PETER
—Gracias por darme un aventón —dije,
alcanzando la mochila de lona con mi ropa para todo el verano.
—Lo hice por Cande —Me recuerda Agus
Sierra por segunda vez. Mi mejor amiga era una chica —una chica caliente. Agus,
su prometido, era un idiota elitista con el cual debía lidiar, tenía que
hacerlo si quería mantener a Cande en mi vida. Todo lo que importaba era que él
entendiera que Cande era una princesa. Mientras tuviera eso en mente y la
tratara como tal, podía tratar con ese idiota.
—Nunca lo puse en duda —respondí con
una sonrisa, colocando las correas de mi mochila sobre los hombros. Alejando mi
atención de Agus, miré la gran finca de color blanco y marrón frente a mí. Me
encontraba rodeado de kilómetros de pasto verde y un montón de vacas —Mi
purgatorio durante el verano. Comencé a cerrar la puerta mirando a Agus
nuevamente. Yo sabía que él estaba listo para volver a Sea Breeze, donde Cande
lo esperaba. Nadie quería estar atrapado en este maldito pueblo de vacas.
—Pete. Espera —dijo antes de que
pudiera cerrar completamente la puerta de la camioneta. Lentamente, la abrí de
nuevo y arqueé una ceja intrigado. ¿Qué más podría querer Agus conmigo? Apenas
me había hablado en la hora de viaje hasta aquí.
—No arruines esto, de acuerdo. Mantente
sobrio. No conduzcas un auto hasta que recuperes tu licencia y trata de no
cabrear al hermano de tu entrenador. Tu futuro depende de este verano y estás
preocupando a Cande. No quiero que se preocupe por ti. Piensa en alguien más
que en ti mismo para variar. —Bueno, demonios, acabo de tener un sermón
parental de Agus maldito Sierra. ¿No era eso dulce?
—Sé qué pasará si arruino las cosas,
Agus. Gracias por recordármelo. —Dejé que el sarcasmo se deslizara de mi voz.
Frunció el ceño y comenzó a decir algo
más antes de sólo sacudir la cabeza y poner la camioneta en reversa. La
conversación terminó. Bien. El tipo debería aprender a meterse en sus propios
malditos problemas.
Cerré la puerta y volví mi atención de
vuelta a la casa mientras los neumáticos giraban fuera de la entrada de grava.
Supongo que mejor debería ir a conocer a mi guardián para el resto del verano y
comenzar esta fiesta. Todo lo que tenía que hacer era hacer feliz a este tipo.
Me haré cargo de sus vacas y haré trabajo manual durante dos meses y medio para
que mi entrenador no saque mi trasero del equipo de béisbol. Me libraría de la
prisión bajo fianza por conducir bajo los efectos del alcohol, luego sería
perdonado y mi beca de béisbol permanecería intacta. Sólo tenía tres problemas
con este plan:
1. No chicas.
2. Odiaba el trabajo manual.
3. No chicas.
A parte de eso esto, no estaba tan mal.
Tendría los domingos libres. Tendría que intentar encontrar chicas sexys usando
pequeños bikinis los domingos. Llegué a la puerta principal de la casa. El
pórtico era malditamente agradable. No me interesaban las cosas de fincas pero
este lugar no era tan malo. Apuesto a que las habitaciones son de buen tamaño.
—Tú debes ser al que Carlos contrató
para el verano. —Un chico usando un par de vaqueros desteñidos y unas botas
gastadas comenzó a subir los escalones del pórtico. Sonreía como si en serio
estuviera feliz de verme. Debía ser el hijo del tipo. Yo estaré paleando heno y
mierda de vaca todo el verano en vez de él. Apuesto a que le caigo muy bien.
—Sí —respondí—, Peter
Lanzani. El Entrenador Mack me envió.
El chico sonrió y asintió, metiendo
ambas manos en sus bolsillos delanteros. Todo lo que necesitaba era una maldita
paja colgando de su boca para verse como el típico estereotipo de vaquero.
—Ah, es cierto. Escuché sobre ti.
Condujiste borracho. Hombre, eso apesta. Especialmente porque Carlos es un
maldito negrero. Mi hermano y yo trabajamos varios veranos para él durante la
secundaria. Juré que jamás beberás y conducirás de nuevo.
Supongo que no era el hijo del viejo
después de todo. Asintiendo, me volví para tocar a la puerta.
