho —dice—. Nunca tengo compañía, así que supongo que
no ha sido una prioridad.
Quiero preguntarle por qué nunca tiene compañía, pero ciertas preguntas
parecen estar fuera de los límites para él. —Hablando de compañía, ¿qué le pasa
a Benjamin?
Peter se encoge de hombros, recostando por completo su espalda contra
el refrigerador. —Benjamin es un idiota que no respeta a su esposa — dice sin
emoción alguna. Se gira y sale de la cocina, dirigiéndose hacia su habitación.
Empuja la puerta para cerrarla, pero deja el espacio suficiente para que aún
pueda escucharlo hablar—. Pensé advertirte antes que cayeras en su teatro.
—No caigo en actuaciones —digo—. Y menos en las de tipos como Benjamin.
—Bien —dice.
¿Bien? Já. Peter no quiere que me guste Benjamin. Me encanta que Peter
no quiera que me guste Benjamin.
—A Gastón no le gustaría que empieces algo con él. Odia a Benjamin.
Oh. No quiere que me guste Benjamin por el bien de Gastón. ¿Por qué saber eso me decepciona?
Sale de nuevo de su habitación, y ya no se encuentra en vaqueros y
camiseta. Ahora tiene puesto un par de pantalones plisados bastante familiares
y una camisa blanca pegada, abierta y desabotonada. Se está poniendo un
uniforme de piloto.
—¿Eres piloto? —pregunto, un tanto perpleja. Mi voz me hace sonar extrañamente impresionada.
Asiente y entra al cuarto de limpieza adyacente a la cocina. —Así
es como conocí a Gastón —dice—. Fuimos a la escuela de aviación juntos. — Camina
de nuevo hacia la cocina con una cesta de ropa que coloca encima
del mesón—. Es un gran chico.
Su camisa no está abotonada.
Estoy mirando directo a su estómago.
Deja de mirar su
estómago.
Oh, por Dios, tiene forma en V. Esas hermosas hendiduras que tienen
los hombres que recorren la longitud de los músculos de sus abdominales,
desapareciendo debajo de sus vaqueros como si su intención fuese señalar el
blanco secreto.
¡Jesucristo, Lali,
estás mirando su jodida entrepierna!
Ahora está botonando su camisa, así que de alguna manera gano una
fuerza sobrehumana y obligo a mis ojos a mirar de nuevo su rostro. Pensamientos.
Debería tener algunos de esos, pero no los encuentro. Quizá es porque acabo de
enterarme que es piloto de avión.
Pero, ¿por qué me impresionaría eso?
Que Benjamin sea piloto no me impresiona. Pero al mismo tiempo, no
me enteré que Benjamin era piloto mientras lavaba ropa y me mostraba sus abdominales.
Un piloto que dobla ropa mientras luce sus abdominales es en verdad impresionante.
Peter se encuentra completamente vestido. Se está poniendo sus zapatos
y lo observo como si estuviese en un teatro y él fuera la atracción principal.
—¿Eso es seguro? —pregunto, de alguna manera encontrando pensamientos
coherentes—. ¿Has estado bebiendo con los chicos, y ahora estás a punto de irte
a controlar un jet comercial?
Peter se sube el cierre de la chaqueta y luego levanta un bolso
lleno del piso.
—Hoy sólo tomé agua —dice, justo antes de salir de la cocina—. No suelo
beber mucho. Y definitivamente no lo hago en noches de trabajo.
Me río y lo sigo hasta la sala. Camino a la mesa para recoger mis cosas.
—Creo que te estás olvidando cómo nos conocimos —digo—. ¿El día de la mudanza?
¿El día que me encontré a un tipo desmayado en el pasillo?
Abre la puerta principal para dejarme salir. —No tengo idea de lo que
estás hablando, Lali —dice—. Nos conocimos en un elevador, ¿recuerdas?
No puedo descifrar si está bromeando o no, ya que no sonríe ni su mirada
se ilumina.
Cierra la puerta detrás de nosotros. Le devuelvo su llave y él
cierra la puerta. Camino hasta la mía y la abro.
—¿Lali?
Casi pretendo no escucharlo, sólo para que tenga que decir mi nombre
otra vez. En vez de eso, me giro para mirarlo, pretendiendo que este hombre no
me afecta en lo absoluto.
—¿Esa noche que me encontraste en el pasillo? Eso fue una excepción.
Una muy rara excepción.
En sus ojos hay algo oculto, y puede que hasta en su voz también. Se
queda de pie en la puerta delantera, listo para dirigirse a los elevadores.
Está esperando para ver si tengo algo que decir en respuesta. Debería
despedirme. Quizá deba decirle que tenga un buen vuelo. Sin embargo, eso puede
que sea considerado de mala suerte. Debería simplemente desearle buenas noches.
—¿Esa excepción fue por lo que ocurrió con Martina?
Sí. Mejor decido
decir eso.
¡¿Por qué dije
eso?!
Su postura cambia. Su expresión se congela, como si mis palabras
lo hubiesen golpeado con un rayo de electricidad. Lo más probable es que esté
confundido por lo que dije, ya que obviamente no recuerda nada de esa noche.
Rápido, Lali.
Recupérate.
—Pensaste que yo era alguien llamada Martina —suelto, explicando mi
torpeza lo mejor que puedo—. Simplemente pensé que quizá algo había sucedido
entre ustedes dos y por eso… ya sabes.
Peter respira profundo, pero intenta esconderlo. Golpeé un nervio. Aparentemente, no se debe hablar de Martina.
—Buenas noches, Lali —dice, volteándose.
No sé qué sucedió. ¿Lo había avergonzado? ¿Lo enojé? ¿Lo hice sentirse
triste?
Lo que sea que haya hecho, ahora lo odio. Esta incomodidad llena
el
espacio entre mi puerta y el elevador en el que ahora se encuentra
de pie.
Entro a mi apartamento y cierro la puerta, pero la incomodad está en todas partes. No se quedó en el pasillo solamente.
jajaj dudaba que era laliter jaja
ResponderEliminarseguila!!
hasta ahora me parece buena la adaptacion
Jajajjaja Lali quiere tranquilidad y no puede
ResponderEliminarAghh que asco Benjamin Asco!!! Ay dios Peter la amada a su departamento y casi le quita de encima a Benja!!!
Bajanakaa la conversación en su departamento es tan nskskskkskaka rara pero sexy jajaja
Maass
ResponderEliminarq estupido benjamin!!
me encanta, continualaaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminarCuida!!!, y no solo xk a Gastón no le guste Benjamín ,a él tampoco le gusta.
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