—Carlos
no ha vuelto aún del corral. Volverá como en una hora.
Extendió su mano. —Soy Victorio
Martinez, por cierto. Creo que nos veremos mucho durante el verano, ya que soy
vecino. Y bien, allí está Lali —Se detuvo y sus ojos fueron de mí hacia la
puerta. Comencé a preguntarle quién era Lali cuando seguí su mirada para encontrar
la luz al final del túnel en la puerta.
Cabello largo y castaño rizado recogido
sobre un hombro desnudo. Los ojos azules más claros que había visto, enmarcados
por largas pestañas negras y labios carnosos, completaron la perfecta obra de
arte de su rostro. Mi mirada lentamente viajó al sur para admirar la suave piel
bronceada que estaba apenas cubierta por la parte superior de un bikini y un
par de pantalones cortos que colgaban de su estrecha cadera. Luego las piernas.
Piernas que iban por kilómetros hasta que dos pequeños pies descalzos con las
uñas rojas terminaban el malditamente perfecto y ridículo paquete frente a mí.
Maldición. Tal vez debería venir al campo más a menudo. No sabía que criaban
chicas así aquí.
—¿Lali, aún no estás lista? Creí que
íbamos a la tanda de seis y media —dijo Victorio detrás de mí. Ah, demonios no.
Seguramente no. ¿Esta diosa salía con ese chico? Levanté la mirada de vuelta
hacia su rostro para encontrar sus ojos azules mirándome directamente. En
serio, eran los jodidos ojos más azules que había visto.
—¿Quién eres? —El frío tono de su voz
me confundió.
—Tranquila, chica. Sé buena, Lali. Este
es el chico que ayudará a tu papá este verano. —En sus ojos destelló algo que
se parecía como a disgusto. ¿En serio? He visto esa mirada en los ojos de
chicas antes pero nunca antes de haberlas usado y luego tirado. Interesante.
—Eres el borracho —afirmó.
No era una pregunta. Así que no
respondí. En vez de eso, le dirigí una sonrisa que sabía que afectaba las
bragas de cualquier mujer y di un paso hacia ella.
—Tengo muchos nombres, nena —respondí
finalmente.
Sus cejas se arquearon, enderezó su
postura y me lanzó la mirada más fría que había visto. ¿Qué pasa con esta
chica? —Estoy segura de que es así. Déjame adivinar, Herpes, Perdedor, Idiota y
Borracho sólo por mencionar algunos —mencionó, saliendo por la puerta y
cerrándola de golpe detrás de ella. Volvió su mirada hacia Victorio, quien
podría jurar que se rió entre dientes.
—No puedo ir a ver la película, Vico.
Necesito que vayas conmigo donde la Sra. Mabel y me ayudes a arreglar su pozo
de nuevo. Necesita estar perfecto.
—¿De nuevo?
—Sí, de nuevo. Necesita uno nuevo.
Lali
caminó a mi lado, agarró el brazo de Victorio y tiró de él por los escalones.
Aparentemente, yo había sido rechazado.
—¿Tu papá aún no ha llamado a sus
hijos? Necesitan traer sus traseros aquí y ayudar a su mamá —dijo Victorio
cuando comenzaron a alejarse sin una mirada atrás.
¿Qué demonios? ¿Quién se va y deja a un
chico de pie en su pórtico sin decir una palabra? Era demasiado hermosa pero
una perra loca.
—Oye, ¿sólo entro? —grité.
Lali se detuvo y se dio la vuelta. Con
la misma expresión de disgusto en su rostro que antes. —¿A la casa? Uh, no —respondió
negando con la cabeza como si yo estuviera loco. Levantó la mano y señaló hacia
el granero rojo ubicado detrás de la casa—. Tu habitación está arriba del
granero. Tiene una cama y una ducha.
Bueno, ¿no era esto jodidamente fantástico…?
LALI
Odiaba a los tipos como Peter. La vida era sólo
diversión para él. No había duda en mi mente de que las mujeres de todas las
edades babeaban a sus pies. Estaba saludable, vivo y riéndose de todo como si
fuera un juego.
—Baja las garras, cariño. Ya dejaste claro tu
punto. Él no vendrá olfateando a tu alrededor de nuevo. —Vico extendió la mano
y apretó mi pierna gentilmente, luego encendió el radio.
—Es un idiota —dije con los dientes apretados.
Vico soltó una risa baja y se movió en su asiento.
Sabía que estaba decidiendo cómo comportarme. La única otra persona que me
había conocido tan bien o más que Vico era Pablo —su hermano gemelo y mi
prometido. Todos crecimos juntos. Vico siempre había sido el raro, pero Pablo y
yo hicimos lo mejor por incluirlo en la medida de lo posible.
Cuando Pablo fue asesinado por una bomba justo al
norte de Bagdad hace dieciocho meses, la única persona de la que podía soportar
estar cerca había sido Vico. Su madre dijo que era porque Vico podía entender
mi dolor. De alguna manera, los dos perdimos a nuestra otra mitad.
—¿Y cómo deduces eso de la breve conversación que
tuvimos con él? A mí me pareció un buen tipo. —Vico siempre era optimista.
Siempre veía lo mejor de la gente. Dependía de mí mantener a la gente apartada
para no aprovecharse de su espíritu confiado. Pablo ya no estaba aquí para
hacerlo.
—Está aquí porque estuvo bebiendo y conduciendo,
Vico. Eso no es exactamente una pequeña ofensa. Pudo haber chocado contra una
familia. Pudo haber matado al hijo de alguien. Es un perdedor egoísta. —Sin
embargo, era demasiado atractivo para ser real, pero yo tendría que superar
eso. Ese bonito rostro no me atrapará.
—Lali, mucha gente bebe y maneja un poco. Probablemente
iba a conducir una distancia corta desde el bar hasta su casa. Dudo que
estuviera viajando en la carretera. Probablemente sólo tomó un par de cervezas.
Dulce Vico. Bendito tu corazón, no tiene idea de
cuán depravadas son algunas personas. Era una cosa que amaba de él. Yo sabía
que Peter Lanzani estaba cayéndose de borracho cuando lo detuvieron. Escuché al
tío Mack hablar sobre lo mujeriego que era y que la única cosa que se tomaba en
serio era el béisbol.
—Créeme Vico, ese chico es un problema.
Vico no
respondió. Se inclinó sobre su codo y abrió la ventana para dejar que la cálida
brisa lo refrescara. El interior del camión de papá era muy caliente en esta
época del año, pero era el único vehículo que yo conducía. Mi vehículo seguía
en el garaje sin tocar. No podía atreverme a conducirlo ni tampoco a deshacerme
de él. El bonito Jeep plateado que papá me había comprado no había sido
conducido desde que recibí la llamada de la mamá de Pablo diciéndome que había
sido asesinado. Pablo se me había declarado en ese Jeep con miras a Hollows
Grove. Luego había subido el volumen de la música en el radio y salimos para
bailar bajo las estrellas. No había puesto los ojos en él en un año y medio. En
su lugar, conducía el camión de la granja. Era más fácil.
—¿Lali? —preguntó Vico, interrumpiendo mis
recuerdos. Parecía que siempre sabía cuándo necesitaba a alguien que me
detuviera de recordar.
—¿Sí?
—Sabes que te amo, ¿verdad?
Tensa, agarré el volante con fuerza. Cuando Vico
comenzaba con algo como eso nunca me gustaba lo que iba a decir a continuación.
La última vez que me había preguntado eso, lo siguiente que dijo fue que
debería conducir mi Jeep de nuevo porque Pablo así lo habría querido.
—No, Vico —respondí.
—Es hora de quitarse el anillo, Lali.
Mis manos dolían por el fuerte agarre que tenía del
volante desgastado. El anillo de oro en mi dedo se enterraba en mi piel,
recordándome que estaba allí.
Nunca me lo había quitado. Nunca lo haría.
—Vico, no.
Dejó escapar un suspiro pesado y negó con la
cabeza. Esperé pacientemente a que dijera algo más y estuve agradecida cuando
entramos donde la Sra. Mabel. Salté del camión antes de que se detuviera,
completamente determinada a alejarme de él antes de que pudiera decir más. El
anillo de compromiso que Pablo había puesto en mi dedo no podía ser quitado.
Sería como si lo estuviera olvidando. Como si estuviera superándolo o dejándolo
atrás. Nunca lo dejaría atrás.
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ResponderEliminar@x_ferreyra7
maaaaaaaaaaaas
ResponderEliminarSe le va a hacer difícil a Peter conquistar A Lali..
ResponderEliminarSeguila me encantaaa
Jenny
masdssssssssssssssss
ResponderEliminarMar deberá darse una oportunidad
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